domingo, 18 de marzo de 2007

Episodio XLIII

Wow, hola de nuevo! Hoy poca cosa, que el ep es crucial y no quiero quitaros tiempo, y con titulo y todo, aunque se lo haya cogido prestado a Kubo Tite, pero bueno, mejor esto q ue nada xD. Me ha costado mucho el ep (un examen de historia, que va, es que estaba desganado para estudiar, y encima Dina me pillo copiando jajaja) En cuanto al tema del exceso de visitas han bajado desde la última vez, esta vez han sido solo 400 en estas dos semanas, cuando la otra vez fueron 700 en semana y media, debió ser el avatar, q naruto atrae, pero ahora q está Vegeta pues se han calmado, bueno, no sé, hala, leed xD

Nº ep: 43

Título: Nice to Meet You. I Will Beat You.

Tamaño: 11’5

Dedicado a: N/A





Episodio XLIII

¿Quién anda ahí?” repitió Fidel.

Un sonido de un-dos se acercaba a la vez que una figura se formaba a lo lejos. Los subordinados que cargaban con Wancho avanzaban deprisa, preocupados por la salud de su superior. Al pasar por delante de Fidel, él vio un herido en sus hombros y les llamó la atención de un grito.

“Llevan un herido... – pensó Fidel y al instante alzó la voz – ¡Ehhh! ¡Vosotros! ¡¿Necesitáis ayuda?!”

Los esbirros de Miss Jewel se detuvieron ante aquella enérgica exclamación, volvieron la vista y descubrieron al caballero.

“¿Quién eres tú?” preguntó uno de ellos.

“Me alegra que me lo preguntes – dijo en tono egocéntrico y pedante – habéis tenido mucha suerte al encontrarme, ¡yo os ayudaré! No tenéis de que preocuparos, vuestros problemas han terminado con mi llegada, yo os llevaré ante alguien capaz de curar a vuestro compañero porque yo soy... ¡Fidel, caballero de la tierra!”

Los esbirros se miraron, estuvieron callados unos segundos observándose entre sí y asintiendo con la cabeza de forma repetida. Después, todos miraron a Fidel, tragaron saliva y se quedaron quietos.

“¿Qué ocurre? – preguntó el caballero – ¿Os he impresionado? Es normal, ya que yo...” dijo desviando la mirada hacia otro lado y en tono seductor.

Una sucesión de gritos despavoridos interrumpieron su discurso. Miró hacia donde estaban las personas que acababa de encontrar pero solo encontró un manto de polvo que se perdía a lo lejos. Siguió el rastro del manto y descubrió a lo lejos al grupo que sujetaba al herido corriendo a toda velocidad.

“¡Es uno de los caballeros! - exclamó uno - ¡Corred!”

“¡Viene a por nosotros! – dijo otro – ¡Será mejor irse!”

“¡Qué alguien llame a Miss Jewel!”

A los pocos minutos ya no quedaba ni rastro del grupo y Fidel estaba de nuevo solo en medio de la noche.

“Pero... ¿Qué les pasaba a esos? – pensó algo perplejo por lo que acababa de suceder – Bueno, no importa, el caso es que ya he descansado lo suficiente. Ahora será mejor que vuelva con los demás, está a punto de amanecer y deben estar preocupados”.

El cielo empezaba a clarear cuando Suso estaba observando los alrededores por la ventanilla del carruaje, intranquilo, en busca de alguno de los caballeros.

“Como no aparezcan pronto me quedaré sin probar a esta deliciosa mujer – pensó mientras miraba a Miss Jewel con lujuria – Vamos, no sé donde están, pero alguno tiene que andar por aquí, ya no puedo seguir mintiendo durante más tiempo, que aparezca uno..¡ya!”

“Que extraño, no recordaba un paisaje como éste – dijo Miss Jewel mirando también por la ventanilla, viendo una zona toda helada, atípica en la isla – en fin, será que nunca había recorrido esta parte”.

“¿Zona helada? – pensó Suso y observó con una mayor atención – Es cierto, no me había dado cuenta, estamos atravesando una zona en la que todo está congelado; sin embargo, no puede ser debido a causas naturales, porque estamos en verano, y no habría animales petrificados como ése – pensó al ver un cuervo congelado posado en la rama de un árbol – de manera que solo puede tratarse de...”

Pocos metros más adelante, Reik se encontraba de pie, con su espada desenvainada, observando cómo algo se le acercaba.

“¿Un carruaje” pensó el caballero del hielo.

Desde el interior del mismo, Suso y Miss Jewel veían como la figura de una persona se definía poco a poco en la lejanía.

“¡Tiene que ser él!” exclamó Suso eufórico.

El carruaje se detuvo a escasos metros de Reik, quien se colocó en posición de combate.

“Está tirado por... ¿personas? – pensó el caballero del hielo - ¿Qué tipo de sociedad sometería a sus súbditos a semejante cometido?”

La puerta se abrió de golpe, Suso se bajó y caminó alegremente hasta el caballero.

“¡Suso!” exclamó al verlo y envainó su espada.

“Ey, hermano, ¿qué tal te va? Madre, cómo has dejado todo esto – dijo dando un pequeño puntapié a un árbol congelado - ¿Dónde están los demás? ¿No lo sabes? Es cierto, tú te fuiste antes que yo, y no creo que hayas vuelto, por tanto, tampoco sabrás donde se ha metido el resto. Por cierto, ¿sabes que el barco ha desaparecido? He estado allí hace un momento y no estaba, ¿y si lo han robado? Con todo lo que os costó conseguirlo sería una pena. Otra cosa, ¿te acuerdas cuándo...?”

Reik escuchaba el monólogo de Suso sin quitarle el ojo al carruaje.

“Ahí... hay alguien más”.

“¿Qué te pasa? No dices nada. Bueno, no hace falta, te entiendo. Estás tan contento de verme que te has quedado sin habla. Pues tengo otra sorpresa, te voy a presentar a una persona, ¡Miss Jewel! ¡Ven!”

Reik vio como una mujer se bajaba del carruaje y, con paso tranquilo y relajado, avanzaba hacia ellos. Cada paso que daba, cada sonido que hacían los tacones de sus zapatos al clavarse en el hielo aumentaba la intranquilidad del caballero.

“¡Quieta ahí!” exclamó.

Apartó a Suso de un empujón, desenvainó por segunda vez y amenazó a Miss Jewel

“¿Quién eres? No me gustas”.

“¿Esas son formas de que un caballero trate a una dama? ¿ Y no sabes que es de mala educación preguntar sin haberse presentado? Me entran dudas de que seas un verdadero caballero”.

“No te confundas, yo soy Reik, caballero del hielo, pero no doy un trato especial a nadie. Para mí son iguales hombres que mujeres, niños y adultos, o heterosexuales y homosexuales. No hago distinciones de ningún tipo”.

“Curiosa forma de pensar. Yo soy Miss Jewel, Dueña y Señora de estos lares”.

