lunes, 1 de abril de 2013

Episodio CL

Seguimos tirando de borradores con un nuevo capítulo y un nuevo combate. Aunque esta vez del borrador he tirado poco, porque todo lo que tengo en el borrador es para partes más avanzadas del combate. Esta vez he tirado más de documentación de volumenes anteriores, y cada vez que lo hago me doy más cuenta de lo que molan Los Caballeros xD Y eso que los he escrito yo jaja, pero claro, lo que puse en 2006 pues ahora mismo no lo tengo muy claro. Cuando acabe quiero leerlo todo yo a ver que tal.

PD: Para más información sobre la escena que se relata en este capítulo, revisad el Episodio 60

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Episodio CL
E
l hombre encapuchado saludó tímidamente al caballero de la rosa. Gabriel supo inmediatamente de quien se trataba, sin embargo, no desenvainó su espada, ni se colocó en posición de combate. Se sentía relajado y despreocupado, a pesar de que se encontraba delante de uno de los oponentes más poderosos del lugar.

“Tú eres... El Capitán Lardo… Así que era cierto que seguías con vida”.

“Comandante. Ahora soy Coronel Lardo. He sido ascendido”.

“¿Ascendido? ¿Te meten una paliza de muerte y encima te ascienden? Me sorprende el criterio de tu jefe”.

“A mí me sorprende lo calmado que estás sabiendo lo que te aguarda”.

“¿Por qué nos habéis teletransportado?” ignoró la amenaza de Dayuri.

“Era lo justo. Vosotros elegisteis el oponente, así que nosotros hemos escogido el escenario. ¿Te gusta? Lo he elegido pensando expresamente en tus habilidades”.

El caballero de la rosa volvió a observar el bosque a su alrededor. Aparte de las plantas y los árboles llenos de hojas; ardillas, conejos y demás animales correteaban libremente, mientras las mariposas y las abejas disfrutaban del néctar de las flores, y los rayos del sol se abrían paso entre las ramas inundando la zona con su luz. El bosque estaba tan lleno de vida que parecía sacado de un cuento.

“No sé de qué estás hablando”.

“¿Sabes? Me alegro de que tus otros compañeros tuvieran objetivos concretos y te dejaran sólo para mí – Ahora era él el que ignoraba su comentario – Te seré sincero, en primer lugar prefería encargarme de Arturo para vengarme de la humillación que sufrí en Nexus, pero como no ha aparecido me he tenido que decantar por ti. Por cierto, ¿dónde está?”

“No lo sé – mintió, al igual que el caballero de la tierra a Mesa – Yo no me meto en los asuntos de los demás. Estará donde haya querido estar”.

“A eso me refería. En el fondo, me alegro de que las cosas hayan salido así, porque de haber venido, habría ido derecho a por él movido por la venganza, cuando tú eres un rival mucho más interesante”.

“Sigo sin saber de qué estás hablando”.

“La última vez estabas dispuesto a morir y a dejar morir a tus compañeros con tal de no utilizar tu verdadera fuerza. Que sepas que si hoy escoges el mismo camino el combate no durará mucho”.

“Yo no soy un asesino. Soy el único miembro del grupo que nunca ha matado a nadie. Entre Fidel y Jonyo acabaron Miss Jewel, pero Fidel ya tenía algún tanto apuntado de antes, según me han contado, Reik se cargó a Snape, y Arturo ya lleva más de uno en su historial. Sin embargo, como acabo de decir, yo nunca he acabado con la vida de ninguno de mis enemigos, y ahora no va a ser la excepción. Mis rosas producen diversos estados alterados y mi Senbonzakura provoca innumerables cortes pero siempre superficiales, para poder debilitar a mi contrincante sin tener que arrebatarle la vida. Ya vi a la muerte con mis propios ojos en aquella ocasión, y tuve suficiente para una vida”.

“No mientas. Usaste tu rosa blanca contra Duckman. Que tuvieses la suerte de que no muriera no significa que no le hubieses matado”.

