domingo, 28 de octubre de 2007

Episodio LIX

Poco que decir, el final se ve más cerca que nunca. El contenido de este y capítulo (y de los próximos) estaba cuidadosamente planeado desde hace meses, y hoy por fin puedo sacarlo a la luz (sin retrasos ni pollas xD). Ánimo que ya no queda ná ^^ Recordar que la fecha fijada para la firma del libro es el 6 de Diciembre, para más datos, ver mi subnick. Id reservando el día ^^

Título: N/A

Tamaño: 9

Dedicado a: Toda mujer que haya sufrido discriminación sexista en alguna ocasión.


Episodio LIX

L

os esbirros se concentraron alrededor de los dos caballeros mientras que Miss Jewel, apoyando a Reik, escapaba caminando. Gabriel trató de abrirse paso entre los esbirros, pero le cerraron el paso.

“¡No! ¡Se está yendo!” exclamó el caballero de la rosa.

“¿A qué esperas? Atácales antes de que sea tarde”.

“Parece que no será necesario, ya vienen ellos a por nosotros. Tendrás que mantenerte de pie por tu cuenta un ratito. No tardaré”.

“Adelante, no te preocupes por mí”.

Gabriel desvainó su espada dispuesto a combatir.

“¡Os advierto por vuestro bien que desistáis en vuestro intento! ¡Sólo conseguiréis sufrir!”

Los esbirros se miraron entre sí y se empezaron a reír.

“¡Jajaja! ¡Guarda eso, chaval, a ver si te vas a hacer daño!” exclamó uno.

“¡¿A quién quieres engañar?! ¡Todos sabemos que eres inofensivo!” gritó otro.

“¡Corre a casa con tu mamá!” gritó un tercero.

“Me parece que vas a tener que replantearte tu personaje” comentó Arturo.

“Esto es lo que faltaba, vamos, por favor… Se está dudando de mi…”

“Cierra la boca, nadie quiere escucharte” dijo uno y golpeó a Gabriel.

El caballero retrocedió varios pasos, pero no llegó a caer al suelo. Cuando recupero el equilibrio todos los esbirros se le acercaban sonriendo. Un segundo subordinado se atrevió a intentar un ataque que el caballero esquivo y devolvió con un fuerte puñetazo. Acto seguido, otros dos esbirros trataron de conseguir el mismo objetivo, atacando uno por cada lado, el caballero saltó y ambos chocaron. Al bajar otros dos le esperaban apretando los nudillos. Dio una media voltereta en el aire y apoyó sus manos en sus cabezas, chocándolas entre sí después. Al instante, se impulsó hacia el cielo, volvió a dar media vuelta y cayó al suelo de pie. Algo menos seguros de sí mismos, un grupo de subordinados se lanzaron contra él a la vez, con esperanzas de tener alguna posibilidad. Empezaron a golpear a diestro y siniestro contra el caballero sin ni siquiera fijarse en donde daba su objetivo. Debido a ello, algunos de los golpes daban en otro esbirro en vez de en el objetivo. Gabriel, abrumado ante su inferioridad numérica, se limitaba a evitar o bloquear los ataques que le llegaban de forma continua.

“Si sigo aquí Miss Jewel se va a escapar. No puedo seguir perdiendo el tiempo con estos mequetrefes, y tampoco puedo acabar con ellos…”

“¡Vamos, chicos! – exclamó uno – ¡Ya lo tenemos!”

Aquella exclamación desconcentró al caballero y recibió un puñetazo en la cara, que le descentró por completo, perdiendo el hilo de lo que estaba haciendo. Debido a ello, los demás esbirros no tardaron en encajarle también sus golpes, siendo objeto de un ataque masivo hacia todas las partes de su cuerpo.

“¡Caíste!” exclamó el mismo.

El caballero recibió de pronto una patada en el estómago que le tiró al suelo. Los esbirros no tuvieron escrúpulos por golpear a alguien que estaba tirado en el suelo. No obstante, estaban más contentos sabiendo que llevaban ventaja y, en vez de relajarse o bajar la guardia, atacaron con mayor ímpetu, pateando al caballero tirado en el suelo sin ningún pudor.

“¡Wajajajaja! ¡¿Qué dices a esto?!” exclamó otro mientras le pateaba el estómago.

Arturo le observaba de cerca. Veía a Miss Jewel y a Reik cada vez más lejos. Había perdido toda esperanza. Apenas podía moverse y mucho menos ayudar a su compañero al que estaban vapuleando delante de sus ojos.

“Hemos llegado hasta aquí, hemos combatido a tanta gente, superado tantas adversidades, ¿y vamos a perder aquí? Si por lo menos Peter estuviera aquí y pudiera curarme todo sería distinto…”

Gabriel tenía ya el cuerpo lleno de magulladotes, pero continuaba aguantando como buen caballero.

“No voy a perder aquí, no ante ellos, y no de esta manera. No quería hacerlo, pero no me dejan elección. Me los quitaré a todos de encima de un golpe con mi Senbonzakura. El único inconveniente es que el Capitán Lardo lo verá y podrá idear una forma de evitarlo en el futuro. Es arriesgado, pero ahora no tengo otra opción, si no actúo Miss Jewel escapará con Reik y nadie volverá a ser como antes”.

Cerró los ojos y se concentró. Su espada comenzó a brillar con una luz rosada. El Capitán Lardo lo vio y comenzó a observar con mayor detenimiento.

“¿Qué intentas? – Dijo uno de los subordinados que veía iluminarse la espada – ¡Qué mariconada, una espada rosa! ¡Wajajaja! ¡Miradlo todos!”

“¡Si es que tenía que ser marica! – gritó otro – ¡Es el caballero de la rosa!”

“A ver si reís lo mismo después de esto… – murmuró Gabriel sonriéndose – ¡Senbon...!”

“¡¡¡Adelante!!!” exclamó una voz.

Al escucharla, Gabriel se detuvo.

“Esa voz es de…”

“¡Eres tú!” exclamó Arturo.

Peter estaba en la entrada de la aldea junto a la doctora. Los dos estaban sofocados, como si acabaran de hacer un gran esfuerzo.

“Por fin hemos llegado” dijo Peter.

“Sí, y ahora… – dijo la doctora – ¡es nuestro turno! ¡Adelante chicas!”

Empezaron a aparecer mujeres y mujeres, todas ellas armadas con herramientas usadas en la agricultura. Azadas, palas, rastrillos, no había una sola de todas ellas que no llevara alguna de estas herramientas como arma. Por muchas mujeres que salían del bosque, seguían llegando aún más de detrás. Aparecieron mujeres hasta prácticamente llenar toda la zona, superando el número de hombres.

“¡Recordad! – exclamó la doctora una vez más – ¡Que cada una vaya hacia su pareja, pariente o amigo más cercano! ¡Y que le de su merecido!”

Los esbirros de Miss Jewel las veían llegar algo asombrados, pero su presencia no sirvió para hacerles recuperar la compostura.

“Vaya, churri, ¿has venido a ver como acabamos con estos intrusos?” dijo uno mientras veía venir a la que había sido su novia.

“Perdóname, amor” dijo ella, cerró los ojos y le dio con la pala en la cabeza, haciéndole caer al suelo inconsciente.

A los demás subordinados se les quitó la sonrisa de repente, poniéndose en guardia y dejando a los caballeros de lado.

“Ha tenido que ser casualidad, no pueden ser capaces de atacarnos. ¡No tengáis miedo! ¡Protegeremos a Nuestra Señora!”

“Lo siento, cariño” pensó otra mujer y golpeó con una azada a otro subordinado.

“Sin rencores, cielo” dijo una tercera y asestó un fuerte golpe con una sartén a otro.

“No me lo tengas en cuenta, papá” dijo una joven medio llorando, sacó un spray y lo echó sobre los ojos de un hombre mayor.

“Sigues siendo mi amigo” dijo otra chica y empezó a abofetear a un joven.

“Espero que sepas perdonarme” susurró otra mujer, de bastante envergadura, y placó a otro hombre.

Ni los caballeros ni los esbirros daban crédito a sus ojos. Las mujeres estaban derrotando a todos los hombres uno tras otro golpeándolos sin ninguna piedad, a pesar de mantener algún tipo de vínculo con ellos. Gabriel y Arturo estaban tan sorprendidos ante aquella escena que no se dieron cuenta de que Peter y la doctora se les acercaron.

“Ya que me dejasteis tirado antes, por lo menos podríais dignaros a saludar” dijo Peter al verles.

“Pe-Peter – tartamudeó Arturo, aún sin saber exactamente qué decir – Esto…”

“Se os ve muy sorprendidos, ¿os pincho algún estimulante?” rió la doctora.

“No, gracias – dijo Gabriel – Nos conformaríamos con saber qué está pasando aquí”.

“Jajaja, pues verás, te explico. Poco después de que os fuerais se despertó la chica que trajisteis. Estuve a punto de dejarla marchar, pero en el último momento se me ocurrió esto y me dio por preguntarle cómo llegar hasta aquí”.

“Otra vez ella” dijo Gabriel en tono romántico.

“¿Eso es todo?”

“No, no. Lo cierto es que la chica no fue quien no guió hasta aquí, dijo que tenía prisa, que alguien la esperaba o algo así, por lo que sólo nos dio unas leves indicaciones del camino a seguir. Acto seguido, reuní a todas las mujeres del pueblo y les dije lo mismo que nos dijiste tú en la clínica, Arturo. Con aquellos argumentos las convencí a todas, y quien mejor para derrotar a los hombres de nuestro pueblo que sus más allegados. Rápidamente nos lanzamos a la aventura pero lamentablemente nos perdimos. El bosque es tan homogéneo que resulta difícil encontrar el camino correcto. Estábamos a punto de volver al pueblo, derrotadas, cuando vimos pasar volando a Peter, que por cierto estaba algo enfadado, le explicamos todo y nos llevó hasta aquí. Hemos tardado un poco pero parece que no llegamos del todo tarde”.

“No, la verdad es que no – comentó Arturo algo más contento – Sólo una pregunta, ¿por qué no ha venido tu enfermera?”

“Muchas de las mujeres del pueblo son madres, y alguien tenía que quedarse cuidando de los niños. La verdad es que ella no es demasiado violenta, aceptó el cargo sin reprochar nada”.

“Aclarado todo, ¿dónde está Miss Jewel? – preguntó Peter – ¿Y Reik?”

Los dos caballeros se miraron durante un segundo y después gritaron a la vez.

“¡Es cierto! – Exclamó Gabriel - ¡Casi se nos olvida! ¡Tenemos que ir a por Miss Jewel! ¡Está intentando escapar llevándose a Reik!”

“Vosotros no estáis en condiciones de ir detrás de nadie”.

“Pues cúranos, ¡¿a qué esperas?!”

“Mmmmm, no es que esté enfadado porque me dejarais tirado, que también, pero ahora me es imposible curaros”.

“Venga, no nos lo tengas en cuenta, sólo queríamos llegar a tiempo para arreglar las cosas”.

“Lo siento, pero me es imposible curaros. El Capitán Lardo está observándolo todo, si uso mis poderes aquí, él se ocuparía personalmente de que no pudiera curaros más, creo que me entendéis”.

“Ese tío, no sé como lo hace para molestar tanto sin mover un dedo…” dijo Arturo.

“Él no puede curaros, pero yo sí”.

“¡Doctora!” exclamaron al mismo tiempo.

