lunes, 31 de diciembre de 2012

Episodio CXLVI

No podíamos despedir el año sin una buena ración de Los Caballeros :D

PD: No sé si me he licenciado o no, porque estos cabrones ya hasta te dicen en tu cara que ellos no corrigen en Navidad, que las vacaciones son para disfrutarlas, así que a ver si para el próximo capítulo ya lo sé.

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Episodio CXLVI
A
lineados en proa, con la vista al frente, el elenco de caballeros avanzaba a contraviento hacia su objetivo final. Al fondo, la isla ya no era un punto en el horizonte. Había tomado forma y podían distinguir perfectamente su posición, su extensión, su flora y fauna, y la ubicación del castillo de la Fiera Deidad. A pesar de los últimos acontecimientos, al ver en primera persona el lugar de su última batalla, todas las cosas de las que tenían que hablar quedaron de lado.

“Pues es una isla normal y corriente – comentó Gabriel al verla – Me esperaba otra cosa”.

“¿Qué te esperabas exactamente? – Preguntó Peter – Si se puede saber, claro…”

“Pues no sé, lo típico… Un paraje inhóspito con tierra muerta, árboles secos, cuervos revoloteando por doquier, un castillo tenebroso rodeado de nubes negras por las que no pasa ni la luz de la luna, sacudido de forma perpetua por la lluvia y los rayos, cuyo reflejo es la única luz que te permite, sólo durante un instante, admirar la inmensidad de la obra arquitectónica que pretendes conquistar, mientras en la cima de la torre más alta del lugar, tu enemigo final te espera, riendo a carcajadas que se transmiten a través del eco de la noche…”

Después de aquellas vibrantes declaraciones sobre sus expectativas, se hizo un silencio incómodo durante unos segundos.

“Deberías dejar la poesía – dijo Reik – Te está afectando al cerebro”.

“Pues no has dado ni una – dijo Peter, tratando de restar importancia al comentario de su compañero – Está a punto de amanecer, el cielo está despejado, hay numerosos árboles llenos de hojas y no se ve a nadie asomando en el castillo”.

“Da igual que no se vea a nadie – dijo Fidel – Seguramente ellos ya saben que estamos aquí. De un momento a otro nos darán la bienvenida”.

“Entonces planifiquemos la estrategia cuanto antes – opinó Jonyo – ¡Yo voy a por Blackron!”

“¡Mesa para mí! Y el viejo me acompaña” dijo Fidel.

“La teniente es mía” dijo Reik mientras daba una calada a un cigarro recién encendido.

“Pues nada, yo me tendré que conformar con el Capitán Lardo – se conformó Gabriel – Que remedio…”

“¿Pero no estaba muerto? – Preguntó Fidel – Se lo cargó Arturo, ¿no?”

“Nadie vio su cadáver – contestó Jonyo – Además, estamos hablando de un tío que nunca se cubre, siempre va de frente y aguanta todo lo que le eches con tal de tener más oportunidades de alcanzarte con esa mugrienta espada suya, así que no creo que haya muerto, su cuerpo estaba preparado para soportar todo ese daño. Habrá salido herido de gravedad, pero seguro que todavía sigue con vida”.

“A las malas, si murió, pues eso que te ahorras – le dijo Reik – Puedes ir directamente a por el Señor Oscuro”.

“Pues eso no es justo, el Señor Oscuro debería ser para el primero que acabe su combate – dijo Fidel – Si no que gracia tiene…”

“Tranquilo, ya te digo yo que Lardo está vivo” insistió el caballero del rayo – y después se dirigió a Fidel – No es por desconfiar pero, ¿tienes algún plan para derrotar a Mesa? ¿O vas a la aventura?”

“Tengo un par de ases en la manga que aprendí de Shawn, al igual que tenía guardada la técnica con la que vencí a Arturo, pero con un adversario como Mesa, soy consciente de que cualquier estrategia, cual técnica, cualquier ataque es insuficiente para asegurarse la victoria – después de decir todo eso, sorprendentemente, sonrió – Así que espero tener también un poco de suerte, jeje”.

“¿Y yo qué hago? – Preguntó Peter – Por un lado, si os acompaño podré curaros en caso de que os hieran, pero también es cierto que estaréis cada uno en un sitio, sólo podría acompañar a una persona, y podría ser una carga para ella, su enemigo podría aprovecharse de mi para sacar ventaja del combate”.

“Quédate aquí – le sugirió el caballero del hielo – Es cierto que serías una carga, y tampoco le gustaría a ninguno de nosotros tener ventaja en el combate sobre los demás”.

“Pero… ¿y si por quedarme alguno muere porque no estaba donde tenía que estar? No podría vivir con eso…”

“También puede pasar aunque vengas. Ya ha quedado claro que no puedes estar con todos, sólo con uno, y si eliges mal, a esa persona le va bien el combate, y hay otra que de haber estado se hubiese salvado será casi peor el remordimiento. Todos sabemos a lo que hemos venido, los riesgos, y las recompensas. Quédate aquí, tampoco habrá nadie para salvarles a ellos”.

“Está bien… Cuidaré del barco”.

“Antes de ir… – interrumpió Fidel – Me gustaría decir una cosa”.

