lunes, 19 de enero de 2015

Episodio CLXXVII

Estrenamos el que ya oficialmente será el último año de Los Caballeros. Antes o después, todo terminará para siempre, así que, ya que hemos llegado hasta aquí, tratemos de que lo que queda por llegar sea memorable ;)

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Episodio 

CLXXVII

A
jeno a todo lo que estaba ocurriendo, el caballero del fuego continuaba su letargo en las tierras de Narshe. A pesar de que seguía cubierto por un charco de sangre seca, y que sus ropas estaban completamente manchadas, sus heridas ya estaban plenamente recuperadas, y el campo de energía curativo que le envolvía, comenzó a deshacerse tras haber cumplido su misión.

Su organismo ya había restaurado todas las funciones vitales y su cuerpo ya estaba libre, pero Arturo tardó todavía un rato en recuperar la consciencia. Suavemente, y algo confuso, el caballero comenzó a despertarse. La curación no había impedido que sus músculos se entumecieran, lo que unido a la falta de alimento durante tantas horas le hacía sentirse terriblemente debilitado.

En principio, parecía no recordar lo que había ocurrido. Se había despertado de manera inocente, como un niño que, sumido en sus sueños, de pronto se estrella contra la realidad. El charco de su propia sangre sobre el que se despertó, los restos de sangre de Fidel cuando se arrastró por el suelo, así como la destrucción que habían generado los ataques de ambos sobre el entorno, no tardaron en hacerle recordar cada detalle, hasta el punto de hacerle temblar las manos.

“Yo… – se puso en pie de un sobresalto – Yo estoy aquí… Si soy yo el que está aquí, entonces… – la petición que había hecho a sus compañeros se había cumplido. Se acababa de dar cuenta de que su situación actual era el resultado de sus propias decisiones – Entonces… Perdí”.

Momentáneamente se derrumbó. El plan al que había dedicado tanto tiempo y sacrificio había resultado un rotundo fracaso. En un instante, cayó sobre sus rodillas y comenzó a dar puñetazos al suelo de rabia, terminando la pataleta estrellando la cabeza contra la tierra.

Tras unos minutos, finalmente dejó atrás el shock postraumático. Trató de dejar de pensar en lo que no había hecho, sino en lo que todavía estaba a tiempo de hacer. Rápidamente se puso de pie e intentó detectar la posición del resto de caballeros.

“Tal vez todavía esté a tiempo… Tal vez todavía pueda evitarlo – cerró los ojos para concentrarse. Sabía que por poco tiempo que hubiera pasado, la distancia que le separaba de sus compañeros debía ser muy grande, por lo que agudizó sus sentidos lo más que pudo – Esto es muy raro… Creo que capto las energías de Jonyo, Gabriel y Reik, pero son totalmente distintas. Es como si no fueran ellos, pero por otro lado, son ellos… No entiendo nada… No puedo sentir la energía de Fidel. La de Peter tampoco, pero al ser mucho más pequeña, tal vez por eso no la localice desde aquí. Tampoco siento a Mesa, a la teniente, ni al Capitán Lardo. Supuestamente, el Caballero Negro debería estar con ellos también, pero tampoco soy capaz de encontrarle… ¿Qué habrá pasado?” se preguntaba terriblemente angustiado.

Sin pensarlo más tiempo, Arturo salió volando a toda velocidad en dirección al lugar donde sentía las energías.

“¿Y si…? ¿Y si no llego a tiempo? – Se torturaba en pleno vuelo – ¡¿Y si ya no hay forma de llegar a tiempo?! ¡Por favor! ¡Seguid con vida! ¡Todos!”

En ese mismo instante, Reik descansaba tumbado en lo más profundo de un enorme socavón. La devastación que había generado su último ataque era claramente visible para cualquiera. Lo único que quedaba de Shawn Stevenson eran unas cuantas cenizas de sus huesos, que milagrosamente no se habían desintegrado del todo, se dispersaban con el viento.

Exhausto, el caballero había caído víctima de su propio agotamiento. A pesar de sus nuevas habilidades y de su victoria en combate, las graves heridas que había sufrido seguían ahí y no tenía medios para recuperarse. Sus fuerzas menguaban a ritmo vertiginoso, llegando al punto en que no era capaz de mantener congelado el hielo que protegía sus heridas. Poco a poco, se iba derritiendo, el efecto que calmaba su dolor iba desapareciendo, aumentando su agonía, mientras iba perdiendo el sentido poco a poco.

