jueves, 23 de enero de 2014

Episodio CLXII

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Episodio CLXII
G
abriel descendió a tierra lentamente. Su figura, envuelta en un aura blanca, recordaba a la de un dios descendiendo para descargar su ira contra los infieles que se habían levantado contra él.

Dayuri seguía clavado en el suelo, sufriendo notablemente. Sin embargo, aunque estaba clavado en el suelo con su propia espada, muriéndose de dolor, estaba feliz. Su sonrisa era más grande que nunca, y gracias a esa felicidad, logró sacar fuerzas para seguir adelante.

Con mucho esfuerzo y dolor, agarró el trozo de espada que lo atravesaba y se lo arrancó él mismo, liberando todavía más cantidad de sangre al destapar la hemorragia.

“Estás acabado – le dijo el caballero – Como todavía conservo el juicio, te voy a dar la oportunidad de rendirte, siempre y cuando prometas que no te volverás a acercar a una mujer en toda tu vida”.

“Ya te lo dije. Mi sueño es luchar hasta la muerte. Morir siendo cortado, y que mi vida se extinga antes de que mi cuerpo toque el suelo. Esto no ha hecho más que empezar”.

Se llevó el trozo de espada que se acababa de arrancar a la boca, y lamió un poco de su propia sangre, activando de nuevo la transformación que llevó a cabo en Nexus. Su piel se enrojeció, sus músculos se fortificaron y sus ojos se quedaron totalmente en blanco.

“¿Otra vez eso? Arturo ya te derrotó en esta forma, además estando tú en plenas facultades. ¿Qué crees que puedes hacer contra mí, que soy ahora más poderoso que él, si encima estás herido?”

Lardo volvió a sonreír, y mostró al caballero el filo roto de su espada. Se acercó a una roca que tenía al lado, y frotó a gran velocidad la hoja sobre la piedra. Un montón de chipas brotaron alrededor, ante la estupefacta mirada del caballero, que no entendía lo que estaba ocurriendo. Volvió a hacerlo una vez más, y en esta ocasión la hoja rota se incendió, usando como combustible la propia sangre del antiguo Capitán.

Con la espada en llamas, se acercó el metal a la herida del pecho, para terminar posándola sobre su carne, quemando la herida, y cerrándola también, entre severos gritos de dolor. Al terminar, hizo lo mismo con el otro lado de la herida, que estaba en la espalda. Quemó la herida con el metal incandescente, mordiéndose la lengua para aguantar el dolor, hasta que consiguió cerrarla y detener así la hemorragia.

Ni siquiera alguien como él podía aguantar un dolor tan intenso sin repercusiones sobre sí mismo. Al cerrar la herida de la espalda, inconscientemente soltó el trozo de espada y cayó al suelo de rodillas, apoyando las manos sobre la tierra para no caerse del todo.

“Es… Es un monstruo… Se ha quemado él mismo la piel para cerrar la herida…” pensó el caballero de la rosa.

Después de unos segundos retorciéndose, poco a poco, Lardo fue recuperando la compostura, la calma, y sobre todo, la sonrisa. Se puso de pie, empuñó su espada rota, y se lanzó contra su adversario, que a partir de ese momento, se acaba de convertir en su víctima.

“Puedo sentir que ha cambiado… Aquella tranquilidad que le caracterizaba ha desaparecido por completo, y en su lugar lo único que queda es un rastro de crueldad y destrucción… Es como si un depredador se abalanzara contra su presa, puedo sentir su mirada acechando, escuchar el silbido de sus colmillos, y oler su hambre de asesinar… Puedo sentir todo eso, e imagino lo duro que sería enfrentarse contra alguien así, Arturo, pero no tengo miedo, porque mi poder superar con creces el suyo, ¡ni siquiera le permitiré acercarse!”

Gabriel clavó su espada en el suelo, y la recargó de energía de la naturaleza una vez más, hasta que se iluminó por completo. Después, dio un espadazo al aire, y toda la energía se liberó hacia delante, una corriente de energía blanca que avanzaba a ras de tierra, como un río cuando nace, cuyo cauce queda designado para toda la eternidad.