“Ahora que no hay nadie delante, puedo decirte la verdad sobre aquel día. Todo eso de la rosa blanca fue un paripé. Como contenedores, las rosas no pueden almacenar material que supere su propia volumen. Una vez alcanzan su capacidad máxima, se llenan y dejan de absorber, como cualquier otro contenedor. Era del todo imposible que una sola rosa blanca robase toda la sangre de un cuerpo, pero sirvió para asustar a ese tonto.

Desde entonces siempre me he sentido culpable por engañar a todos en mi presentación, pero sé que no me habrían perdonado tener piedad con un enemigo que vino a quitarles la vida, por eso llegué incluso a utilizar una rosa blanca en mí mismo cuando Arturo necesitó una transfusión en Arcadia por tu culpa, para que todos vieran que eran inofensivas, pero nadie se dio cuenta nunca, así que yo también lo dejé pasar.

Es posible matar a alguien con rosas blancas, pero habría que clavar un montón en el cuerpo del objetivo para chuparle toda la sangre, o al menos, la necesaria para que cesen las funciones vitales”.

“Ya veo… ¡Entonces me centraré en sacarte tu arma más poderosa! Pero si no la usas… Ni siquiera podrás quitarme la capucha”.

“Mi arma más poderosa… ¡Es la poesía!”

Gabriel sacó un ramillete de rosas de varios colores con una mano, y con la otra, agarró aquellas que eran de color rojo y las lanzó contra su adversario.

“¡¿Rosas rojas normales sin ningún poder especial?! – Exclamó mientras se llevaba la mano al interior de la túnica – ¿Te burlas de mí?”

Lardo desenfundó por debajo de la túnica y, de un espadazo horizontal, cortó las rosas rojas, que cayeron al suelo mientras sus pétalos, arrancados por la energía cinética de la espada al pasar, revoloteaban por el aire. Después trató de moverse para iniciar su ofensiva, pero descubrió que tenía clavadas dos rosas amarillas en los pies, de las cuales no se había percatado.

“Lo tenía todo calculado… Primero me ha lanzado esas rosas inútiles para que me las quitara de encima. Al desgarrarlas con la espada, los pétalos se han esparcido delante de mí, bloqueando parcialmente mi área de visión, y ha utilizado esos puntos muertos a través de los pétalos para clavarme estas rosas amarillas en los pies sin que me diese cuenta”.

Gabriel no había perdido el tiempo. Ya se estaba desplazando hasta su contrincante, armado con su espada. Sus movimientos eran tan suaves y fluidos que parecía una flor más en el bosque. Las hojas de los árboles se movían al son de sus pasos, los pétalos de rosa, todavía en el aire, bailaban alrededor de su caballero y las flores se giraban hacía él como si fuera el mismo sol.

Dayuri descubrió que, a pesar de que no podía mover las piernas, sus brazos todavía respondían. El efecto de las rosas amarillas paralizantes aún no le había invadido por completo. De un espadazo, cortó el tallo de las rosas y en un instante recobró la movilidad.

La espada del caballero de la rosa ya se encontraba demasiado cerca como para esquivarla, pero aunque hubiera podido, él habría preferido enfrentarse directamente a su oponente. Veía la maniobra de esquiva como un signo de debilidad, un acto de cobardía, una mancha para su orgullo, y saber que Gabriel le había quitado la posibilidad de optar por ella en esa escaramuza le puso muy contento.

El caballero de la rosa venía con la espada de frente, pretendiendo dar una estocada, así que Dayuri no podía simplemente bloquearlo. En su lugar, puso su espada en vertical en medio de la trayectoria del ataque del caballero, y al llegar, se produjo una fricción entre ambas hojas según avanzaba la espada de Gabriel. Ahora que ya había contacto, el ahora Coronel Lardo pudo empujar hacia un lado el arma de su oponente, dejándole completamente desprotegido.

Pese a que Dayuri pretendía desarmar al caballero de la rosa arrojando su espada al suelo, Gabriel la agarró con fuerza y evitó que se desprendiera de su mano. No obstante, no pudo hacer nada para evitar el contraataque de Lardo, que le rajó de arriba abajo con aquella espada mellada y mugrienta.

El caballero sentía más una sierra desgarrándole el pecho que una espada cortándole. Pequeños trozos de carne salieron disparados y un chorro de sangre bañó la túnica que cubría al Coronel Lardo.

