domingo, 28 de octubre de 2007

Episodio LIX

Poco que decir, el final se ve más cerca que nunca. El contenido de este y capítulo (y de los próximos) estaba cuidadosamente planeado desde hace meses, y hoy por fin puedo sacarlo a la luz (sin retrasos ni pollas xD). Ánimo que ya no queda ná ^^ Recordar que la fecha fijada para la firma del libro es el 6 de Diciembre, para más datos, ver mi subnick. Id reservando el día ^^

Título: N/A

Tamaño: 9

Dedicado a: Toda mujer que haya sufrido discriminación sexista en alguna ocasión.


Episodio LIX

L

os esbirros se concentraron alrededor de los dos caballeros mientras que Miss Jewel, apoyando a Reik, escapaba caminando. Gabriel trató de abrirse paso entre los esbirros, pero le cerraron el paso.

“¡No! ¡Se está yendo!” exclamó el caballero de la rosa.

“¿A qué esperas? Atácales antes de que sea tarde”.

“Parece que no será necesario, ya vienen ellos a por nosotros. Tendrás que mantenerte de pie por tu cuenta un ratito. No tardaré”.

“Adelante, no te preocupes por mí”.

Gabriel desvainó su espada dispuesto a combatir.

“¡Os advierto por vuestro bien que desistáis en vuestro intento! ¡Sólo conseguiréis sufrir!”

Los esbirros se miraron entre sí y se empezaron a reír.

“¡Jajaja! ¡Guarda eso, chaval, a ver si te vas a hacer daño!” exclamó uno.

“¡¿A quién quieres engañar?! ¡Todos sabemos que eres inofensivo!” gritó otro.

“¡Corre a casa con tu mamá!” gritó un tercero.

“Me parece que vas a tener que replantearte tu personaje” comentó Arturo.

“Esto es lo que faltaba, vamos, por favor… Se está dudando de mi…”

“Cierra la boca, nadie quiere escucharte” dijo uno y golpeó a Gabriel.

El caballero retrocedió varios pasos, pero no llegó a caer al suelo. Cuando recupero el equilibrio todos los esbirros se le acercaban sonriendo. Un segundo subordinado se atrevió a intentar un ataque que el caballero esquivo y devolvió con un fuerte puñetazo. Acto seguido, otros dos esbirros trataron de conseguir el mismo objetivo, atacando uno por cada lado, el caballero saltó y ambos chocaron. Al bajar otros dos le esperaban apretando los nudillos. Dio una media voltereta en el aire y apoyó sus manos en sus cabezas, chocándolas entre sí después. Al instante, se impulsó hacia el cielo, volvió a dar media vuelta y cayó al suelo de pie. Algo menos seguros de sí mismos, un grupo de subordinados se lanzaron contra él a la vez, con esperanzas de tener alguna posibilidad. Empezaron a golpear a diestro y siniestro contra el caballero sin ni siquiera fijarse en donde daba su objetivo. Debido a ello, algunos de los golpes daban en otro esbirro en vez de en el objetivo. Gabriel, abrumado ante su inferioridad numérica, se limitaba a evitar o bloquear los ataques que le llegaban de forma continua.

“Si sigo aquí Miss Jewel se va a escapar. No puedo seguir perdiendo el tiempo con estos mequetrefes, y tampoco puedo acabar con ellos…”

“¡Vamos, chicos! – exclamó uno – ¡Ya lo tenemos!”

Aquella exclamación desconcentró al caballero y recibió un puñetazo en la cara, que le descentró por completo, perdiendo el hilo de lo que estaba haciendo. Debido a ello, los demás esbirros no tardaron en encajarle también sus golpes, siendo objeto de un ataque masivo hacia todas las partes de su cuerpo.

“¡Caíste!” exclamó el mismo.

El caballero recibió de pronto una patada en el estómago que le tiró al suelo. Los esbirros no tuvieron escrúpulos por golpear a alguien que estaba tirado en el suelo. No obstante, estaban más contentos sabiendo que llevaban ventaja y, en vez de relajarse o bajar la guardia, atacaron con mayor ímpetu, pateando al caballero tirado en el suelo sin ningún pudor.

“¡Wajajajaja! ¡¿Qué dices a esto?!” exclamó otro mientras le pateaba el estómago.

Arturo le observaba de cerca. Veía a Miss Jewel y a Reik cada vez más lejos. Había perdido toda esperanza. Apenas podía moverse y mucho menos ayudar a su compañero al que estaban vapuleando delante de sus ojos.