En esa forma, Dayuri no conoce la palabra defensa. Es incapaz de bloquear, esquivar, cubrirse o siquiera pensar. Es un ser únicamente capaz de atacar. Atacar y destruir es el único idioma que entiende, por lo que fue directo hacia la corriente de energía liberada por el caballero, y recibió su impacto de lleno. El propio Gabriel quedó sorprendido al ver a su adversario, al que consideraba inmensamente fuerte, ser incapaz de hacer nada contra su nueva fuerza, y caer arrastrado por la corriente, estrellándose contra varios troncos de árboles, que inmediatamente eran arrancados sin distinción y catapultados por los aires, hasta caer diseminados por los alrededores.

Lardo no pudo escapar de la corriente de energía, así que no fue liberado hasta que la energía se desvaneció por el avance. Su cuerpo acabó boca abajo, temblando momentáneamente. Presentaba nuevos arañazos y magulladuras, pero a pesar de todo el daño que había sufrido, el caballero no había sido capaz de eliminar la sonrisa de su rostro, esa sonrisa maquiavélica que buscaba la satisfacción de cortar a su víctima hasta acabar con su vida.

Levantó la cabeza, y entre su posición y la del caballero no había quedado nada en pie. Apenas podían verse unos cuantos tocones, pertenecientes a los lados de la corriente. El resto de árboles habían sido arrancados de raíz, y enviados volando a distintas zonas, donde habían derribado otros árboles al caer, o aplastado varios animales y flores. Lo mismos había pasado con la hierba, los matorrales y las plantas, todas habían sido calcinadas por la inconmensurable fuerza del caballero, y la zona por la que había pasado la corriente se había convertido en un yermo que tardaría años en volver a ser tierra fértil y próspera. Aquel bosque estaba, poco a poco, entregando su vida al caballero para que fuera capaz de vencer.

Viendo que no había conseguido nada atacando de frente, Dayuri saltó muy alto, buscando una ofensiva desde el aire. A pesar de que la corriente le había arrastrado lo suficientemente lejos como para no distinguir claramente la figura del caballero a simple vista, fue capaz de regresar a su posición inicial sólo con el impulso del  salto, evitando la necesidad de volar.

“Parece increíble… Es como si no sintiera dolor. Ya ha recibido varias veces mi ataque, pero sigue levantándose como si nada y atacando una y otra vez… Pero da igual cuantas veces lo intente… No puede nada contra mí”.

Gabriel no fue capaz de calcular la trayectoria de su adversario, por lo que no le dio tiempo a preparar una nueva descarga de energía cuando le vio aparecer cayendo desde el aire, y sus espadas se cruzaron.

“Es gracioso… Antes he partido un trozo de su espada, pero lo que le queda sigue siendo un poco más larga que la mía…” pensaba el caballero.

Cuando las espadas chocaron, Lardo no dio pie a ningún forcejeo. Al ver que su oponente bloqueó el golpe, rápidamente retiró la espada y asestó un nuevo golpe, tratando de provocar que cometiera un error presionándole intensamente.

“Realmente está tratando de cazarme… No me deja ni un respiro para que no pueda extraer nueva energía de la naturaleza y contratacar… Tengo que alejarme, no necesito mucho tiempo… Un par de segundos… Con eso es suficiente…”

Cuando Dayuri retiró la espada tras el último ataque, Gabriel aprovechó para correr en dirección contraria, adentrándose más en el bosque. Inmediatamente, el Coronel salió tras él.

“No conseguirás escapar”.

El caballero de la rosa volteó la cabeza para comprobar su ventaja, pero se llevó la sorpresa de encontrar a su adversario a su altura, y comenzando la ejecución de un nuevo ataque.

El corte iba directo a las piernas del caballero, tratando de impedir, o al menos dificultar, futuros intentos de huida, así que Gabriel se vio obligado a saltar para evitarlo.

En ese momento se le ocurrió una idea. Aprovechó la caída del salto para atacar, colocando su espada hacia abajo, de manera que se clavara sobre su objetivo al aterrizar. Sin embargo, era una táctica tan eficaz como predecible, y Lardo no tuvo más que apartarse para frustrar sus planes. Al caer, la espada del caballero se clavó en el suelo, y él sonrió.

“¡Mierda, me ha engañado!”

Rápidamente, Dayuri levantó su espada contra el caballero, esperando llegar a tiempo para evitar que adquiriese nueva energía de la madre naturaleza. Gabriel, con tal de no sacar la espada de la tierra, se cubrió con el antebrazo, y el filo dentado y oxidado le hizo un corte profundo e hiriente. A pesar de todo, el caballero fue capaz de resistirse y bloquear el ataque, impidiendo que la espada se moviera de su sitio.

