domingo, 26 de abril de 2009

Episodio XCII

La semana pasada me fundieron en el práctico... tengo el retry el martes, a ver que tal xD Venga, si apruebo hago el 93 de mínimo 10 páginas ^^

Título: Oath Under the Rose

Tamaño: 8

Dedicado a: Raúl Campos (personaje JesuCristo)



Episodio XCII



L

os restos de la torre de madera habían terminado de esparcirse por la zona, a ambos lados de la pared de la barrera, quedando todo el lugar lleno de grandes trozos de madera, astillas y una nube de serrín. El caballero de la rosa envainó su espada y luego miró a sus dos espectadores, que seguían boquiabiertos.

“¿Vais a quedaros así mucho tiempo?”

“¿Pu... Puedes decirme donde has aprendido esa técnica?” preguntó el caballero de la tierra.

“No”.

“¿Y al menos cuanta fuerza tiene?”

“Calculo que tiene una fuerza más o menos igual a la cantidad de energía que tiene Mireia acumulada en su espada, aunque claro, ella sólo puede usarlo una vez. De todas formas, ha sido un golpe muy débil, podría haberlo hecho mejor”.

“¿Me... Mejor, dices? ¿Cuánto de mejor?”

“Mucho mejor. Más de lo que te imaginas”.

“¿Ma... Más? – el caballero de la tierra no podía dejar de temblar y de tartamudear de la expectación, de ver cómo todos eran más fuertes que él, y cómo conseguían con insultante facilidad objetivos que él no había sido capaz ni de rozar – ¿Y dices que esa chica es igual de peligrosa? ¿Ella también puede hacer algo superior a esto?”

“Sí, pero cuánto de mejor, ya no te puedo decir”.

“¿Que no lo sabes? – Pensó maldiciéndole – ¿Es que quieres decir que su poder es tan grande que no eres capaz de calcularlo? ¿Con que tipo de bestias camino?”

Gabriel colocó una rosa en el lugar en el que había clavado antes su espada para iniciar el ataque y cerró los ojos apenados.

“He incumplido mi juramento bajo la rosa, y dejo esta rosa como disculpa. Perdóname, Marta, no volverá a ocurrir”.

“¿Marta? ¿Quién es esa? ¿Tu novia?”

“Hacer más preguntas no te da más posibilidades de obtener una respuesta. Ya te lo dije, olvida todo lo que acabas de ver y preocúpate de ti mismo”.

“Es increíble... – pensó Alá – No imaginaba que el caballero de la rosa tuviera tanto poder... Creía que era que estos dos eran los más débiles... ¿Esconderá el otro algún arma secreta de similar poder? No importa, ya no puedo echarme atrás... Además, ha dicho que no lo volvería a hacer, esperemos que sea verdad”.

“Tarde o temprano haré que me cuentes todo ese misterio que te rodea, Gabriel”.

“Al fin y al cabo, soñar es gratis. Pero mientras te caes de la cama, ¿qué tal si echas un vistazo a eso?” dijo señalando a la torre.

De acuerdo con las predicciones de Peter, en el espacio que ocupaba la torre, ahora no había barrera. Un agujero del tamaño y la forma de la torre se había generado casi por arte de magia. El límite de la pared rota emitía chispas de energía, como si hubiera un cortocircuito. Inmediatamente, la barrera recibió un impulso de energía desde el centro y el agujero se cerró unos centímetros.

“Hhmpf... Va más lento de lo que esperaba, o hecho más daño del que deberíamos o la energía no llega bien a este punto. De cualquier forma, tenemos tiempo de sobra, ¡vámonos Fidel!”

Los dos caballeros comenzaron a caminar, abandonando a su guía.

“Ey, tienes que enseñarme esa técnica, Gabriel – le comentaba mientras avanzaban – Me sería muy útil para vencer a Mesa”.

“Ya te he dicho que no...”

“Venga, hagamos un trato, yo te guardo el secreto como me pediste y tú me enseñas esa técnica, ¿qué te parece?”

“¿Qué te parece a ti este trato?”

