domingo, 30 de noviembre de 2008

Episodio LXXIV v 1.1

Hoy, la verdad, no hay nada que contar, así mejor leeis el capítulo más rápido xD

Agradecimientos a:

  • Mi primo, por ponerse al día y así poder haber colaborado con la elaboración del pasado de su personaje. Ahora ya habrá tres comentarios por capítulo ^^
  • El diccionario de sinónimos ¿qué haría yo sin él? O mejor dicho, ¿que haré sin él? Porque no es mío, algún día tendré que devolverlo...

Título: Kami no Kodomo (El Hijo de Dios)

Tamaño: 7'5 (me ha quedado mazo de triste)

Dedicado a: La madre, el padre, y la hermana de mi primo

Episodio LXXIV

H

ubo un silencio molesto durante unos instantes. JesuCristo miraba a todos los presentes, pero sólo Arturo le devolvía la mirada, estudiándole con curiosidad al haber oído . Gabriel y Peter miraban hacia otro lado, queriendo evitar sus ojos, mientras que el sacerdote miraba hacia el suelo entristecido por la situación. Puesto que nadie contestaba a su pregunta, el joven insistió.

“¡Os he hecho una pregunta! ¡Contestad!”

“Sí, ya te he oído – respondió el caballero del fuego, al ver que los demás no parecían tener interés en entrar en la conversación – pero yo tengo una pregunta mejor, ¿Cómo es que eres JesuCristo? Ni siquiera tienes barba...”

“No soy el JesuCristo del que has oído hablar, soy su reencarnación, que ha sido tan ansiadamente esperada por todos nuestros creyentes. Supongo que Dios eligió esta era de desgracia y desolación para mi llegada para hacer resurgir a la religión cristiana del lamentable estado en que se encuentra y recuperar su posición hegemónica en el mundo sobre el resto de las religiones, al ser la única que no es una secta”.

“Pero sigues in tener barba”.

"JesuCristo también tuvo diecisiete años, y a esa edad tampoco tenía barba”.

“Tampoco tienes el pelo largo”.

“Me lo estoy dejando, ¿acaso no se nota? Además, te estás desviando de la conversación, ese no es el tema. ¡Shinkan! Ya te dije la otra vez cuando trajiste a esos dos que no quería verlos por aquí, ¿¡y me voy toda la noche a rezar a la torre de piedra y ahora traes a otro!?”

“¿No es el deber de un cristiano ayudar al débil?”

“Sí, es cierto, Shinkan. Pero no debes olvidar, que ellos vienen del mundo exterior, son parte de toda esa gente que nos desterró a esta isla, que nos despreció, que nos culpó de sus desgracias, que nos escupió en la cara. Entiendo que al encontrarles perdidos por el desierto, les dieras agua y comida, pero ya es suficiente, ya has cumplido. Ahora tienen que marcharse. Ni siquiera sabemos si no les han contratado los musulmanes para acabar con nosotros. Sí, somos cristianos, pero estamos en una guerra. No podemos comportarnos como estuviéramos en un período de paz. Podemos sufrir un ataque en cualquier momento, y lo sabes”.

“¿No estás siendo un poco duro con él? Nosotros no hemos venido a buscar problemas”.

“No estoy hablando contigo, caballero. Ahora me voy, más vale que cuando vuelva no estéis aquí”.

JesuCristo dejó la habitación, y cuando lo hizo, una nube tapó el poco sol que había, dejándoles de nuevo casi en la oscuridad.

“Ahora en serio, ¿quién era ése?” preguntó Arturo.

“Era quien has oído – habló por fin Gabriel – El líder de este pueblo y la reencarnación del profeta de la religión cristiana, JesuCristo”.

“Nosotros ya es la segunda vez que le vemos, y tampoco los dio una cálida bienvenida” dijo Peter.

“Por favor, os ruego que le comprendáis. Además de líder religioso, también es el protector de esta isla, es normal que tema por su seguridad, y más siendo él”.

“¿Qué quieres decir con eso?” preguntó Arturo.

“Él... Sufre... Es así porque se equivocó en el pasado y quiere compensar al pueblo protegiéndolo”.

“¿Podemos preguntar qué ocurrió? – preguntó Gabriel – Tal vez así me caiga un poco mejor...”

“Está bien... Os lo contaré. Él era un niño normal, del tipo que hacen la comunión por los regalos – reía – y que vivía con su padre, su madre y su hermana pequeña. De pequeño, era muy bueno, obedecía en todo lo que se decía, comía de todo, le encantaban las albóndigas de su abuela, y sonreía en todo momento. Su madre era muy estricta con los dos hermanos y, a pesar de que era por su propio bien, él creció con un resentimiento en su interior al sentirse privado de libertades. Veía como sus compañeros de colegio tenían todo tipo de comodidades materiales que su madre le rechazaba para no malcriarle, pero, como niño que era, no lo comprendía, y las deseaba. Creía que en las casas ajenas todo era diversión, y se sintió desplazado desde que nació su hermana pequeña, creyendo que él ya no le importaba nada a sus padres.

En medio de su adolescencia, hace pocos años, acabó matando a todos los miembros de su familia uno por uno. Según su propia declaración, había tenido una fuerte discusión con su madre por una, según él, injusticia en relación a su hermana, al parecer cobraban lo mismo de paga y él tenía tres años más, por lo que termino yéndose de casa aquella noche cogiendo un chocobo sin permiso. Su madre se quedó en vela esperándole mientras que su padre salió a buscarle con otro chocobo. Cuentan que consiguió alcanzarle y que hubo una persecución a gran velocidad. El padre terminó tropezando con resaltó en la calzada por ir a demasiada velocidad y se cayó del chocobo, haciéndose graves heridas en la cabeza. Para asegurarse de que no volviera a perseguirle nunca más, le arrolló con el chocobo acabando con su vida al primer pisotón. Después volvió a su casa, sin decir nada de lo que había ocurrido, cerró la puerta por dentro y rompió la llave dentro de la cerradura, haciendo imposible entrar o salir a nadie. Negó haberse encontrado con su padre, Su madre empezó a echarle la bronca y a decirle que no volviera a escaparse jamás, cuando agarró una silla que tenía que tenía cerca y se la estampó en la cabeza a su madre, que después se dio en el cabeza con el pico de una mesa al caer, muriendo en el acto. Su hermana escuchó el golpe y se asomó a ver que pasaba. Al ver a su madre cubierta de sangre, intentó huir gritando y pidiendo ayuda. Descubrió la puerta sellada y probó con las ventanas, al ver que su hermano había ido a la cocina y llevaba un cuchillo, pero se encontró con que usaban rejas en todas ellas. Ya desesperada y llorando, se encerró en su propia habitación, y trató de colocar obstáculos para impedir el avance de su ejecutor, en vano. Abrió la puerta de una patada quitando todo de en medio, y su hermana se agarró a las rejas y empezó a gritar pidiendo ayuda. Un testigo dijo que la vio y que intentó gritar su nombre, pero que su grito se ahogó a la mitad al recibir la primera puñalada en la espalda. Cayó sobre la cama, donde continuó apuñalándola hasta que sació sus ansias de venganza y liberó su resentimiento con la estocada final, que entró por la nuca y salió por la garganta. Fue una verdadera tragedia...”

“¿Cómo tenéis a alguien así como líder?”

“Se dice que Dios pone a prueba a quienes más ama, y es cierto. En ningún momento he dicho que sus actos hubieran quedado impunes. Nadie que haga algo así puede salir como si nada. El mismo día de los asesinatos fue arrestado y puesto a disposición judicial. No tardaron en ponerle en prisión preventiva. Durante el juicio se le declaró culpable y le condenaron a muerte. En ningún momento dijo estar arrepentido de lo que había hecho, y aunque un psicólogo de diagnóstico trauma infantil, no sirvió para salvarle. El día que estaba prevista la ejecución, todo estaba dispuesto para que se hiciera justicia, pero ocurrió algo inesperado”.

“¿El qué?”

“Un milagro”.

“¡¿Un Milagro?!” exclamaron los tres a la vez.

“Sí. A pesar de estar en una sala cerrada, apareció un rayo de luz del cielo a través del techo y le iluminó. Fue así como supimos que se trataba de JesuCristo, el Hijo de Dios”.

“Ya van dos que no nos dicen su verdadero nombre...” pensó el caballero del fuego.

“Al iluminarle la luz, y nombrarle todos como Hijo de Dios, cayó en el suelo arrepentido y comenzó a llorar, pidiendo perdón y jurando que aceptaría el cargo que Dios le había dado y que demostraría al pueblo y al mundo que era digno de esa responsabilidad”.

“¿Entonces hace milagros?”

“Más que milagros, hace proezas – contestó el sacerdote – Espero que si le veis en acción, no sea enfrentándoos a él. No me gustaría ver esa situación”.

“¿Tan fuerte es?”

“No es con fuerza con lo único que se gana, caballero. Es algo que la última guerra nos enseñó a todos. Ahora marchad a buscar a vuestros dos compañeros, seguro que os están esperando en algún lugar de esta isla”.

“Me ha dejado con la curiosidad...” comentaba el caballero del fuego al verle marchar sonriendo.

“Si quieres cuando volvamos le retas, pero ahora vámonos. Ya es de día, y hay que aprovechar estas primeras horas que aún no hace calor en el desierto” dijo Peter.

“Se nota que eres presidente, ¡como te gusta mandar!” dijo riendo y todos salieron del lugar.

Kevin se despertó en el hospital, con un fuerte sobresalto originado por el estrés de todas las batallas del día. Estaba en una habitación oscura, recostado en una almohada, cubierto de vendas, mientras escuchaba los pitidos intermitentes de la máquina que medía sus constantes vitales.

“Por fin despiertas” escuchó desde un rincón.

Kevin levantó la vista y vio la silueta de una mujer acercándose.

“Pensaba que nunca te despertarías”.

“Señora Eivril, ¿es usted?” dijo al tener todavía la vista algo cansada.

“Anda que... Tantos hombres y acabar todos en ese estado, para que luego digan que somos el sexo débil...”

“Sí, es usted, no hay duda...”.

“Hola Kevin”.

“¿Qué ha pasado? ¿Por qué estoy en el hospital? Creía que había muerto”.

“David nos llamó histérico una vez estuvisteis fuera de peligro, pero no fue capaz de contarnos nada del miedo que tenía. Balbuceaba, decía palabras sueltas, pero al final no conseguimos averiguar nada. ¿Qué ha pasado, Kevin? El miryoku no fue capaz de cerrar esas heridas en el estómago. Los médicos dijeron que ni el mordisco de un león pudo haberos causado tanto daño. Si llegamos a atenderos un minuto después, no lo habríais contado ninguno”.

“¿Significa eso que todos los demás están a salvo?”

“Sí, pero siguen inconscientes. Cuéntame ya qué ha pasado”.