“Je, lo logré… – pensaba el antiguo Capitán – El corte demuestra que no le ha dado tiempo a absorber la energía tan rápido como pensaba… Con un punto débil así, puedo derrotarle sin problemas…”

“¡¿No se te olvida algo?!” exclamó el caballero furioso.

El aura blanca de antes volvió a aparecer, envolviendo todo su cuerpo. Gabriel traspasó la energía que acababa de obtener a su cuerpo, y al igual que antes, la energía natural sanó sus heridas y recompuso sus fuerzas.

El corte que acababa de sufrir se cerró en cuestión de segundos. Acto seguido, sacó la espada y aprovechó para dar un espadazo a su adversario de arriba abajo, liberando toda la energía sobre su cuerpo a la vez que asestaba el corte.

Una columna de luz emergió al mismo tiempo que Gabriel sacó la espada, y el cuerpo de Lardo salió volando por los aires, con un chorro de sangre que brotaba de un largo corte que comenzaba en la ingle y terminaba en el hombro al lado derecho de su cuerpo. Cayó de cabeza contra el suelo, después de haber estado ascendiendo durante casi medio minuto, y con el impacto se rompió varios huesos.

El fiero Capitán Lardo, ahora ascendido, presentaba una imagen de lo más indefensa, ante la insuperable fuerza de la naturaleza. Sin embargo, cuanto más sufría, más parecía disfrutar con el combate. Su sonrisa y sus ansias de destrucción crecían a cada golpe que recibía, y sus ganas de luchar no bajaban lo más mínimo aunque estuviera en clara desventaja.

Se levantó despacio, pero no tan lentamente como cabría esperar de alguien de su estado, y volvió a lanzarse al ataque sin pararse a pensar en los daños que había recibido. Se movía a la misma velocidad, con la misma fuerza, pero con más ganas que antes.

“Diría que estar en ese modo hace que no sienta dolor, y su fuerza está directamente relacionada con las ganas de cazar a su víctima – reflexionaba el caballero – Es decir, cuanto más dure el combate, más poderoso se volverá, al aumentar su necesidad de combatir al rival más poderoso que ha encontrado nunca, aquel que lleva esperando toda su vida… Pues bien, ¡ven aquí! Te enseñaré a respetar la belleza y la delicadeza de las flores, y te quitaré para siempre las ganas de volver a arrancar una de ellas”.

Una vez más, Gabriel clavó su espada en el suelo y absorbió energía natural, lanzándola de frente contra su adversario, que ahora venía de cara, sumido en la más absoluta locura y desesperación.

En esta ocasión, Dayuri, no se sabe si lo decidió racionalmente o si su instinto le dijo que lo hiciese, se enfrentó directamente a la corriente de energía que avanzaba hacia él. Empuñó su espada rota, pero aún larga, y cargó contra la corriente de energía como si de un objetivo orgánico se tratara. Alzó la hoja, agarrándola con ambas manos, y la hizo descender rápidamente, asestando un corte vertical, en el mismo momento que la corriente le alcanzaba.

En el instante en que la espada entró en contacto con el poderoso ataque del caballero, la corriente de energía le arrebató la espada de las manos y la lanzó a lo lejos, clavándose en la tierra. Acto seguido, arrolló nuevamente a Lardo, quien, al ver frustrado su plan, no tenía con qué defenderse contra semejante fuerza bruta.

Aun así, ser derribado una vez más tampoco consiguió siquiera drenar ligeramente su perseverancia. Sólo tuvo que alzar la mano al levantarse para que la espada regresara dando vueltas hasta él, y pudiera lanzarse al ataque otra vez.

El caballero de la rosa ya tenía su espada cargada de nuevo, esperando a que su adversario se colocase en una posición más cercana, para poder alcanzare con seguridad. En cuanto vio la oportunidad, desató la furia de la naturaleza contra su objetivo, que volvía a atacar de frente, sin ningún cuidado, y sin ningún descanso.

Por primera vez, Dayuri fue capaz de controlar levemente sus ansias de destrucción, y despertar su raciocinio por un instante, siendo capaz de esquivar la corriente de energía saltando por encima de ella, pues venía, como de costumbre, a ras de suelo. Seguramente fue el instinto de supervivencia y no el raciocinio, del mismo modo que un ratón aprende a no morder el queso electrificado, lo que impulsó al Coronel a saltar por encima del ataque, ni siquiera él lo sabía, pero el caso es que logró evolucionar como guerrero, y plantarse delante del caballero, que no contaba con que su estrategia pudiera fallar, a pesar de haber estado malgastando la energía hasta ahora con ataques a larga distancia en su mayoría.

