martes, 27 de diciembre de 2011

Episodio CXXX v1.1

Juas, no me apetece ni ponerme a comentar nada xD

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Episodio 


CXXX



Haaaaa, haaaaa – Fidel corría ladera arriba hacia la cima de la montaña. Había visto pasar el helicóptero, y también detectaba la energía de Reik con gran intensidad – Joder, me he pasado toda la noche entrenando y ahora no me quedan fuerzas ni para volar... Si lo llego a saber me echo la siesta un rato...”

Cerró los ojos y trató de detectar alguna otra energía, pero la del caballero del hielo estaba demasiado presente y dificultaba reconocer otras energías más pequeñas a su alrededor.

“¿Qué coño le pasa a éste? ¿Por qué está soltando tanta energía? Así no hay manera de saber si están los demás con él o no. Una de dos, o no están, o están conteniendo su energía... Lo que es seguro es que Arturo no estará. Ahora que ha perdido de nuevo sus poderes por mi culpa, no se arriesgará a estar expuesto ante un ataque de la teniente, sabe que sería un estorbo, por mucho que duela...”

Llegó por fin arriba del todo. Lo primero que vio fue el helicóptero. De acuerdo a la dirección  desde la que había llegado, sus compañeros estaban detrás del vehículo, y apenas veía los pies del piloto por debajo.

Decidió dar un pequeño rodeo para no ser descubierto tan fácilmente, y fue entonces cuando vio a los demás caballeros, Arturo incluido, delante de la piloto, aun con el casco y las gafas de aviador puestas.

“¿Cómo? ¡Está aquí! ¡Es imposible! Aun suponiendo que haya querido venir a pesar de haber perdido sus poderes, no podría haber llegado tan rápido... ¿Le habrá traído alguno de los otros?  Es la única posibilidad que se me ocurre...”

Mientras Fidel reflexionaba sobre Arturo, el resto de caballeros se mantenían a la espera de descubrir la identidad que se ocultaba tras aquellas gafas y aquel casco. La mujer comenzó a desabrocharse el casco, acto que impulsó a Reik a empuñar su espada, aunque todavía conseguía controlarse y no desenvainarla. Al retirarse las gafas, la sorpresa inundó a los caballeros.

“Tú eres... – dijo Jonyo – ¡Hilda!”

“Tenía ganas de verte, Jonyo” contestó la líder del clan ShadowMoon.

“¡Mierda! ¡No es la teniente!” Se cabreó Reik a la vez que soltaba la empuñadura de su espada.

“¿Qué te trae por aquí, Hilda? – Preguntó Arturo – No parece que hayas venido simplemente de visita.

“En efecto, caballero, no estoy aquí sólo por gusto. El verdadero motivo de mi estancia es…”

“Has tardado mucho, Amaterasu” dijo con fuerza una voz, sin dejarla responder.

Shawn Stevenson apareció caminando, y sin decir una palabra a los caballeros, se puso delante de Hilda, se inclinó y la besó la mano.

“Puedes dejar el protocolo, Shawn. Y tampoco es necesario que me llames así. Mi título de Diosa sólo tiene valor dentro de la Isla Prisión”.

“¿Qué? ¿Os conocéis?” preguntó Gabriel.

“El recurso de más valor de un hombre no es su dinero, caballero, sino su red de contactos”.

“¿Eh? ¿Entonces esto es cosa tuya? – dijo Jonyo – Eso significa que…”

“Exacto caballero, al fin podrás comenzar la segunda fase de tu entrenamiento, Jonyo. La espera ha terminado”.

“Espera un momento que todavía no me lo creo… ¿Por qué has llamado a Hilda para entrenarme? Si ya me entrené con ella cuando estuvimos en Azeroth. Y otra cosa que llevo dando vueltas desde hace un rato, ¿desde cuándo sabes tú pilotar un helicóptero?”

“Deberías ser un poco más modesto de vez en cuando, Jonyo. No estoy aquí por ti. Y tampoco sé pilotar un helicóptero. La respuesta a todas tus preguntas están aquí” dijo abriendo la puerta lateral del vehículo.

Tres personas bajaron por la rampa de acceso del helicóptero ante los ojos de los caballeros. Eran JesuCristo, Shinkan Mario y Pamela, que les recibieron con una sonrisa.

“¡Hola, caballeros!” dijo JesuCristo.

“Buen día, chicos” saludó Mario.

“¡Jonyo!” exclamó Pamela y fue directa a abrazar al caballero del rayo.

“Pero… ¿qué hacéis todos vosotros aquí? – dijo mientras le devolvía el abrazo a la niña – ¿Vais a entrenarme entre todos?”

“¿Qué te acabo de decir de la modestia, Jonyo? – Repitió Hilda – A veces consigues hacerme pensar que hablar contigo no sirve para nada…”

“¿Qué he dicho ahora?” se defendió.

“No esperarías que iba a hacer venir a toda esta gente sólo por ti, ¿verdad? – Dijo Shawn – Cada uno viene para ayudar en el entrenamiento de uno de los caballeros, no sólo a ti”.

“¡Yo no! ¡Yo vengo de visita!” exclamó Pamela.

“Yo tampoco – agregó Shinkan – No creo que un pobre viejo como yo pudiera seros de ayuda”.

“Yo si vengo para eso, pero no para ayudarte a ti” dijo JesuCristo.

“¿Me estáis vacilando o qué? Dos vienen de visita y los otros dos no van a entrenarme. Si es una broma, decidlo para que me ría yo también”.

“Aún queda una quinta persona por bajar del helicóptero. Tiene dificultades físicas por vuestra culpa y por eso le cuesta un poco más” dijo Hilda.

Aquella declaración atrajo la atención de los caballeros, que se quedaron en silencio, observando el vehículo, en espera de esa última persona. El helicóptero era grande, y su interior oscuro, no se veía lo que había dentro. Todos se quedaron en silencio unos segundos, en espera de respuesta, con sus ojos expectantes, hasta que se dieron cuenta que lo primero que empezaron a notar fue el sonido de una rueda girando tras ser empujada, y avanzando lentamente. Durante unos segundos lo único que pudieron hacer fue escuchar, hasta que finalmente, una silla de ruedas descendió por la rampa de acceso, con Seagram, o mejor dicho, la parte superior de su cuerpo, sobre ella.

“¡¿Qué?!” exclamaron todos de golpe.

Ahora no fue sólo Reik, sino que todos los caballeros sintieron el impulso de llevar la mano a su espada, especialmente Arturo, que se había enfrentado a él, llegó incluso a desenvainar.

“¡Arturo ha desenvainado! – Pensó Fidel mientras observaba atentamente desde el anonimato – Entonces, ¿no ha perdido sus poderes? ¿O es que directamente le da igual?”

“Un momento, caballeros, debéis calmaros – trató de tranquilizarles Hilda – Seagram viene en son de paz”.

“¿Cómo puedes defender a quien era la causa de las guerras de tu país?” le preguntó Gabriel.

“¿Se supone que es él quien va a entrenarme? – dijo Jonyo – Casi que prefiero seguir como hasta ahora”.

“Claro, por eso el helicóptero es del mismo modelo que el de la teniente… Ahora cuadra todo” añadió Reik.

“¿Queréis mirar el estado en el que se encuentra Seagram y dejar de decir tonterías, por favor?” les pidió Shawn.

“Es cierto… Durante el combate contra mí – recordaba el caballero del fuego – Su cuerpo quedó partido por la mitad al destruir el vórtice cuando lo estaba atravesando… No me acordaba… ¿Cómo puede seguir con vida?”

“¿No te acuerdas? – Se lo aclaró Reik – Peter le salvó la vida. Cosas que pasan cuando te sientes culpable por algo”.

“No es que Arturo no se acuerde – añadió Gabriel – Sino que en aquel momento estaba inconsciente, El Caballero Negro le había robado sus poderes”.

“Tampoco es que importe mucho que se acuerde o no. ¡Lo que queremos saber es qué hace aquí!” exclamó señalando a Seagram.

“Ten cuidado con ese dedo acusador, caballero – dijo Hilda, en un tono más agresivo – Todo tiene una explicación”.

“Déjalo, Amaterasu – interrumpió JesuCristo – Ya lo explico yo”.

“No es necesario”.

“Será mejor que dejes que hable el muchacho – dijo Mario – Porque parece que estabas empezando a perder la paciencia”.

“Habla entonces, si es lo que quieres”.

“Bien. Es cierto que Seagram era el responsable de proteger la barrera, el CTBA y los tesoros de nuestra tierra. Provocó la guerra y muchas muertes en toda la isla, pero no podemos olvidar que, indirectamente, también trajo cosas buenas.

Cuando vimos el contenido del tesoro, la ira de todos los pueblos desapareció, volviéndose tristeza. Resulte increíble, ahora que lo veo desde fuera, que estuviéramos matándonos por un trozo de papel, pero fue lo que pasó. Aquella nota nos hizo despertar nuestro lado humano, nos hizo sentir el dolor de la pérdida de nuestras familias, y nos hizo replantearnos hasta qué punto merece luchar por la fe. Ese sentimiento llegó a todos por igual, y fue el que consiguió la paz.

Desde entonces, aunque seguimos siendo fieles creyentes de nuestras religiones, ya no las valoramos por encima de cualquier cosa, por encima de nuestras vidas o las vidas de los demás. Eso sobre el papel, por supuesto, pero cuando Seagram estaba ahí tirado, lisiado e impotente, fue el momento de demostrarlo.

