domingo, 26 de diciembre de 2010

Episodio CXVII

Bueno, nada más acabar los examenes, por ahora con unos resultados aceptables, en vez de jugar sin parar a mi PS3 pirata :p he estado toda la semana preparando este capítulo, pues antes del lunes sólo tenía puesto "Episodio CXVII" en el word. Pero ahora ya con tiempo, he podido escribirlo poco a poco y aquí está. También se han añadido las curiosidades del capítulo anterior, que cuando lo publiqué no tuve tiempo de ponerlas.
PD: Jon, me tienes que pasar el FIFA 11 que he guardado los 5 Gb que me quedan en el Disco Duro expresamente para él xD
  • Título: N/A
  • Tamaño: 7
  • Dedicado a: N/A
Episodio CXVII

S
eñalé a la cima de un edificio que se veía a lo lejos. Me pareció extraño que el cubo negro con rayos rosas a su alrededor que había a lo alto fuera decorativo. Tenía un mal presentimiento, pero no podía sentir ninguna energía en su interior, por eso decidí preguntar. Cuando vi el rostro de Kevin supe que había acertado.

“¿Pero qué cojones es eso?” se preguntó más sorprendido que cualquiera de nosotros.

“Ya me parecía a mí que no era ningún holograma para las fiestas – le dije sonriendo para tratar de tranquilizarle un poco – ¿Quieres que vayamos a echar un vistazo?”

“Sí, por favor. Ese cubo negro tiene toda la pinta de que voy a necesitar vuestra ayuda”.

“Pues vámonos ya. Además nos viene muy bien, así haremos tiempo para que reparen el barco”.

“Ese color… Me resulta extrañamente familiar – me dijo Peter – Creo que sabes a lo que me refiero”.

“Sí. Yo he pensado exactamente lo mismo. Por eso debemos darnos prisa”.

Esta vez fue Peter quien activó el monopatín aerodeslizador sin pensarlo y avanzó el primero dejando atrás sus miedos anteriores. Seguramente debía estar incluso más preocupado que yo. Kevin y yo nos miramos, sonreímos y seguimos a nuestro amigo calle arriba.

“No tengas tanta prisa, Peter. Si eso es lo que creemos que es, lo más probable es que cuando lleguemos tampoco podamos hacer nada”.

“Aun así… Quedarnos esperando tampoco es la mejor opción. Podamos o no hacer algo por el momento, debemos estar allí para poder actuar en cuanto nos dejen”.

“Perdón por interrumpir vuestra conversación, pero – preguntó Kevin – ¿Acaso sabéis qué es eso?”

“Algo así sólo puede ser obra de una persona – le explicó Peter – Alguien que, según nos has contado, tú también has tenido la desgracia de conocer”.

“No caigo… Todas las personas que conozco están en Petoria. Ninguna de ellas está por aquí”.

“El Caballero Negro” aclaré al fin para ahorrar tiempo. El rostro de Kevin cambió de repente, y pude adivinar a través de su mirada, que se había quedado en blanco, cómo en un instante estaba recordando todos los acontecimientos que nos había contado unas horas antes.

“¿Qué hace ese tipo aquí?” volvió a preguntar en cuanto volvió en sí.

“Al parecer, en el pasado Jonyo y él tuvieron un pequeño incidente – abrevié – Y ahora el Caballero Negro quiere vengarse Jonyo. El resto de la historia es demasiado complicada como para contarla ahora”.

“Es igual, con eso es suficiente. No quiero meterme en los asuntos de los demás”.

“Hemos dejado a Jonyo en el barco, pero sabiendo cómo es, ha podido venirse él solo en cualquier momento para comprarse una palmera de chocolate. Si están luchando dentro de ese cubo negro… No es que desconfíe de Jonyo, pero Blackron ya tiene las habilidades de tres caballeros… Eso si no le ha robado la suya ya a Jonyo”

“Deja de comerte la cabeza y espérate a que lleguemos. Puede que no sea Jonyo quien esté luchando contra él, incluso puede que ni siquiera sea cosa del Caballero Negro”.

“Claro, seguro que no pasa nada. Como se nota que…”

Una intensa luz roja interrumpió nuestra conversación. Miramos todos hacia arriba de un acto reflejo y vimos un rayo de energía rojo atravesar el cielo en un instante y perderse en la inmensidad del firmamento. Buscamos su origen, y descubrimos que venía de aquel mismo edificio. El cubo negro que había en lo alto ahora estaba hecho pedazos y se desvanecía rápidamente. Unos segundos después, vi dos siluetas sobre la azotea, pero no logré identificarlas por la lejanía, pues apenas me parecían puntitos.

“¡Ahí! ¡He visto a alguien! Pero no logro detectar su energía, deben estar muy lejos”.

“Esos son… – susurró Peter – ¡Bien! – exclamó a la vez que cerraba el puño con rapidez en señal de alegría – Espera, ¿has dicho que no puedes sentir su energía?”

“Sí, ¿es que tú sí puedes sentirla?”

“Ehhh… No, no. Yo tampoco, yo no soy como vosotros, pero me ha sorprendido que tú no puedas, esperaba que sí fueras capaz”.

“Ya… Entiendo…”

“Vale – frenó en seco en monopatín y nosotros lo hicimos también por acto reflejo – Ya no es necesario ir allí”.

“¡¿Qué haces?! ¡¿Por qué paras?! ¡Aún no sabemos quiénes eran esas dos siluetas!”

“Es evidente que uno de ellos es el Caballero Negro, y el otro no es Jonyo, así que no podemos seguir perdiendo el tiempo”.

“¿Cómo sabes que no es Jonyo? ¿No has dicho que tú tampoco habías podido detectar su energía?”

“Intuición”.

Sospechaba que mentía, que algo raro estaba ocurriendo. Iba a preguntarle de nuevo, pero el destello de un rayo que cayó fulminante a unas cuantas calles de donde estábamos me lo impidió.

“¿Un rayo con el cielo despejado?” se preguntó Kevin.

“¿Lo ves? – Señaló Peter – Jonyo está por ahí”.

“¿Qué está pasando en esta ciudad?” comenté asombrado por los acontecimientos.

“Ahora no podemos ir a los dos sitios a la vez. Debemos dividirnos”.

“El rayo podemos hacerlo pasar como un fenómeno natural en extrañas circunstancias, pero lo de aquel edificio los ciudadanos no van a pasarlo por alto, ¡yo debo ir allí!”

“Lo entendemos, Kevin, pero si Jonyo está en peligro, debemos encontrarnos con él antes que otra cosa. Haremos una cosa, tú ve hacia allí, nosotros buscaremos a Jonyo y una vez estemos todos a salvo iremos a reunirnos contigo, ¿vale?”

“Entendido. Gracias, ¡amigos!” exclamó y se fue rápidamente.

“Esto…” comencé a hablar.

“Si quieres decir algo, hazlo por el camino. Jonyo nos está esperando y no tenemos tiempo que perder”.

Tenía razón, así que de momento me callé y obedecí sin preguntar, pero no dejé de observarle. Estaba preocupado, no sólo por Jonyo o por el Caballero Negro, había algo más. Algo que no quería que yo supiera, y que se esforzaba en ocultarme con todas sus fuerzas. Rápidamente volví a poner el monopatín aerodeslizador en marcha y Peter no sólo me siguió, sino que también me adelantó y marcó él el camino.

“Había escuchado que los políticos mienten muy bien, pero es la primera vez que lo veo con mis propios ojos” dije mientras el viento hacía que el pelo me cubriera los ojos.

“No sé de qué me estás hablando” respondió para protegerse, pues todavía no sabía por dónde iban los tiros.

“A mí no me engañas. ¿Por qué le has mandado allí a él solo? ¿Y si se encuentra otra vez con Blackron?”

“Para cuando llegue, ya no habrá nadie. Blackron no se queda demasiado tiempo en el mismo sitio. Cuando hace lo que tiene que hacer, se va. Sólo quería alejarle de nosotros, él ya ha sufrido bastante. Con los destrozos que haya causado el Caballero Negro en esa zona, tendrá trabajo para unas cuantas horas. Ahora que sabemos que no estaba luchando contra quien nosotros creíamos, y en qué dirección está Jonyo, localizarle antes que él es nuestra máxima prioridad. ¡Por aquí! – giró en una esquina de repente – ¡Ya estamos muy cerca!”.