“¡¿Qué…?! ¡Se suponía que en ese modo, el Capitán Lardo no sabía más que atacar y atacar! Lo vi con mis propios ojos cuando luchó contra Arturo. Pero ahora está aquí, delante de mí, y he visto cómo acaba de hacerlo. ¡Está aprendiendo a controlar su poder! Y eso es muy peligroso para mí…”

Aunque Gabriel tuvo tiempo de sobra para clavar la espada en la tierra y cargarse de energía natural mientras veía a su adversario acercarse, por alguna extraña razón no lo hizo, y prefirió retroceder en busca de una posición más favorable, perdiendo un tiempo precioso.

Lardo salió tras él y le alcanzó enseguida, comenzando una ofensiva sin cesar. En un principio, el caballero trataba de esquivar los ataques y continuar huyendo, pero la fuerza y la velocidad de su oponente eran inigualables. Gabriel no era capaz de esquivar y escapar al mismo tiempo, y tuvo que valerse de su espada para bloquear, o al menos intentarlo, algunos de los golpes que intentaba asestarle, notando claramente que sin la energía natural, no era rival para su adversario. Cada espadazo, cada estocada que se aproximaba hacia él, le obligaba a utilizar todas sus fuerzas para detenerla, y aun así, veía cómo se flexionaba su codo hasta el límite, y necesitaba apoyarse en todo su cuerpo, para que la malgastada espada no recorriese los escasos centímetros que la separaban de su piel.

Cuando encontró al fin la posición que buscaba, se encontró con un problema con el que ya contaba de antemano. Lardo no le dejaba tiempo para extraer energía, y era cuestión de segundos que lograra romperle la guardia y comenzar a herirle sin parar.

Tuvo que tomar una decisión difícil. Por un momento, se olvidó completamente de que su contrincante estaba delante, y clavó la hoja en la tierra, sin importarle nada más.

Al quedar totalmente desprotegido, Dayuri no tenía impedimentos para atacarla cuanto quisiera. Podría haber se conformado con cortarle unas cuantas veces y disfrutar del momento un poco más, pero una oportunidad así no podía ser desaprovechada de esa manera.

Inmediatamente, clavó la espada en el estómago del caballero de una estocada, y la sacó cuanto antes para que fluyera el sangrado, pero realmente, a Gabriel le daba igual, ésa era su jugada. La energía natural podía curarle cualquier herida y sanarle cualquier estado alterado, y él lo sabía. Por eso no tenía reparos en sacrificar su cuerpo temporalmente si con eso lograba extraer el poder de la naturaleza de las entrañas del planeta.

Sin embargo, no todo iba según sus planes. La gravedad de la estocada le obligó a extraer mucha más energía de lo normal para curarse, y su adversario no cesaba su ofensiva, ahora sí, con espadazos alocados que tan sólo buscaban cortar en pedazos la piel de su objetivo.

Los cortes iban sanando a los pocos segundos de asestarse, pero la energía que consumían retrasaba la cura del verdadero problema, la estocada. Además, había un tercer factor a tener en cuenta. El dolor. Aunque las heridas se curasen casi momentáneamente, el dolor que las acompañaba muchas veces no desaparecía con ellas. El dolor es un mecanismo de defensa del cerebro para proteger el organismo ante ataques del exterior, y el cerebro del caballero estaba recibiendo tantas señales para producir dolor que luego no era capaz de detenerlo, al ser una recuperación tan rápida algo anormal para el cuerpo.

Finalmente, después de más tiempo del que esperaba el caballero, su herida del estómago sanó, y por fin pudo sacar la hoja del suelo y bloquear con ella el siguiente ataque de su adversario. Furioso por todo el daño sufrido, Gabriel descargó toda la energía natural en medio del forcejeo de espadas, sin movimiento alguno, provocando una explosión que dañó a ambos combatientes y les rechazó, mandándoles hacia atrás por los aires.