Kevin se palpó las vendas del estómago, y vio que aún seguían manchándose de sangre. El poder del Caballero Negro había superado por completo sus expectativas. Finalmente, cogió aire y comenzó a explicarlo todo.

“Vinieron dos atacantes. Una mujer robot y un hombre de color. Derrotamos a la primera, pero él, que se hacía llamar Caballero Negro, nos derrotó a todos”.

“¿Qué buscaban?”

“El Caballero Negro buscaba los cuerpos de Isabel y Verónica para extraer los poderes de los elementos de agua y viento. No pudimos evitarlo y nos derrotó con la fuerza de esos elementos. Además, la mujer robot dijo algo antes de morir – se puso la mano en la cabeza tratando de recordar, hasta que de pronto la expresión de su rostro cambió radicalmente – ¡Es cierto! ¡La bomba! ¡Me había olvidado por completo de ella!”

“¿Bomba? ¿Qué bomba?”

“Dime, ¿cuánto falta para el amanecer?”

“Unas dos horas y media, ¿por qué? ¿Qué pasa?”

“¡Rápido! ¡Despiértalos a todos! ¡Aunque estén heridos! ¡No hay tiempo que perder!”

Arturo, Gabriel y Peter salieron de la casa de adobe, y por fin el caballero pudo ver el exterior del poblado con sus propios ojos. Como le había dicho el sacerdote, el suelo era pantanoso, lleno de barro, pero no tenía más datos acerca del resto. No imaginaba que un montón de plantas trepadoras cubrieran las casas, sirviendo incluso mejor que el adobe como soporte principal, tampoco imaginaba que las raíces de los árboles sobresalieran parcialmente a la superficie, ni que los árboles, todos altos y verdes, pero ninguno frutal, eran tal altos y espesos que impedían ver el cielo y que llegase la luz del sol, por lo que por muy de día que fuese, siempre estaban sumidos en la oscuridad.

“Vamos, no te quedes ahí mirando el paisaje, tenemos prisa” dijo Peter.

Avanzaron por el barro hasta llegar a un corral de chocobos, los cuales volvieron a llamar la atención del caballero.

“Estos bichos... No los había visto nunca antes en otro sitio. Son bastante raros”.

“Es normal, son nativos de esta isla, o eso nos dijeron. Corren más que un caballo, y sus plumas les hacen mucho más cómodos. Y una última cosa, aunque no es objetiva, a mí me parecen mucho más cariñosos”.

“¿Se dirigen igual que un caballo?”

“Sí, en eso no vas a tener problema” dijo Gabriel.

Arturo se montó en uno de ellos y sintió como si estuviera flotando.

“Qué cómodo. Bien, Mariejoa, ¿dirección norte?”

“Exactamente” dijo Peter cuando ya estaban todo subidos en el chocobo.

“¡Pues vamos allá!” exclamó y los tres salieron de allí galopando a gran velocidad.

No habían pasado ni quince minutos, cuando ya estaban reunidos en la misma sala Eivril, Kevin, Norris, Jose y Eddy. Habían estado poniendo al día la presidenta sobre Yolien y su amenaza de bomba y reflexionaban sobre qué hacer.

“Antes de decidir sobre qué hacer, creo que deberíamos mandar una carta a Peter y los demás – comentó Kevin – Si el Caballero Negro va tras ellos, es mejor que estén preparados cuando llegue el momento”.

“Me temo que no va a ser posible – interrumpió la presidenta – La carta que mandé ayer me ha sido devuelta, eso pasa cuando la dirección de destino no existe o es errónea, lo que significa que o no han podido localizar el barco, o que les ha pasado algo malo, puede que hayan naufragado o que les hayan hundido el barco”.

“¡Imposible! – saltaron Eddy y Norris al unísono – ¡Nuestros barcos no son de tan mala calidad! ¡No les hunde cualquier ataque! ¡Y menos el que les dimos a los caballeros!”

“A lo mejor simplemente están en un lugar al que el servicio de mensajería no puede llegar” dijo Jose.

“Ahora que sabemos que no podemos hacer nada por ellos, veamos si podemos hacer algo por nosotros mismos. Si lo que han dicho es cierto, tenemos un serio problema”.

“Pero, tenemos las barreras protectoras que hay en la ciudad, las diseñó el propio Peter” señaló el Comandante.

“Ése es exactamente el problema. Las barreras están preparadas para no dejar entrar nada, pero sí salir. De este modo, resistimos el ataque del enemigo y podemos atacar desde dentro. Si los explosivos están colocados en el interior de un edificio, la barrera no tendrá ningún efecto y dejará que la explosión salga y arrase todo a su paso”.

“Pero las barreras de los otros edificios sí retendrán el impacto. Podemos minimizar los daños”.

“Aunque las barreras protejan el resto de edificios y monumentos, no protegerán las calzadas, los árboles ni a los animales. Además, no podemos estar seguros de que toda la población está protegida en el interior de los edificios, siempre hay gente, ancianos que no escuchan la voz de alarma y se quedan en sus casas, o jóvenes insensatos que para demostrar su valor, o más bien su estupidez, se quedan en la calle. Con que haya una sola persona fuera que no se haya enterado por cualquier motivo, le mataríamos. Aparte, no podemos utilizar la barrera general que protege la ciudad por entero, no hay suficiente energía para activar las individuales de los edificios y la general, sin contar que estaríamos en las mismas, la explosión saldría hacia fuera y no serviría de nada”.

“Vaya birria de sistema de defensa que tenemos” comentó Jose.

“Los ataques suelen venir del exterior... Sin embargo aún hay una última opción”.

Al oír eso, todos se inclinaron hacia delante para escuchar con atención.

Había pasado ya un buen rato desde que los caballero iniciaron la marcha montados en el chocobo. El sol comenzaba a pegar con fuerza y, de no ser por las túnicas que les cubrían la cabeza ya tendrían síntomas de insolación. A pesar de llevar un buen rato en marcha, nadie había abierto la boca.

“Peter... Hace un rato que quiero preguntarte algo” dijo Arturo.

“Dime...”

“¿Por qué le has ocultado a Shinkan tus conocimientos sobre las barreras de energía? Sé que no fue por modestia ni por nada parecido, tienes que tener un motivo especial, sino no lo habrías hecho, no eres de los que hacen esas cosas sin motivo. Dinos, ¿cuál es?”.

“Así que te diste cuenta. Lo sabía... Y también sabía que esto tenía que pasar algún día... Está bien, os lo contaré, pero quiero contároslo a todos. Por favor, te ruego que esperes a que encontremos a Jonyo y a Fidel”.

“Hmmmmm... No creo que tenga otra alternativa...”

“Yo también me di cuenta, pero no dije nada”.

“¿Por qué?” preguntó el caballero del fuego asombrado.

“Todos tenemos algo que ocultar en nuestro pasado, yo soy el primero. Por eso, aún sabiendo que él también lo estaba haciendo, no podía obligarle a decirlo...”

“Yo conozco ese pasado del que hablas, pero te respetaré al igual que tú me respetas, y no diré nada”.

“Me parece que tú también tendrás que contar eso que te atormenta algún día”.

“No lo creo, el pasado, pasado está. Así es, y así tiene que seguir siendo. Para contarlo, tendría que volver a tener relevancia en el presente, y eso es imposible”.

“¿Por qué es imposible?”

“Porque la persona a la que se refiere ese pasado... Está muerta”.

“Parece que aquí hay menos confianza de la que creía – comentó Arturo para finalizar y todos callaron – Pero, entiendo vuestra postura y, no me importa lo que os haya ocurrido en el pasado, si no os conocía, no tengo derecho a opinar sobre si debéis contarlo o no. Preferiría que lo compartierais con todos, pero, siempre que no afecte al presente y a nuestros objetivos, como bien has dicho, Gabriel, no os preguntaré más” dijo y todos continuaron avanzando en dirección norte.

En Petoria, quedaban sólo un par de horas hasta el amanecer, Kevin corría a toda velocidad de un edificio a otro, buscando la bomba, mientras recordaba las palabras de su presidenta en funciones.

>>“Dinos, ¿cuál es esa solución? – insistió el Comandante – No nos tengas en ascuas”.

>>“El sistema de barreras escudo tiene un sistema de emergencia que permite invertir el funcionamiento de las barreras haciendo que todo pueda entrar, pero que nada pueda salir. Sin embargo, tiene un pequeño inconveniente...”

>>“¡Es nuestra salvación! Que se pierda un edificio no es un inconveniente importante comparado con salvar a toda la población y al resto de la ciudad – dijo Kevin – No se preocupe, presidenta, volveremos a reconstruirlo”.

>>“No me refería a eso, el verdadero inconveniente es... – antes de decirlo rompió a llorar – ¡Sólo puede activarse desde dentro!”

>>La expresión de alegría de todos los presentes desapareció en un instante.

Las lágrimas habían aparecido en los ojos de Kevin al recordar esas palabras, y al hacerlo aumentó la velocidad.

“Tengo que encontrar esa bomba antes que nadie, sino... ¡Uno de ellos morirá!”

sábado, 22 de noviembre de 2008

Episodio LXXIII

A partir de ahora me gustaría incluir algo que quizás debiera haber incluido desde el principio, y son todas aquellas personas que, cada semana, en cada capítulo, les pregunto alguna palabra porque estoy buscando un sinónimo y me ayudan hasta que la descubro, o simplemente a las fuentes fuera de mi cabeza con las que apoyo mis escritos, ya que la guía, si la sigo algún día el tema que no sea de los personajes, dudo mucho que recuerde todos estos datos, así que mejor ir diciéndolos por aquí.

Agradecimientos a:
  • El libro de Geografía de 2º de Bachillerato
  • Wikipedia
  • Celia
  • El diccionario de sinónimos.

Título: N/A

Tamaño: 9

Dedicado a: Mario Salvatierra



Episodio LXXIII

Arturo abrió los ojos. Estaba en su camarote del barco, con todo de lo más normal a su alrededor. Recordaba todo lo que le había pasado el día anterior, pero no entendía por qué estaba en el barco, seguramente lo habían encontrado Gabriel y Peter y le habían llevado allí. Se bajó de la cama y comenzó a inspeccionar los camarotes buscándolos y así de paso ver los daños que había causado el tsunami. No encontró nada. Todo estaba en su sitio, seco y sin daños, además de vacío. A pesar de registrar todos los camarotes no vio a ninguno de sus dos compañeros. Finalmente salió a la cubierta, y vio a alguien a quien no esperaba ver.

“Tú…”

Iluminado por un sol radiante en el que no había ni una nube en el cielo, de pie y fumando un cigarro como de costumbre, se encontraba el caballero de hielo de espaldas.

“¡Reik!”

Arturo miró hacia todas direcciones y sólo vio mar. La zona donde había estado el día anterior se había volatilizado por arte de magia, al igual que el resto de sus compañeros.

