viernes, 1 de agosto de 2014

Episodio CLXXIII

Desde que somos pequeños, nos pasamos la vida esperando a que llegue el futuro. Esperamos a ser mayores, a tener dinero, a tener coche, a tener sexo, a tener completa independencia... Sin importar en la edad que nos encontremos, siempre estamos esperando algo. Nos han contado que esto es un error, que todo llega y que debemos enfocarnos en disfrutar del hoy, pero a veces el ansia es incontrolable. Sin embargo, no basta con esperar. A veces hay que perseguir, para que cuando als cosas lleguen, estemos preparado para afrontarlas debidamente. Hoy, al fin, dejaré atrás una de esas largas esperas, pues no recuerdo la cantidad de años que llevaba queriendo escribir este capítulo. Lo que más me gusta sobre todas las cosas son los finales, porque son lo último que se puede disfrutar de cada cosa, lo que de verdad importa, y lo que queda cuando todo acaba. Cualquiera puede empezar ganando, pero sólo uno queda como vencedor al terminar. No es que este sea el último capítulo de Los Caballeros, pero sí es cierto que es el primer capítulo de su final. Un final que, espero, disfrutéis tanto leyendo como yo escribiendo.

Tamaño: 14

Episodio 

CLXXIII

L
a estela dorada con la forma del dragón, que ascendía lentamente al cielo, se fue deformando poco a poco, perdiendo fuerza, hasta que el cuerpo de Mesa, el cual arrastraba con él, terminó soltándose y cayendo al vacío. Descendió, sacudido por el viento, que ondeaba con fuerza su traje medio roto medio desgastado. Sus gafas, con los cristales agrietados, impedían ver con claridad que ahora tenía los ojos cerrados por la inconsciencia.

Regresó por donde había venido, penetrando en el interior del cráter, perdiéndose en la oscuridad del agujero, abrazado por la derrota y el olvido, hasta que el sonido de un golpe seco dio por finalizado su viaje. Al mismo tiempo, en al aire, la figura del dragón se había ido difuminando, deformando, hasta que el aura volvió a quedar simplemente con la forma de una silueta humana.

Fue entonces cuando se paró en seco. Fue como si un avión se quedara sin combustible, y comenzó a caer y a caer. Durante el descenso, el aura que lo rodeaba se iba desprendiendo lentamente de su cuerpo lentamente, liberando poco a poco al caballero de la tierra, mientras dejaba una estela de polvo dorado en el cielo.

Muy despacio, el rostro del caballero hizo acto de presencia, notablemente debilitado, al igual que el resto de su ser. Sus ojos apenas estaban ligeramente abiertos, no parecía ser del todo consciente de lo que estaba pasando, era más bien como si despertara de un largo sueño. Tampoco parecía que le quedasen fuerzas para nada más, pues a pesar de que estaba cayendo, él estaba consciente, pero no era capaz de levitar para impedir la caída. Su torso también quedó al descubierto una vez más, ahora con el agujero producido por el ataque de Mesa al aire, sin ninguna protección que le ayudase a contener la sangre, comenzó a sangrar en medio del aire a gran velocidad.

Su impacto contra el suelo también fue un golpe seco, a pocos metros de donde descansaba Mesa. No gritó, ni siquiera se quejó, ni siquiera trató de moverse. Solamente pudo ver cómo la sangre continuaba agrandando el charco a su alrededor y la vida se le escapaba vertiginosamente.

Mientras los dos estaban ahí tirados en el fondo del cráter, el polvo dorado que había quedado en el aire al deshacerse la técnica del caballero, comenzó a moverse, acumulándose en el mismo punto, tomando forma lentamente.

Desde el suelo, Fidel pudo echar una mirada fugaz al cielo, y darse cuenta de lo que parecía que ya sabía que tenía que ocurrir.

“Has venido a por mí, ¿verdad? – susurraba, como si ya supiera lo que le esperaba, a pesar de que Shawn no le había dicho nada – Te he estado viendo, desde dentro… Has sido tú quien ha estado cuidando de mí… Y es a ti a quien tengo que pagar, ¿no?”

El polvo dorado terminó de tomar forma, y finalmente, se materializó. El dragón que manifestaba su cabeza al atacar en las últimas fases de Mismo Destino se mostró al completo, dando un fuerte rugido, y se quedó dando vueltas en el aire.

“Sabía que una técnica así no podía ser gratis… No imaginaba que el precio a pagar fuera tan caro, pero ahora ya da igual. Estaba preparado para lo peor desde el principio, así que está bien, te daré lo que has venido a buscar. Sólo te pido un poco más de tiempo, un poquito más, para poder terminar con esto… Aunque lo parezca, todavía no he ganado. Él todavía está vivo, él todavía no ha…”

Un estertor interrumpió el discurso del caballero, y el dragón comenzó a descender velozmente para reclamar su recompensa. Sin embargo, un instante después, Fidel alzó la mano con la palma abierta, pidiéndole que se detuviera, y el dragón le obedeció.

“Parece que me necesitas vivo… Pero tranquilo, todavía no voy a morir. Todavía no… Has estado junto a mí todo el combate y sabes lo que aguanto, ¿no es cierto? Por eso confías en mí. Aguantaré… Hasta que todo esto acabe…”

En ese momento, los dedos de Mesa se movieron ligeramente, y un instante después se puso de pie de un salto, tras haber recuperado la consciencia. Echó una ojeada a su alrededor, y enseguida se dio cuenta de la situación.

“Ya veo… Parece que todo ha terminado para ti, caballero”.

