domingo, 9 de diciembre de 2007

Episodio LXIII

Que cosas, se supone que a estas alturas el libro ya estaría terminado y firmado el pasado día 6, pero aquí estamos, dando los últimos coletazos. Hoy traemos en primicia el primer pasado oficial de uno de los co-protas, donde se verán las razones de su comportamiento, ahí va.

PD: La firma el Jueves 27 de Diciembre en el mismo sitio, sólo que a las 12:30 ya que la hora que escogí la otra vez era ya de noche, no caí en q estamos en horario de invierno xD

PD2: El último capítulo lo escribo hoy mismo, pero lo publico cuando queráis, poned en el comentario si lo queréis YA o el domingo que viene, me da igual (para lo que es...)

Título: Reik

Tamaño: 16

Dedicado: Por primera vez de forma particular y por tercera en grupo, lo que suman cuatro dedicatorias en lo que llevamos de historia, a Daniel López.



Episodio LXIII

U

na alegre mañana primaveral comenzaba en Petoria, los árboles estaban en flor, el clima era templado, soleado pero con una suave brisa que te acaricia el rostro, el polen volaba por todas partes y los alérgicos caminaban deprisa, con pañuelos sobre la nariz, temiendo sus efectos.

En una zona residencial de la ciudad, llena de chalets por todas partes, dos personas se detuvieron en la puerta exterior de una de las casas. Una de ellas llamó al timbre, en el interior de la casa se escuchó un pitido agudo. Alguien corrió una cortina y abrió levemente una de las ventanas de la planta baja de la vivienda unifamiliar. La cabeza de una mujer adulta, madura, con los ojos marrones, alguna arruga en los párpados, el cabello caoba y las manos gastadas por el uso, asomó por el poco espacio de la ventana que se había abierto. Los árboles del jardín le dificultaban la visibilidad, por lo que tuvo que mover la cabeza en busca de un ángulo apropiado. Mientras lo hacía, divisó dos figuras en el exterior, una masculina y otra femenina, ambos jóvenes y estaban cogidos de la mano. Una vez pudo ver sus rostros, los reconoció, sonrió y les saludó. Ellos le devolvieron el saludo agradablemente con la mano. Inmediatamente cerró la cortina y la ventana, se desplazó desde la cocina, lugar donde se encontraba en el momento de la interrupción, atravesó la entrada y se detuvo en las escaleras que subían hacia la planta de arriba.

“¡Reik, hijo! – Exclamó – ¡Cristina y Alberto ya están aquí! ¡Baja ya! ¡No les hagas esperar!”

En la planta superior, un chico terminaba de arreglarse el pelo con gomina en el cuarto de baño cuando el grito le interrumpió. Sin necesidad de responder, corrió hacia la habitación contigua, agarró una mochila negra, un teléfono móvil, un manojo de llaves y un paquete de tabaco que guardó en un bolsillo pequeño de la mochila, asegurándose antes de que nadie le viera hacerlo. Acto seguido, se llevó la mochila a la espalda y bajó corriendo por la escaleras.

“¡Hasta luego mamá!” exclamó y cerró la puerta principal al salir.

Atravesó el jardín con una enorme sonrisa y al abrir la puerta de fuera fue recibido también con una sonrisa por sus dos amigos.

“¡Vamos, Reik! – dijo la chica sonriendo – ¡O llegaremos tarde!”.

La casa de Reik estaba en medio de una calle con bastante pendiente. Los tres fueron caminando cuesta arriba hasta llegar a una calle perpendicular, donde giraron a la izquierda y pasearon hasta llegar a una rotonda. Al entrar en la rotonda ya podía verse un edificio de ladrillo con varios pabellones a la derecha. Durante todo el trayecto el chico y la chica que acompañaban a Reik estuvieron mirándose y sonriéndose todo el rato y no se soltaron la mano en ningún momento.

“Eh… ¡Eh! ¡Vosotros! Hacedme un poco de caso, ¿no? Entiendo que seáis pareja, pero el hecho de que seáis también mi mejor amigo y mi mejor amiga respectivamente creo yo que me dará algún tipo de derecho, ¿no?”