“¿Qué ha pasado, Reik? ¿Cuándo has vuelto? ¿Dónde están los demás? ¿Has rescatado tú el barco? No tiene ni un rasguño…”

El caballero del hielo se volvió al escucharle, pero no le contestó. Se limitó a sacar su espada y apuntar con ella al caballero del fuego.

“Tú me mataste una vez. Ahora yo te devolveré el favor”.

Se lanzó contra él de frente y atravesó su cuerpo con su espada, apareciendo por la espalda, del mismo modo que murió Reik por sus propias manos. Arturo se quedó mirando a los ojos a su compañero mientras veía salir sangre por una enorme herida que no le causaba dolor. El caballero del hielo le devolvió la mirada y descubrió que tenía los ojos totalmente blancos, sin iris ni pupila alguna.

“Creo que ya es hora de que despiertes” le dijo.

El caballero del fuego se despertó gritando. Le temblaban las manos, jadeaba con intensidad y sudaba. Miró de nuevo a su alrededor y se vio tumbado en una cama de mala muerte, con un colchón duro y sábanas sucias, en un casa de adobe de escasa estabilidad, iluminada con una bombilla que colgaba malamente de un cable en el techo mientras un mosquito bailaba alrededor de la luz. Grietas en las paredes, goteras en el techo, polvo por un suelo hecho con parqué desgastado y una brisa helada proveniente del exterior que las paredes no eran capaces de bloquear.

“¿Un mal sueño, muchacho?” escuchó.

El caballero miró hacia un hueco en la pared que servía como acceso a la habitación, pero que carecía de puerta. No podía ver que había al otro lado, era como un oscuro túnel, pero pronto apareció una figura corpulenta y la luz de un cigarro, del que salía un hilo de humo que se iba acumulando en el techo.

“¿Reik? ¿Eres tú?” susurró mientras se frotaba los brazos por el frío.

La figura se acercó y la bombilla le permitió distinguir a su visitante. Era un hombre mayor, de más de cincuenta años, con barriga, el pelo que le quedaba por la edad era ya de color gris, los ojos oscuros, pero su mirada no estaba para nada apagada. Vestía con ropa de pueblo, camisa a cuadros, pantalón vaquero y una boina le adornaba la cabeza. Como accesorio, llevaba un colgante con una pequeña cruz de oro muy cerca del cuello. Lo que Arturo vio que estaba fumando no era un cigarro, sino un puro al que daba intensas caladas a cada paso que daba.

“Así que tú eres uno de los amigos de Gabriel y Peter – le dijo con un acento que no era capaz de reconocer – ¿cómo te llamas, hijo?”

“Arturo, ¿quién eres tú?”

“Soy el sacerdote de este pueblo, por eso todos me llaman Shinkan, aunque no es mi verdadero nombre”.

“Pues no tienes pinta de sacerdote, si me permites decirlo” bromeó el caballero.

“Creo que acabas de aprender que las apariencias engañan, jovencito”.

Sin darse cuenta, Gabriel y Peter aparecieron por detrás sonriendo.

“¿Ya te has despertado, dormilón? – le dijo el caballero de la rosa – Levanta, tenemos mucho que hacer”.

“¿Cuánto llevo durmiendo?”

“Unas diez horas” contestó Peter.

“¿Dónde están Jonyo y Fidel?”

“No lo sabemos, tenemos que ir a buscarlos, por eso te digo que te levantes”.

“¿Ni siquiera vais a decirme donde estamos ni qué ha pasado?”

“Pensábamos esperar a encontrar a Jonyo y a Fidel. Si están a la deriva como tú, también corren peligro”.

“¿Tanto se tarda en ponerme al día?”

“Dejad al chico. Tiene derecho a saber qué ocurre. Yo se lo contaré” dijo el hombre del puro.

Gabriel y Peter se miraron.

“Está bien, Arturo, te concederemos tu tiempo” terminó rindiéndose Gabriel.

“¡Y que le traigan algo de comer!” continuaba el hombre abogando por el caballero.

“Entendido, Shinkan, te dejaremos que le cuentes todo lo referente a este lugar, pero antes tenemos que aclararle qué ha pasado entre nosotros”.

“Vale, ¿queréis que os deje solos?”

“No te preocupes, no molestas – dijo Gabriel – Aunque no me gustaría que viniera cierta persona...”

“Jajaja – reía el viejo – ¿te refieres a él? No vendrá, ahora tiene cosas mejores que hacer”.

“¿De quién habláis?” insistía el caballero en su curiosidad.

“Tranquilo, pronto le conocerás... Y le aborrecerás”.

“Ya os dije que no es un mal chico, es sólo que tiene demasiadas responsabilidades”.

“Aún así...”

“Es una persona difícil de tratar – concluyó Peter – Dejémoslo ahí o Arturo estallará de los nervios”.

“Sí, mejor...” contestó el caballero de la rosa.

“Mientras habláis con él yo le traeré algo de comer”.

“Buena idea” le apoyó Arturo.

“¿Recuerdas la tormenta que nos sorprendió el otro día?” preguntó Peter, ya dirigiéndose a Arturo.

“Sí, por supuesto”.

“¿Qué recuerdas exactamente?”

“Recuerdo que fue muy repentino. Es sol brillaba y el mar estaba en calma, pero en cuestión de minutos se llenó de nubes negras. Cuando me quise dar cuenta aquella ola enorme ya estaba dirigiéndose hacia nosotros”.

“Exacto. Como luego te contará Shinkan, esta zona es famosa por sus alteraciones. Si estábamos cerca de aquí, es posible que ocurriera algo así, pero no creo que llegase a un nivel tan alto. Otra posibilidad es, que alguien que conociera bien la inestabilidad de la zona se aprovechara de eso para hacernos pensar que todo fue una catástrofe natural”.

“¿Insinúas que fue provocado?”

“Como te he dicho, sólo es una hipótesis, si es cierto, sólo hay una persona capaz de hacer algo así”.

“Pero esa persona, está muerta” contestó Arturo.

“Por eso le he dicho yo que se lo está imaginando – interrumpió Gabriel – Esa persona está muerta, el tsunami fue natural”.

“Precisamente tú deberías saber que esa persona no muere tan fácilmente, pero bueno, no lo puedo demostrar, así que por el momento lo dejaremos así”.

El viejo sacerdote apareció con un plato de comida y se lo sirvió al hambriento, que empezó a comer sin dudar.

“Nosotros ya hemos hablado, te dejamos a ti la parte que conoces mejor” le cedió Peter la palabra.

“Gracias, Peter. – dijo y se dirigió al caballero del fuego –Arturo, estás en una nueva isla. Su nombre es Azeroth. Está dividida en cuatro áreas geográficas y climáticas. En el área suroeste, en la que te encuentras ahora, vivimos nosotros, el clan Bleeding Hollow, en el pueblo de Midgar, y es la zona pantanosa de la isla. Aquí azotan fuertes lluvias cada día y no podemos dar un paso sin pringarnos los zapatos. Las casa están edificadas sobre suelo blando y cada año vemos como se tuercen por la inestabilidad del terreno, algunas incluso se han derrumbado. Construimos una plataforma de piedra alrededor del pueblo, pero también va cediendo cada día, la humedad entra por todos lados y pudre hasta los huesos, hasta que todo en el lamentable estado que ves en esta habitación.

Después está el área sureste, con el pueblo llamado Tolbi, habitada por el clan StormReaver, y constituida por inmensos yermos de rocas secas, arbustos, casi sin otro tipo de vegetación ni animales. Ni siquiera tienen agua de un río y tienen que recogerla de la lluvia, tampoco pueden cultivar nada, ya que su suelo es arcilloso y nada fértil. Pasan hambrunas y sed a diario, y no tienen medios para defenderse contra enfermedades o epidemias.

El tercer área, toda la zona norte, esta ocupada por la gran montaña que habrás visto cuando estabas ahí fuera. A mitad de la montaña está el clan ShadowMoon, y su pueblo tiene el mismo nombre que le pusieron a la montaña, Mariejoa. Es la única zona fértil de toda la isla, con buena temperatura, pastos, cultivos, todo...

El último área, la zona central de la isla, es un inmenso desierto. Si tus amigos no te hubieran encontrado, habrías muerto sin remedio, no hay ni un árbol, ni un animal, ni un oasis, nada”.

“¿Cómo puede una isla tan pequeña tener tanta diversidad?”

“Está isla fue escogida a propósito. Está en el centro de la superficie del planeta, donde convergen varios tipos de corrientes de aire así como corrientes marítimas, creándose tormentas y grandes olas por toda la costa, entrar o salir de aquí en barco es casi imposible, me sorprende que vosotros salierais con vida, eso demuestra que sois jóvenes y fuertes. Cada corriente azota a una parte de la isla, dándole un clima distinto.

La montaña funciona como escudo y refugio climático. Al estar el clan ShadowMoon en la ladera de la montaña, la altitud hace que las corrientes marítimas le afecten en menor medida. Con respecto al viento, la zona de barlovento es siempre constante, la corriente viene siempre por el oeste, arrastrando nubes y lluvia, por eso nuestra zona es la más húmeda y fangosa, y la zona este de la montaña es la más fértil. Sin embargo, el lado este de la montaña es siempre de sotavento, y el aire es cálido y seco, puesto que la montaña retiene toda la humedad, esto hace que de una parte de la isla a otra, la temperatura pueda hasta doblarse. La zona central es desértica porque sufre la concentración de todos los climas y corrientes de las zonas adyacentes, destruyendo toda forma de vida con los cambios bruscos de temperatura y la concentración de múltiples fenómenos meteorológicos en un corto periodo de tiempo, sol y fuerte calor de día, y viento y frío de noche, impidiendo que nada ni nadie pueda sobrevivir allí”.

“¿Escogida por quién?

“Pronto llegaremos a eso, primero quisiera hablarte de los que vivimos aquí”.

“Si sólo hay una zona con recursos naturales, ¿por qué no la compartís?”

“Eso me gustaría a mí, pero no es posible. Verás, los tres pueblos estamos divididos por nuestra creencia religiosa. Nosotros somos los cristianos, los que viven en la zona árida son los musulmanes, y los que viven en la montaña son un conjunto de religiones asiáticas con puntos en común, pero les llamamos sintoístas para abreviar, porque es la vertiente más abundante. Todos vivimos aquí, en esta isla porque... – se levantó y miró al cielo nocturno por la ventana – Este lugar, es una isla prisión”.

“¿Isla prisión?”

