lunes, 26 de julio de 2010

Episodio CXII

Oficialmente este capítulo ha podido conmigo. No lo he escrito rápido, para nada, ya he perdido la cuenta de cuanto tiempo llevo dedicándole obteniendo muy pocos resultados a nivel cuantitativo. Desde que mi relación inestable se desestabilizó del todo y se consumió en sí misma las cosas no han hecho más que empeorar en todos los sentidos, pero precisamente lo que hace que todo se arregle es seguir adelante, sacando fuerzas a veces de donde no las hay. En los examenes hubo momentos de desesperación, en los que quieres dejarlo todo, pero si no hubiera seguido no habría aprobado las 11 asignaturas que he aprobado. Lo mismo ha pasado aquí, de pronto, todo ha empezado a despegar sin motivo aparente, y aunque el capítulo era ló que más despacio evolucionaba, al final también he podido yo con él ;)

PD: Campeones!!! Viva España, Viva el Rey, Viva el Orden y la Ley xDDDD (Sí, un poco tarde pero como he dicho no he podido publicar antes xD)
  • Título: Grinning Revengers
  • Tamaño: 6
  • Dedicado a. N/A

Episodio CXII

Estaba huyendo, lo reconozco. Sólo quedaba yo, por lo que sabía que tarde o temprano llegaría ese momento. Como pasa en todo, las cosas nunca son tan terribles como nos las imaginamos, pero cuando te invade el miedo y te corroe la desesperación uno es incapaz de pensar con claridad. Así que cuando vi a Kevin, sentí que era mi oportunidad de escapar de allí. Fue como estar en una cueva oscura durante mucho tiempo y ver de pronto la luz de la salida al final de un largo camino. Me alejaba caminando hacia atrás, a un ritmo normal, mientras me despedía de todos ellos de la forma más amable posible, tratando de disimular mi estado, pero en mi interior ya estaba corriendo en la dirección opuesta a ellos. Disimuladamente, me envolví entre la muchedumbre mientras bajaba lentamente el brazo con el que me despedía de mis compañeros, hasta que finalmente fui un punto más sin importancia alguna en la inmensidad de aquella ciudad.

Había conseguido lo que quería, pero algo no iba bien. Continuaba sintiéndome observado y presionado. Sentía la espada de Damocles acechando sobre mi cabeza y apuntando hacia mi corazón, podía ver su rostro en cada esquina, sentía su corazón palpitando en mi pecho, sus dedos acariciándome en la nuca, su perfume en el aire… Por primera vez sentía la necesidad de contarlo todo aunque sólo fuera para desahogarme y librarme de todo ese dolor, pero no era el momento ni el lugar. Ante todo, sabía que esa pequeña recaída era temporal, y que esas ganas de contarlo todo eran más bien fruto de haber escuchado las historias de todos los demás que mías propias.

Iluso de mí, eché a correr pensando que podría huir de mis propios pensamientos, pero lo único que conseguí fueron los insultos de todas las personas contra las que choqué mientras corría con los ojos cerrados. Estaba claro que aquella estrategia había resultado un completo desastre, pero no me rendí. Tarde o temprano tendría que contar mi historia, pero haría cuanto estuviese en mi mano para que fuera lo más tarde posible. Ya quieto de nuevo, y recuperando el aliento, vi la única solución, ¡el alcohol!

Sí, eran las 12 de la mañana. Sí, hacía mucho calor. Sí, no tenía edad para hacer esas cosas, pues los bares por las mañanas sólo están llenos de parados y fracasados sin nada mejor que hacer con sus vidas, y todo lo que vosotros queráis. Pero yo lo necesitaba, quizás no emborracharme, pero sí un par de copas con las que olvidarme de todo y de todos durante un rato. No buscaba un lugar idóneo, ni tampoco había mucho donde elegir. Me bastaba cualquier antro de mala muerte siempre que estuviera abierto. Finalmente vi un local en una calle perdida cuyo logo era un perro tocando la guitarra bajo un cielo estrellado.

“Scumm Bar… – leí – Mmmm… Suena bien… Y tampoco es que esté en condiciones de encontrar algo mejor…”

Entré en el local con algo de vergüenza, no esperaba encontrar a nadie, ni mucho menos algo de ambiente, así que asomé la cabeza con cuidado. El bar estaba vacío, como era lógico, y al único que pude ver fue al camarero detrás de la barra limpiando unos vasos.