“Ella tenía mucho interés en conocerte – interrumpió Suso – tanto a ti como al resto de caballeros”.

“Suso, por favor, apártate – dijo Miss Jewel – voy a comprobar si es un verdadero caballero, y si resulta acertada mi teoría, obtendrás tu recompensa”.

“¿Qué vas a hacer?” preguntó Suso mientras se alejaba lentamente.

“¡Ven a mí! – exclamó ella – ¡Oh, mi fiel siervo!”

Bill apareció de la nada en un instante, de pie, erguido, creando una leve brisa a su paso que levantaba el polvo. Parte de este polvo cayó en sus zapatos y, al verlo, sacó un pequeño pañuelo de uno de sus bolsillos y limpió la zona afectada frotando suavemente y, consiguiendo, al retirar el pañuelo, que los zapatos brillasen como nuevos.

“¿Quién es este tipo?” pensó el caballero.

“Me presentaré – dijo muy educadamente – mi nombre es Bill”.

“Déjate de formalidades, Bill – dijo Miss Jewel – y enfréntate a él, quiero probar sus fuerzas”.

“Obedeceré sus órdenes sin rechistar, Mi Señora, pero ha de comprender mi actitud. La educación y el respeto hacia el contrincante son algo fundamental en un enfrentamiento. Hay que presentarse debidamente, el adversario tiene derecho a conocer el nombre de la persona que va a derrotarle”.

“Está bien, como quieras, pero no le mates, lo necesito vivo. Únicamente diviértete”.

“¿Divertirte siendo yo tu adversario? – dijo Reik ofendido – Eso está por ver”.

“Te he mostrado mi respeto presentándome. Aún estoy esperando a que tú hagas lo mismo”.

“Perdone, señorito. Soy Reik, caballero del hielo, ¿ves cómo está todo a tu alrededor? – dijo mostrando orgulloso su creación – Pues ha sido obra mía. Yo en tu lugar me retiraría”.

“Interesante – dijo mirando la zona congelada – es un dato a tener en cuenta”.

“Actúa como si no le importase – pensó Reik – Je, trata de impresionarme. No lo conseguirá”.

Ambos avanzaron el uno contra el otro en posición defensiva, cubriéndose con un brazo y manteniendo el otro algo retirado. Los dos antebrazos terminaron chocando y se produjo un pequeño forcejeo que duró unos segundos. Reik rompió el equilibrio aplicando mucha mayor fuerza y empujó violentamente a su adversario, quien para evitar caer tuvo que arrastrar los pies, lo que levantó polvo y manchó de nuevo sus zapatos y bajos del pantalón.

Sin dejar tiempo parra que su adversario contraatacase, Reik continuó su ofensiva con una patada directa a la cara. Bill la evitó girando su cuerpo pero no puedo evitar que rozara en su hombro, manchándose también.

Saltó para poder tener unos segundos de reflexión ante la agobiante ofensiva que soportaba y en el aire se fue limpiando el hombro, a la vez que Reik observaba desde el suelo.

“¿Huyes? – dijo Reik – podría volar y aplastarte como a un mosquito, pero no necesito gastar tanta energía en ti, ¡observa!”

Cerró los ojos, extendió el brazo y su mano comenzó a verse rodeada de un aura azul. Un montículo de hielo comenzó a crecer en el suelo y, mientras aumentaba de tamaño, tomó la forma de una escalera.

“¿Qué te parece? Así no necesito volar”.

Corrió por la escalera, la cual crecía según avanzaba el caballero, haciendo un recorrido en espiral para hacer gala de mayores cualidades. Subió hasta superar con creces la posición aérea de Bill y, una cogida suficiente altura, se detuvo al final de la escalera, saltó en picado, extendió el puño y fue ganando velocidad rápidamente. Bill, al verle descender se cubrió con los dos brazos y esperó el golpe. La fuerza del impacto provocó un fuerte viento. La velocidad y fuerza que llevaba el caballero, permitieron que su puño se abriese paso entre los brazos de Bill y, a pesar de su resistencia, logró golpearle en la cara a la vez que ambos descendían a gran velocidad, sin variar su posición. Al chocar contra el suelo se levantó una nube de polvo que impedía a Miss Jewel y a Suso ver lo sucedido. Reik salió de ella caminando tranquilamente, mientras encendía un cigarro.

“Se lo ha cargado...” pensó Suso.

“Y ahora – dijo apuntando de nuevo a Miss Jewel con la espada – te toca a ti”.

“No tan deprisa, caballero, mis siervos no caen tan fácilmente. Mira a tu espalda”.

Reik se giró, la nube de polvo se estaba disipando, Bill estaba de pie, con los pies totalmente incrustados en el suelo, atravesando la capa de hielo que había creado Reik. Mantenía la misma posición que en al aire, con los brazos cubriéndole la cabeza. Sus piernas temblaban por el impacto contra el suelo y sus brazos por la tensión tras haber intentado retener el ataque de Reik.

Lentamente, fue retirando los brazos y descubriendo su rostro. Una de as lentes de sus gafas tenía varias grietas, estaba próxima a romperse. Un pequeño hilo de sangre brotaba de su boca y respiraba con mucha intensidad.

“Vaya, así que sigues vivo”.

Bill no dijo nada, únicamente se limitó a sacar los pies del interior de la tierra. Al hacerlo, comprobó que los zapatos y los bajos habían quedado cubiertos de tierra, barro y pedazos de hielo. Después se observó y vio que toda su ropa negra se había quedado gris por la estela de polvo.

“Podrías tener un poco más de cuidado – dijo Bill – No haces más que mancharme. Cuando regrese, tendré que darme una ducha”.

Con esperanzas de encontrar a sus compañeros, los caballeros exploraban la isla en compañía de Shin, buscando a Fidel, Reik y Suso. De pronto notaron una perturbación en el aire y se detuvieron.

“¿Qué pasa? – preguntó Shin – ¿Por qué os detenéis?”

“Hay dos energías combatiendo cerca de aquí – dijo Gabriel – Una de ellas es desconocida, pero la otra sabemos muy bien de quien se trata”.

“Sólo puede tratarse de Reik” dijo Peter.

“Ya era hora de que diesen señales de vida – dijo Arturo – con suerte Suso y Fidel estarán con él. Puede que Miss Jewel les haya encontrado y Reik haya querido enfrentarse a ella sin ayuda de nadie”.

“No me extrañaría nada viniendo de él” dijo Gabriel.

“Nosotros preocupados y él por ahí divirtiéndose, hay que ver...” dijo Jonyo.

“No está lejos de aquí, si nos damos prisa llegaremos antes de que acabe de machacar a su rival” dijo Peter.

“Su rival puede ser alguien del pueblo – dijo Shin – y según os he oído hablar de este caballero, parece que posee una crueldad sin límites. Ya dije que no quería más víctimas, si tengo que enfrentarme a él, lo haré. No me importa que sea de vuestro grupo”.

“Yo no lo llamaría crueldad – dijo Arturo – es sólo que es algo cerrado”.