“He vencido a esas dos ratas… ¿Para acabar así? – Susurraba entre delirios – Qué patético… – Su visión se nublaba por momentos y la cabeza le daba vueltas. Borroso y lejano, le pareció ver a una persona acercarse, pero estando tumbado como estaba sólo alcanzaba a verle los pies  – ¿Quién es…? ¿Otro… enemigo?”

Al cabo de un rato se despertó. Una extraña luz rodeaba su cuerpo. La persona que había visto antes seguía ahí, pero al abrir los ojos todavía veía borroso y tan sólo divisaba su silueta con el Sol detrás.

“Tranquilo. Te pondrás bien” escuchó, aunque todavía oía algo distorsionado.

“¿Me estás curando… Peter…? ¿No habías muerto?”

“No. Soy yo, Gabriel. ¿Te encuentras bien, Reik?”

A los pocos segundos, al fin pudo reconocer la cara de su compañero. Tenía puesta una mano sobre su cabeza, y de allí salía una luz rosa que envolvía todo su cuerpo. Trató de echar un vistazo a sus heridas, pero ya no había ninguna. Su cuerpo estaba completamente recuperado.

“Relájate. Puede parecer que ya estás bien, pero has perdido mucha sangre. Todavía me costará un rato que te recompongas del todo por dentro – mientras le sonreía para tranquilizarle, echó un vistazo alrededor – Se ha debido de liar una buena entre la teniente y tú”.

“Ella no fue un problema. Lo peor fue lo que llegó después”.

“¿Después? ¿Pasó algo más?”

“Claro, tú no lo sabes. Ahora te pongo al día. Pero una cosa, ¿cómo es que ahora puedes curar?”

“Parece que vamos a tener mucho que contarnos el uno al otro”.

El caballero se había quedado inconsciente con su arma empuñada. Al notar que seguía sujetándola, la levantó para observarla con más detenimiento, ilusionado tras haber conseguido un arma que le distinguiera de los demás. Para su sorpresa, descubrió que su espada había vuelto a la normalidad, y que estaba intacta a pesar de haber intentado destruirla, provocando que dudase de sus propios recuerdos.

“Mi espada… ¿Ha vuelto? ¿O es que… Todo ha sido una ilusión?”

“Por cómo actúas, creo que a los dos nos ha ocurrido algo parecido con nuestra espada – le dijo Gabriel – No te preocupes, ella volverá cuando la necesites”.

Fue entonces cuando se fijó en que Gabriel no llevaba arma alguna. Ni espada, ni una maza como había conseguido él, ni nada. Tan sólo esa luz rosa que le transmitía desde su brazo. Era la única novedad que apreciaba.

“¿Y tu…?”

“Oh, está aquí mismo, no te preocupes. Creo que ya estás bien del todo, así que ahora mismo la verás”.

Retiró la mano de la cabeza de Reik, y la luz que envolvía su cuerpo se apagó suavemente. No obstante, seguía concentrada en la mano de Gabriel, que puso la palma hacia arriba para liberar la luz. El Espíritu de la Naturaleza emergió en su forma de mujer, dejando ensimismado a Reik, que contemplaba por primera vez aquella figura de luz de cabellos largos y voluptuosos pechos.

“Muchas gracias” le dijo Gabriel al espíritu, que le contestó girando la cabeza suavemente.

Pocos segundos después, el espíritu volvió a cambiar de forma, haciéndose cada vez más pequeño, hasta convertirse en la espada original del caballero de la rosa. Lentamente, se la guardó en la vaina y habló a su compañero, que seguía sin soltar una sola palabra.

“Creo que ya empiezo a controlarla. Vamos, hablaremos por el camino. Ahora tenemos que ir a buscar a Jonyo”.

“Claro, vamos…” contestó sin salir de su asombro, y ambos se pusieron en camino.

El caballero del fuego comenzaba a sobrevolar la isla, cuando vio el barco encallado en la arena, medio destruido e inutilizable. Inmediatamente, descendió creyendo que podía encontrar a alguien, pero en su lugar sólo encontró un buque abandonado a su suerte, sin ningún rastro de vida en su interior.