Gabriel cayó al suelo sollozando. Su espalda dio un golpe seco contra la tierra y rápidamente, los animales corrieron a esconderse al ver a su protector derrotado. Lardo se aproximó a él caminando lentamente.

“Parece que esto es todo. Te mueves muy bien, pero en tu estado no tienes nada que hacer contra mí. Te niegas a mostrarme tu esencia, que es la única manera de salvar tu vida, pero con un único ataque ya has quedado fuera de combate. Aunque lo usaras ahora, de poco te serviría. Me decepcionas otra vez, caballero. Parece que tendré que ir tras el caballero del fuego para disfrutar de un combate digno”.

El caballero de la rosa sonrió y sacó una rosa verde de la manga. Dayuri adivinó sus intenciones nada más ver la rosa y trató de detenerle, pero no le dio tiempo. Gabriel clavó la rosa en su propio cuerpo y la herida comenzó a curarse rápidamente, permitiéndole ponerse de nuevo de pie.

“Por suerte Peter me ayudó a crear unas cuentas rosas curativas con su poder antes de morir. Si lo llego a saber hago muchas más… – pensó mientras se levantaba – Todavía me quedan unas cuantas, pero no deja de ser un parche temporal… No aguantaré así mucho tiempo”.

“Así que tienes rosas imbuidas con el poder curativo de Peter… Me alegro. Así podré jugar contigo un poco más. Pero ten cuidado, utilízalas bien, que ya no puedes hacer nuevas”.

“¡Cállate! ¡Es culpa tuya! ¡Tú lo sabías! Seguro que se lo dijiste a Mesa y por eso Peter ahora está muerto”.

“Piensa bien lo que dices. Yo sabía eso desde el principio y nunca dije nada, ¿por qué iba a hacerlo ahora? Fue culpa vuestra, Mesa vio a Peter usar sus poderes por las cámaras de vigilancia cuando os acercasteis a la isla. Yo no tuve nada que ver”.

“No te creo. Mesa es tu compañero, ¿por qué no ibas a poder habérselo contado?”

“Creo que nuestros conceptos de compañero difieren en gran medida. Si yo le hubiese contado eso a Mesa, habría matado a Peter mucho antes, por eso no se lo conté. Iba en mi contra. Yo no pongo por delante los intereses de otro frente a los míos”.

“¿Y qué ganas tú estando Peter con vida?”

“¿No es evidente? Peter servía para curaros. Mientras estuviera con vida, podía destrozaros una y otra vez sin preocuparme, y estar seguro de que volveríais a por más. Me divertí mucho con vosotros, primero en Arcadia, después en Nexus… Pero ahora eso se acabó. Si no tengo cuidado, podría heriros de gravedad. Sin alguien para curaros moriríais sin remedio, y yo perdería un caballero con el que divertirme. Esa es la razón por la que nunca le dije nada a Mesa”.

“No lo entiendo… Pensaba que todos los miembros de la organización perseguíais el mismo objetivo y que eso era lo que os unía”.

“Vuelves a equivocarte, caballero. Todos los miembros estamos dentro por el simple hecho de que pertenecer a la organización nos facilita alcanzar nuestros propios objetivos. Mesa tiene esa ridícula de meta de lograr el estudiante perfecto, ¿de verdad crees que yo tengo un fin tan estúpido? Mis instintos son mucho más… salvajes”.

“¿Y qué es lo que quieres tú?”

“Lo único que quiero es luchar sin cesar. Combatir hasta morir cortado, y que mi vida expire antes de que mi cuerpo toque el suelo”.

“Entiendo. Por eso no le dijiste nada a Mesa… Podría haber eliminado a alguien que pudiese ayudarte a cumplir tu objetivo. Pero siento tener que decirte una vez más, que conmigo no encontrarás eso. No me importa quién seas ni lo que hayas hecho, ¡no te mataré! ¡Y nada de lo que digas podrá hacerme cambiar de opinión!”