No fue fácil. Hubo muchas personas que pidieron su ajusticiamiento. La mayoría de ellos habían perdido a alguien en la guerra, y fue muy difícil convencerlos, pero gracias a Hilda y a Mario, que me apoyaron en todo momento, conseguimos salvar su vida, y con ella, nuestro espíritu.

Se le permitió seguir viviendo en la isla, pero no podía hacerlo en ninguno de los tres pueblos. Y como único castigo, se le impuso el deber de proteger las ruinas, pero esta vez no para no se pudiera acceder a ellas, sino para asegurar su correcto uso y su permanencia en el tiempo”.

“Muy bonito, herejes haciéndose amigos de su inquisidor – Reik continuaba sin convencerse – Pero que vosotros os hayáis portado bien con él no lleva implícito un cambio de conducta. Si él es igual volverá a atacarnos, y esta vez no nos conformaremos con cortar su cuerpo por la mitad”.

“¡Hay un motivo! – terminó saltando Pamela – ¡Existe un motivo que demuestra el cambio de comportamiento de Seagram!”

“Anda, la niña tiene que defender a los mayores. Ahora en serio, ¿Cuánto la habéis pagado por decir eso?”

“Reik, por favor… Al menos deja que hable” dijo el caballero de la rosa.

“Gracias Gabriel – continuó la pequeña – Como decía, Seagram ha cambiado por un motivo, no es que quisiera cambiar, es que no ha tenido más remedio”.

“¿No ha tenido más remedio? ¿A qué te refieres?” preguntó Arturo.

“Si hay que contar eso para convencerles, será mejor que lo cuente yo – dijo el propio Seagram – Creo que es lo más adecuado”.

Todos se quedaron en silencio. Seagram volvió a impulsar la silla de ruedas y se colocó delante de todos, frente a frente, de nuevo, contra los caballeros.

“Cuando llegasteis a la isla lo dije bien claro. Soy el Agente Pangea 011, del Servicio Secreto, y mi misión era asegurarme de que aquellos que osaron enfrentarse al mundo y se exiliaron en vez de integrarse tuvieran su merecido castigo.

Ese castigo era el contenido del tesoro. Yo mismo me encargué de hacer correr el rumor para provocar la guerra y lograr así el objetivo de mi misión. Sin embargo, antes de obtener el tesoro, los tres pueblos debían desearlo sin conseguirlo durante el mismo tiempo que las religiones estuvieron manipulando al mundo para su propio beneficio, es decir, desde su propia existencia. Para conseguirlo, cada una de las torres estaba programada para desactivarse al cabo de los mismos años que estuvo activa la religión en el mundo. La torre de piedra se desactivaría después de 2000 años, la de madera a los 1400 y la de Saikyum a los 2600 años. Desactivadas las tres, se permitiría el acceso a las ruinas a los pueblos, pero la torre de cristal seguiría activa hasta llegar a la suma de los años que estuvieron activas las torres periféricas, es decir, 3400 años más. Al descubrir, después de 6000 años el verdadero contenido de ese supuesto tesoro, el castigo de los desterrados a la Isla Prisión habría terminado y el resto de la humanidad les perdonaría.

Sin embargo, vosotros destruisteis las cuatro torres, lo que significó el fracaso absoluto de mi cometido. Y cuando uno de los agentes del Servicio Secreto falla, su única redención es la muerte. Además, para asegurar que el agente es liquidado, se contrata siempre al asesino más letal del momento”.

“El asesino más letal del momento…” repitió Jonyo susurrando.

“Ese creo que sabemos quién es, ¿no? – Dijo Reik – Sólo hay una persona que haya atacado Petoria, Arcadia y Nexus buscando sangre. Ya decía yo que era raro que no atacara Azeroth también…”

“¡Pero no mató a nadie en ninguna de esas islas!” le defendió Jonyo.

“Extraoficialmente no – intervino Gabriel – pero oficialmente sí, y desgraciadamente eso es lo que cuenta”.

“Lo entiendes, caballero. Por eso he venido a apoyar tu entrenamiento – le dijo a Jonyo – Si no consigues derrotarle no sólo perderás tu vida, también perderé yo la mía. Mi objetivo es tu objetivo. En circunstancias normales me enfrentaría yo mismo a él, pero con medio cuerpo no tengo ninguna posibilidad”.

“Con que en el fondo lo único que eres es un simple chaquetero… Ahora ya me habéis convencido, puede quedarse”.

Gabriel, Arturo y Jonyo también habían ido abandonando su postura ofensiva según escuchaban el relato de Seagram, consiguiendo así la aceptación de todos los presentes.

“Entonces, ¿cuándo empezamos?” preguntó Jonyo.

“Se nos ha hecho un poco tarde por culpa de vuestro interrogatorio – dijo Shawn echando un ojo al sol – Vamos a comer y después os explicaré con quien os vais a entrenar cada uno”.

“Al fin… Tengo ganas de volverme más fuerte” se ilusionaba el caballero del rayo mientras comenzaban su andadura ladera abajo.

“¡Yo te animaré durante tu entrenamiento con Seagram!” exclamó Pamela.

“Yo sobre lo que sí tengo curiosidad es cómo van a ayudarnos a cada uno, más que quien – opinaba Arturo – Les conocemos a todos, sabemos de lo que son capaces, pero nunca nos habíamos planteado si sus habilidades nos pueden servir para mejorar”.

“Bah, seguro que no sirven para nada y perdéis el tiempo”.

“Nunca lo sabrás si no entrenas con ellos, Reik” le dijo Gabriel.

“Ni que me hiciese falta…”

“Hay una duda que todavía no me habéis solucionado – preguntó el caballero a Hilda – Cuando sobrevolamos el helicóptero, sólo había un piloto, es decir, tú, pero que yo sepa no sabes llevar un helicóptero. Si el helicóptero es de Seagram, él si sabrá llevarlo, pero en su estado no creo que pueda, ¿cómo lo hicisteis entonces?”

“No creas que fue fácil. Pilotaba yo, pero él me iba dando instrucciones precisas a cada momento. Estuve todo el trayecto temblando por si nos estrellábamos…”

“Entonces habéis sido muy valientes al montaros si lo llevaba ella, ¿no, Mario?”

“Bueno, si uno tiene que morir, mejor en un helicóptero que en un hospital”.

“¡Eso siempre!” añadió Pamela.

“Vuestra conversación me supera – dijo Reik – Creo que voy a bajar yo solo por otro camino…”

Como se estaban alejando de su posición, Fidel se empezó a asomar cada vez más, hasta que Arturo, de casualidad le vio, sonrió y continuó caminando sin decir nada. El caballero de la tierra pensó que le habían descubierto y se escondió de nuevo, pero al no escuchar pasos acercarse, volvió a asomarse. Ya no había nadie.

“No entiendo nada. – Pensaba en voz alta – Arturo se estaba comportando de forma natural, como si no hubiera perdido de nuevo sus poderes… Pero estoy seguro de lo que me dijo, no tengo ninguna duda. Y esa sonrisa… No era su sonrisa normal… Algo no va bien… Pero yo… Ya no tengo manera de averiguar qué es…”

“Si tanto te preocupa, ¿por qué no hablas con él?” escuchó de pronto.

Fidel se asustó de primeras, y del salto que dio, se giró y vio a Reik detrás de él, fumando un cigarro.

“¡¿Qué haces aquí!?! ¿Me estás espiando?”

“¿Perdón? ¿En serio me estás preguntando eso en serio cuando eres tú el que lleva todo el rato espiándonos a los demás?”

“¡Yo no espiaba! Tan sólo he llegado tarde y no quería interrumpir. Está claro que con quien más trato tienen todos esos es con Jonyo, no conmigo. Mi presencia no era necesaria”.

“Ya… ¿Y no será tal vez que no te has acercado porque estaba Arturo?”

“Vaya estupidez… Pero si Arturo es mi amigo, ¿qué problema iba a tener con que estuviera ahí?”

“Jejeje – se rió falsamente – Mira, chaval. Si quieres tratarnos como a tontos, tú verás, pero te diré una cosa. Que no hayáis dicho nada ninguno de los dos no significa que los demás no sepamos lo que está pasando”.

“¡Gulps! – Tragó saliva – ¿Pero de qué estás hablando? Si no pasa nada, de verdad” continuó mintiendo.

“Claro, claro – fingió de forma exagerada que le seguía la corriente dando otra calada al cigarro – No pasa nada”.

Le dio unas palmaditas en el hombro para acentuar aún más la ironía de la situación y se fue caminando sin decir palabra.

“Es normal que los demás hayan notado algo raro, después de tantas aventuras… Pero, le pase lo que le pase a Arturo, yo ya no puedo hacer nada por él. Hace tiempo que tomé esta decisión y me ha costado mucho que me la respete. Ahora no puedo volver atrás. Lo único que puedo hacer es seguir entrenando para que Mesa no me mate. Aunque luego no me quede un lugar al que volver, al menos le demostraré que la confianza que ha depositado en mí no ha sido en vano”.

