sábado, 28 de febrero de 2009

Episodio LXXXIV

Son las 23:30 y paso de esperarme a que sea domingo para publicar, que ya lo he terminado hace mucho rato... aquí lo dejo xD

Si es que cuando las cosas tienen que salir bien, salen bien. Ya están todos los reportajes hechos, el mapa borrado xD, el marco reconfigurado, y mañana tengo todo el día libre ^^ Sólo me queda saber la nota de Contabilidad de Costes, la cual nunca se puede estar seguro de haber aprobado, porque las condiciones del examen son abusivas, pero, haciendo balance ahora que es fin de mes, yo no recuerdo un Febrero tan bueno desde hace mucho mucho tiempo. Si Febrero va a seguir siendo el peor mes del año para mí, ¿cómo serán los siguientes? :D Hasta la semana que viene ;)

Título: Past Still Chase me

Tamaño: 7'7

Dedicado a: Álvaro (personaje Bill)



Episodio



LXXXIV




Princesa – le dijo Bill mientras veía acercarse al Caballero Negro –Parece que él cree que el caballero del hielo finalmente murió aquí. En parte tiene razón, pero no podemos contarle lo que ocurrió de verdad. Habrá que reducirle. Quiero que cojas a Llama Negra, os metáis los dos en la caseta y no salgáis pase lo que pase. No quiero involucraros a ninguno”.

“Está bien… - dijo ella – Iré a la caseta y dejaré a Llama Negra. Pero después yo haré lo que crea conveniente”.

“No aceptas órdenes de nadie, ¿verdad?”

“Exacto, lo aprendí de cierta persona”.

“Vale, ahora vete de una vez, ¡esto va a empezar!”

“No mueras” susurró antes de coger al perro y marcharse.

Tekkai” dijo Bill y se puso en guardia.

El Caballero Negro empezó dando lo todo. Mientras avanzaba, había colocado la espada mirando al frente con el fin de atravesarle de una estocada. Seguro de sí mismo, se había colocado con la suficiente antelación como para que Bill pudiera prever su movimiento. Sin embargo, lejos de parecer querer esquivarlo, había extendido un brazo, como si quisiera detenerlo por la fuerza.

“Un sobrado… – pensó el Caballero Negro – No durará mucho…”

Bill detuvo la hoja de la espada agarrándola con todas sus fuerzas. No obstante, la velocidad del Caballero Negro era demasiado elevada como para frenar su espada de golpe, por lo que se deslizó unos centímetros antes de detenerse, pero en vez de cortar la palma de su mano, saltaron chispas.

“¿Cómo? ¿No le he cortado a mano?”

Bill sonrió y propinó un puñetazo al Caballero Negro en el estómago, incrustando la mitad del brazo con el impacto. El Caballero Negro sintió la dureza del golpe y un segundo después estaba en el suelo, con dificultades para levantarse.

“Ese puñetazo... No tenía la fuerza ni la dureza de un humano normal...”

“¡Vamos! ¡Levanta! ¡Aún no he acabado contigo!”

“¡Tiene que haber sido una coincidencia!”

El Caballero Negro se levantó de golpe y preparó su espada de nuevo. Bill prefirió no hacer nada y su oponente trató de cortarle el cuello de un espadazo. De nuevo, en vez de cortarle, saltaron chispas.

“¿Estará mal mi espada?” pensó.

El Caballero Negro quiso probar entonces con un puñetazo, para descartar de una vez si el problema era su espada o su rival. Optó por un golpe en la frente, y lo único que consiguió fue hacerse daño él.

“Definitivamente, este tipo no es normal”.

“Antes no activaba mi Muro de Hierro en la cara porque su uso prolongado es malo para la piel, hasta que una vez me golpearon en ella. Desde entonces lo activo en todo el cuerpo”.

“Lo sabía, usa algún tipo de técnica que le da esa dureza y poder... Debí haber leído la ficha que me dio Mesa en vez de mirar solo la foto... Pero creía que todos serían igual de débiles que los de Petoria...”