“¿Quieres algo, muchacho? – me dijo – Si buscas el baño, está por ahí” señaló.

“No… Tan sólo quería preguntar si el local está abierto para tomar algo”.

“¡Claro! ¡Pasa hombre, pasa! No te quedes ahí”.

Alentado por tanta amabilidad, me fui acercando a la barra mientras observaba el local. No era un sitio demasiado grande, pero puede que eso precisamente le diera algo de encanto. Era como dar un viaje en el tiempo varios siglos atrás, todo estaba hecho de madera, las pocas mesas circulares que había estaban arañadas y roídas, y apestaban a vino y a varias bebidas más, que mezcladas en mi nariz no era capaz de reconocer por separado. Las sillas, también de madera, parecían más taburetes con respaldo que sillas, y daban la impresión de que iban a romper al sentarte. Incluso la lámpara era un aro de madera atado al techo con una cadena, que iluminaba la sala con unas pocas velas artificiales. Detrás de la barra había un montón de botellas polvorientas que a saber cuándo fue la última vez que se abrieron, si es que se habían abierto alguna vez. Por último, la melodía que sonaba de fondo en el local era un género bastante peculiar que no sabría definir, pero enganchaba.

“¿Qué va a ser?” me preguntó sonriendo el barman al ver en mi rostro que me había gustado el sitio.

“Pues… Ponme el coctel de la casa. Creo que será mejor que ninguna otra cosa que ya haya probado”.

Mientras me lo preparaba, una tercera persona apareció en el bar. Por un momento pensé que estaba tan confuso por mis propios pensamientos que no le había visto entrar, pero por suerte no fue así, y descubrí que al fondo había un pequeño escenario del que no me había percatado hasta ahora, y esa persona entraba y salía de él desde bastidores. Era un hombre adulto y maduro, pero lo suficientemente joven como para preocuparse aún por su imagen. Llevaba peinado un tupé para lucir su cabello, que se notaba que era teñido porque tenía patillas y éstas ya eran grises, pero lo que más llamaba la atención era su vestimenta. Tenía puesta una camisa con un cuello enorme, y no pude evitar recordar si aquél dicho que cuenta que todos los que tienen un coche grande, una casa grande, o en este caso un tupé y un cuello de camisa grande tienen pequeña otra cosa era verdad. Si no fuera porque su llamativa chaqueta azul celeste me sorprendió aún más, seguro que me habría quedado reflexionando sobre lo anterior. Casi me echo a reír, pero aguante cuando vi que mi coctel ya estaba en la barra.

“Vaya… ¿Tenéis actuaciones por la mañana?” pregunté mientras probaba aquel extraño brebaje.

“Claro que no, pero en algún momento tiene que ensayar, ¿no crees? Siéntete afortunado, vas a poder verle en directo sin pagar entrada”.

“Que honor… – susurré en tono sarcástico –  Ey, ¡esto está que te cagas! ¿Qué lleva?”

“Jaja, pues… Queroseno, – mis ojos se levantaron de la jarra y miraron al barman – gricol propílico, – tragué saliva – endulzantes artificiales, ácido sulfúrico, – agarre con fuerza la jarra – ron, acetona – empecé a temblar – tinte rojo nº 2, scumm, grasa para ejes, ácido para baterías y/o peperoni”.

Sí, había conseguido olvidar lo que me trajo a ese bar, pero ahora había una segunda cosa que quería olvidar, así que aparte un poco la jarra y me di la vuelta cuando vi que el tipo del escenario ya tenía todo preparado para cantar.

“Cualquier cosa será mejor que ese veneno…” pensé.

La melodía de fondo del bar paró de repente, las pocas luces que había se apagaron, y en su lugar unos cuantos focos iluminaron el escenario. Empezó a sonar música country y el tipo del tupé cogió un micrófono y se colocó en el centro del escenario esperando su entrada. El barman estaba limpiando unos vasos, pero cuando se encendieron los focos lo dejó todo para escucharle. Pensé que sería por educación, pero no tardé en ver lo equivocado que estaba.