Peter había sido el único que no fue a recibir a Hilda y a los demás. Seguía en el barco, rodeado de un montón de libros, cuadernos y hojas de apuntes, notas y gráficos. A pesar de que era de día, no había luz en la sala. Había tapado las ventanas para sumergirse en una completa oscuridad, y utilizaba una vela para alumbrar estrictamente la hoja que estaba leyendo, evitando así cualquier tipo de distracción. Enfrascado en sus pensamientos, no se daba cuenta de que alguien se acercaba sigilosamente.

“Se acabó – dijo soltando el lápiz – Con esto creo que al fin podré crear esa barrera” sonreía satisfecho.

“¿Estás ocupado?” susurró alguien de repente.

Peter dio un salto en la silla del susto, tocó la vela con un dedo y se quemó con la cera ardiente, lo que le llevó a gritar otra vez. Enfurecido, se giró para ver quien había osado interrumpir su investigación.

“Arturo…”

Normalmente habría estallado y volcado contra él, o contra quien fuera, su ira para desahogarse, pero sólo con mirarle a los ojos se dio cuenta de que el caballero quería tratar un asunto importante.

“¿Podemos hablar? Necesito tu ayuda”.

“Claro. Pasa, pasa. Dime, ¿qué puedo hacer por ti?”

El caballero del fuego entró en el camarote en completo silencio, y cerró la puerta tras de sí. El pasillo quedó completamente a oscuras y lo último que escuchó fue el ruido del pestillo.

Curiosidades!!!

Para hacer los cálculos de la antigüedad de las religiones, se ha usado como referencia el primer profeta o líder de cada una. Jesús, Mahoma, y Jinmu.

Si no lo dije en su momento (y no os disteis cuenta), el CTBA es homenaje al complejo empresarial del mismo normbre de Madrid, donde nos han colocado los cuatro rascacielos nuevos, que en aquellos tiempo estaban en construcción, aunque yo hubiera preferido una sola torre de esas de 800m como la de Dubai xD

Bueno Jon acertaste en tus predicciones? xD

lunes, 21 de noviembre de 2011

Episodio CXXIX

Este capítulo tenía que haber salido hace dos semanas, pero salió el Sonic Generations que le tenía ganas desde hace meses y me absorbió xD Y la semana pasada me puse enfermo así que lo traigo hoy. Pensaba sacar el episodio 130 antes de que comenzaran los exámenes, pero dadas las fechas en la que estamos ya (en mi universidad de mierda los examenes son en diciembre) está complicado. En cualquier caso, habrá por lo menos dos episodios más antes de final de año, con o sin el 130 antes de los exámenes.

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Episodio 


CXXIX

A
rturo se quedó parado en el sitio, y aunque firme de cuerpo, derrumbado psicológicamente. No quiso forzar a Fidel a continuar la conversación. Se quedó esperando a que se alejara del todo, quieto, callado, observándole hasta que desapareció el sonido que producen al volar. Se quedó entonces en silencio y solo. Cayó de rodillas y luego dio un puñetazo al suelo, pero no dejó que la presión pudiera con él, no podía permitírselo.

“No… No… Aún no… ¡Aún no me he rendido! – Exclamó y fue levantándose poco a poco – He perdido esta batalla, pero ganaré la guerra. ¡Todavía tengo tiempo! ¡Lo conseguiré!”

Decidió dejar un día de margen para aliviar la tensión de la conversación, y dejó completamente en paz a su compañero durante el resto del día. Esperaba verle al menos por la noche, pero cuando se fue a dormir, el caballero de la tierra todavía no había vuelto. Continuó esperándole, a pesar de que pensaba hacerse el dormido cuando le viera llegar, pero no pudo fingir, porque cayó dormido de cansancio antes de que pudiera ocurrir.

A la mañana siguiente, cuando se despertó vio que Fidel no estaba. La cama estaba igual que la noche anterior, así que no era que se hubiese dormido antes de que llegara, no había pasado allí. Fidel llevaba ya un tiempo viviendo en la isla de Shawn, era comprensible que tendría su propio lugar donde dormir, pero el día anterior había dormido con él y con los demás en el barco, se había sentido de nuevo como en casa, todo había vuelto a la normalidad, o eso creía. Sin embargo, la cruda verdad estaba ante sus ojos y le demostraba que las cosas no sólo no habían vuelto a la normalidad, sino nada más lejos de la realidad.

Todo aquello por lo que había estado luchando hasta ahora se tambaleaba con un suave soplo de viento, y no iba a permitir que el odio y el resentimiento causado por Mesa se lo arrebatará. Se levantó para salir a la isla a buscar a Fidel para hablar de nuevo con él, pero antes de eso dio una vuelta por el barco buscando a los demás sin ningún interés concreto, únicamente para saber cómo les iba. Por suerte o por desgracia, no encontró a nadie. Miró la hora. Era muy temprano como para que no hubiera nadie, pero tampoco imposible que ya se hubieran ido todos.

Salió entonces a buscar a Fidel. Trató de localizar su energía, y al mismo tiempo, fue capaz de ver donde estaban los demás. En efecto, cada uno había comenzado ya su entrenamiento de ese día, a pesar de lo temprano que era, por lo que decidió no molestarles y dirigirse al punto en el que se encontraba Fidel.

Al llegar, vio que Fidel estaba destruyendo rocas con sus propios puños para entrenar. Estaba delante de un pedrusco enorme, saltó y cayó sobre ella con el puño extendido, partiéndola por la mitad. Arturo se acercó lentamente, pensando en cómo iniciar la conversación, cuando de pronto Fidel lanzó de una patada cada una de los dos trozos de la roca que había partido. Uno de ellos se perdió en la lejanía, mientras que el otro iba directo al caballero del fuego, que lo esquivó de milagro.

>>“A partir de ahora ya no somos amigos – recordaba Arturo – Si te atreves a cruzar esta línea, te atacaré”.

Fidel estaba de espaldas, y continuaba su entrenamiento con total normalidad como si aquello hubiera sido un mero accidente, pero Arturo sabía la verdad. Él no había ocultado su energía, Fidel sabía perfectamente que estaba allí, por muy concentrado que estuviera.

>>“Te atacaré. Te atacaré. Te atacare. Te atacaré…”

Aquellas palabras continuaban resonando con fuerza en la cabeza del caballero del fuego y le hacían dudar. Dudaba sobre sí debía hablar con él en ese momento o si por el contrario debía esperar todavía más hasta que se calmara la situación del todo.

Tras pensarlo unos segundos, tomó una decisión. Dio un paso al frente para acercarse hacia quien él todavía consideraba un amigo, pero antes de poner el pie sobre la tierra, un montón de piedras puntiagudas aparecieron desde el subsuelo. Rápidamente, Arturo rectificó y volvió a su posición inicial. Observó que las piedras no habían salido únicamente delante de él, sino que formaban una circunferencia alrededor de Fidel, que había clavado su espada en el suelo.

“¿Qué pretenderá?” pensaba Arturo.

Fidel extrajo la espada rápidamente y las piedras que hasta ahora sólo asomaban ligeramente su afilada punta, salieron disparadas hacia el caballero de la tierra desde todas direcciones. Fidel saltó para adaptarse al punto de destino de las piedras y, ya en el aire, empezó a destruir las piedras a puñetazos y patada según llegaban hasta él. Todas llegaban de punta, pero eso no impedía al caballero de la tierra hacerlas polvo de un solo golpe. Algunas conseguían alcanzarle, herirle, cortarle, perforarle, pero de eso se trataba, de ser herido y cortado ahora, y no en el combate contra Mesa.

Las piedras salían continuamente del suelo, creando una pseudobarrera que encerraba a Fidel y cortando el paso al caballero del fuego, que desistió y regresó al barco.

Durante tres días, Arturo estuvo intentando en vano comunicarse con Fidel, pero siempre que lo intentaba, ocurría algo, aparentemente casual que se lo impedía. Le caía un árbol encima, le asaltaba un dinosaurio, se caía a un foso tras pisar un camino lleno de hojas, llovían rocas gigantes a su alrededor, o emergía un muro de piedra del suelo. Cada vez que uno de esos extraños sucesos frustraba su intento, se rendía temporalmente y no lo intentaba de nuevo hasta horas más tarde. Cada uno de esos fracasos mellaba sus ánimos, sesgaba su ímpetu, terciaba su empeño… Cada vez faltaba menos para abandonara la idea y con eso perdiera de nuevo sus poderes, a sus amigos y su capacidad de actuar.

Arturo era consciente de todo esto. Sabía que no podía permitirse llegar hasta ese punto, por las buenas o por las malas. Si Fidel estaba poniendo barreras entre los dos, sin duda debía destruirlas.

Esta vez dejó el sigilo a un lado. Detectó la energía de Fidel y volando directamente hacia ella. Lo primero que salió ante él fue un muro de tierra que bloqueaba el paso. Sacó su espada, realizó un corte vertical y lo acompañó de una patada en el punto de corte, abriéndose de paso al crear una grieta. Después un dinosaurio que parecía asustado y confundido apareció de repente, y al ver al caballero abalanzó sus fauces contra él, que por unos instantes pudo ver el fondo de la garganta del animal mientras los afilados dientes le encerraban como las rejas de una prisión. Inmediatamente, salió volando de la boca antes de se cerrara, y tumbó al dinosaurio de un codazo en la frente. Continuó avanzando y al fin divisó a Fidel, y a su vez vio unas sombras circulares en el suelo. Miró hacia arriba y descubrió un montón de rocas gigantes precipitándose hacia él.