Gabriel golpeó a su compañero mandándole de cabeza contra la parte de la cúpula en la que sí había barrera, recibiendo un golpe al estrellarse contra ella y otro al estrellarse contra el suelo cuando lo rechazó la barrera.

“Vale... Trato hecho...”

“Un momento – dijo Alá, al ver que pasaban completamente de él – No hemos opuesto resistencia, os he guiado hasta aquí, he dejado que destruyerais la torre, ¿y ahora me vais a dejar aquí tirado? Hemos esperado este momento durante años, dejad que entré a recoger los restos de mi cultura”.

“A mí me da igual – dijo Fidel mientras se levantaba – Pero parece que aquí el amigo es el jefe, pregúntale a él”.

“No” respondió Gabriel con firmeza.

“¡Vosotros destruisteis nuestro pueblo! ¡¿Y ahora nos negáis esto?! Pensaba que érais honorables caballeros”.

“Dos cosas. Una, fue Arturo quien destruyó tu pueblo, no nosotros, y porque vosotros secuestrasteis a Peter, y dos, si vas a hacer lo que te la gana, ¿por qué preguntas? Mueve el culo y entra ahí...”

“No eres muy agradable”.

Gabriel se dio cuenta de que al haberse entretenido en la conversación, el agujero de la barrera ya era la mitad de su tamaño original.

“No estoy haciendo esto por ti. Lo hago por Peter. No tengo por qué ser amable con alguien que ha tratado de hacerle daño. Ahora vamos antes de que se cierre el agujero”.

Gabriel y Fidel entraron en primer lugar, seguidos de cerca por su no deseado acompañante. Al pasar la frontera tuvieron que caminar entre grandes rocas y pedazos de monumentos, y destruyendo obras de arte en cada pisada, pues no había ni un espacio libre en el suelo.

“¡Tened cuidado! ¡Estáis pisando los pedazos de nuestra cultura! ¡Un poco de respeto! ¡No piséis de forma tan indiscriminada!”

“No eras tan cuidadoso cuando torturabas a Peter”.

Alá se tuvo que callar, y los dos caballeros continuaron avanzando sin ningún cuidado por aquello que había bajo sus pies.

“¡Un momento!”

“¿Qué quieres ahora?” dijo ya Fidel, cansado de estar a un lado en la conversación.

“Deberíamos esperar a que se cerrase el agujero del todo”.

Los caballeros miraron hacia la pared de la barrera, aún estaba abierta, y a pesar de que ya era tres veces más pequeña que cuando cayó la torre, todavía quedaba un rato para que se cerrara del todo.

“¿Para qué vamos a esperar? – Preguntó Gabriel – La barrera se cerrará sola más tarde o más temprano”.

“Ya, pero no sabemos si alguien nos ha seguido”.

“Jonyo está en Mariejoa con Hilda y Pamela y Arturo y Peter están en Midgar con Shinkan y JesuCristo – dijo el caballero de la tierra – No es que no nos hayan querido seguir, es que no pueden, están todos ocupados”.

“Me refiero a algún civil. Cabe la posibilidad de que algún habitante de mi pueblo haya tenido curiosidad del lugar y nos haya seguido para poder entrar a recoger algún recuerdo del pasado. Ya os dije que no quiero más problemas, y desde luego no quiero que nadie más se vea involucrado en esto. Bastante han sufrido ya todos”.

Gabriel meditó sobre los argumentos del líder del clan StormReaver, evaluando la veracidad de sus palabras.

“Bueno, no tenemos mucho tiempo que perder, pero parece que hemos sido los primeros en derribar la torre. Muy probablemente los demás grupos hayan encontrado resistencia, y de habernos seguido un civil, no notaríamos su presencia por su diminuta energía... Está bien, creo que podemos esperar un poco”.

“Gracias”.

“Cinco minutos, ni más, ni menos. Si en cinco minutos no aparece nadie o no se cierra la barrera, nosotros dos nos iremos. Si de verdad nuestros compañeros están combatiendo, destruir la torre central hará terminar todas las luchas. No perderemos más tiempo”.