“Como ahora estamos en una situación crítica lo pospondré – le dije mientras iba siguiéndole – Pero cuando todo esto acabe quiero hablar contigo”.

“Claro, Arturo. Sabes que puedes preguntar lo que quieras – volvió a mentirme en mi propia cara – Mira, ¡ahí está Jonyo!”

Estaba empezando a hartarme de ese comportamiento, estaba a punto de saltar, pero oír el nombre de Jonyo me obligó a calmarme. Miré al frente y dejé todas las tonterías a un lado en cuanto vi al Capitán Lardo sujetando a Jonyo con un látigo enrollado al cuello con una mano y con la otra tenía su espada alzada.

“¡El Capitán Lardo! ¡¿Qué hace aquí?!” grité.

“Ya se lo preguntaremos más tarde, ¿no te parece?”

“¡Muere!” le escuchamos decir mientras empezaba a bajar la espada.

“Mierda, le va a matar, ¡aguanta Jonyo! ¡Ya estamos aquí! ¡Voy a salvarte!”

“¡No! ¡Déjamelo a mí!” gritó Peter y se adelantó.

Saltó del monopatín, pero sus cortas piernas le impidieron llegar de un salto hasta Jonyo, quedándose a pocos metros. Desde allí, y viendo como la dañada espada de Dayuri se acercaba rápidamente al cuerpo de nuestro compañero, alzó los brazos y proyectó una barrera a distancia.

“¡Atento Arturo! Mis barreras tienen más fuerza cuanto más cerca estoy de ellas, porque así puedo mandarlas más energía y más rápido. Él ya rompió una de mis barreras en Arcadia, y en ese momento estaba en óptimas condiciones, por lo que para romper ésta no tendrá ni que esforzarse. En cuanto haya un hueco, ¡ve a por Jonyo!

“¡Lo haré!” exclamé, y miré atentamente al frente. La barrera de energía apareció frente a Lardo, y al tocarla con su espada se rompió en mil pedazos sin que opusiera ninguna resistencia. Podía haber continuado su ataque y matar a Jonyo, la barrera no le había detenido. Sin embargo, se detuvo voluntariamente, se giró, y al vernos sonrió de una forma tan exagerada que de la emoción soltó a Jonyo.

“Te estaba esperando. Arturo, caballero del fuego”.

No le escuché. Hice lo que Peter me pidió. Aprovechando que estaba feliz, corrí a por Jonyo y le arrastré hasta llevarle con nosotros. A pesar de que tuve que pasar al lado del Capitán, no me hizo nada, sólo siguió sonriendo.

“¿Cómo estás? – Me preguntó – ¿Estás furioso? ¿Lleno de ira? ¿El odio hacia mí invade tu interior?”

Ni Peter ni yo entendíamos su actitud. Todas esas preguntas no tenían ningún sentido, pero Peter aprovechó ese valioso tiempo para curar a Jonyo con sus poderes.

“Espera un segundo, ¿estás curándole delante de él?” pregunté asombrado.

“¡Qué más da! Si ya lo sabe. Me lo dijo la otra vez…”

Jonyo fue recuperando sus fuerzas hasta que por fin recobró la consciencia. Abrió los ojos lentamente, pero cuando nos vio no pareció alegrarse demasiado.

“Chicos… Sois vosotros… Vaya, eso significa que he fallado. Se supone que debía impedir que me encontrarais”.

“Si sigues lanzando rayos a plena luz del día y sin nubes – dijo Peter – Será difícil que no pensemos que eres tú. Pero lo más importante ahora, ¿cómo se te ha ocurrido enfrentarte a él tú solo?”

“No tenía otra opción – mintió, pero en ese momento todavía no lo sabíamos y le creímos como idiotas – Además, no estaba él solo. También estaba la teniente. Logré herirla y tuvo que marcharse, pero ya él fue demasiado… Aunque todo eso no importa ahora, ¡Arturo, tienes que marcharte de aquí! ¡Rápido! ¡Él quiere…! ¡Quiere…!”

“¡Vamos, caballero del fuego! – Interrumpió gritando el Capitán Lardo – ¡Arde! ¡Explota! ¡Muéstrame todo tu poder!”

“¡Lucharé contra él!” Exclamé convencido.

Al escucharme decir, eso, Peter y Jonyo se miraron un instante y luego se lanzaron a por Lardo, ignorando completamente mis palabras. Jonyo intentó un corte vertical, pero el Capitán Lardo lo bloqueó sin problemas.

“Arturo, ¡lárgate de aquí! – Me gritó Jonyo mientras se empeñaba a fondo en el forcejeo – ¡Nosotros le entretendremos!”

“¡¿Pero qué estáis diciendo?! ¡¿Por qué iba a irme?! ¡Yo lucharé con vosotros!”

“¡Quitaos de en medio! – Gritó Lardo – ¡Es a él a quien quiero!”

Dayuri aprovechó la ofensiva de Jonyo en su propio beneficio. Primero dejó de fingir que había un forcejeo y empujó a Jonyo, tirándole al suelo. Rápidamente saltó sobre él y le pisó el pecho.

“¿Qué te pasa? ¿No te cabrea ver cómo hago sufrir a tu amigo? – Me preguntaba mientras le hundía en el suelo – ¡Vamos! ¡Conviértete en SuperGuerrero para que pueda tener un rival digno de mí!”

“Así que ese es tu objetivo… No te importa a quien te lleves por delante, ni los daños que puedas causar. Has puesto la ciudad patas arriba sólo para encontrarme y combatir contra mí. Si esa es la única manera de que pares entonces cumplirás tu objetivo. ¡Aquí y ahora acabaré contigo!”

“No… Arturo, no lo hagas… Vete… ¡Rapido!” me decía Jonyo.

“Tú calla” dijo el Capitán Lardo y le dio un puñetazo en la cara para bajarle los humos.

“¡Suéltale!” Grité, y me lancé a por él a toda velocidad. A pesar de estar esforzándome al máximo, notaba que iba muy lento. Saqué mi espada y traté de atacarle directamente, pero quedé sorprendido al ver como frustraba mi ataque sujetándome de la muñeca con la que sostenía mi espada.

“¿Tratas de burlarte de mí? ¡Lucha en serio!” exclamó y después me arrojó contra una pared después de ondearme como si fuera un niño. Choqué de espaldas. No fue un impacto muy fuerte, pero me dolió como si un edificio entero me aplastara.

“¡Deja de fingir que ese golpe te ha hecho daño y muestra tu poder de una vez!” volvió a gritar el Capitán y me lanzó una pequeña bola de energía. El golpe me había dejado muy dañado, y no tenía fuerzas para esquivarla, y aunque era una bola débil que sabía que no podía ser capaz de herirme, en esta ocasión sentía como si fuera capaz de matarme.

La bola estaba a punto de alcanzarme, cuando Peter se puso en medio y la bloqueó con su cuerpo, sin utilizar barrera ni nada. La bola estalló nada más tocarle, causando una leve explosión, pero Peter no era un caballero como nosotros, y fue suficiente para que cayera derrotado. Inmediatamente, fui a ver como se encontraba. Por suerte, aún estaba consciente.

“¡¿Por qué lo has hecho, Peter?! ¿Por qué?”

“Vete… Ahora eso es lo que tienes que hacer… Recuerda que has dicho que hablaríamos luego, ¿verdad?”

“Qué vergüenza, el que supone es el más fuerte de todos los caballeros porque es capaz de alcanzar el SuperGuerrero, tiene que dejarse proteger por sus amigos para seguir con vida. Me decepcionas…”

“¡¿Cómo te atreves?! ¡¡Lardo!!”