“Sí. No sé cuanto sabrás de historia, pero, la Tercera Guerra Mundial, que había sido causada por los extremistas religiosos islámicos de entonces, causó millones de muertos en todos los países participantes o no. En esa guerra no se luchaba por la posesión de cierto territorio, se luchaba para que el vencedor pudiera justificar con su victoria que tenía razón, y que su religión era la única que en el fondo no era una secta. Al ser algo imposible de hacer entender a otra persona por el diálogo, la única posibilidad era exterminar a todos los creyentes de las demás religiones. Hindúes, mormones, judíos, chiítas, así como todas las tribus africanas que tenían su propia creencia fueron aniquiladas por completo. Por suerte, había una forma de detener esta masacre, y pudo hacerse a tiempo. Una persona, la cual nadie sabe su nombre, demostró científicamente la inexistencia de cualquier tipo de Dios, por lo que todos se vieron obligados a bajar las armas y acabar el conflicto.

Para evitar que algo así volviera a repetirse, se prohibieron todas las religiones por ley en el mundo. La gente había perdido su fe al creer que les habían hecho ver al fin la luz, quitándoles la venda que les ponía su religión, así apoyaron la ley. Pensaron que por fin la gente valoraría la vida por encima de todo y las guerras terminarían, ya que nadie se alistaría en un ejercito sabiendo que si pierde la vida sería en vano. Hasta hoy, parece que acertaron, pero yo no estoy tan seguro.

A pesar de todo, hubo ciertos grupos de personas que mantuvieron su fe a pesar de la adversidad, y aunque no querían la guerra, no se les permitía vivir con el resto de las personas. La mayoría fueron desterrados y otros apedreados cuando lo único que hacían era dar un paseo por la calle. La gente los culpaba de la guerra y quería pagar con ellos el dolor de sus familiares fallecidos. Ante la gran masa de refugiados, se decidió juntarlos a todos en el mismo sitio en vez de matarlos como pedía el pueblo, para que no volvieran a ser blanco del odio de los convertidos. Y en lugar escogido fue esta isla de muerte.

Dado que al final de la guerra sólo quedaban tres religiones, los cristianos en todas sus vertientes, los musulmanes, y el conjunto de religiones asiáticas que tienen puntos en común, nos dejaron sueltos, nos indicaron los lugares habitables y se fueron, asegurándose de que nunca tendríamos la tecnología suficiente para salir de aquí”.

“Si esa persona demostró que Dios no existe, ¿por qué dejasteis que os mandaran aquí? ¿por qué no renunciasteis también a algo que sabéis que no es verdad?”

Shinkan se dio la vuelta, se acercó al caballero del fuego, le puso la mano en el hombro y sonrió.

“Mi joven amigo, Dios está por encima de todo fundamento científico, por eso se le llama así. Ninguna demostración podrá hacerme nunca perder la fe en él, y lo mismo le pasa a los otros dos pueblos que viven aquí. Tendremos nuestras diferencias, pero te aseguro que en eso estamos de acuerdo todos”.

Arturo se quedó callado y respetó su opinión.

“Los tres pueblos teníamos diferencias suficientes como para que no pudiéramos convivir juntos, los sintoístas eran demasiado independientes, quizá despreciaban a los otros dos pueblos y no quisieron ningún trato con nosotros ni con los musulmanes. Los musulmanes seguían tan radicales como durante la guerra, y cualquier diálogo con ellos era inútil, y nosotros estábamos demasiado débiles como para embarcarnos en un nuevo conflicto, así que dijimos que aceptaríamos cualquier zona con tal de que no hubiera más muertes en nuestro pueblo.

Empezó entonces una guerra civil entre los sintoístas y los cristianos. Duró poco, la diferencia era inmensa. Los musulmanes fueron aplastados con la misma facilidad que en la guerra mundial, algo que era de esperar, luchando contra un pueblo que tenía la mejor tecnología del mundo, no se puede vencer aunque estés en el mismo terreno.

Cuando finalmente se rindieron, les mandaron a la zona árida de la isla, y los sintoístas se quedaron con la zona fértil. A nosotros, como ni luchamos ni apoyamos a ningún bando, nos concedieron la zona de fertilidad intermedia, y gracias a eso al menos podemos sobrevivir”.

“¿Qué es ese área restringida por una barrera y por el tipo del pelo a lo afro?

“Es cierto, se me había olvidado. ¿Recuerdas que te dije que se asegurarían de que nunca tendríamos la tecnología suficiente para salir de aquí? Ese joven, Seagram, es un agente encargado de supervisar que eso se cumpla. Tiene autoridad para destruir sin avisar cualquier innovación tecnológica que suponga una pequeña posibilidad de salir de aquí. Una vez los musulmanes trataron de atacarle, pero fueron todos reducidos sólo por él, lo que sirvió de escarmiento para todos. Nunca más ha sido necesaria su intervención”.

“¿Por qué le atacaron los musulmanes?”

“¿Recuerdas lo que había en el interior de la cúpula de energía?”

“Sí, eran unas extrañas ruinas, no sólo de edificios, también había pinturas, esculturas, la verdad, era un verdadero paraje artístico”.

“Esa cúpula es nuestra condena”.

“¿Condena?”

“¿Recuerdas que te dije antes que nos exiliaron para que la población convertida no pagara con nosotros las consecuencias de la guerra? Pues aunque nos libraron de eso, tampoco nos dejaron en paz. Destruyeron todos los elementos artísticos del planeta, de cualquier tipo, que estuvieran relacionados con alguna religión, pues al verlos la gente se echaba a llorar en medio de la calle. Cogieron los restos de todos esas representaciones y las dejaron allí, en medio del desierto, para que las tuviéramos nosotros, pero en vez de permitirnos utilizar los restos para construir nuevas iglesias, templos y esculturas, los cubrieron con la barrera, y además la hicieron transparente para que pudiéramos verlos, recordándonos así todo el daño que le habíamos causado al mundo sólo por creer en que existe un ser superior. Si alguien trata de entrar en las ruinas, Seagram le reduce de inmediato sin ni siquiera estar presente, con un simple holograma. En realidad, yo creo que el verdadero Seagram vive dentro de las ruinas o si no sabe como atravesar la barrera”.

“Seguro que está en su interior. No creo que exista forma alguna de atravesar esa barrera”.

“¿En serio?”

“Si lo dice él, no lo dudes, él es un experto en...”

“Sólo lo supongo – interrumpió Peter a tiempo, sin dejar terminar la frase al caballero del fuego – Esa barrera parece fuerte, pero tampoco tengo argumentos que apoyen mi teoría”.

Arturo se quedó desconcertado al ver como su compañero le había interrumpido, le miró, preguntándose la razón de aquella irrupción tan repentina, pero encontró que Peter ni siquiera le devolvía la mirada, continuaba con los ojos fijos en el sacerdote.

“¿Pasa algo?” preguntó el hombre sonriendo, al ver que se había creado un silencio incómodo.

“No, nada, continúa, por favor” dijo el caballero del fuego, aún algo sorprendido.

“Muy bien. Dime, esas personas que te atacaron, ¿por casualidad eran morenos de piel, iban en camello y vestían túnicas y turbantes?”

“Sí, exactamente”.

“Como lo imaginaba, ellos eran miembros del clan StormReaver. Son unas personas muy leales y muy solidarias, vivían en zonas áridas antes y siguen viviendo ahora. Saben lo duro que es el desierto y ayudan a cualquier persona que encuentran tirada en la calle, dándole incluso su propia agua y comida. Sin embargo, esas duras condiciones de vida que llevan soportando durante tanto tiempo les han vuelto muy radicales y sus ganas de salir de ese agujero son tan grandes que alcanzan el nivel de la desesperación, y les ha llevado a tratar de reclamar que anhelan incluso con el terrorismo. A pesar de haber sido derrotados una y otra vez, su fuerza de voluntad es tan grande que les hace levantarse y volver a intentarlo. Supongo que es su religión la que les da tal fuerza. Hace poco, en uno de los ataques – agarró la cruz que colgaba de su cuello con fuerza – Mi mujer...”

“Shinkan...” dijo Arturo.

Una lágrima cayó de sus ojos y estuvo a punto de empezar a llorar. Sin embargo, en el último momento, se la secó y sonrió con todas sus fuerzas.

“Que fuerza de voluntad tiene este hombre” pensaba el caballero de la rosa al verle.

“Hasta ahora han estado atacándonos tanto a nosotros como a los sintoístas para conseguir un territorio fértil en el poder cultivar y que su pueblo no se muera de hambre, pero ahora tienen un motivo mayor que ha desatado su ambición bélica”.

“¿El qué?” preguntó ya inundado de curiosidad.

“Se ha vertido el rumor de que en algún lugar de la isla hay un tesoro en cuyo interior está el poder para dominar toda la isla, e incluso se ha llegado al punto de decir que ese poder sirve para salir de esta isla infernal. Los musulmanes quieren encontrarlo a toda costa para conseguir las zonas fértiles de la isla y una vez se hayan apoderado de la isla, usarán ese poder para salir de aquí y reclamar la tierra que se les ha robado”.

“¿No sabéis ni lo que es?” preguntó el caballero de la rosa.

“Mi modesta y sincera opinión, es que tal tesoro no existe, creo que alguien lo ha extendido para crear la confusión, la única pista de su localización, es una frase que apareció escrita en una piedra en medio del desierto”.

“¿Qué decía?”

“Decía, Algo que puedes ver, pero que no puedes ver”.

“Suena complicado... no se me ocurre con qué relacionarlo...” dijo Gabriel

“Sólo una pregunta más, ¿qué es esa torre de piedra que había de camino aquí?”

“Esa torre... Es nuestro santuario, nuestra iglesia, el único lugar en el que podemos practicar nuestra religión. La mitad de la torre está dentro de la barrera, y la otra mitad por fuera. La pared de la torre que está da a las ruinas está acristalada y nos deja contemplarlas, es una vista preciosa para rezar. Cada pueblo tiene una torre distinta, y hay otra en el interior de las ruinas, la nuestra está hecha de piedra”.

“Así que es eso... ¡Bien! ¡Creo que ya sabemos suficiente! – miró por el hueco de la ventana y vio que empezaba a amanecer – ¡Ya es de día! ¡Ya podemos ir a buscar a Jonyo y a Fidel!”

“Querrás decir que podemos ir porque has terminado de comer...” dijo Gabriel.

“Bueno, también...” rió el caballero del fuego.

“¿Y dónde pensáis ir?” preguntó el sacerdote.

“Tal vez debamos ir a visitar esos dos pueblos que mencionaste. Si vosotros dos caísteis cerca de aquí. Jonyo y Fidel pueden estar en alguno de esos dos asentamientos”.

“No creo que te apetezca ver a los moros que te atacaron ayer, ¿qué tal si nos pasamos por Mariejoa?”

“¡Perfecto!”

“¿Todavía estáis aquí? – escucharon – Creí haberos dicho que os marcharais”.