“Mmmm, no sé” dijo Shin, que no parecía quedar convencido por aquella respuesta.

“En cualquier caso, no perdamos más tiempo y vayamos a ver” dijo Arturo y todos se pusieron en camino.

En combate entre Reik y Bill continuaba. Ahora era Bill el que había tomado la iniciativa y atacaba al caballero del hielo incesantemente, el cual se limitaba a evitar los golpes mientras reflexionaba.

“La fuerza que tiene este chico no es normal – pensó Reik mientras esquivaba los ataques – Un humano de sus características no alcanzaría este nivel. Y hay algo más, todos los hombres que tiraban del carro llevaban la misma ropa, éste va distinto, así que debe ser especial, pero comparte los otros rasgos, esa marca de labios en la frente, probablemente producida por aquella mujer, y ese reflejo rojo en los ojos al cual no consigo encontrar una explicación lógica. Definitivamente pasa algo raro. Suso, ¿qué has hecho?”

Aprovechando que esquivaba un puñetazo desenvainó su espada haciendo a la vez un corte horizontal con el que ahuyentó a su adversario.

“Me he cansado, chavalín, game over”.

“¡Anda! ¿Sabes inglés?” preguntó Suso sorprendido.

“Aprendí un par de frases escuchando al bisexual de Petoria durante la fiesta”.

“Mmmmm, supongo que yo debí haber hecho lo mismo”.

“¿Conocéis las lenguas antiguas? – dijo Bill – Me sorprende”.

“¿Y por qué hubiera de sorprenderte el que las conociéramos? – preguntó Reik - ¿Sabes más que nosotros?”

“Me sorprende porque yo las conozco gracias a que tuve la suerte de poder estudiar en una escuela de alto prestigio en el extranjero, donde las enseñaban. No creí que estuvieran al alcance de cualquiera, supongo que subestimé la educación pública. Bueno, no importa, desde que el castellano se impuso como lengua oficial en el mundo, las demás son completamente inútiles, el que las conoce lo hace por placer a los idiomas. La frase que has dicho era inglés, yo además conozco otra de las lenguas antiguas, al francés”.

“¿Y por qué no nos deleitas con tus conocimientos diciéndonos algo en esa lengua antigua?”

C’est fini” dijo Bill con acento francés.

“¡No sé lo que significa ni me importa!” exclamó el caballero y se lanzó contra el, espada en mano.

“Significa se acabó, ¡y es lo que le va a ocurrir a nuestro combate!”

Según se acercaba, Reik notó un cambio de postura en su adversario. Apretó los puños, sacó pecho y tensó los músculos de todo el cuerpo.

“¡Tekkai1!” exclamó Bill.

La espada chocó contra el cuerpo de Bill, se escuchó un sonido metálico y la espada rebotó provocando que el caballero del hielo se retrasase unos pasos.

“¿Qué ha pasado? No le he cortado”.

“¿Sorprendido? No conseguirás herirme tan fácilmente, he realizado un duro entrenamiento defensivo y ahora soy capaz de endurecer mi cuerpo consiguiendo una resistencia superior al mismísimo titanio”.

Bill golpeó un fuerte puñetazo en el pecho a Reik, logrando que retrocediera unos pasos y mantuviera una distancia de seguridad.

“Naturalmente esta dureza también me sirve para atacar”.

“¿Quieres resistencia?” Entonces déjame ayudarte, el hielo goza de gran dureza”.

Extendió el dedo índice y lanzó un descontrolado rayo de color turquesa de poca fuerza.

“¿Qué pretendes con ese rayo tan débil?” dijo desviándolo de un manotazo.

“Caíste, mira tu mano”.

Bill notó algo extraño, se miró el brazo y vio que estaba congelado.

“Mierda, me ha engañado”.

“Guarda tus lamentaciones para más tarde, esto aún no ha acabado”.

Lanzó otros tres rayos más y le congeló el otro brazo y las dos piernas, impidiendo su movilidad. Acto seguido, se acercó a él y le dio una patada en el torso, enviándole hacia el cielo. Saltó hasta alcanzarle y continuó golpeándole en el aire de manera que iba aumentando la altura con cada golpe.

Según ganaban altura el paisaje cambiaba, al principio sobrevolaron los congelados árboles que estaban por la zona, que parecían disminuir de tamaño vistos desde aquella perspectiva, al subir un poco más, se distinguían los diferentes niveles de altitud de las proximidades, apreciándose con claridad las llanuras, bosques e incluso la playa al fondo.

Llegado este punto, la temperatura también comenzaba a manifestar su descenso, el frío era cada vez más notable, lo que aumentaba los ánimos del caballero, sintiéndose en casa, y le ayudaba a golpear con más fuerza.

Minutos más tarde, dejaron atrás el punto de mayor altitud de la isla, una colina sin demasiado tamaño, continuó golpeando a su adversario hasta llegar a las nubes, lugar donde detuvo su ofensiva y mientras el cuerpo se elevaba unos metros más por el último golpe, descansó flotando en el aire.

“A ver si tu cuerpo de hierro es capaz de soportar esto”.

Cuando Bill comenzó a descender por la propia gravedad, Reik se abrazó a él por la espalda y comenzó a descender en picado arrastrando consigo a su adversario.

“Golpe de gracia, señorito”.

Desde el suelo, Suso y Miss Jewel veían un pequeño punto en el cielo que se acercaba inexorablemente. Las nubes estaban ya muy lejos, la superficie parecía crecer como fuego en un pajar. La temperatura producía el efecto contrario que en el ascenso, al descender, y además a una mayor velocidad, aumentaba sin control, hasta llegar al punto en que un aura de fuego les envolvía.

Bill empezó a notar que recuperaba la movilidad de sus brazos y piernas y escuchaba el sonido de algo que se empezaba a fracturar.

“La presión de la velocidad y el aumento de temperatura están agrietando el hielo – pensó Bill – no tardará en romperse, puede que esto sea mi salvación”.

Tras descender durante varios minutos, Reik soltó a su adversario a escasos metros del suelo, provocando el inevitable choque contra el mismo. Un fuerte estruendo sonó por todo el lugar, una nube de polvo cubrió la zona y pedazo de rocas y hielo caían del cielo.

Lejos de allí, Fidel notó el estruendo mientras caminaba y miró al cielo.

“Que ruido más fuerte, parecía una explosión, ¿estarán tirando fuegos artificiales? Pero si está amaneciendo. Bueno, es igual” dijo y continuó caminando.

Miss Jewel y Suso observaban atónitos el poder destrucción del caballero, que por fin tocó tierra, se frotó las manos y sonrió.

“Ha sido divertido, pero todo tiene un final. Ahora levántate y admite tu derrote. Sé que sigues con vida”.

La nube de polvo se disipó y la figura de Bill empezó a divisarse. Ya estaba de pie, al fondo del socavón, con las ropas rasgadas, heridas leves en las extremidades y la cabeza, sus gafas estaban prácticamente destrozadas, apenas quedaba de ellas una parte de la montura, que rápidamente se quitó, tiró al suelo y pisó.