Enfurecido, extendí el brazo para lanzarle una onda con todas mis fuerzas, pero no salió nada. Por más que me esforcé no lo conseguí. De pronto empecé a recordar ciertos sucesos que me llamaron la atención. Primero la presión del barco cuando aceleró bruscamente al llegar a la isla. Después el no sentir la energía del Caballero Negro por muy lejos que estuviera, y luego que esos golpes tan débiles me causasen tanto daño. Fue entonces cuando lo entendí todo. Mis manos temblaban. Mi cerebro buscaba otra solución, pero pensar más en ello no hacía más que confirmar los hechos.

“Parece que ya se ha dado cuenta, Jonyo” dijo Peter.

“Perdónanos, Arturo. Nosotros no queríamos ocultártelo, pero cuando nos dimos cuenta ya era demasiado tarde para decírtelo…”

“Claro… Entonces era por eso… Por eso sabías que no era Jonyo quien luchaba contra el Caballero Negro, por eso supiste donde estaba Jonyo en cuanto cayó el rayo… No era que estuvieran muy lejos… Era que yo no podía sentirlo… Por eso le salvaste tú en vez de dejarme hacerlo a mí… Y por eso me protegíais de cada ataque… No he perdido sólo mis poderes de fuego, también todos los demás… Ahora soy una persona normal…. Yo creía… Creía que seguía siendo el mismo…”

“¡¿Qué estáis diciendo?! ¡¿Poderes perdidos!? ¡Eso no puede ser! – El Capitán Lardo nos miró a todos buscando en nuestra mirada alguna prueba de que mentíamos, pero lo único que consiguió fue confirmar sus temores – ¡No! ¿Cómo? ¡¿Cómo ha sido?!”

“¿Acaso no sabes a lo que se dedica el Caballero Negro?” le preguntó Jonyo.

“No me meto en los asuntos de los demás”.

“Pues que sepas que el Caballero Negro se ha estado dedicando a robar los poderes de los caballeros. Primero de los que ya están muertos, y ahora ha empezado con los vivos. Lo que significa, que no podrás tener ese combate que tanto buscabas. Lo siento, debías haberte informado antes de venir, jejeje”.

“¿Dices que no podré enfrentarme a él porque ese lacayo de Mesa le ha robado sus poderes? ¿En serio? Jajaja, es muy gracioso. ¿Sabéis lo que eso significa? He venido hasta aquí para nada. Aunque luchara contra todos vosotros juntos no me duraríais ni cinco segundos, ¡¿sabéis lo que eso significa?! ¡Ahora tendré que divertirme matándoos lentamente! ¡Y tú, el que más me ha decepcionado, serás el primero!”

El Capitán Lardo acometió contra mí con una mirada de odio y furia y en sus ojos. Jonyo y Peter trataron de detenerle, pero estaban demasiado débiles como para protegerme más, y yo, después de aquella fatídica revelación, tampoco era capaz de hacer nada. No sólo me habían robado las fuerzas, también los ánimos. El Capitán Lardo me dio un fuerte puñetazo en el estómago con el que me lanzó por los aires con tal fuerza que en unos pocos segundos  dejé de distinguir a todos en el suelo y me perdí en la lejanía.

“No puedo volar por mí mismo – pensé mientras surcaba el cielo – Ahora soy una carga para los demás… No tiene sentido que siga viajando con ellos – Noté que empezaba a descender, y cerré los ojos. Sabía que si caía desde esa altura no habría nada que me salvase, y tal vez era mejor así, dadas las circunstancias. A los pocos minutos noté que caí al agua, y empecé a hundirme lentamente – El ataque del Capitán Lardo ha debido de ser tan fuerte que me ha lanzados más allá de los límites de la ciudad. El caballero del fuego encuentra su final en el agua. Qué ironía… Bueno, ha sido un placer viajar con vosotros y luchar a vuestro lado. Adiós, amigos…”

Curiosidades!!!

Desgraciadamente, esta vez no hay nada que comentar aquí xD

martes, 16 de noviembre de 2010

Episodio CXVI

Vaya, la otra vez me encuentro al personaje principal del anterior capítulo y hoy me encuentro al de este xD Me encontraré también al siguiente la próxima vez que esté a punto de publicar?? El episodio lleva hecho desde esta mañana pero no había Internet en la uni y ha tenido que esperar a ahora.


  • Título: N/A
  • Tamaño: 7'5
  • Dedicado a: N/A

Episodio CXVI

S
abía exactamente lo que pretendía el Capitán Lardo, pero con esos dos enemigos enfrente, ganar tiempo era la elección más acertada. Estaba claro que no iba a poder salir de ahí sin luchar, pero luchando tampoco iba a salir vivo si me enfrentaba a los dos a la vez, así que mientras pensaba una estrategia, intenté entretenerle.

“¿El SuperGuerrero? ¿Planeas algo contra Arturo? ¡Habla!”

“Te creía más agudo, caballero del rayo, pero en fin, ya que voy a utilizarte para conseguir mi propósito, me parece justo que por lo menos sepas de que se trata. A pesar de que la paliza que os metí la última vez, mi compañero Mesa, se rió de mí porque, aunque él había sido derrotado, había enfrentado el poder Arturo convertido en SuperGuerrero, algo que yo desconocía totalmente. Nunca he sido capaz de sentir la energía de los demás, sin embargo, cuando el caballero del fuego mostró su auténtico poder en Azeroth, incluso yo pude notar aquella sensación. Una sensación que me daba aún más ganas de enfrentarme a él en una batalla a muerte. Quise venir de inmediato, pero perdí una apuesta con ese idiota y tuve que ceder mi turno en favor del Caballero Negro. Pero ahora todo eso pasó ¡y al fin estoy aquí para cumplir con mi objetivo!”

“No veo que tengo que ver yo en todo eso”.

“Jaja, ahí si has estado agudo, caballero. He estado investigando, y el caballero del fuego no es capaz de realizar su transformación por propia voluntad. Necesita alcanzar un estado de aflicción lo suficientemente profundo como para que desate su furia. Además, también me he enterado que una vez transformado, pierde todo tipo de valores y principios en favor de un único fin, ¡acabar con todo aquel que se encuentre a su paso!”

“Si querías cabrear a Arturo, lo suyo habría sido que fueras a por él, ¿no crees?”

“Sigues sin entenderlo, ¿o es que me estás tomando el pelo? Ese chico siente más aprecio por la vida de los demás que por la suya propia. Podría atacarle durante años y no conseguir que se transformara. No obstante, puede que eso cambie si ve tu cuerpo magullado colgando boca debajo de la ventana de un edificio”.

“Sólo una última pregunta. Si quieres darle una paliza a alguien para provocar a Arturo, ¿por qué yo? ¿Me tomas por el rival más débil?”

“Es cierto que Fidel ya no está con vosotros, y el caballero del hielo os abandonó hace tanto tiempo que no se tienen datos verídicos sobre su nivel actual, así que sí se puede decir que seas el más débil ahora mismo, pero no te sientas especial, sólo eres el primero que he encontrado”.

“¿Cómo sabes todo eso?”

“Mi teniente también es mi secretaria”.

“Lo que imaginaba. Soy su cabeza de turco. Típico de ese loco… Tengo un buen marrón encima, pero la conversación no ha sido en vano. Ha dicho que no es capaz de sentir la energía, no me acordaba de eso, pero haré que se arrepienta de habérmelo recordado – pensé mientras apretaba el puño con fuerza – Además, él no sabe que Arturo ha perdido sus poderes, no creo que pueda luchar contra nadie, ni mucho menos transformarse en nada, así que al menos sé que no conseguirá lo que quiere, pero eso no lo sabe, y me hará pedazos con tal de tener su preciado combate a muerte. Me gustaría tener más opciones, pero parece que no me queda más remedio que hacer un poco de ruido para que los demás me localicen y vengan a ayudarme. Aunque eso también atraerá a Arturo, estaremos todos juntos y podremos protegerle y huir. Bien, aprovechando que no puede sentir la energía, me esconderé y atacaré a la teniente desde las sombras. Si consigo alcanzarla con mi Lanza del Relámpago de lleno, es posible que le cause daños suficientes como para poder huir corriendo sin poner el peligro a nadie, y buscar yo a los demás en vez de hacerlos venir. Estas son mis opciones, así que… ¡un momento! ¡¡Ya está viniendo hacia mí!! ¡¡Ya viene!! ¡¡¡Mierda!!!”