El cuerpo del caballero rodó por el suelo al caer, para finalmente quedar boca abajo tras rebotar contra el tocón de un árbol. Jadeaba, no de cansancio físico, sino de agotamiento mental, por la cantidad de sensaciones y de altibajos que estaba sufriendo su cuerpo. No obstante, lo cierto es que no le importaba. No le importaba nada lo que pudiera pasarle a él, ni al bosque. Sus ojos sólo podían ver la silueta de Marta colgando de la ventana aquel día tormentoso, y no iba a detenerse a asegurarse de que algo así no volviera a repetirse, y de que su amada pudiera descansar en paz.

Se puso de pie, tranquilamente, y a los pocos segundos, Lardo apareció a través del humo de la explosión, con la sonrisa más grande que nunca.

“Ahora ya he comprendido el punto débil de tu técnica” le dijo mientras le apuntaba con su espada rota.



martes, 14 de enero de 2014

Episodio CLXI

Nuevo año, nueva tanda de los combates finales. ¿Cuántas rondas van ya? Estoy empezando a perder la cuenta hasta yo jaja, creo que esta es la cuarta, ¿no? En cualquier caso, sigue la acción acompañada de revelaciones, así que seguro que os gustará :)

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Episodio CLXI
E
l cabalero de la tierra ascendía hasta la superficie, dejando atrás la gruta, todavía derrumbándose, y a Mesa sepultado en ella. Mientras avanzaba en su ascenso, Fidel sonreía por haber logrado la victoria que tanto anhelaba. Sin embargo, en su interior también se encontraba triste de no tener cerca a un amigo con quien compartir el éxito que acaba de conquistar.

“Ya se ha acabado, Arturo. Ahora, iremos todos a buscarte”.

Pasados varios minutos, finalmente llegó a la superficie, donde comenzó a detectar la energía de sus compañeros, tratando de localizarles.

“Siento energías muy poderosas cerca de Jonyo, Gabriel y Reik… Parece que he sido el primero en terminar el combate… Bien, pues voy a aprovechar que esta aura roja que me envuelve todavía conserva sus efectos y que tengo el castillo de la Fiera Deidad delante para terminar también con el Señor Oscuro yo mismo”.

“Oh, al fin llegas caballero” le dijo una voz familiar.

Fidel se giró en busca de la voz, y descubrió a Mesa, sentado en una silla en el jardín que había a la entrada del castillo, con una copa de pacharán en una mano, y un periódico deportivo en la otra. Además, su traje lucía limpio y reluciente, por lo que debía haberse cambiado de ropa.

“Tardabas tanto que he tenido que he aprovechado para llevar el traje sucio al tinte y cambiarme de ropa. Espero que lleves dinero encima porque cuando acabe contigo pienso usarlo para pagar la factura”.

“No lo entiendo… ¿Cómo lo has conseguido…? Estás… Ileso…”

“¿De verdad hace falta que te lo diga? Cambio de lugar instantáneo, también llamado Shunkanido”.

“¡Pero eso es imposible! Para teletransportarte necesitas colocar tus dedos índice y corazón sobre tu frente, y recuerdo perfectamente que inmovilicé tus brazos con las rocas para que pudieras hacerlo”.

“Esa postura es tan sólo de apoyo. Ayuda a concentrar mejor toda la energía de tu cuerpo en un punto para facilitar el teletransporte, pero no es imposible de realizar sin eso. He de decir que hasta ahora jamás lo había intentado y no estaba seguro de si lo lograría, pero parece que mis ganas de vivir y lograr mi objetivo son tan grandes como las tuyas. Enhorabuena, caballero, por haber logrado que tenga que superarme a mí mismo, pero ya es la hora de tu final”.

“¡Entonces ven aquí y continuemos el combate! ¡Veremos quién es el último queda en pie!”

“No, ya es suficiente” fue lo que dijo el profesor.

“Jeje – reía Fidel mientras se ponía en pie – Veo que ya admites que soy más fuerte que tú. Pero siento decirte que no, todavía no es suficiente. No voy a dejar que te rindas y te vayas de aquí con vida. Pelearé hasta acabar contigo”.

“No. Quería decir que ya he terminado de estudiar tu cambio. Con estos ataques ya me es suficiente para comprender el nuevo alcance de tu poder”.

“¿Cómo?”

“¿De verdad pensabas que me ibas ganando? Que iluso. Solamente estaba probando tu nueva fuerza, y ahora que sé hasta donde puedes llegar, puedo decirte que no supone ningún problema vencerte. Lamento decirte que, a pesar de tu avance, todavía soy capaz de vencerte usando tan sólo la mitad de mi poder”.