“Perdónanos, Reik. No nos hemos olvidado de ello – dijo el chico – Pero no sabes lo que significa estar enamorado”.

“Eso lleváis diciéndome durante un año”.

El sonido de un timbre interrumpió la conversación.

“Tendremos que dejarlo para otro momento – dijo la chica – ¡llegamos tarde a clase!”

Se apresuraron tanto por llegar a las aulas que no se dieron cuenta de que estaban siendo seguidos por dos hombres. Uno de ellos era bajito, con el pelo muy corto y rubio, mientras que su acompañante contrastaba por ser alto, con el pelo largo y negro. Sus ropas también contrastaban, el hombre bajito llevaba ropa clara y el alto ropa negra. Los dos se quedaron mirando a los tres estudiantes mientras se adentraban en el edificio principal del instituto.

“¿Es ése?” le preguntó el alto al bajito.

“Sí”.

“No parece gran cosa”.

“Créeme. Tiene algo”.

La jornada lectiva transcurría sin nada fuera de lo normal. Tras 3 clases de 50 minutos con 5 de descanso entre cada una, llegó el recreo pasadas las 11. Reik esperaba a sus dos compañeros en la planta baja, donde comenzaba la escalera de caracol que subía a las dos plantas siguientes. Decenas de adolescentes descendían de los pisos superiores para poder tomar un descanso. Entre todo el mogollón, Reik al fin vio a sus dos amigos y su rostro se llenó de alegría. Cuando bajaron vio que llevaban libros bajo el brazo y una sonrisa de consolación en la cara.

“Lo sentimos, no podemos estar contigo en el recreo. Tenemos que ir a la biblioteca a estudiar para un examen que tenemos a última hora” dijo la chica.

El pequeño Reik cayó en ese momento en la total desesperación.

“Luego te vemos, en serio” dijo el chico.

“Está bien…” contestó resignado.

Los dos enamorados fueron hacia la biblioteca por un pasillo blanco. Reik se quedó observándolos, aunque más a ella que a él.

“Te gusta, ¿verdad?”

Sorprendido ante aquel comentario tan repentino, Reik se giró sobresaltado. Al hacerlo se encontró con un joven algo más alto que él, con el pelo negro y engominado, la cara pálida y aires de prepotencia. Vestía unos vaqueros, una cazadora negra y zapatos.

“Ga… Gabriel. Eres tú…”

El chico estuvo callado unos segundos mirando hacia todos lados mostrándose desinteresado. Al poco rato el rostro le cambió a enfadado y señaló a Reik de mala manera.

“Te he hecho una pregunta, ¡contesta!”.

“¿Hablas de Cristina? – Contestó ruborizado, haciéndose el loco – ¡¿Qué dices?! ¡Pero si es la novia de mi mejor amigo! ¡Y también mi mejor amiga!”.

“Vamos que sí. La presencia de un tercero no redime el deseo hacia la persona amada, de hecho, lo amplifica, superar las barreras es lo que no hace más fuertes”.

“¿De qué estás hablando? No me entero de nada”.

“Lo entenderás cuando seas mayor, se ve que aún no te has dado cuenta ni de tus verdaderos sentimientos. Ahora vayamos a lo de siempre, ¿cuánto traes hoy?”

“20 monedas – dijo llevándose la mano a los bolsillos – Pero hoy no te pienso prestar nada, lo necesito para pagar la excursión de la semana que viene, ¡además nunca me lo devuelves!”

“Creo que no estás en posición de negociar…” dijo haciendo crujir sus nudillos.

“He dicho que no y es que no, ¡vete!”

“Veamos si opinas lo mismo después de esto…” dijo levantando el puño.

Una mano femenina le agarró impidiendo que atacara al muchacho. Furioso al ver que sus intentos habían sido frustrados, se giró para ver quien había cometido semejante osadía.

“¿Pero quién te has…” comenzó diciendo.