Al principio se limitó a esquivar las primeras para poder seguir avanzando, pero no le fue posible continuar así durante mucho tiempo y tuvo que parar para destruirlas una a una. Arturo dio un puñetazo a una de las rocas y su brazo quedó incrustado en ellas. Se dio cuenta de que eran demasiado grandes como para acabar con ellas con ataques normales. Para liberarse, tuvo que hacer estallar una bola de energía, que hizo añicos la roca desde el interior. Con el resto ya no fue tan condescendiente, atacó con todas sus fuerzas a las esferas rocosas, atravesándolas de un puñetazo, desviándolas de una patada o pulverizándolas con una potente onda.

Fidel, viendo que el resultado era evidente, se dio la vuelta y se dispuso a irse. Arturo lo vio de reojo mientras continuaba evitando rocas, y comprendió que no podía perder más tiempo. Destruyó la última roca que tenía entre manos y fue volando hacia su compañero a toda velocidad. Cuando estaba a punto de alcanzarlo, Fidel se dio la vuelta, y detuvo a Arturo con una patada en el pecho. Durante un instante, ambos se quedaron mirándose a los ojos. El caballero del fuego notó un cambio en la mirada de Fidel. Fue capaz de ver a través de su corazón, de ver el dolor del caballero de la tierra al dar ese golpe, un dolor mucho más fuerte que el que le estaba causando a él el golpe. Sin embargo, también volvió a confirmar que Fidel estaba dispuesto a todo para lograr su objetivo, sin importar lo que se llevara por delante, es decir, que no conseguiría nada por mucho que hablase con él.

El tiempo volvió a su cauce normal. La patada del caballero de la tierra catapultó a Arturo por el aire, hacia atrás hasta que el tronco de un árbol detuvo su avance. Un golpe seco en su espalda, y luego descendió por la propia gravedad, deslizándose a través del tronco hasta caer sentado en la tierra.

“Te lo advertí” fue lo único que dijo Fidel.

Esperaba una respuesta, cualquiera que fuese, pero no la obtuvo. El caballero del fuego seguía allí sentado, con la mirada perdida, en completo silencio. Tras unos segundos esperando, Fidel se cansó y caminó para continuar su camino, pero no llegó a dar un paso.

“¡Espera!” escuchó y se paró en seco.

Se dio la vuelta. Arturo estaba de pie. Ya no tenía la mirada perdida, pero sí había perdido la mirada que había tenido durante esos tres días.

“¿Qué quieres? Ya te he dicho que no voy a…”

“No, no es eso, tranquilo” le cortó para evitar una conversación desagradable.

“¿No? – el caballero de la tierra se sorprendió – Entonces…”

“No voy a continuar con esto – dijo claramente – A partir de ahora dejaré de molestarte”.

“Pero entonces, tus…”

“No te preocupes por eso – volvió a cortarle – Lo más importante para ti es ese combate, ¿no? Pues adelante, sigue entrenando”.

“Gracias” respondió Fidel tras un silencio incómodo.

Arturo se fue de allí caminando despacio, muy despacio. Por respeto, Fidel se quedó observando hasta que se perdió en la lejanía.

“Perdóname, Arturo. Perdóname porque hayas perdido por mi culpa los poderes que tanto trabajo te costó recuperar. Pero no te preocupes, porque esta vez, seré yo quien acabe con Mesa os salve a todos, ¡no dejaré que tu sacrificio sea en vano! Y perdóname también, por no decirte todo esto a la cara”.

Ya era de noche cuando Arturo llegó al barco. Peter estaba en su camarote. Llevaba allí encerrado los últimos días, buscando una manera teórica de hacer funcionar su nueva técnica. Tenía todo el escritorio lleno de papeles repletos de fórmulas, diagramas y bocetos, con tan solo una vela medio consumida para alumbrarse.

“Vale… Hasta ahora puedo generar tres tipos de barreras – resumía los avances de su investigación – Las barreras simples o de protección, de las que todo puede salir pero nada puede entrar, las barreras invertidas o de supresión, en las que todo puede entrar pero nada puede salir, y por último el Crystal Wall, capaz no sólo de impedir entrar, sino que además es capaz de devolver los ataques físicos de una energía inferior a la que compone la barrera. Si quiero poder generar el cuarto tipo de barrera, estoy convencido de que la clave se halla en el funcionamiento del Crystal Wall. Para poder detectar esos ataques, el Crystal Wall funciona como una pantalla capacitiva, es decir, está recubierta por un campo electromagnético, principalmente de electrones, que al entrar en contacto con un organismo vivo, cuyas órdenes neuronales también se producen por electricidad, altera el campo electromagnético. De esta forma, la barrera recibe la orden de rechazar esa intrusión. No obstante, a los objetos y otros elementos de naturaleza inanimada, al no tener electricidad en su interior, tan solo se les deniega el acceso a la barrera, sin devolverlos. Entonces, para lograr el cuarto tipo de barrera, tengo que…”

Un portazo interrumpió sus razonamientos, sobresaltándose tras haber perdido la concentración. Acto seguido, escuchó pasos en el pasillo, luego un segundo portazo y volvió el silencio absoluto. Ya que le había desconcentrado, al menos pretendía asomarse a ver quién era el visitante. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo cada uno, por tanto no le fue difícil adivinar quién podría ser.

Abrió suavemente la puerta del camarote de Arturo y le descubrió tumbado en la cama, con la luz apagada, tratando de dormir.

“¿Todo va bien?” fue lo único que preguntó.

“Sí. Hoy he venido más pronto porque quiero recuperarme cuanto antes para poder empezar a entrenar en serio. Pero todo va bien”.

“Vale, que descanses”.

Cerró la puerta y dejó en paz al caballero, haciéndole creer que había creído sus palabras. Lo cierto es que ni Arturo ni Fidel le habían contado a ninguno de los demás lo que había ocurrido, pero a falta de detalles, todos se daban cuenta perfectamente de lo que estaba pasando. Peter era de los que pensaban que no debía ofrecer su ayuda, sino esperar a que se la pidieran, así que respetó al caballero del fuego y volvió a su camarote a continuar estudiando.

“Vale… ¿Por dónde iba…? Mmmm… ¡Se me ha olvidado!”

A la mañana del cuarto día, Jonyo continuaba tumbado bajo el sol, tal y como había permanecido durante los días anteriores. Shawn estaba a su lado, apoyando al caballero del rayo en su duro entrenamiento.

Jonyo estaba tumbado boca arriba, con los ojos cerrados, pero no estaba en calma. De vez en cuando fruncía el ceño un poco, inspiraba aire de forma notable, o jugaba con los dedos para intentar que el tiempo pasara más deprisa. Sin embargo, a pesar de su afán en que todo fuera un poco más llevadero, su paciencia estaba llegando al límite.

“¡No aguanto más!” gritó y se levantó de un salto.

“¿Qué te pasa ahora?”

“¿Que qué me pasa? ¡Llevo tres días ahí tirado sin hacer nada! ¡Fidel, Reik, incluso Peter! ¡Todos están entrenando! ¡Y yo aquí perdiendo el tiempo!”

“Ya te he explicado los objetivos del entrenamiento, y están dando sus frutos. Además, no podemos hacer nada hasta que lleguen esas personas”.

“¡¿Y cuándo van  a llegar?!”

“Están en camino”.

“¡Eso mismo dijiste hace tres días! ¡Y tampoco veo los resultados de este supuesto entrenamiento por ningún lado! – Jonyo no se estaba dando cuenta, pero su enfado estaba haciendo que perdiera el control de su energía y liberaba una onda expansiva por propia intuición – ¡¿Cómo voy a vencer con esta tonte…?! – fue entonces cuando se dio cuenta del poder que estaba liberando sin saberlo y se calmó – con esta tontería…”

Shawn sonrió.

“¿Qué pasa? ¿De dónde fluye este poder?”

“Ahora que tu cuerpo está descansando, digamos que tu fuerza se está recalculando porque ya no hay un entrenamiento excesivo que bloquee su avance. En el momento en el que tu fuerza deje de aumentar, tu cuerpo se habrá calibrado y esta fase del entrenamiento habrá terminado”.

Jonyo se volvió a tumbar mientras escuchaba atentamente la explicación y asentía con la cabeza. Después cerró los ojos y continuó con su entrenamiento, no sin antes disculparse por su comportamiento.

Ahora completamente relajado, Jonyo trató de continuar con su entrenamiento, que ya no consideraba una estupidez, pero un ruido conocido anulo totalmente esa posibilidad.

“Ese ruido… – dijo Jonyo mientras se levantaba algo desconcertado – Conozco ese sonido... ¡Se está acercando!”

“¿Qué te ocurre ahora? – le preguntó Shawn, que aún no había detectado el todavía murmullo que se acercaba – ¡Ah, ya lo oigo! ¿Sabes lo que es?”

“Ya lo creo que sí. Son las aspas de un helicóptero que se está acercando a la isla. Sólo conocemos una persona que nos haya atacado desde un helicóptero. Fue hace ya mucho tiempo, en Petoria…”

“Yo no siento ninguna energía sobrenatural acercándose”.

“La otra vez tampoco la sentimos hasta que bajó del helicóptero. Es posible que esté hecho de algún material aislante, o que simplemente se esté conteniendo”.

“Pero… ¿Quién?”

Jonyo no contestó. Salió volando sin esperar más, dejando a Shawn con la intriga.