I see the sparkling little diamond on your hand…
It’s plain to see that you’ve already got a man…
I can tell you’re not about to fall for any on my lines…

I see the Want to in your eyes...

Deep in your smile there’s a quiet, soft desire…
Like the embers of a once raging fire…
You know I could light that fire again
You know it isn’t wise…

I see the Want To in your eyes…

How strong is a band of gold?
It’s strong, enough to hold
When a love has grown cold
And a woman wants a love
Sweet and warm…

How many women just like you have silent schemes?
How many men like me do they sleep whit in their dreams…
You can stay or you can go and although I sympathize…

I see the Want to in your eyes…
I see the Want to in your eyes…

Parecía increíble que aquel mindundi pudiera tener una voz como esa. Cuando me quise dar cuenta, estaba aplaudiendo sólo en el bar y el artista me dio las gracias con una sonrisa. La verdad es que conseguí lo que quería, desconecté, y además sin emborracharme. Eso había que celebrarlo.
“Caña aquí” dije muy contento mientras daba una palmada en la barra.

Sabía que estaba en un bar cualquiera, sentado cerca de ese par de desconocidos, pero a pesar de eso me sentía cómodo. Estuve escuchando las canciones de ese tipo del tupé mientras pedía todas las bebidas que me apetecían. Perdí la noción del tiempo. No sé cuántas horas pasaron, ni cuantas copas me bebí, sólo sé que no tardé en entrar en una nube donde al fin conseguí lo que quería, sentirme bien y olvidarme un poco de todo.

Lo siguiente que recuerdo es al barman despertándome. Al parecer me puse demasiado contento y había bebido hasta que el alcohol me superó. No paraba de disculparme por ese ridículo, traté de dar una propina por las molestias, aunque fuera que se quedara con las vueltas, pero se negó. Mientras miraba de reojo al escenario, ahora vacío y oscuro.

“A propósito, ¿a dónde ha ido el cantante?” pregunté.

“Desconozco la vida de las personas que pasan por aquí una vez cruzan esa puerta, pero estoy seguro de que tú tienes algo mejor que hacer”.

“¿Cómo?”

“Sí, es raro ver jóvenes solitarios a estas horas por aquí. Lo normal es que vengan con amigos, por la noche, y dispuestos a pasarlo bien. No tienes cara de ser un lobo solitario, así que si estás aquí, es que estás huyendo de algo”.

Me había calado. No sé cómo ni con qué intención, pero era así. Ya había conseguido lo que quería, había desconectado, y además de había divertido sin buscarlo. Mi descanso tocaba a su fin.

“Gracias por la bebida. Ah, y por el espectáculo. Ahora he de irme, tengo cosas que hacer”.

Me levanté esperando algún tipo de respuesta, pero el hombre se quedó callado mientras me iba, sonriendo. Cerré la puerta con cuidado, me apoyé en ella, tomé aire un instante y empecé caminar de vuelta con mis compañeros. Habían tenido el detalle de dejarme ir sabiendo lo que nos pasa siempre que nos separamos, era la hora de devolverles el favor.

Pero parece que las cosas no se arreglan con buenas intenciones, ni salen bien sólo por desearlo. Mientras caminaba entre todo el barullo de gente le vi. No entendía qué hacía allí. No entendía por qué apareció ante mí precisamente. No entendía nada salvo que me había costado mucho animarme y su presencia amenazaba mi recién conseguido aumento de estado anímico.

“¿Por qué? – No paraba de preguntarme a mí mismo – ¿Qué hace él aquí? No parece estar buscándonos a nosotros, pues seguro que nos tienen localizados en todo momento y saben dónde estamos. Pero entonces, ¿por qué? – Repetí – ¿A quién o qué busca?”

Prácticamente me lo había cruzado, pero él no me había visto. Eso también me hizo pensar que no nos andaba buscando a nosotros, no creo que sea de los que cometen ese tipo de errores. Me maldije a mí mismo porque tendría que reducir a segundo plano a mis compañeros por segunda vez, pero no me quedaba otra opción que seguirle.

Tenía miedo. Sabía que yo solo no podría con él en un enfrentamiento directo, y tampoco podía avisar a nadie más. La cantidad de gente que había en la calle me proporcionaba una clara ventaja, y pude ir acercándome a él poco a poco, hasta lograr una distancia de seguridad que consideré oportuna. Su blanca sonrisa tan característica por el gran contraste que hacía ver que estaba seguro, que en este momento no se le estaba pasando por la cabeza que entre toda esta multitud pudieran estar siguiéndole.