“No quedará igual, pero podréis moveros y combatir un poco. Peter, ayúdame. Según tengo entendido, tienes conocimientos de medicina”.

“Sí, seguiré todas tus instrucciones”.

“Vamos, pues”.

El campamento de Miss Jewel se había convertido en el escenario de una batalla campal. Los hombres, hasta entonces orgullosos y bravos, estaban cayendo uno tras otro a manos de su mujer más cercana, por lo que al caer al suelo derrotados no caía sólo su cuerpo, también su orgullo era derribado. En medio de aquella confusión llegaron Fidel y Jonyo, apoyados mutuamente. Al encontrarse aquella escena se quedaron petrificados de la sorpresa.

“Ey, Jonyo, ¿qué pasa aquí?” dijo al ver cómo una mujer le rompía un jarrón en la cabeza a un esbirro de Miss Jewel.

“Deben haber discutido”.

“¿Todos a la vez?”

“A lo mejor guardaban un secreto a voces, no sé. ¿Ves a alguno de los chicos?”

“Sólo veo mujeres dando palizas a hombres que corren de un lado para otro”.

“Lo mismo que yo”.

“Puedo sentir dos pequeñas energías que se alejan de la zona muy despacio, ¿Quiénes serán?”

“No sé, pero parece que no tenemos nada que hacer aquí, podemos ir a averiguarlo. Aunque como tenga que seguir cargando contigo no les alcanzaremos nunca”.

“Tranquilo, ya estoy casi recuperado, puedo avanzar por mí mismo”.

“¡Así me gusta!” exclamó el caballero del rayo y le dio una palmadita en la espalda a su compañero, que gritó de dolor al recibirla.

“He dicho… casi” murmuró Fidel dolorido.

“Vale, jaja, pues vamos a ver quienes son esos dos. Yo también quiero algo de protagonismo” dijo Jonyo y ambos se marcharon a mayor velocidad.

En medio de aquel caos, la doctora suturaba las heridas del caballero del fuego mientras que Peter aplicaba antibióticos y pomadas a los golpes de Gabriel.

“Au…” se quejó Arturo.

“Siento tener que hacerte daño, pero como comprenderás, no tengo anestesia a mano, y tengo que coserte esta herida o no saldrás vivo de aquí. Aguanta un poco ya casi está”.

“Doctora, has hecho tanto por nosotros, y ni siquiera sabemos tu nombre”.

“Ah, ¿no os lo he dicho? Me llaman la Doctora House, porque trabajo en casa”.

Ató un pequeño hilo a otro para terminar de cerrar, echó un poco de antibiótico y colocó una venda sobre la herida del caballero.

“¡Hala! ¡Listo! Eso sí, no puedes luchar. Si lo haces se soltarán los puntos y estaremos como al principio. Deja que Gabriel se ocupe de la parte violenta esta vez, él está mucho mejor”.

“Si no hay más remedio…”

“La doctora lo ha dicho, tú te encargas de extorsionar a Miss Jewel” dijo Gabriel guiñando un ojo.

“Al final te has salido con la tuya…”

“Dejad de quejaros y marcharos de una vez – ordenó Peter – Iré con vosotros, y si conseguimos despistar al Capitán Lardo os curaré por completo”.

“Yo me quedaré por si alguien requiere atención médica. Os deseo suerte”.

“Nos vemos” dijo Arturo y los tres salieron corriendo a gran velocidad.

“Vaya, parece que todos se marchan tras la tonta de Miss Jewel – dijo el Capitán Lardo – Aquí ya no hay nada que ver, todos esos idiotas han sido ya prácticamente derrotados. Será mejor que siga a los caballeros, es la hora del gran final”.

Empezaba a clarear, la noche se extinguía cada vez más dando paso al amanecer. Los aún tenues rayos perdidos del sol esparcían su luz en medio de las tinieblas. Miss Jewel avanzaba muy lentamente, intentando ayudar a Reik todo lo posible, dado su malestar físico. De fondo se escuchaba un perpetuo murmullo de gritos y golpes. Miss Jewel miró hacia atrás y observó que había mucho movimiento en la aldea, pero no era capaz de ver lo que pasaba, ya que la distancia apenas le permitía ver puntitos moviéndose de un lado para otro.

“Ahora es inútil volver, Mi Señora. Nuestra base ha sido tomada por los rebeldes. Es muy probable que Wancho y Bill hayan sido derrotados, de lo contrario ya habrían vuelto”.

“Menudo par de inútiles. Nunca están cuando más se le necesita”.

“Mucho me temo, Mi Señora, que somos los únicos que quedamos”.

“Eso no importa. Contigo a mi lado puedo conseguir cualquier cosa. Hoy hemos pasado por un pequeño bache, pero nos recuperaremos, y volveremos para reclamar lo que es nuestro”.

Fidel y Jonyo aparecieron desde el interior del bosque. Al ver a Miss Jewel, Fidel desenvainó su espada y quiso lanzarse a por ella. Sin embargo, Jonyo le agarró y le obligó a esconderse bajo unos arbustos.

“¿Estás loco? Puede que parezca que están desprevenidos, pero no creo que haga falta recordarte quien está con ella. Espero que hayas ocultado tu energía”.

“¿Y qué hacemos? ¿Esperamos a que se vaya?”

“No, pero lanzarse a lo loco tampoco es la mejor opción. Fíjate en Reik, está herido. Además, parece que somos los primeros en encontrarlos. No podemos desperdiciar esta oportunidad dejándonos ver. Nada nos asegura que a Reik no le queden fuerzas para congelarnos, aunque fuera de forma temporal. Si eso ocurriera, ¡adiós para siempre! Atacaremos cuando tengamos la oportunidad”.

“Pero, ¿y si…”

“¡Silencio! – interrumpió Jonyo – Parece que alguien viene”.

Bill estaba llegando al campamento de Miss Jewel, lugar donde le había indicado Shin, a quien llevaba a la espalda.

“Y eso es lo que ha pasado” dijo Shin.

“Así que básicamente Miss Jewel busca la vida eterna con nuestro secreto, para ello controló la mente de los vecinos, incluido yo, pero un segundo antes de caer bajo su influjo, renunciamos a ese conocimiento, así que secuestró a la princesa. Entonces llegaron un grupo de caballeros, y Miss Jewel controló a uno de ellos y a otro lo mató. También dices que hay una chica que absorbe las almas de los muertos y almacena su energía en su espada, que no sabes quien es, pero que parece que esos caballeros la conocían de antes. Tras mucho debatir sobre lo correcto decidisteis que era mejor que los que habían sido controlados murieran antes de continuar siendo marionetas de esa mujer, y os lanzasteis a la aventura”.

“Sí, más o menos esa es la idea general”.

“Todavía no me has dicho cómo me he librado del hechizo”.

“Eso lo verás cuando lleguemos”.

“Tampoco me has dicho por qué estábamos en esa playa, yo herido y tú medio muerto”.

“Ya te he dicho que eso no es importante”.

“Ya… creo que me hago una idea de lo que ha pasado. Supongo que pedirte perdón no sería suficiente”.

“No hay nada que perdonar, Bill. Ahora, por favor, tenemos que llegar lo antes posible. Muchas vidas están en juego”.

“Voy todo lo rápido que puedo. ¡Mira! Veo luces allí al fondo, tiene que ser ahí”.

De un salto, atravesaron los arbustos que separaban el bosque del claro donde se encontraba el campamento de Miss Jewel. Al llegar se encontraron con una multitud de mujeres clamando victoria y todos los esbirros tirados por los suelos.

“¿Qué está pasando aquí?” se preguntaron ambos.

Tras echar una ojeada alrededor, vieron a una mujer con una bata blanca apartada del resto, examinando a los hombres.

“¡Es la doctora! ¡Bill, preguntémosle a ella!”

“¡Doctora House! ¡Cuánto tiempo sin verla!”

Ella se giró y al ver a Bill casi da un grito de la emoción.

“¡Bill! ¡Pero si no tienes marca de labios!”

“Sssssssh, silencio, por favor, doctora. No hay tiempo para explicaciones. Buscamos a los caballeros. ¿Dónde están?”

“Pero un momento, no tienes marca de labios, ¿cómo lo has hecho?”

“Lo siento, te he dicho que no tenemos tiempo” dijo Bill y mostró a Shin y su grave estado.

“Pero… ¿qué ha pasado? Bájale de ahí para que pueda curarle”.

“Gracias, doctora, pero no hay cura posible para mí. Por favor dinos donde están los caballeros, tenemos que evitar que acaben con su antiguo compañero”.

“Pues, se han ido detrás de Miss Jewel. En aquella dirección – señaló – Al menos dejad que os vean las demás. Todas las mujeres del pueblo están aquí”.

“Ya las veremos luego. Hasta la vista, doctora” dijo Shin y se marcharon siguiendo a los caballeros.

Reik se detuvo. La herida que le hizo Arturo volvía a sangrar. A cada paso que daba empeoraba. Pese a todo, seguía avanzando por Su Señora, soportando el dolor.

“Aguanta. Cogeremos un bote e iremos a la próxima isla. Allí buscaremos un médico”.

“Yo que tú no iría a ninguna parte. Esa herida no pinta nada bien”.

Antes de que quisieran darse cuenta. Arturo, Gabriel y Peter les habían cercado el paso.

“¡No! ¡Nos han alcanzado!” gritó desesperada.

A los pocos segundos, el Capitán Lardo también hizo acto de presencia, sentándose en una roca como de costumbre.

“Nos ha estado siguiendo todo el rato con total normalidad y ahora se sienta aquí como si nada – pensó Arturo – ¿Qué pretende?”

“No se preocupe, Mi Señora. Combatiré por usted. Ahora huya”.

“Desengáñate, Reik – dijo Arturo – No estás en condiciones de luchar contra nadie”.

“Lo mismo puede decirse de ti”.

“Arturo, déjamelo a mí” dijo Gabriel.

Se adelantó un paso e hizo una reverencia a Miss Jewel.

“Miss Jewel, eres una mujer madura y hermosa. Lástima que sea tan joven para usted. Permítame entregarle esta rosa como muestra de afecto”.

“Muy amable, caballero”.

“Recibe… ¡mi rosa amarilla!”

martes, 23 de octubre de 2007

Episodio LVIII

Hola de nuevo, con un par de días de retraso, pero se me acabaron los apuntes y las nuevas ideas han tardado en surgir. Bueno, esto se acaba, se acaba, es probable que en el próximo las cosas pasen demasiado rápido, ya se acaban los golpes y hay que cerrar la historia, q ganas de acabar ya xD x cierto revisad el correo, tenéis la convocatoria para la firma ^^

Título: N/A

Tamaño: 9

Dedicado a: N/A



Episodio LVIII

L

a onda resultante del Neo Freezing Attack era tres veces el tamaño del caballero. Al ir alejándose la parte que había estado concentrando durante aquellos minutos, Reik continuó enviando energía, ya por un canal más fino, como si de un tubo se tratase. Sin embargo, la parte concentrada y de mayor tamaño tenía capacidad suficiente para destruir cualquier cosa o persona con la que chocase. Arturo, Miss Jewel y el Capitán Lardo, observaban desde el suelo como se iba acercando e iluminando todo con su radiante luz.

“No tengo más remedio, si quiero parar ese ataque, tendré que hacer una onda yo también” dijo Arturo y comenzó a cargar energía entre sus dos manos.