No obstante, aunque había logrado ponerse en pie, estaba claro que su estado difería mucho, no ya de cuando empezó el combate, sino de unos pocos minutos antes, cuando todavía no había recibido el último ataque. Lo que llevaba puesto ya no podía llamarse traje ni por equivocación. Sus ropas estaban tan desgastadas y rotas que cualquier mendigo que se encontraba en la zona más pobre de cualquier poblado iría más elegante que él. Las gafas, aunque no rotas, agrietadas, le impedían ver con claridad, pero todavía era capaz de distinguir todo sin demasiados problemas. Por último, su cuerpo, totalmente manchado y debilitado, terminaba de acentuar la peor versión de sí mismo con la que jamás se había encontrado.

“Puede que no estés muerto – le contestó el caballero, todavía tirado en el suelo – Pero yo tampoco lo estoy. Esto todavía no ha terminado”.

“No digas tonterías. Has perdido. No has estado a la altura. Y nunca lo estarás. Reconócelo de una vez”.

Fidel permanecía tirado en el suelo, sin apenas poder moverse. Su cuerpo temblaba. Su último ataque no había dado el resultado que esperaba y Mesa seguía en pie. Ya no tenía fuerzas para continuar, pero rendirse tampoco estaba entre sus opciones. La sangre y la vida se le estaban escapando al mismo tiempo y no tenía tiempo para más ataques fallidos.

“Estás condenado a morir. De todas formas, aunque hayas perdido, he de reconocer que has combatido bien. Te daré una muerte rápida”.

“Jejeje – deliraba Fidel a un paso de la inconsciencia – Sigues sin entenderlo, por más que te lo explique”.

“La muerte comienza  abrazarte. Tus delirios no me asustan”.

“Si recibes daño, podrás dormir, pero si haces daño, no podrás dormir. Es la frase que siempre me repetía Arturo. No entendía su significado hasta hace poco. Pensaba que destruir a quien te había hecho daño no era un motivo para perturbar la propia conciencia. Lo que Arturo trataba de decirme era que la venganza me volvería como tú, me volvería un asesino, me encerraría en la oscuridad e incluso, en el caso de conseguir mi objetivo, no alcanzaría la satisfacción que busco. Me sentiría vacío y no sería capaz de encontrar un nuevo camino, porque habría destruido mi vida a mi propio paso”.

“¿Has tardado tanto tiempo en entender algo tan simple?”

“No, eso no es. Lo que he averiguado es la respuesta a la frase que tanto repetía mi compañero. Si matarte no va a satisfacer mi sed de venganza ni tampoco va a permitirme iniciar un nuevo camino, entonces sólo hay una manera de que mi victoria sea plena”.

“¿Ah sí? ¿Cuál?”

“Si recibes daño, puedes dormir, pero si haces daño, no podrás dormir. Eso a mí ya me da igual. No podré tener más sueños”.

“¿Quieres evitar la aflicción del sentimiento de vacío que otorga una venganza culminada con la muerte? ¡Estás loco!”

“Loco o no, esa es la única salida que me queda. Acabaré contigo y después yo también caeré. Esa será mi salvación…”

Con todas sus fuerzas, trató de hacer lo imposible por ponerse en pie una vez más. Era prácticamente un milagro. Solamente respirar ya producía un profundo dolor, mucho más moverse o tratar de hacer el esfuerzo que suponía ponerse de pie.

“Por favor… – le decía a su propio cuerpo – Sé que ya has aguantado demasiado, pero ayúdame una vez más… Una última vez, y después podrás descansar por siempre…”

A través de un esfuerzo descomunal, muy lentamente, el caballero comenzó su intento de ponerse de nuevo en pie. Le saltaban las lágrimas del dolor, su hemorragia aumentaba con cada movimiento, pero nada de eso detuvo sus intenciones, y tras varios minutos logró al fin sostenerse, eso sí, a duras penas, sobre las dos piernas. Ahora era el momento de decidir qué hacer.

“He de tener cuidado. Un humano dispuesto a morir es como un ratón arrinconado contra la pared. Puede morder al gato...” pensaba Mesa mientras caminaba hacia él lentamente, consciente de que él tampoco pasaba por su mejor momento.

“Jejeje… Estoy acabado… En situaciones normales, todavía me quedaría el Contrataque la Desesperación, con el que logré ganar a Arturo, pero con el cuerpo tan debilitado por el uso de Mismo Destino, cualquier ataque que recibiera sería una muerte inmediata… – veía a Mesa acercarse, pero por alguna razón, no tenía miedo, y no podía parar de sonreír levemente – Esto es muy raro… Nunca pensé que sonreiría en el momento de morir, cuando siempre le he tenido un miedo terrible a la muerte... Tal vez, uno nunca es capaz de conocerse del todo ni a sí mismo… O tal vez, es que simplemente ya estoy delirando…”

Observó su espada. Era el arma que había estado con él durante todo su viaje, pero en este combate, la había dejado de lado en favor de un ataque suicida que encima había fracasado. Sonriendo de manera nostálgica, agarró la empuñadura y extrajo la hoja de la vaina, mirándola cuidadosamente.

La espada del caballero de la tierra era un poco más ancha que la de los demás, de doble filo, y de un color más oscuro que ninguna, con un tono grisáceo muy intenso, muy al estilo medieval, que le separaba del acero plateado que tenían algunos de sus compañeros.

“¿Ahora vas a usar tu espada? – Le dijo al verle empuñarla – ¿Quieres terminar tu vida utilizando el arma que representa la esencia de un caballero? Está bien… Cruzaremos nuestras armas una última vez.”.