“Maldito Mesa… – le escuchaba susurrar – Mandarme a mí estos trabajos… Estas cosas debería hacerlas la Teniente Jezabel, no yo. ¿Quién se ha creído que es?”

“Parece que encima está cabreado… – pensé – Bien, eso actuará aún más en mi favor”.

La situación no era para nada buena, pero dentro de lo que cabe, era lo mejor que podía. Por mi cabeza empezaba a rondar la idea de un ataque sorpresa. Tenía una de mis rosas agarradas con fuerza de los nervios y las ganas que tenía de usarla hasta tal punto que me estaba clavando las espinas en la mano y me daba igual. Sin embargo, había demasiada gente alrededor, así que tuve que reprimir mis ansias de violencia.

Por un momento pensé que sólo estaba de visita y que no perseguía a nadie, porque entró en el centro comercial más grande de la ciudad. Cada vez entendía menos lo que estaba pasando, no me entraba en la cabeza qué podía encontrar de interés él allí. Era una rascacielos enorme, si pretendía encontrar algo ahí, desde luego lo tenía muy difícil.

Entró sin vacilar y empezó a subir plantas por las escaleras. No entiendo por qué no utilizaba el ascensor, pero eso me permitió seguirle sin perderle de vista. Cuando llevaba 50 plantas empecé a acordarme de toda su familia y a olvidarme un poco de lo peligroso que era que estuviera allí. Por suerte para él y para mí se detuvo en la planta 52, que curiosamente era dedicada íntegramente a moda femenina.

“Pensemos un poco… Estaba cabreado con Mesa porque le había mandado aquí, y también ha dicho que esto debía hacerlo la Teniente Jezabel. Si a eso le sumamos que se ha metido en una planta de moda femenina… ¡¡¡No me digas que a lo que ha venido es a comprarle ropa interior a la Teniente!!! ¡¡No puede ser!! ¡¡Para eso tanto rollo!!”

Después de montarme mis películas, advertí que se había quedado parado en el mismo sitio unos segundos, mirando a su alrededor. Pensé que me había descubierto, pues empezaba a llamar la atención. Toda la planta estaba llena de mujeres viendo y comprando ropa, además todas vestían más menos del mismo estilo, todas eran guapas, altas y delgadas, ¡y la mayoría rubias! O por lo menos con pelo claro… Los pocos hombres que había allí eran los típicos novios pringaos que les utilizaban como perchero.

“Me ha descubierto…” le escuché decir.

“¿Descubierto? ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? ¿Qué está pasando? ¿Hablará de mí? Si me ataca aquí, pondré en peligro a toda esta gente…”

No fue así, se limitó a seguir caminando por la planta, ahora un poco más rápido. Ahora sí que daba la impresión de estar buscando a alguien, pero por más que buscaba yo también, no encontraba a nadie que llamase la atención entre tantas féminas. Si quisiera ligar, a mí me valdría cualquiera, no tenía que pensárselo tanto. Finalmente volvió a pararse y a mirar a su alrededor. Parecía que había perdido a su objetivo, y volvió a subir escaleras otra vez.

Ya arriba del todo, pues a partir de la planta 100 dejé de fijarme en el cartel, vi como subía a la azotea desde la escalera del último piso. A partir de ahí ya no había nadie por los alrededores, y si iba detrás me descubriría, así que salté desde la ventana más cercana y subí de un salto rápidamente, evitando volar para que no me detectara. Una vez arriba me oculté en un lugar que me proporcionara una buena vista de todo, y al mirar hacia la terraza la vi.

“No eres muy bueno ocultándote – dijo ella – Esos deseos de violencia te delatan a kilómetros de distancia. Cualquiera con dos dedos de frente te encontraría incluso de noche y en mitad de un concierto”.

“Me daba igual que me detectaras, mi única preocupación era que no huyeras. Gracias por no hacerlo. Entonces, ¿tú eres Mireia?”

“Sí. Y me gustaría saber quién eres tú o quién te crees que eres para interrumpirme cuando estaba comprando tranquilamente sin hacer daño a nadie”.