Alguien entró en el lugar. Era un chico joven, con el cabello castaño oscuro, que se estaba dejando el pelo largo, con los ojos marrones y la piel clara. Vestía de blanco, con una toga que le servía de prenda única, ajustada con un cinturón también blanco y unas sandalias también blancas. Al entrar en la habitación, la luz del sol al amanecer iba iluminando cada paso que daba.

“¿Quién eres?” preguntó el caballero del fuego al recién llegado.

“Yo soy... ¡El Hijo de Dios! ¡JesuCristo!”


Shinkan = Sacerdote



domingo, 16 de noviembre de 2008

Episodio LXXII v1.1

Sí! Costó, pero aquí está, a tiempo y sin retrasos. Sin retrasos porque el capítulo sale textualmente el domingo, por tanto puede salir en cualquier momento de ese día, hasta ahora lo ponía sobre las 0:00 - 2:00 por comodidad, pero para eso está el margen, para estos casos ;)


Título: El Caballero Negro

Tamaño: +17'8 =====> ¡¡¡18!!!

Dedicado a: Ronald!!! Tras dos años de espera por fin debutas en combate xD



PD: Tranquilos!!! la semana que viene vuelven Los Caballeros, no hace falta que acribilléis en los comentarios preguntandolo xD Gabriel y Peter llegarán a Midgar con Arturo y se sabrán más cosas acerca de lo que les depara en aquél remoto lugar






Episodio LXXII

J

ose comenzó a recuperar su aspecto normal y cayó al suelo desmayado. Los demás fueron a socorrerle.

“Sólo ha perdido el conocimiento – dijo Norris poniéndole la mano en la frente – Ha gastado toda su energía y está agotado”.

“Que descanse, se lo merece – dijo Eddy – Ha ganado él solo”.

“¿Estáis seguros?”

Yolien aún era capaz de mover su brazo intacto y de hablar con la mitad humana de su cabeza. El helicóptero descendió desplegando una escalera de cuerda a la que se agarró férreamente con las fuerzas que le quedaban. El helicóptero comenzó a ascender a la vez que se recogía la escalera de manera automática.

“¿Cómo es posible? Jose destruyó tus órganos como dijiste. ¡Deberías estar muerta!” gritó el Comandante.

“Dispongo de una batería de emergencia que me mantiene con vida unas horas por si daba la casualidad de que fuera derrotada. Pero no os preocupéis. Esto no quedará así. Ahora me voy, pero os prometo que volveré y acabaré con todos vosotros. Esperad hasta el momento. Hasta entonces, os he preparado algo de diversión para que os acordéis de mí mientras tanto”.

“¿Diversión?”

“Exacto. Hay una bomba colocada en uno de los edificios de la ciudad, con potencia suficiente para destruir todo a su paso a cinco kilómetros de distancia. Esta programada para explotar mañana al amanecer. Si no la encontráis para entonces, ¡decid adiós a la ciudad!”

“¡Eso suena a mentira barata!” gritó Norris.

“Mañana al amanecer saldrás de dudas. Para entonces ya estaré reparada y volveré. Os daré una pista para que el juego sea más divertido. El edificio en el que se encuentra está en el centro de la ciudad, ¡disfrutad del espectáculo! ¡Tendréis una visión de lo que es el verdadero horror!”.

“¡Cinco kilómetros de diámetro! ¡Destruirá todo el casco urbano!” exclamó Kevin.

La escalera ya estaba casi recogida y Yolien podía tocar la parte de abajo del helicóptero. Miraba hacia el suelo con odio, donde sus enemigos parecían hacerse cada vez más pequeños.

“Norris, Kevin”.

“¿Sí?” respondieron ambos.

“¡Vamos!”

Norris agarró a Eddy por la cintura y lo lanzó hacia el cielo en dirección al punto más alto del castillo lo más fuerte que pudo. Kevin transformó su tridente en un muelle que se contrajo al máximo y también lo lanzó al aire siguiendo a Eddy. La fuerza de Norris no fue suficiente para hacer llegar al petoriano hasta la cima del castillo, pero cuando empezó a descender el muelle de Kevin ya estaba allí para recogerle. Nada más posarse, el muelle se liberó dándole un nuevo impulso.

“No voy a llegar... – pensaba Eddy mientras notaba que su velocidad disminuía según avanzaba – Me va a faltar poco pero no voy a llegar...”

Yolien estaba entrando en la cabina del helicóptero cuando vio a Eddy volando a toda velocidad, ganando terreno por segundos.

“¡Mierda! ¡No te voy a dejar!”

Sacó una granada de un bolsillo y la lanzó contra la torre más alta del castillo, lugar al que se dirigía el joven volando. La granada explotó reventando la parte superior de la torre y precipitando todos los escombros contra el joven.

“¡¡¡Eddy!!!” gritaron todos desde abajo.

“¡Jajaja! ¡Se acabó!”

“Tienes razón – dijo el joven petoriano mientras veía acercarse un pedazo de escombro de un tamaño descomunal – ¡Se acabó para ti!”

Eddy se dio la vuelta en el aire y le dio una patada de chilena al gran escombro que se le acercaba. Su empeine estuvo parado unos instantes en la superficie del escombro, mientras empezaba a descender.

“Acabas de firmar... ¡tu sentencia de muerte!”

Finalmente completó el movimiento terminando dando una voltereta hacia atrás en el aire para conseguir la fuerza que le faltaba y proyectó el enorme escombro directo contra el helicóptero, primero chocando contra Yolien, empujándola hacia dentro y unas pocas centésimas de segundo después, explotando el helicóptero con el impacto, y desintegrando por completo a Yolien en medio de una potente deflagración sin que quedase ni un trozo de hierro suelto por ahí.

“¡Lo logramos!” Gritaron David, Kevin y Norris desde abajo mientras veía extenderse las llamas por el cielo y los restos de chapa carbonizada caían por los alrededores.

Estaban tan emocionados con la celebración, que no se dieron cuenta de que una sombra había descendido a tierra desde las llamas, muy cerca de ellos.

“Fiuuuuuuuu – respiraba al fin David con tranquilidad – He visto morir dos veces a esa mujer, pero aún no me siento del todo relajado… No volverá, ¿verdad?”

“No te preocupes, no se puede sobrevivir a eso” dijo Kevin con seguridad.

De pronto una extraña masa de hierro envuelta en llamas cayó al suelo cerca de David. La curiosidad le hizo acercarse a observarlo y su rostro se tornó a una expresión de horror inexplicable.

“Gyaaaaaaahhh” gritó.

Kevin y Norris se acercaron rápidamente. La masa de hierro que había caído se trataba de un trozo de la cabeza robótica de Yolien que había sido previamente abollada por Jose. Estaba en un estado lamentable, apenas quedaban un trozo del ojo y los alrededores y las llamas seguían consumiéndola poco a poco. A pesar de todo, dentro del ojo había una lucecita verde encendida que demostraba que la vida no se había extinguido en su interior.

“¡Cuidado! ¡No podemos asegurar que no pueda hacer nada ni en ese estado!” aseguró el Comandante.

“Espera, mira bien…” dijo Norris.

La lucecita comenzó a parpadear, cada vez con menos intermitencia, a la vez que se desvanecía lentamente hasta desaparecer.

“Por si queda alguna duda…”

Norris aplastó los restos de la cabeza con sus botas, restregando con fuerza el talón sobre el ojo y en consecuencia apagando las llamas.

“Gracias, Norris”.

“Ha sido un placer” contestó sonriente.

“Bueno, ahora vamos a Petoria, tenemos que encontrar esa bomba en menos de 20 horas”.

“¿No se os olvida algo?” escucharon.

Eddy descendía con rapidez, sin fuerzas para controlar la caída, y con montón de escombros tras él.

“Mierda, no puedo usar de nuevo el tridente, ¡porque no lo tengo en las manos! ¡Se me olvidó recogerlo del suelo cuando cayó con la emoción de la victoria!”

“¡Toma!” se lo pasó Norris, que lo tenía más cerca.

“Las rocas están demasiado cerca... No me dará tiempo...” pensó y cerró los ojos.

De pronto, un puño apareció y destrozó los escombros que caían, impidiendo que aplastaran a los petorianos.

“¿Quién...?”

Kevin abrió los ojos y vio la figura de Jose con el brazo al alza y Eddy cogido como si fuera un saco de patatas.

“¡Jose! ¡Ya estás despierto! – exclamó Norris – Pensé que te habías quedado sin fuerzas”.

“No hace falta mucha fuerza para destruir cuatro piedrecillas de nada”.

“Ey, tío, gracias, pero ya puedes soltarme” sugirió Eddy algo agobiado.

“Perdona, se me había olvidado” dijo y le soltó de golpe.

“Cuidado, que estoy frágil. Seguro que me ha dado tendiditis por la fuerza de la patada”.

“Tú lo que tienes es cuentitis” dijo Norris y todos rieron.

“Ahora en serio, ¿para que querría los cuerpos de Isabel y Verónica?”

“Ella no los quería, los quiero yo”.

Todos dieron media vuelta al escuchar aquella voz. A sus espaldas se encontraba un joven de color, con la cabeza rapada, los ojos negros y vistiendo una camiseta de tirantes también negra que hacía relucir sus músculos en plena forma. Portaba una espada enganchada a la cintura, pero no se veía su aspecto, ya que estaba completamente envuelta con una manta marrón.

“¿Eres quien pilotaba el helicóptero?” preguntó Jose.

“Sí, era yo”.

“¿Cómo ha podido sobrevivir a la explosión? – se preguntaba Eddy, como si ese hecho pusiera en duda sus cualidades – Espera, es más que eso. No tiene ni un rasguño, ni una quemadura en el cuerpo ni en la ropa, a pesar de la magnitud de la deflagración que ha desintegrado a Yolien, está intacto”.

“Recuerda que la roca ha golpeado la parte frontal del helicóptero, pero en el lateral opuesto a la cabina” comentó Norris.

“Aún así ha sido un golpe con el factor sorpresa, no le debería haber dado tiempo a escapar, y mucho menos intacto”.

“¿Quién eres?” le preguntó el Comandante.

“Podéis llamarme… ¡El Caballero Negro!”

La expresión de sorpresa de los guerreros de Petoria en aquél momento no era algo descriptible. Los jóvenes no daban crédito a sus oídos ni sabían exactamente como interpretar aquella respuesta.

“¿Ca… Caballero? – repitió Kevin incrédulo –¿Qué estás diciendo? ¡Eso es imposible!”

“Entonces… ¿eres un aliado o un enemigo? – preguntó David – ¿Conoces al señor Arturo y a los demás?”

“¡¿Te has vuelto loco?! – irrumpió Norris – ¿Cómo va a ser un aliado si ha venido con Yolien?!”