Bill tomó finalmente la iniciativa, lanzando una patada contra el Caballero Negro, quien la bloqueó inútilmente con el brazo, llegando casi a fracturárselo. De un acto reflejo, dio un espadazo vertical que sólo consiguió deslizar la espada por todo el cuerpo de su adversario, liberando un montón de chispas a su paso. Viendo que no tenía manera de herirle, decidió agarrarle y lanzarle a lo lejos para pensar mejor qué hacer. Al ser un lanzamiento poco preparado, Bill logró aterrizar sin problemas.

“Eres bueno… Me vas a obligar a usar mi verdadero poder”.

“Tu... ¿verdadero poder?”

“¡Sí! ¡Toma esto!”

El Caballero Negro proyectó un chorro de agua negra contra su adversario, mojando todo su cuerpo.

“¿Agua sucia? No me esperaba algo así, me ha pillado por sorpresa...”

“He ganado...” pensó.

Ya era de noche cuando los caballeros llegaron a la entrada del pueblo del clan ShadowMoon. Guiados por Pamela, se adentraron sigilosamente para no despertar a los que ya dormían. Caminaron por varias calles hasta llegar a la residencia de Pamela, cerca del templo donde vivía Hilda. La pequeña abrió la puerta y todos entraron, salvo Jonyo, que se quedó fuera al ver la cara que traía la pequeña.

“¿Qué te pasa?” le preguntó.

“¿En serio tengo que irme?”

“Sí, ya escuchaste a Peter” le dijo el caballero del rayo.

“Pero es que es mi casa...”

“Todavía estás a tiempo de que seamos nosotros los que nos vayamos”.

“No, no. Yo os he ofrecido venir, y lo mantengo. Pero no me termina de hacer gracia... Me voy a ver si encuentro a Hilda, ¡no tardéis!” exclamó y se dispuso a irse.

“Pamela, ¡espera!”

“Dime” dijo al girarse.

“Gracias...” dijo el caballero guiñando un ojo, y la pequeña se marchó.

En el interior, cada uno de los caballeros estaba sentado en un sillón, reflexionando sobre la posición del tesoro.

“Algo que puedes ver... pero que no puedes ver...” pensaba Peter.

“¡Ya lo sé! ¡Un fantasma! – Dijo Gabriel – ¡Un fantasma puedes verlo pero sólo cuando se manifiesta, por tanto es algo que puedes ver y no puedes ver!”

“¿Qué dices? No puede ser algo así – le contradijo Fidel – Seguro que se está refiriendo a algo abstracto, ¡tiene que ser la amistad! Es algo que no puedes ver pero sabes que está ahí”.

“Eso es algo tan sencillo que hasta tú podrías adivinarlo – dijo Jonyo entrando por la puerta – por eso tienes que estar equivocado”.

“¡¡¡Serás...!!! ¡¡¡Si eres tan listo, ¿qué crees que es?!!!”

“Recuerda que tiene que ser o estar relacionado con un lugar, el lugar donde se encuentra el tesoro. No puedes relacionar la amistad con ningún lugar. Y los fantasmas no existen, así que sólo queda... ¡una buena comida! Es algo que en un principio no lo ves si no estás delante, pero que puedes percibir su olor desde lejos si está bien cocinada”.

“¿Insinúas que debemos oler el tesoro?”

Todos se miraron y luego bajaron la cabeza, aceptando que ninguna idea era convincente.

“¿Tú que piensas, Arturo?” le preguntó Fidel.

“La verdad, no tengo ni idea – dijo levantándose – Y no creo que estar encerrados en una habitación nos ayude a pensar. Yo voy a salir a dar una vuelta. Hace una noche preciosa y nosotros también necesitamos descansar”.

“¿Pasea para descansar? – Se preguntó Jonyo viéndole alejarse – Yo prefiero echarme una siesta”.

“Yo tampoco lo entiendo – dijo el caballero de la rosa – Es mucho más relajante escribir una poesía”.

