viernes, 18 de agosto de 2006

Episodio XXXIII

Muy buenas a todos, era un tirón esperar hasta las 3:15 para sacar el siguiente episodio de Los Caballeros, así que lo pongo ahora. la razón por la cual quería sacarlo a esa hora, es porque en ese instante se cumplieron... (lo pongo en pasado porque la mayoría lo leeréis después de que pase esa hora) 18 años desde mi nacimiento!!!! (y también 6574 días, pero eso es de menor importancia xD) Sí, hoy es mi cumpleaños, mi mayoría de edad, ya puedo sacar dinero del banco yo solo, comprar por Ebay, firmar las notas yo mismo, ir a la cárcel... etc, y como es un gran paso en mi vida lo celebro sacando este nuevo episodio. Como ya dije es un poco más largo de lo habitual (6'7 hojas de word frente a las 5'5 que son normalmente y a la vez unas 350 palabras más). Llevo mucho tiempo esperando poder escribir y publicar este ep por lo que ocurre al final, que ya tenía ganas de contarlo, un saludo y a disfrutarlo!!!!!!

Título: N/A


Tamaño: 6'7


Dedicado a: N/A


Episodio XXXIII

M

iles de ondas avanzaban a toda velocidad hacia Jezabel ante la atónita mirada de los caballeros, que aún no habían conseguido ni siquiera rozarla.

“¡Eso es!” exclamó Kevin.

“Francamente – dijo Fidel – espero que lo consigan”.

“Ojalá que sí” contestó Arturo.

La teniente se llevó la mano al mango de su espada, dobló levemente las rodillas y echó el tronco ligeramente hacia delante mientras las ondas continuaban acercándose inexorablemente.

“Demasiado fácil” dijo ella.

Cuando las ondas estaban a punto de alcanzarla, desenvainó su espada y realizó una vuelta completa sobre sí misma golpeando así a todas las ondas en un instante, devolviéndolas hacia todas direcciones.

Unas pocas salieron disparadas hacia arriba perdiéndose en la inmensidad del firmamento. Otra pequeña cantidad salieron fuera de la ciudad y cayeron en las proximidades, en tierra o en el mar, provocando leves explosiones mientras que el resto de ondas avanzaban hacia la plaza y hacia los que en ella estaban.

“¡No!” exclamó Kevin.

“Las ha devuelto – dijo Fidel – ahora vienen hacia aquí”.

“De un solo golpe...” pensó Arturo.

La lluvia de ondas no tardó en hacer efecto. En unos segundos las primeras ondas empezaron a chocar contra los edificios cercanos. Atravesaron cristales para explotar en viviendas u oficinas haciendo que algunas de sus salas quedasen desoladas tras un manto de fuego y humo. Reventaban contra las fachadas provocando la caída de escombros a los ciudadanos que había debajo, los cuales, aún con el ánimo al máximo, lanzaban nuevas ondas contra ellas para evitar ser aplastados, pero no lograron librarse de que los pedazos de esos escombros impactaran en el suelo o en sus cuerpos, hiriéndoles o que les cayeran en la cabeza, dejándoles en el suelo, inconscientes, y con un charco de sangre al lado. También impactaban contra ventanas haciendo caer cristales que provocaban cortes o se clavaban profundamente en los ciudadanos sobre los que caían. El resto chocaron por toda la superficie de la plaza. Los caballeros lograron rechazar los que venían hacia ellos, pero no todos los ciudadanos tuvieron la misma suerte. Algunos fueron capaces de hacerlo, a cambio de una leve contractura en la muñeca. Otros lo intentaron pero, ya fuera por falta de fuerza o simple mala suerte, la onda chocó con ellos propinándoles un fuerte golpe y una leve quemadura. Las últimas chocaron contra el suelo, explotando al impactar, llevándose por los aires a la gente que había alrededor para que terminaran dándose un fuerte golpe contra el suelo.

“Que desastre...” dijo Norris.

A varias calles de allí, Peter, Jonyo y Eddy se habían detenido en su travesía al ver los destellos de las ondas y estaban quietos, mirando hacia la plaza.

“Según parece ha devuelto el ataque” dijo Jonyo.

“Espero que estén todos bien” dijo Eddy.

“Si queréis ir a ayudarles debemos darnos prisa para que nos quede un lugar al que regresar, así que no os detengáis” dijo Peter y continuaron corriendo.