“Ha sido un detalle por tu parte soltarme a tiempo, si lo hubieras hecho sólo un segundo después no sé si seguiría con vida. Admito que mi cuerpo no estaba preparado para un impacto así, pero no he salido mal parado, únicamente cuando vuelva no sólo tendré que darme una ducha, también tendré que hacerme un traje nuevo”.

“Esta pelea me ha sentado bien, estaba aburrido de combatir yo solo entrenando. Has conseguido ponerme de buen humor. Si te rindes y te marchas ahora te perdonaré la vida. no lo desaproveches”.

“Muchas gracias por tu ofrecimiento, pero lamentablemente no puedo aceptar tu oferta. Me has humillado delante de Mi Señora y eso es algo que no puedo tolerar. ¡Ahora conocerás mi verdadera fuerza!”

“¡Basta! – exclamó Miss Jewel – ¡Es suficiente!”

“Pero... Mi señora – dijo Bill – Ahora iba a...”

“Lo sé perfectamente, ¿intentas cuestionar mis órdenes?”

Bill no contestó, hizo un reverencia para disculparse y se retiró en silencio. Miss Jewel avanzó entonces hacia Reik sonriendo.

“¿Qué quieres tú ahora?” preguntó Reik en tono amenazante.

“Quiero hacerte una proposición, ahora que he comprobado que eres un poderoso caballero”.

“Di lo que quieras, pero puedes imaginarte la respuesta”.

“¡Únete a mí! ¡Juntos gobernaremos esta isla!”

Sorprendidos ante aquella petición, Reik, Bill y Suso se quedaron en silencio durante unos segundos.

“Mi Señora, con todo mi respeto, no creo que sea necesario”.

“Cuando quiera tu opinión te la pediré, Bill”

Suso permanecía en silencio sin saber que hacer o decir, simplemente observaba con atención.

“Y ahora dime, caballero del hielo, ¿qué respondes?”

“Ja, ¿estás de broma? Yo no aceptó órdenes de nadie y no me interesa ser gobernador de ningún sitio. ¡Búscate a otro!”

“Todos los hombres sois iguales. Está bien, no me dejas otra opción. ¡Si no aceptas por las buenas, lo harás por las malas!”

“¡Déjate de tonterías y muere!” exclamó el caballero y se lanzó contra ella.

“¡Eau de toilette2!” exclamó Miss Jewel.

Se escuchó el sonido de un dosificador, y una nube de polvillo de color rosa se extendió por el lugar.

“¿Qué es este olor?” – dijo Reik y se detuvo – Está por todas partes. No puedo ver nada. Eso sí, es un olor agradable”.

“Mmmmmm, que bien huele – dijo Suso – es olor a mujer”.

Empezó a soñar despierto y se metió tanto en sus fantasías que terminó por quedarse dormido. La nube se disipó y Reik mantenía su posición.

“¿Qué querías conseguir echándome perfume? Lo único que has conseguido es que oleré a mujer durante todo el día. Estos se van a creer que he estado ligando en vez de entrenando”.

“¿Tú crees?”

“Ya lo creo que sí, compruébalo viendo como acabo contigo”.

Reik trató de levantar la espada, pero notó que el brazo no le respondía. Tras notar esa dificultad, intentó andar, consiguiendo medio caer al suelo. Logró apoyarse en una rodilla evitando un impacto mayor y por último notó que le dolía la cabeza, por lo que se llevó una mano a la misma.

“¡¿Qué me has hecho?!”

“¿No sabes que no hay que vender la piel del oso antes de cazarlo? Has caído. Mírate, el orgulloso caballero del hielo está ahora arrodillado ante mí, totalmente a mí merced – se detuvo para reír unos instantes – Como última concesión te explicaré qué te está ocurriendo. Normalmente, el Eau de Toilette produce un extremo placer en el sujeto que

lo inhala, entra por sus fosas nasales, viaja hacia sus pulmones y de allí pasa al sistema

circulatorio, hasta ocuparlo todo. Provoca que el cuerpo segregue endorfinas, entonces la persona se siente tranquila, anula su predisposición a la violencia, calma sus deseos de destrucción, templa su espíritu y elimina sus ansias, logrando un trance del que no puede ni quiere salir hasta que yo le haga una señal.

Hay casos extremos en los que el sujeto de desmaya de placer, inmerso en sus fantasías, lo que le ha pasado a tu amigo, pero no es lo normal.

Sin embargo, hay veces que los efectos del perfume son insuficientes para relajar el cuerpo, ya sea por motivos fisiológicos como que el sujeto posea anticuerpos o por motivos mentales, que es tu caso. En estas ocasiones, el perfume ejerce un efecto contrario, como no puede calmar el cuerpo por las buenas, lo hace por las malas, atrofia los músculos, ataca al sistema nervioso impidiendo el control del cuerpo y quiebra las fuerzas. Por eso estás en ese estado”.

“¿Por qué a él no le ha afectado?” preguntó mirando a Bill.

“Muy sencillo, él ya pasó una vez por esto. Está inmunizado”.

“Has dicho que puedes detener los efectos... En ese caso, ¿a qué esperas? Hazlo o en cuanto me recuperé por mi cuenta te mataré”.

“Jajaja, en tu estado no hay nada que puedas hacerme, al contrario, soy yo quien tiene el control de tu existencia. Deberías ser más respetuoso. Pero... sí, te curaré, en ese estado no me sirves de nada”.

Miss Jewel se agachó y le dio un beso en a frente. La marca de labios quedó marcada en su piel y unos pequeños rayos rojos la rodearon durante unos segundos.

“¡¿Qué haces?!” exclamó el caballero.

“Cálmate. Éste es el antídoto. El pintalabios penetrará por los poros de tu piel y llegará hasta tu cerebro, donde eliminará al perfume y sustituirá su posición, una vez conquistado tu cerebro, corromperá todas tus células y neuronas y se distribuirá rápidamente por todo tu cuerpo, liberándote de todos los efectos del perfume, y además mejorando tu potencial de ataque, sólo habrá un pequeño cambio, ¡quedarás bajo mi control!”

“¡¿Qué?!”

“Ya te lo dije. Soy la reina y señora de estos lares, pero nunca dije cómo lo logré. Ahora, ¡sométete a mi voluntad!”

“No... no caeré”.

“Te equivocas, hace tiempo que caíste”.

Reik sentía los efectos cada vez más intensamente, notaba cómo su cabeza estaba a punto de explotar. Intentó agarrar su espada pero el brazo no le respondía. Después de llevó las dos manos a la cabeza y empezó a emitir gritos despavoridos mientras luchaba por mantener su voluntad. Finalmente, otros pequeños rayos rodearon la marca de labios por unos instantes y el reflejo rojo nació en sus ojos. Los gritos cesaron, su cuerpo se relajó y se quedó unos instantes recuperando el aliento.

“¿Has acabado?”

“Sí, Mi Señora” dijo Reik con firmeza.