Mesa extendió el brazo con la palma de la mano abierta, los dedos extendidos también, juntos. Después, una película de energía envolvió todo su brazo desde el codo, creando un filo artificial. Una mariposa revoloteaba por delante de él en esos momentos, así que aprovechó para probar su nueva arma con ella. Hizo un par de movimientos rápidos y aparentemente sin sentido, y la mariposa continuó volando durante un par de segundos, hasta que finalmente su cuerpo cayó cortado a pedazos en un instante.

“Todo está preparado” pensó Mesa.

“Este será… – pensaron ambos mientras se miraban fijamente – ¡El último ataque!”

El caballero se mordió la lengua para soportar el dolor, y sin pararse a pensar, dio un salto y salió hacia su objetivo volando a ras de suelo, con la espada preparada para asestar un último golpe. Su adversario también se movió de la misma manera, solo que en vez de espada, portaba su brazo envuelto en energía.

Durante un instante, pareció que el tiempo se detuvo para ellos dos. A pesar de que avanzaban a gran velocidad y que la distancia que los separaba era el radio del cráter sobre el que se encontraban, aquel avance final parecía alargarse eternamente.

Sus ataques se cruzaron al fin, aplicando ambos todas sus fuerzas en lo que seguramente sería su último ataque. La espada del caballero respondió a su espíritu de lucha y se iluminó momentos antes del choque, y el filo de energía de Mesa reaccionó ante el poder la espada, engrosando su envoltura, aumentando su energía, y con ello, también su brillo. Todo dio lugar a una intensa luz que primero cegó a ambos combatientes, y poco después los engulló, impidiendo saber lo que estaba ocurriendo. El poderoso grito que lanzaron los dos con el ataque fue lo único que la luz no pudo tragar. Una vez quedó todo en blanco, se pudo escuchar el sonido de algo metálico partiéndose, y tras eso se hizo el silencio.

La luz fue desvaneciéndose de afuera hacia dentro. Las zonas más alejadas del epicentro del choque fueron las primeras en ver disipada la luz cegadora que ocultaba la verdad sobre lo ocurrido. Poco a poco, los pies de ambos aparecieron suavemente, revelando la posición de cada uno.

Los dos estaban de pie, a unos cuantos metros de distancia, dándose la espalda mutuamente, pues los pies de ambos apuntaban hacia el lado exterior del cráter. Antes de que diese tiempo a verse nada más, el sonido de algo acercándose desde el cielo interrumpió la escena. En medio de ambos, la hoja de la espada de Fidel apareció caída del cielo y se clavó en la tierra. Para mayor sorpresa, al disiparse un poco más la luz, se descubrió que no era la espada entera, sino la mitad de la hoja, que había sido partida, y yacía ahora clavada en el suelo, lejos de su otra mitad y de la empuñadura.

Mesa fue desvelado primero, debía estar un poco más lejos del epicentro que Fidel, por eso la luz le dejó atrás antes. Se encontraba de pie, sujetándose el brazo que había ejecutado el ataque, con gesto dolorido. El brazo aún conservaba la película de energía con la que lo había recubierto, pero se notaba que había perdido casi todo su poder, pues lucía intermitentemente y con muy poca intensidad. A los pocos segundos, terminó por desintegrarse, dejando al aire una herida por corte en el brazo.

“Si no hubiese envuelto el brazo en energía… Me lo habría cortado… Pero… ¿Cómo? La luz también me impidió a mí ver lo que estaba ocurriendo…”

Se giró de inmediato para comprobarlo con sus propios ojos, pero la luz todavía no había terminado de disiparse del todo. Podía ver que el caballero se encontraba de pie, al igual que él, podía ver el río de sangre que marcaba su paso, y podía ver también la hoja de su espada partida clavada en la tierra, pero todavía no conseguía ver por encima de sus rodillas a causa de la cegadora luz.

Finalmente, la luz terminó de desaparecer, dejando la figura del caballero plenamente visible. Él también se encontraba de pie, absorto, portando su arma, la cual empuñaba con ambas manos. No obstante, su arma había cambiado. No era simplemente que estuviera partida por la mitad de acuerdo al pedazo de hoja que descansaba en el suelo, su arma se había transformado completamente. En sus manos ya no había una espada, sino una extraña hacha que no había visto nunca.

El hacha era muy diferente de la imagen que guardaba en su cabeza sobre ese arma. Normalmente, las hachas tienen la empuñadura pegada al lado grueso del metal, y se van afilando hacia un lado, mientras que por el otro se atan al palo o la madera que las da forma. Sin embargo, en este caso, la empuñadura entraba en contacto con el filo por debajo del arma, dando lugar a una parte metálica circular que dibujaba un ángulo de unos doscientos grados, permitiendo acompañar el corte en todo momento.

El mango del hacha era de madera barnizada, con una goma adherente en la parte inferior que ayudaba a la hora de empuñarla. La cabeza del hacha, metálica y próxima la forma circular, era negra en su parte ancha, y plateada en la zona afilada de los extremos, resultando muy elegante. Por último, en la parte central descansaba incrustada una gema roja de unos cinco centímetros de diámetro, adornada con ribetes dorados a su alrededor.

“Esta hacha… ¿qué es? – El caballero observaba sorprendido el arma sin saber qué hacer – ¿Dónde está mi espada? – Sin embargo, cuanto más la miraba, más se daba cuenta de algo en su interior. Él sabía que su espada se había roto en el último encontronazo con Mesa, pero por alguna extraña razón, aquella hacha no resultaba un artilugio extraño para él – Esto es… Esto… Yo sé lo que es…” decía cada vez más seguro de sí mismo.