“No hay nadie… Y el barco… Está hecho añicos… ¿Qué habrá podido pasar? Además, recuerdo que nos contaron que no se podía acceder a la isla volando debido a la presión que ejerce la energía de Mesa y los demás en conjunto, pero… No noto absolutamente nada”.

Ya que estaba en el barco, aprovechó para ir a la bodega y comer algo. Sabía que por muy recuperado que estuviese, ingerir alimentos era fundamental para no caer desfallecido poco después. Cogió lo primero que encontró para llevarse a la boca y salió de allí tan rápido como pudo, tras comprobar una vez más de un vistazo rápido que el navío se encontraba completamente vacío.

Al salir del barco y poner un pie en la arena, Arturo se detuvo de repente y se quedó en completo silencio. No veía nada raro. No escuchaba otra cosa que el rugido de las olas al deshacerse sobre la arena. Tampoco sentía ninguna energía. Sin embargo, el caballero del fuego no estaba tranquilo. Nada tranquilo. Tenía un extraño presentimiento que no dejaba de atormentarle.

“Tal vez será mejor que siga a pie” concluyó y reanudó su camino.

Gabriel y Reik se aproximaban a la posición de Jonyo, mientras ultimaban los detalles de sus respectivos combates.

“Con que eso es lo que ha pasado… Shawn… Jamás lo habría imagino. Debía ser un maestro de la mentira y el engaño para manipularnos así a todos sin que lo notásemos si quiera. Pero bueno, lo importante es que todo ha acabado, y que, por lo que parece, tenemos una nueva arma cada uno – echó la vista al frente y descubrió la figura del caballero del rayo a lo lejos – Ah, ¡allí está Jonyo!”

Encontraron a Jonyo sentado de rodillas al borde del acantilado. El Caballero Negro no estaba por ningún lado, tan sólo su espada, clavada sobre un montículo de arena, delante del lugar donde reposaba el caballero.

“Eso es…” Reik se imaginó lo que había ocurrido.

“Sí. Una tumba” respondió de forma escueta.

“Entonces, finalmente ganaste…”

“No. Perdí. Perdí una vez más. No pude… No pude salvarlo. A pesar de que tuve esta segunda oportunidad, volví a desperdiciarla, y ya no habrá una tercera…”

“Lo importante es que tú sigues con vida – añadió Gabriel – Por eso, aunque él fuera tu amigo, ya está muerto, y no podemos hacer nada por él. Tenemos que seguir adelante por las personas que todavía siguen con vida. Es por eso que debemos ir cuanto antes a por Fidel, o las víctimas seguirán aumentando”.

“No – le cortó tajantemente – No es necesario ir a por Fidel… El ya no…”

“¡¿Qué dices?! ¿Cómo lo sabes? – le preguntó Gabriel severamente preocupado – He estado sintiendo su energía hasta hace nada”.

“Blackron logró obtener la esfera elemental de la tierra, por lo que… No vino Mesa en persona, así que tampoco he visto su cuerpo, pero vamos que ya es demasiado tarde”.

“Entonces, ¿realmente consiguió adquirir todos los elementos oscuros?” preguntó Reik, sabiendo que robó el suyo antes de hacerse con el de Fidel.

“No, o al menos, dijo que no era necesario. Le faltaba el tuyo – dijo señalando a Gabriel – Él decía cosas muy raras sobre ti. Que tu esfera elemental no era necesaria o algo así. Que no eras quien decías ser y que tu elemento era especial, por eso no podía cogerlo. Habla. ¿A qué se refería? Cuéntanos la verdad”.

“Te contaré toda la verdad de camino, al igual que ya se la he contado a Reik. Pero ahora debemos irnos”

Jonyo miró a su compañero, que asintió con la cabeza, animándole a confiar en las palabras de Gabriel.

“Recuerda que no es necesario que el portador muera para que el Caballero Negro robe sus poderes. Todos sois la prueba, seguís vivos, así que Fidel también puede estarlo. Y aunque no lo esté, también debemos ir. Si ha caído en combate, su cuerpo merecerá nuestro respeto. También será tarea nuestra acabar con Mesa antes de que llegue Arturo si es así. Si no lo hacemos, esta espiral de odio continuará…”

“Bueno, no adelantes acontecimientos – le detuvo Reik – Vámonos cuanto antes y descubriremos lo que ha pasado”.