“Dejando a un lado el hecho de que puedas matarme, ya sabes lo que busco de ti. Quiero ver tu auténtica fuerza, tu esencia pura. Como no me la has enseñado, no puedo hacerme una idea de su alcance, pero no creo que aun usándola fueses capaz de matarme si el caballero del fuego en su forma de SuperGuerrero no fue capaz de hacerlo”.

“No me interesa saber si soy capaz de matarte o no, ¡pero voy a empezar quitándote esa túnica!”

Ahora fue el caballero quien inició la ofensiva y se lanzó contra su adversario. Mientras avanzaba, echó un vistazo a las rosas que llevaba encima, poniendo especial atención en una de ellas.

“Tengo rosas rojas, blancas, púrpuras, verdes, turquesa, amarillas, negras… Es curioso, nunca he tenido rosas azules. También tengo… – Su mirada se detuvo al descubrir una rosa de color rosa entre todo el ramo – ¿Una rosa original? No puede ser, si esas son las… ¿De dónde habrá…? – En ese momento lo recordó todo – ¡Ya me acuerdo! ¡Se trata de esa rosa! ¡Con esto tal vez lo consiga!” exclamó y lanzó una oleada de rosas blancas contra su adversario.

“¿Una tanda de rosas blancas? ¿Continúas riéndote de mí?”

Dayuri no se molestó en esquivarlas. Sabía que iban a extraerle una mínima cantidad de sangre que no iba a afectar a su rendimiento, así que no malgastó sus energías en un ataque así.

En efecto, las rosas blancas atravesaron la túnica y se fueron clavando en su cuerpo, extrayendo sangre del cuerpo del Coronel hasta que sus pétalos se teñían completamente de rojo, para después desprenderse por su propio peso. Ni la velocidad ni la fuerza de Lardo estaban cambiando en absoluto.

“¡Ahora!” pensó Gabriel cuando su enemigo se estaba acercando demasiado.

El caballero lanzó la rosa de color de rosa camuflada entre las rosas blancas, esperando que al ser también de un color claro, su adversario no la distinguiese.

Sin embargo, había utilizado el mismo truco contra Duckman para clavarle la rosa blanca, y Dayuri conocía los detalles. Sumado a su buena vista, no le fue difícil descubrir la rosa oculta entre la multitud. No se sorprendió de ver una rosa escondida para tratar de engañarle como hizo con Duckman, pero sí se sorprendió al ver su color.

“Esto no tiene sentido… Está claro que quiere alcanzarme con esa rosa, pero es una rosa de color rosa, sin ningún efecto. Entendería que quisiera dormirme con una rosa turquesa, paralizarme con una amarilla o atravesarme con una rosa negra, pero lanzarme una rosa original sin ningún poder más que las espinas del tallo no tiene ningún sentido. ¿Será una trampa para ver si me atrevo a dejar que me la clave? Poco importa, porque no me voy a arriesgar”.

Levantó su espada y cortó la rosa en pedacitos con varios espadazos para asegurarse. Un instante después, cuando los trozos de los pétalos estaban aún en el aire, comenzó a salir un extraño gas rosa del interior de los pétalos hasta que se volvieron blancos.

“¿Qué es esto? ¡Pero si era una rosa original!”

 “Te equivocas. Y no te culpo, pues es un error muy común. Como tú mismo habrás deducido, mis rosas originales no tienen ningún efecto añadido porque efectivamente son originales, y todas las demás tienen un poder adicional. Sin embargo, el color original de una rosa no es el rosa, ¡sino el rojo! Las rosas no se llaman rosas por ser de ese color, sino el color se llama así por ser abundante en la flor aunque no sea el original. Tenía miedo de que lo descubrieras porque antes te tiré auténticas rosas rojas originales, pero al igual que a todos, te ha engañado tu propia semántica”.

“De todas formas, he destruido la rosa, ¿por qué se ha liberado su efecto?”