“¡Ja! Alguien como tú no podrá detener a mi más fiel siervo, ¡desiste!” exclamó Miss Jewel.

“Gracias por los ánimos. No recordaba que haciendo esto también salvaba su vida”.

“¡Ja! – rió de nuevo – ¡Ingenuo! Yo no moriría por algo así. Aunque Reik se haya vuelto incontrolable durante unos minutos por un ataque de odio, si estuviera en peligro mi amor me salvaría sin dudarlo. ¡No tengo nada que temer!”

Arturo observó al Capitán Lardo, observando desde la roca los acontecimientos con emoción como un niño viendo una película de la cual no puede prever el final.

“¿Tú crees?”

“Recibe el impacto del ataque y lo comprobaremos. Así mataré dos pájaros de un tiro. Demostraré que tengo razón y además morirás”.

“Lo siento – dijo mientras la energía que concentraba en sus manos se volvía más brillante – pero hoy no tengo ganas de morir, ¡Ha-do-ken!”

El caballero del fuego emitió también una onda de energía directamente contra la de Reik. Tras unos segundos de avance mutuo, ambas chocaron brutalmente, provocándose un colapso de energía cuya presión acentuaba la gravedad del lugar. Debido al retraso del ataque de Arturo y a que su onda era bastante más fina, Reik tenía un mayor terreno ganado y a su vez mayores posibilidades de ganar la confrontación. Sin embargo, aunque en desventaja, Arturo mantenía su posición sin retroceder. No obstante, su cuerpo pagaba la factura de su atrevimiento. Sus pies se hundían en el suelo poco a poco, destruyendo tierra y piedras a su paso, sus músculos estaban en una gran tensión y empezaba a sudar por la frente.

“Payaso – dijo Reik mientras mantenía intacta la fuerza de su onda sin esfuerzo – En un choque de ondas, la posición aérea es la más privilegiada, ya que no se ve afectada por la presión y la gravedad apoya su fuerza, ¡estás acabado!”

Arturo comenzó a flaquear, su onda perdía terreno. Podía notar la presión en todo su cuerpo mientras veía la acumulación de energía de ambos ataques acercarse más y más.

“¡No he llegado hasta ti para dejarte ganar! ¡¡Reik!!”

Un aura blanca rodeó su cuerpo y, tras dar un fuerte grito, aumentó la fuerza de su onda, recuperando terreno hasta equilibrar de nuevo la balanza. En el aire, Reik retrocedió un poco.

“¡No me das miedo!”

La marca de labios en su frente brilló aún con mayor intensidad, otorgándole mayores poderes. Un aura roja recubrió su cuerpo y el suave fulgor rojo de sus ojos pasó a convertirse en el color de su iris. Tras esto él también lanzó un fuerte grito y añadió un mayor potencial energético a su ataque. Sin embargo, únicamente engordó su tamaño, no ganó terreno.

“¡Eso es, Reik! – Exclamaba Miss Jewel animándole – ¡Acaba con él!”

“No es tonto, si aumenta el tamaño de onda pero mantiene la posición, es una forma de ahorrar energía – pensaba el caballero del fuego – De ese modo, la onda cada vez me pesará más y terminaré cayendo por mi cuenta”.

“Esto si que es un buen espectáculo – pensaba el Capitán Lardo observando plácidamente – Dos amigos enfrentándose a muerte. Me alegro mucho de haber venido”.

“Si recibo la onda me matará, y si la esquivo destruirá toda la zona y congelará el resto. Todos los habitantes del pueblo están inconscientes por los alrededores, morirían sin remedio. ¡No puedo perder!”

“Quizás si te transformarás en Super Guerrero podrías vencerme, o quizá no. Puede que con mi poder actual pudiese aplastarte de todas formas”.

“¡No sé como hice aquello, Reik! ¡Y tampoco tengo intención de aprender a controlar esa transformación! ¡Fue cosa del colgante!”

“¡Pero Peter dijo que podríamos hacerlo cualquier sin ayuda de nada, sólo teníamos que hacerlo despertar!”

“¡Pues corre! ¡A mí déjame en paz!”

“¿Cómo? – dijo el Capitán Lardo al escuchar aquella conversación – ¿Super Guerrero?”

Arturo comenzaba a retroceder. Sus fuerzas no habían disminuido, pero la onda de Reik de volvía cada vez más grande, quintuplicando el tamaño de su ejecutor.

“Se está acercando. No tengo más remedio, tendré que probar con eso, ¡y ya! Si se acerca demasiado las consecuencias serás las mismas”.

“¡¿Qué murmuras?! ¡¿Has empezado a delirar?!”

“¿Sabes una cosa, Reik? No eres el único que puede desarrollar técnicas nuevas. ¡A ver que te parece esto!”

La onda de Arturo comenzó a perforar en el interior de la acumulación de energía, entrando poco a poco.

“¿Qué hace?” pensó Reik.

“¡Burst!” exclamó el caballero del fuego a la vez que cerraba el puño.

La onda de Arturo estalló, destruyendo la de su adversario en un millón de pequeños pedazos de energía que se precipitaron por los alrededores como una lluvia dorada. Las ondas de Reik, síntesis de hielo y energía, al perder el contacto con su ejecutor, se fueron desprendiendo de la energía que las componía, transformándose en el medio del cielo en pedazos de hielo que se abalanzaron contra el poblado. La zona no quedó completamente congelada, pero tampoco salió ilesa. Los pedazos de hielo, algunos puntiagudos y mortales y otros más redondeados caían sobre todas las chozas. Las más afortunadas solo tuvieron un cristal roto o un agujero en el techo, otras recibieron múltiples impactos que dejaron las chozas en un lamentable estado, pero en pie, y por último las más desfavorecidas se derrumbaron sin remedio bajo un montón de piedras y hielo. Una de los fragmentos más puntiagudos iba directo hacia Miss Jewel, que se dio cuenta y sonrió confiada.

“¡Mira, caballero! ¡Ahora te demostraré lo que te dije antes!”

Cerró los ojos en espera de que su amado acudiera en su ayuda y, en efecto, pronto notó cómo alguien la empujaba y al instante el pincho de hielo se clavaba en el suelo a tal velocidad que la hubiera atravesado sin remedio. Para su sorpresa, cuando Miss Jewel abrió los ojos no encontró a la persona que esperaba.

“Vaya, caballero, no sabía que tú también me amases. Es un gran alivio saber que una tiene tantos hombres protegiéndola”.

“No te hagas ilusiones – dijo Arturo – Yo no estoy bajo tu influjo. Sólo te he salvado porque te necesito viva. Eres la única persona que sabe cómo hacer regresar a Reik. Si mueres todo nuestro esfuerzo habrá sido en vano”.

“¿Por qué insistes? No hay ninguna forma de que tu amiguito vuelva a ser el que era, por el simple hecho de que ahora es como debe ser. Hubiera preferido que me salvara mi amor, pero nunca está de más ser agarrada por los brazos de un joven”.

“Ese hombre no te hubiera salvado. Por eso lo tuve que hacer yo. Por el momento disfruta, porque en cuanto acabe con Reik iré a por ti” dijo el caballero y voló hacia su contrincante.

“Que modesto, en realidad estaba deseando cogerme. Si es que no se me resiste ninguno…”

Los guardias que custodiaban la choza de la princesa estaban demasiado ocupados intentando retener al caballero de la rosa, por lo que ésta estaba sin vigilancia. Una mano femenina abrió la puerta desde fuera y entró sonriendo.

“Te dije que volvería y aquí estoy. Traigo cierta información interesante sobre…”

Ver a la princesa detuvo su introducción. Estaba en la misma posición que la última vez, pero su estado era totalmente distinto. Estaba bastante pálida, había perdido ese tono rosado que tenía su piel, sus brillantes ojos estaban ahora apagados y por consecuente también lo estaba su mirada. Presentaba claros signos de desnutrición y había perdido peso. Al entrar Mireia, levantó un momento la vista pero la volvió a bajar desanimada.

“¿Ha pasado algo?”

La princesa se quedó callada unos segundos, indecisa. Finalmente, cogió aire para hablar.

“Diez personas han perdido la vida por mi culpa delante de mis ojos. Todo por pasarme de lista”.

“¿Y…?”

“¡¿Y…?! ¿Te parece una tontería? Creo que me he equivocado contigo desde el principio”.

“No me parece una tontería que diez personas hayan perdido la vida. Me parece una tontería tu actitud”.

“Que fácil es ver las cosas desde fuera. ¿Qué me vas a decir ahora? ¿Vas a soltarme un sermón de que me estoy rindiendo, de que tengo que seguir adelante? Esas personas tenían familias que les aguardaban, que les querían, y que nunca les volverán a ver. Y todo por mi culpa, por no haber dado a esa mujer lo que quería. Cuando se pierde la vida ya nada importa, no tienes una segunda oportunidad”.

“Te equivocas – dijo sacando su espada y mostrándosela – De hecho, yo estoy especializada en dar una segunda oportunidad a las personas que mueren”.

De pronto se escuchó un estruendo, Mireia, en un acto reflejo, miró por la ventana. De lejos se veía el enfrentamiento de Arturo y Reik y una extraña lluvia dorada que caía del cielo.

“¡¡¡Al suelo!!!”

“¿Qué pasa?”

Mireia se lanzó sobre la princesa empujándola hacia una esquina justo un segundo antes de que la lluvia de pedazos de hielo arrasara la choza. No tenía ventanas, así que no hubo cristales rotos. No obstante, sí hubo trozos de hielo puntiagudos que atravesaron el techo y las paredes, quedando a escasos centímetros de clavarse en alguna de las dos jóvenes, trozos que tiraron abajo partes de la fachada por completo, pero por suerte, la choza no se derrumbó por completo. Cuando paró el ataque, ambas se quedaron paradas unos segundos, por si acaso, y después se levantaron.

“¡Qué bestias! – Exclamó Mireia enfadada – ¡No tienen cuidado de nada ni de nadie! ¡Estúpidos caballeros!”

“Esto…”

Al llamarle la atención, Mireia recordó donde estaba y volvió a poner los pies en la tierra.

“Perdona, es que a veces me sacan de quicio. ¡Ah, sí! Lo que yo venía a decirte es…” dijo y se acercó a susurrarle algo al oído.

Al escuchar sus palabras, la princesa iba recuperando progresivamente la sonrisa, la alegría y la fuerza de voluntad.

“¿Quieres decir que si… entonces no…? ¿Nunca más?”

“Exacto, siempre que estés en condiciones de volver a hacer lo que me enseñaste la otra vez”.

“No será ningún problema”.

“Pues hala, ¡ve! Tienes algo que hacer. Yo me quedaré por aquí para ver como acaba esto y después me iré. Me acabo de poner perdida con ese derrumbe, no es buena imagen para una mujer”.

“Esto… Gracias. Me voy ya”.

“¡Hasta otra!” exclamó mientras veía irse a la princesa.

Mientras Arturo volaba hacia Reik, podía ver los efectos de la lluvia de hielo sobre la aldea con mayor claridad.

“Si la onda de Reik se hubiera acercado más, puede que destruirla en pedazos hubiera sido inútil, habrían caído en una zona muy concentrada y los resultados hubieran sido desastrosos. Por suerte, pude calcular bien la distancia para que no ocurriera eso y para que el radio fuera lo suficientemente amplio para alcanzar a los guardias que están por los límites de la zona”.