“¿Cómo te sientes?”

“Más fuerte que nunca, siento que podría vencer a cualquiera”.

Emitió un grito agudo a la vez que liberaba su energía y todo el hielo que cubría la zona se rompió en un instante, provocando una fuerte lluvia de cristales de hielo. Bill y Miss Jewel tuvieron que hacer grandes esfuerzos por esquivarlo, aunque se llevaron algún corte sin importancia. Suso estaba al lado de un árbol, y tuvo la suerte de no salir herido y seguir soñando. La zona que hasta el momento se había mantenido congelada volvió en un instante a la normalidad.

“Que poder – pensó Bill – realmente sólo jugaba cuando luchó contra mí”.

“Celebro que te sientas tan bien – dijo Miss Jewel – Ahora, para celebrar tu ingreso en nuestra comunidad, te invito a que desahogues tu rabia, encuentra a alguno e tus compañeros, ¡y acaba con él!”

Reik cogió su espada y salió corriendo hasta perderse en el horizonte mientras Miss Jewel reía orgullosa de haber sometido al caballero.




Tekkai = Masa de Hierro

Eau de Toilette = Agua de Baño

viernes, 9 de marzo de 2007

Citas Textuales Vol III

"Aunque esté quieto y dormido, voy caminando hacia la muerte" Franciso de Quevedo

lunes, 5 de marzo de 2007

Citas Textuales Vol II

"Dios, qué buen vasallo, si hubiese buen señor" El cantar del Mío CiD

domingo, 4 de marzo de 2007

Episodio XLII

Wajajaja xD aquí estoy, y sin retraso ni hostias, cuatro exámenes esta semana, cuatro exámenes la que viene, no importa lo q pase, nada retrasará a Los Caballeros. Quiero terminar con esto rápido que estoy viendo el eclipse, el akatsuki (luna roja) es muy bonito y no quiero perderme ni un instante ^^ Lo único que tengo que decir hoy es que ha ocurrido un extraño suceso al que no encuentro explicación, veréis, el caso es que desde hace como semana y media las visitas al blog se han disparado, de las 530 q llevaba (contador puesto hace poco xD por si acaso...) cuando puse el anterior ep, hoy superan las 1200 lol y no sé el motivo, el estado publicando algunas cosas estas dos semanas además de lo normal, que están más abajo, por si queréis echarles un vistazo, y por eso he notado los cambios, haciendo cálculos, sale a unas 50 visitas diarias, y os aseguro q Mi Blog!!! No es tan famoso para conseguir esas cifras, entonces únicamente quería saber si alguien conoce el motivo, si ha gritado esta dirección en medio de una manifestación o si tiene un tic en la tecla F5 xD xq, por lo menos hasta ahora, los lectores solo venís por aquí cuando hay ep, como es lógico, y además sois actualmente, si llegáis a coincidir todos los que estáis al día y algún curioso... 10, y contando cuando yo me meto a publicar 11. Así que nada, si alguien sabe algo q lo ponga y si no y es casualidad y es alguien nuevo, q deje comentario, que aquí no nos comemos a nadie xD. Disfrutad el ep.

Nº ep: 42

Título: N/A Si a mí se me ocurrieran títulos tan buenos como a Kubo Tite, os aseguro que los pondría más a menudo...

Tamaño: 11’3

Dedicado a: N/A



Episodio XLII

S

hin, escandalizado ante aquella inaceptable respuesta, se levantó enérgicamente, avanzó a través de la casa, hasta sobrepasar a los caballeros y colocarse delante de ellos con los brazos extendidos, impidiendo el paso.

“Lo siento, pero no os puedo dejar pasar, como último adulto varón indígena con juicio propio en toda la isla no puedo evitar sentirme responsable de las personas que aún no han sido sometidas. Me niego a que os marchéis ahora, os capturen, y tenga que veros intentando matarme después de haberme salvado la vida dos veces en un día, no es algo con lo que se pueda dormir tranquilo, entendedlo, ¡no me lo perdonaría!”

“Nosotros también lo sentimos, - dijo Peter - pero tenemos que ir, no podemos satisfacer tu petición, nuestros compañeros están ahí fuera, en lo más profundo de esta isla, ajenos a todo lo que sucede en ella, si les pasase algo nosotros tampoco no lo perdonaríamos”.

“Por favor, apártate” dijo Gabriel.

“No puedo” repitió Shin.

“Podemos ir con o sin tu ayuda, - dijo Jonyo - sólo que con tu ayuda tardaremos menos”.

“¡No!”

Arturo dio un paso al frente y extendió la mano hacia delante. Shin no se movió. Continuó parado en el mismo sitio, aunque tragó saliva y su pulso se aceleró levemente.

“¿No irás a...?” preguntó Peter.

La palma de su mano se iluminó poco a poco hasta que la luz tomó forma naciendo una onda de energía. Shin seguía sin moverse mientras veía como la onda iba a aumentando de tamaño y concentración. Finalmente, comprendió la situación y bajó los brazos, dejando de impedir el paso. Arturo deshizo la onda de energía y también bajó la mano.

“Lo siento, Shin” dijo Arturo.

“Está bien, pero iré con vosotros, quiero asegurarme de que no le ocurre nada a mi gente”.

“Como quieras. Primero tenemos que encontrar a Suso, Fidel y Reik. Si Miss Jewel los encuentra antes que nosotros... no quiero ni imaginarme lo que pasaría si eso llega a suceder”.

“Lo mejor será dividirse, - dijo Peter - cubriremos más terreno”.

“Bien – dijo Arturo – Shin, tú vienes conmigo y para los demás, nos encontraremos en la playa cercana al barco dentro de una hora”.

El grupo se dividió y partieron todos de inmediato, excepto Gabriel, que se volvió hacia la doctora.

“Cuando estuvimos en Petoria, toqué con un grupo porque uno de sus miembros tenía una herida en la mano, estos versos son de una de sus canciones”.

Y si la noche es tan oscura que

Ni tus propias manos consigues ver

Ten seguro que amanecerá,

Y mientras tanto, ¡te invito a mi bar!

“Gracias por los ánimos, caballero de la rosa”.

“Un placer” dijo haciendo una leve reverencia y se marchó.

Todos se fueron, la doctora se quedó sola en la puerta de la casa observando la luna hasta que su enfermera apareció desde el interior y se colocó junto a ella.

“Shin también se ha ido, ¿verdad?”

“Sí. Puede que en cierto sentido haya tenido mala suerte por heredar un estado de salud tan frágil, pero, en compensación, ha sido dotado de un gran valor y amor por los suyos”.

“¿Volverán con vida?”

“Por supuesto. Aunque tenue, veo una luz al final del túnel. Estos caballeros han llenado mi corazón de esperanza”.

“Espero que la princesa también se encuentre bien...”

“No te preocupes, ella no se dejará someter. Ahora vamos dentro, aquí fuera solo conseguiremos resfriarnos, y lo último que me apetece en este momento es examinarme a mí misma, jaja”.