“Puedes llamarme el Caballero Negro”.

“Menos mal que Jonyo no está aquí… Espero que se quede en el barco y no venga, o las cosas sí que van a empeorar…”

“¿El Caballero Negro? No me suenas de nada, y tampoco me importa. Parece que no me vas a dejar irme como si nada así que tendré que quitarte de en medio”.

“Has acertado – dijo Blackron desenfundando su espada negra – Tus jueguecitos han dejado de hacer gracia a mis superiores, y hay que cortarte las alas antes de que te vuelvas un verdadero peligro. Pero que conste… Esto no es personal”.

“Oh, que detalle tu explicación… Como si eso cambiara algo las cosas”.

“¿Piensan luchar aquí? ¿Es que a ninguno de los dos les importa que los alrededores estén llenos de gente? Esta azotea es grande, pero cualquiera de esos dos tiene poder suficiente para reventar todo lo que tienen a su alrededor y mucho más. Ahora sí que tengo un problema…”

“¡¡Vamos!! – Gritó con fuerza –  ¡¡Acabaré contigo y después él será el siguiente!!”





Curiosidades de Los Caballeros!!! (NUEVO) xD

Como escribir las Guía es un suicidio, y además no la leería ni Peter, las curiosidades más destacadas de cada capítulo, en caso de haberlas, os las dejaré aquí, debajo, para que se vean después de haberlo leído, que si no que gracia tiene... xD

Canción de fondo del Bar Scumm


Canción vocal que aparece en el capítulo: I see the Want To in Your Eyes, by Conway Twitty


Os dejo el link nada más, porque tiene la inserción desactivada, vamos que no lo puedo poner.

jueves, 8 de julio de 2010

Episodio I Versión Final

Todo final tiene un comienzo, y muchas veces ese comienzo, debido a nuestra propia evolución, termina siendo un poco triste y muchas veces desearíamos comenzar otra vez, por eso, os traigo este remake del Episodio I (No, no voy a hacer los remakes de todos los episodios, no, de ninguno más tampoco, por lo menos de momento) adaptado a mi nivel de redacción actual y ampliado en la medida de lo posible, pero respetando la estructura del episodio original. Cabe destacar que está hecho sin tener en cuenta el prólogo, por lo que las presentacines de los personajes se hacen a lo largo del capítulo en vez de darse por supuestas como antes. Además, he creado una nueva plantilla en Office 2007 para dar una portada y un diseño dignos para el efecto, os dejo una capturilla para que lo veais (click en la imagen para agrandar).

PD: Hay un guiño por lo que pasó ayer A ver si lo notáis xDDD

Y muy pronto, el episodio 112 ;)