“Está bien” aceptó y los tres se quedaron de pie, parados, mirando la barrera y los alrededores.

La explosión producida por la Lanza del Relámpago había creado una cortina de humo que aún no se había disipado, y el caballero del rayo se mantenía a la espera, preparado por si su nuevo ataque no había sido suficiente para tumbar a su antiguo maestro. Finalmente, la cortina se empezó a disipar y la figura de Hilda apareció, aún de pie.

“¡No puedo creerlo! – Pensaba el caballero – Juraría que no he fallado”.

“Parece que sí te has vuelto fuerte, Jonyo”.

El cuerpo cayó al suelo en ese momento, y el haz de luz salió por la espalda de Hilda, desapareciendo con él el aura negra.

“Sigue avanzando, pequeño Jonyo, hasta que alcances tu objetivo”.

“Maestro, sabes que eso ya no es posible” dijo mientras veía desvanecerse el haz de luz.

Hilda se levantó con el cuerpo intacto, como si no hubiera tenido ningún combate. Apenas tuvo que sacudirse un poco el polvo y sonrió feliz de nuevo.

“Bien, ahora que ya estás preparado, ¿qué tal si pasamos a palabras mayores?”

“Vale, ¡vamos a la torre!”

“Creo que no. Aún no hemos terminado”.

“¿Cómo? Yo creía que ya había acabado todo”.

“¿Qué ya había acabado todo? Te dije que debías enfrentarte a mí, y hasta ahora sólo te has enfrentado a tu antiguo maestro. Ahora que le has derrotado, te has ganado el derecho de batirte conmigo”.

“¿Vas a invocar a más muertos?”

“No te preocupes, no me interesa recordarte el pasado”.

“¿Cómo? ¿Qué sabes tú de mi pasado?”

“Cuando tu antiguo maestro estuvo en mi cuerpo, además de recibir sus habilidades, también pude ver todos sus recuerdos, y algunos de ellos no han desaparecido con él”.

“¿Qué quieres decir?”

“Que ahora lo sé todo sobre ti, sé lo que te ocurrió en el pasado, y sé por qué ahora mantienes esa actitud tan pasiva con los temas problemáticos de todo el mundo y tratas de reír en todo momento, al igual que sé el verdadero motivo por el que me has hecho esa pregunta antes”.

La expresión del caballero del rayo se puso serie por un momento, pero no tardó en volver a reír.

“Únicamente pensaba que sería interesante poder batirse con algún poderoso guerrero del pasado...”

“Si quieres hacerte el tonto es tu decisión. Olvidar es más difícil de lo que cuentan, ¿verdad? Pero sabiendo lo que sé, no creo que obrases mal entonces”.

“Deja de hablar de eso y muéstrame tu poder, o déjame ir a la torre”.

“Como quieras. Satisfaceré tu petición, te dejaré batirte primero con algunos de los grandes guerreros de la historia, ¡Oversoul!”

Un haz de luz bajó del cielo y empezó a dar vueltas al igual que antes. Hilda lo agarró y se lo introdujo en el pecho, apareciendo de nuevo el aura negra. De pronto sonó una voz doble, grave y fuerte, que gritaba sin cesar.

“Soy Atila, el más poderoso de los hunos, gobernador del mayor de los imperios, conocido y temido en el mundo entero y no tengo rival. ¿Quién eres tú para molestarme?”

“Por mí como si eres Peter, ¡demuéstrame lo que vales!”.

Enfurecido, agarró una enorme piedra que había cerca y la tiró contra el caballero, que la evitó saltando y cargó contra su nuevo adversario. Atila le vio y preparó un puñetazo para cuando llegara. Jonyo lo bloqueó con el antebrazo sin problema y le dio una suave patada para dejarlo fuera de combate. El haz de luz salió de nuevo por la espalda de Hilda y se desvaneció en el cielo tras dar un grito ahogado.

“¿Ya? Pues no era para tanto...”

“A ver que te parece este... ¡Oversoul!”