“¡¿Por qué te quedas parado, caballero?! – Exclamó mientras avanzaba con su espada desenvainada – ¡¿Tan pronto te rindes?!

Antes de que me quisiera dar cuenta ya me había alcanzado. Apenas pude bloquear su ataque de un acto reflejo, y aun así, la fuerza consiguió lanzarme por los aires. No llevaba mucha fuerza, y en un par de segundos pude recuperar el control de mi cuerpo. Di una voltereta hacia atrás en el aire y terminé apoyado sobre la pared de un edificio.

“¡Joder, no me ha dado tiempo ni a...!”

“¿Crees que estás en posición de quedarte parado diciendo tonterías?” escuché desde arriba.

La teniente venía directamente hacia mí y me dio un rodillazo en la nuca, enviándome directo hacia el suelo. Por suerte para mí, había suficiente distancia como para pudiera impulsarme en la pared en el último momento y evitar un golpe fatal.

“Así no voy a durar mucho… Tengo que…”

“¿Sabes por qué he dicho antes que eres el caballero más débil ahora mismo?” escuché decir al Capitán Lardo desde atrás.

Me di la vuelta para atacarle, pero allí no había nadie. Creyendo que me estaba vacilando, volví a mirar hacia delante y allí estaba, corriendo a la misma velocidad que yo, sólo que de espaldas, mientras se sonreía.

“Todavía no te has dado cuenta, ¿verdad?”

“Sólo has dicho que soy el caballero más débil para provocarme, pero soy lo suficientemente inteligente como para no caer en tu trampa, ¡vas a tener que hacerlo mejor!”

No lo quise admitir, pero en ese momento ya estaba algo enfurecido, así que alcé mi espada contra él y traté de rebanarle la cabeza de un espadazo. Sólo tuvo que dar un simple salto hacia atrás para evitarlo, sin ningún esfuerzo. En ese momento fue cuando vi que sus palabras no eran una provocación.

“¿Te das cuenta ya? Todos los caballeros cumplen el atributo que representan. Arturo tuvo el valor y la fuerza necesarias para matar al caballero del hielo en aquella ocasión.Reik cree en sí mismo sin dudar ni una sola vez, aunque sus creencias le aparten de vosotros. Incluso el caballero de la tierra, que es considerablemente más débil que tú, cumple con su atributo, y da igual cuantos golpes reciba, pues siempre tendrá fuerzas para levantarse. Y Gabriel, bueno, en su caso es más complicado, porque antes de saber qué representa deberíais saber quién es. Pero tú, que además estabas advertido, sigues cometiendo el mismo error que la otra vez. Puede que puedas prever los movimientos de los demás por los impulsos eléctricos, puede que tengas ataques fulminantes y devastadores que arrasen con tus adversarios, pero sin una velocidad acorde con todo eso, no te servirán de nada. Te lo dije entonces y te lo vuelvo a repetir, pero parece que no aprendes. Sin no consigues ser más rápido que todos los demás, nunca vencerás al Caballero Negro, porque no saldrás vivo de aquí”.

De pronto sentí el látigo de la teniente fustigándome en la espalda. El primero fue un ataque fuerte y conciso que me hizo perder rápidamente el equilibrio. No contenta aún, volvió a golpearme unas cuantas veces más, fueron golpes suaves, bueno, todo lo suave que puede ser un latigazo, para hacerme caer al suelo. Hice un esfuerzo y conseguí evitar la caída dando un paso hacia delante, pero ella atacó a mis tobillos hasta que logró su objetivo. Caí boca abajo y unos instantes después las piernas de la teniente me pisotearon la espalda, asegurándose de que me inmovilizaban bien.

“No te motives tanto, Jezabel, o le matarás demasiado pronto. Recuerda que le necesitamos vivo para atraer Arturo. Debe morir delante de sus ojos para que logremos que se transforme”.

“Mis disculpas, Capitán, pero me cuesta contenerme al luchar contra un rival tan débil” dijo mientras me pisaba la cabeza.

Jezabel miró hacia abajo sin querer y me pilló sonriendo aunque me estaba aplastando la cabeza. No tardó en notar el resplandor de las dos bolas de energía que estaba cargando en mis manos. Rápidamente, las estrellé contra el suelo tratando de provocar una explosión que les alejara lo suficiente como para escapar, a pesar de que me hiriera a mí también.

Todo salió bien, en cuanto vieron mis manos aplastando las bolas contra el suelo, saltaron para no ser alcanzados por la explosión. Además, después de que el fuego se disipara, se liberó una nube de polvo y humo que cubrió toda la zona, permitiéndome ocultar mi energía y escapar entre la confusión. Tuve suerte de que me arrinconaran entre callejuelas poco transitadas para atacarme, ahora yo estaba usando eso en su contra. Buscando un sitio donde esconderme antes de que se disipara también el humo, vi un contenedor de basura mientras huía. No quería dañar mi reputación metiéndome en un sitio, así, pero tampoco tenía donde elegir, así que me metí en el de reciclaje de papel y cartón, que por suerte, estaba detrás y no lo había visto. Una vez dentro y bien revuelto entre cajas de leche y de juguetes de todo tipo, me aseguré de no dejar rastro de energía alguno y me quedé lo más quieto posible.

El humo tardó unos minutos más en disiparse, minutos que a mí me parecieron años. Me quede mirando fijamente la calle desde el agujero que había para meter la basura, preguntándome cuanto tardarían en aparecer. Sentía sus energías dando vueltas por ahí, en el cielo, acercándose, pasando muy cerca, acelerándome el corazón, y alejándose después. Cuando se cansaron, se juntaron en el mismo sitio y aunque estaban en el cielo, pude oírles hablar perfectamente.

“Ha escondido su rastro, Capitán – le escuché a ella – Pero no se preocupe, destruiré toda la zona y le obligaré a aparecer”

“¡Alto, teniente! – Exclamó él – ¡Deténgase! ¡Es una orden!”

“Pero… ¿por qué?”

“¿No se da cuenta? Eso es lo que él quiere que hagamos. Si disparas a una parte en la que no está y no le das de lleno, le darás la oportunidad perfecta para escapar entre la confusión y avisar al caballero del fuego. Antes hemos vigilado los límites del humo de la explosión anterior y no ha salido nadie, así que tiene que estar aún por ahí, escondido. Bajaremos y le buscaremos a pie. Arturo no debe verle hasta que esté a punto de morir”.

“¡Entendido Capitán!”

Después de lo que había oído, quedarme escondido más tiempo era una condena. Tarde o temprano iban a acabar encontrándome. Debía salir, y rápido, para encontrarles yo a ellos y tener alguna posibilidad de salir vivo de allí. Me hizo hueco entre los cartones para salir más fácilmente cuando de pronto el Capitán Lardo aterrizó justo delante de mi cara. Me quede paralizado un instante, y cuando reaccioné escondí la cabeza con el mayor sigilo posible. No sabía si me había visto o no, pero para cubrir todas las posibilidades, me tapé la boca y contuve la respiración mientras escuchaba sus pies caminando por los alrededores.

“Ahí hay algo – dijo con total convicción – Puede que no sea capaz de percibir la energía, pero sí puedo tener presentimientos y notar cuando algo no va bien”.

Estaba perdido, si de verdad me había descubierto, sólo me quedaba atacar por sorpresa un instante antes que él y huir antes de que se recuperase. Me preparé mientras esperaba el momento preciso, sintiendo sus pasos acercándose cada vez.

“¡Ahí estás!” exclamó él.

Ya estaba sacando la cabeza para salir, estaba de espaldas a mí, mirando el cubo de basura, era la oportunidad perfecta, cuando oí un maullido y me escondí de nuevo.Después asomé un poco la cabeza, lo justo para ver qué hacía. Me sorprendí al verle hablando con un gato que había entre la basura.

“Hola gatito, ¿cómo estás? ¿Estás buscando algo de comida? ¿Me dejas que te adopte?”

Trató de coger al gato, pero los animales tienen mejor instinto que las personas, y le arañó sin pensárselo dos veces. Después salió corriendo y el Capitán Lardo fue tras él.

