lunes, 25 de mayo de 2009

Episodio XCVI

23:58, pero por primera vez desde el capítulo 24, el especial aniversario a tiempo :D Ha sido una semana muy dura, y unos meses muy duros, pero al final está aquí, el episodio 96 con el cual me pongo al día en mi contrato implícito de 24 publicaciones anuales ^^ Me gustaría pensar que no me voy a tener que escribir un capítulo tan largo en mucho tiempo, pero el episodio 100 está cerca y es algo que celebrar :D Además, no quiero hacer demasiado spoiler, pero algún pasado caerá también y no son precisamente cortos xD (no tendré la suerte de que el 100 coincida con un pasado). Con respecto a las siguientes publicaciones, al empezar mi temporada de examenes, los capítulos serán cada dos semanas como era habitual antes de este terrible atraso que recuepro hoy xD hasta que acabe los exámenes, después semanalmente hasta que se acabe el volumen, y luego vacaciones hasta que empiece el 4º (sí, va a haber 4º :))

Título: Four Arms to Killing You / Six Hearts Will Beat as One

Tamaño: +18 ---> 18'14 ^^

Dedicado a: N/A

Superadas las 300 páginas de volumen y el tamaño del volumen anterior ^^


Episodio XCVI




A

lá recogió la piedra del suelo, y al no tener bolsillo en donde guardarla, se la quedó en la mano.

“¿Cómo supiste que la llevaba encima?”

“No fue muy difícil. Nos dijeron que había tres tesoros, y que estaban repartidos entre los tres pueblos. Vimos que el propio JesuCristo portaba la espada Kusanagi, por tanto era fácil saber que los otros dos tesoros también los custodiarían los jefes de los otros dos pueblos. Tú tienes el Magatama, por tanto, el espejo debe estar en posesión de...”

“Pero, ¿quién os dijo que cada tesoro tenía poderes?”

“Cuando invadisteis Midgar pudimos ver a JesuCristo en acción durante unos instantes. No supe adivinar por qué, pero antes de cada ataque siempre decía unas palabras. Puede que después de decirte esto creas que pienso demasiado, pero algo me dijo que no hacía esas cosas porque sí. ¿Sería cosa de un poder de la espada que requería esas palabras para activarlo? ¿Sería su propio poder? No lo sé, y puede que nunca lo sepa, ya que no me he enfrentado a él sino a ti, pero me hizo pensar que cabía la posibilidad”.

“Comprendo...”

“Así que deduzco que es la piedra la que te permite detener el torrente sanguíneo y así evitas que sangren tus heridas. Un buen truco. Sin embargo, que no sangres no significa que no te debilites, así que perderás igualmente”.

“Has cometido un error de cálculo”.

“Tranquilo, no me llevará mucho tiempo acabar contigo”.

“No, tu error de cálculo ha sido, que no es la piedra la que me permite hacer que no sangren mis heridas, eso lo hago yo solo. El verdadero poder de la piedra es...”

Mientras la sujetaba, la piedra empezó a iluminarse con una luz verde claro, y dos bultos comenzaron a brotar en su espalda, a la altura de los omoplatos.

“¿Qué está pasando aquí?”

La ropas no pudieron soportar la presión y se desgarraron dando paso a esos bultos que fueron tomando forma hasta convertirse en dos nuevos brazos.

“Este es el verdadero poder de la piedra, los cuatro brazos”.

Sin dejar tiempo para que lo asimilara, el líder del clan StromReaver se lanzó al ataque. Gabriel trató de cubrirse con la espada pero su oponente dio tres puñetazos seguidos al mismo punto, rompiéndole la guardia sin remedio. Atacó entonces con el cuarto brazo, sin que pudiera el caballero hacer nada por defenderse, encajando un puñetazo en la barbilla que lo lanzó hacia el cielo. Alá saltó siguiendo su cuerpo, y en el aire continuó ametrallándole con una lluvia de puñetazos con todos sus brazos. Cuando se satisfizo, le agarró de las piernas, colocándole boca abajo y siguió golpeándole en la cara y en el estómago un rato más. Finalmente, con los brazos con los que le estaba golpeando le agarró de los brazos, de tal forma que no tenía forma de moverse, atacar o huir, y le estrelló contra la arena de espaldas. Con el impacto, Gabriel cerró los ojos, pareciendo desmayado. Su oponente examinó el cuerpo tocándole con el pie, y al ver que no se movía, se dio media vuelta y se fue caminando hacia la torre de cristal.

“Que vergüenza de caballero”.

De pronto se escuchó el sonido de un corte limpio y uno de sus nuevos brazos salió volando dando vueltas, para terminar cayendo en la arena, donde se desvaneció misteriosamente.

“Parece que si el brazo pierde el contacto con tu cuerpo el Magatama ya no puede mantenerlo, o no lo cree necesario... Y ni aún cortando uno de tus brazos consigo que sueltes una gota de sangre – dijo el caballero de la rosa, de pie y en posición de combate – Sabía que no podía enfrentarme a tus cuatro brazos directamente, así que tuve que esperar a que bajaras la guardia para cortártelos uno por uno”.

“Interesante – dijo Alá al girarse – Puede que te haya infravalorado un poco”.

“Tu arrogancia te ha hecho perder la concentración. Nunca subestimes a un caballero”.

El caballero del rayo se sacó los dedos de los ojos, liberando todos los restos al exterior, y mostrando las yemas de su dedo índice y corazón bañadas en tanta sangre que goteaba. A los pocos segundos dos caudales de sangre caían sobre su cara como si fueran lágrimas. El caballero mantuvo los ojos cerrados para aminorar la hemorragia, pero las lágrimas de sangre se renovaban cada pocos segundos. Pamela lloraba, pero todos estaban tan atónitos que nadie era capaz de oír sus gritos. Fidel se había llevado las manos a la cabeza, y hasta su personalidad abierta y dispar se había petrificado ante aquella escena.