“Caballero – Mesa le llamó la atención –  ¿Qué está ocurriendo aquí?”

“Esta es… – Fidel ya no transmitía ningún asomo de duda. Decidido, se dio la vuelta y alzó su nueva arma, mostrándosela a su adversario – ¡Esta es mi Arma Final! ¡El Hacha del Espacio!”

“¡¿Hacha del Espacio?!” exclamó Mesa sorprendido.

“Para que lo entiendas – le dijo mientras le apuntaba con ella – ¡Es el arma con la que te derrotaré!”

En ese momento, el espíritu del dragón, que todavía se encontraba dando vueltas por el aire, vio que el caballero no tenía intención de pagar su deuda, y salió volando en picado hacia él para cobrársela él mismo. Fidel lo vio y se colocó en posición, aguardando su llegada.

“Lo siento, sé que tengo una cuenta pendiente contigo, pero ahora no te puedo dar lo que me pides. Si no estás dispuesto a esperar, no tendré más remedio que enfrentarme a ti, ¡es la oportunidad perfecta para probar el poder de mi nueva arma!”

El espíritu del dragón descendió hasta el fondo del cráter, donde su debilitada presa esperaba. Abrió sus fauces para engullirle de un bocado, a la vez que exhalaba un sonoro rugido con intención de intimidarle, pero el caballero no dudó, no se movió. Sabía que se jugaba algo más que la vida, y debía utilizar bien sus fuerzas.

En el momento en el que el espíritu del dragón le tenía entre sus fauces y se disponía a cerrar la boca, Fidel dio un ligero salto a un lado para escapar, y un segundo salto hacia delante para iniciar su ofensiva. Desde ese punto, alzó su nueva arma y comenzó su ataque por debajo de la mandíbula de su objetivo.

Aprovechando la curvatura de su hacha, el caballero fue degollando de un lado a otro al dragón, sin necesidad de cambiar la orientación del hacha ni adaptar sus movimientos al ataque. Simplemente avanzó con el arma clavada bajo la mandíbula de la bestia y el hacha hizo todo el trabajo.

Al finalizar el golpe, el dragón perdió el control y comenzó a volar de un lado para otro, estrellándose contra las paredes del cráter una y otra vez, mientras una luz blanca brillaba bajo su garganta. Con el último rebote en la pared, acabó yendo directo a por Mesa, que no hacía otra cosa que observar estupefacto.

“Santo… Cielo…”

La bestia abrió su boca una última vez, envolvió a Mesa entre sus fauces, y un instante antes de engullirle estalló en una explosión de energía, dejando otro sonoro rugido como último aliento.

Tras la explosión, Fidel cayó al suelo en posición fetal, tremendamente debilitado. Había perdido demasiada sangre y su cuerpo ya no podía más. Desde el suelo, con la vista borrosa y los sentidos atrofiados, pudo distinguir una estela de luz blanca alrededor de Mesa.

“¿Qué es esta luz?” se preguntaba Mesa.

Enseguida, la estela de luz se dividió en centenares de haces de luz que volaron hacia el caballero como si de estrellas fugaces se trataran. Sin saber muy bien cómo ni por qué, el caballero se dio cuenta de que el agujero de su estómago se iba cerrando poco a poco, según llegaban los haces de luz a su cuerpo.

“Si estoy en lo cierto – Mesa trataba de reflexionar sobre lo que estaba ocurriendo delante de sus ojos – Ese dragón era el que alimentaba la técnica del caballero de la tierra, y ahora que había terminado, debía cobrarse su vida como premio, o más bien, su alma. Sin embargo, el caballero hizo frente a la criatura y la derrotó con ese hacha, dejando esa extraña luz al morir. La luz se ha dividido en haces más pequeños… ¿qué podrán ser? Tal vez… ¿Las almas de los anteriores ejecutores de la técnica, cuyas almas fueron entregadas a la bestia? Podría ser… Eso significaría que ahora han quedado en libertad gracias al caballero, y entiendo que están tratando de curarle para agradecerle que por fin pueden descansar en paz…”

A los pocos minutos, la herida del caballero ya estaba completamente cerrada, y todavía bastante debilitado, se fue levantando poco a poco, viendo que se le brindaba una nueva oportunidad.

“No te hagas ilusiones – le dijo el profesor – Aunque esas almas te hayan curado la herida, no pueden regenerar toda la sangre que has perdido, ni devolverte toda la energía que has gastado. Sigues estando enormemente debilitado, prácticamente a punto de morir. Incluso un soplido acabaría contigo”.

“Pues igual que tú entonces… – fue la respuesta que obtuvo de Fidel – No sé cómo ni por qué, pero el caso es que vuelvo a estar de pie frente a ti, y con un arma nueva. ¡No desperdiciaré esta oportunidad!”

El caballero alzó el hacha que acababa de estrenar, y la gema roja que lucía incrustada en la cabeza del arma comenzó a brillar. Seguidamente, inició el ataque. A pesar de lo que había visto hacer al caballero, Mesa todavía seguía seguro de sí mismo, pensando que derrotar al dragón se trataba de un simple golpe de suerte.

“Ese arma parece peligrosa – pensaba mientras le veía acercarse – pero yo soy más peligroso”.

Confiado, trató de detener el hachazo de su adversario con sus propias manos como si se tratase de la espada que llevaba antes. Intentó agarrar el filo igual que había hecho otras veces, sin embargo, las cosas no fueron como él esperaba. Por alguna razón, la fuerza del caballero con su nueva arma era mucho mayor, y Mesa terminó con la mano ensangrentada. En ese momento, la gema roja volvió a brillar. Fidel le propinó una patada en la barbilla, elevándole, por los aires, y remató la acción con un hachazo en la zona lumbar, que además de asestarle un corte severo, le mandó por los aires de un plumazo.