Al contrario, Reik observaba decepcionado cómo había sido frustrado su intento de victoria.

“Lo estás haciendo bien, Arturo. Hacía tiempo que no me divertía tanto”.

Aquel enfrentamiento energético había menguado notablemente las fuerzas de ambos combatientes. Los dos jadeaban de cansancio, pero conservaban las ganas de continuar. Decididos, se lanzaron el uno contra el otro con el puño al frente. Chocaron, y en ese momento se produjo una gran tensión en los músculos de sus brazos. La fuerza con la que golpeaban, añadida al cansancio que soportaban, provocó que los puños se desviaran, acabando por golpearse en la cara mutuamente. Como ninguno se lo esperaba, salieron rechazados hacia atrás dando vueltas en el aire. Rápidamente frenaron en seco, quedándose levitando con el cuerpo al revés. Sin perder un segundo, extendieron los brazos y se lanzaron una onda lo más fuerte que pudieron, apenas del tamaño de sus cabezas. Las ondas llevaban la misma fuerza y al chocar, en vez de producirse un equilibrio como la vez anterior, estallaron. Los dos caballeros estaban demasiado cercanos para evitar la explosión, y ambos salieron afectados. La onda expansiva les alcanzó de lleno, haciendo que se estrellaran contra el suelo al mismo tiempo tras una larga caída.

“Que gran combate – comentaba admirado el Capitán Lardo – lástima que sea el único que lo esté disfrutando. Debería haberme comprado una cámara de vídeo para estas cosas…”

Ya bastante cansado al recibir la última explosión, Reik aún no se daba por vencido y volvió a lanzarse contra su adversario. Arturo hizo lo mismo y esta vez decidió tomar él la iniciativa y atacar con un fuerte puñetazo, sin embargo en el momento del impacto Reik se desvaneció.

“¿Una ilusión?”

Apareció por detrás con la espada desenvainada y, sin que Arturo tuviera tiempo ni de darse la vuelta, se la clavó en la nuca, atravesando todo el cuello y salió por la garganta acompañada de un chorro de sangre.

“¡Ja! ¡Se acabó!”

Arturo se convirtió en fuego y se desvaneció también, calentando un poco a Reik en ambos sentidos.

“¡No! ¡¿Dónde estás?!”

“¡Aquí!” exclamó Arturo, apareció de repente y le dio una patada en la cara.

Reik retrocedió hasta casi caerse, momento que Arturo aprovechó para continuar su ofensiva con una nueva patada, esta vez en el estómago. Para su desgracia, Reik fue más rápido y pudo parar el golpe sujetándole las piernas con los brazos, para después lanzarle por los aires.

“¿Qué? ¿Te han gustado las llamas de mi clon de fuego?” preguntó sonriendo mientras se alejaba en el aire.

“¡Tanto como te van a gustar a ti estos refrescantes hielos!” exclamó y emitió un rayo de hielo contra su oponente.

“Otra vez no, bastante con que me hayas congelado una vez”.

Arturo lanzó un rayo de fuego y al mezclarse ambos elementos se produjo una niebla que cubrió toda la zona. Rápidamente Arturo se detuvo en el aire.

“Creo que no ha sido buena idea”.

“¡No! ¡¿Por qué han tenido que hacer eso?! – exclamó enfadado el Capitán Lardo – ¡Ahora no veo lo que pasa!”

El caballero del fuego observaba a su alrededor en busca de su antiguo compañero, pero lo único que veía era blanco por todas partes. De pronto notó un pequeño corte en el brazo. Intentó atacar hacia ese punto pero no dio a nadie.

“¡Mierda! ¡Ahora sí que la he liado! No veo nada, no sé donde está, pero como estoy volando él si puede detectarme por la energía. Tengo que hacer algo hasta que se despeje la niebla”.

No tardó en notar otros pequeños cortes en distintas partes del cuerpo. De nuevo trató de atacar, pero fue en vano.

“Está jugando conmigo – pensó – será mejor que baje a tierra para poder ocultar también mi energía”.

Dicho y hecho, el caballero descendió hasta el suelo lentamente y al pisar tierra ocultó su energía.

“A ver… ¿dónde está?”

Cerró los ojos para intentar concentrarse, pero todo fue en vano. A los pocos segundos notó un corte a lo largo de toda su espalda y después una patada que lo tiró al suelo. Con algo de esfuerzo y evaluando la herida, consiguió levantarse.

“Sigue sabiendo donde estoy, pero ahora que he ocultado mi energía le cuesta más localizarme, eso explica que el corte no sea muy profundo. Puede que esto me haya salvado la vida. ¡Bien! ¡Ven otra vez! ¡Te estaré esperando!”

Reik le vigilaba, lo suficientemente lejos para permanecer oculto en la niebla y lo suficientemente cerca para no perder el contacto visual.

“Ese corte ha sido un aviso, ahora viene lo mejor. Ha sido divertido, Arturo, ¡ahora despídete!”

El caballero del fuego estaba de pie, concentrado, con los cinco sentidos puestos en su entorno. Cualquier sonido, aroma u objeto que pasase por allí no podía hacerlo sin ser detectado por él. El nuevo ataque no tardó en producirse, en esta ocasión por delante. Arturo notó una sensación fría y metálica irrumpiendo desde su costado y tratando de avanzar para desgarrarle el estómago.

“¡Adiós!” exclamó Reik mientras realizaba su ejecución.

De pronto Reik no pudo seguir cortando. Arturo sujetaba la hoja de su espada con sus propias manos con mucha fuerza, cortándose en toda la zona que estaba en contacto con la espada. Reik lo vio y aumentó la presión, creyendo que su oponente cedería, pero no fue así. A pesar del dolor y de sujetar la hoja de la espada con una sola mano, Arturo no cedió y continuó el forcejeo.

“No sé que intentas con esto, Arturo – dijo Reik fríamente, mientras le miraba a los ojos a escasos centímetros de distancia – Tienes la mano izquierda ensangrentada y medio costado desgarrado, aunque salgas de aquí no podrás hacer nada. Y en el hipotético caso de que estuvieras en perfectas condiciones, no tienes lo que hay que tener para acabar conmigo”.

“¿Qué te hace pensar así?”

“Vamos, no me hagas reír. Durante el combate has tenido varias oportunidades para matarme, oportunidades que has desaprovechado por propia voluntad. No trates de engañarme, dentro de ti sigues pensando una manera de que vuelva a ver como antes, pero se te olvida que mi verdadero yo es el que ves ahora”.

“Tienes razón. Nunca sería capaz de atacar a un amigo, a un compañero con el que he compartido muchas de mis aventuras. Es algo imposible para mí. Pero tú no eres Reik, eres un monstruo sin corazón que no merece otra cosa que la muerte”.

Dicho esto, y aprovechando la escasa distancia que le separaba de su adversario, Arturo asestó un corte vertical a su adversario por todo su lado izquierdo, movimiento que hizo que Reik retrocediera de inmediato y desistiera en su intento. En aquel momento la niebla se disipó y quedaron ambos combatientes heridos, mirándose el uno al otro.

“¡Me he perdido la mejor parte! – Gritaba el Capitán – ¡Esto es jugar con la ilusión de la gente!”

“¡Reik! ¡¿Te encuentras bien?! ¡¿Estás herido?!” preguntó Miss Jewel terriblemente preocupada.

En aquel momento apareció Gabriel, librándose de una patada del último de los esbirros que le molestaban, y observó la escena.

“Parece que… han terminado”.

“No ha estado mal, Arturo. Tienes lo que hay que tener. El desarrollo del combate ha estado dejando claras secuelas que podían notarse en la fuerza de nuestros ataques. Sin embargo, tu último golpe rebosaba tanta energía como el primero. No creo que pueda continuar”.

Un chorro de sangre salió de su herida y le obligó a apoyar la rodilla en el suelo, dejando caer su espada llena de sangre. Arturo no estaba en mejores condiciones y no tardó en empezar a flaquear. Miss Jewel fue a ayudar a Reik y Gabriel fue a ayudar a Arturo.

“Ey, lo has hecho bien, colega. Te has enfrentado tú sólo a Reik con total sangre fría. Vas a tener que darme unas clases de control emocional”.

“Je, no es para tanto. Ha sido más un arrebato momentáneo que un control continuo. De todas formas no hemos terminado. Yo ya no puedo hacer más, tienes que acabar con esto tú. Utiliza esa rosa ahora, es el momento. No hay guardias, el Capitán Lardo no hará nada y ella está ocupada con Reik. Deja de preocuparte por mí ahora y haz lo que tienes que hacer”.

“¡Sí! ¡Enseguida!”

Miss Jewel no daba crédito a sus ojos. Su mejor guerrero había sido derrotado, sus dos sirvientes más allegados la habían abandonado y su aldea estaba destrozada. Nada podía ir peor.

“Reik… ¡Levántate Reik! ¡Tienes que acabar con ese tipo! ¡¿Es que quieres que me pase algo?! ¡Reik!”

“Lamento no poder continuar, Mi Señora. Le debo tanto a usted, que me ha dado una nueva vida. Pero él tampoco puede hacer nada. Aproveche y huya, por favor”.

Gabriel sacó su rosa amarilla y apuntó a Miss Jewel, decidido a cumplir su misión.

“¡Reik! ¡No te preocupes! ¡Te curaremos! ¡Y después podrás enfrentarte de nuevo a ellos!”

“No se preocupe Mi Señora, nosotros nos encargamos de todo” dijo una voz.

“¿Quién…?”

Miss Jewel volvió la vista y contempló algo que no se esperaba. Su mirada de desesperación se desvaneció en un instante y volvió su sonrisa malvada, que pronto se transformó en una carcajada penetrante que llegaba hasta el más lejano confín del lugar. Todos los subordinados que Gabriel y Arturo habían dejado fuera de combate estaban allí cubriendo la zona, rodeando tanto a Miss Jewel y a Reik como a los dos caballeros.

“Oh, no, se han despertado – dijo Gabriel preocupado – Esto nos pasa por dejarlos con vida. ¿Y ahora qué?”

“¡Mi Señora! – Exclamó el que parecía estar al mando – ¡Le rogamos salga inmediatamente de aquí! ¡Llévese a Reik también! ¡Nosotros nos ocuparemos de ellos mientras tanto!”

“Está bien – dijo mientras ayudaba a Reik a levantarse – ¡No les dejéis con vida, quiero que sus cabezas sirvan como sacrificio al amanecer!”

“¡A sus órdenes!” contestaron a coro.

“Esto se pone interesante” dijo el Capitán Lardo.

domingo, 14 de octubre de 2007

Episodio LVII

Esta semana no os quejaréis, he pasado el corrector ortográfico a los dos volúmenes, por lo que teóricamente no tienen fallos, he escrito introducción y prólogo de la guía (me queda la ficha de Peter pero la hago antes de ir a dormir) y el capítulo de acuerdo con el calendario ^^ Ojalá fuese así de eficiente todas las semanas xD.