“Que cada uno haga lo que le de la gana...” terminó diciendo Peter.

El Caballero Negro llevaba varios minutos evitando ataques de Bill, sin hacer movimientos innecesarios, únicamente ganando tiempo para que el agua negra mostrara sus efectos. Sin embargo, por más que esperaba, no ocurría nada.

“¿Qué te pasa? ¿Por qué llevas tanto tiempo sin atacar?”

“Es muy extraño... Aunque aún pueda moverse, al menos ya deberían empezar a notarse los primeros efectos, debería ser más lento, más débil, pero cada golpe que da – pensó esquivando uno de ellos – es tan fuerte como el anterior... ¡¿por qué?!”

“Vamos, aún me siento con la totalidad de mis fuerzas, no has conseguido mermarlas ni un poco, ¿tan débil eres? Ya decía yo que no podías ser un caballero”.

“¡¿Por qué?! – Terminó gritando – ¡¿Por qué no te afecta mi agua negra?! ¡¿Qué tienes de especial?!”

“¿Agua negra? Así que era eso... Suponía que esa agua debía tener algún efecto secundario, es lo debes estar esperando, pero para eso supongo que el agua debería haber penetrado en mi cuerpo, y no lo ha hecho”.

“¿Cómo que no? Te mojaste entero, tiene que haberte afectado”.

“Pero sólo se mojó la superficie de mi cuerpo, nada más”.

“La... ¿superficie?”

“Exacto, cuando activo el Muro de Hierro, todos los poros de mi piel se cierran, consiguiendo así la gran dureza de mi cuerpo e impidiendo que entre cualquier sustancia del exterior. Mi piel se vuelve como una escultura de acero, y el agua se desliza por ella hacia abajo hasta llegar al suelo, sin poder penetrar en mi cuerpo. Por eso, cualquiera que sea el efecto que tuviese que provocar tu agua negra, no lo ha hecho”.

“Mierda...”

“Son las consecuencias de atacar a alguien sin haberte informado primero, ahora, ¡acabaré contigo!”

Bill atacó con un fuerte puñetazo en la mandíbula, mandando al Caballero Negro a los cielos. Después saltó para rematarlo con una patada, pero a su adversario le dio tiempo a cubrirse cruzando los brazos, lo que amortiguó el golpe, pero aún así fue lo bastante potente para catapultarle de nuevo, esta vez hacia el suelo. El Caballero Negro fue capaz de controlar la caída y cayó de pie, pero sus pies se clavaron en la tierra hasta la rodilla de la velocidad que llevaba.

“Está bien, has conseguido evitar el agua negra – dijo sacando los pies de la tierra – A ver si puedes con esto... ¡Getsuga Tenshou!”

Realizó un corte diagonal al aire y un haz de viento negro con forma de media luna apareció de la nada, avanzando a tal velocidad que, Bill, estando todavía descendiendo, no pudo hacer nada por evitar. El ataque arrasó todo su pecho, causándole una herida a lo largo del mismo, la fuerza añadida del golpe le tiró para atrás, cayéndosele las gafas al suelo y aterrizando él sobre ellas, aplastándolas. El joven estuvo unos segundos tirado en el suelo y finalmente se levantó, no sin antes ver el deplorable e inservible estado en que habían quedado sus gafas.

“Ese Getsuga Tenshou tuyo... – comentó presionando su nueva herida – Se parece mucho a una técnica de un amigo mío al que yo mismo maté... Es curioso pero... Este combate me parece una continuación del de aquella vez, él también fue capaz de superar mi Muro de Hierro”.

“Bien, parece que al final sí he sido capaz de cortarte. No aguantarás un segundo golpe. Dime donde está el cuerpo del caballero del hielo ahora que aún no es demasiado tarde”.

“Ya te he dicho que eso no es posible, no es que no quiera, es que no está”.

“¿Los caballeros se llevaron el cuerpo?”