Mesa se elevaba sin control en el aire, hasta que terminó estrellándose contra algo y cerró los ojos de un acto reflejo. Al abrirlos, su sorpresa fue grande. Supuestamente, no parecía haberse estrellado contra nada, pero allí estaba, tumbado en medio del cielo, viendo la superficie de la tierra sobre su cabeza, sin entender nada de lo que ocurría.

Se puso en pie, y en efecto, por alguna razón, era capaz de caminar por el cielo, y boca abajo además. Fidel no tardó en aparecer y también aterrizó sobre el cielo, a su misma altura. No estaba levitando, sus pies estaban perfectamente posados sobre una superficie invisible, es más, su cuerpo tampoco interpretaba que estuviera al revés. Su cabello no se inclinaba hacia arriba, ni sentía que la sangre le subiera a la cabeza.

“¿Qué está ocurriendo aquí?” Mesa continuaba totalmente absorto.

“Simplemente he modificado las leyes del espacio en este lugar. Ahora mismo es como si este lugar fuese el suelo, y todo lo que haya sobre él así lo acepta. No se trata de que haya alterado la gravedad, la presión, o cualquier otra variable, es el espacio lo que está ahora bajo mi control”.

“Pero… Tú eres el caballero de la tierra, no deberías tener ese tipo de habilidades”.

“¿Todavía no te has dado cuenta? Desde el momento en el que obtuve esta hacha, ya no soy el caballero de la tierra. Ahora soy Fidel, ¡Caballero del Espacio!”

“¡¡¿Caballero del Espacio?!! – exclamó sobresaltado – Jamás escuché hablar de nada parecido”.

“Es normal, porque hasta hace un momento, no existía algo así. Durante mucho tiempo he estado buscando la manera de igualar a Arturo convirtiéndome también en SuperGuerrero, pero por más que lo intentaba, nunca lo logré. Pensaba que, como Suso pudo hacerlo gracias a aquel colgante, cualquiera podría, pero parece que ese era un camino reservado solo para Arturo. Pese a todo, parece que la vida pone finalmente a cada uno en su lugar, y al final no he igualado a Arturo logrando la transformación, ¡le he superado ascendiendo de clase!”

Mesa se encontraba patidifuso. Sus perfectos cálculos no incluían nada igual. Le estaba costando más de lo habitual asimilar lo que estaba ocurriendo. Su, en primer lugar, aparentemente insignificante adversario había crecido por momento hasta llegar a lo más alto, mientras que su sueño de lograr el estudiante perfecto que dominara todas las artes, sueño que hasta hace bien poco estaba tocando con los dedos de la cama, de un momento a otro había empezado a tambalearse.

Fidel comenzó un nuevo ataque. Salió directo hacia su adversario, corriendo por el aire, como si de suelo se tratase. No contento con caminar por los aires, el caballero dio un salto a un lado y continuó avanzando de lado, como si corriera por una pared invisible, al mismo tiempo que preparaba su hacha para un nuevo ataque.

Se había dado cuenta del golpe psicológico y quería aprovecharlo para poner punto y final al combate de una vez por todas. Saltó desde el lateral directo hacia su cuello con intención decapitarle de un hachazo y ganar finalmente. No obstante, no podía ser tan sencillo. No se sabe si conscientemente o movido por el instinto de supervivencia, Mesa extendió el brazo y detuvo el ataque del caballero agarrándole de la muñeca, a escasos centímetros de que el filo del hacha alcanzara su cuello. Acto seguido, giró la Mesa y se vieron cara a cara. Indudablemente, algo había cambiado en él. Sabía que había perdido totalmente el control de la situación, ya no estaba nada claro quién saldría vencedor del combate. Poder tirar por la borda todo el trabajo de años en un instante fue superior a él, que al fin y al cabo, también era un ser humano, y tenía sus límites.

“¡Yo soy…! ¡¡Enrique P. Mesa García!! ¡¡El mejor profesor de todos los tiempos!! – Le gritó con una mirada de desesperación – ¡Y no he trabajado durante tantos años para que un crío venga a arruinar mis planes! ¡Morirás y el Caballero Negro se completará gracias a tu esfera elemental!” y nada más terminar la frase balanceó ligeramente a su adversario y lo arrojo a un lado. Rápidamente, el caballero aterrizó sobre el cielo, quedando Mesa por encima de él y posicionado al revés, por lo que tuvo que mirar hacia arriba para continuar siguiendo sus movimientos.

Aunque lo gritaba con todas sus fuerzas, su intención era más bien creérselo él mismo que hacérselo creer a su adversario. Pese a todo, le salió bien, y sus propias palabras le sirvieron de motivación.

“Estaba al límite y se ha vuelto loco – pensaba el caballero – Ahora será completamente impredecible, pero de una forma u otra, sigue sin poder hacer nada contra mí”.

Mesa saltó, y en cuanto dejó de tener contacto con la realidad espacial creada por el caballero, su cuerpo volvió a regirse por las leyes del espacio habituales, y su cuerpo comenzó a caer hacia el suelo. En cuanto se dio cuenta de eso, levitó para retomar el control de su cuerpo, y levantó el vuelo directo a su objetivo.

“Él cree que mintiéndose en el aire puede minimizar los efectos del Hacha del Espacio, pero… ¡se equivoca!” exclamó Fidel.