Petoria estaba inmersa en el caos y la destrucción, no había un solo edificio del que no salieran dos o tres columnas de humo desde sus ventanas o que no tuviera algún agujero o grieta.

“No puedo creer que hayamos fallado – pensó Kevin – llegados a este punto, sólo me queda una cosa por hacer”.

Apagó el micrófono, se detuvo un segundo, respiró hondo, cogió su arma, que estaba apoyada en la pared a su derecha y se marchó corriendo.

En el exterior, Jezabel no podía dejar de reír al ver tanta desolación a su paso.

“Jajaja, no juguéis nunca contra los mayores, porque perderéis”.

Arturo, Fidel y Gabriel se elevaron y rodearon a la teniente.

“¿Venís a por más? ¿Acaso toda esta destrucción no os ha servido de escarmiento?”.

“Somos muy testarudos” dijo Fidel.

“Además, si no continuamos – dijo Gabriel mirando a su alrededor – esta destrucción será insignificante comparada con la que crearás después”.

“En eso tienes razón, caballero”.

“¡Vamos!” exclamó Arturo y los tres se lanzaron contra ella.

Comenzaron a atacarla por todos lados y ella esquivaba todos los golpes sin molestarse en contraatacar.

“¿No sabéis hacerlo mejor? Me avergüenzo al pensar que varios de nuestros guerreros han sido derrotados por vosotros”.

Mientras esquivaba los ataques, cansada de verse rodeada por rivales que no consideraba de su talla, golpeó con un puñetazo en la cara a Gabriel, un codazo en el esternón a Fidel y una patada en el estómago a Arturo, mandándoles a varios metros de distancia en el aire.

“Rendios de una vez, ¿no veis que no tenéis nada que hacer?”.

De repente un cuchillo se aproximó a Jezabel a toda velocidad.

“Algo viene” pensó ella.

Miró hacia abajo, vio el cuchillo acercándose y trató de esquivarlo echándose hacia atrás, pero estaba ya muy cerca y no pudo evitar que le hiciera un corte superficial en la mejilla y que le cortara algún cabello.

“¿Quién ha sido?” preguntó mirando hacia abajo.

Empezaron a llegarle más artefactos desde la misma dirección, más cuchillos, piedras, trozos de cadenas y pedazos de hierro.

“¿Qué significa esto?” dijo mientras los esquivaba.

Observó el foco de origen de los artefactos que le estaban lanzando y descubrió a Norris en el ring de combate. Jose estaba lanzando los escombros generados por las explosiones de los misiles y de las ondas y Norris le lanzaba todo el arsenal del que disponía bajo su chaqueta verde.

“No sabemos volar, pero no vamos a dejar que destruyas nuestra ciudad, por lo que haremos todo lo que esté en nuestras manos por verte morder el polvo” dijo Norris mientras le lanzaba objetos.

“Eso tiene fácil solución – dijo ella y comenzó a descender – si queréis morir no seré yo quien os quite la ilusión”.

“Ya viene, Jose – dijo Norris – ahora es el momento de utilizarlo”.

Jose hizo acopio de todas sus fuerzas y agarró una enorme piedra más grande que él y la lanzó contra Jezabel.

“Es enorme, no puedo esquivarla – pensó ella – En ese caso, tendré que destruirla”.

Agarró su espada y cortó la piedra en dos de un corte horizontal, pasando un trozo por encima y otro por debajo de su cuerpo.

“Tendrás que lanzar algo más duro para que no lo pueda cortar”.

En ese momento Arturo y Fidel lanzaron una onda de energía contra la teniente.

“Por mucho que lancéis, no servirá de nada”.

Las ondas avanzaban hacia la teniente, que se preparaba rechazarlas, al aproximarse a ella, las ondas cambiaron levemente de dirección.

“No van hacia mí, van hacia...” pensó ella y miró hacia arriba y hacia abajo.

Las ondas impactaron contra las dos mitades de la piedra que había lanzado Jose, destruyéndolas y creando una nube de polvo en el aire.

“¿Qué pretenden con esto?”.

Gabriel apareció volando a toda velocidad hacia la nube con la mano en la empuñadura de su envainada espada.

“Usaré mi espada. Tengo que hacerlo y lo cierto es que no quiero, además aún no domino esa técnica, pero no tengo alternativa”.