“¡Espera! ¡No quiero hacerte daño!”

“¿Será bipolar?” pensé a verle marcharse así.

Sentí la energía de la teniente a un par de calles más abajo, y el Capitán Lardo se había ido en dirección contraria. Tenía vía libre. Era mi oportunidad de largarme y encontrar a Arturo antes de que lo hicieran ellos. Salté del interior del contenedor y salí corriendo hacia la primera calle con mucha gente que vi. Nada más salir vi un grupo de tías de muy buen ver y me paré en seco. La verdad es que estaban muy bien, y eran bastante jóvenes, seguramente un par de años más jóvenes que yo, por lo menos. De pronto recordé la actitud del Capitán Lardo cuando estaba delante de Mireia y la de Princesa de Arcadia y se me ocurrió una cosa. Podía irme, tenía tiempo suficiente para alejarme antes de que se dieran cuenta de que no estaba, encontrar a Arturo, avisarle y que atacáramos todos juntos, pero también podía hacer otra cosa. Atacar yo solo con un plan maestro y llevarme toda la gloria. Me gustó la idea. Sólo con imaginármelo sonreía de ilusión. Sabía perfectamente que era no era la decisión correcta, pero, nadie tenía por qué enterarse.

Me acerqué al grupo de jovencitas con mi natural atractivo y mi arte de seducción y les susurré algo al oído. Primero me llevé una bofetada porque entendieron mal mi petición, pero cuando me dejaron explicarlo más detenidamente aceptaron encantadas.

Hecho lo difícil, regresé a las callejuelas buscando a la teniente. Ella era la que podía localizar mi energía, y además era la más débil de los dos, tenía que ser el primer objetivo sí o sí. Seguí su rastro hasta encontrarla, que estúpida, todavía seguía buscándome por las callejuelas como le habían ordenado, no tenía ni idea de lo cerca que estaba. Subí al tejado de un edificio de un par de plantas que había cerca y preparé mi ofensiva.

“Vale... La técnica qu voy a utilizar no es mi estilo, está pensada para asesinar sigilosamente a tu enemigo de un único golpe, y a mí me gusta lucirme y llamar un poco la atención, pero en este caso no tengo más remedio que utilizarla. Perdóname, Andrés, por las veces que me negué a querer aprenderla, cuando ahora va a salvarme la vida. El único inconveniente es que hace mucho ruido, así que sólo tengo una oportunidad – Empecé a concentrar energía en mi mano, y después la recubrí con una fina película de electricidad, pero tan intensa que se escuchaba permanentemente un murmullo de chispas. En ese momento, mi mano era más afilada que cualquier espada y más mortal que cualquier golpe – Si no soy lo suficientemente rápido, me cogerá por el sonido y seré caballero muerto. Lástima que no puedas mirar, Capitán Lardo, ¡te mostraré que tengo esa velocidad que tanto me echas en cara!”

Salté rápidamente del tejado y en un instante había alcanzado a Jezabel. Ella escuchó mi ataque, y llegó a tener tiempo de girar la cabeza hacia atrás para ver qué era, pero nada más.

“Esta es... ¡mi hoja oculta! ¡Chidori!”

Antes de que le diera tiempo a hacer nada, la cogí del cuello con un brazo y con el otro la atravese desde la espalda hasta que salió por el otro lado en medio de un grito ahogado.

“El Capitán Lardo tenía razón, no eres lo bastante rápido...”

“¿Eso es lo único que se te ocurre decir después de que te haya atravesado el corazón?”

“Precisamente lo digo por eso. Fíjate bien – Eché un vistazo para ver por donde la había atravesado, y me cabreé al ver que no era el punto que había previsto. Es más, estaba bastante alejado del corazón, casi en el hombro – ¿Lo ves? He tenido tiempo suficiente para evitar que me mates. Ahora que has revelado tu posición, el Capitán Lardo acabará contigo, jeje...”

“Siento decirte que no vendrá. Le tengo bien ocupado con una nuevas amigas que he conocido hace un rato”.

“Bastardo... Juegas sucio... Pero aun así vendrá, ya lo creo que vendrá. Lo único que no entiendo es cómo un simple caballero de tres al cuarto como tú ha podido pillarme por sorpresa, ¿cómo es posible? Yo soy… ¡Yo soy la teniente Jezabel!”

“Tú eres un poco tonta por lo que veo. Desde la vez que te vencimos entre todos ha pasado ya mucho tiempo, es normal que ahora mismo, después de lo que hemos mejorado cada uno, yo sólo no tenga problemas para hacerte frente. Estoy seguro de que hasta Fidel podría vérselas contigo y no te sería nada fácil vencerle”.

Saqué mi brazo ensangrentado y la dejé caer al suelo. Intentó levantarse, pero la herida era demasiado grave como para permitirse ese lujo.

“Estás acabada. No te remataré, no ataco a quien no puede defenderse. Quédate ahí y reflexiona sobre tu vida, si es que tienes conciencia, claro. Yo voy a hacerle lo mismo a tu Capitán”.

Me marché caminando y a los pocos pasos noté el látigo viniendo hacia mí. Sin mucho problema, esquive el ataque moviendo la cabeza y detuve el látigo agarrándolo yo mismo.

“Parece que aun… ¡tienes ganas de marcha!” grité y tiré del látigo con fuerza, arrastrando su cuerpo por el aire hasta que chocó con la fachada de un edificio, donde quedó incrustada, boca abajo.

“No me dejas otras opción, ¡voy a tener que rematarte!”

Alzé la mano al cielo y atraje un rayo que agarré con mis propiad manos. Arranqué un trozo y apunté contra mi objetivo.

“Aquí acaba todo para ti, ¡Lanza del Relámpago!”

Lancé el rayo contra ella, quien al no poder moverse ya, cerró los ojos para enfrentarse a su terrible destino. Cuando estaba a punto de golpearla, el Capitán Lardo apareció y despejó mi Lanza del Relámpago de un espadazo sin mayor dificultad.

“¿Crees que está bien matar a los subordinados de los demás?”

“Si son idiotas, sí. Cambiando de tema, ¿cómo nos has encontrado? ¿No decías que no sabías captar la energía?”

“Uno debe ser consciente de sus propias limitaciones. No sólo no soy capaz de sentir la energía, ni me importa lo más mínima, sino que además me pierdo con facilidad, por eso la teniente tiene un control remoto que me indica su posición en el GPS del móvil. Si a eso le añades que no caen muchos rayos con el cielo descubierto, no fue tan difícil”.

“¿Control remoto? ¿GPS? – entonces recordé las palabras de la teniente cuando acababa de atravesarla, asegurando que su Capitán vendría a buscarla – Claro, lo uso en ese momento...”

Dayuri sacó el cuerpo de la teniente de la pared y la tiró al suelo.

“Retírese, teniente. En el coche tenemos algún carameloraro, tómese uno y vuelva cuando se haya recuperado. Yo me encargaré de esto, parece que nuestro joven caballero ha querido hacerse mayor demasiado rápido, necesita que le bajen un poco los humos”.

“Me niego a entrar otra vez en esa cafetera de color limón…”

“Pues quédate ahí y muere, como prefieras. Te cojo prestado el látigo mientras tanto”.

Arrancó el látigo del cinturón de la teniente y me atacó directamente con él. Conseguí evitarlo echándome a un lado, siguió adelante y atravesó el edificio que había detrás de mí arrasando ventanas, paredes y hasta personas. Una pobre mujer fue atravesada por el estómago y el látigo salió por su espalda. Murió en el acto y el cuerpo quedó colgando del látigo hasta que Dayuri lo recogió.

“Es increíble cómo cambia la fuerza de un arma de una persona a otra. Pero también tiene inconvenientes, se nota que no está acostumbrado a utilizarla, puede que sea más fuerte, pero también es menos precisa, creo que podré conseguir que no me alcance con ella”.

Esperé a que me atacara de nuevo con el látigo, lo esquivé, y aproveché el tiempo que necesitaba para recogerlo para lanzarme al ataque. Saqué mi espada, la alcé al frente y preparé una estocada mortal.

“¡No me subestimes, chaval!”