“No, porque...”

“¡Entonces tiene que estar aquí! ¡Ya me lo dirás cuando estés a punto de morir! ¡Getsuga...!”

De pronto sintió un resplandor a su espalda. Una flecha de luz avanzaba hacia él, pero la vio a tiempo y pudo evitarla agachándose.

“¡Él no es tu único enemigo! ¡También estoy yo!”

La princesa portaba orgullosa su arco de luz, generó una nueva flecha y apuntó al Caballero Negro con decisión.

“¡Princesa! ¡Os dije que no interfirierais!”

“Y yo te dije que no te haría caso”.

“Más problemas... – pensó el Caballero Negro – No puedo ocuparme de los dos a la vez, me libraré de la chica primero”.

Se lanzó contra la princesa, quien trató de acertarle con otra flecha. El Caballero Negro la esquivó y siguió avanzando, pero vio cómo impactaba en un cuervo que casualmente pasaba por allí. La flecha penetró hasta lo más hondo de su ser y empezó a iluminarse hasta convertirse en una auténtica figura de luz. Acto seguido, se consumió hasta quedar reducido a un punto de luz que terminó desapareciendo en medio del aire.

“¿Y después de ver eso pretendes que te deje tranquila como si nada?”

La princesa empezó a perder la calma y lanzó varias flechas seguidas, que su adversario esquivó con la misma facilidad mientras seguía avanzando.

“¡No! ¡Déjala! ¡Ella no tiene nada que ver con esto! ¡Yo soy tu oponente! ¡Estás combatiendo conmigo!”

“Demasiado tarde...”

El Caballero Negro llegó hasta la princesa y se dispuso a atacarla. Ella cerró los ojos un instante y se encogió un poco por el miedo. Espero unos segundos y, al ver que no ocurría nada, los abrió de nuevo. Para su sorpresa, el labrador negro había salido de la caseta y tenía sus mandíbulas clavadas en el brazo del Caballero Negro.

“¡Llama Negra! ¡No!” gritó Bill.

El Caballero Negro se libró del animal de un manotazo, para inmediatamente examinar la profundidad de su herida. Tenía varios agujeros por todo el antebrazo, sangraba, y sentía un fuerte dolor.

“¡Maldito chucho!” exclamó y le dio una patada en el vientre.

El perro se asustó con el golpe y salió corriendo, perdiéndose en la lejanía.

“¡Llama Negra! ¡Vuelve! – le gritaba su dueño – ¡Esta sí que no te la perdono!”

“A quien no debes perdonar es a mí – dijo la princesa – Todo ha sido culpa mía. Si te hubiera hecho caso ahora no estaríamos en esta situación”.

“¡Olvídate de eso y corre!”

“No. Ya es tarde para huir” dijo al ver la figura del Caballero Negro delante de sus ojos.

Lleno de furia y con el reciente mordisco aún sangrando en su brazo, el Caballero Negro cargó un puñetazo que amenazaba la vida de la bella joven.

“¡No! ¡A ella no! – Gritó y salió corriendo al ver que la princesa no huía – Será idiota, ¿por qué no corre?”

Ella cerró los ojos, pero en esta ocasión su rostro no mostraba miedo, sino templanza. La expresión de su precioso rostro conmovió al caballero y sólo le dio un suave bofetón que la dejó inconsciente en el suelo, con un pequeño hilo de sangre saliendo de sus carnosos labios. Al verlo Bill frenó de repente.

“No la has matado, ¿por qué?”

“Yo no mato a niñas pequeñas”.

“Es un año mayor que yo. No es pequeña”.

“Aún así no me gusta matar mujeres. Prefiero que se quede ahí y que no moleste. Sigamos con lo nuestro”.

“Bien... Aunque has dejado inconsciente a la princesa... Tengo que darte las gracias. Con ella presente no sería capaz de utilizar mi técnica secreta”.

“¿Tu técnica secreta?”