“Lo ha hecho... – pensó Fidel – Ha renunciado a su visión para ganar el combate... He renunciado a su visión por Peter... ¿Estaría yo dispuesto a un sacrificio tan grande por cualquiera de ellos?”

Sin decir una palabra, el caballero hizo de tripas corazón, trató de no escuchar los lamentos de sus amigos y se puso en posición de combate.

“Me enorgullezco de tu acto, caballero. En mi larga vida, todos mis oponentes han tratado siempre de batirme sin renunciar a sus sentidos, eres el primero que ha dado ese paso… El primero lo bastante estúpido para no huir”.

“¡Di eso cuando me hayas derrotado!”

El caballero se lanzó contra su adversaria tratando de perder el menor tiempo posible. Ella se puso nerviosa, le señaló de nuevo con el báculo y lanzó un Black Magic. La esfera verde se iluminó de nuevo e invadió al caballero sin conseguir afectarle, y éste continuó avanzando.

“¡¡No funciona!! – exclamó para sí misma – Entonces no es un truco... Se ha arrancado los ojos de verdad... ¡Pero no me rendiré! ¡Se necesita algo más para acabar conmigo!”

Alzó el báculo rosa y cargó y comenzó a generar una bola de energía rosa sobre la esfera azul que había al extremo del báculo, a la vez que ésta se iluminaba.

“Es el ataque que usaba para derribarte cuando estabas en trance – le avisó el caballero de la tierra – ¡cuidado Jonyo!”

“¡Black Burning!” exclamó al lanzarla.

El caballero la vio venir y la desvió al cielo de un manotazo como si nada.

“¡¿Cómo?!” exclamó incrédula al ver el escaso efecto de su ataque.

“Un ataque así de débil no funcionará conmigo en condiciones normales”.

“Jejeje – reía Fidel – ¡Ese es nuestro Jonyo! ¡Ahora acaba con esto!”

El caballero recubrió su brazo de rayos a medida que se acercaba y cargó un puñetazo.

“Se acabó, Hilda, ¡Lighting Plasma!”

Al haber estado tratando de controlar la Lanza del Relámpago poco tiempo atrás, su cuerpo seguía cargado de electricidad de los intentos fallidos de asimilar los rayos y el caballero cargó el puño más de la cuenta, provocando una luz cegadora en el momento del impacto, que impidió a los presentes ver el resultado directamente.

“¿Ha ganado?” se preguntaba Fidel.

Al cesar la luz, todos pudieron ver a Jonyo tirado en el suelo con el brazo con el que había ejecutado el ataque temblando y con algún espasmo esporádico en el resto del cuerpo.

“No lo entiendo... Todo iba perfecto – dijo Fidel – ¿Qué ha pasado?”

Fidel se fijó mejor y vio que un extraño espejo de tocador con un marco dorado levitaba delante del pecho de Hilda.

“Al final... Me has obligado a usarlo...”

“¿Qué narices es eso?”

“Es el tesoro imperial que guarda nuestro pueblo, el espejo sagrado, el Yata no Kagami, y su poder es reflejar todos tus ataques. No me gusta usarlo porque me asegura la victoria, pero eres un caballero, y daré el máximo para derrotarte”.

“¿Un espejo sagrado que devuelve los ataques? – dijo el caballero mientras se levantaba – Menuda tontería, ¡eso tiene fácil solución!”

El caballero se levantó del todo, desenvainó su espada y atacó al espejo de una estocada.

“Iluso” pensó Hilda sonriendo.

Un segundo antes de clavarla espada, el reflejo del caballero apareció en el espejo y de pronto su espada se vio inmersa en el mismo según avanzaba, como si de un líquido se tratase, sin atravesarlo, como si hubiera una dimensión distinta en su interior. La espada se estaba clavando en su propia figura que había en el interior del espejo, pero él no podía verlo, y de repente le vino al cuerpo todo el dolor del golpe. Nada más empezó a sentirlo sacó la espada con rapidez y se llevó la mano a la zona que le dolía, pero el dolor había desaparecido.

“¿Qué ha sido eso? – Dijo jadeando – Me ha dolido, pero no me has atacado...”

“Ya te lo dije, el espejo devuelve todos los ataques, tu espada no es una excepción – dijo levantando los dos báculos por encima de su cabeza – Ahora, has conseguido evitar el Black Magic y el Black Burning no funciona contra ti consciente y capacitado, así que – la esfera de cada báculo se iluminó al tocarse los dos y empezó a generarse una gran cantidad de energía – ahora probarás mi último ataque”.

Una pequeña bola de energía rosa surgió en primer lugar, pero pronto empezaron a brotar rayos morados de ella y finalmente una cúpula azul oscura parcialmente transparente a un radio mayor que lo envolvió todo.

“Parece un átomo...” comentó Fidel.

“¡Black Burning Magic!” exclamó y lanzó el extraño ataque contra el caballero.

“No parece que tenga mucha más energía que el Black Burning que me ha lanzado antes – meditaba el caballero mientras sentía acercarse el ataque – Puede que lo que ocurra sea que su nivel no da para más fuerza y en verdad esta sea su mejor carta. En tal caso, lo desviaré como antes y todo habrá terminado”.

El caballero se dispuso a desviar el ataque de un manotazo, pero al tocar la esfera exterior se vio de nuevo en aquella extraña realidad con los colores en negativo.

“¿Cómo? ¿Estoy de nuevo aquí? – pensaba perplejo mientras observaba todo a su alrededor, que como de costumbre, estaba quieto y en silencio – Y lo más extraño de todo, ¿por qué puedo ver? ¿Es que en este extraño mundo no tiene en cuenta lo que ocurre en la realidad?”

El cielo no tardó en resquebrajarse y romperse, pero en esta ocasión no había nada detrás salvo la oscuridad. Jonyo había vuelto a la realidad, seguía ciego y estaba de nuevo tirado en el suelo con vapor saliendo de su pecho.