“Hemos llegado hasta aquí, hemos combatido a tanta gente, superado tantas adversidades, ¿y vamos a perder aquí? Si por lo menos Peter estuviera aquí y pudiera curarme todo sería distinto…”

Gabriel tenía ya el cuerpo lleno de magulladotes, pero continuaba aguantando como buen caballero.

“No voy a perder aquí, no ante ellos, y no de esta manera. No quería hacerlo, pero no me dejan elección. Me los quitaré a todos de encima de un golpe con mi Senbonzakura. El único inconveniente es que el Capitán Lardo lo verá y podrá idear una forma de evitarlo en el futuro. Es arriesgado, pero ahora no tengo otra opción, si no actúo Miss Jewel escapará con Reik y nadie volverá a ser como antes”.

Cerró los ojos y se concentró. Su espada comenzó a brillar con una luz rosada. El Capitán Lardo lo vio y comenzó a observar con mayor detenimiento.

“¿Qué intentas? – Dijo uno de los subordinados que veía iluminarse la espada – ¡Qué mariconada, una espada rosa! ¡Wajajaja! ¡Miradlo todos!”

“¡Si es que tenía que ser marica! – gritó otro – ¡Es el caballero de la rosa!”

“A ver si reís lo mismo después de esto… – murmuró Gabriel sonriéndose – ¡Senbon...!”

“¡¡¡Adelante!!!” exclamó una voz.

Al escucharla, Gabriel se detuvo.

“Esa voz es de…”

“¡Eres tú!” exclamó Arturo.

Peter estaba en la entrada de la aldea junto a la doctora. Los dos estaban sofocados, como si acabaran de hacer un gran esfuerzo.

“Por fin hemos llegado” dijo Peter.

“Sí, y ahora… – dijo la doctora – ¡es nuestro turno! ¡Adelante chicas!”

Empezaron a aparecer mujeres y mujeres, todas ellas armadas con herramientas usadas en la agricultura. Azadas, palas, rastrillos, no había una sola de todas ellas que no llevara alguna de estas herramientas como arma. Por muchas mujeres que salían del bosque, seguían llegando aún más de detrás. Aparecieron mujeres hasta prácticamente llenar toda la zona, superando el número de hombres.

“¡Recordad! – exclamó la doctora una vez más – ¡Que cada una vaya hacia su pareja, pariente o amigo más cercano! ¡Y que le de su merecido!”

Los esbirros de Miss Jewel las veían llegar algo asombrados, pero su presencia no sirvió para hacerles recuperar la compostura.

“Vaya, churri, ¿has venido a ver como acabamos con estos intrusos?” dijo uno mientras veía venir a la que había sido su novia.

“Perdóname, amor” dijo ella, cerró los ojos y le dio con la pala en la cabeza, haciéndole caer al suelo inconsciente.

A los demás subordinados se les quitó la sonrisa de repente, poniéndose en guardia y dejando a los caballeros de lado.

“Ha tenido que ser casualidad, no pueden ser capaces de atacarnos. ¡No tengáis miedo! ¡Protegeremos a Nuestra Señora!”

“Lo siento, cariño” pensó otra mujer y golpeó con una azada a otro subordinado.

“Sin rencores, cielo” dijo una tercera y asestó un fuerte golpe con una sartén a otro.

“No me lo tengas en cuenta, papá” dijo una joven medio llorando, sacó un spray y lo echó sobre los ojos de un hombre mayor.

“Sigues siendo mi amigo” dijo otra chica y empezó a abofetear a un joven.

“Espero que sepas perdonarme” susurró otra mujer, de bastante envergadura, y placó a otro hombre.

Ni los caballeros ni los esbirros daban crédito a sus ojos. Las mujeres estaban derrotando a todos los hombres uno tras otro golpeándolos sin ninguna piedad, a pesar de mantener algún tipo de vínculo con ellos. Gabriel y Arturo estaban tan sorprendidos ante aquella escena que no se dieron cuenta de que Peter y la doctora se les acercaron.

“Ya que me dejasteis tirado antes, por lo menos podríais dignaros a saludar” dijo Peter al verles.

“Pe-Peter – tartamudeó Arturo, aún sin saber exactamente qué decir – Esto…”

“Se os ve muy sorprendidos, ¿os pincho algún estimulante?” rió la doctora.

“No, gracias – dijo Gabriel – Nos conformaríamos con saber qué está pasando aquí”.

“Jajaja, pues verás, te explico. Poco después de que os fuerais se despertó la chica que trajisteis. Estuve a punto de dejarla marchar, pero en el último momento se me ocurrió esto y me dio por preguntarle cómo llegar hasta aquí”.

“Otra vez ella” dijo Gabriel en tono romántico.

“¿Eso es todo?”