“Responderé a todo a la vez. No tengo el placer de conocer al resto de los caballeros, aunque espero hacerlo pronto. No soy ni vuestro aliado ni vuestro enemigo. Tampoco he venido aquí para mentir sobre quien soy. He venido para tomar los cadáveres de Isabel y Verónica. No tengo nada en contra vuestra ni motivos para acabar con vosotros, es más, no me importa en absoluto que hayáis matado a quien fue designada para acompañarme, de hecho, es mejor así, no hacía más que estorbar. Si cooperáis, nadie saldrá herido”.

“¿Para qué quieres dos cuerpos inertes? Si se puede saber…” preguntó Eddy.

“En cuanto los tome, lo veréis”.

“¡Eso será si te dejamos, claro!” exclamó el barman remangándose la camisa.

“No os metáis en batallas que no podáis ganar. Yolien os ha debilitado mucho y no estáis en condiciones para enfrentaros a mí. Id a curar vuestras heridas y a descansar, aquí no tenéis nada que hacer”.

“Lo siento – dijo Eddy – pero no te dejaremos tomar esos dos cuerpos si no es para darles mejor sepultura de la que tienen”.

“En cuanto consiga lo que quiero, no tengo inconveniente en ayudaros a darles una sepultura digna”.

“Promoción no acumulable a otras ofertas. Sentimos no poder aceptar tu solicitud” contestó el bisexual”.

“En ese caso… ¡Me obligaréis a tomarlos por la fuerza!”

Retiró la manta que cubría su espada y apareció una espada con toda la hoja de color negro y la empuñadura roja, pero recubierta con tela negra, dejando ver sólo unos cuantos rombos rojos por la forma en que estaba recubierta.

“David, es mejor que te apartes – dijo Jose – Parece que no es un tramposo, si te escondes en el castillo no irá a por ti. Puede que haya algo de caballero en sus palabras”.

“En…tendido…” susurró y se fue retirando dando pasos hacia atrás, sin volver la espalda a los que estaba sucediendo.

“Ya se han ido los civiles. ¡Ahora podemos darlo todo, chicos!” exclamó Eddy.

“Os aviso… Yo no soy tan débil como Yolien”.

“Esta insinuando que Yolien era débil… ¡Eso es insultarnos a nosotros!”

El Caballero Negro se colocó en posición de combate, con las dos manos empuñando la espada y apuntando al frente con los brazos totalmente extendidos.

“Venid...” dijo les hizo un gesto con un dedo.

Los guerreros de Petoria cayeron en su provocación y trataron de atacarle todos a la vez y de frente. El Caballero Negro elevó la espada al cielo y espero a que sus oponentes estuvieran cerca. En el momento apropiado bajó la espada y al tocar el suelo se produjo una leve explosión a su alrededor que rechazó a todos sus adversarios, que cayeron al suelo de espaldas con un fuerte golpe y seco.

“¡Os lo repetiré! ¡No podéis hacer nada! ¡Este combate es innecesario! He leído informe sobre todos vosotros, conozco todos vuestros ataques. Abandonad antes de que sea demasiado tarde, por vuestro propio bien”.

“Ningún informe refleja nuestro espíritu” dijo Norris al levantarse.

“Norris. Especialidad, combate callejero con cualquier tipo de arma guardada dentro de su ropa. El tipo de persona débil que se escuda detrás de sus armas porque sin ellas no sirve para nada”.

“¡¿Qué?! ¡¿Cómo te atreves?!”

Sacó una navaja y se lanzó contra el Caballero Negro, que bloqueó con facilidad su ataque simplemente agarrando su muñeca.

“¿Ves?” confirmó y le tiró al suelo sacudiéndole a través del brazo que tenía agarrado.

Aprovechando que acababa de atacar a Norris y aún tenía, la guardia baja, Jose se aproximó por un lado tratando de encajarle un tremendo puñetazo. El Caballero Negro se giró con rapidez y paró el puño con la palma de la mano.

“Mierda... Mi fuerza ha menguado con diferencia al haber usado el Gia Sekando”.

“Aquí tenemos a Jose, el dueño de un bar con el nombre anticuado y cuya fuerza es directamente proporcional al amor que siente por su madre”.

Kevin acudió en su ayuda y atacó a la mano con la que el Caballero Negro bloqueaba a Jose, no teniendo más remedio que esquivarlo y retirarse unos pasos.

“El reciente Comandante Kevin, una persona que lleva imponiendo sus obligaciones por encima de todo desde tenía uso de razón. Tu arma es peligrosa, puede adoptar varias formas, pero más peligrosa será esa actitud respecto al trabajo cuando quieras tener una pareja estable”.

“¡Metete con alguien de tu tamaño!”

Eddy dio un saltó, después una voltereta en el aire, y proyectó una patada contra el enemigo, que la paró con la empuñadura de la espada.

“Te reconozco. Eres Eddy, el que practica capoeira. También conocido como aquél que no sabe ni en que acera está”.

“Sé perfectamente en que acera estoy. Supongo que ya puedo decirlo. En realidad no soy bisexual, solo era una trampa para hacer mi salida del armario más gradual y menos chocante, supongo que aún tenía miedo de que hubiera brotes de homofobia entre la población. En realidad, ¡soy totalmente gay! ¡Y tú no estás nada mal!”

“Por fin lo ha dicho” dijo Norris.

“Ya era hora” dijo Jose.

“Sí, eres vago hasta para eso – dijo Kevin – Ya creíamos que nunca lo dirías”.

“¡¿Cómo?! ¿Lo sabíais todos?!” exclamó perplejo.

“¡Jajaja! ¡No sé de que te sorprendes! – reía Norris – Esas cosas no se pueden ocultar, y menos a tu compañero de trabajo y socio”.

“No sé cómo pudiste pensar que tendríamos algún brote de homofobia” dijo Jose.

“¡Recuérdalo! ¡Somos amigos! Y los amigos... Se aceptan tal como son”.

“Chicos...” sonrió llorando y con un moco que le llegaba hasta los labios.

“Ya nos invitarás luego a una copa en el bar. Ahora ¡lucha!” dijo Norris.

Aquellas palabras animaron al homosexual, que tomó la iniciativa en el combate. Atacó de frente a su adversario y, a pesar de que era capaz de bloquear o esquivar según procedía, sus movimientos de capoeira, notaba que era capaz de enfrentarse a él en igualdad de condiciones.

“No parece tan fuerte como dice – pensaba – Si es un caballero, debería ser capaz de vencernos con facilidad...”

El Caballero Negro utilizó su espada negra para atacar a Eddy, que se vio obligado a retirarse dando volteretas hacia atrás, llegando junto a sus compañeros. Viendo que huía su oponente, cambió de objetivo, atacando a Jose, que bloqueaba sus ataques con los brazos, pero evitaba atacar.

“¿Tratas de recuperarte de tu combate contra Yolien? Te diré una cosa... ¡El que no ataca no gana!”

Dio un puñetazo más fuerte de los normal que echó para atrás a Jose y siguió cambiando de objetivo varias veces, haciendo retroceder un poco a cada uno, sin llegar a hacerles ningún daño significativo.

“¿Qué pretende? ¿Juega con nosotros?” dijo Jose tras haberse visto obligado a retirarse por tercera vez.

“Yo también he tenido que huir de él varias veces, pero no me sigue – agregó Norris – Prefiere pasar e ir a por otro”.

“Creo que sólo es un fanfarrón. No es tan fuerte como dice. Con un buen plan, podremos con él”.

“No puede ser tan débil, Eddy. Tiene que esconder algo” dijo Kevin.

“Está bien, pensemos. A ver... Ha dicho que es un caballero, ¿no? Y parece cierto. Si es así, tiene que controlar algún elemento concreto. Es muy extraño que no lo haya mostrado o que ni siquiera se haya presentado como el caballero de cierto elemento, ¿no os parece extraño?” preguntó Jose.

“Quizás lo esté reservando para cuando se sienta acorralado” comentó Norris.

“No estoy reservándome nada” respondió el propio Caballero Negro.

“¿Cómo? – dijo Eddy – ¿Nos estabas escuchando?”

“No es que habléis bajo precisamente...”

“Da igual. Explícate, por favor” continuó Kevin.

“A pesar de ser el Caballero Negro, no poseo el control de ningún elemento tal como lo conocéis. Puede que al nacer me maldijera una mala estrella. Sólo soy eso, el Caballero Negro, aquél que convierte en oscuridad todo lo que pasa por sus manos. Pero por eso estoy aquí, para poner fin a eso”.

“Primero tendrás que llegar hasta Isabel”.

“Mirad donde estoy”.

Los petorianos se quedaron sin palabras cuando vieron que a un par de pasos a su espalda se encontraba la tumba de Isabel.

“¿Cómo lo has hecho?” preguntó Jose.

“Muy fácil, llevo arrastrándoos hacia aquí durante todo el combate. Sólo hay que saber a quien atacar y hacia donde esquivar”.

“Nos ha engañado...”

“Ahora si me disculpáis...”

El Caballero Negro dio una voltereta hacia atrás aterrizando al lado de los palos que servían de sepultura a la tumba. Metió la mano en la tierra, atravesándola con la misma facilidad que si fuera líquida. Incrustó más de medio brazo, paró, y la sacó de golpe, trayendo consigo el cadáver de Isabel agarrado por la cabeza.

“¡¡¡Gyaaaaaaahhhhhh!!!” gritó David al verlo.

El cuerpo de Isabel estaba ya en avanzado estado de descomposición. Había cogido un tono marrón oscuro, la mayor parte de la carne había desaparecido, sobretodo en la cara. Los ojos habían sido devorados por los gusanos, le quedaban menos de la mitad de los dientes y se veían los huesos a través de la ropa, todo lleno de tierra y gusanos y con un aspecto de lo más tétrico.

“¿Qué vas a hacer con ese cadáver?” preguntó Eddy

“Cuando una persona muere, con ella se pierden todas sus experiencias. Mi instructor, Mesa, en pos de hacer realidad su sueño, puesto que en los miryoku solo se pueden almacenar cosas tangibles salvo una excepción, recuerdos, que son ondas electrónicas que pueden ser almacenadas en vídeo a través del magnetismo, desarrolló una forma de materializar los conocimientos y habilidades de una persona, para que pudieran ser utilizadas por otras personas en el futuro. Hasta ahora la única posibilidad era utilizando los recuerdos como fuente de conocimiento y aprender de ellos. ¡Ahora será como si todas sus habilidades hubieran sido siempre mías!”.

“¿Y cómo vas a hacer eso?” insistió el homosexual en su pregunta.

“Mira atentamente. Lo de hoy es algo que no se ve todos los días” dijo Jose.

El Caballero Negro creó una bola de energía del tamaño de su puño, de color negro con suaves rayitos violetas a su alrededor. Colocó la bola sobre el cadáver y al entrar en contacto con el cuerpo comenzó a girar sobre sí misma a gran velocidad. La parte superior de la bola comenzó a abrirse mientras giraba hasta que se convirtió en un pequeño agujero negro y se produjo una corriente de aire hacia su interior.