“Puede que debieras haber escuchado el nombre del ataque antes de precipitarte de esa forma. Si se llama Black Burning Magic es por algo. La esfera interior representa la parte ofensiva, el Black Burning, y la esfera exterior tiene las cualidades del Black Magic, si algo o alguien entra en ella, aunque sea sólo un milímetro, le ocurrirá lo mismo que si hubiera visto la luz verde del báculo. Los rayos oscuros que van de una esfera a otra no son más que un elemento de unión”.

“Así que me has confundido de nuevo con la esfera exterior y atacado con la interior... Interesante, es una estrategia ofensiva y defensiva a la vez. Mientras te proteges con el espejo de cualquier ataque enemigo, con el ataque te aseguras de neutralizar a tu adversario. Ciertamente es una victoria difícil la mía, pero no he llegado hasta aquí para perder...”

“Ya te dije que eras el único lo bastante estúpido como para no huir – recalcó una vez tuvo cargada una nueva esfera – ¡Black Burning Magic!”

El caballero trató de evitar el ataque saltando, pero como no podía ver y solo emitía energía la esfera interior, no saltó lo suficiente y su pie se introdujo en la esfera exterior, volviendo a ser atrapado.

“¡No! ¡Jonyo!” gritó su joven amiga.

Fidel y Pamela pudieron ver cómo el caballero perdía el sentido de repente, y al estar en al aire no aterrizó bien y cayó al suelo, callado, inmóvil, mientras la esfera interior del Black Burning Magic se acercaba tranquilamente y explotaba contra su pecho, haciendo rodar su cuerpo por el suelo varias veces. A los pocos segundos, el caballero recuperaba el sentido, notando ellos que estaba algo confuso.

“Mmmm... Me ha pillado otra vez... Esto no tener visión de verdad es una putada... Parece que tendré que dejar más distancia de seguridad para asegurarme.

Hilda lanzó un nuevo ataque, pero el caballero lo evitó con suficiente margen, empezando un juego del gato y el ratón en el que el caballero era perseguido por los ataques de su rival sin saber cómo contraatacar.

“¡Vamos Jonyo! ¡Puedes tirar ondas desde todas direcciones para superar el radio defensa del espejo y alcanzarla!”

“¡No! Las ondas que alcanzase el espejo serían devueltas a cualquier parte del pueblo sin ningún control, también superaría mi radio de acción, no podría desviarlas y podrían destruir casas o dar a alguien ¡No puedo hacer eso!”

“¡No me jodas! ¡Sabes que para eso estoy yo aquí!”

“Te lo agradezco, pero hay una razón más. Durante todo el combate, ninguno de los dos ha tratado de derrotar al otro y mucho menos de matarlo, sólo se trata de conseguir que se rinda. Fíjate que ninguno de los dos hemos usado ataques fuertes, porque somos amigos y no queremos hacernos daño. Hacer lo que me pides sería incumplir esa norma implícita, le causaría muchos daños, y no puedo hacerlo porque no debo vencerla, debo convencerla. Por favor déjame acabar esto como se merece”.

“¿Te arrancas los ojos para ganar pero no puedes usar tus poderes para lo mismo? ¡Dime que es una broma!”

“Ya no se trata de vencerla sólo a ella, también a mí mismo. No puedo explicarte aún por qué, pero conoce mi pasado y está actuando de acuerdo a esos conocimientos. Desde ese momento, se convirtió en una batalla contre mí mismo. Te lo ruego, déjame acabar esto a mi manera”

“Estúpida caballerosidad... – susurró – Está bien, ¡haz lo que quieras! ¡No te daré más ideas!”

“Gracias”.

Un Black Burning Magic se acercó, impidiendo un mejor final para la conversación al obligar al caballero a esquivarlo saltando.

“¡Vamos! ¡Ríndete! ¡No puedes acercarte! ¡No puedes atacar! – Le gritaba Hilda mientras preparaba un nuevo ataque – ¡Deja de hacerme perder el tiempo! ¡Black Burning Magic!”

“Mierda, como siga así perderá…” comentaba Fidel.

“Tiene que haber una forma de burlar el espejo…” meditaba Jonyo mientras esquivaba por los pelos un nuevo Black Burning Magic.

“Lo siento, Jonyo, pero después de que Pamela me dijera que el Peter que va con vosotros es el que diseñó el CTBA, por el propio honor del clan ShadowMoon, no puedo dejar que vayáis a destruir la torre gratuitamente... A pesar de todo lo que nos has ayudado en tu corta estancia, hacer eso sería traicionar el odio que siente mi pueblo hacia esa barrera, así que si quieres ir, ¡tendrás que derrotarme!”

“¡Jonyo! ¡Sólo tienes que recordar qué es un espejo! ¡Así hallarás la respuesta!”

“¡Cierra la boca, pequeña!” le dijo su superiora.

“¿Cómo que qué es...? Pues es... – de pronto le surgió una idea – ¿Se referirá a eso? Tal vez sí que haya una manera...”

El caballero invocó un rayo, lo agarró con su mano y arrancó un trozo que quedó en sus manos revoloteando.

“¡Hala! ¡Que caña! – exclamó Fidel sorprendido al ver por primera vez el nuevo ataque del caballero – ¿Y eso?”

“Da igual que se trate del nuevo ataque que te ha enseñado tu maestro – le aseguró su oponente – Da igual si su velocidad o su fuerza es inigualable, ¡el espejo lo devolverá y tú sufrirás las consecuencias!”

El caballero pasó el dedo por encima del rayo que sostenía con su otra mano y recogió un pequeño pedacito inapreciable que le cabía en el dedo meñique y lo lanzó contra Hilda con un suave meneó del dedo sin que ella se diera cuenta.

“¿Qué pretenderá?” pensó Pamela, que gracias a sus gafas sí se había dado cuenta de lo que ocurría.