No terminó la frase. Ante sus ojos se hallaban dos muchachas. Ambas rondaban en los 17 años. Cuando vio a la primera chica el cuerpo de Gabriel se relajó hasta tal punto que parecía flotar. Primero se fijó en sus ojos, estaban en la planta baja del edificio y no había demasiada luz, por lo que se veían marrón claro. Cuando él los miraba le parecía estar en medio del mismo desierto, donde no podía hacer nada por escapar. Sus cabellos teñidos con un negro intenso que le llegaban hasta cubrirle los pechos contrastaban con su blanca piel, haciendo parecer al enamorado que veía la luz al final de un largo y oscuro túnel. Bajo sus perfilados ojos, sus mejillas enrojecidas delataban sus sentimientos por el que la observaba y admiraba tímidamente, pero que a su vez desataba en su interior sus más oscuros y perversos deseos. Por último, se fijó en sus carnosos y rosados labios que, a pesar de haberse visto obligada a detenerle de cometer una mala acción, no podían evitar sonreír al verle y, de vez en cuando se dejaban ver sus dientes blancos y perfectos que asomaban oprimiendo el labio inferior con suavidad para reprimir su deseo. Sin soltarle el brazo fue acercándose lenta y sinuosamente. Gabriel era más alto que ella, y cada vez tenía que inclinar hacia abajo, por lo que también se deleitó con su figura y vestimenta. Dos colgantes adornaban su cuello, el primero estaba muy ceñido, con un cordón negro, era una circunferencia de acero dividida en trece sectores con los doce signos del zodiaco y el último sector utilizado como agujero para el cordón; además, en el centro había una circunferencia más pequeña en oro, con su signo señalado y más grande. El segundo estaba más holgado, cercano a su profundo escote, se trataba de un anillo de plata sujeto en una fina cadena del mismo material. Su ropa ceñida de colores vivos acorde con la estación en la que se encontraban resaltaba su delgada figura, sobretodo las prendas de la parte superior de su cuerpo, que le dejaban al aire hasta el ombligo, además los brazos y un esbelto escote ya mencionado. Como Gabriel alejaba cada vez más la mirada de los ojos de la chica acercándose a otras dos esferas de más abajo, ella le levantó la cara y le dio un apasionado beso.

“Sí… Eso, sigue…”dijo una segunda voz femenina.

La chica apartó sus labios y se giró hacia la amiga que la acompañaba. Ella era algo más baja que la primera, pero poco más, y con muchos menos contrastes que su compañera. Su cabello castaño oscuro y ondulado se volvía rubio por debajo de las orejas hasta los hombros, pidiendo a gritos un nuevo teñido o un corte de pelo. Sus ojos eran oscuros y su piel morena, quedándole una figura mucho más regular y armónica que la de su compañera.

“¿Ma… Marta? ¿Paula? – Balbuceó tras el ardiente beso – ¿Qué hacéis aquí?”

“¿Aún sigues metiéndote con niños pequeños? La verdad, a veces no sé que hago saliendo contigo” dijo la descrita en primer lugar.

“Pero si tú eres tres años más joven que yo…”

“Si no hubieras repetido tres veces no estaríamos en el mismo curso, y no te conocería, así que esta vez te perdono, pero déjale ya en paz”.

“¿Hasta cuándo vas a restregármelo? Ahora voy bien”.

“Claro, a la cuarta va la vencida…” intervino la otra chica.

“No tiene gracia, Paula – respondió y después se dirigió a Reik – Bueno, creo que esta vez lo dejaremos aquí”.

Gabriel se marchó con las dos chicas y el joven Reik se quedó sólo el resto de la jornada. A la salida estuvo esperando a sus dos amigos. Un río de gente caminaba hasta la salida exterior desde el edificio principal. Él estuvo esperando y esperando hasta que dejó de salir gente y aquello quedó vacío. A los pocos minutos vio que salía una persona que reconoció que pertenecía a la misma clase que sus dos amigos. Preocupado, le salió al paso.