“Si quieres darnos las gracias – le saltó Gabriel antes de que pudiera decir nada – Ahórrate tu palabrería, y gana el combate, sobrevive, para que podamos ir todos juntos a recoger a Arturo. Ahora mismo, la mejor forma que tienes de agradecérselo es demostrarle que no tenía razón, y nosotros demostraremos que no necesitamos de su fuerza para ganar”.

“Está bien, ¡quedamos a la vuelta!”

En el interior del castillo de la Fiera Deidad, empezaron a sonar todas las alarmas, alertando la llegada de los intrusos. Mesa estaba sentado cómodamente en un sillón, con una copa de pacharán en la mano, cuando aquel ensordecedor ruido perturbó su calma.

“Ya están aquí…”

Salió de la sala, y al cruzar la puerta se encontró con Blackron en el pasillo, envuelto en una sensación que mezclaba la euforia y la ira.

“¡¡Al fin!! ¡¡Hoy acabaré con Jonyo con mis propias manos!! ¡¡Voy a por él ahora mismo!!”

“Adelante, Blackron, puedes ir a por Jonyo si quieres, pero recuerda que tu misión todavía no ha terminado. Si quieres empezar ya el combate hazlo, pero no le mates rápido, debes esperar a que la teniente robe los poderes del caballero del hielo y yo haga lo mismo con los del caballero de la tierra. Una vez hecho, te mandaremos las esferas y alcanzarás tu forma perfecta, convirtiéndote en el ser más poderoso que existe. Dominarás todas las artes, tendrás todas las cualidades, serás el estudiante perfecto que tanto busqué entre las aulas, y podrás utilizar todo ese poder para culminar tu venganza contra Jonyo”.

“Como quieras, jugaré un rato con él, pero no tardéis mucho o no puedo prometer que lo mantenga con vida”.

El Caballero Negro se marchó, y Mesa siguió caminando en la dirección contraria, sonriendo levemente por fuera, pero regocijándose por dentro al ver tan cerca la consecución de su objetivo. Estuvo avanzando por el castillo durante unos minutos, haciendo caso omiso de las alarmas que se escuchaban por el lugar. Finalmente, entró en una habitación oscura, pulsó un botón, y una decena de monitores se encendieron uno a uno, mostrando diferentes partes de la isla.

“Muy bien, vamos a ver…”

Con la luz que emitían las pantallas, podía verse un teclado y una silla de oficina. Mesa se sentó y comenzó a introducir comando en el teclado. Las vistas de la cámara fueron cambiando, hasta que encontró el barco de los caballeros en el mar, acercándose directamente.

“Eso es, con mucho sigilo” ironizó.

Introdujo nuevos comandos, y ahora las cámaras apuntaban todas al barco, desde diferentes perspectivas y distancias. Tenía un plano general de la posición de cada uno de los caballeros, un primer plano del barco por delante y varios monitores mostrando zonas sin nadie, como la cubierta, el puesto de vigilancia o el timón, para poder tener detalle de cualquier posible movimiento de los caballeros. En uno de esos monitores que se supone debía estar vació, encontró la figura de su viejo amigo Shinkan Mario.

“Mario… Le han traído con ellos… – la imagen de su viejo compañero se reflejó en el cristal de sus gafas – ¿Así que queréis jugar? Pues empecemos, pero espero que recordéis que cuando uno juega con los mayores… ¡pierde!”

El barco de los caballeros continuaba avanzando hacia la isla, cuando de pronto, una sensación de presión les invadió a todos de repente.

“¡¿Qué es esto?!” exclamó Fidel.

“Ya nos habían hablado de ello – dijo Jonyo – Es el resultado de concentrar la energía de Mesa, Blackron, Lardo, Jezabel y el Señor Oscuro en el mismo sitio… Parece increíble, con lo poderosos que somos ahora, y aun así consiguen que su energía nos afecte”.

“Parece que tenían razón con lo de volar – comentó Gabriel – No creo que pudiera mantenerme en el aire durante mucho tiempo con tanta presión”.

“Es como si tuviera la punta de un cuchillo delante de los ojos, y al menor movimiento me fuesen a apuñalar, como si una soga recubriera mi cuello y fuese apretando poco a poco” contaba Fidel.

“Venga, no le echéis cuento – les criticó Reik – Hace falta más que un poco de presión para asustarnos. Esto no es nada comparado con lo que hemos pasado otras veces”.

“Yo apenas puedo mantenerme en pie – dijo Peter – ¿Cómo está usted, Mario?”

El anciano se encontraba con una rodilla apoyada en el suelo, haciendo un titánico esfuerzo por no caer al suelo, con una mano en el corazón y la cara colorada de tanto ahínco. Jonyo y Gabriel corrieron hacia él, pero el anciano extendió el brazo para pedirles que se detengan.

“No os preocupéis por mí – dijo el anciano con el brazo extendido – Podré con esto. Venir aquí fue decisión mía, y sabía que tendría ciertas dificultades. Si en algún momento me convierto en una carga para vosotros, entonces, abandonadme sin dudarlo un instante”.

“Pero como vamos a…”

“Ahora no, Gabriel – le dijo Fidel – Mira, parece que ya nos van a dar la bienvenida”.