“Jejeje… Es un farol – intentaba convencerse a sí mismo – Tú no eres de los que se dejan aplastar”.

No recibió respuesta. Mesa simplemente bajó la mirada y trató de disimular su sonrisa. La luz se reflejó en las lentes, y Fidel no podía ver sus ojos.

“¡¡¡Es mentiraaaaa!!!”

El caballero tenía muchas ganas de demostrar a su adversario que llevaba razón, así que salió volando a ras de suelo a toda velocidad contra él. Por el camino, cargó el puño con todas sus fuerzas, sumando también su velocidad de vuelo, y atacó con todo su poder a su adversario.

“Engullimos de un trago la mentira que nos adula, y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga”.

Mesa extendió el brazo y recibió el golpe del caballero en la palma de su mano, consiguiendo detenerlo con relativo esfuerzo, pero sin demasiados problemas. Después tiró al suelo a Fidel, y le piso la cabeza con sus brillantes zapatos.

Con el tacón incrustado en la mejilla, el caballero de la tierra intentaba, nunca mejor dicho, levantar cabeza, pero el peso de Mesa de pronto parecía inamovible. Sin embargo, no estaba dispuesto a rendirse. Dio un puñetazo al suelo, y decenas de piedras afiladas comenzaron a brotar del interior de la tierra, obligando a Mesa a retirarse.

Fidel consiguió entonces ponerse en pie. Miró a su adversario, pero no dijo nada. No quería decir nada, ni tenía que decir nada. Simplemente se lanzó de nuevo a por él, quien le esperaba con una maliciosa sonrisa dibujada en el rostro.

Probó ahora con una patada, pero su adversario también la detuvo y volvió a usar su movimiento contra él. En esta ocasión le agarró de la pierna, y acto seguido estrelló su cuerpo contra un árbol cercano. La cabeza del caballero partió en dos el tronco, y el árbol se vino abajo.

Mesa todavía seguía teniendo sujeta la pierna del caballero, y su intención era continuar golpeándole con cuantos objetos fueran posibles. Sin embargo, Fidel extendió la mano y lanzó una onda de energía directamente contra él, obligándole a teletransportarse para evitarla, liberándole.

“Que capullo… Sabe que si se teletransporta para atacarme es inútil porque detecto donde va a aparecer, pero nada le impide seguir utilizándolo para evitar mis ataques… – pensaba el caballero – Tengo que hacer algo con eso…”

“¡Vamos! – Exclamó Mesa – ¿No ibas a matarme? Te recuerdo que hasta el momento sólo estoy usando la mitad de fuerza”.

Aquella era una frase que hubiera desanimado a cualquiera. Sin embargo, Fidel pareció no poder ponerse más contento. Trató de disimularlo, hasta tuvo que morderse la lengua para hacerlo y aun así no pudo evitar que Mesa se diera cuenta de que pasaba algo extraño.

“Sé que todavía no lo sabes – decía para sus adentros – Pero ya tienes las horas contadas… Y para cuando te des cuenta ya será demasiado tarde… Espera pacientemente, porque ya queda poco para que empiece la función…”

El caballero volvió a lanzarse contra su adversario, pero a mitad de camino, se metió bajo tierra y trató de aprovechar una vez más la ventaja de su elemento. Emergió de la tierra justo por el punto en el que estaba Mesa, con el puño alzando para golpearle directamente. Sin embargo, su oponente ya había aprendido la lección, y le esperaba justo en esa posición, pero levitando en el aire un par de metros sobre la superficie terrestre.

Según salió el cuerpo del caballero, Mesa lo mandó de nuevo al suelo de una patada en la cara. Fidel veía el suelo acercándose y se resistía a ser golpeado de nuevo. En el último instante, dio una voltereta hacia atrás y logró aterrizar forzosamente, para impulsarse inmediatamente, y lanzarse de un salto de nuevo al combate.

No volvió solo al combate. Cuatro chorros de arena salieron de la tierra para acompañarle. Los cuatro atacaron a la vez, cada uno directo a una extremidad del objetivo. Al alcanzar los brazos y las piernas de Mesa, la arena se comprimió, convirtiéndose en una poderosa cuerda pétrea que mantenía sujeta a su víctima.