“Esto…”

“Ah, eres tú Reik – le dijo el chico – ¿Estás esperando a Cristina y a Alberto? Entonces será mejor que te vayas, están en un examen y saldrán tarde. Yo me he ido pronto porque no tenía ni puta idea. Se ve que esto de estudiar no es lo mío. Bueno, hasta otra chavalín” y se fue corriendo.

Cierto. En el recreo le habían advertido del examen pero el encuentro con Gabriel le había hecho olvidarlo. Resignado, se fue andando con tan mala fortuna que se puso a llover. El joven miró entonces con sus grandes ojos azules al cielo.

“Odio el agua…”

Comenzó el camino de vuelta a casa, cabizbajo. Avanzó por el ancho paseo en el que se encontraba en instituto hasta llegar a la glorieta en la que debía tomar el camino hacia la izquierda. La glorieta estaba adornada con varios árboles y plantas que al ser primavera, estaban todos en flor. Además el césped que cubría la zona se encontraba en su verdor más espléndido. Reik adoraba la naturaleza desde niño. Volvió a mirar al cielo y decidió que la intensidad de la lluvia no era suficiente para impedirle disfrutar de las flores durante un rato. Cruzó la carretera y llegó a la plaza. Se acercó a una orquídea que estaba en flor, con un tono rosa que degradaba de oscuro a claro. Estaba disfrutando de la belleza de la naturaleza cuando un puño emergió desde las plantas. El joven lo esquivó de un acto reflejo y el puñetazo fue directo hacia el suelo. Con el impacto se creó un agujero que después se ramificó en un montón de grietas hacia todas direcciones, destruyendo por completo el paisaje. Reik vio como una de las grietas absorbía la orquídea que había estado observando hasta ese momento, hundiéndose hasta lo más profundo de la tierra. Después, mitad enfadado y mitad asustado, observó a su agresor. Era un hombre alto, de cabellos largos y negros, al igual que sus ojos, ropas y una barba que le perfilaba la cara.

“¿Qui… Quién eres? ¿Qué quieres?” preguntó el joven tartamudeando.

El hombre no contestó. Se limitó a sacar el brazo del suelo, ver los destrozos ocasionados y preparar un nuevo ataque. Reik se quedó congelado del miedo. Nunca se había peleado en su vida y no tenía la intención de hacerlo ahora, así que cerró los ojos y se agachó esperando lo peor.

“¡¡Reik!!” escuchó.

Aquella era una voz familiar, se giró y en medio de la carretera estaban sus dos amigos. Sorprendido, miró hacia delante y el hombre había desaparecido.

“¿Has estado esperando a que saliéramos del examen?” dijo la chica.

“¿Qué ha pasado aquí? – se preguntó el chico al ver los destrozos – ¿ha habido un terremoto?”

Reik se quedó pensativo unos segundos pensando en contarles la verdad, pero pronto llegó a la conclusión de que no creerían que un hombre había aparecido de repente, destruido el suelo de un puñetazo e intentado atacarle.

“Sí… Un terremoto”.

“Pues que extraño que sólo haya afectado a esta zona – dijo la chica – Bueno, volvamos a casa. Tengo hambre”.

El hombre, escondido en una callejuela cercana, se reunió con su compañero bajito.

“La próxima vez podrías salir tú. Han estado a punto de descubrirme”.

“Yo soy un personaje público, si me ven podría desencadenar en un escándalo que acabase con mi carrera. No puedo arriesgarme. En cambio, a ti no te conoce nadie.”

“Que cómodo…”

Los tres estudiantes estaban llegando a la esquina de la calle de Reik cuando el chico se detuvo.

“¿Ocurre algo, Alberto?” le preguntó su pareja.

“Es que… tengo algo importante que tratar con Reik… Ya sabes, cosas de hombres, y quería pedirte… si no te importa…”

“¿Qué me vaya sola? Bueno, vale, no te preocupes, nos vemos mañana”.

La chica continuó caminando por la misma calle y los dos jóvenes giraron a la derecha, calle abajo. Al llegar a la altura de la casa de Reik, su amigo se detuvo.