Su adversario venía volando hacia él a gran velocidad, con el puño extendido, sin ocultar sus intenciones. El caballero volvió a alzar su hacha, iluminando la gema una vez más, mientras esperaba la llegada de su oponente. Mesa, que se olía algo malo al ver ese brillo de nuevo, aceleró considerablemente. Estaba a punto de alcanzarle, cuando se pronto se encontró volando en dirección contraria, dejándole atrás. Inmediatamente, paró en seco, se dio la vuelta y probó de nuevo, pero fue lo mismo. En cuanto estaba a punto de llegar, aparecía volando en dirección contraria sin explicación alguna. Incapaz de hacer más, no le quedó más remedio que detenerse y observar la sonrisa confiada del caballero.

“¿Qué es lo que has hecho? ¡¿Por qué no puedo alcanzarte?!”

“Tú eres profesor, ¿verdad? ¿Recuerdas que hubo un tiempo en que las personas pensaban que el planeta era una superficie plana y que si llegabas al final te caías por el fin del mundo? ¿Qué pasó después?”

“¿Me tomas el pelo? ¿No lo sabes? Yo era profesor de filosofía, pero es cultura general. Para demostrar que el planeta es redondo mandaron una expedición de cinco barcos en dirección al oeste en línea recta, que llegarían desde el este al mismo punto, aunque solo llegó un barco – en ese momento, Mesa se dio cuenta de por qué se lo había preguntado – Espera un momento, no querrás decir que tú…”

“Eso es. El planeta es redondo, sus extremos se tocan, al igual que el resto de planetas. Y el espacio en general cumple las mismas reglas. Por eso no has podido alcanzarme. Gracias a mi Hacha del Espacio, he creado un área cuyos extremos son el punto por el que vienes a atacarme y su lado opuesto, por eso al intentar acercarte a mí has aparecido en el mismo punto pero en dirección contraria. Sin vórtices, ni teletransportes, ni nada, simple alteración de las leyes del espacio”.

Desde que había conseguido el hacha, Mesa todavía no había sido capaz de tocar a Fidel. Su cuerpo temblaba de impotencia, pero todavía no se había rendido ni mucho menos. Enseguida tuvo una idea, realizó múltiples clones de sí mismo, rodeando a su objetivo, y se lanzó con todos a la vez, buscando una abertura en la habilidad del caballero.

“En verdad, alterar el espacio para impedir que todos tus clones me ataquen es algo realmente molesto – decía Fidel mientras los clones de Mesa se acercaban – Sin embargo, hay otras opciones…”

El caballero parecía que iba controlando cada vez más y más sus nuevas habilidades. Ahora ni siquiera tuvo que alzar su arma para activarla. Con tan solo tenerla sujeta, vio cómo la gema se iluminaba una vez más. Ya sólo tenía que esperar tranquilamente sus efectos.

El ataque conjunto de todos los clones, junto al original, pareció dar en el blanco, pero la cantidad de clones juntos en un espacio tan reducido impidió al original ver si había tenido éxito.

“Al multiplicar mi cuerpo con el Kage Bunshin no Jutsu, mi fuerza queda repartida a partes igual con el resto de los clones – pensaba Mesa, que veía su brazo incrustado entre un montón de clones que le impedían ver lo que había detrás – Pero también tiene una contrapartida positiva. Los recuerdos y las experiencias de cada clon van por separado, y cuando se destruyen, vienen todas de golpe a mí, y me permiten aprender de todo lo que han hecho. Si los destruyo, enseguida sabré cuanto han dado en el blanco”.

Eso hizo. Anuló la técnica, destruyendo a todos los clones, que se perdieron en una nube de humo. Las memorias de todos llegaron de repente a la cabeza del profesor, que pudo ver en su memoria el recorrido de cada uno, y donde había terminado por golpear. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no necesitaba las memorias de los demás para darse cuenta de lo que había ocurrido, porque a él le había pasado lo mismo a que a todos. Ninguno había dado en el blanco. El puño de Mesa descansaba en medio del aire, varios centímetros alejado del cuerpo del caballero. No parecía haber nada que lo bloqueara, pero a pesar de que Mesa trataba de avanzar con todas sus fuerzas, no era capaz de adelantar su posición ni un sólo milímetro. Era como si una barrera invisible le impidiera continuar hacia adelante.

“¿Qué es lo que ocurre ahora?”

“Como Caballero del Espacio, no soy capaz de manipular únicamente las leyes del espacio. Ahora, también puedo controlar a su contario”.

“¿Su…? ¿Contrario? No entiendo nada”.

“El vacío. Las personas tienen un concepto equivocado del vacío. Piensan en él como una zona en la que no hay nada, que pueden llenar de cualquier cosa, pero la realidad es todo lo contrario. El vacío es el antiespacio, es un área en la que no hay nada, pero tampoco puede entrar nada. Al crear una pantalla de vacío delante de ti, sin importar cuanto lo intentes, no podrás avanzar. Nada puede entrar en el vacío, ni siquiera la luz o el sonido. Ahora mismo, la barrera que cubre tu ataque es pequeña a propósito, para poder hablarte, porque si me envolviera completamente, a pesar de estar muy cerca, mis palabras no llegarían a tus oídos, ni mi imagen a tus ojos”.

Aquellas palabras terminaron de derribar la moral de Mesa. Le acababan de demostrar que sin importar lo que intentara, no podía alcanzar a su oponente, sin importar el tipo o la potencia del ataque. Tal vez físicamente todavía le quedasen opciones, pero emocionalmente estaba completamente acabado.