Los tres caballeros se pusieron en camino, pero un instante antes de partir, Jonyo volvió la vista atrás para contemplar la tumba de su amigo por última vez.

“Hasta siempre, amigo. Voy a acabar con esto de una vez”.

“¡Vamos, Jonyo!” le llamaban sus compañeros.

“Sí, ya voy” contestó.

El caballero se dio la vuelta y avanzó hacia delante, dejando atrás no sólo la tumba bajo la que yacía el último de sus viejos amigos, sino también, el pasado que tanto tiempo había estado atormentándole.

En paralelo, el caballero del fuego parecía vagar sin rumbo fijo. Había estado deambulando por la isla en varias direcciones, tratando de encontrar el lugar de destino por simple fortuna, pero cada vez que llegaba a una nueva área, parecía poco convencido y cambiaba el rumbo. Así una y otra vez.

Ahora campaba por una zona seca e inhóspita, sin vegetación alguna, y con lagartijas correteando entre las piedras como únicos animales del lugar. El suelo, agrietado por la falta de agua, llenaba las botas de Arturo de polvo con cada pisada, mientras el Sol de mediodía, colocado justo en el centro del cielo, acrecentaba el calor, y le hacía ver borroso a lo lejos.

De pronto, detuvo su avance, como si el cansancio hubiera hecho mella en su cuerpo, a pesar de haberse alimentado e hidratado en su paso por el barco. Se quedó allí, de pie, tratando de respirar sin abrasarse.

“Sé que estás ahí – dijo en voz alta – Eres muy hábil. No siento tu energía, no veo nada raro, ni escucho tu avance. Pero, a pesar de todo, no podía evitar sentirme observado en todo momento. Es como si tuviera la punta de una espada pegada al cuello y al menor movimiento en falso fuese a ser asesinado. Por mucho que borres tu energía, por mucho que te escondas, no puedes eliminar esa sensación. La misma que transmite un depredador cuando acecha a su presa. Tal vez la mayoría de las personas no notarían nada, pero alguien como yo, que ha estado expuesto a un grave peligro en numerosas ocasiones, y que casi pierde la vida tantas veces, ¡no me puedes engañar! ¡Muéstrate!”

Durante unos segundos, hubo un silencio, pero poco después, Arturo comenzó a escuchar un extraño sonido para el lugar en el que se encontraba. El sonido de agua fluyendo. Poco a poco, comenzó a brotar una suave corriente de agua del interior de las resecas grietas del suelo arcilloso, acumulándose lentamente, formando una esfera de agua que comenzó a crecer.

Una vez se hizo suficientemente grande, comenzó a cambiar de forma. Pequeños tentáculos de agua crecieron, volviéndose cada vez más largos y anchos, hasta convertirse en piernas y brazos, al mismo tiempo que la esfera se convertía en una cabeza y un torso, terminando una figura humana perfecta.

“Tal y como pensaba… Eras tú, ¡Duckman!” exclamó Arturo señalándole con su dedo acusador.

“Jejeje – reía, una vez finalizada su transformación – Mi enhorabuena, caballero. No esperaba que me descubrieras”.

“La verdad, no es cosa de hoy. Sé todo lo que has estado haciendo en las sombras durante todo este tiempo. Aquella vez que Jonyo te derroto, no pudo acabar contigo, aunque él no lo supiera. Déjame adivinar. Los pedazos de tu cuerpo que fueron congelados por Reik, luego no fueron alcanzados por la electricidad de Jonyo, ¿verdad?”

“En efecto. Las células de mi cuerpo que se encontraban congeladas no sufrieron daño alguno. Sin embargo, no todo fueron buenas noticias. No podía regenerarme. Al fin y al cabo, las células estaban congeladas y no respondían a mi llamada. Tuve que esperar durante días a que el hielo se derritiese para poder recomponerme”.

“Por eso no pudiste volver a atacarnos hasta aquella vez que provocaste un tsunami”.