“¿Qué está pasando? – dijo Kevin al ver agitarse los árboles – ¿Va a absorber la isla entera con eso?”

De pronto, todos vieron como un extraño polvo azul brillante salía del cadáver de Isabel como si se tratara de una lluvia de estrellas, e iba introduciéndose dentro del agujero negro. El polvo iba acumulándose en el fondo de la bola, tornando su color a azul marino según avanzaba el proceso.

“¿Qué va a pasar ahora?” se preguntaba David preocupado.

Cuando el polvo terminó de acumularse, el agujero negro se desvaneció quedando una preciosa esfera azul oscuro y blanca, que parecía tener en su interior las olas y la espuma del mar.

“¡El elemento agua! ¡Ya es mío!”

Apretó la esfera que él mismo había creado contra su pecho y esta se introdujo en su interior sin esfuerzo. Entonces su cuerpo se iluminó y un torrente de agua le envolvió completamente. De pronto, todos vieron como el agua que el envolvía se volvía tan negra como el petróleo.

“¿Qué le pasa al agua? Parece contaminada...” dijo Norris.

“El mismo lo dijo, aquél que convierte en oscuridad todo lo que pasa por sus manos. Parece que no mentía...” dijo Jose.

El torrente se disipó quedando un charco de agua negra a su alrededor. Rápidamente, el césped la absorbió y en cuestión de segundos se secó.

“Tengo uno, queda el otro” dijo el Caballero Negro con una sonrisa que mostraba sus blancos dientes.

“¿Y ahora...?”

Suiton, Suiryuudan no Jutsu”.

Un dragón de agua negra salió del mar y se lanzó contra los guerreros de Petoria.

“¡Esa es una técnica de Isabel!” gritó David desde el castillo.

“Negra o no, si nos toca esa agua nos hará mucho daño” aseguró Jose.

“Es mucho más fácil si le atacamos a él directamente. Manejando esa cosa tan grande no puede moverse” dijo Eddy.

Tomó la iniciativa y atacó, preparando una patada tras saltar. El Caballero Negro dirigió el dragón de agua negra contra él para que le protegiera, dándole de lleno.

“¡No! ¡Le ha alcanzado!” gritó Jose.

El dragón no tenía la fuerza suficiente como para hacer algo más que mojar al guerrero homosexual, por lo que continuó avanzando destruyéndolo hasta que el Caballero Negro tuvo que detener la técnica y bloquear la patada por su proximidad.

“¿Qué mierda de poder es ése? ¡Sólo es un poco de agua sucia, no me ha hecho nada!”

El Caballero Negro sonrió. Aprovechó que le tenía cogido de la pierna para darle unas cuantas vueltas y finalmente proyectarle contra sus compañeros.

“¡Y ahora os toca a vosotros!”

Proyectó un chorro de agua negra, esta vez sobre todos los demás. Ninguno se molestó en esquivarla, únicamente se cubrieron los ojos, acabando todos empapados.

“Puajjjjh – dijó Eddy sacudiéndose el pelo como si fuera un perro – Que asco, ¿cómo me quito esta porquería?”

“Esa porquería será la causa de vuestra derrota”.

“¡No lo creo! – exclamó Norris orgulloso después de haber realizado una patada giratoria en el aire – Con la fuerza del giro me he centrifugado a mí mismo y ya estoy seco. No sé cual era tu plan, pero está claro que no ha funcionado”.

El Caballero Negro sonrió e inició la ofensiva directo contra aquél que había inutilizado su última técnica. Atacó al homosexual con combinaciones de puñetazos y patadas que apenas podía esquivar.

“Ahora que ha absorbido los poderes de Isabel, parece haberse crecido. Tiene más confianza en sí mismo y sus ataques son más fuertes y certeros...”

Finalmente le dio con la empuñadura de la espada en el costado y se lo quitó de encima, dejándole en el suelo, yendo a por el siguiente.

“¡Es mío! ¡ Jose Super Miracle Special Ultra Megaton Punch!” exclamó el barman y trató de dar un fuerte golpe con todas sus fuerzas.

El Caballero Negro se cubrió poniendo los brazos en cruz. A pesar de todo, el impacto consiguió hacerle retroceder.

“¿El golpe más fuerte de Jose sin estar en Gia Sekando y sólo ha conseguido hacerle retroceder un poco?”

“Y además arrastrándole los pies, en realidad no ha retrocedido como tal. Fíjate el surco que ha dejado, Kevin”.

“Definitivamente, el elemento agua ha aumentado sus fuerzas” pensaba Eddy desde el suelo.

Al ver que Jose no sabía que hacer después de que su ataque no cumpliera sus expectativas, le atacó él.

“Confías demasiado en tu fuerza” le dijo.

El Caballero le atacó con la espada, Jose se cubrió y consiguió que todo quedara en un corte en el brazo.

“Tienes suerte de ser tan grande, por eso mis ataques te hacen menos efecto”.

Kevin le salió al rescate realizando varias estocadas con su lanza. Por más que se esforzaba, no conseguía acertarle ni una sola vez.

“¿Qué me pasa? – pensó – Esto no es normal en mí. ¿Tan fuerte y rápido es?”

Aprovechando sus dudas, el Caballero Negro despejó su lanza con la espada, quitándosela de las manos.

“¡No!”

“Se acabó, chico, hay que estar atento, sobretodo cuando te juegas la vida. – dijo mientras apuntaba con la espada a su cuello – En los informes no venía que te derrumbas con facilidad, supongo que por eso tienes este trabajo, en el que la base es la disciplina. Ahí no puedes dudar”.

El Caballero Negro agarró a Kevin por el cuello y lo elevó hasta que sus pies no tocaban el suelo.

“Sólo estás ganando porque luchas contra nosotros, pero no eres rival para los caballeros. – aseguraba el Comandante medio agonizando, mientras trataba inútilmente de librarse de las garras de su opresor – Cuando te encuentres con Arturo, Fidel, Jonyo, Gabriel o Reik te destrozarán en un abrir y cerrar de ojos. Estoy seguro…”

Algo ocurrió y El Caballero Negro apretó con mucha más fuerza y después lanzó al Comandante por los aires, directo contra una estatua del jardín.

“¡NO TE ATREVAS…!” gritó.

“¿Qué le pasa de repente?” se preguntaba Norris.

“Debe de haberle pasado lo mismo que a mí – opinó Jose – Kevin ha debido de decir algo sin querer que le ha hecho perder el control”.

Kevin estaba quitándose las piedras y el polvo de encima mientras tosía y se palpaba el cuello, sintiendo aún la mano de su oponente en su garganta, de tanta fuerza con la que le había apretado. Miró al frente y la punta de la espada de su oponente estaba delante de sus ojos, a punto de atravesarle la cabeza.

“¡A PRONUNCIAR ESE NOMBRE!”

Kevin esquivó la espada de un acto reflejo, siendo incapaz de evitar que la punta de la espada le hiciera un corte en la mejilla y le desgarrara una hombreras. El Caballero Negro parecía haber perdido el control. Tras intentar atravesar la cabeza del Comandante, no fue capaz de frenar la velocidad de la espada y se clavó en el suelo más de la mitad de la hoja. Aún enfurecido, agarró la espada y fue directo a atravesar la cabeza del Comandante, que cerró los ojos al ver que no podía esquivarlo.

“¡¡¡Muere!!!”

Un pitido detuvo al Caballero Negro. Se trataba de su transmisor. Alguien trataba de establecer comunicación con él.

“¡Black Moon Rising! ¡¿Me recibes?! – se esuchó por el transmisor – ¡Black Moon Rising! ¡Aquí Bad Joke! ¡Repito! ¡¿Me recibes?!”

Kevin abrió los ojos y al hacerlo tuvo un corte en la pestaña puesto que la punta de la espada estaba posada sobre ella. El Caballero Negro se había detenido sin dudar al escuchar aquella voz, pero aún seguía en posición de ataque y apuntando a Kevin.

“¡Black Moon Rising! ¡Detente y contesta! ¡Es una orden! ¡Repito! ¡Es una orden!”

“Esa voz… – comentó Eddy – Me resulta extrañamente familiar…”

“Es normal. Es la voz del tipo que interrumpió tu combate, ¿recuerdas? – dijo Norris – El tipo que vestía de traje…”

“Ese cabrón… Debí imaginarme que todo era idea suya”.

El Caballero Negro bajó su espada, la clavó en el suelo y cogió un transmisor que llevaba enganchado al cinturón por la espalda.

“Aquí Black Moon Rising – dijo sin quitarle el ojo a Kevin – Te recibo. Dime”.

“Estoy sintiendo tu energía desde aquí. Has debido de escuchar ese nombre... No te he enviado allí para que destruyas la ciudad entera. Limítate a cumplir las órdenes. Después vuelve aquí, y te llevaré junto a quien buscas. Cambio y corto”.

“Entendido. Cambio y corto”.

Bajo la espada y la clavó en el suelo, cerró los ojos y respiró hondo durante unos segundos. Después volvió a abrirlos y agarró la espada de nuevo.

“Perdonadme. He perdido el control. No volverá a ocurrir”.

Sin decir ni una palabra más, reanudó su ofensiva cambiando incluso de oponente para demostrar que no tenía nada en contra de Kevin. Atacó entonces a Norris con relativa suavidad, permitiéndole esquivar con facilidad o bloquear sin esfuerzo, tratando de demostrar que había dejado atrás por completo lo ocurrido hace escasos minutos. El resto se quedaron observando sin saber exactamente como debían reaccionar ante tal comportamiento.

“Por un lado deberíamos provocarle de nuevo para averiguar cual es el nombre que le produce tanto malestar – dijo Eddy mientras observaba combatir a Norris contra él – Sería una información importante para darle a los caballeros, teniendo en cuenta que quiere la cabeza de uno de ellos. Sin embargo, si vuelve a enfurecer de ese modo, puede que Mesa no sea capaz de pararle y quien esté luchando contra él muera...”

“No podemos seguir así. Ahora que ha absorbido el elemento agua ha empezado a controlar el combate – dijo Jose – ¿No le notáis más rápido y fuerte?”

“La verdad es que sí, seguramente no haya peleado en serio todavía – confirmó el homosexual –Ya estamos todos jadeando, es hora de hacer un plan si no queremos morir. Hay que acabar rápido ¿Todavía tienes afilada esa lanza?”

“Sí, aquí está” dijo al recogerla del suelo.

“Ok, ¡vamos!”

Norris continuaba enfrentando al Caballero Negro, evitando las estocadas de su espada de negra con facilidad, pero siendo bloqueados sus ataques con la misma facilidad.

“¡Déjale en paz!” escuchó.

Jose empezó a atacarle con una lluvia de puñetazos que el Caballero Negro evitaba esquivando y bloqueando con la espada cuando le fallaba la velocidad. La intensidad del ataque le obligó a dejar en paz a Norris y centrarse en su nuevo agresor.