Todos miraron hacia delante. Los cañones que estaban encima de cada una de las torres del castillo comenzaron a girar, para terminar apuntando todos hacia el barco de los caballeros. En la sala de observación, Mesa esperaba el momento oportuno para abrir fuego.

“Ya están lo suficientemente cerca, es el momento – pensó y pulsó un botón - ¡Fuego! ¡¡Fuego!!”

Todos los cañones dispararon a la vez, estrellándose la mayoría de las balas en el agua, muy cerca del barco, creando unas enormes columnas de agua al estallar. Las explosiones, a pesar de ser en el agua, tenían un fuerte poder destructivo, y eran capaces de  alterar la marea, agitando y tambaleando el barco con mucha violencia, y dificultando su control.

“¡Pues sí! ¡Va a ser que ya nos han visto! – Exclamó Jonyo después de que la cayera un montón de agua encima, resultante de una de las explosiones cercanas –  ¡Nos van a dar en cualquier momento!”

Una de las balas iba directa a la cubierta, pero Reik la vio a tiempo, saltó, y la desvió al mar de una patada.

“¡¿Qué coño hacéis?! ¡¡Siguen llegando proyectiles!! ¡¡Ayudadme a contrarrestarlos!!”

El ataque continuaba, y cada vez más balas amenazaban con impactar contra el barco. Entre los cuatro caballeros estaban siendo capaces de desviarlas todas, pero el número de balas que llegaban se hacía cada vez más grande, haciendo imposible mantener esa situación.

“A este paso nos hunden – dijo Gabriel – ¡Peter, haz una barrera!”

“Ya voy…”

El presidente ya tenía la idea en la cabeza, pero todavía no había sido capaz de llegar al mascarón de proa por culpa de la presión. Estaba ya muy cerca, pero empezaban a fallarle las fuerzas y no podía dar un paso más. Iba a caer al suelo, cuando el viejo sacerdote le agarró y le ayudó a seguir adelante.

“No te rindas, hijo – le dijo – Todos dependen de ti”.

Estaban a un paso de pisar el mascarón, cuando una bala que ninguno de los caballeros pudo desviar impactó de lleno en el mascarón, destruyéndolo completamente. La onda expansiva tiró al suelo a los dos, y la humareda que siguió a la explosión les cubrió completamente, haciendo imposible que los caballeros supieran donde estaban.

“¡¡Tocado!!” exclamó Mesa desde la sala.

Viendo la gravedad de la situación, el caballero del hielo dejó por un momento de desviar proyectiles, voló hasta la proa y utilizó el agua del mar para crear un muro de hielo delante del barco.

“¡¡Esto no aguantará mucho tiempo!! ¡¡Rápido, rescatad a Peter!!”

“¡¿Y dónde coño está?! – Se quejó Jonyo – Toda la cubierta superior está llena de humo”.

“Si Verónica estuviera aquí podría disiparlo en un momento” dijo Fidel.

“Bueno, pero no está – le dijo el caballero del hielo – Así que habrá que apañárselas como podamos”.

Las balas de cañón estaban impactando todas sobre el muro de hielo de Reik, reventándolo y destruyéndolo poco a poco. A pesar de que el caballero lo había hecho de más de un metro de grosor, tan sólo era cuestión de tiempo que terminara cediendo.

“¡¡Cuidado Reik!!” le gritó el caballero de la rosa.

Una bala terminó por hacerse paso a través del muro de hielo, impactando del lleno sobre el caballero, que se estrelló contra la cubierta, atravesándola y terminando bajo los barriles de la bodega. Aunque no le causó mucho daño, si fue suficiente, junto a la presión de la energía, para derribarle y dejarle fuera de combate durante unos minutos.

“¡Mierda! – Exclamó Jonyo – ¡Ahora somos uno menos para proteger el barco!”

Los proyectiles terminaron de destrozar el muro de hielo, repartiendo los cristales helados por el mar y distintas partes del barco. Entre Jonyo, Gabriel y Fidel hicieron lo que pudieron por proteger el navío, pero inevitablemente un nuevo proyectil alcanzó su objetivo, estallando contra uno de los mástiles. La explosión lo incendió por completo, y aunque no logró partirlo del todo, consiguió que empezara a tambalearse, mientras el fuego se propagaba hacia arriba, comenzando a consumir las velas.

“¡Oh, no! – gritó Gabriel al ver el fuego – Ahora sí que tenemos un problema”.

“Si Isabel estuviera aquí, lo apagaría enseguida” volvió a comentar Fidel.

“Bueno, pero no está, ¡Jonyo! ¡Termina de romper el mástil y arrójalo al mar!”

“¿El… el mástil? ¿Estás seguro? Pero si es una parte importante del barco, ¿no es peligroso?”

“¡Todavía nos quedan otros dos mástiles con velas, pero si no tiramos ese, el fuego se extenderá por todo el barco y terminará por hundirlo! ¡Y si eso ocurre, no podremos llegar a la costa volando! ¡Moriremos todos ahogados!”

La explicación del caballero de la rosa fue más que suficiente para convencer a su compañero, que dio una patada al mástil para terminar de partirlo, y lo arrojó sin pensárselo dos veces al mar. Sin embargo, aunque estaba en el agua, las llamas eran tan intensas que no se apagaron por completo.

“¡Jajaja! – Reía Mesa desde aquel oscuro despacho – ¡Ya están acabados!”