Esperó hasta el último momento para esquivar mi ataque, y antes de dejar que pasara de largo y fuera un blanco más fácil, me dio un fuerte puñetazo en la cara para demostrarme su superioridad.

“Un consejo, no juegues con los mayores, caballero, porque si lo haces, perderás”.

Antes de que pudiera caer al suelo, me enrolló el látigo por el cuello y me colgó. Desesperado, agarré el látigo y traté de quitármelo, pero la presión era demasiado fuerte. Me estaba ahogando y no podía hacer nada para evitarlo.

“Has jugado bien, caballero, pero parece que todo acaba aquí – le escuché decir mientras ataba el otro extremo del látigo a un poste para no tener que sujetarme él mismo. Después, desenvainó su espada y caminó hacia mí – Si eres un caballero de verdad, tienes que sobrevivir a este ataque – dijo mientras se preparaba para cortarme – Espero que no me decepciones, recuerda que te quier vivo, pero te voy a da la oportunidad de demostrarme que mereces la pena, ¡muere!”

El Capitán Lardo comezó a bajar la espada, y en  ese momento el látigo hizo que perdiera el conocimiento..


Curiosidades!!!



Sí, de la Lanza del Relámpago sólo hemos cogido prestado el nombre, pues el ataque en sí no tiene nada que ver.


Que grande el Chidori...


Que a su vez hace homenaje a hoja oculta del Assassins Creed


Lo de "te parece buena idea matar a mis suboridandos" "Si son idiotas sí" es una frase muy graciosa de Nico Bellic en el GTA IV

El coche que se menciona es el auténtico coche de Abelardo, pero no tenemos foto por el momento. Al igual que su afición por las mujeres jóvenes también es real.

domingo, 24 de octubre de 2010

Episodio CXV

Curiosamente he visto a Mireia esta semana, que estaba terminando este capítulo, lo que me recuerda que todavía no he hecho la recogida de firmas de Más Allá de Los Caballeros xD

Título: N/A

Tamaño: 7'5

Dedicado a: N/A



Episodio CXV

Bueno, – dijo el Caballero Negro alzando una mano y señalando al cielo –  no quiero que nadie nos moleste, así que…”

La turbia cima filtrándose
en un insolente recipiente de locura
Hirviendo, negando, nublando
y obstruyendo el sueño.
La princesa de hierro se arrastra
La muñeca de barro se desintegra
¡Unión! ¡Separación!
Llenando la tierra
conoce tu propia impotencia
¡Ataúd Negro!

Según iba recitando el hechizo, un campo de energía negro con forma cúbica se iba formando a nuestro alrededor, aislándonos completamente a los tres. Todo se cubría de oscuridad ante la perpleja mirada de Mireia y mía. Creía que su estrategia en esta ocasión consista en luchar en la oscuridad, pero por suerte para todos no era así. Misteriosamente, cuando el cubo se completó, la pared interior se volvió transparente, dejando ver la luz del sol y todo el exterior como si no hubiese pasado nada. Sin embargo, sabía que la barrera no había desaparecido, que seguía ahí, por una razón muy sencilla. Seguíamos aislados. Antes podía oír el ajetreo de la ciudad, el ruido del centro comercial, el motor de los aerodeslizadores, las risas de la gente; ahora todo había quedado en silencio. Tampoco podía sentir la más mínima energía por más que me esforzara. Lo único que no sabía era si desde fuera podían vernos o no, aunque tomando en consideración las palabras del Caballero Negro, lo más probable es que fuera que no. A pesar de que me haba separado voluntariamente del grupo, después de ver en lo que me había metido, empezaba desear que alguien me encontrara, pero si yo no podía sentir la energía de nadie, mucho me temía que nadie pudiera localizarme a mí. Así que sólo me quedaba observar.

El Caballero Negro comenzó a liberar energía tratando de intimidar a su adversario. Un aura negra comenzó a rodearle mientras gritaba y se le marcaban las venas en la frente. Ella le miraba con arrogancia y mantenía firme su indiferencia. No obstante, no sé hasta qué punto era consciente de la situación en la que se encontraba. Aunque era una persona que consiguió asestar un golpe a Mesa pillándole desprevenido, había sido derrotada por Reik cuando estaba poseído. No creo que tenga nivel para enfrentarse a un Caballero Negro en posesión de tres elementos oscuros. Ahora que caigo… ¡Es cierto! ¡El fuego negro! Si la alcanza con eso se acabó. Esperemos que no llegue a usarlo.

Al fin comenzó la batalla. El Caballero tomó la iniciativa y se lanzó a por ella sin haber desenvainado su espada siquiera. Parece que pensaba que no necesitaría usar ni su espada para terminar con eso. Ella le esperó casi sin moverse, tan solo extendió levemente el brazo derecho e hizo un gesto extraño con la mano. Iba a utilizar lo mismo que con Reik, piensa desviar el ataque del Caballero Negro y aprovecharse de esa misma fuerza para atacarle, a ver si funciona.

Tal como intuía, el Caballero Negro no creía necesitar su espada en este encuentro. Su musculado puño fue suficiente para inhabilitar las intenciones de Mireia, sino que además de rechazar su defensa también consiguió darle un primer golpe, aunque fuera en el brazo. Sorprendida ella, no yo, al ver inútil su intento, saltó para evitar un segundo ataque de su adversario, a la vez que se masajeaba el brazo para mitigar el dolor. De pronto se paró en seco, el Caballero Negro la había agarrado de la pierna, impidiéndola escapar.

“¿A dónde crees que vas, preciosa?”

“¡Suéltame!” gritó ella.

Trató de darle un taconazo en la frente, con la pierna que le quedaba libre, y en efecto se lo dio, pero en vez de conseguir abrir la cabeza del Caballero Negro, consiguió que se rompiera el tacón con el impacto. Aunque frustrado, el intento de ataque sirvió para violentar aún más a Blackron, que la contestó tirando hacia abajo y estrellándola contra el suelo. No contento, continuó ensañándose con ella, pateándole las costillas sin ningún miramiento. El primer impacto la pilló desprevenida y la dio de lleno, contra el segundo consiguió cubrirse con un brazo, y antes del tercero escapó rodando por el suelo. Se detuvo para levantarse pero él se lo impidió pisándole la espalda. En el suelo vio la sombra de la otra pierna acercándose a su cabeza y logró evitar el segundo ataque apartando la cabeza unos centímetros. El pie se incrustó tanto en el suelo de hormigón de aquella azotea que el Caballero Negro quedó atascado por un momento. Mireia aprovechó para atacar, pero su adversario rápidamente creó una bola de energía y la hizo estallar en el suelo para poder sacar el pie. Una nube de humo rodeó a los dos durante unos segundos y no pude ver nada mientras tanto. Escuché un par de impactos y luego el cuerpo de Mireia salió disparada hacia el cielo sin explicación aparente. Un segundo después, el Caballero Negro salió de la humareda de un salto, pero no con la suficiente velocidad como para alcanzar a Mireia y seguir golpeándola. Ella seguía alejándose sin control y yo no me daba cuenta de por qué. Cuando ocurrió caí en el motivo. Era porque no estaba ahí, no estaba a la vista. El cuerpo de Mireia avanzó hasta dar contra la pared interior del Ataúd Negro, que la rechazó de nuevo hacia dentro, en la misma dirección que venía. Fue entonces cuando el Caballero Negro aprovechó para rematarla. Ella vio venir el golpe de su adversario, y consiguió bloquearlo poniendo su mano en la trayectoria del puño de Blackron, pero no le sirvió de nada. Él continuó su ataque, hundiendo tanto su puño como el bloqueo de ella en su estómago, arrastrándola hasta el suelo, donde primero chocó su espalda, y después, de rebote, la cabeza. Tras ese último impacto, el Caballero Negro cesó su ofensiva y Mireia se quedó unos segundos tirada en el suelo, recuperándose.

“¿Acabo de empezar y ya no puedes ni levantarte? Que decepción, ¿y se supone que tú eres un peligro?”