“¡Ahora!” gritó Eddy.

Kevin lanzó su lanza contra el Caballero Negro, que estaba a pocos metros de distancia. El Caballero Negro escuchó el sonido de la lanza aproximándose y la esquivó girando la cabeza instintivamente.

“Ufffff... Casi me dan...”

“¡Aún no hemos acabado!”

El Caballero Negro vio como la lanza iba directamente a Eddy, que dio un pequeño salto para posar las manos sobre el suelo y quedarse haciendo el pino. Entonces extendió sus piernas en un ángulo de noventa grados frente a su cuerpo y comenzó a girar como una peonza. Cuando la lanza chocó contra él rebotó en dirección a su objetivo, que estaba perplejo ante aquellos acontecimientos.

“No voy a caer en algo así otra vez”.

Optó por quedarse quieto y despejó la lanza hacia el cielo con la espada, saltando gran cantidad de chispas en el impacto.

“¡No! – exclamó Eddy – ¡Hemos fallado!”

De repente, el Caballero Negro notó que no le iluminaba la luz del sol, estaba dentro de una sombra cuando no había ni una nube en el cielo. Miró hacia el sol y vio que la figura de Kevin tapaba la estrella, después de que saltara para coger su lanza, la agarrara con las dos manos y se lanzara en picado contra su objetivo.

“¿No creerías que iba a dejar que alguien te atacara con mi arma? ¡Eso es algo que sólo puedo hacer yo!”

Dada la proximidad del Comandante, el Caballero Negro no tuvo más remedio que colocarse para encajar el impacto en el último momento tratando de desviarlo con la espada.

Kevin apretó fuerte sus brazos queriendo aplicar la mayor presión posible al golpe y acabar con su enemigo de una vez por todas.

“¡Saluda a Mesa de nuestra parte!”

De pronto Kevin escuchó un crujido del interior de sus brazos, fue perdiendo velocidad y el Caballero Negro le desvió con facilidad, impactando contra el suelo dándose un buen golpe.

“Por fin... Ha tardado más de lo que esperaba” sonrió el Caballero Negro.

“¿Por fin? ¿Por fin qué? ¿Qué ha pasado?” preguntaba Eddy atónito.

“Mi cabeza... dijo Kevin al levantarse – Yo tampoco sé que ha ocurrido... pero creo que me roto los brazos”.

“Pronto os pasará a todos” dijo el Caballero Negro.

“¡Cállate y lucha!” exclamó Norris y se lanzó contra él.

Sacó una cadena del interior de la chaqueta y atacó a su adversario poniéndosela por el cuello. Después tiró de ella para estrangularle, entonces escuchó el crujido en sus propios brazos y soltó la cadena para revolverse de dolor en el suelo.

“Ya sólo quedan dos”.

Jose no se atrevía a atacar por miedo a que le pasara lo mismo, por lo que su adversario tomó la iniciativa. Con puñetazo no demasiado fuerte en el pecho le rompió todas las costillas y cayó al suelo de boca.

“¿Qué les ha pasado? – preguntó Eddy, que era el único que quedaba en pie – ¡Contesta!”

“Es el agua. El agua negra. Este es su poder. En un principio parece exactamente igual que el agua normal salvo el color y que es algo más densa y pesada, pero en realidad es totalmente distinta. Una vez en contacto con la piel, penetra por poros, por eso os habéis secado tan rápido, avanza hasta los músculos y los atrofia, y por último debilita los huesos hasta que con un movimiento brusco se destrozan”.

“¡Imposible!” exclamó el Comandante desde el suelo.

“¿En serio creíais que por haber absorbido el elemento agua me había más fuerte y rápido? En realidad, erais vosotros los que cada vez os volvíais más débiles y lentos, a causa del agua negra”.

“Tiene que ser una broma...”

Eddy dio una patada al aire para probar y notó como se le rompieron todos los huesos de la pierna, cayendo al suelo al instante.

“Espero que eso te despeje todas las dudabas. Ahora, si me disculpáis, he de tomar el elemento viento.”

“No puedes hacerlo. ¿No escuchaste a David? El cuerpo de Verónica fue destruido y esparcido por el cielo y el mar. No hay manera de que lo encuentres”.

El Caballero Negro sonrió.

“Eso no es un problema, mientras haya fragmentos de esas cenizas cerca de aquí. El agujero negro que creé antes reaccionaba sólo con las partículas de Isabel, si ahora creo uno que sólo reaccione con las de Verónica, con que los fragmentos estén dentro del alcance de la corriente de viento es suficiente, todo lo que entre que no sea habilidades de Verónica, será destruido por la fuerza de la gravedad”.

Volvió a crear una bola de energía del tamaño de su puño, de color negro con suaves rayitos violetas a su alrededores, sólo que esta vez empezó a girar de inmediato, sin entrar en contacto con nada, hasta que se formó el agujero negro. La corriente de viento en esta ocasión era mucho mayor e incluso los propios petorianos se tuvieron que agarrar a lo que pudieron para no ser absorbidos. Dentro del castillo, David tuvo que cerrar la puerta y las ventanas para no ser absorbido y aún así fue arrastrado y se golpeó contra la pared. El polvo brillante que apareció esta vez era verde, y venía de todas partes, creando un efecto similar al de los fuegos artificiales al dispersarse.

“¡Noooo! ¡Lo está volviendo a hacer!” gritó Eddy.

“Tanto tiempo combatiendo y no hemos podido hacer nada parea evitarlo...” se lamentaba Jose.

El polvo se acumuló dentro de la bola hasta crear una preciosa esfera verde y blanca, en cuyo interior parecía encontrarse un cielo verde y las nubes vistos desde el espacio.

“¡Por fin! ¡Lo conseguí! – gritaba exaltado – ¡He cumplido mi misión! ¡Ahora podré conseguir mi recompensa!”

Introdujo la esfera en el interior de su cuerpo incrustándosela de golpe en el pecho de la emoción. Su cuerpo se iluminó con una intensa luz y un huracán apareció a su alrededor, huracán que se volvió negro a los pocos segundos.

“Ya es mío... ¡El poder del viento negro!”

El huracán se dispersó y el Caballero Negro comenzó a cubrir su espada en la misma manta marrón en la que la trajo.

“Ha sido un placer combatir con vosotros, pero ya no podéis hacer nada. Cada paso que deis, cada movimiento, cada golpe, será un doloroso infierno insoportable. Rendiros, si os laváis en agua de manantial os curaréis en poco tiempo”.

El Caballero Negro les dejó tirados en el suelo, medio inmóviles, con sus huesos frágiles y sus músculos atrofiados, sin posibilidad de hacer nada por continuar. Tras enfundar la espada, comenzó a marcharse caminando.

“Espera...” escuchó.

Se paró, y por simple curiosidad se dio la vuelta.

“Si has venido a apoderarte de los elementos del agua y el viento, significa que también quieres los demás. Por lo que irás tras Arturo y su grupo. ¿Crees que sabiendo eso podemos dejarte marchar?” le dijo Eddy, tratando de mantenerse en pie como podía.

Kevin, Jose y Eddy se levantaron también, con las piernas temblando.

“Los caballeros nos ayudaron cuando atacaron nuestro pueblo. Hasta aceptaron participar en los Juegos de Petoria para nuestro disfrute” dijo Jose.

“Si van a ir tras ellos...” dijo Norris

“¡Primero tendrás que vencernos a nosotros!” exclamaron los tres a la vez.

El Caballero Negro, admirando el espíritu de combate de sus adversarios, volvió a desenfundar su espada negra.

“No quería usar esto contra vosotros, el nuevo ataque que me proporciona el elemento viento, pero no me dejáis elección” dijo y desenfundó de nuevo su espada negra.

“¡Cuidado! – exclamó Norris mientras estaban en posición defensiva – ¡Cubríos!”

“¡Getsuga Tenshou!” exclamó el Caballero Negro.

Realizó un corte horizontal al aire y un haz de viento negro con forma de media luna apareció de la nada, con un tamaño suficiente para llevarse por delante a sus cuatro oponentes.

“¡Nos va a cotar por la mitad! ¡Cuidado!” gritó Norris.

Avanzó a tal velocidad que ninguno pudo hacer nada por evitarlo e impacto en el estómago de los cuatro a la vez, empujándolos hacia atrás hasta que el ataque se desvaneció en el aire y todos cayeron desperdigados por el y suelo rodando, con una herida en el estómago.

“El Getsuga Tenshou es básicamente lo que vosotros conocéis como un viento cortante, pero con una potencia tan grande que podría cortar hasta el mismo cielo. Lo he ejecutado con suavidad para no mataros. Ya no podéis hacer nada. Si intentáis siquiera moveros, la hemorragia será tan grande que moriréis al instante”.

Jose, Kevin, Norris y Eddy estaban tirados en el suelo y tenían cada uno un profundo desgarrón en el estómago del que manaba sangre a borbotones. Los cuatro se revolvían de dolor mientras veían como salían sus propias entrañas al exterior. Poco a poco, fueron perdiendo el conocimiento y cesando los gritos. El primero en caer fue Eddy, puesto que la nueva se había juntando con la que le hizo Yolien al clavarse el destornillador. Después Norris, cuya herida en la espalda causa de la sierra de Yolien hacía que perdiera sangre por delante y por detrás. Por último Jose, que a pesar de no tener ninguna otra herida grave, el haber llevado hasta el límite su cuerpo en el último combate provocó que no pudiera aguantar ésta.

“Adiós” dijo el Caballero Negro y emprendió la marcha.

De pronto escuchó el sonido de una pisada y se detuvo.

“No puede ser...”

Convencido de que el sonido que había escuchado lo había confundido con otro, se dio la vuelta para comprobarlo con sus propios ojos. Kevin se había levantado de nuevo, apoyándose en su todavía lanza. Su brazo era demasiado delgado para tapar la herida y la sangre lo bañó por completo, pero aún así no se dio por vencido. Transformó su arma en una guadaña de tres hojas, todas ellas ahora cubiertas con su propia sangre, y apuntó hacia el frente.

“Debería estar muerto. Sin embargo, ahí sigue, en pie, y dispuesto a continuar. No puedo tomarle a la ligera” dijo y se puso en posición de combate.

“Al... a...ta...”

Kevin se desvaneció y cayó al suelo de nuevo boca abajo, para no levantarse más. La ahora guadaña se clavó en el césped del jardín, estando a punto de cortar la cabeza de su propio dueño.

El Caballero Negro, desconfiado, mantuvo la guardia durante unos segundos más hasta que se convenció de que su adversario no volvería a levantarse. Entonces, se dio la vuelta y se marcho caminando.

“Kevin... Recordaré ese nombre”.


Getsuga Tenshou = Impacto Celestial del Colmillo de la Luna