Título: Arturo vs Reik

Tamaño: 8'75

Dedicado a: N/A


Episodio LVII

É

l estaba agachado a la orilla del mar, la marea le mojaba las manos y las piernas. Mientras sujetaba con uno de sus brazos su reciente herida, intentado sin éxito, que continuara saliendo sangre, consiguió levantarse con gran esfuerzo. Estaba desorientado, más bien ido, desconocía la razón por la que se encontraba en aquella playa, sucio, mojado y con una herida que atravesaba todo su torso en diagonal. Cada paso que daba le suponía un terrible dolor, pero estaba decidido a descubrir qué estaba ocurriendo. Tras caminar hacia el interior de la costa unos segundos, vio a alguien tirado en el suelo, con todo el cuerpo enrojecido, el torso al descubierto y un pequeño charco de sangre bajo él que crecía lentamente. En un principió creyó que estaba muerto, pero le oyó respirar de forma agonizante y se acercó a ver quien era.

“¿Shin? ¿Eres tú?”

“Haaa, haaaaaaaa – jadeaba agonizante – Así que has sobrevivido a mi ataque. Entonces todo terminó, has ganado, Bill. Remátame. Sólo te pido una cosa, que sea rápido”.

“¿Perdón?”

“No te hagas el tonto. Ah, y por favor cuida de la princesa. Sé que la tenéis presa. Su desaparición no se puede explicar de otro modo. Ahora por favor, acaba de una vez, apenas puedo mover la cabeza para hablarte, el resto del cuerpo ya no me responde y la herida de la espalda me está matando de dolor, sin mencionar el tema de respirar, cada vez me cuesta más, ¡mátame de una vez!”

“No sé lo que está pasando, pero no voy a matarte, ni ahora ni nunca. ¿Puedes decirme quién te ha hecho eso? ¿Y de paso por qué estoy herido yo también?”

Al escuchar esa respuesta, Shin no pudo evitar dudar. Examinó detenidamente a Bill, pero no era capaz de notar ningún cambio. La luz de la luna se reflejaba en sus gafas impidiéndole ver sus ojos y su pequeño tupé se había convertido en un flequillo que le tapaba la mayor parte de la frente al caer al mar.

“¿Puedes levantarte el flequillo y enseñarme la frente, Bill?”

Bill hizo caso y se levantó el flequillo.

“No… no… no… no está… no está… ¡no está!”

“¿Pasa algo? Apenas recuerdo nada”.

Shin se puso a reír descontroladamente, reía tanto que hasta le saltaron las lágrimas de felicidad. De pronto un grito de dolor interrumpió su disfrute, y volvió a jadear.

“Bill”.

“¿Sí?”

“Me alegro de verte”.

“Gracias, yo también”.

“Escucha, ahora hay muchas cosas que me gustaría contarte, me gustaría sentarme contigo a tomar unas copas con los demás colegas, pero no va a poder ser. Ya ves en el lamentable estado que estoy”.

“Pero, ¿quién te ha hecho esto?”

“Eso no importa ahora. Escucha, necesito que me lleves a un sitio. Es muy importante, ¿puedes hacerlo o estás demasiado herido?”

“Claro que puedo llevarte. De hecho, voy a llevarte a casa de la doctora ahora mismo”.

“No, no es ahí donde debes llevarme. El sitio que te digo es mucho más importante”.

“Si no te llevo morirás. Anda, ¡vamos!”

“No nos engañemos, voy a morir igualmente. Por eso te pido que me lleves a un sitio. Tengo algo importante que decir a unas personas”.

Bill dudó unos instantes. Examinó a su amigo con detenimiento y vio el tipo de golpes que tenía.

“Por casualidad esas heridas, ¿no te las habré…?”

“He dicho que no te preocupes por eso ahora. No tenemos tiempo que perder”.

“Está bien. Te llevaré a donde quieras”.

Cuidadosamente, cogió a Shin a caballito y se aseguró de tenerlo bien sujeto.

“¿Vas bien así?”

“Sí, pero no te preocupes por mí, sólo llega lo más rápido posible a donde te indique, ¿vale?”

Dicho esto, se adentraron en la isla.

Con el cigarro encendido, Reik observaba a sus dos oponentes, decidiéndose a cual de ellos atacar. Tras echar una calada al cigarro las cenizas cayeron un poco a su derecha, señalando a uno de los dos.

“Las cenizas han hablado, ¡serás el primero en morir!”

Reik se lanzó contra Gabriel, quien se puso en guardia no muy seguro de sus posibilidades.

“Tengo que hacerlo – murmuraba agarrando la empuñadura de su espada, aún envainada – Ya lo hemos hablado y decidido, es como si él no fuera Reik, ¡atacaré!”

Desenvainó su espada y al momento Reik ya estaba casi delante de sus narices. Gabriel estaba algo agobiado por la presión, y aquella cercanía le bloqueó, evitando su ataque. Reik estaba a punto de golpearlo cuando apareció Arturo, desviándole de una patada en la cara que le estrelló contra otra de las chozas, derribando una de sus paredes.

“¡Eh! ¡Era mío!” exclamó el caballero de la rosa.

“Tú tienes algo que hacer. Debes clavarle la rosa amarilla a Miss Jewel y sacarle la información mientras yo entretengo a Reik. No creo que haya que preocuparse por el Capitán Lardo, está disfrutando viéndonos luchar, no intervendrá”.

“Pero yo quiero luchar también. Habíamos quedado en que…”

“¡Mírate! Estas temblando, no serías capaz de atacar ni a una mosca. En realidad te estoy haciendo un favor. Entiendo que no quieras luchar, pero si antes vas a conseguir esa información de Miss Jewel antes podremos dejar de hacerlo”.

“Mmmmmm – Gabriel se quedó dudando durante unos segundos – Vale, ¡pero la próxima vez me quedaré yo luchando!”

“Eso espero”.

“¡Hasta la vista!” exclamó y se marchó siguiendo a Miss Jewel.

Reik se levantó de los escombros de la pared, y de casualidad había un espejo dentro de la choza, donde pudo ver que la marca del zapato de Arturo había quedado en su mejilla. Enfurecido, dio un puñetazo al espejo con tal fuerza que derribó también la pared que había detrás, y por consiguiente, la choza entera.

“¡Te voy a matar! ¡¡Yo soy más fuerte!!”

“Puede que ese sello de tu frente te haya vuelto más fuerte, – pensó Arturo – pero también te ha vuelto más imbécil. Aguanta un poco y volverás a ser tú”.

Miss Jewel estaba siendo llevada por la fuerza fuera de la aldea por los cuatro esbirros que quedaban en pie.

“¡Qué hacéis! ¡Soltadme de una vez! ¡Cuando volvamos os ofreceré en sacrificio!”

“Ruego nos comprenda y perdone, Mi Señora, sólo buscamos su bienestar”.

“¡Dejaos de tonterías! ¡Habéis dejado la celda de la princesa sin protección! ¡Volved allí enseguida!”

“Ya volveremos después, no creo que salga”.

“Vosotros, ¿de qué estáis hablando? ¡Deteneos ahora mismo!”

“Lo que faltaba, el caballero de la rosa, ¡soltadme de una vez e id a por él! ¡Inútiles!”

“¡Sí, Mi Señora!” contestaron a coro.

“¡Esperad! – Dijo uno de ellos – Es uno de los caballeros, sin un plan no tenemos ninguna oportunidad, a pesar de ser cuatro contra uno. Se me ha ocurrido una cosa…”

“Creía que ibais a enfrentaros a mí” dijo el caballero de la rosa viéndoles murmurar.

“Con este plan lo conseguiremos, ¡al ataque!”

Los cuatro esbirros corrieron decididos contra el caballero. Sin embargo, a medio camino se detuvieron al ver algo raro en el suelo, colocándose en círculo alrededor de ello.

“¿Qué es esto?”

“Sí, ¿qué es?”

“Que raro”.

“¿Qué hace aquí?”

“¿No será…?”

El caballero, extrañado por aquel cambio tan repentino de actitud, se acercó a ver qué ocurría.

“Parece caca”.

“No digas eso”

“Es muy bonito”.

“¿Está bueno?”

“No lo sé”.

Ya prácticamente detrás del pequeño grupo, el caballero alzó la cabeza para descubrir aquel hallazgo tan importante.

“¡Ahora!”

Los cuatros subordinados se lanzaron contra el caballero todos a la vez aprovechado que había bajado la guardia. Dos se le pegaron a las piernas y los otros dos a los brazos y torso. Los que se abrazaron a las piernas empezaron a darle cabezazos en el estómago y los que se abrazaron al torso collejas en la nuca.

“¡¿Qué hacéis?! – exclamó sacudiéndose los brazos – ¡Soltadme!”

“¡De prisa Mi Señora! ¡Huya! ¡No aguantaremos mucho tiempo!”

“¡Qué dices! Yo me voy a ver a Reik. Está luchando por mí, lo menos que puedo hacer es apoyarle. Ahora que por fin me he librado de vosotros…”

“Pero Mi Señora, el caballero…”

“Ah, eso no es ningún problema, mirad”.

Miss Jewel se acercó al caballero de la rosa lentamente, sonriendo, aprovechando de sus esbirros le mantenían inmóvil. Alzó su mano dejando ver su anillo con la prominente piedra preciosa roja y lo acercó al rostro del caballero.

“Nos vemos, encanto” dijo sonriendo.

Una onda de choque emergió del anillo tirando al suelo al caballero y a todos los que le agarraban. Al caer al suelo quedaron parcialmente atontados y Miss Jewel se fue caminando dejando a los suyos allí tirados.

Reik se frotaba la cara inútilmente, tratando de quitar la marca del golpe del caballero del fuego, lo que le enfadaba cada vez más. Arturo le observaba manteniendo la guardia.

“Dentro de lo que cabe, hemos tenido suerte. Todos los soldados que dejamos sin conocimiento Gabriel y yo antes de entrar están fuera de los límites de la aldea. Incluso sacamos a los que protegían las chozas del Capitán Lardo cuando entramos por equivocación y los de la de Miss Jewel. No queda nadie por aquí cerca, así que podré emplearme a fondo sin preocuparme de nada”.

“No hay manera, esto no sale – dijo Reik, cansado de frotar – Al menos aplastaré al que me lo hizo para satisfacer mis ansias”.

Reik se lanzó volando de frente a toda velocidad contra el caballero sin intención de frenar.

“¿Qué hace ahora?”

Como si de un misil se tratase, Reik golpeo al caballero en el estómago con un fuerte cabezazo, que lo echó contra otra choza. Arturo consiguió recuperar el control y antes de estrellarse dio una voltereta en el aire y se impulsó en la pared de la choza, regresando al combate. Sin embargo, no veía a Reik.

“¿Y ahora dónde está?”

Reik apareció dando volteretas en el aire y cayó aplastando a Arturo contra el suelo de un culetazo en la espalda. Tras eso estiró los brazos y empezó a generar una onda de energía.

“¡Ahora muere!”

El haz de luz que dejó la onda tras de sí inundó a Arturo, impidiendo que Reik pudiera ver como había quedado tras el ataque. Cuando pudo ver de nuevo, lo único que se encontró fue un agujero en el suelo, pero ni rastro del caballero.

“No está mal” dijo Reik y se giró mirando hacia arriba.

Arturo estaba levitando en el aire, con algunos rasguños y las ropas rasgadas.

“Uf… por poco” suspiró el caballero.

“A ver cómo te apañas con éstas”.

Reik lanzó una pequeña bola de energía bastante extraña, de un color blanquecino con destellos turquesas. Arturo, harto de huir, optó por despejarla de un manotazo. Al hacerlo, su brazo quedó congelado.