Mireia se levantó de golpe y lanzó una bola de fuego que el Caballero Negro no se molestó en esquivar. Al impactar contra él, explotó en una nube de fuego, que pareció haber tragado al Caballero Negro. Sin embargo, desde el interior aparecieron un montón de llamas negras que devoraron el fuego normal y después desaparecieron, dejando a Blackron a la vista de nuevo.

“Me habían hablado de esto, de que tenías algún conocimiento básico de cada elemento, pero creo que básico se queda corto. No creo que Arturo pudiera hacer un ataque tan débil ni si quiera proponiéndoselo en serio”.

“¡Cállate!” gritó ella y le lanzó un bloque de hielo.

Podría haberlo derretido con llamas negras de nuevo, pero eso habría hecho creernos que dependía de ellas para cubrirse, así que se lanzó a por el bloque y de un puñetazo lo convirtió en centenares de cubitos que se esparcieron por los alrededores.

“Que fresquito…” susurró mientras continuaba avanzando.

Ella no se rindió, y su tercera opción fue lanzarle algunos rayos para frenar su avance.

“Me haces cosquillas, pero no tengo tiempo para seguir jugando contigo”.

Para quitarle las ganas de seguir lanzando ataques inútiles a distancia, el Caballero Negro lanzó una onda lo suficientemente grande como para que tuviera que esquivarla. Mireia vio las intenciones de su adversario, y trató de contrarrestar el ataque con una onda propia, pero lo único que consiguió fue perder parte de su energía y unos segundos en los que la onda del Caballero Negro se acercó aún más y sólo pudo evitarla saltando.

“¡Caíste!” escuché exclamar al Caballero Negro.

Cuando Mireia la onda pasó de largo a Mireia y dejó ver el suelo de nuevo, pudo ver la sombra del Caballero Negro acechando. Se giró lo más rápido que pudo pero no pudo evitar que Blackron le propinara una patada en la nuca y la catapultara de nuevo sin ningún control, o eso creía yo. La onda que había lanzado antes, llegó hasta la pared interior de la barrera, que en vez de neutralizarla, la rechazó hacia dentro justo en la dirección por la que venía Mireia. Cuando el destello negro de la onda le hizo darse cuenta, ya era demasiado tarde, y sólo pudo cubrirse de mala manera, reduciendo ligeramente los daños. Tras una pequeña explosión, pues la onda ya debía estar más que debilitada de tanto recorrido, el cuerpo de Mireia cayó al suelo de nuevo.

“La está destrozando, tengo que intervenir… – pensé mientras agarraba la empuñadura de mi espada – Pero tengo un problema… Si intervengo ella rechazará mi ayuda y quedaré al descubierto para nada. He de esperar a que pierda el conocimiento si no quiero que mis esfuerzos sean en vano. La duda es si caerá inconsciente primero o si la matará con ese mismo golpe”.

“No me parece bien seguir aplastando a una cría como tú de esta forma. Tengo mejores métodos para estos casos”.

Extendió el brazo y proyectó un chorro de agua negra hacia ella. Sin embargo al verlo, ella, haciendo un esfuerzo, recuperó un poco de agilidad y evitó el chorro tirándose hacia un lado. Después dio una vuelta en el aire y así consiguió caer de pie.

“No pensarás que voy a dejar que toques mi ropa nueva con esa agua tan sucia”.

“¿Pretendes hacerme creer que después de haber recibido tantos golpes has empezado a esquivar mis ataques sólo para no ensuciarte la ropa? ¡¿Estarás de broma?!”

El Caballero Negro continuó tratando de utilizar el agua negra contra Mireia, proyectando chorros contra ella de todas las formas posibles, pero continuaba esquivándolos todos. Blackron empezó a ponerse nervioso, y en vez de concentrarse en hacer mejor sus ataques, comenzó a desesperarse por alcanzarla como algo personal, reduciendo su puntería y dejando puntos abiertos. Ella se dio cuenta enseguida y según esquivaba iba avanzando hacia él.

“Joder, parezco tonto” dijo en voz alta y por un momento me reí en un momento así.

Mireia ya había abierto un camino hacia él. Por primera vez la situación parecía inclinarse a su favor. El Caballero Negro todavía no se había desecho de sus últimos ataques de agua negra fallidos, y no le daba tiempo ni a redirigirlos ni a preparar algo nuevo. El puño de Mireia se acercaba sin remedio, estaba a punto de golpear a Blackron, cuando un torbellino de viento negro que giraba a gran velocidad le rodeó, protegiéndole del exterior. Mireia estaba demasiado cerca para detener el ataque y al chocar contra el viento negro se torció la muñeca. Mientras se retorcía de dolor, Blackron retiró el torbellino de viento negro y sonrió para acentuar su posición dominante.

“Hay una cosa que no entiendo – pensaba mientras no perdía detalle de la batalla – ¿Por qué ella no usa su espada? Con la energía que debe tener acumulada ya ahí dentro debería ser más que suficiente para hacerle daños importantes al Caballero Negro, sino lo mata, claro. Pero no lo hace, ni siquiera ha desenvainado, ¿tendrá el mismo motivo que yo?”

Aprovechando la cercanía del momento y un descuido de Mireia, Blackron alzó el brazo y la cogió del cuello. Ella trató desesperadamente de quitarle la mano, dando golpes al brazo, retorciéndole los dedos e incluso dando patadas al resto de su cuerpo, pero los músculos del Caballero Negro permanecieron impasibles. Estaba ahogándola sin que ella pudiera hacer nada y aun así no llevó la mano a su espada en ningún momento. Su respiración estaba a punto de apagarse del todo cuando de pronto él la soltó y la agarró únicamente del cuello de la ropa. Desgraciadamente, ya la había debilitado lo suficiente como para que mostrara más resistencia y así se quedó.

“Tranquila, una muerte agonizante por estrangulamiento no es lo ideal para ti” dijo.

Había llegado al límite. Ya no podía esperar más. Él se preparaba para ejecutarla. Desenvainé mi espada creyendo que ya no tenía remedio pero cuando fui a descubrirme noté algo que me hizo detenerme una vez más. Mireia estaba susurrando algo, muy bajo, tan bajo que el Caballero Negro no podía oírla, y mucho menos yo, pero podía leerle los labios. Después empezó subir de tono poco a poco. Del susurro a hablar bajo, de hablar bajo a hablar normal, y de ahí a exclamar con fuerza.  

Rey que unes la oscuridad más profunda
Soy tu más humilde servidora
Concédeme una parte de tu inmenso poder
Acude a mí en este instante
Más negro que la oscuridad
Más rojo que la sangre que fluye
Encerrado en las corrientes del tiempo
En vuestro sagrado nombre
me acojo a la oscuridad
Por el poder que vos y yo poseemos
¡¡Que todos los estúpidos
que se interpongan en nuestro camino
sean totalmente destruidos!!
¡¡¡Matadragones!!!

En ese momento posó sus manos sobre el pecho del Caballero Negro y un gigantesco rayo de energía rojo muy intenso salió de ellas y engulló literalmente a Blackron. Absorber al Caballero Negro no fue suficiente para detener ese ataque, por lo que siguió avanzando y en un instante impactó contra la pared del Ataúd Negro. Sin detenerse ni frenarse atravesó la pared energética y durante un instante una estrella fugaz roja atravesó el cielo de la ciudad perdiéndose en el horizonte. Fue rápido y limpio, sin humo, sin destrozos innecesarios. En menos de cinco segundos todo había vuelto a la normalidad. Mireia se posó en el suelo y cayó de rodillas mientras tosía sin cesar. Resultaba evidente que el intento de estrangulamiento por parte de su adversario le había dejado serias secuelas.

“Jeje… No creo que pueda hacer eso otra vez – la escuché decir – Cof, cof…”

No tenía la más mínima duda de que no se había terminado todo por ahora. Aún potente y vistoso, ese hechizo era insuficiente para terminar con el Caballero Negro. Empecé  a mirar al cielo buscándole, pero estuve muy lento, porque él ya había bajado a la azotea otra vez. Miraba como los últimos pedazos del Ataúd Negro se precipitaban en el vacío y mientras lo hacía, una gota de sangre resbaló hasta uno de sus ojos. Al limpiarse se descubrió una pequeña herida en la frente, seguramente se la hizo al chocar de golpe con la barrera.