“Los efectos siempre se liberan al destruir la rosa. Aunque clavarla sea la manera más efectiva de realizar mis ataques, cuando rompes un contenedor, lo que guarda en su interior sale fuera, ¿verdad? En el caso de mi rosa turquesa, que lleva un líquido, si se rompe, el somnífero cae al suelo y pierde toda su utilidad. Si hablamos de mi rosa verde, que está llena del poder de Peter, si se rompe ejecuta la técnica curativa del mismo modo que cuando se clava, pero al estar alejada de la herida a sanar, también pierde toda su efectividad, y lo mismo pasa con la rosa amarilla, al sacar la electricidad estática al exterior, si no alcanza a nada, se pierde. Pero esa rosa de color rosa tenía almacenado un gas. Los gases se dispersan por el aire con rapidez, con que lo inhalases era suficiente. Daba igual que la cortaras o que se te clavara, su efecto estaba asegurado”.

“Entonces, ¿para qué te has molestado tanto para ocultarla entre las rosas blancas? Con lanzármela directamente habría bastado”.

“No. Corría el riesgo de que simplemente la esquivaras. De haberlo hecho, entonces sí que habrías arruinado mi estrategia. Colocarte en una situación de presión en la que hubiese tantos proyectiles que no pudieras evitar todos era la mejor opción para garantizar mi éxito”.

“¿Pero qué es este gas? – Tenía sus sospechas de que era dañino, y trató de alejarse de él, pero había inhalado un poco y le había resultado agradable, así que empezó a inspirar más y más, dejándose llevar – Huele como a… mujer”.

“Exactamente. Es una rosa muy especial. Sólo tenía una y además es imposible volver a crearla, por eso no me podía permitir el lujo de fallar. La conseguí en Arcadia, cuando estábamos enfrentándonos a Miss Jewel. La habíamos encerrado en una barrera con nosotros dentro para evitar que escapara, y trató de defenderse usando una técnica llamada Eau de Toilette[1]. En ese momento, yo utilicé una rosa blanca para absorber su efecto e impedir que nos atrapara”.

“Ah sí… Lo recuerdo. Yo rompí después esa barrera. Era muy débil”.

“¡Era una barrera doble que bloqueaba tanto salida como entrada! – Defendió el caballero a su compañero difunto – Ese tipo de barrera gasta mucha más energía y además es menos eficiente al tener que volcar energía en dos direcciones opuestas. ¿Recuerdas también los efectos del Eau de Toilette?”

“¿Oler bien? Yo que sé…”

“El Eau de Toilette era una técnica que utilizaba Miss Jewel para someter a sus víctimas antes de lavarles el cerebro. El perfume se introduce por las fosas nasales, viaja hacia sus pulmones y de allí pasa al sistema circulatorio, invadiendo así el resto del cuerpo. Provoca que el organismo segregue endorfinas, la persona se siente tranquila, anula su predisposición a la violencia, calma sus deseos de destrucción, templa su espíritu y elimina sus ansias, terminando en un trance de extremo placer en el que el sujeto fantasea despierto, perdiendo todo contacto con la realidad. Para ti, que te gustan las mujeres incluso más que a mí, es la técnica perfecta”.

Gabriel se dio cuenta de que estaba hablando solo. El Coronel Lardo no había sido capaz de escuchar sus últimas líneas. Se encontraba sumido en sus fantasías sexuales, que eran tan prohibidas e impronunciables que de conocerlas, ninguna mujer se acercaría jamás a él.

La charla había servido para dar tiempo a que el Eau de Toilette terminara de disiparse, y no afectara así al caballero de la rosa al acercarse. Ya no quedaban resquicios del perfume en el aire, y tenía libre para continuar su estrategia

“Ahora… – susurraba mientras se acercaba caminando a su adversario, espada en mano – Aunque no puedas oírme, permanece tranquilo, porque no te mataré”.



[1] Eau de Toilette = Colonia (lit: Agua de Baño)

Curiosidades!!!


El arte de combatir con rosas pertenece al Caballero de Piscis en Caballeros del Zodiaco, aunque sólo son suyas las rosas rojas, blancas y negras. Las otras me las he inventado yo :P

1 comentarios:

Jon dijo...

jajaja que de cosas se te ocurren para los ataques. Imaginación máxima. Cada vez va quedando menos para el final, veremos quien sobrevive.

Entre Fidel y Jonyo acabaron Miss Jewel,(con Miss Jewel)
Mesa tiene esa ridícula de meta de lograr el estudiante perfecto,(ridícula meta de)