La sonrisa de Mesa se esfumó cuando vio salir de la nube de humo a su antiguo compañero, cargando con Peter a cuestas, y volviendo a llevarle hasta el extremo del barco.

“¡¡No importa que no haya mascarón!! – Le dijo – ¡Hazlo desde aquí!”

“Muchas gracias, Mario – Peter se puso en pie. La presión de la energía de la isla todavía estaba muy presente en su cuerpo, pero esta vez su voluntad fue mayor que la fuerza que intentaba retenerlo, y extendió los dos brazos para crear la barrera - ¡¡Crystal Wall!!”

Una barrera de energía cubrió el barco de un instante, y todas las balas de cañón que llegaron se detuvieron en la barrera durante unos segundos, para después regresar por donde habían venido, impactando contra los respectivos cañones que habían lanzado cada, destruyéndolos sin remedio. Cuando Peter vio los cañones reventando a lo lejos, inmediatamente cayó al suelo rendido.

“Ha estado cerca…” suspiró Fidel.

“Habría estado mejor si hubieras ayudado más en vez de acordarte tanto de los que ya no están aquí” le criticó Gabriel.

“¡¿Ya te estás metiendo conmigo otra vez!? ¡¿Me tienes manía o qué?!”

“Será mejor que dejéis de discutir – les detuvo Jonyo – El ataque de Peter no ha sido del todo efectivo, echad un vistazo”.

Todos miraron hacia el castillo de la Fiera Deidad de nuevo. Todos los cañones estaban en llamas, todos menos uno, el que se alzaba en la cima de la torre central del castillo, y era un poco más grande que los demás.

“¿Lo veis? Esto no ha terminado, Peter ha fallado un tiro”.

“Espera, ¡eso es imposible! – Se defendió – El Crystal Wall devuelve cualquier ataque físico, y las balas no son una excepción. Me ayudó a ganar mi combate en Petoria y hasta ahora nunca me ha fallado. Si ese cañón sigue intacto sólo puede significar una cosa, ¡que no estaba disparando!”

Mesa, lejos de sentir que había sido derrotado, sonreía más que antes. Había perdido un par de cámaras por culpa del contrataque, pero continuaba con una panorámica perfecta de la situación de su objetivo. Volvió a introducir comandos en el teclado, y el cañón que quedaba intacto comenzó a iluminarse.

“Lo habéis hecho bien, pero a ver como os las arregláis para detener un disparo del Lohengrim Cannon”.

Los caballeros vieron cómo se iluminaba el cañón al fondo y comenzaron a comprenderlo todo.

“Claro… Es un cañón de energía, todavía no lo ha utilizado…” dijo Peter aterrado.

“¿Qué te pasa? ¿Cuál es el problema, Peter?” le preguntó el anciano al verle tan preocupado.

“Como he dicho antes, el Crystal Wall sólo sirve para repeler ataques físicos. Para devolver ataques especiales como ese necesito otra técnica distinta, pero…”

“¡Pero nada! – exclamó Reik mientras volvía a la cubierta de un salto – ¡Peter, es el momento de utilizarlo!”

“Pero tú mejor que nadie sabes que no puedo hacerlo…”

“¿Podéis explicarnos a todos qué está pasando?” preguntó Fidel.

“Lo resumiré brevemente – dijo el presidente – El tipo de barrera del Crystal Wall es capaz de devolver los ataques físicos sin apenas esfuerzo precisamente por el atributo de físico, cosa que se puede tocar y coger. Sin embargo, para devolver un ataque especial es necesaria otro tipo de barrera que requiere de un considerable gasto de energía... que yo no puedo afrontar”.

“Ya te lo dije en aquel momento Peter, si el único problema es que no tienes suficiente energía para mantener la barrera, el entrenamiento ha terminado. Tú crea la barrera, nosotros nos ocuparemos de alimentarla”.

“Es cierto que esa sería la solución más sencilla – comentó Jonyo – pero la última vez que hicimos eso, el cuerpo de Peter tuvo una sobrecarga que le provocó un ataque al corazón. Si lo hacemos de nuevo puede que no lo cuente”.

“No pasará nada, porque no le pasaremos la energía a él, sino que multiplicaremos la energía que proyecte según salga de sus manos, justo antes de que aparezca la barrera. De esa forma no correrá ningún peligro”.

“Eso tiene otro inconveniente, si no nos sincronizamos para hacerlo todos al mismo tiempo, la barrera no saldrá y nos comeremos el cañón de energía” dijo Gabriel.

“Pues más vale que te lo curres. ¡Vamos! ¡Todos alrededor de Peter!”

“¡Lohengrim Cannon! ¡Fuego!” exclamó Mesa en el interior de la sala.

Un potente rayo láser doble, rojo por el interior, y azul celeste por el reborde, salió disparado a toda velocidad hacia el barco de los caballeros.

“¡Que viene! – gritó Fidel – ¡Que vieneeee!”

Los cuatro caballeros rodearon a Peter y alzaron sus manos, cubriendo las de Peter que extendió los dos brazos hacia arriba y cerró los ojos del miedo que tenía.

“¡No dudes! ¡Tan sólo haz lo que tienes que hacer!” fue el último consejo que le dio Reik.