“Sí, doctora” dijo la enfermera y ambos entraron en la casa.

Lejos de allí, el carruaje de Miss Jewel circulaba lentamente, tirado por dos subordinados al ritmo del un-dos. Alrededor del mismo había una veintena de hombres que hacían de séquito y de guardaespaldas para los que se encontraban en el interior; Miss Jewel y Wancho, quienes conversaban animadamente.

“Mi-mi Señora – dijo Wancho – mu-muchas gracias por per-perdonarme la vida. Ca-cazaré a esos caballe-lleros por usted”.

“No hay de qué. Confío en que no volverás a fallar”.

Una melodía aguda que provenía de uno de los bolsillos de Wancho interrumpió la conversación.

“Discúlpeme un momento, Mi Señora”.

Metió la mano en el bolsillo y sacó un teléfono móvil, aceptó la llamada y estuvo un par de minutos escuchando, limitándose a emitir alguna palabra afirmativa para el otro interlocutor no creyese que hablaba solo. Terminada la llamada, guardó el teléfono y sonrió a Miss Jewel.

“Buenas noticias, Mi Señora. Me acaban de informar de que el Capitán Lardo ya está al corriente de la situación y viene en camino”.

“Perfecto, he de terminar los preparativos antes de que venga mi amor”.

“¿Pre-preparativos?”

“Sí, cuando encontremos a los caballeros lo entenderás” dijo sonriendo maliciosamente.

“Como usted diga, Mi Señora”.

El carruaje se detuvo de repente, Miss Jewel miró por la ventanilla extrañada y vio que todo su séquito se había concentrado en la parte delantera del carruaje. La excesiva concentración de gente en un mismo lugar le impedía ver la causa que los detenía. Uno de los subordinados gritó y al momento su cuerpo fue catapultado por encima del resto, cayendo cerca de la ventanilla por la que observaba Miss Jewel. El hombre yacía en el suelo con una herida en el hombro. Al verle, su mirada se tornó de alegría a enfado.

“I-iré a ver qué está pasando”.

“Está bien”.

El hombre herido trataba de levantarse, estaba ya medio de pie cuando la puerta del carruaje se abrió, golpeándole en la cara y tirándole de nuevo al suelo. Wancho se bajó del carruaje, cerró la puerta y miró al hombre.

“Fuera de mi camino, inútil”.

Avanzó abriéndose paso entre el resto de los presentes y pronto comprobó la causa de su parada. Suso estaba delante de ellos, armado con una navaja ya manchada de sangre y sonriendo con excesiva confianza.

“¡Vamos! – exclamó – ¿Queréis que os pase lo mismo que a ese tipo? Si es así venid a por mí ¡En caso contrario dadme todo lo que tengáis!”

Wancho observaba entre la multitud cómo los subordinados dudaban, se echaban atrás, cediendo ante la amenaza del ladrón.

“¡¿Pero qué demonios estáis haciendo?! – exclamó Wancho enfadado – ¡No os quedéis ahí parados y luchad por defender a Nuestra Señora!”

Dos subordinados, sintiéndose obligados a seguir las órdenes de su superior, se lanzaron contra Suso de forma alocada y descontrolada.

“He tenido suerte de encontrar este carruaje. – pensó Suso mientras los veía acercarse – Estaba caminando en busca de algo de comer cuando escuché el sonido de algo que se acercaba. Tras ocultarme entre los árboles, vi mi presa y la asalté sin dudar un segundo, con la esperanza de conseguir comida y dinero con facilidad. El atraco iba de maravilla, todos estaban asustados, y el único payaso que había osado atacarme salió disparado con un navajazo en el hombro, por las molestias, jeje. Pero ahora, cuando ya lo tenía todo ganado, aparece este imbécil y les motiva”.

Haciendo un uso maestro de su pequeña arma blanca, de un solo movimiento diagonal asestó un corte a cada uno de sus adversarios. Después se lanzó contra el primero y, de una patada le precipitó hacia el cielo cayendo sobre el techo del carruaje. Miss Jewel notó el impacto desde el interior y, enfadada, abrió la puerta del carruaje y salió.

“¡Y ahora el otro!”

Con un fuerte puñetazo en el torso, el último atacante fue lanzado contra Wancho, quien, avergonzado ante la incompetencia de sus soldados, rechazó el cuerpo de un manotazo, el cual se estrelló contra un árbol para terminar cayendo brutalmente al suelo y perdiendo la consciencia.

“Pedazo de basura...” dijo mirando el cuerpo.

“¡¿Alguien más?!” exclamó Suso orgulloso.

Los soldados retrocedieron unos pasos, hasta llegar a chocar con Wancho, que estaba un poco más atrás. Él, enfadado, apartó a todos de un empujón y avanzó hasta estar frente a Suso.

“Es-está claro que si-si tienes que hacer algo-go, es-es mejor que lo-lo hagas tú mismo”.

“¿A ti qué te pasa? – dijo Suso burlándose – ¿No sabes hablar?”

“Só-sólo los imbéciles se ríen de las enfermedades”.

Suso se lanzó contra Wancho y, seguro de sí mismo, le lanzó la navaja. Su oponente la desvió hacia arriba con una oportuna patada en el mango. Acto seguido estrelló el puño contra la cabeza de su adversario y todo su cuerpo se desvaneció en medio de una nube de humo.

“¿Un clon?” pensó Wancho.

“¡Estoy aquí!” se escuchó por encima.

Wancho miró hacia arriba. Suso estaba en el aire flotando alegremente, cogió la navaja al vuelo y se dispuso a lanzarla de nuevo.

“El combate contra Mesa me ayudó a aprender a volar, entre otras cosas, - pensó - no perderé contra un tartamudo como ése”.

“¡No caeré en la trampa!” exclamó Wancho desde el suelo.

Rápidamente lanzó una pequeña onda de energía que viajó a toda velocidad explotando en el cuerpo de Suso antes de que fuese capaz de lanzar la navaja, provocando de nuevo la desaparición de su cuerpo entre el humo de la explosión.

“Y... se acabó” afirmó confiado.

La navaja comenzó a descender lentamente, Wancho se giró y empezó a caminar hacia sus subordinados sonriendo.

“Ya veis que-que no era más que un vul-vulgar ladrón”.

“Sí, jefe” contestaron a coro.

“Un momento – se detuvo Wancho – la navaja está cayendo en este mismo instante pero, ¿y el cuerpo?”

A pocos centímetros de caer al suelo, la navaja fue cogida al vuelo por la mano de su dueño, quien, de inmediato, agarró a Wancho por el cuello, colocándole la navaja cerca de la garganta.

“Me ha cogido” pensó Wancho.

“Jajaja – reía Suso – ¿y ahora qué? Has caído ante un vulgar ladrón. Mi estrategia no era una trampa, era una trampa de la trampa”.

Los subordinados se asustaron, no sabían cómo actuar. Tras unos segundos de pánico en los que Suso se dedicó a exponer sus exigencias, uno de ellos dio un paso al frente.