Fidel aprovechó para atacar a Mesa, ahora que se encontraba retenido. Le golpeó varias veces con los puños en el pecho y en la cara. Él aguantaba sin ningún problema, no mostraba signos de dolor ni agotamiento, algo que mermaba totalmente los ánimos del caballero. Sin embargo, en vez de rendirse, Fidel sacó la espada y se dispuso a cortar a su objetivo, que inmediatamente trató de liberarse de la atadura que lo contenía.

Por más que lo intentaba, no era capaz de liberar sus brazos del interior de la arena comprimida, así que decidió usar eso a su favor. Tiró de la propia arena hasta romper su conexión con la tierra, y le dio tiempo a utilizarla para golpear al caballero antes de que la técnica que la mantenía a presión se deshiciera.

El caballero caía de nuevo al suelo, derribado por su propio elemento, pero no había sido un golpe muy duro, y pudo aterrizar con normalidad. Desde el suelo, vio a Mesa, riendo mientras levitaba.

“Parece mentira que se puedan anular tus habilidades de una forma tan sencilla, ¿verdad? Simplemente por estar aquí, flotando en el aire, ya no puedes hacer nada contra mí. Esa atadura de arena que planeaste antes era una buena idea, pero al tener que movilizar semejante cantidad para alcanzar mi posición, gastaste mucha más energía y la técnica perdió fuerza, sobre todo la parte que estaba en contacto con el suelo, por eso pude romperla con tanta facilidad.

Esta situación que estás viviendo ahora mismo es una metáfora de la propia realidad. Yo estoy en el cielo, y tú en la tierra. La distancia que nos separa es un abismo insuperable que nunca podrás cruzar. Las cosas han sido, son y serán así siempre, y tu muerte servirá para confirmarlo”.

Fidel no contestó. En su lugar, clavando su espada en el suelo levemente, trazó un surco en la tierra con forma de triángulo equilátero.

“¿Qué haces? ¿Preparar el lugar donde quieres descansar para siempre?”

Al terminar el trazó, el caballero posó su mano en el suelo, y la zona en el interior del triángulo se iluminó.

“¡¡Golden Triangle!!”

Una onda de energía salió disparada hasta Mesa, al que no le dio tiempo a hacer otra cosa que cubrirse de un acto reflejo. A pesar de que recibió daños leves, el ataque sirvió para derribarle.

“¡Si yo no puedo llegar hasta ti, entonces te haré caer para derrotarte!”

Enseguida, Mesa recupero el control y comenzó a descender voluntariamente. Cayó en picado con el puño preparado y según bajaba, asestó un golpe en la frente al caballero, abriéndole una brecha que empezó a sangrar con el impacto. Después, le lanzó por los aires a ras de suelo con una patada, voló tras él y remató la combinación con un codazo en el costado, estrellándole brutalmente contra el cercano suelo.

Sin embargo, no le dejó allí tirado. El impacto había sido lo suficientemente fuerte como para enterrarle parcialmente, y él sabía que un contacto excesivo con su elemento podía darle más poder o recuperarle las fuerzas, así que le agarró de la ropa y lo sacó de allí, arrojándole a las puertas del castillo.

“Incluso en el juego de la vida, no puedes cambiar las piezas. El que nace peón, muere peón. Este castillo es la fortaleza que nunca podrás asaltar, no vivirás para ello, así que me parece apropiado dejar que sea lo último que veas antes de morir”.

“Pero si el peón llega al final del tablero, puede convertirse en una reina. ¡Y yo estoy a una casilla del final! – al mismo tiempo, la fuerza del caballero aumentó repentinamente, logrando romper el forcejeo y quitarse de encima a su adversario – ¡Te demostraré los frutos de mi entrenamiento con Shawn Stevenson!”

Algo cambió en aquel momento. El aura roja que le rodeaba comenzó a volverse más intensa, llegando al punto de no llegar a verse el cuerpo del caballero en sus extremidades. Sus manos y sus pies, ahora no eran más que una silueta oculta tras aquel manto carmesí. No obstante, el resto de su cuerpo todavía era completamente visible a través del velo rojizo.

“¿Qué…?” pensó Mesa al darse cuenta del cambio.

Pero antes de que pudiera continuar con sus pensamientos, el caballero ya le había acertado con el puño en el estómago. Un segundo golpe se aproximaba a su rostro, pero reaccionó a tiempo y pudo cubrirse con el antebrazo. Mientras bloqueaba el ataque, se dio cuenta de que los puños del caballero estaban más calientes que antes, ahora que ya no eran visibles en su totalidad. También advirtió que desprendían un suave hilo de humo rojo que antes tampoco estaba.