“¡Está bien, allá voy! – Exclamó – ¡Seinaru Barrier, Mirror Force[1]!”
Una barrera blanca con destellos arcoíris apareció alrededor del barco, y un instante después, el cañón de energía se estrelló contra ella. La barrera no devolvió el ataque, y conseguía aguantarlo a duras penas.

“¡No es suficiente! ¡Necesito más energía! ¡Pasadme un poco a mí! ¡No pasará nada!”

Los caballeros posaron una mano sobre el hombro de Peter que tenían más cerca, y le prestaron un poco de su energía, con la que el presidente potenció la barrera, devolviendo el fulminante rayo de energía con la misma fuerza y velocidad con la que había llegado. El ataque impactó, de nuevo, contra el cañón que lo había disparado, desintegrándolo completamente tanto a él como toda la parte superior de la torre central.

Todos los monitores de la sala en la que se encontraba Mesa se apagaron de golpe, dejándole completamente a oscuras.

“Parece que se han ganado que les honre con mi presencia”.


[1] Barrera Divina, Fuerza del Espejo


Curiosidades!!!


El Crystal Wall es un ataque del caballero de oro de Aries


El Lohengin es un potente cañón utilizado en Gundam Seed.


El Mirror Force es una carta de Yugiou

domingo, 4 de noviembre de 2012

Episodio CXLV

Continuamos la trama esta semana, desvelamos quien es el ganador del combate, y los caballeros parten hacia su destino final. Y la próxima semana, ¡nos vemos en la fiesta!

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Episodio CXLV
U
n sentimiento estremecedor inundó a todos los caballeros de golpe. Sus miradas se tornaron de repente en una mezcla de asombro y terror. Shinkan Mario vio las caras de todos y tuvo un mal presentimiento, que le llevó a preguntar inmediatamente.

“¿Qué pasa? ¿Por qué estáis todos así?”

En un primer momento, nadie le contestó. Así que se dirigió a Gabriel y le zarandeó para que reaccionase.

“¡¿Qué está pasando?!” volvió a preguntar.

“Durante un instante… La energía de Fidel resurgió, se volvió muy fuerte, aunque la de Arturo seguía siendo muy superior, pero luego ambas han desaparecido…”

“El combate ha terminado – dijo Reik – Pero aun no sabemos quien es el ganador”.

“¿Y qué vamos a hacer?” preguntó el anciano.

“Nosotros no sabemos quien es el ganador – interrumpió Peter – Pero hay alguien que sí lo sabe – señaló al caballero del rayo – Jonyo, tú has podido leer sus movimientos con tu habilidad, cuéntanos qué has visto”.

El caballero del rayo no sabía qué contestar. Había visto perfectamente cómo el brazo de Fidel atravesaba a Arturo, y que Fidel había sido atravesado también por algo que no emitía electricidad. Ni siquiera podía creerse lo que había visto, mucho menos compartirlo con los demás.

Al ver que no respondía, Peter volvió a pedirle respuesta, pero el caballero continuaba sin decir palabra. Entonces Peter le agarró del hombro y le giró para obligarle a mirarle a los ojos. Fue en ese momento cuando, a través de su mirada, comprendió que había pasado algo que no se podía contar.

“¡Vamos a la isla! – exclamó Peter sin pensárselo dos veces – ¡Ahora!”

“Nos han dicho que esperemos aquí a que venga el ganador – dijo Reik – ¿Por qué tienes tanto interés en ir?”

“Porque el ganador no vendrá… ¡Así que venga! ¡Deprisa! ¡Antes de que sea demasiado tarde!”

Jonyo agarró de la ropa a Peter y salió volando llevándole consigo. Al verlo, Reik y Gabriel salieron detrás de él.

“¡Enseguida venimos, Mario! – le dijo el caballero de la rosa mientras se alejaba – ¡No queremos meterle en nuestros problemas!”

Tirado en el suelo, boca arriba, Fidel permanecía consciente. Arturo estaba a su lado, boca abajo, sin dar señales de vida. El caballero de la tierra notaba como se le nublaba la vista. Todavía tenía la espada de su compañero clavada en el pecho, la sangre continuaba derramándose y cada vez sentía menos partes del cuerpo. La vida le abandonaba y la oscuridad le abrumaba. Cerró los ojos suavemente para dejarse llevar al descanso eterno, pero cuando estaba sumido en la más absoluta oscuridad, la imagen de Mesa se le vino a la cabeza y volvió a abrir los ojos de pronto.

“No… No puedo morir aquí… – El caballero de la tierra había perdido la sensibilidad de gran parte de su cuerpo, pero todavía podía controlar su brazo derecho, el brazo con el que había ejecutado su ataque final – No de esta forma… No después de hacerle esto a Arturo… – Levantó ese brazo lo justo y necesario, y llevó la mano al filo de la espada de su compañero. Hizo un poco de fuerza, pero la hoja no se movía. Estaba clavada en el suelo, al otro lado de su cuerpo, poco, pero lo suficiente para estar fija, y extraerla ahora no iba a resultar tan sencillo –  No sin haberle derrotado – Respiró intensamente, cogió aire y se mordió la lengua – ¡¡No sin haber vencido!!”