Episodio I

La Amenaza Juantasma

E
l sonido de unos zapatos caminando por el pasillo de un frío castillo se hacía más y más fuerte escuchado desde la sala principal, donde un hombre bajito, con el pelo rubio muy corto, la piel clara y unas pocas pecas en las mejillas, esperaba pacientemente, de espaldas a la puerta, con las manos juntas pero moviendo los dedos con nerviosismo. Escuchaba los pasos acercarse y por cada zancada su corazón latía cada vez más rápido. Por un momento se llevó las manos a la cabeza para calmarse. No podía continuar así. Sabía quién era, por qué estaba allí, qué tenía que hacer, y lo importante que era su cometido. Respiró hondo, tragó saliva y en un instante se volvió hacia la puerta para recibir a su invitado mirándole a los ojos.  En ese momento el portón de su despacho se abrió y apareció un hombre vestido con una túnica marrón con capucha, la cual le cubría casi todo el rostro y apenas podías vérsele la boca y la perilla. Nada más verle entrar, una extraña sensación envolvió al hombre que esperaba. Se puso a temblar, aunque consiguió controlarlo poniéndose de brazos cruzados, pero la sensación de que su vida estaba amenazada no fue fácil de disimular.
“¿Eres Peter Griffin, el Presidente de Petoria?” preguntó el encapuchado.
“Sí –dijo conteniendo la respiración– Y tú eres Duckman, ¿no?”
Sus ojos aparecieron un instante al ondearse la capucha con la suave brisa que entraba desde la ventana, y la mirada fría de Duckman atravesó a Peter petrificándolo un instante. El presidente sentía como si la punta de un cuchillo acariciara su cuello y al menor movimiento en falso fuera a ser degollado en un instante. La presión le hacía jadear levemente, pero disimulaba abanicándose aire con una mano fingiendo sentir calor.
“¿Todo va bien?” preguntó el encapuchado.
“¿Eh? – La brisa cesó y la mirada de Duckman se ocultó de nuevo, permitiendo a Peter respirar de nuevo con normalidad – Sí… Sí, sí… Todo va bien… Perfectamente…”
“El Señor Oscuro me envía para terminar con la vida de unos insectos que se hacen llamar caballeros. Necesito que me digas dónde puedo encontrarlos”.
“Has de tener mucho cuidado, Duckman, esos cuatro caballeros son más peligrosos de lo que puedas imaginar, no debes tomarlos a broma. Ellos creen que estoy de su parte, pero mientras sigan con vida mi soberanía no está asegurada”.
“Entiendo, pero con mi poder no habrá ningún problema”.
“Sea así – confirmó Peter – Los caballeros viven en otro castillo al otro lado de la isla, el castillo Slayers, sigue todo recto en dirección sureste y no tardarás en encontrarlos”.
El sicario no dijo nada más. Saltó por la ventana que encontró más cerca, e impulsándose en la pared del castillo, comenzó su viaje.
“Suerte…”susurró.
Mientras tanto, en el castillo Slayers, los caballeros disfrutaban tranquilamente de un día cualquiera sin mayor preocupación. Se apreciaban dos figuras humanas en la piscina, sumergidas hasta el pecho, desnudas, copulando entre gemidos de placer. La figura del hombre tenía agarrada a la mujer por las caderas mientras la penetraba violentamente por detrás y de vez en cuando le magreaba las nalgas.
Un estruendo interrumpió su acto. El muro exterior del castillo estalló hacia dentro precipitando los escombros por los alrededores. Entre el polvo y la humareda, Duckman entró en el jardín caminando sin que la capucha le cubriera. Era un joven de unos 26 años de edad, de estatura media, los ojos claros, pelo corto y castaño, y la perilla le daba un toque malvado. Sin embargo, lo que más sorprendió a los caballero fue su forma de andar, con los pies bastante hacia afuera.
“¡¿Quién eres tú?!” preguntó  el caballero que estaba copulando en la piscina, ahora saliendo de ella mientras se tapaba con una toalla.
“¡Me llamo Duckman y he venido a eliminaros!”
“¡Serás tú el que muera por habernos interrumpido y haberte cargado nuestra fachada! – exclamó el mismo joven, vestido únicamente con una toalla enganchada a la cintura – ¡Yo, Fidel, caballero de la tierra, me encargaré de ti!” exclamó a la vez que agarraba su espada.