El diminuto pedazo de rayo penetró en el codo de Hilda, produciéndole un calambre que le hizo mover el brazo involuntariamente y golpear el espejo accidentalmente en una esquina, lanzándolo hacia delante mientras giraba sobre sí mismo.

“¡Oh, no!” exclamó al darse cuenta de lo que había ocurrido.

El espejo siguió dando vueltas en el aire mientras se alejaba más y más. Jonyo, al no poder verlo, agudizó el oído para sentir el momento exacto en que daba la vuelta, mientras preparaba el rayo apuntando en dirección al espejo. Pasaron unos segundos que a todos les parecieron eternos en los que el caballero se quedó quieto y todos le observaban atónitos. De pronto, apretó con fuerza el puño que sujetaba el rayo y se dispuso a lanzarlo.

“¡Ahora! ¡Lanza del Relámpago!”

El rayo avanzó a tal velocidad que los presentes le vieron un instante en poder del caballero y al instante siguiente sólo vieron el espejo estallar en mil pedazos.

“¿Qué ha pasado? – Se preguntó asombrado Fidel – ¿No tendría el espejo que haber devuelto el ataque?”

“Primero me lanzó un pequeño rayito estático que no fui capaz de ver, para que me diera un calambre y golpeara el espejo de un acto reflejo, y después destruirlo atacando por la parte opuesta que no es espejo... – reflexionaba Hilda – No está mal, caballero...”

Jonyo avanzó hasta ella, espada en mano y le apuntó al cuello.

“Este combate ha terminado. He ganado. Ríndete”.

Hilda aún mantenía sus dos báculos en cada uno de sus brazos. Podía atacar de nuevo y era muy probable que el caballero no fuera capaz de evitarlo. Todos estaban pendientes de su decisión, con el corazón dando tumbos y los puños cerrados con fuerza.

“Yo abandono...”

Hilda soltó los báculos y estos se desmaterializaron con la misma facilidad con la que habían aparecido. El caballero también bajó la espada y al fin todos respiraron tranquilos.

“Por fin se acabó... Pero a un precio muy alto...” dijo al ver los sangrientos ojos de su compañero.

“Ufff.... Al fin – dijo el caballero guardando su espada y olvidándose del sacrificio que había hecho – Vamos a la torre, no hay tiempo que perder”.

“¡Yo voy con vosotros!” exclamó Pamela.

“¡Otra vez lo mismo de siempre! – Se quejó Fidel – ¡Te hemos dicho mil veces que esto no es cosa de niños.

“Nnnnnnnnn” se burló de él la niña sacándole la lengua.

“¡Serás...! ¡Niña insolente!”

“Deja que haga lo que quiera, Fidel – le dijo su compañero – después de este combate tan largo, lo último que quiero es más problemas”.

“Está bien...” dijo sin ser capaz de mirarle a los ojos.

“Antes de iros, por favor, ven aquí, Pamela” le dijo aquella que le había acogido de pequeña.

La niña se acercó a Hilda, que estaba agachada junto a los cristales rotos que antes formaban el espejo.

“Agáchate, por favor, tengo algo que darte”.

Obedeció. Hilda recogió los restos del espejo y los fue poniendo sobre las manos de Pamela, incluyendo el marco.

“Ahora, rinde homenaje al espejo” le dijo cuando todos los trozos estaban reunidos.

La pequeña cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia el destruido espejo, mostrándole su respeto. Los cristales se iluminaron con una luz dorada y empezaron a fundirse entre ellos dando lugar a una nueva forma.

“¿Se está recomponiendo?” se preguntaba Fidel.

Una diadema de oro con una piedra roja en el centro apareció en manos de Pamela.

“Esta es la Diadema de la Luna – dijo Hilda cogiéndola y colocándosela en la frente – Es el verdadero tesoro de nuestro pueblo, y yo te hago entrega de él por tu lealtad no a nuestro pueblo, sino al amor y a la justicia por encima de todas las cosas”.

La niña se palpaba la cabeza tratando de adivinar cómo le quedaba la diadema, pero ya no había espejo donde mirarse, por lo que terminó desistiendo.

“Prometo que me haré merecedora de la ofrenda que me haces”.

“Y yo sé que ya lo eres – le dijo sonriendo – Ahora ve con ellos. Sé que quieres ayudarlos”.

“¡Sí!” exclamó con alegría y decisión.

“¡Vamos! – exclamó el caballero de la tierra – ¡Si no vienes ya nos iremos sin ti!”

“Ya voy... No sé como lo haces que con cualquier cosa que dices consigues enfadarme...”

Los tres partieron hacia la última torre periférica, quedando atrás la que todos llamaban diosa Amaterasu derrotada y pudiendo únicamente mirar.

“Ahora, Jonyo, mientras vamos hacia la torre, te contaré lo que ha pasado con Gabriel, con la torre de madera, y por qué estoy aquí”.

“Soy todo oídos”.

Arturo, Reik y Shinkan se quedaron mirando hasta que JesuCristo se alejó lo suficiente que le perdieron de vista, quedando solo el polvo que el chocobo levantaba a su paso. Cuando le perdieron completamente, empezaron a caminar entre las ruinas. A su alrededor había lienzos de pinturas desgarrados, esculturas que les faltaban brazos o toda la parte inferior, pedazos de inscripciones escritas en latín que ninguno de ellos era capaz de entender, vidrieras hechas pedazos, mosaicos desmigajados, y todo ello parcialmente cubierto de arena y erosionado por el viento. A los pocos minutos de empezar a caminar, Arturo se paró pensativo.

“¿Ocurre algo, Arturo?” le preguntó Reik.

“Es extraño. No puedo sentir la energía de los que están fuera – comentó Arturo – Es como si estuviéramos en una dimensión distinta”.

“Seguramente la barrera actuará como aislante impidiendo esas cosas – opinó el sacerdote – ¿Habéis sentido alguna vez la energía de Seagram?”