Gabriel se metió en la nube de polvo, es escuchó un ruido y acto seguido se creó un silencio.

“¿Lo habrá conseguido?” pensó Arturo.

La nube de polvo se disipó y todos pudieron observar a Gabriel, junto a Jezabel, con la mano en el mango, intentando sacar su espada, pero el látigo estaba enrollado alrededor de su mano, impidiéndole hacerlo.

“Buen intento”.

Jezabel tiró el látigo y atrajo a Gabriel hacia ella, éste, al ver que no podía usar su espada, probó a atacar con una patada, enviando la punta de su bota contra la sien de su adversario, quien detuvo el golpe sujetándolo la pierna. Después, agarró el otro extremo de la pierna con la otra mano y le propinó un rodillazo en la articulación de la rodilla. Un crack se escuchó en el momento del golpe y Jezabel dejó caer al caballero, que por el dolor era incapaz de mantenerse en el aire.

“Ya van dos – dijo ella mirando hacia abajo – ahora me ocuparé de vosotros”.

Comenzó a descender a gran velocidad con Jose y Norris como objetivo, llevándose la mano al mango de su espada.

“Aquí viene otra vez” dijo Norris.

“¡Enfréntate a mí!” gritó una voz.

“Fidel apareció volando, espada en mano, alcanzó a la teniente en su descenso y comenzó a atacarla con la espada.

“¿Aún no has aprendido la lección?”.

Jezabel se detuvo, esquivó un primer ataque de Fidel y acto seguido desenvainó su espada. Fidel atacó por segunda vez pero su ataque fue bloqueado por la espada de su adversario.

“La teniente está ocupada con Fidel, es nuestra oportunidad de atacar” dijo Norris.

“No” contestó Jose fríamente.

“¿Cómo que no?”

“¿Todavía no lo entiendes?”

“¿Entender? ¿El que?”.

“Entender que ellos no tienen la más mínima intención de dejarnos participar en el combate”.

“¿Y eso?”

“Fíjate, la plaza está seriamente dañada, la mayoría de la gente que estaba viendo el torneo está herida y esperemos que no haya ningún muerto. Hemos atacado todos juntos y no ha servido más que para agravar la situación. También hemos intentado cooperar con los caballeros y ha sido inútil. Todo cuanto hemos hecho ha resultado un rotundo fracaso. Si ahora continuásemos combatiendo lo más probable es que moriríamos innecesariamente. Lo peor de todo es que ellos se sienten responsables de la situación, ya que esos dos han venido a por ellos, no a por la ciudad, por ello, se creen obligados a apartar el peligro que han traído con ellos pero sabemos que no tienen la culpa de ser atacados. Muriendo, lo único que lograríamos sería aumentar ese dolor y sentimiento de culpa. Así que no debemos intervenir”.

“Entonces, ¿qué podemos hacer?”

“Confiar en ellos, y en su victoria”.

Norris se agachó y dio un puñetazo al suelo.

“Si tuviera la fuerza suficiente...”

“Comprendo como te sientes, estoy en tu misma situación, pero ahora no podemos hacer nada más que quedarnos a un lado para no estorbar”.

Arturo observaba desde el cielo como Fidel estaba enfrentándose solo a la teniente.

“Aguanta, voy a ayudarte, compañero”.

Concentró las energías que le quedaban y se dispuso a volar hacia su adversario.

“¡Espera, Arturo!” exclamó una voz.

Arturo impidió su avance al escucharlo, se giró y vio a Jonyo acercarse volando haciéndole señales con la mano.

“Eres tú, Jonyo, ¿ya te has recuperado?”

“Sí, me encuentro perfectamente”.

“Entendido, ya ves como está la plaza, Gabriel y Reik han sido derrotados y Fidel está ahora haciendo frente a Jezabel él solo, así que no perdamos tiempo y vamos a ayudarle”.

“Espera un momento, antes hay algo que debes saber”.

“Estaré encantado de escucharte, pero será después de que termine la batalla, ahora no hay tiempo que perder”.

“Debes saberlo cuanto antes”.

“Ya te he dicho que te escucharé luego, ahora debemos ayudar a Fidel”.

“Esto es igual de importante”.

“Me parece perfecto, pero no puedo dejar a Fidel solo contra esa mujer” dijo Arturo y se dispuso a volar hacia Fidel.