“Así que sabes que también fui yo… Eres más listo de lo que pensaba caballero. Tal y como has dicho, en cuanto pude recomponerme, salí en busca de vuestro barco. Seguía en el mar, así que tenía los elementos a favor. La verdad es que pretendía hacer un ataque silencioso, mataros a todos uno a uno, lenta y dolorosamente, para cobrarme mi venganza. Pero el ansia de poder me sobrepasó. Verme rodeado de agua elevó demasiado mis ánimos y terminé con aquella ola gigantesca, que encima no logró matar a nadie”.

“Ya veo… Dime una cosa. ¿Cómo es posible que controles el elemento agua si no eres un caballero? ¿Quién o qué eres realmente?”

“Eso… Es todo culpa de Mesa. Tenía demasiada prisa por cumplir ese estúpido sueño del estudiante perfecto. No quería esperar a que vosotros, los caballeros legítimos, desarrollaseis vuestras habilidades de manera natural a lo largo del tiempo. Decía que se tardaría demasiado. Así que intentó crear guerreros elementales artificiales para utilizarlos en lugar de a vosotros. Yo fui el único de esos guerreros que completó el experimento con éxito. O al menos, eso pensaban”.

“¿Qué quieres decir?”

“Aunque, como has podido ver, tengo un control sobre el elemento agua, realmente, sigo sin ser un caballero. No tengo una conexión real con mi elemento, y por tanto nunca desperté la esfera elemental. El experimento para crear más guerreros artificiales fue cancelado, y Mesa no tuvo más remedio que esperar por vosotros. Todas las esperanzas y la atención que había depositado en mí desaparecieron de un día para otro. Para colmo, el día que me enviaron a vuestro castillo, realmente no querían que consiguiese nada, sólo buscaban una manera de quitarme de en medio. Al fin y al cabo, el primero siempre es el rival más débil”.

“Entonces, es por eso que has hecho creer a todo el mundo que estás muerto… Realmente, no tienes un lugar al que regresar”.

“Este es el motivo por el que, después de atacaros con el tsunami, me he estado ocultando todo este tiempo. No quería volver a dar otro paso en falso, ni volver a arriesgarme a morir. Quiero matar al más poderoso de todos los caballeros, llevar su cabeza ante Mesa, y después, matarle a él”.

Con todas las cartas sobre la mesa, Arturo sonrió, y se llevó la mano al bolsillo, de donde cogió algo, pero de momento, lo mantuvo oculto.

“Así que me quieres a mí concretamente… La verdad, tengo mucha prisa. No debería perder el tiempo aquí. Pero, dado que fuiste nuestro primer adversario y todavía no hemos sido capaces de vencerte, mereces mi respeto y me enfrentaré a ti, como pides. Sólo déjame hacerte una última pregunta, ¿por qué crees que estado dando vueltas sin rumbo por la isla nada más llegar?”

“Se me ocurren dos motivos. El primero, es que no eres capaz de sentir la energía de tus compañeros ni de Mesa o cualquiera de los otros, así que simplemente estás muy perdido, no sabes a dónde ir. Es normal, no tienes ni idea de lo que ha pasado, cualquiera en tu lugar lo estaría… El segundo motivo, es que te diste cuenta de que andaba detrás de ti, y durante este tiempo has tratado de despistarme. Cuando has visto que era capaz de seguirte el ritmo y no podías dejarme atrás, te has rendido y es cuando has reclamado mi presencia. ¿He acertado?”

“Por una parte sí. Es cierto que estoy muy perdido. Siento unas energías extrañas que se parecen a las de mis compañeros, pero que a la vez son completamente distintas. Es algo muy raro… Para colmo, esas energías se están moviendo de un sitio a otro y no me ponen nada fácil localizarlas. Tenía pensado ir al Castillo de la Fiera Deidad, pero tampoco sé dónde está…”

“Está por ahí – señaló Duckman – Si tú vas a tener el detalle de enfrentarte conmigo, yo tengo el detalle de mostrarte el camino. Aunque nunca vayas a poder recorrerlo…”

“Muchas gracias, Duckman – le contestó mientras sacaba la mano del bolsillo, aunque todavía no mostraba lo que había rescatado de su interior – He de decirte que, en efecto, el verdadero motivo por el que he estado yendo de un lado para otro ha sido por ti, pero no de la forma que piensas. Durante todos los encuentros que hemos tenido contigo, he aprendido mucho sobre ti y sobre tus habilidades. Al igual que nosotros, tu fuerza crece cuando tu elemento te rodea, y te debilita estar lejos de tu elemento. Es por eso que pudiste provocar un tsunami aquella vez, pero dudo mucho que pudieras hacer nada parecido ahora. Además, puedes separar una gota de agua que contenga tus células, alejarla a través del agua, y luego regenerarte, por lo que se puede decir que sobre el mar eres un adversario invencible.