“Ahora que lo dices, no”.

“Eso demuestra que ocurre lo mismo en sentido contrario, y que el verdadero cuerpo del guardián de estas ruinas se encuentra aquí dentro, protegiendo la torre de cristal”.

“A mí todo eso me da igual mientras pueda destrozar otra torre cristiana o algunos de los restos de estas ruinas” dijo Reik.

“¿No tienes bastante con haberte cargado una?”

“¡No, Arturo! ¡Las quiero tirar todas!”

“Pues siento decirte que no tenemos más torres para que las tires...” le dijo el sacerdote.

“Mierda...”

“Pero si tiras esa que se ve ahí al fondo – le dijo Arturo señalando la torre de cristal – Harás muy feliz a Peter”.

“Que remedio, habrá que conformarse...” dijo bromeando y los tres se dirigieron hacia ella.

El pequeño niño árabe que había presenciado el comienzo de la batalla entre el caballero de la rosa y su líder llegó corriendo hasta su pueblo, buscó a sus padres y se abrazó a ellos temblando.

“¿Qué te pasa, hijo? – Le preguntó la madre – ¿Dónde te habías metido? Estábamos preocupados por ti”.

El niño no contestó, se quedó temblando y jadeando por el calor y la impresión de lo que había visto.

“Hijo, nos estás asustando – le dijo el padre – Cuéntale a tus padres qué ha pasado”.

El pequeño respiró hondo, sorbió los mocos para dentro de la nariz y se acercó al oído de sus padres susurrándoles lo que había visto. La expresión de los padres cambió de repente y cuando el niño terminó de hablar el padre lo cogió en brazos y se lo entregó a la madre.

“Cuida de él – le dijo a su esposa – Mientras yo tengo algo que hacer...”

El hombre reunió a todos los habitantes masculinos del pueblo, y ordenó que las mujeres y los niños se quedaran en las tiendas de campaña para protegerlos.

“Camaradas, mi hijo acaba de llegar a mis brazos asustado. Me ha dicho que nuestro líder, la encarnación de nuestro dios Alá, está luchando contra uno de los extranjeros en el interior de las ruinas”.

“¡¿En el interior de las ruinas?!” exclamaron todos con gran impresión.

“¿Cómo habrá conseguido entrar? ¿Y por qué no nos habrá dicho nada?”

“¡Debe querer protegernos! ¡Seguro que no quiere que haya más heridos!”

“Exacto – dijo el que les había reunido a todos, para callar las habladurías y rumores – Nuestro líder se ha ido sin decir nada a nadie para proteger a su pueblo, para enfrentarse a un enemigo que destruyó toda la aldea de un golpe, que acabó con nuestras casas, con nuestras cosechas, con nuestro ganado, y con algunos de nuestros seres queridos. Él... ha ido a encontrarse con la muerte para proteger a su gente, y yo me pregunto, ¿qué clase de gente es a la que pretende proteger? ¿A una panda de cobardes que no saben defenderse ellos solos? ¿A unos vejestorios que no pueden hacer otra cosa que esconderse? Yo me pregunto... Nuestro líder se marcha a morir, ¿y nosotros tenemos conciencia para quedarnos aquí esperando su muerte? No sé vosotros, pero yo no me voy a quedar aquí sentado sin hacer nada. Si ellos han conseguido entrar en las ruinas, es que tiene que haber una forma de hacerlo. Yo la encontraré y ayudaré a nuestro líder. Y acabaré con todo aquél que se ponga en medio”.

El hombre no dijo una palabra más y se fue caminando en dirección a donde estaba la torre, solo, sin comida y sin arma alguna. Los demás habitantes se quedaron callados unos instantes hasta que uno saltó.

“¡Yo voy con él! ¡Si hay que morir, prefiero que sea luchando que de hambre en el desierto!”

“¡Sí! – Exclamó otro – ¡Primero recuperamos nuestro legado, y después ocuparemos la tierra que nos pertenece! ¡Nuestra tierra prometida!”

“¡Que todos los que puedan luchar se unan a nosotros! ¡Atacaremos todos y en masa! ¡Será la última batalla!”

Poco a poco, se fueron uniendo más y más miembros al grupo, según cada uno iba dejando a su mujer y a sus hijos a salvo. Al final, todos los hombres del pueblo sin excepción, armados con lo que tenían a manos, sin comida, sin esperanza, pero con el sueño de tener una vida mejor, ya fuera aquí o en el más allá, partieron hacia su destino.

Al mismo tiempo, las primeras noticias de la derrota de JesuCristo llegaban a Midgar.

“¡La torre ha sido destruida! – exclamaban todos corriendo de un lado para otro después de haber escuchado el estruendo y no ser capaces de verla – ¡Nuestro salvador ha sido derrotado!”

“¡Han sido esos extranjeros! ¡Primero han acabado con él y ahora vendrán a por nosotros!”

“¡Y si no vienen ellos vendrá el agente del gobierno a matarnos por haber destruido la torre! ¡Vamos a morir todos!”

“¡Oh, Señor! ¡¿No hemos sufrido ya bastante?! ¡¿Por qué le otorgas tanta desgracia a quien más te ama!?”

“¡Y ya ni siquiera podemos rezar! ¡La torre ha sido destruida!”

El pánico había cundido en el lugar, y todo el mundo estaba alborotado. Sabían que huir era inútil, sus casas eran débiles, y tampoco podían salir de la isla. Todo estaba descontrolado.