“No, no. Lo cierto es que la chica no fue quien no guió hasta aquí, dijo que tenía prisa, que alguien la esperaba o algo así, por lo que sólo nos dio unas leves indicaciones del camino a seguir. Acto seguido, reuní a todas las mujeres del pueblo y les dije lo mismo que nos dijiste tú en la clínica, Arturo. Con aquellos argumentos las convencí a todas, y quien mejor para derrotar a los hombres de nuestro pueblo que sus más allegados. Rápidamente nos lanzamos a la aventura pero lamentablemente nos perdimos. El bosque es tan homogéneo que resulta difícil encontrar el camino correcto. Estábamos a punto de volver al pueblo, derrotadas, cuando vimos pasar volando a Peter, que por cierto estaba algo enfadado, le explicamos todo y nos llevó hasta aquí. Hemos tardado un poco pero parece que no llegamos del todo tarde”.

“No, la verdad es que no – comentó Arturo algo más contento – Sólo una pregunta, ¿por qué no ha venido tu enfermera?”

“Muchas de las mujeres del pueblo son madres, y alguien tenía que quedarse cuidando de los niños. La verdad es que ella no es demasiado violenta, aceptó el cargo sin reprochar nada”.

“Aclarado todo, ¿dónde está Miss Jewel? – preguntó Peter – ¿Y Reik?”

Los dos caballeros se miraron durante un segundo y después gritaron a la vez.

“¡Es cierto! – Exclamó Gabriel - ¡Casi se nos olvida! ¡Tenemos que ir a por Miss Jewel! ¡Está intentando escapar llevándose a Reik!”

“Vosotros no estáis en condiciones de ir detrás de nadie”.

“Pues cúranos, ¡¿a qué esperas?!”

“Mmmmm, no es que esté enfadado porque me dejarais tirado, que también, pero ahora me es imposible curaros”.

“Venga, no nos lo tengas en cuenta, sólo queríamos llegar a tiempo para arreglar las cosas”.

“Lo siento, pero me es imposible curaros. El Capitán Lardo está observándolo todo, si uso mis poderes aquí, él se ocuparía personalmente de que no pudiera curaros más, creo que me entendéis”.

“Ese tío, no sé como lo hace para molestar tanto sin mover un dedo…” dijo Arturo.

“Él no puede curaros, pero yo sí”.

“¡Doctora!” exclamaron al mismo tiempo.

“No quedará igual, pero podréis moveros y combatir un poco. Peter, ayúdame. Según tengo entendido, tienes conocimientos de medicina”.

“Sí, seguiré todas tus instrucciones”.

“Vamos, pues”.

El campamento de Miss Jewel se había convertido en el escenario de una batalla campal. Los hombres, hasta entonces orgullosos y bravos, estaban cayendo uno tras otro a manos de su mujer más cercana, por lo que al caer al suelo derrotados no caía sólo su cuerpo, también su orgullo era derribado. En medio de aquella confusión llegaron Fidel y Jonyo, apoyados mutuamente. Al encontrarse aquella escena se quedaron petrificados de la sorpresa.

“Ey, Jonyo, ¿qué pasa aquí?” dijo al ver cómo una mujer le rompía un jarrón en la cabeza a un esbirro de Miss Jewel.

“Deben haber discutido”.

“¿Todos a la vez?”

“A lo mejor guardaban un secreto a voces, no sé. ¿Ves a alguno de los chicos?”

“Sólo veo mujeres dando palizas a hombres que corren de un lado para otro”.

“Lo mismo que yo”.

“Puedo sentir dos pequeñas energías que se alejan de la zona muy despacio, ¿Quiénes serán?”

“No sé, pero parece que no tenemos nada que hacer aquí, podemos ir a averiguarlo. Aunque como tenga que seguir cargando contigo no les alcanzaremos nunca”.

“Tranquilo, ya estoy casi recuperado, puedo avanzar por mí mismo”.

“¡Así me gusta!” exclamó el caballero del rayo y le dio una palmadita en la espalda a su compañero, que gritó de dolor al recibirla.

“He dicho… casi” murmuró Fidel dolorido.

“Vale, jaja, pues vamos a ver quienes son esos dos. Yo también quiero algo de protagonismo” dijo Jonyo y ambos se marcharon a mayor velocidad.

En medio de aquel caos, la doctora suturaba las heridas del caballero del fuego mientras que Peter aplicaba antibióticos y pomadas a los golpes de Gabriel.

“Au…” se quejó Arturo.

“Siento tener que hacerte daño, pero como comprenderás, no tengo anestesia a mano, y tengo que coserte esta herida o no saldrás vivo de aquí. Aguanta un poco ya casi está”.