Sin embargo, de aquí no vas a poder escapar. He estado midiendo la temperatura de todas las zonas de la isla por las que he pasado, y esta es la parte más calurosa y alejada del mar. De aquí no podrás escapar”.

“Así que era eso… Lo lamento, caballero, pero te equivocas. Era un buen plan, pero ningún escenario es perfecto. Incluso en este secarral, puedo escapar por las grietas del suelo si las cosas se ponen feas. Siendo una isla, habrá agua a no demasiada profundidad”.

“No. No lo harás. Porque tengo esto”.

Aquella frase, pronunciada con tanta confianza, despertó la curiosidad de Duckman, que puso toda su atención en el caballero. Arturo por fin mostró lo que escondía en su mano. Una pequeña bola morada de un extraño material.

“¿Qué es eso? ¿Una canica?”

“Es un regalo que nos dio Mireia cuando salimos de Arcadia, en agradecimiento por haberla salvado de morir a manos de Reik. Ella debía saber que seguías con vida, porque se trata del arma secreta para acabar contigo. ¡Ha llegado la hora de usarla!”

El caballero del fuego lanzó la pequeña bola morada directa contra Duckman, que estaba dudando. Por un lado, la determinación con la que había dicho el caballero sus palabras le había dejado preocupado, pero por otro lado, veía imposible cómo una pequeña bola inofensiva pudiese acabar con él de cualquier modo.

Durante unos segundos, mantuvo su indecisión, mientras observaba como esa pequeña esfera desconocida se acercaba más y más. Cerró los ojos para decidirse, y un instante después los abrió, con su decisión tomada.

“De ninguna manera… ¡Voy a dejarme derrotar por algo así!”

Acto seguido, llevó la mano hacia atrás, convirtió sus dedos en agua, y asestó un manotazo acuático a la pequeña bola, que estalló al mínimo impacto, liberando una nube morada por toda la zona.

“Esto es… ¿gas?”

“Eso es. Era una cápsula de gas. Ahora, todo el gas se ha liberado por la zona. Incluso por debajo del suelo, así que ya no puedes escapar por ningún lado. Tenía miedo de atacarte y que quedase aunque fuera una minúscula parte de ti, y esta historia se repitiese eternamente, por eso la cápsula era tan importante”.

“¡Mierda!” exclamó, y trató de salir huyendo.

“Es inútil. Con tu velocidad, es imposible que salgas de la nube de gas a tiempo, sin importar la dirección que tomes. Este es tu final, Duckman, ¡ha sido un placer!”

Arturo chasqueó los dedos, generando una pequeña chispa. Al entrar en contacto con el gas, la chispa se convirtió en llamarada, propagándose por toda la zona en milésimas de segundo, prácticamente de manera instantánea, engullendo vorazmente a Duckman, que fue calcinado sin remedio en medio de un fuerte grito. Trató de convertir su cuerpo en agua para contrarrestar el fuego que lo envolvía, pero dio igual. El intenso calor evaporó toda el agua, quedando sólo su sistema nervioso, que fue completamente incinerado segundos después, sin dejar ni una sola célula suelta por ahí.

“Y ahora, al castillo…” dijo Arturo cuando el fuego se disipó, una vez había consumido todo el gas.

En otra parte de la isla, Jonyo, Gabriel y Reik, continuaban su avance desde el acantilado hasta la posición de Fidel.

“¡¿Qué!? – Exclamó Gabriel estupefacto – ¿Nos estás diciendo que las esferas elementales salieron del cuerpo del Caballero Negro y se fueron volando por ahí?”

“Sí… Y lo peor no es eso… Lo peor es que iban… En esta dirección”.

Los tres se miraron, pero ninguno se atrevió a decir nada. Todos estaban pensando lo mismo, pero la idea era tan aterradora que deseaban estar equivocados.