“Genial…”

“¿Te gustan? Las inventé cuando estuve entrenando sólo en esta isla. Son ondas de energía combinadas con mi poder helado. Tienen todo el poder destructivo de mi energía y además congelan con la misma efectividad que el Polvo de Diamantes”.

Entonces empezó a lanzar una lluvia de ellas contra el caballero. Arturo, sabiendo que si las despejaba era lo mismo que si le daban, prefirió quedarse quieto, dejando que todos los golpes le dieran de lleno. A los pocos segundos era una estatua de hielo volante.

“¡Ja! – exclamó apretando el puño en señal de victoria – ¡Te lo dije!”

El hielo comenzó a resquebrajarse de nuevo y Arturo se liberó en medio de una llamarada.

“Cuantas veces tengo que decirte que eso no tiene ningún efecto contra mí”.

“¡Ja! ¡Eso no te lo crees ni tú! Puede que te liberes con facilidad, pero durante el tiempo que estás congelado tu temperatura corporal desciende algunas décimas. Aunque uses el fuego para contrarrestarlo la temperatura corporal no se recupera tan rápido. Y aún en el hipotético caso en que lo hiciera, los cambios bruscos continuos acabarían por afectar a tu salud”.

“Seguramente tenga razón. Probaré a anularlas con ondas normales”.

Arturo lanzó una onda de prueba contra una que había lanzado Reik. Las dos chocaron pero la que proyectó Arturo fue consumida por la de Reik, que continuó su camino.

“¡Ja! ¡No te esfuerces! ¡Eso no tiene ningún efecto”.

“Entonces sólo hay una opción, tendré que hacer lo mismo que él. No puede ser muy difícil…”

Arturo se concentró, creó una bola de energía sobre su mano e intentó mezclarla con su poder ígneo, consiguiendo únicamente rebozarla de fuego.

“Espero que esto sirva”.

“¡No tienes ninguna oportunidad!” exclamó Reik.

De nuevo lanzó una lluvia de bolas de energía combinadas con hielo contra el caballero. En esta ocasión, Arturo lanzó su primera bola a modo de experimento. Las dos bolas chocaron, salió un poco de vapor, la bola de Arturo fue desviada en una dirección opuesta y la de Reik lo suficiente como para impedir dar al caballero.

“¡Suficiente para ser la primea vez!”

Arturo comenzó a enviar ondas recubiertas de fuego contra todas las ondas combinadas con hielo que lanzaba Reik. El resultado fue el mismo, los dos tipos de ondas eran desviados, pero las de Reik mucho menos. Además, las ondas de Reik cada vez se acercaban más a su objetivo antes de fallar. El antiguo caballero del hielo estaba ganando terreno rápidamente.

“Esta claro q no puedo competir con él sin experiencia. Si sigo así acabaré cediendo. A ver que se me ocurre… ¡ya sé!”

Desenvainó su espada y la recubrió con fuego. Entonces avanzó volando hacia su adversario, procurando esquivar las mayores ondas posibles y desviando con la espada las necesarias. Con el primer choque, la espada perdió parte del fuego que la envolvía, con el segundo el fuego se apagó y al tercero la hoja se congeló, por lo que como no podía congelarse más, desde entonces desvío todas las ondas que pudieran tener alguna posibilidad de alcanzarle, por pequeña que fuera.

“¡Prueba un poco de tu propio hielo, a ver si te refresca la mente!”

El caballero alzó la espada al frente mientras continuaba volando, con el fin de clavarla en su objetivo.

“¡Un ataque tan directo y obvio no te servirá de nada!”

Reik saltó para evitar la espada, la cual iba directa a clavarse en el suelo. En el último momento, Arturo soltó la espada, dio una voltereta en el aire y se apoyó en la empuñadura, saltando hacia arriba, donde se encontraba Reik.

“¿Y eso?”

Para compensar que al saltar hacia arriba iba perdiendo velocidad poco a poco, Arturo alzó los dos brazos y dio un puñetazo con ambos puños a Reik en su estómago. No contentó, mientras mantenía el golpe abrió los puños y cargó dos ondas de energía en las palmas de la mano. Al lanzarlas arrastraron al antiguo caballero hacia el cielo y cuando empezó a faltar oxígeno explotaron pegadas al cuerpo de su objetivo, creando un par de fuegos artificiales.

Miss Jewel llegó en ese momento y lo vio.

“¡Reik! ¡No! ¡No puedes morir!”

Arturo regresó a tierra y recuperó su espada.

“No se preocupe, no sería un caballero si pudiera morir tan fácilmente. Por cierto, ¿cómo que Gabriel no está…?”

“¡Ya me he encargado de él! ¡Y ahora me encargaré de ti personalmente!”

“¡Eso habrá que verlo!”

“¡¡¡¡¡Tu adversario soy yo!!!!!” se escuchó desde el cielo.

Ambos miraron hacia arriba. Reik estaba en el cielo, enfurecido, pero sonreía. Tenía arañazos por todo el cuerpo, en especial rasguños en la cara, acompañando a la marca del zapato de antes. Su ropa estaba rasgada, en especial por el torso, que se encontraba en un estado lamentable después del último ataque.

“Ya era hora de encontrar a un rival digno de mí. Mereces que reconozca tu poder, Arturo”.

“Gracias” respondió con tono egocéntrico.

“Así que debes ser capaz de enfrentarte a un reto mayor”.

“¿Cómo?”

Reik extendió los dos brazos en paralelo con las palmas abiertas, y empezó a cargar una onda de energía entre ellas. Comenzó siendo una pequeña concentración de energía, pero crecía y crecía, haciéndose notar su poder.

“¡¿Qué haces?! ¡Si lanzas eso aquí destruirás toda la aldea! ¡Matarás a todos los guardias que están fuera de combate y que no pueden huir! ¡Es una locura! ¡Has dicho que tu adversario soy yo!”

“Tú lo has dicho, eres mi adversario, si recibes el golpe nadie resultará herido. Y no te preocupes por la aldea, está onda también esta impregnada de mi poder de hielo. Sólo será destruida la zona del impacto, la onda expansiva sólo congelará todo a su paso”.

“¡Miss Jewel también está aquí!”

“Y a mí que me importa”.

“¡Reik! ¡Detén ese ataque ahora mismo!” exclamó Miss Jewel.

“No se esfuerce, el sello que le ha puesto en la frente estaba brillando como nunca lo había hecho jamás. Ha creado un monstruo y ahora está fuera de control. Espero que esté satisfecha”.

“Esto se pone interesante” dijo el Capitán Lardo observando desde una roca con sumo interés.

“¡Neo Freezing Attack!” exclamó Reik y proyectó la onda contra Arturo.

En la zona donde tuvo lugar la batalla de Fidel, en medio de árboles quemados y derrumbados, cadáveres de todo tipo de insectos y fuerte hedor a muerte, Wancho estaba tirado en el charco de barro donde le había dejado Jonyo. Estaba quieto, como muerto, y un deprimente estado físico. Sin embargo, abrió los ojos con suavidad, delante de su cara estaba el cadáver de una cucaracha, con el abdomen destripado, cubierta de un extraño líquido verde que debía ser el equivalente a la sangre en los humanos y parcialmente quemada. Conmovido ante aquella escena tan triste, alzó el brazo y cogió el cadáver con pena.

“Lo-lo he perdido, lo he perdido todo. Ese caballero me ha quitado todo lo que tenía…”

Con mucho esfuerzo, consiguió levantarse y, con paso tranquilo y sosegado, dio una vuelta por aquel desolador paraje donde sólo habitaba la muerte.

“Y ahora, ¿qué puedo hacer?” murmuró.

De pronto algo cambió en su mirada. Parecía haber recuperado las ganas de vivir, haber conseguido un nuevo objetivo fuera de aquel lugar.

“Aún puedo hacer algo, hay una persona que me necesita, a quien puedo proteger. Esos caballeros se fueron para matarla, y yo debo impedirlo. ¡Te salvaré, Mi Señora!” exclamó con orgullo y se fue hacia el campamento andando despacito.

lunes, 8 de octubre de 2007

Episodio LVI

Hola, perdonad por este día de retraso, pero no sabéis lo que cansa pasarse el Monkey Island II por la mañana y el Sparking Meteor por la tarde xD pero bueno, para mi fortuna o desgracia, no me quedan juegos de PC a los que jugar (que no requieran el botón derecho del ratón) y como no me rula, pues no puedo seguir, así que podré volver a dedicar tiempo a esto, que a ver si se acaba ya!!!! que llevo casi 220 páginas y el otro tenía sólo 178. De todas formas, el retraso está compensado en el tamaño, xq se me han ocurrido más cosas. En fin, ahí va.

Título: The Diamond Dust Rebellion

Tamaño: 10

Dedicado a: N/A


Episodio LVI

S

obre las ruinas de la choza de Miss Jewel y con un cigarro apagado en la boca, Reik rebosaba emoción, su marca de labios brillaba sin cesar, esperando el momento oportuno para atacar.

“¡¿Qué demonios estás haciendo?! – Gritó Miss Jewel – ¡Mátalos de una vez!”

A pesar de las órdenes de la mujer, Reik se mantenía en posición.

“Nos está esperando” dijo Arturo.

“¿Cómo?”

“Sí, a pesar de estar controlado por Miss Jewel, no ha perdido sus principios de caballero. No nos atacará hasta que nosotros estemos también en posición”.

“Pues no le hagamos esperar más, se ve que está ansioso por empezar”.

Arturo y Gabriel se colocaron en posición. Reik comprendió la señal y comenzó.

“¡Diamond Dust!” exclamó.

Una ventisca heladora surgió de Reik, avanzando hasta los dos caballeros. Gabriel esquivó la ráfaga saltando en otra dirección, pero Arturo se quedó donde estaba.

“¡¿Qué haces?! ¡¿Es que no conoces este ataque?! Parece una ráfaga de viento helado inofensiva, pero en ella se esconden minúsculos trocitos de hielo tan pequeños como las caras de un diamante tallado que se van acumulando sobre tu cuerpo hasta congelarte, por eso se llama Polvo de Diamantes. Hazme caso y sal de ahí”.

Entre tanto, Miss Jewel estaba dentro de la zona de alcance del ataque, animando a Reik desesperadamente y al borde de un ataque de nervios.

“Eso es… ¡acaba con ellos! ¡Conviértelos en estatuas de hielo para que me rindan homenaje!”

El pequeño grupo de subordinados que quedaba se lanzó a por ella y la sacó de allí por la fuerza.

“Mi Señora, tiene que salir de aquí, es peligroso”.

“¡Dejadme en paz! ¡Inútiles! ¡Deberíais aprender de él!”

De acuerdo con la predicción de Gabriel, pequeños cristales de hielo comenzaron a aparecer sobre el cuerpo de Arturo, aumentando de tamaño, expandiéndose hasta juntarse en un único cristal que recubrió todo su cuerpo, convirtiéndolo en una estatua de hielo.

“¡Ves! ¡Te lo dije!” exclamó Gabriel desde la retaguardia.

“Ya tengo a uno – dijo Reik sonriendo – Ha sido muy fácil”.

Avanzó hacia Arturo con intención de romper su estatua en mil pedazos. Mientras se acercaba vio como la cobertura de hielo empezaba a agrietarse, por lo que aumentó la velocidad. Desgraciadamente, Arturo hizo estallar la carcasa de hielo en mil pedazos con una llamarada desde dentro, quedando apenas unos tristes trozos por sus castaños cabellos. Reik intentó frenar, pero la velocidad adquirida era demasiada como para reducirla en tan poco espacio, por lo que vio como el caballero del fuego sonreía al verle acercarse.