“¡Ya es la segunda vez que te largas! ¡¿Así como pretendes completar el entrenamiento?!”

Desde el aire, Jonyo localizó el helicóptero, pero se mantuvo a una distancia prudente para que no le detectaran. Estimó el área de aterrizaje según la dirección y la altura y se dirigió hacia allí. Por el camino, se encontró a Gabriel, que también había detectado el helicóptero.

“¿Tú también?” dijo Jonyo al verle.

“Como no para no verlo – contestó el caballero de la rosa – No es precisamente discreto que digamos”.

“Ya…”

“¿Has conseguido ver quien hay dentro?”.

“No. Los cristales laterales están tintados, y el piloto lleva casco y gafas. Desde aquí no puedo decir siquiera si es hombre o mujer”.

“¡¡Es la teniente!! – Gritó alguien por detrás – ¡No hay duda!”

Gabriel y Jonyo se giraron y descubrieron a Reik detrás de ellos.

“Coño, no sabía que tú te ibas a dignar a venir” dijo Jonyo.

“Es la teniente y lo sabéis. Ese helicóptero es del mismo modelo que la otra vez”.

“Bueno, sí que pienso que puede ser la teniente, pero no estoy absolutamente seguro” opinó Jonyo.

“El modus operandi es el mismo que la última vez. Nos ataca de frente, sin esconderse – añadió Gabriel – Y tal como dice Reik, el helicóptero parece ser el mismo”.

“Parece que al final no va a resultar una pérdida de tiempo haber venido a esta isla, ¡jejeje!” reía maliciosamente el caballero del hielo.

Llegaron al punto estimado de aterrizaje, y Arturo ya estaba allí, callado, y mirando al cielo fijamente.

“¡Qué rápido has llegado! Vas darle una cálida bienvenida, ¿no?” bromeó Jonyo haciendo referencia al elemento de su compañero.

“Ya está aquí” fue lo único que contestó Arturo.

El helicóptero apareció encima de ellos, y aterrizó justo delante de sus narices. Durante unos instantes, se quedó parado, sin que saliera nadie. Reik llevó la mano a su espada y se preparó para atacar. La puerta de la cabina se abrió, y una mujer, todavía con el casco y las gafas de piloto, pisó tierra frente a los expectantes caballeros.

“Cuanto tiempo sin vernos, caballeros” dijo a la vez que quitaba el casco y las gafas.

“Tú eres…” murmuró el caballero del rayo al descubrir su identidad.

jueves, 27 de octubre de 2011

Episodio CXXVIII

Es muy tarde y no tengo fuerzas para poner las curiosidades, si eso me paso mañana porque no creo que lo lea nadie a estas horas.

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Episodio 

CXXVIII

S
hawn Stevenson y los caballeros continuaban conversando en el aire, sobrevolando el cráter del volcán, que todavía desprendía mucho calor. Calor que alimentaba en Arturo la idea de que habían tratado de asesinarle. Sin embargo, el caballero sabía que no tenía pruebas concluyentes, y ante la nueva declaración de Shawn, decidió continuar investigando.

“¿A qué te refieres con eso del verdadero entrenamiento?” le preguntó el caballero del fuego.

“Ya te lo dije antes de empezar, si no superabas este primer entrenamiento, era mejor que murieses. El entrenamiento consistía en recuperar tus poderes completamente, pero yo no podía decirte nada más”.

“¿Y eso por qué? Si se puede saber…”

“De haber empezado a conversar contigo, habrías pensado que yo iba a ayudarte a recuperarlos, pero no iba a hacerlo. No podía hacerlo porque eso es algo que tienes que conseguir tú solo, es decir, yo no sabía nada más que tú”.

“¿Lo está diciendo en serio? – Pensaba Arturo – Ya no sé qué creer… Al fin y al cabo, fue él quien me arrojó a la lava. Me cuesta pensar que no tenía una idea de lo que iba a pasarme…”

“Pero ahora todo eso da igual, lo importante es que estás plenamente recuperado y que puedes empezar tu verdadero entrenamiento”.

“¿Está tratando de cambiar de tema? ¿Sabrá que sospecho de él?  No sé exactamente qué pretende, así que lo mejor será que le siga la corriente para ver si consigo averiguar algo”.

“¿Te pasa algo, Arturo? No dices nada” le dijo Shawn al ver que no contestaba.

“No, nada. Estoy bien. Ardo en deseos de comenzar mi nuevo entrenamiento”.

En ese momento, Shawn avanzó hacia él rápidamente y le dio un puñetazo en el estómago.

“¡¿A qué ha venido eso?!” exclamó Jonyo.

“Lamentablemente, como ves todavía no puedes empezar la siguiente fase de tu entrenamiento. A pesar de que has recuperado tus poderes, en el proceso has perdido todas tus energías. Tardarás unos días en recuperarte. Vete a descansar. Mientras tanto seguiré con el entrenamiento de Jonyo”.

“¿No podías decírselo simplemente? – Opinó Gabriel – ¿Era necesario golpearle?”.

“Prefiero demostrar las cosas con hechos directamente antes de permitir la posibilidad de que duden de mí. Es mucho más práctico”.

“Déjalo, Gabriel. Estoy bien – dijo Arturo recuperando la compostura – Él tiene razón, aunque yo no comparta tampoco sus métodos”.

“Avísame cuando estés recuperado”.

“Lo haré”.

“Muy bien. En ese caso, ¡vámonos Jonyo! Ya has holgazaneado bastante. Hay que continuar con tu entrenamiento”.

“¿Qué he holgazaneado? – pensaba el caballero del rayo mientras se alejaba siguiéndole – ¿Pero no se basa el entrenamiento precisamente en eso?”

“Los demás podéis iros también – dijo Arturo muy serio – Yo tengo algo que hacer antes de irme a descansar”.

Reik, Peter, Gabriel y Fidel se alejaron lentamente y sin decir nada, pero de pronto el caballero de la tierra sintió que un brazo firme le retenía.

“Espera – le dijo Arturo, con la mano apoyada en su hombro – Tú quédate. Quiero hablar contigo”.

“¿Conmigo? – se preguntó extrañado – ¿De qué?”

Antes de que el caballero de la tierra obtuviera una respuesta, Arturo le hizo alejarse del volcán y buscaron una zona más apartada y solitaria donde  poder hablar con tranquilidad. Al final terminaron cerca de la casa de Shawn, alrededor de la ahora extinta hoguera sobre la que habían relatado sus recuerdos.

“Bueno, ¿de qué querías hablarme?”

“Quería darte las gracias. Antes mencioné que en parte había recuperado mis poderes gracias a ti, pero no te lo pude explicar debidamente. Discúlpame”.

“¡Eh! ¿Qué son todos esos formalismos? Somos amigos, ¿no? No hay nada de que disculparse”.

“Cuando estaba en el interior del volcán, tomé una decisión y a cambio de cumplirla se me devolvieron los poderes. Esa decisión tenía que ver contigo”.

“¿Me quieres tanto que pediste volver a verme llorando como una nena? Jajaja, ¿de qué va todo esto, Arturo?”

“Pues más o menos – Arturo sonreía, pero se estaba tomando muy en serio su deber. Sabía lo que se avecinaba, y quería llegar a ello lo más rápido posible, para pasarlo también lo más rápido posible – El caso es que, encima que recupero los poderes gracias a ti, tengo que pedirte otra cosa”.

“Esta conversación tiene una pinta muy homosexual – seguía bromeando – pero bueno, dime”.

“Quiero que abandones la idea de enfrentare a Mesa”.

La sonrisa de Fidel desapareció en menos de un instante.

“¡¿A qué coño viene eso ahora?!” cambió el tono radicalmente.

“Ya te lo he dicho. Recuperé mis poderes a cambio de tomar una decisión. Esa decisión fue impedir que te enfrentes a Mesa para que te mate”.

“Bueno pues dile a tus poderes que se larguen otra vez porque no lo vas a conseguir”.

“Pero, ¿por qué? ¿Por qué algo así es tan importante para ti?”

“Eso mismo te pregunto yo, ¿por qué? ¿Por qué me vienes con esas a estas alturas? ¿Es que no me has visto discutir con Gabriel? ¿Acaso no di motivos suficientes entonces? Mesa mató a Isabel y debe morir por ello”.

“¡No te creo! ¡Hay algo más! ¡Existe una contradicción en tu argumento!”

“¡Ja! ¿Ah, sí? Pues demuéstralo”.

“Puedes tener la oportunidad de matar a Mesa siguiendo el curso natural de las cosas. Es un enemigo y tarde o temprano tendremos que enfrentarnos a él, por lo tanto, montar todo este numerito por algo que va a ocurrir de todas formas sólo puede significar que hay algo más detrás de todo esto”.

“¿Todavía no lo entiendes verdad? No quiero que acabemos con Mesa. Quiero acabar con Mesa. En primera persona. Quiero hacerlo yo, y no otro. Por eso tengo que ir yo a por él antes de que él venga a por nosotros”.

“Pero, ¿por qué?”

“Quiero hacer algo. Algo que merezca la pena. Y por mí mismo. Algo que demuestre que merecía estar en el equipo, que merecía ser un caballero. No puedo estar a la sombra de vosotros y llevar el mismo título”.