Un tercer haz de luz apareció. Hilda lo agarró y se lo introdujo por el pecho. En esta ocasión el aura negra recubrió el cuerpo del nuevo huésped, asemejando la forma de una antigua armadura de guerra china al completo.

“Ahora que lo pienso, esas cosas se parecen a lo que mete esa chica en su espada... No será que...”

“Soy Genghis Khan, unificador de las tribus del norte de Asia y fundador del primer imperio mongol, ¿quién eres tú?”

“Soy el que va a derrotarte”.

El caballero avanzó a gran velocidad propinando un puñetazo en el estómago al guerrero, rompiendo su armadura fantasma y dejándolo fuera de combate. Al caer al suelo, el haz de luz salió por la espalda de Hilda y se desvaneció en el cielo.

“Basta ya de juegos, Hilda, muéstrame tu poder o vamos a la torre. Creo que con esto es suficiente”.

“Como quieras” dijo al levantarse.

Extendió los dos brazos con las manos abiertas y un báculo se materializó en cada mano. El de la mano derecha era de color morado, y tenía una esfera verde en el extremo superior, y el de la mano izquierda era de color rosa y tenía una esfera azul en el mismo extremo.

“Allá voy, caballero, ¡Black Magic!” exclamó.

La esfera verde del báculo se iluminó un momento y de pronto todo fue distinto para el caballero. La realidad se había invertido, los colores no existían, estaba como en el interior del negativo de una foto. No podía moverse, no podía escuchar nada, ni siquiera sus propios pensamientos, ni sentir nada de lo que llevaba encima o su misma espada. Únicamente podía ver aquel extraño mundo donde todo estaba parado. A los pocos segundos, vio que el cielo comenzó a agrietarse, después los árboles, los edificios, la figura de Hilda que veía también parada y por último su misma figura también se agrietaba. Cuando las grietas se unieron, la misma realidad en la que estaba inmerso se rompió en pedazos y volvió a sentirse en el mundo real. Su pulso estaba acelerado, sus pupilas dilatadas, sudaba, sus manos temblaban y le salía un poco de humo del pecho. Por último, y también lo último de lo que se dio cuenta el caballero, estaba tirado en el suelo boca arriba.

“Creo que tengo un problema” dijo sin haberse levantado todavía.

Peter mantenía la postura del puñetazo que acababa de asestar a JesuCristo mientras veía como por primera vez había sido capaz de golpearle y hacerle caer al suelo, al mismo tiempo que Arturo y Shinkan esperaban impacientes

“Me contestó a una frase cualquiera como si fuera un insulto y me dejó mal – pensaba JesuCristo desde el suelo, sin haberse levantado todavía – Creo que esto ha terminado, ahora toca...”

“¡Sí! – Exclamó feliz el caballero del fuego – ¡Lo hizo! ¡Ganó!”

Reik no dijo nada, se quedó sonriendo, y todos observaron después el cuerpo del Hijo de Dios, tirado en el suelo, como el de un humano más.

“Hmpf... – JesuCristo se levantó del suelo, se limpió la boca y vio que tenía un poco de sangre, entonces su rostro se enfureció – ¡Has osado manchar el traje del Hijo de Dios con su propia sangre! ¡¡Pagarás por ello!!”

“Cuando se pone así da miedo...” comentó Peter.

“Si te hiero no surte efecto, y además ya has conseguido dominar el Duelo de Insultos, eres un digno oponente.” “

“Gracias” dijo con un alarde de superioridad que no era normal en su actitud, y cuyo único fin era aliviar la tensión del combate.

“Esto se acaba aquí. El Duelo de Insultos deja de ser útil cuando los dos combatientes lo dominan”.

“¿Y eso? ¿Por qué?” preguntó el caballero del fuego.

“Si uno de los dos lo domina y el otro no, puede contestar con eficacia a los insultos del otro, o lanzar los suyos propios sabiendo que no serán bien contestados, pero cuando los dos lo dominan, lanzando un insulto te arriesgas a que el otro lo conteste y te dejé mal, paralizándote y dándole la oportunidad de atacar, por lo que las dos partes se deciden por esperar a que el otro hable primero para contestarle, lo que termina en que ninguno habla y se acaba el duelo”.