Usando toda la energía que pudo encontrar en su interior, agarró con tal fuerza la hoja de la espada, que no sólo se cortó en la mano al hacerlo, sino que además el chorro de sangre salió disparada entre sus dedos de la presión. Después, comenzó a sacarla. Él quería hacerlo rápido para sufrir lo menos posible, pero el lamentable estado en que se encontraba se lo impidió. Iba librándose del acero poco a poco, y con cada centímetro que avanzaba se estaba volviendo a cortar a sí mismo por dentro, provocándole un inmenso dolor que trataba de paliar mordiendo su lengua cada vez con más fuerza.

En el último tirón, el dolor fue tan fuerte que hizo sangrar la lengua con sus propios dientes de la fuerza con la que tuvo que morder para contenerse. Inconscientemente, soltó la hoja de la espada en cuanto la sacó de su cuerpo, creyendo que lo peor ya había pasado. Sin embargo, ahora la herida de su pecho sangraba muchísimo más. Liberar el tapón que la mantenía cerrada estaba terminando de desangrarle por completo.

“Mierda… Lo olvidé… Cuando se produce una herida de este tipo, mientras la espada está clavada en el cuerpo, no se pierde mucha sangre. Es al retirar la espada cuando se produce la verdadera hemorragia… Claro, por eso yo he permanecido consciente todo este tiempo y Arturo no… Él está a punto de morir… Tengo que hacer algo…”

Intentó ponerse de pie, pero las piernas no le respondían. Apenas podía sentir una pequeña parte de su cuerpo, y tuvo que arrastrarse por el suelo tan sólo con la ayuda de los brazos para llegar hasta su compañero.

Quería verle la cara por última vez, pero estaba boca abajo y el pelo, caído hacia delante, le cubría el rostro. No tenía tiempo que perder, así que fue directo hacia el bolsillo de su compañero, de donde sacó el miryoku con el que había amenazado encerrarle.

“Con esto, el combate quedará decidido, y además, por una vez, seré yo quien te salve a ti, así que estaremos en paz. Adiós, Arturo”.

Estrujó el cristal con la mano y se rompió en infinidad de pedazos, que inmediatamente arroparon al caballero del fuego, iluminándole con una luz verde. Como Fidel había roto el miryoku con la mano que tenía herida de sacar la espada, algunos fragmentos se quedaron en la palma de su mano, curándole la herida.

A los pocos segundos, la barrera se formó alrededor del caballero del fuego, dejándole encerrado de forma indefinida. El borde de la barrera llegó casi a alcanzar a Fidel, que en su delicado estado, apenas había podido alejarse. Se quedó mirando como el poder de Peter encerrado en aquel cristal empezaba a hacer sus primeros efectos, deteniendo la hemorragia y comenzando a restaurar los tejidos dañados. Al ver que la vida de su compañero ya no corría peligro, Fidel respiró tranquilo.

“He ganado únicamente porque el filo de su espada es más estrecho que mi brazo y he hecho una hendidura mayor. Además, como yo sí retiré mi brazo de su cuerpo, liberé la hemorragia y por eso cayó, impidiéndole sacar la espada y hacer lo mismo conmigo. Ha sido un combate largo y muy duro, me has tenido bien jodido en más de una ocasión, amigo, pero ya ha terminado. Ahora, he de volver al barco…”

Trató de moverse para regresar a la costa, pero ya era demasiado tarde. Ya no le respondía ninguna parte del cuerpo, ni brazos, ni piernas, y continuaba sangrando sin cesar. Lo único que todavía sentía plenamente era la cabeza, pero también notaba como dejaba de llegarle oxígeno al cerebro e iba perdiendo al consciencia rápidamente.

“No… Ahora no… Ahora que he ganado… No me falles ahora, cuerpo… No me dejes aquí…”

Echó el brazo hacia adelante inconscientemente en dirección al barco, que lo veía a lo lejos, y un instante después de desmayo, con la imagen de su objetivo desvaneciéndose entre las sombras.

Al poco tiempo, llegaron los caballeros del barco, liderados por Peter, y se quedaron congelados del impacto de semejante escena.

“¿Qué han hecho estos dos? – Dijo Peter al ver a los dos sobre un charco de sangre – Menuda masacre…”

“¿Es que querían matarse? – Se preguntó Gabriel – Cada uno tiene un boquete en el pecho que le atraviesa por completo”.

“Está claro que podíamos esperar sentados en el barco a que llegase el ganador – dijo Reik – Bueno, tenemos que decidir nosotros entonces, ¿a quién nos llevamos?”

“Mira – Peter señaló al caballero del fuego – Arturo está dentro de la barrera que le di para encerrar a Fidel”.

“Entonces… ¿Realmente consiguió ganar? – Dijo Gabriel asombrado – Es increíble, si hasta notamos cómo se transformó en SuperGuerrero… Y aun así, Fidel ha sido capaz de sobreponerse a todo… Tal vez le había juzgado mal…”

“Pues ya está, nos llevamos a éste – dijo Reik agarrando los brazos del caballero de la tierra – Que uno le coja de las piernas no vaya a ser que se muera por el camino”.

“Bueno, podemos llevarnos a Fidel… – opinó Jonyo – O no…”

“¿Qué propones?”

“Podemos llevarnos a los dos. A fin de cuentas esto es prácticamente un empate. Ninguno está en pie”.