“Y ahora… Voy a mostrarte la técnica que terminará este combate. El ataque definitivo del Caballero del Espacio, fundamentada en todo lo que te acabo de explicar. El llamado… ¡Corte Vacío!”

Fidel empuñó el hacha con las dos manos, se la llevó hacia atrás y se detuvo un instante para concentrarse. La gema que lucía su hacha volvió a iluminarse, salvo que ahora albergaba un brillo mucho más tenue, más sombrío y apagado. Asimismo, esta vez el brillo no se limitó a la gema. Los ribetes dorados también se llenaron de luz suavemente, y finalmente la luz fue transferida a la parte afilada de la cabeza del hacha, que pasó de ser plateada a blanca.

Con todo dispuesto, el caballero de la tierra echó los brazos hacia delante y practicó un poderoso golpe ante un impotente Mesa que supo hacer otra cosa que quedarse mirando. El corte comenzó en su hombro izquierdo, clavándose profundamente, y lo fue arrastrando lentamente hacia su costado derecho, atravesando todo su torso mientras se aseguraba de aplicar toda su fuerza en todo momento.

A pesar de que el hachazo dio de lleno en el cuerpo de Mesa y de que el arma se hundió profundamente, no salió ni una gota de sangre. El corte fue limpio, y en ocasiones, el sangrado tarda un poco en aparecer, pero no se trataba de eso. Incluso después de finalizar el ataque, la hemorragia seguía sin sucederse. La herida del corte estaba abierta, podía verse claramente su carne separada, pero entre medias no había nada, absolutamente nada. Lo único que podía verse era una completa y profunda oscuridad.

Mesa se observó la herida, sabía que algo había ocurrido. Algo referente a las nuevas habilidades del caballero, y ni siquiera tuvo que preguntar para saberlo.

“Este es el poder de Corte Vacío. Ahora, parte de tu cuerpo es un espacio vacío. Ha sido creado en tu interior y te acompañará durante el resto de tu vida. El vacío no permitirá que entre ni salga nada de tu cuerpo a través de esa herida, por eso no estás sangrando, pero no te hagas ilusiones, eso no significa que estés a salvo. Solamente quiere decir que las heridas provocadas con Corte Vacío no se pueden curar, ni con el paso del tiempo, ni con medicinas, ni siquiera con las habilidades que tenía Peter. Esa herida y el dolor que te provoca te matarán, más tarde o más temprano. El combate ha terminado…”

Sin decir palabra, el cuerpo de Mesa comenzó a caer. Seguía consciente, pero se daba cuenta de su situación. No tenía nada que hacer contra el Caballero del Espacio. Así que, en silencio, resignado, dejó que su cuerpo descendiera por inercia hasta perderse de nuevo en las profundidades del cráter.

En el aire, Fidel notó un fuerte pinchazo en el corazón. Se llevó la mano al pecho de un acto reflejo, y poco a poco, también comenzó a caer.

“Parece que este es límite de mi cuerpo, el límite de mi resistencia – decía mientras se precipitaba al vacío junto a su adversario – El lugar hasta donde me ha llevado el título de caballero de la tierra…Parece que Corte Vacío necesitaba más energía de la que pensaba… Gasté la que me quedaba en hacerlo y ahora mi cuerpo no puede más… ¿Sobreviviré?” pensaba mientras dejaba caer su arma, a causa de la falta de fuerzas.

Los dos cuerpos cayeron con pocos segundos de diferencia, y en posiciones similares a las que se encontraban justo antes del choque de espadas que dio lugar a esta última parte de la batalla. Al poco tiempo, también cayó el hacha de Fidel, algo alejada, pero todavía dentro de su alcance.

Tirados por el suelo, los dos combatientes se miraban con rabia. Ninguno de los dos había logrado derrotar completamente al otro y seguir en pie, a pesar de que ambos tuvieron varias oportunidades. Ahora, en el final, todos esos recuerdos se les venían a la cabeza y les torturaban por dentro. Sus sueños, sus esperanzas y sus miedos se veían las caras una última vez.

“Apenas puedo moverme… Haber usado Mismo Destino durante tanto tiempo y someter a mi cuerpo a tantas alteraciones del espacio estando debilitado ha terminado por pasarme factura… Que gracioso, jeje – se reía, aunque no sabía por qué – mis propias técnicas han acabado conmigo… Supongo que es un final muy de mi estilo…”

Mesa se fijó rápidamente en el caballero. Vio claramente que el arma que tantos problemas le había dado ya no se encontraba en las manos de su dueño.  De pronto, se le abrió una vía hacia la victoria. A medio camino entre su posición y la de Fidel, descansaba la mitad de la antigua espada del caballero, que había sido seccionada en el choque, y ahora descansaba clavada en la tierra. Sin pensarlo dos veces, comenzó a arrastrarse por el suelo en busca de su última oportunidad de ganar.

“El hacha… Ya no tiene el hacha… Si mis deducciones son correctas, ahora no debería ser capaz de utilizar ninguna de sus habilidades de Caballero del Espacio – mientras avanzaba a rastras, rememoraba todas las habilidades que había realizado el caballero en su última etapa. Todas ellas tenían algo en común – Cada vez que alteraba el espacio, la gema roja que había en el arma se iluminaba… Es por eso que… Es por eso que debo intentarlo… ¡Debo vencer! Como el gran profesor que soy…”

“¿Qué hace? – Fidel había visto que Mesa avanzaba lentamente, pero advirtió que no iba hacia directo hacia él, su rumbo era aproximado, pero terminaría claramente alejado si continuaba en la misma dirección. Preocupado, adelantó la mirada siguiendo su ruta, y fue entonces cuando comprendió todo – Él va… ¡Va a por mi espada!”