“Tiene sentido...”

“Pero ahora te mostraré... ¡el verdadero poder de mi espada!”

“¡¿Qué?! – gritó Peter con un tono de incredulidad – Yo creía que ya habíamos terminado”.

“¿Terminado? Ni siquiera hemos empezado. ¿En serio crees que mi espada, a espada Kusanagi, uno de los tres tesoros imperiales, serviría sólo para esto? ¿Creías que era una espada normal?”

“¡Oh, no!” pensó Peter, que ya estaba bastante cansado del Duelo de Insultos, como para enfrentar de nuevo a su oponente.

“¡Tú, que has osado desafiar al mismísimo Dios, ahora serás el blanco se su ira! Me prometí no volver a usar esta técnica, pero tú lo has querido. ¡Desataré todo mi poder!”

“¡Hazlo! ¡Te volveré a ganar!” gritó animado el presidente cogiendo la espada del caballero del fuego.

“Eres la segunda persona que ve esta técnica. El primero fue el anterior líder del Clan StormReaver, después de que su ataque matara a la mujer de Shinkan”.

Al decir esas palabras, el sacerdote se colocó la boina para que su sombra le ocultara los ojos.

“Pero al ser una técnica tan feroz, he de rezar una oración antes de ejecutarla, como disculpa por hacerlo”.

“¿Se va a poner a rezar? ¿En un momento como este?”

Guardó la espada, juntó las manos, cerró los ojos y dirigió su rostro al sol.

“Padre Nuestro que estás en los cielos

Santificado sea tu nombre

Venga a nosotros tu reino

Hágase tu voluntad,

Aquí en la tierra como en el cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día

Perdona nuestras ofensas

Así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden

No nos dejes caer en la tentación

Y líbranos del mal

Amén”.

Nada más decir aquella última palabra, se abalanzó hacia Peter a una velocidad vertiginosa que ni siquiera permitió reaccionar al presidente.

“Despedaza, Kusanagi”.

Con un corte limpio y rápido, el Hijo de Dios seccionó el brazo derecho de Peter, que al perder las conexiones nerviosas soltó la espada y se clavó en el suelo. El brazo cayó al suelo mientras un chorro de sangre salía a borbotones del hombro del presidente.

“¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡GYYYYYYYYYYYYYYYYYYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!!!!!!!!” gritó de dolor mientras JesuCristo sonreía.





PD: Juas juas juas para el que creyera que se habían acabado las hostias xD

2 comentarios:

Dani Lopez dijo...

La expresión del caballero del rayo se puso serie por un momento, pero no tardó en volver a reír. ==> serio

¿Terminado? Ni siquiera hemos empezado. ¿En serio crees que mi espada, a espada Kusanagi, uno de los tres tesoros imperiales, serviría sólo para esto? ¿Creías que era una espada normal?” ==> la espada

Madre mia... Menuda carnicería la de Peter xD. Joe y todavía queda una semana para poder leer el siguiente... en fin... un capítulo muy bueno pero que muy bueno!!!

P.D: Tu tranqui con el carnet de conducir, que yo lo aprobé a la 2ª el práctico ^^

Jon dijo...

Creía que era que estos dos eran los más débiles...(creia que estos)(sobra el "que era")
o hecho más daño del que deberíamos o la energía no llega bien a este punto(o he hecho)
y dos, si vas a hacer lo que te la gana, ¿por qué preguntas?(lo que te de la gana)
“¡Tú, que has osado desafiar al mismísimo Dios, ahora serás el blanco se su ira!(el blanco de su ira)

jajaja muy buena la frase el final para el que creia que se acababan ya las ostias, estoy contigo pienso que acaban de empezar y todavia queda lo mejor, por cierto me tienes muy intirgado con mi personaje con eso del pasado,algo me puedo imaginar pero no estoy seguro a si que no te dire nada pero seguro que me sorprendes
Un saludo a todos y suerte con el practico el martes.