“¡¡Detente!! – Exclamó una segunda mujer, que salía del interior del castillo – Desde luego, Fidel, no se te puede dejar solo, estaba dentro preparando el almuerzo, pero el estruendo me llamó la atención. ¿Cuántas veces te he dicho que no debes precipitarte? Eres el caballero más joven y alocado de todos, y si no te controlas ese ímpetu se puede volver contra ti. ¡Yo, Verónica, caballero del viento, estudiaré sus movimientos y sabremos cómo enfrentarlo! Hasta entonces será mejor que te tranquilices un poco”.
“No es fácil tranquilizarse cuando te dejan a medias, Verónica – dijo la joven que copulaba con Fidel mientras se ponía algo de ropa detrás de un árbol – Es cierto que Fidel es muy alocado, pero en parte entiendo su postura. ¡Yo, Isabel, caballero del agua – dijo a la vez que se mostraba ya con algo de ropa puesta – haré que recibas tu castigo!”
 “Parece que queréis que yo de el primer paso, ¡pues vale! Atacaré si es lo que queréis, pero no podréis evitar mi ataque!”
“¡Atentos! ¡Puede hacer cualquier cosa!” gritó Verónica a sus compañeros.
Eternal Rain”.
De pronto, el cielo se cubrió de nubes en unos pocos segundos. Los caballeros notaron un par de gotas sobre sus cabezas, que iban aumentando paulatinamente hasta que una fina lluvia cubrió toda la zona.
“¿Quieres vencernos con esta lluvia de mierda?” preguntó Fidel medio burlándose.
“No te burles de mi Eternal Rain, no se trata de lluvia normal, pues no cesará a menos que yo lo ordene o muera, por lo que lloverá y lloverá sin parar hasta el fin de los tiempos. Primero se inundará vuestro castillo, luego la ciudad, y por último, ¡la isla entera quedará sumergida para siempre junto a todos vosotros! ¡Jajajajaja! ¡Wajajajaja!”
“Entonces es muy fácil hacer que pare” dijo una voz.
“Eres muy arrogante, caballero, eso te costará la vida”.
“Además, – dijo esa misma voz, mientras salía por la puerta del castillo – no hace falta eliminarte para conseguir que pare la lluvia”.
El cuarto caballero hizo su aparición creando una bola de fuego sobre su mano. Acto seguido, la lanzó sobre las nubes y cuando las alcanzó chasqueó los dedos, haciendo estallar la bola, que evaporó las nubes en un instante, dejando un cielo totalmente despejado con un sol radiante.
“Me gusta el calor, y no quiero que fastidies este esplendido día veraniego con nubes y lluvia. ¡Yo, Arturo, caballero del fuego, me ocuparé personalmente de que el sol siempre brille en nuestro castillo!”
“No pongas esa cara de chulo, ¿Por qué has anulado uno de mis ataques ya crees que puedes ganarme?”
Duckman se lanzó hacia Arturo con intenciones hostiles, pero el caballero lo rechazó con un simple puñetazo en la cara que le tiró al suelo, haciéndole rodar varias veces. Al levantarse, Duckman sangraba por la nariz.
“¿Por qué has tardado tanto, Arturo?” le preguntó Fidel.
“Estaba limpiando un poco el castillo, que es bastante grande por cierto, podríais ayudar de vez en cuando en vez de estar todo el día copulando… Por eso cuando escuché el estruendo no vine, ya que no me ayudáis a limpiar, no iba a ayudaros si os cortan el rollo”.
“Te lo tomas todo muy en serio, Arturo – dijo Isabel – Hay que disfrutar más de la vida”.
Mientras hablaban, Duckman puso las manos sobre el suelo y un torrente de agua apareció desde las profundidades impulsándoles hacia el cielo. Una vez arriba, dio una voltereta y se lanzó en picado de nuevo contra el caballero.
“Es muy fácil disfrutar de la vida cuando hay otro haciéndote las tareas domésticas”.
Arturo saltó y empezó a dar una voltereta hacia atrás mientras su enemigo se acercaba, terminando golpeándole la cabeza de chilena como si de un balón se tratase, y mandándole directo hacia la piscina, donde se estrelló de cabeza contra el fondo, haciendo aparecer una estela roja en el agua.
“De medio acuático, a medio acuático” dijo el caballero al pisar el suelo.
“Ten cuidado, te vas a cargar la piscina” dijo Isabel.
Duckman asomó un brazo sobre la superficie del agua para agarrarse al bordillo de la piscina y al apoyarse Fidel le clavó su espada en la mano. Intentó sacar la cabeza para gritar pero el caballero se lo impidió pisándole la cabeza, obligándole a mantenerse bajo el agua.
“¿Qué? ¿Te gusta nuestra piscina? – Preguntó mientras veía como salían burbujas alrededor de su cabeza – Disfrútala porque será lo último que hagas”.
“¡Cuidado Fidel!” Gritó Arturo.