“Quieto ahí o tu amigo se queda sin cuello” dijo Suso pinchándole suavemente en la nuez.

El subordinado volvió a retirarse al ver un fino hilo de sangre que fluía por el cuello de su superior.

“No os preocupéis – dijo Wancho con total seguridad – está todo bajo control”.

Wancho se tiró una ventosidad cuyo sonido hizo que Suso se apartara rápidamente. Al captar el mal olor, se alejó varios metros tapándose la nariz.

“Puagh, pero, ¿qué es esta peste?”

“Wajaja, y eso no es todo. ¡Siente mi poder!”

Se acercó a él y le echó el aliento en la cara. Suso volvió a retroceder y bajó la guardia, momento que aprovechó su adversario para golpearle en la nariz y mientras se recuperaba del golpe le puso el brazo por encima del hombro para que respirara los dulces aromas de su axila.

Suso, en un intento desesperado por librarse de aquella tortura, sacó su navaja y comenzó a dar cortes a diestro y siniestro, consiguiendo así que Wancho se alejará y poder respirar aire puro.

“¿Qué tipo más raro? – pensó Suso mientras se limpiaba la sangre de la nariz con la muñeca – He de tener cuidado o acabaré intoxicado”.

“Jajaja, e-eso te pasa por sub-subesti-timarme”

Se metió la mano por dentro del pantalón y empezó a frotarse sus partes. Al sacar la mano se acercó poco a poco con el brazo extendido. Según se acercaba Suso captaba el olor de una forma más intensa, por lo que fue retrocediendo hasta que un árbol le impidió continuar. Al seguir avanzando Wancho, no tuvo otra opción que detnerle sujetando su muñeca y, teniendo la palma de su mano a escasos centímetros de los ojos, era capaz de distinguir pequeñas gotas de residuos de un extraño líquido amarillo junto a pequeños restos de vello.

“¡Ahora! – exclamó Wancho a sus subordinados – ¡Venid todos a por él!”

“¿Qué?” dijo Suso confundido.

“¡No te distraigas!”

Wancho volvió a expulsar su aliento contra el rostro de Suso, provocando que aflojase la fuerza con la que sujetaba su muñeca y, haciendo uso de toda su fuerza, consiguió estrellarle la palma en medio de la cara a la vez que también le estrellaba la cabeza contra el árbol que había a su espalda.

“¡Ahora!”

Suso dio un grito mezcla de asco y dolor y al momento todos los subordinados que había alrededor se abalanzaron contra él en masa dejando una manta de polvo y calima tras de sí.

“Cof, cof, - tosía Wancho - menuda panda de incompetentes”.

Al despejarse el manto de polvo se descubrió una pequeña montaña de subordinados en cuya base se encontraba Suso asomando la cabeza.

“¡Te atrapamos!” exclamó Wancho.

“¡Malditos, soltadme! – exclamó intentando quitarse de encima la pila de hombre que le impedían moverse – ¡Como no me dejéis libre ahora mismo llamaré a los caballeros y os darán la paliza de vuestra vida!”

“¿Qué has dicho?” preguntó una voz femenina.

Miss Jewel estaba fuera del carruaje con la puerta abierta, observando la situación. Cerró de un portazo, avanzó con paso firme hasta Suso, se agachó y le acarició la barbilla.

“¿Has dicho que conoces a los caballeros?”

“No-no le haga caso, Mi Señora, sólo es un vulgar ladrón que trata de quedarse con usted”.

“Cuando quiera tu opinión te la pediré, Wancho. Hasta entonces mantén la boca cerrada” dijo tajantemente.

“Sí, Señora. Presento mis disculpas”.

“Ahora, - dijo volviendo su cabeza hacia Suso - ¿de verdad conoces a los caballeros o intentas tomarme el pelo para salvar la vida?”

“Se lo digo en serio – contestó tan respetuosamente como pudo – ¿es que quiere conocerlos?”

“Soy una gran admiradora suya” mintió.

“Si lo desea yo podría presentárselos”.

“¿Me lo aseguras?”

“Se lo aseguro”.

Miss Jewej le miró fijamente durante unos segundos, después se levantó e hizo una seña a los subordinados.

“Liberadle”

Los subordinados se quedaron parados ante aquella orden.

“¡¿Es que no me habéis oído?! ¡He dicho que lo liberéis!”

Los subordinados fueron quitándose uno a uno hasta que Suso se pudo levantar. Se sacudió las ropas manchadas tras el contacto con la tierra y con un pañuelo perfumado que sacó de un bolsillo se limpió la cara.

“Muchas gracias”.

Sonriendo como nunca, caminó hasta Wancho y le golpeó con fuerza en el estómago.

“Límpiate las manos antes de tocar a los demás”.

“Ugh, ugh, vul-vulgar ladrón” dijo mientras se retorcía de dolor agachado.

“¡¿Qué dices?!”

Suso, enfurecido por aquel comentario, se volvió y comenzó a patear a Wancho cada vez con más fuerza y odio mientras reía salvajemente.

“Ya es suficiente – dijo Miss Jewel – aunque sus técnicas sean un poco peculiares, es uno de mis mejores soldados, así que déjale en paz, ya te has vengado”.

“Vale” dijo Suso y dejó de golpearle.

“Wancho se quedó en el suelo, con varias heridas en la cabeza y las manos sujetando su estómago.

“No saldrás de esta isla con vida...”

Estando allí tirado, vio como Suso invitaba a Miss Jewel a subir al carruaje, acompañando el gesto con un beso en la mano. Ella aceptó sonriendo y subió seguida de Suso.

“Dime...”

“Suso”.

“Ah, si, Suso. Dime, ¿dónde se encuentran los caballeros?”

“Su barco está anclado en una playa cerca de aquí, con rocas y arrecifes por los alrededores”.

“Guíanos”.

El carruaje se puso en movimiento con un trote suave y ligero, dejando a Wancho en el suelo unos metros atrás. Tras muchos esfuerzos, consiguió levantarse y siguió el carruaje a pie.

“No-no te dejaré solo con Mi Señora, no me fío de ti”.

En el interior del carruaje, Miss Jewel presionó un botón y una pequeña bandeja con dos copas y una botella de champagne salió de un compartimento oculto. Ella sirvió ambas copas y le ofreció una a Suso en primer lugar, cogiendo ella la restante. Tras un brindis, bebieron un poco y comenzaron a animarse.

“Bueno, preciosa – dijo Suso en tono seductor – ¿qué recompensa me espera por este trabajo?”

“Jaja, ya te veo venir, pillín – contestó sonriendo – Si de verdad me llevas junto a los caballeros, ¿qué te parecería una dulce velada a mi lado?”

“Mmmmm, suena muy bien”.

“Sin embargo, si me estás engañando, serás sacrificado en mi honor”.

“Sí, jaja” dijo a la vez que tragaba saliva.

En la playa; Shin, Arturo, Peter y Gabriel se encontraban comentando la situación, impacientes en espera de noticias. Tras unos minutos esperando, Jonyo apareció en el lugar.