“¡Un momento! ¡Tratemos de calmarnos! – Terminó gritando uno – ¡Escuchadme todos! Es posible que JesuCristo sea nuestro salvador, que haya muerto para protegernos ahora por segunda vez, y que eso nos afecte, pero también debemos recordar que él no siempre estuvo ahí. Cuando no estaba también teníamos problemas, y no nos quedábamos llorando para que alguien los solucionara por nosotros, ¡éramos nosotros los que lo arreglábamos todo! Personalmente, creo que la figura del Hijo de Dios, a pesar de enriquecernos espiritualmente, nos ha perjudicado como personas, como guerreros, como seres humanos que somos. Desde que está entre nosotros, es como si no fuéramos capaces de hacer nada por nosotros mismos. ¡Ya es hora de terminar con eso! ¡Propongo que por esta vez, seamos nosotros los que le rescatemos a él! ¡Es hora de que su esfuerzo se vea recompensado!”

“¡Cuando mi mujer murió, fue JesuCristo quien estuvo allí para aliviar mi dolor!”

“¡Cuando tuve el accidente, fue él quien vino a verme al hospital!”

“¡Cuando los árabes atacaron a mis hijos, fue él quien los defendió!”

“¡Decidido! – Volvió a decir el que habló en primer lugar – ¡Esperamos, Señor, pues hoy seremos nosotros quienes irán a tu rescate!”

Gabriel se fijo en que su espada no tenía ni una gota de sangre, a pesar de haber cortado uno de los brazos extra de su oponente y, del mismo modo, no salía sangre alguna ni del brazo amputado ni del muñón que había en su espalda tras el corte.

“No me vas a decir por qué no sangras, ¿verdad?”

“No tiene sentido cuando tu final está tan próximo. Y ahora que me has cortado un brazo, la próxima vez que te tenga en el suelo no estaré tranquilo hasta que tu cabeza haya sido aplastada y tus sesos no sean más que líquido”.

“Vaya, pues parece que yo también tendré que ponerme serio... Senbonzakura”.

La espada del caballero se dividió en un millar de pétalos de rosa que rodearon el cuerpo del objetivo sin dejar puntos ciegos, y atacaron a la vez al líder del clan StormReaver, haciéndole multitud de cortes en todas las partes de su cuerpo, desgarrando sus ropas y dejando su pecho al descubierto, pero sin aparecer una sola gota de sangre.

“¿Es eso todo lo que sabes hacer?”

“Ya sabía que no funcionaría, pero tenía que intentarlo. Por fin tengo un excusa para probar una idea que lleva rondándome varios días por la cabeza”.

“¿Una idea? ¿Vas a experimentar durante un combate?”

“Sí. Lo he llamado Senbonzakura: Custom”.

Jonyo, Pamela y Fidel se acercaban a las puertas de la última torre mientras Fidel terminaba de contar su historia.

“Así que te engañaron como a un niño, y por eso estás aquí...” concluyó Jonyo.

“Ahórrate ese tipo de comentarios, eso es lo que menos importa. Ese tipo es peligroso y Gabriel está solo contra él. Cuando derribemos esta torre iremos ayudarle, ¿vale? Arturo y Peter ya han derribado su torre y estarán de camino a la de cristal, no nos necesitan, pero él está solo”.

“Dime una cosa, ¿por qué te preocupas tanto por él sabiendo que no le agradas para nada?”

“Supongo que, o bien en situaciones de peligro como esta hay que dejar de lado esas cosas, o bien deseo salvarle para demostrarle lo que valgo”.

“No hace falta que digas más, te comprendo perfectamente”.

“Ya hemos llegado – dijo Pamela parando en seco – Ahí está”.

Los tres miraron hacia la torre. Se trataba de una Pagoda de cinco pisos de color rojo con el tejado de cada piso hecho de tejas negras. Parecía una torre normal, pero los caballeros sintieron algo extraño nada más llegar.

“Que raro... Esta torre emite energía...” dijo el caballero de la tierra.

“Peter dijo que era un ser vivo porque estaba hecha con no sé qué material – le aclaró su compañero – Pero nunca imaginé que fuese tan real”.

“Es la torre de saikyum, el compuesto orgánico creado por el ser humano – explicó Pamela – Por eso la torre emite energía, estar hecha de se material la convierte en un ser vivo. Para que os hagáis una idea, es como si fuera un árbol”.

“Bueno, da igual lo que sea, cuando la vamos a tirar ahora mismo. Fidel, ¿quieres hacer los honores?”

El caballero de la tierra bajó la cabeza.

“Fidel, ¿qué ocurre?” preguntó al notar que no se movía ni gritaba de emoción como de costumbre.

“Podría intentarlo, pero dudo mucho que lo consiguiera...”

“¿Por qué? Sólo es una torre. Seguro que cae al primer golpe”.

“Como me gustaría que fuera así... Recuerda que yo ya me he enfrentado a una torre. Déjame mostrarte... lo equivocado que estás”.

El caballero extendió los dos brazos hacia delante, abrió las palmas y empezó a concentrar energía. Una onda de energía comenzó a cargarse en sus manos. Jonyo notó que ya tenía cargada la cantidad de energía que solía utilizar normalmente, pero seguía acumulando más. El viento empezó a soplar con fuerza, la arena empezó a revolverse, todo giraba en torno al punto en que Fidel concentraba todas sus fuerzas.

“¡¿Qué coño haces?! ¡Si lanzas eso aquí no destruirás la torre, destruirás todas las ruinas por completo!”

El caballero no hizo caso del consejo de su compañero y cuando se sintió satisfecho lanzó la onda directamente contra la pagoda. Jonyo, en un acto reflejo, cogió a Pamela, la abrazó y ambos se tiraron al suelo un instante antes de que la onda impactara contra la torre, produciendo una enorme explosión. Una nube de fuego cubrió toda la torre, impidiendo ver el resultado. Un fuerte viento sacudió después el lugar y finalmente quedó una nube de polvo y arena cubriendo la torre.

“Ya sé que te gusta llamar la atención – dijo el caballero del rayo al levantarse del suelo con Pamela – Pero ahora no tenías público, no era necesario este numerito”.

“Mira bien a la torre, Jonyo, o trata de percibir su energía, ya que no puedes ver...”.