“Eso no es así – le refutó Peter – Para activar la barrera es necesario romper el miryoku y que los pedazos caigan sobre el objetivo, así que el que activó la barrera sobre el otro tenía que estar consciente, es decir, el ganador”.

“Bueno, esa es una hipótesis. Puede que ganase Arturo pero que sintiese que si no activaba la barrera curativa sobre sí mismo moriría de inmediato”.

“No tiene mucho sentido, la verdad – reflexionó Gabriel – Siendo Arturo, en esa situación habría hecho que la barrera les envolviese la los dos, o en su caso, sólo a Fidel. No habría elegido salvar su propia vida y condenar la de su amigo que tantas ganas tenía de salvar. Además, que raro que lo preguntes tú. ¿No pudiste leer sus movimientos y saber quien activó la barrera?”

“Dejé de hacerlo cuando volamos hacia aquí. En ese momento, los dos acababan de caer al suelo, pero recuerdo que está no era la posición del cuerpo de Fidel, así que ha podido ser cualquiera de los dos”.

“En cualquier caso estoy de acuerdo contigo. Deberíamos llevarnos a los dos”.

“¡¿Estáis tontos?! – Se quejó Reik – ¡¿No ibais tan de dignos porque habíais hecho una promesa?! ¡Pues ahora toca cumplirla! Arturo dijo que sólo abandonaría la isla el vencedor, no dijo él”.

“Ya bueno, pero es que Arturo ahora mismo no está en condiciones de decidir nada…” le aclaró Jonyo.

“Bueno, mientras decidís yo voy a empezar a curar a Fidel – se desentendió Peter – Está muy grave y si dejamos pasar más tiempo morirá”.

“Ya está todo decidido. Voy a coger a Arturo y nos llevamos a los dos”.

“¡Quieto! – Le detuvo Peter de un fuerte grito – Esa es una barrera inversa, de las que se puede entrar pero no se puede salir. Arturo está encerrado dentro y si te metes ahí te quedarás encerrado con él. Ahora mismo tenemos dos opciones. Dejarlos aquí a los dos y que sobreviva Arturo o llevarnos sólo a Fidel y que sobrevivan los dos. Vosotros elegís”.

“Mira que problema. No creo que tenga dificultades en romper la barrera desde dentro, si encima la mayoría de la energía del cristal está para curar. Tal vez un Arturo debilitado por el combate no pueda, pero te aseguro que yo sí”.

“No te burles de mi creación. La energía de la barrera ahora está al máximo porque acaba de comenzar el tratamiento, no la romperíais ninguno de vosotros tan fácilmente. Y aunque lo hicierais, eso supondría detener el proceso de curación de Arturo. ¿Tú has visto como están los dos? Con unas heridas tan graves, no creo que pudiera salvarlos a ambos yo sólo. Odio reconocerlo, pero que uno de los dos esté siendo atendido por el miryoku curativo es lo mejor que podría haber pasado”.

“¿Y por qué no esperamos en el barco a que Arturo se cure y pueda venir con nosotros?” preguntó Gabriel.

“Porque entonces volverían a luchar y ya seguro que se matan de verdad el uno al otro – le respondió Reik – Arturo ha jugado con sus propias reglas y ha perdido. Tiene que ser consecuente con sus actos”.

“Supongo que tienes razón… – se rindió el caballero de la rosa – Pero sigue sin hacerme ni puta gracia dejarle aquí…”

“Además así será más divertido, porque el primero de nosotros que acabe con su objetivo, podrá adelantarse e ir a por el Señor Oscuro”.

“Eso si vencemos” recalcó Peter.

“Pues hala, vámonos de aquí que tenemos muchas cosas que hacer” dijo Reik mientras agarraba él sólo el cuerpo de Fidel, al ver que ninguno de los otros se dignaba a ayudarle.

“Cógelo con cuidado y vamos despacio, para que pueda seguir curándole por camino. Temo que, de no hacerlo, no llegue vivo al barco”.

El caballero del rayo se resistía a marcharse. Se había quedado quieto, de pie, delante del borde de la barrera. Gabriel le vio y fue a buscarle.

“Venga, vámonos – le dijo a su compañero posándole la mano en el hombro – No te preocupes, seguro que cuando se cure volverá con nosotros por su cuenta”.

“Estoy seguro…”  

Los caballeros partieron cargando con Fidel, y abandonando al caballero del fuego a su suerte. Gabriel le dejó una rosa clavada en el suelo a su lado, en señal de despedida, y todos se fueron lentamente, sin mirar atrás.

Dos días después, el caballero de la tierra se despertó sobresaltado, levantando el torso de golpe. Estaba en un oscuro camarote del barco, iluminado únicamente por la tenue luz de una vela. No recordaba cómo había llegado hasta ahí, hasta que vio su cuerpo cubierto de apósitos y vendajes y empezó a rememorar el final de la batalla. Inmediatamente se llevó la mano al pecho de un acto reflejo, notó que ya no tenía ningún agujero y suspiró aliviado. No sabía cuanto tiempo había pasado, pero no tenía hambre ni sed. Su cuerpo estaba siendo alimentado con suero a través de una vía, así que podía llevar así mucho tiempo. No notaba sus piernas ni sus brazos atrofiados por un largo periodo de reposo, y se sentía con fuerzas para levantarse, así que se quitó la vía y salió a explorar un poco el lugar.