“Una técnica que me otorgó el poder de la oscuridad, que fingí olvidar, y que me juré no volver a utilizar nunca, además de ser la técnica con la que maté a mi mejor amigo y a la que, hasta el día de hoy, no había sido capaz de poner nombre”.

“¿Y cómo la has llamado?”

“Recibe... ¡El Toque de la Muerte!”

“No es muy original...” pensó el Caballero Negro.

“¡Te haré una demostración!”

Bill avanzó con sigilo y en un segundo ya estaba delante de su oponente, le dio un par de suaves golpes en el pecho y se retiró con la misma rapidez y sigilo. El Caballero Negro, que no había notado ningún dolor, se miró el pecho por curiosidad y vio que estaba enrojeciéndose.

“¿Qué es esta mierda? ¿Me tomas el pelo?”

“Ahora mismo, en las zonas que he tocado, tus venas han estallado y hay una hemorragia interna. El corazón no será capaz de enviar sangre a los órganos que haya alrededor y primero perderás movilidad y después dejaras de sentir en esa zona. Por último, como la sangre no tiene vía de escape, se acumulará en tu interior, impidiendo el cierra de las venas, se coagulará y lo pudrirá todo. A menos que me venzas pronto, tendrán que amputarte los miembros afectados”.

“Pero ahora que me lo has dicho, sé cómo puedo evitarlo, ¿por qué lo has hecho?”

“Tenía que hacerlo. Antes tú pudiste matar a la princesa, pero no lo hiciste. Debía devolverte el favor”.

“Muy bien – dijo haciéndose un corte en el pecho para que saliera la sangre – Entonces ahora ya estamos en paz. Pero ya no podrás volver a tocarme con tu técnica secreta. Lo único que tengo que hacer es no dejar que te acerques, y eso para mí es muy fácil... ¡Gestuga Tenshou!”

Realizó un nuevo corte, esta vez horizontal, al aire y otro haz de viento negro con forma de media luna apareció, avanzando hacia Bill a toda velocidad, pero con la diferencia de que en esta ocasión el joven se lo esperaba, y pudo evitarlo saltando, a la vez que avanzaba un poco. El Caballero Negro lanzó sucesivos ataques al haber sido inútil el primero y Bill siguió avanzando esquivando uno tras otro.

“Parece que no puede utilizar el Muro de Hierro y su técnica secreta a la vez, lo he notado cuando me ha golpeado, sus toques no tenían la dureza de las otras veces – pensaba mientras lanzaba varios ataques seguidos – Necesita desactivarlo aunque sea durante el tiempo que dura el ataque... tendré que aprovechar para atacar en ese minúsculo intervalo...”

El viento generado por la oleada de ataques del Caballero Negro estaba levantando las semillas recién plantadas y removiendo la tierra sin control.

“¡Esas son las semillas que tanto me ha costado plantar! ¡Pagarás por esto!”

Bill continuaba acercándose, y preparaba sus manos para un nuevo ataque mortal. Cuando se acercó lo suficiente y se dispuso a realizar su movimiento, notó que el Caballero Negro no atacó de nuevo, sino que sonrió.

“¡Mierda! ¡Es una trampa!”

“¡Te tengo!” exclamó y ejecutó un corte vertical con la espada.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Jon:

“¿Cómo? ¿No le he cortado a mano?”(la mano)
es lo debes estar esperando, pero para eso supongo que el agua debería haber penetrado en mi cuerpo, y no lo ha hecho”.
(la 1ª frase no se que quieres poner en realidad pero suena mal)
la sangre no tiene vía de escape, se acumulará en tu interior, impidiendo el cierra de las venas(el cierre de las venas)
jeje muy bueno ese final con suspense como te gusta a ti dejarnos siempre con ese que pasará,me ha gustado mucho este episodio y como te llevo diciendo un par de semanas vuelves al buen camino en cuanto a escribir los episodios me alegro mucho y haber si tienes suerte con contabilidad que no se si sera lo mismo que doy yo o es otra cosa
Un saludo a todos