“Llegas tarde – dijo Peter – dijimos que nos encontraríamos aquí pasada una hora, y llegas media más tarde, estábamos preocupadísimos, creíamos que te había encontrado Miss Jewel”.

“Lo siento”.

“Bueno, - interrumpió Arturo para calmar la tensión - vayamos al grano, ¿alguno ha encontrado a Fidel, Reik o Suso?”

“No” contestaron todos.

“Mal asunto – dijo Gabriel – si aún no los hemos encontrado, seguramente sea porque ella lo ha hecho antes que nosotros...”

“¿Hacemos otra búsqueda?” sugirió Arturo.

“No – dijo Jonyo – si después de habernos separado una vez hemos tenido la suerte de volver a salvo, a estas alturas, hacerlo de nuevo sería tentar a la suerte. No sería de extrañar que ellos no estuvieran buscando también a nosotros. Además, pronto amanecerá, no es necesario separarnos”.

“Y lo más importante – dijo Shin – será mejor que os vayáis mentalizando de que al encontrarnos con vuestros compañeros ya no serán los mismos”.

Los caballeros se miraron aterrorizados y empezaron a ponerse mal sólo de imaginarlo.

“Bueno, mantengamos la calma – dijo Gabriel – Esos tres son lo bastante listos como para no dejarse atrapar, en especial Suso, que llevaba años huyendo de la justicia. Confiemos un poco en ellos”.

“Aquí no hacemos nada – dijo Peter – tal vez todavía podamos salvarlos, ¡vamos a encontrarlos!”

Los caballeros se pusieron en camino todos juntos escogiendo como destino una dirección aleatoria.

“Los encontraremos – pensó Gabriel – estoy seguro”

En cuanto se perdieron a los lejos el carruaje de Miss Jewel apareció en la playa, una puerta se abrió y Suso bajó sonriendo, correteó hacia la costa y se detuvo a la orilla.

“¡Eh! ¡Caballeros! – exclamó – ¡Ya he vuelto! Sé que estabais preocupados por mí pero estoy bien, una preciosa mujer me ha ayudado y quiero presentárosla, ¡salid!”

Estuvo esperando sonriente durante varios minutos en espera de una respuesta que nunca llegó. Nadie apareció. Miss Jewel se bajó también, avanzó hasta Suso con los brazos cruzados, ojeó a su alrededor durante unos segundos y después miró a Suso fijamente a los ojos en espera de una explicación.

“Parece que no están...” dijo Suso.

“Eso ya puedo verlo yo misma – contestó Miss Jewel – lo que quiero saber es o dónde están o si me estás engañando, para ir tomando medidas”.

“Es..esto – balbuceó Suso – han-han debido de marcharse, estarán dando una vuelta por la isla”.

Wancho llegó a la playa, aún sin recuperarse de los golpes de su combate, y se tiró en la arena a descansar.

“¿Quién tartamudea ahora?”

“Payaso, ¿insinúas que miento? – dijo mirándoles a ambos – Ya veréis como volverán de un momento a otro”.

“No volverán – dijo Wancho – porque no hay nadie que vaya a aparecer”.

“¿Cómo estás tan seguro?”

“¿Y el barco?”

La expresión del rostro de Suso cambió de repente.

“Es cierto, - dijo Miss Jewel - si de verdad no estuvieras mintiendo, aunque los caballeros no estén aquí, la presencia del barco confirmaría tu testimonio, pero su ausencia te delata, ¡embustero! Aquí no hay nada y un barco no puede desaparecer por las buenas. Estás mintiendo desde el principio, planeabas aprovecharte de mí pero, ¡lo pagaras muy caro!”

“No, no...”

“Wancho, prepárate, ¡tenemos nuevas presa!”

Wancho se levantó sonriente y se remangó.

“¡Esperad! Os lo digo en serio, conozco a los caballeros, además sé dónde pueden estar – mintió – permíteme guiaros de nuevo”.

“Mi-mientes, acabas de llegar a la isla, por lo tanto no la conoces y no sabes donde están porque, ¡no están!”

“Si eres tan listo contéstame a esto, ¿cómo he podido llegar a la isla entonces? ¿Nadando?”

Wancho se calló.

“Está bien – dijo Miss Jewel – tienes otra oportunidad, llévanos hasta ellos, pero si vuelves a engañarnos lo pagarás caro”.

Suso regresó al carruaje seguido de Miss Jewel, los subordinados tiraron del carruaje y, de nuevo, Wancho se quedó atrás. Dio unos pasos hacia delante y cayó de nuevo después de lo que le había costado levantarse. Los subordinados que no tiraban del carruaje le vieron y fueron a socorrerle.

“Ha llegado a su límite – dijo uno – acaba de perder el conocimiento”.

“Llevémosle a la base, allí será atendido correctamente” dijo otro.

Entre unos cuantos cogieron su cuerpo, llevándoselo en una dirección distinta de la que seguía el carruaje.

“Resiste, Wancho”.

En otro lugar, los caballeros continuaban buscando a sus compañeros entre la inmensidad de la noche.

“Pero, ¿dónde estáis?” pensó Arturo.

Ajeno a todo lo que ocurría, Fidel dormía plácidamente sobre una roca sin darse cuenta de que un extraño ruido se le acercaba sonando cada vez más intensamente.

“Mmmmm... – soñaba Fidel – venceré a Mesa...”

El ruido terminó por despertarle y, enfadado por haberse despertado contra su voluntad, se levantó enérgicamente.

“¿Quién anda ahí?”

En el punto contrario de la isla, Reik había dejado todo helado a su alrededor con sus entrenamientos. Árboles, rocas, e incluso insectos estaban convertidos en estatuas de hielo a decenas de metros a la redonda. Aquella escena representaba el mismo invierno. Reik caminaba por al glaciar que el mismo había creado, cuando notó que su pie había estrujado algo extraño. Levantó el pie, miró hacia abajo y vio el cuerpo de una cucaracha congelada hecho pedazos. Cogió uno de ellos y observó que el interior también estaba congelado, razón por la que se había fracturado el cuerpo.

“Perfecto – dijo sonriendo satisfactoriamente – voy mejorando, aunque sea poco a poco. Al congelar un cuerpo completamente se vuelve tan frágil como un jarrón de cerámica. Si lograra hacer esto con el cuerpo de Mesa, bastaría con empujar su estatua para que cayese al suelo, se rompiese en un millón de pedazos y dejará de molestar. Además, también he descubierto algo interesante, al congelar una superficie de terreno tan grande, se produce un efecto similar al que ocurre en un igloo, el hielo es capaz mantenerse sólido durante mucho más tiempo e incluso la presencia de calor no sería suficiente para derretirlo. Interesante hallazgo”.

El sonido de algo acercándose interrumpió sus pensamientos. Rápidamente desenvainó su espada y se giró para averiguar de qué se trataba.

“¡¿Quién eres?! ¡Da la cara!”