“A lo largo de toda nuestra aventura todos hemos colaborado en mayor o menor medida no sólo luchando, también ayudándonos y apoyándonos. Tú igual que el resto. Has combatido, ganado, perdido, y acabado con tus enemigos en Petoria, en Arcadia y en Azeroth”.

“Vamos a ver cuánta razón tienes, hagamos memoria... Bien, empecemos, por Duckman, como no. Sí, a Duckman le maté yo, ¿no? Hice que cayera al vacío. Le maté tan bien que volvió para que Verónica tuviera que sacrificarse en vano para acabar con él, y encima el cabrón volvió a sobrevivir y Jonyo tuvo que rematarle. ¡Esa muerte también fue culpa mía!”

“El dominio de Duckman sobre sus propias habilidades era demasiado elevado, por eso dio tantos problemas aun siendo tan débil. No fue culpa de nadie, pero si quieres buscar a un culpable, acusa al propio Duckman”.

“¡No he terminado! – Le cortó, como si le dieran igual sus argumentos – Continuemos... ¡Yolien! A esa la mataste tú, y luego Kevin a su bioandroide. A Dikna... ¡hala, también te la cargaste tú! ¡Dos tantos para el caballero!”

“No tiene gracia, estás frivolizando la situación”.

“¡Continúo! – Volvió a ignorarle – El Silenciador de Halitosis y Luigi, aunque no los llegaste a conocer... Mesa se los cargó a los dos, el mismo día que se cargó a Isabel, mira tú por donde...”

“Ya es suficiente... Capto el mensaje”.

“Pero antes de que Mesa se los cargara, nosotros les habíamos derrotado, es cierto – ya ni se molestaba en hacerle callar. Le habían pedido respuestas y ahora iba a hablar cuanto quisiera – Isabel derrotó a Luigi, y yo al Silenciador de Halitosis. Sí, ¡pero porque estaba quieto y no podía defenderse!”

Fidel hizo una pausa. Esperaba que en ese momento Arturo volviese a cortarle, pero el caballero del fuego ya había abandonado esa actitud, e iba a escucharle todo lo que tuviera que decir.

“Luego parece que mientras íbamos a por Peter, que si te digo la verdad nunca me ha parecido muy de fiar, Andrés se enfrentó a otra persona, y también murió, pero yo por lo menos no sé nada más, así que no puedo entrar en detalles. Pero con Snape ya sí puedo. Vi perfectamente cómo se suicidó después de ser derrotado por Reik. Y desde entonces, hemos tenido diversos encuentros con Jezabel, Mesa y Lardo, pero ninguno ha sido decisivo, aunque me acuerdo perfectamente del ataque combinado entre Reik, Jonyo y tú para derrotar a la teniente. Todavía en aquellos tiempos, pensaba que las cosas tenían solución, que simplemente no había llegado mi momento aún, pero que estaba en la misma línea que vosotros. Hasta que pasó eso”.

“¿Eso?”

“Hasta el día que perdí en los Juegos de Petoria. Alguien sin entrenamiento ni habilidades elementales me arrebató la victoria”.

“No perdiste ese combate porque tu adversario fuera más poderoso que tú. Era un espectáculo, y todos éramos más fuertes que los demás, pero intentamos que fuera un combate justo. Tú te confiaste y bajaste demasiado el nivel. Pero aun así, te recuerdo todos los resultados. Peter ganó, Gabriel se rindió, yo gané, Reik ganó, tú perdiste y Jonyo empató. No fuiste el único que no consiguió la victoria”.

“Gabriel se rindió porque... Bueno, esto es una teoría mía... Creo que tiene un poder que no puede controlar, o que desprecia, no estoy seguro. Por eso siempre intenta evadir el combate y cuando no puede evitarlo, nunca lucha al máximo de sus fuerzas”.

“¿De dónde has sacado esas ideas?”

“No puedo contártelo. De todas formas no estamos aquí para hablar de él. Sí, él se rindió, y Jonyo empató, pero empató porque el collar ya estaba alimentando la energía de Eddy antes de activarse. No era un combate justo. Así que el único que no obtuvo la victoria en igualdad de circunstancias fui yo”.

“Bueno vale, perdiste en un juego estúpido, ¿qué demuestra eso?”

“Y luego un simple campesino manipulado mentalmente estuvo a punto de derrotarme”.

“¿Te refieres a Wancho?”

“¿A quién si no? ¿Conoces a más campesinos que hayan sido manipulados mentalmente y se hayan enfrentado a mí?”

“La persona de la que estás hablando está muerta. Muestra un poco de respeto”.

“Tú lo has dicho. Está muerto. Poco daño puede hacerle lo que diga de él. De todas formas, sólo trataba de mostrarle tal como era, no de menospreciarle. Manipulado o no, fue un rival digno, pero manipulado o no, también era un campesino”.

“El encantamiento de Miss Jewel no era un simple control mental. También era capaz de otorgar poderes especiales a sus víctimas. No puedes verle como una persona cualquiera sin poder alguno. Yo tuve que enfrentarme a Reik y te aseguro que era mucho más fuerte bajo el influjo de esa bruja”.

“Que bien que saques ese tema. Tú te enfrentaste a Reik. Tú te enfrentaste a Mesa. Tú te enfrentaste a Seagram. Tú te enfrentaste al Capitán Lardo. Siempre tú...”

“No me ha gustado nada ese tono. Mis combates no han sido más importantes que los de los demás. Si Peter no hubiera derrotado a JesuCristo yo no habría podido derrotar a Seagram, sin Jonyo y Reik no habríamos derrotado a la teniente en Petoria para después ir a por Mesa y si tú no te hubieras encargado de Wancho yo no habría podido llegar hasta Reik”.

“Yo creo que es mucho más simple que todo eso. Únicamente es que el más fuerte es quien se ocupa de los más fuertes. Lógico, ¿no?”

“Aunque eso sea verdad, no quita el hecho de que...”

“No quita el hecho de que yo soy el más débil”.

Los dos se quedaron en silencio, mirándose fijamente. A Fidel le habían pedido sinceridad, y ahora él estaba exigiendo lo mismo.

“Es cierto que eres es el más débil” dijo finalmente el caballero del fuego.

“Oh, muchas gracias por restregármelo en la cara. No estaba suficientemente hundido ya...”

“No he venido aquí a engañarte, sino a convencerte, y no me has dejado terminar de hablar. Eres es el más débil, pero también eres el más sincero, el más abierto, el más amable, el más...”

“El más tonto” concluyó él.

“Di lo que quieras, pero yo no creo que, aun siendo un poco más débil que los demás, esa sea una diferencia suficiente como para arriesgar tu vida de esta forma. Lo siento pero no lo entiendo”.

“¿Cómo vas a entender tú, Señor SuperGuerrero, cómo me he estado sintiendo todo este tiempo, y cómo me siento todavía? Ver que todos los demás a tu alrededor avanzan, mejoran, evolucionan, y tú te vas quedando atrás. Cómo va apareciendo gente que se supone que está menos preparada que tú, Mireia, El Caballero Negro... Pero que sin embargo te superan completamente. Y saber que tus compañeros, a base de esfuerzo lograrán alcanzarlos y superarlos a ellos y a todos, pero que tú estás destinado a ser un perdedor, un mindundi, un fracasado, porque ese es tu lugar”.

“¿Por eso te fuiste?”

“No. Me fui porque estaba solo. Íbamos en grupo, sí, pero yo estaba solo. Puede que eso sea, efectivamente, un grupo, pero no es un equipo. Cada uno va a lo suyo, lo cual no tiene nada de malo, pero yo no podía seguir ahí, porque lo que yo quería conseguir no era posible continuando con vosotros”.

“No estoy de acuerdo. Puedo entender que no te hayas llevado tan bien como tú quisieras con Jonyo o con Reik, que no confíes en Peter, e incluso que hayas tenido tus diferencias con Gabriel. Uno no siempre está totalmente a gusto. Pero lo que no puedo aceptar es que no hayas recurrido a mí antes de irte dejando un triste mensaje, cuando somos amigos desde pequeños. Te has comportado como un gilipollas todo este tiempo y te lo he estado consintiendo sólo porque pensaba que a pesar de todo, antes de hacer una tontería como esa al menos contarías conmigo, hablarías conmigo. Eso ha sido lo que más me ha dolido de todo, tu completo desprecio a nuestra amistad”.

Hacía ya un rato que la conversación había superado las fuerzas de ambos caballeros, que deseaban no sólo no estar allí, sino que las cosas no hubieran tenido que llegar a ese punto. Pero eso no era posible, y lo único que podían hacer era seguir adelante hasta que uno de los dos terminara con todo aquello. Se miraron a los ojos, rogándose el uno al otro que acabaran con esto de una vez, y a la vez demostrando que ninguno iba a ceder en sus ideas respecto del otro. Finalmente, Fidel desenvainó su espada y trazó una línea en la tierra con ella.

“Tienes razón Arturo, te he fallado. Creo que hemos tocado fondo y es el momento de que todo acabe”.

“¿Vas a… – se le iluminaron los ojos al caballero del fuego – ¿Vas a abandonar tu obsesión por Mesa?”

Durante un instante, el tiempo se detuvo. Fidel sonrió a su amigo, mientras ambos recordaban todos los momentos que habían pasado juntos, pero acto seguido, esa sonrisa desapareció del rostro del caballero de la tierra para siempre.