La nube de polvo se fue disipando dejando ver claramente que la torre no sólo seguía en pie, sino que además no tenía ni un rasguño.

“No lo he hecho para llamar la atención, era para mostrarte la resistencia de estas torres. Yo me enfrenté a la más débil y tampoco fui capaz siquiera de hacerle un arañazo”.

“¿Entonces se puede saber cómo la derribasteis?”

“Gabriel me hizo prometer que no diría nada al respecto. Lo siento, no puedo responderte, sólo quería avisarte de que las técnicas convencionales no servirán de nada. Intenta lo que quieras, pero da el máximo”.

“Has dicho que tu te enfrentabas a las torre más débil, ¿y ésta? ¿Cómo es?”

“Esta es la más fuerte...” dijo Pamela mientras se reflejaba el sol en los cristales de sus gafas.

“Siendo así, y después conocer el resultado de tu ataque, no creo que ninguno de los míos sirviera de algo, pero supongo que tendré que intentarlo...”

Antes de que el caballero pudiera prepararse para atacar, las puertas de la torre se abrieron y un enorme rayo láser salió del interior directo hacia Pamela. Jonyo lo escuchó y volvió a tirar a la pequeña al suelo. El rayo láser pasó por encima de ambos, casi rozándolos, y terminó impactando contra una duna que había un poco más lejos, haciendo un agujero limpio y finalmente perdiendo su fuerza en la distancia. El agujero que se había producido en la duna empezó a llenarse con la arena de la parte superior lentamente, ante la atónita mirada de los tres jóvenes.

“¿Qué ha sido eso?” preguntó Fidel, que había visto todo sin ser blanco del láser.

“Ya os lo dije... Esta torre es un ser vivo, así que puede defenderse. Está dotada de todo tipo de armas defensivas, y cuando la has atacado, todas esas armas se han activado”.

“¿Una torre que se defiende sola? ¿Hablas en serio?”

“Sí... Quien fuera el que la diseñó – comentó a propósito – hizo bien su trabajo...”

“Bueno, olvida eso ahora – dijo el caballero del rayo para que no se diera cuenta de que ellos sí sabían quien era, pero a su vez sin saber que ella ya sabía quien era Peter – Esa torre no podrá resistir nuestros ataques mucho tiempo”.

El caballero invocó un rayo y lo agarró con sus manos. Después arrancó un trozo y lo retuvo en su mano.

“Está bien, Fidel, iré a por todas, ¡Lanza del Relámpago!”

El caballero lanzó la lanza contra la torre, sin verdaderas esperanzas de que fuera a tener algún resultado. Al igual que pasó con la onda de Fidel, la lanza fue neutralizada al chocar contra la torre. Acto seguido, unos cañones aparecieron en los balcones de cada piso y dispararon todos contra el caballero, estallando contra su cuerpo.

“¡Jonyo! ¡No!”

“Como no ve y las balas no emiten energía no ha podido evitarlas...”

El caballero cayó al suelo lleno de hollín y saliendo humo negro de todo su cuerpo. Su pequeña amiga fue a socorrerle de inmediato.

“Cof, cof... – tosía el caballero – De repente escuché un estruendo y un segundo después un montón de impactos sobre mi cuerpo... ¿Qué ha pasado?”

“Los cañones de la torre te han atacado, deberías descansar, en tus condiciones no hay mucho que puedas hacer”.

“¡Cuidado!” gritó Fidel.

La torre había comenzado una nueva ofensiva lanzando las tejas de los pisos inferiores. Como Jonyo no los veía ni los sentía, no supo que hacer, se quedó paralizado, así que Pamela le abrazó y recibió los primeros impactos en su espalda para protegerle, ya que pocos segundos después, el caballero de la tierra ya había tenido tiempo de bloquear los siguientes, rompiéndolos a puñetazos.

“¡Joder! ¿Cómo se supone que vamos a tirar esta torre? – Pensaba Fidel – Si estuviera Gabriel aquí, ¿podría hacerlo él? No... ¡No debo pensar en eso! ¡Tengo que buscar una manera yo solo! ¡Con mis medios! ¡Solo contando con Jonyo y conmigo!”

“¡Yo la derribaré!” exclamó una voz.

Los tres se giraron en dirección a la voz. Peter estaba montado en un chocobo junto a JesuCristo. Al llegar hasta sus compañeros, Peter se bajó y saludó.

“¡Peter! ¿Qué haces aquí? – preguntó Jonyo al reconocer su voz – Deberías estar con Arturo”.

“Sí, y además con él – señaló en tono despectivo – Con el que nos echaba de su pueblo”.

Fidel notó de pronto cómo un mechón de su cabello caía al suelo cortado por la espada de JesuCristo, que la guardó inmediatamente después.

“Vale, ya me callo...”

“Parece que no hemos sido los únicos que hemos tenido complicaciones – dijo al ver a Fidel allí – Pero... – de pronto vio los ojos ensangrentados de Jonyo – ¿A ti qué te ha pasado?”.

“No es nada... Tan solo fue algo necesario para ganar mi combate”.

“Y pensar que todo ha sido por mi culpa... Perdóname, Jonyo, te compensaré”.

Sin que el se diera cuenta, posó su mano sobre sus ojos y emitió una tenue luz verde durante unos segundos. Al retirar la mano, el caballero abrió los ojos y veía de nuevo.

“Pu... Puedes ver... – dijo su pequeña amiga medio llorando de alegría – ¡puedes ver de nuevo!”

La niña no pudo contener la emoción y le dio un fuerte abrazo.

“Sí, Pamela, puedo verte de nuevo”.

“Gracias, Peter-san, gracias de verdad...”

“Dámelas cuando esa torre esté hecha añicos”.

“Es cierto, ¿cómo piensas derribarla?”

“Si esa torre es un ser vivo, entonces responderá a mi técnica de curación del mismo modo que un ser humano. Con un poco se recuperará, pero si consigo infectarla en exceso...”