“Doctora, has hecho tanto por nosotros, y ni siquiera sabemos tu nombre”.

“Ah, ¿no os lo he dicho? Me llaman la Doctora House, porque trabajo en casa”.

Ató un pequeño hilo a otro para terminar de cerrar, echó un poco de antibiótico y colocó una venda sobre la herida del caballero.

“¡Hala! ¡Listo! Eso sí, no puedes luchar. Si lo haces se soltarán los puntos y estaremos como al principio. Deja que Gabriel se ocupe de la parte violenta esta vez, él está mucho mejor”.

“Si no hay más remedio…”

“La doctora lo ha dicho, tú te encargas de extorsionar a Miss Jewel” dijo Gabriel guiñando un ojo.

“Al final te has salido con la tuya…”

“Dejad de quejaros y marcharos de una vez – ordenó Peter – Iré con vosotros, y si conseguimos despistar al Capitán Lardo os curaré por completo”.

“Yo me quedaré por si alguien requiere atención médica. Os deseo suerte”.

“Nos vemos” dijo Arturo y los tres salieron corriendo a gran velocidad.

“Vaya, parece que todos se marchan tras la tonta de Miss Jewel – dijo el Capitán Lardo – Aquí ya no hay nada que ver, todos esos idiotas han sido ya prácticamente derrotados. Será mejor que siga a los caballeros, es la hora del gran final”.

Empezaba a clarear, la noche se extinguía cada vez más dando paso al amanecer. Los aún tenues rayos perdidos del sol esparcían su luz en medio de las tinieblas. Miss Jewel avanzaba muy lentamente, intentando ayudar a Reik todo lo posible, dado su malestar físico. De fondo se escuchaba un perpetuo murmullo de gritos y golpes. Miss Jewel miró hacia atrás y observó que había mucho movimiento en la aldea, pero no era capaz de ver lo que pasaba, ya que la distancia apenas le permitía ver puntitos moviéndose de un lado para otro.

“Ahora es inútil volver, Mi Señora. Nuestra base ha sido tomada por los rebeldes. Es muy probable que Wancho y Bill hayan sido derrotados, de lo contrario ya habrían vuelto”.

“Menudo par de inútiles. Nunca están cuando más se le necesita”.

“Mucho me temo, Mi Señora, que somos los únicos que quedamos”.

“Eso no importa. Contigo a mi lado puedo conseguir cualquier cosa. Hoy hemos pasado por un pequeño bache, pero nos recuperaremos, y volveremos para reclamar lo que es nuestro”.

Fidel y Jonyo aparecieron desde el interior del bosque. Al ver a Miss Jewel, Fidel desenvainó su espada y quiso lanzarse a por ella. Sin embargo, Jonyo le agarró y le obligó a esconderse bajo unos arbustos.

“¿Estás loco? Puede que parezca que están desprevenidos, pero no creo que haga falta recordarte quien está con ella. Espero que hayas ocultado tu energía”.

“¿Y qué hacemos? ¿Esperamos a que se vaya?”

“No, pero lanzarse a lo loco tampoco es la mejor opción. Fíjate en Reik, está herido. Además, parece que somos los primeros en encontrarlos. No podemos desperdiciar esta oportunidad dejándonos ver. Nada nos asegura que a Reik no le queden fuerzas para congelarnos, aunque fuera de forma temporal. Si eso ocurriera, ¡adiós para siempre! Atacaremos cuando tengamos la oportunidad”.

“Pero, ¿y si…”

“¡Silencio! – interrumpió Jonyo – Parece que alguien viene”.

Bill estaba llegando al campamento de Miss Jewel, lugar donde le había indicado Shin, a quien llevaba a la espalda.

“Y eso es lo que ha pasado” dijo Shin.

“Así que básicamente Miss Jewel busca la vida eterna con nuestro secreto, para ello controló la mente de los vecinos, incluido yo, pero un segundo antes de caer bajo su influjo, renunciamos a ese conocimiento, así que secuestró a la princesa. Entonces llegaron un grupo de caballeros, y Miss Jewel controló a uno de ellos y a otro lo mató. También dices que hay una chica que absorbe las almas de los muertos y almacena su energía en su espada, que no sabes quien es, pero que parece que esos caballeros la conocían de antes. Tras mucho debatir sobre lo correcto decidisteis que era mejor que los que habían sido controlados murieran antes de continuar siendo marionetas de esa mujer, y os lanzasteis a la aventura”.

“Sí, más o menos esa es la idea general”.

“Todavía no me has dicho cómo me he librado del hechizo”.

“Eso lo verás cuando lleguemos”.