“A partir de ahora, ya no somos amigos, tan sólo seré un miembro más de ese grupo en el que cada uno busca su propio objetivo, y al igual que respetas a los demás, voy a exigirte que me respetes a mí. La línea que he trazado en el suelo representa la barrera que hay entre nosotros. Si te atreves a cruzar esta línea, te atacaré sin dudarlo un segundo”.

Y sin decir una sola palabra más, Fidel envainó su espada y se marchó volando lentamente.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Episodio CXXVII

La semana pasada estuve jugando a Sonic y el Caballero Negro, un juego de Sonic para Wii que se desarrolla en el mundo del Rey Arturo. Al final del juego, el enemigo final te cuenta sus motivos para querer llevar a cabo su porpósito, y precisamente esos motivos son que el propio reino de Camelot está condenado a desaparecer por culpa de todas las mierdas del Rey Arturo y sus caballeros. Que si se tiró a su hermana y tuvo un hijo con ella, que si ese hijo luego da un golpe de estado, hay una guerra y se matan todos entre ellos, que si el mejor amigo del rey se tira a su mujer... En fin, que como escritor, me han dado más de un motivo para plantearme si hice bien en poner Arturo a mi protagonista xD

Título: Turn the Power On Again
Tamaño: 7
Dedicado a: N/A


Episodio 

CXXVII


Habría detenido a Fidel – se repetía el caballero del fuego según se hundía en la oscuridad – Sin lugar a dudas, si hubiera tenido una oportunidad, es lo que habría hecho”.

Los fantasmas de sus antiguos enemigos saltaron para abalanzarse sobre él, pero sus fuerzas se desvanecieron mientras estaban en el aire y no les vio más que saltar.

“¿Es ésa tu última voluntad?” escuchó una voz.

De pronto sintió un pálpito que recorrió todo su cuerpo. Varias lenguas de fuego aparecieron alrededor de su cuerpo, se juntaron y le envolvieron en una cúpula de llamas. Los fantasmas de Miss Jewel y Reik, que iban en primer lugar, se consumieron al entrar en contacto con la cúpula. Después, se liberó una deflagración, una nube de fuego en todas direcciones que acabó con todos los demás. Luego, el fuego se desvaneció, y apareció el cuerpo del caballero, todavía tendido en el suelo, pero con una luz tenue a su alrededor.

“¿Qué ha pasado? – susurró mientras abría los ojos – ¿Qué ha dicho esa voz?”.

No tardó en notar que había recuperado la sensibilidad de su cuerpo. Poco a poco, se levantó y se observó a sí mismo. Ya no tenía frío, ni estaba cansado. Es más, aquella cálida luz que le rodeaba le hacía sentir un poder inconmensurable.

“Es posible… ¿Es posible que…?”

“Sí, lo es” La pequeña llama blanca volvió a aparecer ante él.

“Pero, ¿cómo?”

“Has encendido la Llama de la Última Voluntad. Cuando estabas a punto de morir, has deseado poder cumplir tu último deseo, y se te han devuelto tus poderes para poder satisfacer esa necesidad”.

“Increíble, pero… ¿Significa eso que cuando cumpla mi Última Voluntad mis poderes desaparecerán de nuevo?”

“No, pero si lo harán si pierdes el deseo de cumplirla”.

“¿Qué hubiera ocurrido si no hubiese pedido cumplir nada en el momento antes de morir?”

“¿No es lógico? Habrías muerto”.

“Uf… Pues menos mal… Ahora que he recuperado mis poderes. Quiero cambiar algo antes de irme”.

Alzó los dos brazos y apuntó al cielo con sus manos. Concentró sus fuerzas y lanzó una potente onda de energía en dirección al firmamento. Al llegar a las nubes, las evaporó en un instante, eliminando con ellas la lluvia y los rayos, y dejando paso al cielo y a la luz, que rápidamente acabaron con el hielo de la superficie y permitieron que se pudiera pisar tierra firme. La luz entró desde el agujero de las nubes y se concentró en el caballero, hasta que, pocos segundos después, el resto de nubarrones fueron desapareciendo también, devolviendo la vida a aquel inhóspito lugar.

“Muchas gracias. Te debo la vida, primer caballero del fuego – le mostró Arturo sus respetos – Antes creía que si recuperaba mis poderes perdería todo lo que era importante para mí, pero ahora sé que puedo utilizarlos para cambiar las cosas”.

“Yo no he hecho nada. Has sido tú quien ha logrado conocerse a sí mismo y despertar la Llama de la Última Voluntad. No tienes nada que agradecerme – contestó el espíritu – Y ahora vete, creo que tienes algo importante que hacer, ¿me equivoco?”

Arturo no contestó. Simplemente volvió agradecido y levitó lentamente hacia el cielo hasta perder de vista al ser que le había servido de guía en su interior.

Fidel continuaba al borde del cráter, observado embobado la lava que había en el interior del volcán. Sin que lo esperase, todo comenzó a temblar. Observó que la lava estaba más agitada y que empezaba a ascender rápidamente. Además, el terremoto también estaba sacudiendo la tierra sobre la que pisaba. A su alrededor aparecieron varias grietas en el suelo. Gran parte de las rocas que formaban el suelo en lo alto del volcán, sobretodo en el cráter, quebraban y se precipitaban al abismo de fuego. Concretamente, al suelo a su alrededor le pasó lo mismo, y cuando se quiso dar cuenta estaba cayendo directo hacia la lava.

“¡¿Pero qué pasa aquí tan de repente?! – exclamaba sorprendido – ¡Me caigo!”

Estaba tan impactado que se olvidó de que sabía volar, pero por suerte la lava que subía cada vez más rápido le refrescó la memoria y salió de allí tan rápido como pudo, pero no se fue muy lejos, es más, se quedó lo más cerca que pudo. Algo en su interior le decía que debía quedarse por allí.

La lava continuó subiendo cada vez con más fuerza hasta que finalmente salió a la superficie con tanto impulso que el chorro se elevó bastante distancia del suelo antes de empezar a caer.

La sacudida generalizada que sufría la isla no tardó en hacerse notar. En una ladera apartada y tranquila, Shawn Stevenson y Jonyo estaban tumbados, tomando el sol plácidamente. Shawn descansaba boca arriba, reposando la cabeza sobre sus propios brazos, cruzados detrás de la cabeza, mientras que Jonyo no dejaba de moverse o cambiar de postura. Tenía los ojos cerrados, pero no dejaba de fruncir el ceño o hacer muecas constantemente, se notaba que algo le molestaba, pero tenía que aguantarse.

“Shawn” al final no pudo aguantar más y llamó a su entrenador.

“¿Qué pasa, Jonyo?”

“Llevamos así toda la mañana, ¿cuándo vamos a empezar el entrenamiento?”

“Ya hemos empezado”.

“¿Ein?” El caballero del rayo no entendía nada.

“Entrenamos para dejar de entrenar tu cuerpo”.

“¡¿Pero qué dices?! – Exclamó ya algo sobresaltado y levantó la parte superior del cuerpo hasta quedarse sentado – ¡Así no podré hacerme más fuerte!”

“Normalmente no, pero en tu caso, que ya eres bastante fuerte, lo que necesitas es algo diferente”.

“Sigo sin entender nada…”

“Desde lo de Blackron no puedes simplemente quedarte tranquilo y confiar, ¿verdad? Necesitas entenderlo todo para poder estar alerta en todo momento y prever cualquier cosa que pueda pasar, tanto en batalla como fuera de ella, ¿verdad? Tú eres así y por eso tus habilidades son así”.

“Se está refiriendo a mi habilidad para seguir los movimientos de mi adversario a través de los impulsos eléctricos que comunican su cuerpo, pero yo no le conozco, nunca le he hablado de que tenga esa habilidad. ¿Se lo habrá contado Fidel? ¿O tal vez lo ha visto a través de esa bola de cristal de la que hablaban?”

“Como parece que necesitas saberlo, te lo diré, pero antes te haré una pregunta. Desde que te enteraste de que Blackron seguía vivo, has entrenado mucho, ¿no?”

“Un poco”.

“¿Un poco? Por lo que he oído, desde entonces no has hecho otra cosa. Te quedaste en el barco entrenando cuando tus compañeros bajaron a la ciudad, cuando tú en esas ocasiones vas a por provisiones de palmeras de chocolate. Incluso te volviste una persona seria durante un tiempo, cuando lo normal es que sueles reírte por cualquier cosa”.

“He dicho un poco porque a pesar de todo aún no es suficiente”.

“Eso te iba a preguntar ahora, ¿has notado algún resultado después de tanto entrenamiento?”

“No, pero es sólo porque no entreno lo suficiente. Para eso he venido aquí, no para perder el tiempo tirado en el suelo”.

“Error”.

“¿Qué?”

“Que ese es el error que has cometido. Te has excedido en tu entrenamiento. Al entrenar por encima de tus posibilidades, cansabas tu cuerpo más rápido de lo que podía recuperarse, por lo que no sólo no has notado mejoría sino que incluso has podido debilitarte. El descanso es tan importante como el propio entrenamiento, y eso es algo que antes llevabas a rajatabla, con tu modo de vida de palmeras de chocolate, dormir hasta tarde y reírte por cualquier cosa descansabas cuerpo y mente, pero ahora has roto ese equilibrio y por eso estamos aquí”.

Jonyo se quedó pensando durante unos segundos, y llegó a la conclusión de que no sólo lo que había dicho tenía algo de sentido, sino que además cuadraba con lo que había estado haciendo últimamente.