Jonyo agarró a Arturo del hombro impidiéndole avanzar, éste se giró y observó a Jonyo sorprendido.

“Por favor, es realmente importante” dijo Jonyo seriamente.

Arturo se detuvo dispuesto a escucharle.

“Está bien, ¿qué es eso tan importante que tienes q decirme?”

“Observa atentamente” dijo Jonyo y señaló hacia abajo.

Arturo miró hacia donde señalaba Jonyo, allí, estaba Reik tirado en el suelo, inconsciente, con fuertes golpes presentes en su cuerpo, varias heridas y arañazos y completamente despeinado a causa de la descarga eléctrica. Un pequeño grupo de curiosos rodeaba su cuerpo y de vez en cuando alguien le daba una palmadita en la cara para ver si reaccionaba. De pronto Peter apareció en escena haciéndose paso entre los curiosos, los apartó a todos y se colocó de rodillas junto a Reik. Levantó las manos levemente con las palmas abiertas y estas se iluminaron en un tono verde claro. Después las posó sobre el cuerpo de Reik y, al entrar en contacto, la luz comenzó a transferirse a través de ellas, iluminando también al caballero. Según se iba iluminando, todas sus heridas y golpes desaparecían paulatinamente hasta que al fin recobró la consciencia. Entonces se levantó, hizo un gesto de agradecimiento y salió volando. Arturo, tras contemplar la escena, se quedó petrificado en el aire.

“Todo este tiempo... ha sido él quien...”

“Te lo hubiera contado antes – dijo Jonyo – pero no lo sabía. No lo supe hasta que me curó a mí hace un momento”.

Arturo salió volando hacia Peter a toda velocidad.

“Arturo, ¡no! Espera” dijo Jonyo y salió detrás de él.

Llegó al suelo, seguido de Jonyo en un momento y miró a Peter enfadado.

“¡Peter! Creo que nos debes más de una explicación”.

“Vaya, así que lo sabes, ha debido de contártelo Jonyo, es normal, no podía dejarle así. Perdona, no quería ocultároslo”.

“¿Qué no querías? ¿Qué ocurre? ¿No confías en nosotros? ¿Acaso Gabriel, Reik y tú sois espías del enemigo? ¿Qué más sabes hacer? ¿Qué más ocultas? ¿Puedes resucitar muertos, destruir planetas, volverte invisible o algo así?”

“Nos ha salvado la vida – dijo Jonyo – al menos déjale que se explique”.

“Está bien, al fin y al cabo, tienes razón” dijo Arturo y se calmó un poco.

“No oculto nada más, únicamente decidí no contarlo aún por precaución, te daré todos los detalles después, pero ahora todos tenemos cosas que hacer”.

“Está bien, después hablaremos, ahora nos encargaremos de esa mujer”.

“Y yo iré a curar a Gabriel, está al otro lado de la plaza, y si alguno sale herido, que me busque desde el aire para ahorrar tiempo”.

“Entendido, hasta la vista” dijo Arturo.

Jonyo y Arturo salieron volando a toda velocidad hacia su objetivo quedando Peter unos segundos parado hasta que les perdió de vista en el cielo.




PD1: Lamento que no salga el que para muchos, es su personaje favorito (a parte del vuestro propio, claro está), pero tenía que contar esto para no estancar más la historia.
PD2: no puedo dar una fecha concreta para el próximo ep ya que antes tengo q comprar un cuaderno bien gordo y con encabezados para poder organizarme bien, solo prometo que será lo más pronto posible.

lunes, 7 de agosto de 2006

Episodio XXXII

Título: N/A

Tamaño: 5'5

Dedicado a: Iván del Barrio

Episodio XXXII

J

ose, Norris y Eddy rodearon la superficie de combate hasta llegar a donde se encontraban los caballeros y la teniente.

“Caballeros, venimos a ayudaros” dijo Eddy.

“No sé a quien pretendes ayudar en ese estado” dijo Peter señalándole.

Eddy se observó, las secuelas del combate contra Jonyo aún pasaban factura en su cuerpo.

“Puede que no esté en mi mejor momento, pero no puedo quedarme de brazos cruzados mientras esa mujer destruye la ciudad”.