“Tampoco me has dicho por qué estábamos en esa playa, yo herido y tú medio muerto”.

“Ya te he dicho que eso no es importante”.

“Ya… creo que me hago una idea de lo que ha pasado. Supongo que pedirte perdón no sería suficiente”.

“No hay nada que perdonar, Bill. Ahora, por favor, tenemos que llegar lo antes posible. Muchas vidas están en juego”.

“Voy todo lo rápido que puedo. ¡Mira! Veo luces allí al fondo, tiene que ser ahí”.

De un salto, atravesaron los arbustos que separaban el bosque del claro donde se encontraba el campamento de Miss Jewel. Al llegar se encontraron con una multitud de mujeres clamando victoria y todos los esbirros tirados por los suelos.

“¿Qué está pasando aquí?” se preguntaron ambos.

Tras echar una ojeada alrededor, vieron a una mujer con una bata blanca apartada del resto, examinando a los hombres.

“¡Es la doctora! ¡Bill, preguntémosle a ella!”

“¡Doctora House! ¡Cuánto tiempo sin verla!”

Ella se giró y al ver a Bill casi da un grito de la emoción.

“¡Bill! ¡Pero si no tienes marca de labios!”

“Sssssssh, silencio, por favor, doctora. No hay tiempo para explicaciones. Buscamos a los caballeros. ¿Dónde están?”

“Pero un momento, no tienes marca de labios, ¿cómo lo has hecho?”

“Lo siento, te he dicho que no tenemos tiempo” dijo Bill y mostró a Shin y su grave estado.

“Pero… ¿qué ha pasado? Bájale de ahí para que pueda curarle”.

“Gracias, doctora, pero no hay cura posible para mí. Por favor dinos donde están los caballeros, tenemos que evitar que acaben con su antiguo compañero”.

“Pues, se han ido detrás de Miss Jewel. En aquella dirección – señaló – Al menos dejad que os vean las demás. Todas las mujeres del pueblo están aquí”.

“Ya las veremos luego. Hasta la vista, doctora” dijo Shin y se marcharon siguiendo a los caballeros.

Reik se detuvo. La herida que le hizo Arturo volvía a sangrar. A cada paso que daba empeoraba. Pese a todo, seguía avanzando por Su Señora, soportando el dolor.

“Aguanta. Cogeremos un bote e iremos a la próxima isla. Allí buscaremos un médico”.

“Yo que tú no iría a ninguna parte. Esa herida no pinta nada bien”.

Antes de que quisieran darse cuenta. Arturo, Gabriel y Peter les habían cercado el paso.

“¡No! ¡Nos han alcanzado!” gritó desesperada.

A los pocos segundos, el Capitán Lardo también hizo acto de presencia, sentándose en una roca como de costumbre.

“Nos ha estado siguiendo todo el rato con total normalidad y ahora se sienta aquí como si nada – pensó Arturo – ¿Qué pretende?”

“No se preocupe, Mi Señora. Combatiré por usted. Ahora huya”.

“Desengáñate, Reik – dijo Arturo – No estás en condiciones de luchar contra nadie”.

“Lo mismo puede decirse de ti”.

“Arturo, déjamelo a mí” dijo Gabriel.

Se adelantó un paso e hizo una reverencia a Miss Jewel.

“Miss Jewel, eres una mujer madura y hermosa. Lástima que sea tan joven para usted. Permítame entregarle esta rosa como muestra de afecto”.

“Muy amable, caballero”.

“Recibe… ¡mi rosa amarilla!”

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Por dios escribe pronto el siguiente episodio!!!!!! Deberia ser ilegal dejar las cosas asi, sin acabar bien... Para la proxima cada episodio q sea una saga de principio a fin, auqnue ocupe 100 hojas (es broma) xD... (aunke bien pensado...)

Anónimo dijo...

Ha estado realmente bien el capitulo me gustan yo creo que incluso mas estos sin golpes que los de combates o igual mas o menos pero me gusta mas tu manera de escribir estos que los de los combates no te sabria decir porque pero es asi y por fin hoy no he vuelto a dar al comentario y no se me han borrado los fallos encntrados
Gabriel tenía ya el cuerpo lleno de magulladotes, (magulladotes??)
No, no. Lo cierto es que la chica no fue quien no guió hasta aquí(quien nos guio)
“Menudo par de inútiles. Nunca están cuando más se le necesita(se les necesita)
Un saludo a todos
PD.la idea de dani estaria muy bien si y mucho mejor aun si cada saga la sacases cada domingo jeje, na es broma haber si puedo ir a la firma y si no pues ya firmare otro dia o antes o despues pero cuenta con mi firma