Al salir de su camarote, no escuchó ningún ruido. Todo estaba en silencio. Tampoco había ninguna luz encendida, y todas las puertas del resto de camarotes se encontraban cerradas. Atravesó el pasillo, caminando lentamente, con una mano apoyada en la pared hasta llegar a la puerta que daba a la cubierta.

Salió fuera, y una brisa helada sacudió su cuerpo. Tan sólo era un poco de viento, pero para él fue como si un aluvión de cuchillos atravesara su cuerpo.

“Ten cuidado, todavía estás muy débil – escuchó – Deberías irte a descansar otra vez”.

Era de noche, y la cubierta estaba completamente a oscuras. Tan sólo la luz de la luna iluminaba unas pequeñas partes de la cubierta del barco que no tapaban las velas.

“¿Quién eres?”

No tardó en escuchar pasos acercándose. El individuo caminó hasta una zona iluminada de la cubierta, pero a pesar de todo, Fidel no distinguió más que una figura corpulenta y la luz de un cigarro encendido.

“¿Reik?”

“No, soy yo”.

El caballero de la tierra se acercó un poco más y descubrió que la figura que estaba ante él no se trataba del caballero del hielo, sino de Shinkan Mario, y que lo que estaba fumando no era un cigarro, sino un puro.

“Ah, es usted”.

“¿Quieres un puro?” le ofreció el anciano.

“No, muchas gracias. No tengo yo el cuerpo para esas cosas... ¿Puede decirme qué ha pasado?”

“Baja un poco la voz. Es muy tarde, y todos están durmiendo ya”.

“Perdón – se disculpó y repitió, esta vez hablando en voz baja – ¿Puede decirme qué ha pasado?”
“¿Qué ha pasado? ¿No lo sabes? Ganaste. Por eso estás aquí”.

“No... No es cierto. Se suponía que el vencedor debía regresar al barco, pero yo caí justo cuando me tocaba volver. Por eso te pregunto qué ha pasado”.

“Los chicos fueron a rescataros al ver que vuestras energías desaparecieron, ¿hubieras preferido morir ahí?”.

“¿A los dos? ¿Quieres decir que también cogieron a Arturo?”

“No, sólo regresaron contigo. Dijeron algo de que no pudieron traer al caballero del fuego por no sé que de una barrera o algo, pero no les presté mucha atención. Yo no entiendo de esas cosas”.

“Ya veo… Como Arturo estaba dentro de la barrera no podían sacarle, así que tuvieron que dejarle ahí… ¿Y qué más? ¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Dónde estamos?”

“El hombre que creó la barrera de nuestra isla te curó a los pocos minutos, pero dijo que habías perdido mucha sangre y que tu energía estaba completamente agotada. De hecho, teniendo en cuenta lo que dijo, me sorprende que te hayas despertado tan pronto”.

“Entonces, ¿ya estamos de camino a…?”

“Ya estamos llegando”.

“Me he comportado como un gilipollas, pero aun así me han rescatado, han abandonado a la persona que siempre les salva cuando están en peligro y se han metido sin pensarlo en la boca del lobo. Me han dado una lección…”

“No te sulfures, hijo. ¿Sabes una cosa? Todo esto que ha pasado entre Arturo y tú me ha recordado mucho a mí. Me siento bastante identificado con el caballero del fuego. Él se ha atrevido a hacer lo que yo nunca hice. Detener a un amigo antes de que sea demasiado tarde. Si te soy sincero, hubiera preferido que ganara él”.

“Lo siento, pero hice lo que consideraba correcto”.

“No, sino te culpo. Cada uno lucha por lo que cree, aunque sea una completa locura. Mírame, no soy más que un pobre viejo buscando una excusa con la que aliviar su culpa – le dio una fuerte calada al puro – ¿Qué voy a conseguir hablando con Mesa a estas alturas? Y tampoco tengo el poder suficiente para pararle… Pero, de todas formas, quiero pedirte un favor, caballero de la tierra”.

“Dime”.

“Tú has sido el ganador del combate, y tu premio es la oportunidad de enfrentarte a Mesa. Tan sólo quiero pedirte, que por favor, antes de librar tu combate final, me lleves contigo y me des la oportunidad de hablar con él para tratar de resolver esto sin violencia, ¿podrás hacerlo?”

“Está bien, te llevaré conmigo. Pero que sepas que si no lo consigues y tengo que luchar igualmente, no puedo garantizar tu seguridad”.

“Tranquilo. La vida de un anciano sacerdote no es algo que nadie vaya a echar en falta. Si tienes que luchar, ni siquiera pierdas el tiempo protegiéndome”.

Después de eso, los dos se quedaron en silencio. El anciano estaba empezando a ponerse nervioso. Daba cada vez caladas más intensas al puro, y el humo empezaba a invadir la cubierta, haciendo toser al caballero de la tierra.

“Bueno, cof, cof – tosió – Creo que yo me vuelvo a mi camarote. Ya les daré las gracias a todos mañana por la mañana”.

“Casi mejor que vayas a despertarlos, chico”.

“¿Cómo?”

“Hay tierra a la vista” le dijo señalando un pequeño punto en el horizonte.