“Muerto no servirás de nada – replicó Peter – como he dicho antes, Jonyo y tú iréis al hospital a que os curen. Yo mismo os acompañaré para cubriros en caso de peligro. Al resto os deseo suerte. Esa mujer es el mismo demonio y contra ella toda ayuda es poca”.

Peter marchó con destino al hospital seguido de Jonyo y Eddy, quedando el resto de caballeros rodeando a la teniente, apoyados por Jose y Norris.

“¿Habéis acabado ya de hablar? – dijo la teniente bostezando – empiezo a aburrirme”.

“Si lo que ha dicho Peter es cierto – dijo Arturo – debemos atacar con toda nuestra fuerza desde el primer instante. Norris, Jose, os agradecemos vuestra ayuda pero si os veis en peligro retiraros inmediatamente. No quiero ver morir a más personas”.

“¿Por quién nos tomas? – dijo Norris sacando un cuchillo – no vamos a echar a correr sólo porque el oponente sea más poderoso que nosotros, os recuerdo que vosotros también lo sois y nos hemos enfrentado sin miedo”.

Jose observó su brazo escayolado y apretó con fuerza el puño que le quedaba sano.

“Aún no me he recuperado del todo, pero parece que tendré quitarme esto”.

Alzó el puño que tenía sano y golpeó a la escayola provocándola una grieta que se extendió por toda ella terminando por romperse en mil pedazos. Después realizó varios movimientos de muñeca, codo y dedos además de algún estiramiento.

“Parece que todo está bien” dijo satisfecho.

“Si ya estamos todos listos – dijo Fidel - ¡al ataque!”.

Todos se lanzaron contra Jezabel procurando no dejar ninguna zona desprotegida por la que pudiera atacar o escapar. Los caballeros atacaron con su espada al frente para clavar una estocada en su objetivo, Norris con el cuchillo y Jose con un puñetazo.

“Eso es, atacadme todos a la vez – dijo Jezabel – así será más divertido”.

Los ataques contra la teniente llegaron todos a la vez. En el momento del golpe, la teniente desapareció quedando todos sorprendidos y confusos.

“¿Dónde está?” pensaron todos.

“Demasiado fácil” se escuchó desde todas partes.

La teniente apareció sobre Arturo, golpeándole con un codazo en la nuca que hizo que cayera al suelo. Los demás se giraron rápidamente al escuchar el golpe con el fin de comenzar una nueva ofensiva, pero antes de que pudieran hacerlo Jezabel ya había vuelto a desaparecer.

“Es muy rápida” pensó Gabriel.

De nuevo, la teniente apareció, esta vez junto a Norris, al que derribó sin problemas de un rodillazo en el estómago volviendo a desaparecer en un instante.

“Estamos cayendo como moscas” pensó Fidel.

La teniente continuó apareciendo y desapareciendo y así, uno a uno, fue atacando, fue atacando y derribando a todos los que se enfrentaban ella. Tras derribarlos a todos, desapareció de nuevo y apareció en el punto en el que había comenzado el combate. Los caballeros comenzaron entonces a levantarse poco a poco.

“Somos seis contra uno” pensó Norris mientras se levantaba.

“Y nos ha derribado a todos” pensó Arturo.

“Sin ni siquiera usar la espada” pensó Reik.

“Kevin, Eddy, espero que regreséis pronto – pensó Jose – os necesitamos”.

A varios kilómetros de allí, Suso y Mesa estaban frente a frente, sonriéndose con superioridad el uno al otro.

“Ey, Mesita, todo este rollo de ondas de energía y de truquitos para engañar al contrario está bien, pero aún no nos hemos enfrentado cuerpo a cuerpo, así que, ¡allá voy!” dijo Suso y se lanzó contra él.

“¿Mesita? – pensó él - ¿Cómo te atreves? Esto te costará caro”.

Mesa también se lanzó contra Suso. Ambos avanzaban rápidamente el uno contra el otro. Suso atacó con un puñetazo de frente pero fue rechazado y enviado al cielo de una patada en la barbilla, dio varias vueltas en el aire y al final consiguió estabilizarse.

“Atacándole así no conseguiré tocarle nunca – pensó Suso flotando boca abajo en el cielo – Ya lo tengo, de esta forma podré atacarle sin problemas”.

Suso retomó su ofensiva volando rápidamente hacia su adversario.