“¡Venga! ¿Qué haces así todavía? ¡Túmbate otra vez y descansa o esto no servirá de nada?”

“Ehh… ¡Sí! ¡Voy!” exclamó aún algo sorprendido y se tumbó de nuevo.

Se tumbó de nuevo, cerró los ojos y se concentró en descansar, pero no pudo hacerlo. La sacudida de la isla alcanzó la zona en la que se encontraban y, sorprendidos, se pusieron de pie enseguida.

“¡¿Qué es esto?! La tierra tiembla… – dijo Jonyo – ¿Un terremoto?”

“Parece que no – Shawn se imaginaba lo que ocurría – Mira eso” señaló al volcán.

El caballero del rayo siguió la dirección de dedo y descubrió la enorme erupción del volcán a lo lejos. Inmediatamente después le llegó una segunda sensación.

“Esto es… Siento… ¡Siento la energía de Arturo! – Exclamó – ¡Está allí! ¡Viene de ese volcán!”

Tras superar la sorpresa, salió volando a toda velocidad, ignorando completamente tanto el entrenamiento como al entrenador.

“¡¡Espera!! – Le gritó inútilmente – Se ha ido… Pero, ¿cómo ha podido sobrevivir al volcán? Será mejor que me acerqué yo también…”

En otra parte de la isla, la playa estaba repleta de cristales de energía dispersos en la arena y la mar salada. En medio de todos ellos se encontraban Peter, agachado, con el cuerpo apoyado sobre una rodilla, agotado, jadeante, sediento, pero con ganas de continuar.

“¡Vamos! – le gritaba Reik, que se mantenía sentado sobre una gran roca, fumando tranquilamente – ¿Cuánto tiempo más piensas descansar? ¡Levanta de una vez!”

“Haaaa, haaaa – trataba de recuperar el aliento mientras se ponía en pie – Sí, ya estoy, ya estoy”.

“¿De verdad quieres seguir por este camino? Mira a tu alrededor. Ni una sola de tus barreras ha conseguido bloquear mis ataques. Como esto siga así no vamos a poder dar un paso sin cortarnos con uno de esos fragmentos de barrera”.

“Los cristales de energía se desvanecerán en unos minutos. No nos impedirán continuar. Ahora vamos, – extendió las manos hacia delante y creó una pequeña pantalla de energía delante de él – ¡Ataca de nuevo!”

Reik creó una simple bola de hielo, la lanzó y atravesó la pantalla, rompiéndola en pedazos y golpeando a Peter en el estómago, que cayó en la arena dolorido. Los fragmentos de barrera de anteriores intentos empezaban a desintegrarse por los bordes, devolviendo el paisaje a su forma original.

“Esto es una pérdida de tiempo. Cuando se te ocurra alguna manera de conseguir que funcione me avisas, pero hasta entonces me voy a entrenar. Es una opción mucho mejor que destrozarte poco a poco”.

“¡No! ¡Espera! – Se levantó de un salto, a pesar de que le seguía doliendo mucho – ¿No fuiste tú el que se ofreció a ayudarme?”

“Sí, pero estamos haciendo las cosas a tu manera, y no avanzamos. No te digo que no quiera seguir ayudándote, sólo que me avises cuando encuentres una manera de avanzar”.

“¡No! – Repitió – ¡Todavía es pronto para descansar! ¡Déjame seguir un poco más!”

Reik se le quedó mirando, deliberando sobre la petición, pero antes de que le diera una respuesta, el terremoto sacudió la zona, seguido de la flagrante erupción.

“¡¿Qué es eso?!” exclamó Peter.

“¿No lo ves? Un volcán en erupción”.

“Eso ya lo sé, pero, ¿no te resulta extraño una erupción tan fuerte y tan repentina?”

“Para nada – le contestó, pero en realidad estaba pensando – Siento fluir la energía de Arturo del interior de ese volcán, parece que lo ha conseguido”.

Tras pensar durante unos segundos, agarró a Peter de la ropa y salió volando arrastrándole por el aire, en dirección al volcán.

“¡¿Qué haces ahora?!” gritó Peter al verse volando sin razón alguna.

“He pensado que tienes razón, es una erupción un tanto extraña – mintió – y sería buena idea ir a echar un vistazo. Además, te vendrá bien para desconectar del entrenamiento y buscar la forma de no hacerme perder el tiempo”.
“¿Pero por qué me agarras? ¡Si yo sé volar!”

“Con tu velocidad tardaríamos más que andando. No te quejes, si llegamos enseguida” le dijo y aumentó la velocidad.

Por último, Gabriel estaba en lo alto de un acantilado, observando las aguas salvajes al fondo del abismo.

“Si lo ha matado, ha podido tirar su cuerpo al mar...”

No tardó en llegarle el temblor, y al instante vio la columna de lava del volcán reflejada en el mar.

“E... Esa energía – dijo a la vez que se giraba – Es de...”

No llegó a terminar la frase. Directamente salió volando hacia allí a toda velocidad sin decir nada más.

En la cima del volcán, Fidel empezaba a sentirse amenazado por la lava, que caía sin parar. Al ir desapareciendo la superficie que podía pisar, iba retrocediendo poco a poco, hasta que no tuvo más remedio que salir volando para no ser tragados por aquella marea roja. Ya en el aire, se fijó en el chorro de lava principal. Se alzaba cuanto podía como si tratara de alcanzar el cielo, y al tener la anchura del cráter, podía verse desde toda la isla. Fidel divisó una sombra en el interior del chorro, al principio sin forma, pero luego fue asemejándose a una figura humana. Trató de acercarse un poco, pero el calor era demasiado intenso. Empezaron a salir rayos de luz cegadores de la zona donde estaba la sombra, que obligaron al caballero de la tierra a cubrirse los ojos. Muchos rayos de luz pasaron a su lado, y extendió la mano para tocarlos, pero simplemente eran eso, luz, y no le hicieron daño alguno. Finalmente, todos aquellos rayos de luz regresaron a su lugar de origen con la misma rapidez, como si estuvieran siendo absorbidos, y al concentrarse, formaron una bola de luz alrededor de la sombra, que culminó con un fuerte destello contra el que Fidel no pudo hacer otra cosa que mirar hacia otro lado.

Al volver la vista hacia delante, Fidel descubrió que no sólo había cesado la luz, también había terminado la erupción. Toda la lava se encontraba ahora de nuevo en el fondo del cráter, divisándola a duras penas a simple vista desde la superficie. Fidel miró rápidamente hacia donde había visto la sombra y allí encontró a su compañero Arturo, completamente ileso, levitando y sonriendo.

“Arturo... ¿eres tú? Entonces, ¿no habías muerto? – le decía – Y... Además estás volando. No querrá decir eso que...”

“Fidel, ya estoy bien. No te preocupes. Y ha sido todo gracias a ti. Ahora soy yo el que debe preocuparse por ti”.

“Esto... No entiendo nada de lo que me estás contando, pero vale, lo que tú digas” le siguió la corriente.

“Simplemente quiero hablar contigo de algo, ahora que tengo la oportunidad de arreglarlo”.

“¿Oportunidad? ¿Arreglarlo?” el caballero de la tierra no entendía nada de lo que estaba pasando.

Quería seguir preguntando, pero la llegada de Jonyo, Reik, Peter y Gabriel le hizo imposible su intento.

“¡¡Arturo!!” exclamaron todos a la vez al verle.

“¡Entonces no estabas muerto!” exclamó Gabriel.

“Pues claro, ese tipo os ha engañado – dijo Reik – Si me hicierais caso de vez en cuando…”

“¿Me sueltas ya?” le preguntó Peter a Reik, ahora que habían llegado.

“¿Ya te has recuperado?” preguntó Jonyo.

“¿Por qué no lo compruebas tú mismo?” le propuso el caballero del fuego y desapareció de repente.

“Je, a mí no me vas a pillar con algo así”.

Se dio la vuelta. Arturo estaba detrás de él preparando un puñetazo. Jonyo lo bloqueó, pero su compañero siguió intentándolo, ahora con una patada a las costillas. El caballero del rayo agarró su pierna, le lanzó hacia abajo, y acto seguido le lanzó una onda de energía. Arturo recuperó el equilibrio en medio del aire y desvió la onda de un manotazo, que sin querer, iba directa a otra persona que acababa de llegar.

“¿Dejáis ya de jugar?” dijo esa persona a la vez que destruía lo que quedaba de la onda con sus propias manos tras haberla detenido.

“Shawn Stevenson – le reconoció Arturo – La persona que me tiró al pozo de lava. ¿De verdad quería matarme? ¿O sabía perfectamente lo que iba a ocurrir? No soy capaz de adivinarlo…”

“Ahora que has recuperado tus poderes – le dijo Shawn – ¡es el momento de tu verdadero entrenamiento!”


Curiosidades!!!




El entrenamiento de Jonyo es el mismo que el que Colonello utiliza para entrenar a Ryohei en Katekyo Hitman Reborn.




Y por fin, la Llama de la Última Voluntad, también de Katekyo Hitman Reborn, funciona de la misma manera, solo que para despertarla te tienen que pegar un tiro con una Bala de la Última Voluntad, y al igual que pasa con Arturo, sino te arrepientes no haber hecho algo, mueres. Al despertarla se representa con una llama en la frente.