Mesa empezaba a albergar serias acerca de que aquel leve cambio de aspecto en el caballero fuese gratuito, pero Fidel se lo aclaró rápidamente. Rompió el forcejeo con un cabezazo en la frente de su adversario, al cual cogió totalmente por sorpresa, y tras eso sacó su espada y empezó a darle espadazos a gran velocidad.

“Su velocidad ha aumentado…” pensaba mientras evitaba tantos cortes como podía. Sin embargo, no fue capaz de evitar que más de uno le alcanzara.

Agobiado, finalmente se vio en la obligación de recurrir a lanzar un grito con onda expansiva, obligando a retroceder al caballero, que ya se tranquilizó un poco.

“Esto es extraño. Siento como si su fuerza se hubiera incrementado de nuevo… Tal vez sean imaginaciones mías, pero es mejor asegurarse…”

Tocó un botón en la montura de sus gafas, y aquella pantalla verde con símbolos amarillos volvió a hacer acto de presencia. Una silueta humana rodeaba el cuerpo del caballero al verlo tras el cristal, mientras un pequeño circulito daba vueltas a la derecha, calculando su poder. Finalmente, una nueva cifra apareció en pantalla, y Mesa confirmó sus sospechas.

“Tal y como pensaba. Su fuerza ya no es el doble de la cantidad base, ha subido al triple…”

“Parece que al fin… ¡Te has dado cuenta!” exclamó Fidel mientras le propinaba un poderoso puñetazo en la cara que destruyó el cristal de sus gafas, y con él, el dispositivo de análisis.

El golpe consiguió hacer caer al suelo a Mesa. Se levantó, pero su sonrisa había desaparecido. Se quitó las gafas, o más bien, lo que quedaba de ellas, y sacó una funda del bolsillo interior del traje, que contenía unas gafas de repuesto, exactamente iguales a las que se acaban de romper.

“Esta es mi verdadera venganza, no sólo contra ti, sino contra todos mis compañeros también, por creerme tan estúpido como venir aquí sin saber a lo que me enfrentaba. Por pensar que por ser yo no podía vencer de ninguna manera. Te presento la culminación de mi plan perfecto para acabar contigo, Mesa, ¡la técnica final que aprendí de Shawn Stevenson!”

Los delirios de grandeza se habían apoderado del caballero. La intensidad de su fuerza estaba comenzando a hacerle perder el control de sí mismo. Sabía que debía terminar con esto cuanto antes, pero no podía dejar escapar la oportunidad de saborear su momento de gloria, aunque ninguno de sus compañeros estuviera ahí para verle.

“En efecto, esta técnica dobla la fuerza del usuario, a cambio de un debilitamiento prolongado tras el combate. Pero la cosa no se queda ahí. La técnica no puede finalizarse voluntariamente por la persona que la está utilizando. Solamente puede detenerse de manera automática al terminar el combate. Si el luchador no gana el combate con el doble de su fuerza y la batalla se prolonga, al cabo de un rato, el multiplicador aumenta una unidad, triplicando su poder, y si sigue sin ser suficiente, vuelve a aumentar, así una y otra vez, hasta que gane el combate, o muera por los efectos secundarios de la propia técnica, por eso se llama, ¡Mismo Destino!

Hasta ahora nadie había conseguido aguantar un multiplicador superior a dos. La técnica fuerza tu cuerpo al máximo, aumenta la velocidad a la que circula la sangre, la intensidad con la que bombea tu corazón, tensa tus músculos, fortifica tus huesos, agudiza tus sentidos, todo con tal de conseguir el mayor daño posible. Evidentemente, eso supone una carga enorme para el organismo, y cualquier persona ve como estalla su corazón o se desgarran sus músculos con tan sólo un par de minutos con la técnica activada a la intensidad más baja, pero yo, Fidel, caballero de la tierra, cuyo atributo es la resistencia, soy capaz de aguantar más que nadie, ¡y resistiré lo que sea necesario con tal de salir victorioso del combate!


Has estado todo el combate jugando conmigo, burlándote de mí, y perdiendo el tiempo, pero yo ya contaba con ello, y ahora tu propia arrogancia es la que me ha dado fuerzas para vencerte, ¡¡y será ella la que acabe contigo!! ¡¡¡Has estado cavando tu propia tumba y ahora vas a morir de verdad!!! ¡¡¡¡Mesa!!!!”