“Que testarudo, sabe que no conseguirá nada atacando así pero sigue insistiendo. Merece una lección”.

De repente, Suso se quitó la gabardina y la lanzó desplegada contra Mesa.

“Pretende ocultarse tras la gabardina y atacarme aprovechando que no le veo, pero no le servirá de nada”.

Mesa lanzó una onda de energía contra la gabardina haciéndola estallar, pero la explosión generada fue mayor de lo esperado.

“Es extraño, una simple gabardina no puede crear un fuego tan grande. Aunque, es posible que tuviera explosivos y los haya dejado en ella aposta, al fin y al cabo, es un ladrón, puede tener cualquier cosa. Sí, no puede haber otra explicación. Ahora nos separan fuego, llamas y humo y me es imposible determinar su posición a simple vista. Se lo ha montado bien, seguramente atacará antes de que se disipe la explosión pero no cuenta con un factor fundamental, su energía. Es demasiado grande como para ocultarla, y más aún habiéndola obtenido de esa forma, no puede ser capaz de dominar su poder, por lo que sé perfectamente donde se encuentra” pensó mirando a un determinado punto.

Mesa alzó el brazo, apuntó al lugar del que provenía la energía de Suso y comenzó a cargar una onda de energía.

“Se acabó el juego – dijo Mesa – desaparece”.

En el momento en que Mesa se disponía a lanzar la onda, un cuchillo asomó desde el fuego de la explosión, avanzó rápidamente por el aire y se clavó en el hombro de Mesa, obligando a este a detener su ataque.

El cuchillo atravesó la chaqueta del traje y después la camisa, para al final clavarse profundamente en el hombro. Una vez clavado, la herida desprendía algo de vapor.

“Ha logrado alcanzarme”

La explosión se disipó y pudo observarse en el cielo la figura de Suso, sonriendo felizmente como un niño.

“Uuups, he fallado – dijo con una maquiavélica sonrisa – el próximo te atravesará la cabeza”.

Mesa se observó, la manga de su chaqueta negra comenzaba a teñirse de rojo y su brazo apenas respondía.

“Sabía tus intenciones desde el principio, si te hubiera atacado yo, me habrías rechazado fácilmente, y todo habría sido inútil, pero no podías prever el cuchillo, ya que no tiene no tiene fuerza vital”.

Suso comenzó a reír salvajemente ante la situación de su adversario. Por otro lado, Mesa, después de estar unos segundos cabizbajo y en silencio, levantó la vista, se sacó el cuchillo del hombro y de nuevo volvieron a emerger vapores.

“Jajaja – reía Suso – al atravesar el fuego de la explosión, el cuchillo se ha calentado, ese vapor que ves debe ser tu sangre evaporada y debes de tener una buena quemadura además de la herida”.

Mesa arrojó el cuchillo y comenzó a mover el hombro poco a poco, para comprobar su movilidad con la herida.

“Abandona – dijo Suso con firmeza – con una herida así no aguantarás nada y el combate no tendrá gracia”.

“No cantes victoria tan pronto, esto aún no ha acabado”.

En Petoria, los caballeros continuaban intentado hacer frente a la teniente con todas sus fuerzas mientras la gente huía despavorida en todas direcciones.

“¡Muere!” exclamó Fidel saltando hacia el cielo.

Alzó su espada en el aire e intentó asestar un corte vertical a la teniente aprovechando la velocidad de la caída. La teniente desapareció en el momento del golpe y Fidel aterrizó en el suelo clavando la espada en el suelo, rápidamente, la sacó y comenzó a buscar a su objetivo a su alrededor. La teniente apareció en el aire, sobre Fidel y le golpeó con la punta del zapato en la nuca haciendo que cayera al suelo de bruces.

“Aún tienes mucho que aprender, caballero”.

Gabriel apareció de frente y lanzó varias rosas contra Jezabel, la cual las esquivó fácilmente moviendo la cabeza y la cadera. Después agarró a Gabriel por el cuello de la camisa y vio que su espada estaba envainada.

“¿No desenvainas tu espada ni en una ocasión así? Sólo conseguirás que te maten”.

“Métete en tus asuntos” contestó Gabriel.

“Los jóvenes no aprendéis nunca, mereces morir”.

“Quizás sabemos más de lo que piensas, ¿qué tal si te mueres tú?” dijo una voz desde detrás.