Rápidamente, hizo un esfuerzo y extendió el brazo, buscando alcanzar su hacha para defenderse. Estirándose al máximo, llegaba a acariciarla levemente con un par de dedos, pero era insuficiente para agarrarla. Lejos de rendirse, trató de moverse un poco para terminar de alcanzar su arma, pero fue entonces cuando sintió un segundo pinchazo en el corazón, mucho más intenso que el primero, que le dejó totalmente incapacitado.

“¿Por qué…? – Pensaba, entre gritos y sollozos, pues ya no era casi capaz de hablar – ¿Es que voy a perder ahora? ¿De esta forma? – Miró por el rabillo del ojo para vigilar la posición de su adversario. Mesa acababa de agarrar la hoja rota de su espada, y comenzaba a dirigirse hacia él, lentamente, todavía arrastrándose – ¡No…! – A pesar de que se mordió con fuerza la lengua tratando de controlarse, igualmente se le saltaron las lágrimas de rabia – ¡Muévete! ¡Vamos muévete! – le decía a su cuerpo, pero éste ya no respondía. Apenas podía mover el cuello, y daba gracias por sentir los dedos de las manos. Su cuerpo le había dado todo durante el combate, pero todo había terminado. Estaba completamente acabado, y él lo sabía – Lo peor es que… Aunque lograse coger el Hacha del Espacio… ¿Luego qué? No me quedan fuerzas para empuñarla, ni mucho menos para alterar el espacio o para hacer un Corte Vacío, ¡¿de verdad va a acabar así todo?! ¡¿Es que no me queda ninguna opción?!”

Mesa ya estaba muy cerca. Lo primero que hizo fue alejar el Hacha del Espacio del caballero de un golpetazo con la hoja de la espada. El arma no se alejó mucho, pero si lo suficiente como para quedar totalmente fuera del alcance de Fidel, que veía a la muerte reflejada en los ojos de su oponente. Levantó la hoja y apuntó con al mirada al corazón del caballero, quien rápidamente echó un vistazo a su alrededor moviendo los ojos, buscando un milagro que salvara su vida. En ese instante, finalmente se dio cuenta de donde estaba.

“Estoy… Estoy rodeado de tierra”.

En efecto, en el fondo del cráter, lo único que había era tierra por todas partes. El suelo, los grandes muros de las paredes, y la gran profundidad, todo era un abrigo de su elemento originario. Aunque muy suavemente, todavía sentía el cálido abrazo de la tierra, que seguía apoyándole incluso en sus últimos momentos.

“Eso es… Un ataque de tipo tierra, incluso en mi situación actual, debería ser posible – por suerte todavía sentía los dedos de las manos. También sentía la tierra que tocaba con ellos. Eso era suficiente para realizar el ataque – La pregunta es, ¿cuál? Una técnica que me salve la vida y además haga que gane el combate… Creo que sólo se me ocurre una posibilidad… ¡Premature Burial!”

Finalmente, Mesa clavó la hoja en el objetivo, pero el sonido que escuchó no se pareció en nada al apuñalamiento de un cuerpo humano. Enseguida vio el motivo. El trozo de espada se había clavado en un estanque de arena que la última vez que miró no estaba ahí. El cuerpo del caballero se había hundido en la arena, apenas quedaba su cabeza y sus hombros por encima de la superficie, y por eso la espada no había llegado a su objetivo, aunque por muy poco.

Rápidamente, trató de dar un golpe certero al caballero, en la cabeza, en el hombro, daba igual, con uno bastaba. Extrajo la espada de la arena sin demasiado problema, pero cuando se dispuso a atacar de nuevo, perdió levemente el equilibrio, impidiéndole apuntar adecuadamente. Su cuerpo también se estaba empezando a hundir en la arena que había invocado el caballero con sus últimas fuerzas.

“Lo siento, pero que me haya convertido en el Caballero del Espacio no significa que ya no pueda utilizar el elemento tierra – le susurró sonriendo mientras ambos continuaban hundiéndose – Las arenas movedizas nos arrastrarán hasta el centro de la tierra, donde ambos moriremos calcinados. Esto terminará con nuestra lucha, Mesa”.

Él intentaba desesperadamente acertar con su ataque, pero no tardó en darse cuenta de que cuanto más luchaba, más se hundía en las arenas movedizas. Al final tuvo que soltar la hoja de la espada para sostenerse con esa mano también, evitando caer de cara a la arena y acelerar el proceso.

“Jejeje – el caballero de la tierra reía viendo los últimos momentos de su poderoso adversario, mientras su rostro terminaba de hundirse en la arena, para descansar en paz por siempre, rodeado de su elemento – Lo siento mucho… Arturo” susurró finalmente.

Mesa también estaba a punto de hundirse del todo. En situaciones normales salir de ahí sería algo sumamente sencillo, pero estaba realmente debilitado y su débil e inútil resistencia a las arenas era lo más que podía hacer llegado a ese punto. Sin embargo, él sabía que le quedaba algo por hacer. Algo que no podía marcharse sin hacerlo. Con sus últimas fuerzas, extendió la mano al cielo, provocando que el resto del cuerpo se hundiera más rápido, y lanzó una bola de energía al cielo, pocos segundos antes de quedar sepultado junto al caballero.


El Hacha del Espacio terminó siendo alcanzada y devorada también por las arenas, terminando el campo de batalla totalmente vacío, sin vencedor ni vencido.

Curiosidades!!!


El hacha de Fidel está basada en al Crocodine, de Las Aventuras de Fly.