“Si pretendes derrotar al caballero del fuego con hielo, me has decepcionado, Reik”.

Aprovechando que Reik venía hacia él y era un blanco fácil, le dio un puñetazo en el estómago que lo frenó en seco y, cubriendo el otro puño con unas suaves llamas, le dio un flamante golpe en la barbilla que hasta le encendió el cigarro. El golpe lo elevó por los aires, pero el caballero dio una voltereta hacia atrás en el aire y cayó de pie.

“Gracias” dijo echando una calada al cigarro.

“No hay de que”.

“Me parece que yo aquí sobro…” dijo Gabriel.

Shin respiraba con notable esfuerzo, sus movimientos eran cada vez más lentos y empezaba a dejar de sentir su torso.

“Lo notas, ¿verdad? No te llega el aire. Es normal, te he atravesado un pulmón. Cuando tratas de respirar con los pulmones perforados estos no se expanden y dejas de respirar, creando una dolorosa agonía que acaba en muerte por asfixia. Pero no te preocupes, es posible de que antes de que llegue ese momento ya hayas muerto por hemorragia interna”.

Shin intentó un par de débiles de golpes que fueron evitados con suma facilidad. Desesperado, cerró los ojos y dio un puñetazo al frente, acertando en su enemigo, creyéndose por un momento afortunado de dar en el blanco, fortuna que desapareció cuando escuchó el sonido metálico de la férrea defensa de su rival, descubriendo que lo único que había conseguido era hacerse daño en el puño.

“Si no eres capaz de dejar las manos quietas, te las pararé yo”.

Con dos certeros golpes a ambos lados del codo, el brazo entero de Shin comenzó a ponerse rojo, a mucha mayor velocidad que su pecho, el cual se iba enrojeciendo poco a poco. A los pocos segundos del impacto, Shin ya era incapaz de moverlo.

“Veo que no pierdes el tiempo, ¿eh?” dijo Shin ente hondas respiraciones.

“Te quedan menos de dos minutos”.

Sin ninguna intención de rendirse, Shin propinó un tremendo cabezazo a su adversario en medio de su rostro, consiguiendo romperle las lentes de las gafas en cientos de pedazos, doblándole la montura y haciéndose ambos una herida en la frente.

“Ah… no esperaba un golpe como ese. No suelo activar el Muro de Hierro en la cabeza porque es malo para la piel, por eso has conseguido golpearme, no te hagas ilusiones con la victoria. Además, tú también has salido herido”.

“Je, no creas que pretendo ganarte con un golpe tan simple, únicamente era para dar una vía de escape a la sangre que tus técnica contiene en mi interior, así recuperaré la movilidad. Y si nunca activas tu defensa en tu rostro, tenlo en cuenta para la próxima vez”.

“Con esa tontería sólo ganarás otro par de minutos, no cambiará el resultado final. Y tengo una mala noticia para ti, ¡no habrá una próxima vez! No sólo me has ensuciado con mi propia sangre, lo cual ya me parece lo bastante asqueroso, ¡sino que también has cometido la osadía de mancharme con la tuya! ¡Pagarás por ello!”

Sin dilación ninguna, Bill asestó otro par de certeros golpes a cada una de las piernas de Shin, que comenzaron a ponerse rojas al instante. Shin se tambaleó un poco, caminó buscando un árbol mientras aún podía controlar sus pies, pero en medio de la arena de la playa no había ningún sitio en el que apoyarse.

“¡Cae de una vez!”

A modo de golpe de gracia, con gran soltura y elegancia, Bill tiró de una patada en la cara a su adversario, que cayó sobre la arena boca arriba, ya sin poder moverse.

“Tu pecho, tus dos piernas y uno de tus brazos han caído bajo los efectos de mi técnica.

Tu último brazo sufrió los efectos secundarios de tu Corte al Límite y está totalmente debilitado. No puedes hacer nada para ganar. Tampoco tiene sentido dejarte ahí sufriendo. Yo he recibido una educación, y como amigos que fuimos en el pasado, lo menos que puedo hacer es darte una muerte digna. Sin rencores…”

Bill se preparaba para dar el golpe final a su adversario, cuando vio que éste sonreía.

“¿Qué te ocurre? ¿Es que morir te hace gracia?”

“No… – susurró desde el suelo – Es que voy a ganar”.

“¿Cómo?”

“¡Has tenido un fallo! ¡Me has dejado un brazo! ¡Corte al Límite!”

“¡No! ¡A esta distancia no puedo esquivarlo!”

En un acto reflejo, uso sus brazos para cubrirse, pero no pudo evitar que la técnica de Shin le diera de lleno. Su defensa férrea enfrentada con la onda de choque del ataque provocó un aluvión de chispas que cegaron a ambos combatientes. La fuerza del Corte al Límite era demasiado potente como para retenerla con los brazos, por lo que no tardaron ser rechazados, avanzando al ataque hasta el cuerpo. Ahí las chispas comenzaron de nuevo. El Muro de Hierro impidió que fuera cortado por la mitad, pero no pudo librarse de una herida bastante profunda a lo largo de todo el pecho. Por otro lado, aunque oponía toda la resistencia posible al ataque, éste le fue empujando hacia atrás hasta tirarle al mar, donde se sumergió sin dejar rastro.

Realizar aquella técnica de nuevo, le costó a Shin su último brazo, el brusco y veloz movimiento de su brazo hizo que la sangre se colapsara en las venas de la mano, inflándolas hasta reventar, e inundando de sangre toda la zona por el interior. Tras ello, se quedó tumbado en la arena sin poder hacer nada.

“No puedo mover ninguna parte de mi cuerpo. Con sólo un pulmón pronto no podré respirar. Al menos, con el cuerpo lleno de sangre por dentro, no pasaré frío, así que la alergia no aparecerá para hacerme sufrir más. No me arrepiento de nada. He obrado como debía, lo único que lamento es no poder pasar los últimos momentos con los míos, y con la princesa. Caballeros, os dejo el resto a vosotros, no dejéis triunfar a Miss Jewel”.

El sonido de un chapoteo en el agua interrumpió su monólogo. En un instante pasó del mayor momento de gloria de su vida a la más absoluta de las miserias. Muerto de miedo, intentó levantar la cabeza, que era lo único que aún parecía obedecerle, para ver lo que pasaba.

“No… No puede ser… Él… Él ha…”

El abominable ser creado por Wancho atacaba sin cesar al caballero de la tierra, que huía de un lado para otro como un pájaro asustado.

“¡¿Quieres que te eche una mano?! – exclamó Jonyo desde el árbol mientras observaba el espectáculo – Con chasquear los dedos todo tu sufrimiento acabará como si fuera la chispa, nunca mejor dicho, de la vida, jajaja”.

“¿Qué? ¿Te diviertes? Para tu información, puedo perfectamente con este tipo yo sólo, ¡mira!”

El monstruo de bichos estaba delante de él, levantando su pie con intención de darle un pisotón. Fidel cargó una onda de energía y la proyectó contra el pie cuando intentaron aplastarle, desintegrándola por completo, quedando el monstruo cojo.

“¿No te dije que era inútil?” dijo Wancho.

Otro montón de cucarachas, escarabajos e insectos de todo tipo suplieron a los caídos en combate y el monstruo fue recuperando su pierna desintegrada.

“Así no vamos a ninguna parte… No quería hacerlo, pero tendré que utiliza la nueva técnica que he estado entrenando estos días”.

“¿Nueva técnica? – Pensó Jonyo interesado – Eso suena bien”.

“¡Aquí voy! – Exclamó – ¡Caos Granítico!”

La tierra comenzó a temblar por los alrededores del caballero mientras él mantenía una suave sonrisa. El suelo comenzó a abrirse por varias zonas y unas enormes rocas emergieron del mismo y se juntaron en un mismo cuerpo. Una gran roca redonda sirvió de tronco, cuatro rocas enormes y alargadas sirvieron de extremidades, una roca redonda más pequeña se colocó en el extremo de cada extremidad, y una última roca redonda, un poco más grande que las anteriores, se colocó como cabeza. El caballero dio un salto y se posó en lo más alto de su creación.

“Te presento… ¡a mi monstruo de granito, una de las mejores rocas volcánicas!”

“¿Y esa es tu nueva técnica? – pensó Jonyo – Pero si has hecho lo mismo que él…”

“Ahora lucharemos al mismo nivel, ¡en guardia!”

“¿Qué piensas hacer con eso?”

“¡Pienso hacer esto!”

El caballero dio orden a su monstruo de piedra de asestar un fuerte puñetazo a la cabeza del monstruo. Los bichos que la formaban salieron disparados en todas direcciones y los restos de los que murieron con el impacto se quedaron pegados en la piedra. Después dio otro puñetazo al centro del monstruo, donde Wancho asomaba su cabeza. La enorme piedra penetró entre la maraña de insectos, empujando tras de sí al pueblerino hasta sacarlo de la estructura y finalmente estrellarlo contra un árbol. Al caer Wancho, su bestia también se desmoronó, llenando todo el suelo de bichos, como si de un mar negro se tratase.

“Por muy fuerte y poderosa que sea una técnica, si el que la ejecuta cae, la técnica lo hace también”.

“Entonces… – dijo Wancho en el suelo mientras escupía sangre y se observaba, cubierto con los restos de los insectos que murieron con el primer puñetazo – me aprovecharé de la tuya”.

Los insectos volvieron a arrejuntarse, esta vez alrededor del monstruo de piedra de Fidel. Fueron subiendo de abajo a arriba, sin dejar un solo espacio por el que se pudiera ver el granito. Al llegar a la roca que simulaba la cabeza, Fidel tuvo que saltar para que los insectos no le engulleran a él y pisó el suelo de nuevo.

“¿Por qué has hecho eso? Los insectos no son capaces de devorar las rocas. Además, el Caos Granítico no fue creado con el fin de crear un monstruo de piedra. Es mucho más sencillo”.

“¿Ah, sí? ¿Y para qué lo hiciste?”

El caballero chasqueó los dedos y la roca que servía de puño del ser de piedra se desprendió del cuerpo, proyectándose contra el pueblerino. A pesar de ser de las más pequeñas, tenía el mismo tamaño que el hombre, y le estrelló de nuevo contra el árbol. Los insectos que recubrían la cara del choque murieron con el impacto, escuchando Wancho sus gritos de dolor antes de morir e impregnándose, una vez más, de sus restos mortales, lo que agravaba su desesperación.

“¡¡¡¡¡¡¡NOOOOOO!!!!!!! ¡¡¡Lo has hecho a propósito!!! ¡¡¡Has matado a mis queridos bichos estrellándolos contra mi cuerpo!!!”

Fidel hizo varios movimientos con las manos y esta vez todas las rocas que formaban su monstruo se separaron y fueron a por Wancho una tras otra. Él no dudó un segundo y las fue esquivando, al ser tan grandes, tenían poca velocidad y era capaz de evitarlas con facilidad, pero cuando chocaron contra el suelo los insectos que las recubrían fueron aplastados sin remedio.

“Ahora no me eches a mí la culpa de su muerte. Has sido tú quien se ha apartado dejándoles morir”.