Duckman sacó el otro brazo y agarró al caballero de la tierra por la pierna que le pisaba, tiró con fuerza y le arrojó a la piscina, consiguiendo que se diera un planchazo en la espalda y que la toalla se desprendiese de su cintura, terminando cayendo sobre su cabeza.
“¿Ves? – Dijo Verónica – A eso me refería con lo de que eres demasiado impulsivo y alocado”.
“Lo… Lo tendré en cuenta” balbuceó Fidel mientras se retorcía de dolor en el agua.
Duckman aprovechó la ocasión para quitar la espada que Fidel había incrustado en su mano y salir de la piscina jadeando y recuperando el aliento poco a poco.
“Vale… Parece que lo que me han contado de vosotros no sólo era cierto, sino que además se quedaba corto. Siendo así, Mizu Bunshin no Jutsu[1]
Varios clones de Duckman aparecieron a su alrededor, abalanzándose contra los cuatro caballeros al instante.
“No son ilusiones, ¡son cuerpos reales! Ha multiplicado su poder de ataque, ¡ya no podemos hacer nada! – Exclamó Fidel mientras se tapaba las vergüenzas con otra toalla – Debimos haber acabado con él cuando tuvimos la oportunidad”.
“¿Ahora te vas a echar atrás? Cálmate – le dijo Verónica – Aunque no sean ilusiones, podremos destruirlos con facilidad. Tu inexperiencia te ciega, confía en mí y ataca, ¡no resultarás perdedor!”
“Está bien, no tengo motivos para no creerte”.
Con cuidado de que la toalla no se soltase de nuevo, Fidel cogió su espada y salió al encuentro del Duckman más cercano. Con un corte suave pero preciso, logró cortar su cuerpo por la mitad. El cuerpo del clon se convirtió en agua al perder la energía que le daba forma sirvió para regar el césped.
“¡¿Cómo has podido?!” exclamó Duckman sorprendido.
“Ha sido muy fácil – explicó Verónica – Todo se basa en tener un poco de conocimiento. Tu Mizu Bunshin no Jutsu es una técnica que consiste en crear clones usando el agua como materia prima, pero aunque esas copias sean reales, sólo tienen una décima parte de la fuerza total del individuo, por eso tu clon no tenía nada que hacer contra Fidel”.
“¡Aun así ganaré! ¡Crearé clones y clones para desgastaros y que caigáis rendidos de agotamiento!”
“¿No te lo he dicho antes? Cada clon tiene una décima parte del poder del individuo, traducido, cuando creas un clon, tú técnica te obliga a darle la décima parte de tu energía, ¡reduciendo el número de copas a nueve!”
“O a diez, siempre que aceptes caer inconsciente por falta de energías, pero eso ya lo dejamos a tu elección” añadió Isabel.
Acorralado, Duckman realizó el máximo número de copias, se mezcló entre ellas y se lanzó al ataque.
“Podéis decir lo que queráis, pero si no encontráis el original entre todos, ¡nunca ganaréis!” gritaron todos los Duckman a coro.
Las copias iniciaron el ataque, pero cuando los caballeros se disponían a destruirlas, esquivaban los ataques y se retiraban unos metros para volver a mezclarse con el resto en una casi perfecta maniobra de distracción.
“Nos está vacilando – dijo Isabel – Quiere escapar”.
“Si no encontramos pronto el original lo conseguirá” se quejaba Fidel.
“Ha sido divertido caballeros, pero he de irme – pensaba Duckman – Pero no os confiéis, volveré y acabaré con todos vosotros”.
“¡Lo encontré! – Exclamó Arturo – Ya sé… ¡cuál es el real!”
El caballero se lanzó a toda velocidad contra un Duckman en concreto, desenvainó su espada y se la clavó en un pie, atravesando su zapato, evitando así que pudiera seguir mezclándose.
“¿Cómo…? ¿Cómo lo supiste?”
“Aquél que atacó menos porque temía por sí mismo. Cuanto más nos atacabas, más destacaba uno de vosotros. ¡Deprisa! – Gritó a sus compañeros – ¡Acabad con los demás!”
“¡Sí!” exclamaron los tres a la vez y se lanzaron contra las copias que quedaban, ahora confusas por la incapacidad de su ser original.
Arturo extrajo su espada del pie de Duckman y se retiró para dejar paso a Fidel, que preparaba el golpe final.
“¡No! ¡Mis clones!” exclamó al ver cómo Isabel destruía al último.
“¡No tienes nada que hacer! – Gritó Fidel mientras clavaba su espada en el suelo – ¡¡¡Do Ryu Sen[2]!!!”
Sacó la espada del suelo haciendo un movimiento de abajo a arriba y creó una grieta que se iba extendiendo según se acercaba a Duckman, logrando finalmente que se precipitara por el abismo dando un último grito, mezcla de odio y de dolor moral por el hecho de haber sido derrotado.


[1] Técnica de las Replicaciones de Agua
[2] Ráfaga del Dragón de Tierra