“No entiendo nada de lo que estás diciendo, pero esta torre es muy rara, es capaz de atacarnos” le dijo el caballero de la tierra.

“Cubridme, por favor. Hacedlo y yo tiraré la torre”.

“Yo tampoco entiendo nada de lo que está pasando – dijo Jonyo – Pero parece que sabes lo que haces, y además no tenemos alternativa, ¡vale! ¡Te cubriremos! ¡Ve y acaba con esa torre!”

Peter no contestó. Cubrió su brazo con su poder de curación, recubriéndolo de un aura verde. Apretó el puño con fuerza y se lanzó directo hacia la torre, que atacó asomando un cañón en cada ventana y lanzando toda su artillería contra Peter. Jonyo se adelanto y fue cortando las balas de cañón con su espada, y éstas caían a los lados de Peter, explotando con el impacto, creando un pasillo de fuego a los dos lados, pero sin llegar a alcanzarle.

“Que bien esta esto de ver de nuevo...”

“No te lo quedes todo para ti...” dijo Fidel.

El caballero de la tierra posó su mano en el suelo y empezaron a crecer montículos de arena que iban cubriendo a Peter de las balas y se esparcían después con la explosión. La torre atacó con flechas pero el resultado fue el mismo. Fidel levantó una muralla de arena que las detuvo todas. Llegado este punto, el presidente estaba ya a un paso de torre, cargó el puño y ejecutó su ataque contra la fachada de la torre, cerca de la puerta.

“¿De verdad va a tirarla?” pensó JesuCristo.

“Vamos, Peter...” pensó Pamela.

“¡Vete al infierno, torre asquerosa! ¡Mano del Destino!”

El puño de Peter impactó contra la torre, y tal como había ocurrido poco tiempo atrás con el cuerpo de JesuCristo, la parte de la fachada que había golpeado comenzó a resquebrajarse, pero sólo unos pocos centímetros alrededor, que finalmente reventaron haciendo un diminuto agujero en la pared.

“Vaya... Parece que no tengo suficiente energía para tirarla...” dijo medio riéndose para quitarle importancia al asunto.

Un nuevo rayo láser salió de las puertas de la pagoda, obligando a Peter a tirarse a un lado para no ser desintegrado. Segundos después, notaba como Jonyo le agarraba volando y le sacaba de la zona de peligro.

“Gracias, Jonyo, casi no lo cuento”.

“Dime, ¿estás cansado o algo? ¿Si descansas puedes tirar la torre?”

“Ese no es el problema, compañero. El problema es que yo soy un humano corriente que no ha pasado por vuestro entrenamiento. No se trata de lo cansado que esté, no tengo poder suficiente para tirar la torre, mi ataque no tendrá mucho más efecto aunque descanse...”

“¿No puedes enseñarnos esa técnica para que derribemos la torre nosotros?” preguntó Jonyo.

“Podría, pero te llevaría diez años...”

“Genial... No tenemos tanto tiempo... ¿Qué podemos hacer?”

La torre volvió a atacar lanzando flechas desde las ventanas. Fidel cogió a Peter y saltó para salvarse ambos.

“Si no pensamos algo rápido nos derrotará una mierda de torre – dijo Fidel – Tú eres el Hijo de Dios, ¿no? Haz algo”.

“Mis poderes no sirven para esta situación” contestó él a la vez que cortaba las flechas que le amenazaban con su espada.

“Pues vaya mierda de profeta... Cuando más lo necesitas, no sirve para nada...”

“Creo que podré enseñarte para lo que sirvo con gusto – dijo apuntándoles con su espada – Cuando hayamos derribado esa torre”.

“¡No os peleéis! ¡Es ya lo que nos faltaba! – Exclamó Pamela – ¡Mejor pensad una forma de tirar la torre abajo!”

“¿Qué interés tenéis en tirarla? – volvió a hablar el Hijo de Dios – Las otras dos torres ya han caído. Que uno de los otros dos grupos llegue a la torre de cristal y la derribe, destruyendo así la barrera, es sólo cuestión de tiempo. Y una vez lo consigan, esta torre se quedará sin energía y no será más que un adorno”.

“Por eso mismo debemos darnos prisa – dijo Fidel – Es cierto que dijimos que nos dividiríamos y que lo único que importaba era tirar la torre central para destruir la barrera, y que debía hacerlo el primero que llegase sin mirar atrás, pero hasta yo me he dado cuenta de que eso no es más que palabras...”

“No te entiendo”.

“No estamos haciendo para que todos podáis encontraros de nuevo con vuestra cultura, ni por justicia contra los que os han hecho vivir en esta isla prisión. Sólo lo hacemos porque uno de nuestros amigos sufre por su culpa. Puede que destruyendo la barrera cumpliéramos nuestro objetivo, pero cada torre es una parte de la misma y si dejáramos una en pie, sería como haber perdido. Desde el primer momento, todos sabían que pasara lo que pasara, no se irían hasta haber destruido su torre. Gabriel lo consiguió, Arturo lo consiguió, y ahora somos nosotros los que debemos cumplir con nuestra obligación de cara a nuestro amigo. ¡Tenemos que tirar esta torre antes de que Arturo o Gabriel tiren la de cristal cueste lo que cueste! ¡Por él! ¡Y por nosotros mismos!”

“Fidel...” susurró Jonyo sonriendo orgulloso.

“Con que se trataba de eso, un reto, personal ¿eh? – Dijo JesuCristo – No sé quien es vuestro amigo en cuestión, pero puede estar orgulloso... ¡de teneros a vosotros!”

Aquellas palabras del caballero de la tierra dejaron a Peter paralizado, cabizbajo, y sintiéndose aún más culpable por todo. Sin embargo, escuchar aquél discurso también le hizo tomar una decisión.

“Ya sé como tirar la torre” dijo a todos con total seguridad.