“Je… Por un momento has conseguido asustarme – dijo mientras se tocaba la herida de su frente – Además tengo que felicitarte, eres el primer ser humano que consigue derramar mi sangre por fuera de mi cuerpo”.

En ese momento la reconoció como una rival digna y desenvainó su espada. Esperaba que se lanzase a por ella como había hecho antes, pero supongo que hasta él puede volverse más prudente. Se quedó de pie en el mismo sitio, mientras la daba tiempo para recuperarse un poco.

“Con el hechizo has malgastado todas tus energías, aferrándote a la falsa esperanza de una tan hipotética como milagrosa victoria. Ahora todo ha terminado para ti”.

No creo que ella estuviera escuchándole. Estaba demasiado ocupada tratando de levantarse. Sus brazos y piernas temblaban y cayó de rodillas varias veces antes de conseguir ponerse de pie. Aun así, ya no podía hacer nada. Seguían temblándole las piernas, su respiración no se había recuperado y por como forzaba la vista seguramente se le estaba empezando a nublar. A pesar de todo, sacó su espada y se colocó en guardia, esperando el siguiente ataque del Caballero Negro.

“¿Lo usará ahora? – Me volví a preguntar – Lo dudo, si quisiera usarlo, lo habría hecho hace rato. Es demasiado obstinada como para cambiar de opinión. A menos que piense que si no lo usa morirá, seguirá en su línea. Vaya – pensé al mirar hacia el otro lado – Parece que el Caballero Negro quiere terminar ya el combate, también está colocado en posición”.

“¡¡Getsuga Tenshou!!” gritó.

Ahí estaba, su técnica de viento con forma de luna en cuarto menguante con la que había derrotado a varios enemigos antes. Sabía que si daba de lleno a Mireia acabaría con ella, pero no sé por qué, sentí que aún no debía intervenir y continué observando. El ataque avanzó con fiereza contra Mireia, quien únicamente utilizó su espada para bloquear el ataque. Yo estaba convencido de que el Getsuga Tenshou iba a partirlos por la mitad tanto a la espada como a ella. Suerte que me equivoqué. Al chocar contra la espada se produjo un forcejeo con chispas en el punto clave de fricción, pero no duró más que el par de segundos que tardó Mireia en ceder y ser arrollada por el ataque de su adversario, que la empujó más allá de los límites de la azotea. En vez de volar y subir de nuevo para continuar, vi cómo se precipitó al vacío sin remedio, así que ya tenía que haber perdido el conocimiento.

“¡Ahora! – pensé y de un acto reflejo salté al vacío. Para evitar volar y que así me detectaran, corrí por la pared del edificio a la velocidad suficiente para desafiar la gravedad. Después salté a la pared de al lado, por la que estaba cayendo ella y me dejé caer hasta alcanzarla – ¡Ya eres mía!” pensé al abrazarla desde detrás.

“¿Qué… qué ha sido eso?” – la escuché susurrar. Mierda, al parecer no había caído inconsciente todavía, pero ya no había vuelta atrás – ¿Tú otra vez? – Me dijo al verme – ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué me estás salvando otra vez?”

“Te digo lo mismo que la otra vez, ya que aquella vez no lo escuchaste porque sí estabas inconsciente. No hace falta una razón para ayudar a otra persona, no te sientas especial”.

“Sí que hace falta una razón, que esa persona lo merezca”.

“Cállate – contesté sin mirarla a los ojos – No estás en posición de negociar. Pero respóndeme una cosa, ¿por qué no has usado la energía que tienes guardada en tu espada?”

No respondió. Estaba en su derecho, pero creo que contestarme era lo menos que podía hacer después de que la hubiera salvado. Me asomé un segundo para mirarla mal y fue entonces cuando me di cuenta de que se había desmayado. A buenas horas. Ya podía haberlo hecho treinta segundos antes, me habría ahorrado la charla.

En breve me di cuenta de que tenía cosas más importantes en las que pensar. Había sido demasiado optimista con respecto al Caballero Negro, y se había asomado para comprobar su éxito.

“El caballero de la rosa – dijo al descubrirme – Así que estabas rondando por ahí – Extendió el brazo, señalándonos con el dedo índice y empezó a cargar una bola de energía de color negro – ¡Cero Oscuras!”

De aquella pequeña bola emergió una potente onda que avanzó ferozmente hacia nosotros asolando todo a su paso. Un hombre que se había asomado por la ventana al escuchar el ruido, al mirar hacia arriba recibió el Cero Oscuras de lleno y la parte superior de su cuerpo quedó reducida a cenizas. El torso y sus piernas se mantuvieron en pie unos segundos y después cayeron sobre su propio peso.

“¡Oh, no!” grité, y para lograr esquivarlo tuve que impulsarme en una ventana que se rompió al despegar mis pies. Aun así, la onda nos pasó rozando, desgarrándome parte de la ropa y quemando levemente mi hombro, pero como no, sin alcanzarla a ella.

Después de pasarnos, la onda continuó avanzando hacia el suelo, provocando una gran explosión en la entrada del edificio, y reduciendo a polvo a todas y cada una de las personas que había por la calle y en la planta baja, de la que salió una nube de fuego por las ventanas, después de que reventaran por la presión, claro. Tuve que detener mi descenso para no ser consumido también. Total, ya me habían visto. Me quedé observando aquella desoladora escena lamentándome de no haber podido hacer nada por evitarlo, sabiendo que había puesto la vida de una persona que apenas conocía por encima de todos los que estaban muriendo a mi alrededor. Es cierto que el Ataúd Negro de Blackron no se habría roto en condiciones normales, pero confiar en el hechizo de un enemigo tampoco es la decisión más adecuada. Por suerte o por desgracia, el ataque fue tan intenso que arrasó con todo sin dejar rastro, por lo que no vi ningún cadáver con el que atormentarme más, ni ninguna persona viva cerca a la que poner en peligro. Era el momento. Bajé hasta tierra, dejé a Mireia en el suelo y, temiendo un nuevo ataque, subí volando hasta la azotea antes de que volviera a poner en peligro a más gente. Seguramente se había anticipado a mis pensamientos, pues estaba arriba esperándome.

“Dime, esa chica ha sido víctima de mi Cero Oscuras, ¿verdad?”

Al principio no lo entendí. Él había lanzado el ataque mientras estábamos a la vista, sabía perfectamente cuál había sido el resultado de su acción, no tenía nada que preguntar. Me quede unos segundos en silencio, meditando, buscando una razón para aquella situación, que no me volviera loco, claro. Tras darle muchas vueltas llegué a una conclusión, pero no la diré por miedo equivocarme, si me lo permitís, ya que puede que vosotros lleguéis a otra distinta.

“Sí” respondí después de decidirme.

“Me alegro. Eso significa que ya me puedo ir de aquí. Hasta la vista”.

“¡Espera! – Le grité al comprobar que sus palabras iban en serio – ¿Ya está? ¿Te vas sin más? ¿No vas a intentar arrebatarme mis poderes? Te advierto que yo ya poseo el poder de la rosa negra”.

“¿La rosa negra? Es cierto, esa sería la habilidad que obtendría al arrebatarte tus poderes, eso si tú realmente fueras el caballero de la rosa, claro.

Lo siento, pero no tengo órdenes de acabar contigo, y no quiero hacerlo por propia voluntad, mi objetivo es una sola persona. Así que disfruta de estos momentos de vida que te estoy regalando, en otra ocasión no tendrás tanta suerte”.

Le dejé marchar. Y aún ahora, viéndolo todo desde fuera, con un poco más de perspectiva, sigo creyendo que fue la decisión correcta. Nada me aseguraba mi victoria en medio de una ciudad con tantas víctimas potenciales. Había cosas más importantes de las que preocuparse. Recogí el cuerpo inanimado de Mireia y salí caminando entre los destrozos, cuando algo me llamó la atención.

“Eso es...”









Curiosidades!!!

Ataúd Negro en plena formación
El Matadragones de Reena
Un Getsuga Tenshou que nunca lo había puesto

Y hasta he encontrado un GIF del Cero Oscuras