Wancho observó sus cuerpos. Un escarabajo todavía movía una pata, que fue deteniéndose poco a poco hasta quedarse quieta. Las piedras pequeñas que servían de extremidades se levantaron del suelo mientras Wancho lloraba la muerte de su pequeño ejército. Una de ellas se abalanzó sobre él por detrás dándole un fuerte golpe en la espalda. Acto seguido, vino otra por delante chocando de lleno en su barbilla. Las dos últimas se precipitaron hacia él a la vez, pero Wancho ya las había visto, saltó un segundo antes del impacto y las dos rocas se rompieron en decenas de pedazos al chocar. Al igual que en los anteriores ataques, los que de verdad sufrieron el golpe fueron los insectos que los recubrían, pareciendo más ya aquella zona un cementerio de insectos que un campo de batalla.

“Vaya, he fallado el último.” pensó Fidel.

A pesar de todos los golpes recibidos, Wancho se levantó de nuevo.

“¿Cómo puede moverse después de semejantes golpes? Sólo su determinación lo mantiene en pie”.

“No… no voy a perder. Te derrotaré, te mataré, ¡y llevaré tu cabeza a Mi Señora en una bandeja de plata!”

Fidel, harto de aquella batalla sin sentido, bajó la guardia.

“Mírate. No dejas de echar sangre por la boca, estás cubierto por los restos de tus propios insectos, que usabas para atacar. Tienes golpes, magulladuras y arañazos por todo el cuerpo, estás temblando y apenas te tienes en pie. Y todo por esa mujer a la que llamas Mi Señora. ¿No deberías pensar un poco en ti mismo?”

Wancho se observó. La descripción del caballero no podía ser más exacta. Por un momento, la marca de labios de su frente perdió brillo y el fulgor de sus ojos bajó. Había estado arriesgando su vida por una persona a la que no le importaba lo más mínimo, que le repudiaba, utilizaba y humillaba cuando le venía en gana.

“Ti-tienes razón. Ven aquí y démonos la mano”.

“Así me gusta”.

Fidel avanzó hacia su, hasta entonces oponente y le extendió el brazo en señal de amistad. Wancho dudó unos segundos y finalmente le estrechó la mano al caballero.

“¿Ves? Nunca es tarde para tomar el camino correcto”.

Jonyo observaba la escena boqui abierto desde su nueva posición.

“¿Qué? ¿Ya? Será broma, ¿no? Vaya puta mierda de final”.

Fidel, orgulloso de haber enderezado a un subordinado de Miss Jewel, escuchó de pronto unos leves gemidos. Wancho mantenía la cabeza baja, la diferencia de alturas impedía al caballero observar lo que lo ocurría, pues Fidel era bastante alto y su nuevo amigo algo bajito.

“¿Qué te ocurre? ¿Te has emocionado?”

“Sí, nunca imaginé que hubiera alguien tan ingenuo”.

“¡¿Qué?!”

Wancho levantó la cabeza con una sonrisa de oreja a oreja, el fulgor de sus ojos y el brillo de los labios en su frente habían recuperado el tono habitual. Fidel intentó soltar su mano, pues aún perduraba el estrechón, pero su oponente le mantenía en el sitio con todas sus fuerzas.

“¿Dónde vas? ¿Tienes prisa? ¡Wajajaja!”

“¡Suéltame!”

“¡Ah bueno! – Exclamó Jonyo – Esto está mejor”.

Mientras Wancho mantenía fijo al caballero, un montón de arañas empezaron a corretear por su cuerpo tejiendo una tela tras de sí. A pesar de los esfuerzos del caballero por liberarse, cuanto más empeño ponía en conseguir su libertad, más difícil le era conseguirlo. Al cabo de unos minutos estaba envuelto en una tela de araña y no podía mover ni un brazo.

“Jijijijiji, ahora voy a devolverte todo el daño que me has hecho. Te he estado observando, y para dirigir las piedras tienes que usar las manos, no te vale con la mente, por lo que por muy caballero de la tierra que seas, si no puedes moverte, estás bajo mi control”.

“¡Maldito! ¡Yo he confiado en ti! ¡Te he ofrecido mi amistad!”

“La única persona en quien confío es en Mi Señora. No necesito a nadie más. Y si para cumplir sus deseos tengo que poner mi vida en juego, ¡lo haré!”

“¿Pero es que no te das cuenta de que para Miss Jewel no eres más que un peón sacrificable? ¡Si murieras no le importaría lo más mínimo!”.

“¡Es suficiente!”

Wancho propinó un puñetazo a Fidel en la boca para hacerle callar. Sin embargo, nada más lo retiró el caballero continuó con su insistencia.

“¡Reacciona! ¡No te mereces esto!”

“¡Todo lo que digas es inútil!”

Visto que el caballero no había tenido suficiente con un solo golpe, Wancho comenzó a darle puñetazos en la cara uno detrás de otro. Al poco rato Fidel tenía los dos ojos morados, sangraba por la boca y la nariz y su rostro empezaba a desfigurarse.

“Vamos… Tú puedes”.

“Si no te basta con desfigurarte la cara, empezaré con el cuerpo”.

Dicho y hecho. Wancho comenzó a destrozar el cuerpo de Fidel a golpes, en esta ocasión combinando puñetazos y patadas. Sus golpes no eran especialmente fuertes, pero la continuidad de los mismos los hacía notar.

“¡Golpéame todo lo que quieras, nunca admitiré que una persona esté por encima de otra!”

Al escuchar esas palabras, Wancho cesó su ofensiva y se retiró unos metros.

“Te alejas… ¿Ya has entrado en razón?”

“Parece que, por alguna razón, tienes especial interés en morir de una forma lenta y dolorosa, así que voy a concederte tu petición”.

Un grupo de abejas apareció desde el horizonte y se colocaron alrededor del caballero, volando, cubriendo una zona amplia. Fidel, temiendo lo peor, intentaba liberarse de la tela de araña por todos los medios.

“¿Vas a hacer que todas esas me piquen hasta morir? Que cruel…”

“¡Wajajaja! No, no te preocupes, si hiciera eso no tendría gracia. Un caballero se merece un final más digno. Te explico, las abejas, en ciertas ocasiones, tienes enfrentamientos con las avispas, sus peores enemigas. Unas veces las abejas atacan a las avispas y otras veces al contrario. Cuando las avispas atacan a las abejas, utilizan un curioso sistema defensivo. Se colocan volando alrededor de las avispas y empiezan a vibrar. Haciendo eso, la temperatura de la zona cubierta por las abejas aumenta, y como las abejas soportan unos pocos grados más de calor que las avispas, éstas acaban muriendo. Es increíble lo que hacen las abejas para proteger el panal, elevan la temperatura del aire hasta sólo unos grados menos de lo que sería mortal para ellas. Todo para proteger a la abeja reina. Sí, tal y como hago yo con Mi Señora, por eso voy a acabar contigo de esa forma, porque me siento identificado con su comportamiento”.

Tras ese emotivo discurso, las abejas empezaron a vibrar alrededor del caballero y la temperatura comenzó a aumentar poco a poco.

“Y cuando estés apunto de asarte como un pollo, yo…”

“Tú, ¿qué?”

“¡Venid a mí! ¡Últimos insectos de la isla!”

De pronto empezaron a aparecer bichos procedentes de todas partes, como si fueran un batallón dispuesto para la batalla final. El suelo, el aire, las orillas del agua, las grietas, el césped, el interior y la superficie de la tierra… No hubo un solo lugar del que no viniera, aunque fuera, un pequeño grupo de insectos. Todos ellos cubrieron a Wancho de nuevo creando, por segunda vez, su figura en gigante.

“Yo te aplastaré como si fueras un insecto de los que tú has aplastado, ¡y así los vengaré a todos!”

La defensa de las abejas ya empezaba a tener efecto en el caballero. Su piel estaba pasando de morena a rojiza por el calor y empezaba a marearse, pero mantenía su sonrisa de seguridad en sí mismo, en su victoria.

“¿Sigues pensando en ganar este combate?”

“Te diré una cosa… ¡aguantando no me gana nadie!”

El caballero comenzó entonces a gritar a la vez que expulsaba energía sin control. Una suave aura blanca apareció sobre sus pies. La temperatura del aire comenzó a subir a mucha mayor velocidad. El cuerpo del caballero sufría la subida de temperatura al igual que las abejas, era una batalla de desgaste. A Fidel comenzaban a saltársele pequeños trozos de piel, y a incinerarse cabellos sueltos mientras que las abejas comenzaban a vibrar con menos fuerza y alguna hasta se caía al suelo. Al verlo, la autoestima de Fidel aumentó, y con ello la fuerza con la que gritaba y expulsaba energía. Las telas de araña que le apresaban se consumieron ante la subida de temperatura y al fin fue libre, lo que aumentó aún más sus ganas de vencer. El aura cubrió entonces todo su cuerpo y su área de alcance se amplió hasta alcanzar al monstruo de bichos de Wancho.

“¡No! ¡Esto no puede estar pasando! ¡¡¡NOOOO!!!”

Las abejas empezaron a arder, caían una tras otra, por lo que al poco tiempo el caballero era el único que hacía aumentar la temperatura del aire. Su cuerpo estaba rojo como un tomate, probablemente al borde de una insolación y de deshidratarse, pero ese riesgo era necesario para alcanzar su objetivo, por lo que continuó expulsando más energía.

“¡Para ya! – Exclamó Jonyo – ¡Al final vas a ser tú quien muera!”

No podía oírle. Estaba demasiado concentrado como para hacerlo. Cuando cayeron todas las abejas, Wancho se sirvió de su monstruo de insectos para intentar un ataque. Al acercarse todos los insectos que formaban su estructura comenzaron a arder de la misma forma que lo habían hecho antes las abejas y Wancho se vio envuelto y atrapado en un mar de bichos en llamas. Su silueta comenzó a deformarse, hasta quedar en un simple montón de cadáveres calcinados en el que él aún seguía atrapado, medio en llamas, retorciéndose y asomando los brazos pidiendo ayuda.

“Esto no pinta bien…”

Jonyo voló hacia el montón de insectos calcinados y agarró el brazo de Wancho, sacándolo de allí. Su cuerpo estaba cubierto en llamas y tenía pegados trozos de insectos quemados por todo su cuerpo. Al ver un pequeño charco de barro, le arrojó ahí para salvarle la vida. En ese momento, Fidel cesó de expulsar energía y cayó al suelo de boca.

“Increíble… No ha parado porque su oponente ya haya sido derrotado, sino por agotamiento. Ha llegado a su límite”.

Después observó el entorno. Estaba todo quemado tanto por las explosiones de Wancho como por el aumento de temperatura, había varios árboles caídos y estaba todo lleno de insectos muertos.

“Se acabó… Aunque ese tipo se levantara, no tiene bichos para atacar, los últimos vinieron de muy lejos, ha debido extinguirlos en toda la isla. Y aunque, por alguna casualidad vinieran, toda la zona está aún bajo los efectos del aumento de temperatura, según llegasen, morirían de calor. Este combate a terminado”.

Se acercó hasta Fidel y le cogió echándole un brazo al hombro. Al hacerlo, éste abrió los ojos.

“Felicidades, te ha costado, pero lo has conseguido”.

“¿Qué ha pasado con él?”

“No creo que vuelva a molestarnos. Ahora vámonos, nos están esperando” dijo y ambos se fueron volando apoyándose el uno en el otro.