“Bueno, no adelantemos acontecimientos – finalmente fue Reik el que rompió el silencio – Lo primero que tenemos que hacer es encontrar a Fidel. Si Mesa, o quien sea, está con él, tendrá que vérselas con todos nosotros. Ahora que sabemos que los tres tenemos nuestra Arma Final, no sería descabellado pensar que Fidel también tenga la suya. Si ha conseguido obtenerla, aunque Mesa sea su adversario, incluso él podría lograr la victoria”.

“Ya hemos llegado. Es ahí delante” dijo Gabriel, que estaba deseando poder cambiar de tema.

“Pero… Si hemos pasado la isla de largo – dijo Jonyo, tras darse cuenta de que hace un rato que estaban sobrevolando el mar – ¿Fidel ha estado luchando aquí?”

“Sin ninguna duda” dijo Reik y se detuvo en seco, señalando al suelo.

La repentina parada del caballero sorprendió a sus compañeros, que se chocaron contra su cuerpo. Tras un par de segundos de confusión, miraron hacia abajo como les estaban indicando. Allí, en medio del mar, descubrieron el cráter en el que había tenido lugar la última etapa del enfrentamiento de su compañero, aunque desconocían los detalles del encuentro.

“¿Qué habrá pasado aquí?” susurró Gabriel mientras descendía lentamente.

“Fuera lo que fuera debió de ser tremendo – comentó Reik – Las paredes del cráter se elevan por encima del nivel del mar… Por eso el agua no puede cubrirlo de nuevo…”

“Yo lo vi – dijo Jonyo, y sus compañeros se giraron de inmediato – No lo vi exactamente, quiero decir, no sé lo que pasó, pero cuando estaba luchando con Blackron vi una explosión inmensa que venía de este lugar. Ahora lo recuerdo…”

“Ahora que lo dices, yo también sentí algo raro cuando me enfrentaba a Lardo. Un viento muy poderoso, como una onda expansiva…”

“Entonces, se ve que los tres notamos algo. No imaginaba que Fidel pudiera ser tan poderoso. En cualquier caso, aquí no hay nadie. Ni Fidel ni Mesa. ¿Alguno de los dos se fijó en si la energía de Fidel estuvo todo el rato en este lugar?”

Los dos se quedaron pensando. Como ninguno de los dos tenía una respuesta, Gabriel utilizó la energía de la naturaleza para tratar de encontrar la respuesta. Cerró los ojos y un aura rosa le envolvió. Se puso en contacto con los seres vivos del lugar, los animales, los peces, incluso los árboles y las plantas, para que buscasen restos de la energía de su compañero, y finalmente obtuvo su respuesta.

“No. Fidel estuvo también en otro lugar. ¡Seguidme!” exclamó, y los tres se pusieron de nuevo en camino.

Arturo llegó a las puertas del Castillo de la Fiera Deidad, pero en lugar de entrar, se quedó observando los alrededores. Había numerosos cráteres de tamaño medio por todo el lugar, incluso pedazos de rocas incandescentes por los suelos, restos de los meteóricos ataques del caballero de la tierra. La destrucción poblaba los alrededores, pero el castillo estaba intacto, lo que despertaba una gran inquietud en la mente del caballero, que no comprendía lo que había ocurrido.

“¿Qué ha pasado aquí? ¿Acaso es que llego tarde? ¿Todo ha terminado ya?”

Caminó lentamente por los alrededores, tratando de adivinar lo que hubiera podido acontecer en esa isla mientras él estaba inconsciente, cuando algo estalló bajo la tierra, justo delante de él. Del susto, Arturo cayó del culo, y pudo ver lo que se presentaba ante sus ojos. Herido, con el traje destrozado, las gafas rotas, sucio, casi irreconocible, con un extraño corte oscuro que cruzaba su torso, y las seis esferas elementales dando vueltas a su alrededor, Mesa acababa de salir del interior de la tierra, y ahora miraba al caballero, lleno de odio.

“¡¡Es la hora del examen final!!”

Curiosidades!!!


La escena del gas es homenaje al combate de Luffy vs Usopp de One Piece. Llevaba ideada desde el instituto y hoy por fin he podido usarla :p


El castillo de la Fiera Deidad debe su nombre a la forma que adopta Link al final de The Legend of Zelda, Majora's Mask.