Reik apareció detrás de la teniente, espada en mano y se dispuso a hacerla un corte en la espalda. Jezabel soltó a Gabriel y en un instante se agachó, Reik realizó su ataque sin golpear nada más que al aire y pasando la punta de su espada a escasos milímetros de los ojos de Gabriel. Después, la teniente se elevó y pateó a Gabriel en el tronco, saliendo éste disparado contra el revuelo de gente. Sin perder un instante, cogió su látigo y lo utilizó contra Reik, enrollándolo en su cuello y tirando con fuerza. Reik intentaba liberarse con todas sus fuerzas, pero sus esfuerzos eran en vano.

“¡Quizá esto te baje un poco los humos!” exclamó la teniente.

Pulsó un botón que había en el mango y una corriente eléctrica surgió recorriendo todo el látigo electrocutando a Reik hasta que quedó sin conocimiento. Tras haberle derrotado, empezó a dar vueltas al látigo junto con el cuerpo de su adversario hasta que se decidió por desprenderse de él. Cayó brutalmente contra el suelo aplastando a varias de las personas que intentaban huir.

“Jajaja, te está bien empleado” dijo la teniente.

Jezabel comenzó a reír obsesivamente en el cielo. Sin que nadie lo esperase, los altavoces de toda la plaza emitieron el chirrido de encenderse.

“¡Ciudadanos de Petoria, escuchadme!” exclamó una voz con firmeza.

“Esa voz....” dijo Arturo.

“¡Es Kevin!” exclamó Jose.

Por un instante, el revuelo de gente que había en la plaza pareció calmarse un poco y todos se pararon a escuchar.

“Queridos ciudadanos, os habla Kevin, vuestro jefe de la Guardia Petoriana. Como habréis podido comprobar por vosotros mismos, estamos sufriendo un ataque externo de extrema gravedad que ha puesto en serio peligro la seguridad de la ciudad y de los que vivimos en ella, es muy probable que si no logramos expulsar a los intrusos nos destruyan completamente y por ello debemos actuar con eficacia. Por ello, os pido que no os dejéis llevar por el pánico, con ello lo único que conseguís es hacérselo más fácil al enemigo. Sois Petorianos, distintos de los habitantes del resto del mundo que confían su seguridad a un ejército formado por mercenarios y tecnología de destrucción, vosotros habéis sido entrenados para defenderos con vuestra propia fuerza, para no tener que depender de ese ejército. Nunca nos hemos metido en conflictos de otros países, ni hemos pedido ayuda cuando hemos atravesado alguna dificultad, siempre nos hemos valido por nosotros mismos para salir de las adversidades. Sin embargo miraos ahora, corriendo por doquier como insectos insignificantes que no saben ni sobrevivir. ¡Ciudadanos de Petoria! Deteneos por un momento, replantearos vuestra posición, si queremos eliminar esta amenaza, debemos hacerlo todos juntos, defendamos la ciudad que tanto esfuerzo ha costado crear, para que nuestros descendientes puedan disfrutar de ella al igual que lo hacemos nosotros ahora”.

Tras terminar el discurso, hubo un silencio durante unos segundos en toda la plaza que fue roto por el impacto de objetos contra el suelo. Los habitantes de Petoria que había en la plaza estaban soltando cualquier pertenencia que tuvieran encima y al momento comenzaron a murmurar entre ellos.

“Casi me olvido de quien soy en realidad”.

“Kevin tiene razón, huyendo no arreglaremos nada”.

“Si queremos la paz, luchemos por ella”.

“Protegeré a mi familia y a mi ciudad”.

Poco a poco, los ciudadanos de Petoria fueron fijando su mirada en la teniente, que se encontraba en cielo, observándolo todo.

“¿Qué creéis que vais a hacer?” preguntó Jezabel.

Una vez todos se vieron liberados de su miedo y fijaron su mirada en su objetivo, alzaron el brazo con la palma de la mano abierta en dirección al punto en el que se encontraba la teniente.

“¿Qué va a ocurrir?” pensó Arturo.

En aquel momento, las palmas de los habitantes de Petoria se iluminaron levemente y todos lanzaron una onda de energía contra la teniente. En un solo segundo, la plaza estaba llena de centelleantes ondas que avanzaban desde todas direcciones para destruir a su objetivo.