“¿Qué querías decirme?”

“En realidad no es precisamente que quiera decirte algo, sino enseñarte”.

El chico sacó una pequeña cajita azul marino, con tapa plegable y un tacto muy suave, la abrió y en su interior había un precioso anillo de plata con brillantes engarzados.

“Eso es… Un anillo de compromiso”.

“Exacto. Voy a pedirle matrimonio a Cristina”.

“Pero si ella todavía es menor de edad, no podéis casaros”.

“A partir de la semana que viene que cumple los 18, sí – dijo guiñando un ojo – Pienso pedírselo el mismo día de su cumpleaños”.

Reik estaba tan sorprendido que se había quedado sin palabras.

“No te preocupes, no tienes que decir nada. Sólo quería que fueras el primero en saberlo, como mi mejor amigo que eres”.

“Gracias. Tú también eres mi mejor amigo” contestó y ambos se estrecharon la mano.

La semana siguiente transcurrió con total normalidad. Reik no volvió a ver al hombre de cabellos negros que le atacó, Gabriel continuaba atontado con Marta, sus dos amigos seguían igual de enamorados entre sí y la gente observaba el incidente de la rotonda como un leve terremoto, aunque las fuerzas de seguridad ni un equipo de geólogos que estuvo analizando la zona pudo determinar la causa del accidente.

Finalmente, llegó el gran día. Reik se despertó como de costumbre, esperando ser recibido a la puerta de casa por sus dos amigos. Sin embargo, aquel día, al abrir la puerta de fuera, sólo se encontró con su mejor amiga.

“¿Dónde está…?”

“No lo sé. Pensaba que tú lo sabrías”.

Los dos jóvenes se quedaron absortos ante aquella situación. En un primer momento decidieron quedarse esperando a ver si llegaba. Sin embargo, la hora de entrar a clase se les echaba encima. Finalmente, y mirando hacia atrás a cada minuto, partieron rumbo al centro educativo.

Salvo por la ausencia de Alberto, aquél día estuvo cargado de alegría. Cristina recibió felicitaciones de todo el mundo. Amigos, profesores, familiares y, por supuesto, del propio Reik. Ella sonreía feliz, pero dentro de su corazón no podía dejar de pensar dónde se encontraría su amado.

El día terminó y él no apareció, por lo que Reik y su amiga regresaron a casa preocupados. La chica acompañó a su joven amigo hasta su casa y allí se despidieron. Cuando subió a su habitación dejó la mochila en su habitación y se dispuso a bajar a comer. En el momento en que agarró el pomo de la puerta de la habitación escuchó el sonido de una diminuta piedra estrellarse contra su ventana. Extrañado, abrió la ventana y se asomó. Allí, en medio de la carretera, estaba su amigo Alberto, sonriente.

“¡¿Dónde has estado todo el día?! ¡Cristina está más que preocupada!”

“Perdóname, Reik. Quería que lo de hoy fuese algo especial, y por eso he estado esperando el momento en que se quedara sola. He venido a avisarte porque supuse que tú también estarías preocupado. Pero tengo que irme, he de alcanzar a Cristina antes de que llegue a casa. Adiós Reik, y gracias”.

“Adiós, amigo” contestó, y vio como se alejaba corriendo calle abajo.

Él no lo sabía en ese momento, pero ese adiós había sido una auténtica despedida, aunque no tardaría en averiguarlo.

A la mañana siguiente no se podía mantener en pie de la emoción. Deseaba con ansias que llegaran sus dos amigos para transmitirle la respuesta. Más de diez minutos antes de que hubiera la más mínima posibilidad de que llegaran él ya estaba vestido, arreglado, desayunado y preparado para salir. Cuando sonó el timbre, no habían pasado cinco segundos y Reik ya estaba abriendo la puerta exterior y saludando a sus dos amigos. Lo que no se esperaba, es que estuvieran los dos de espaldas el uno al otro y mostrando claramente un enfado.

“¿Pa… pasa algo?” preguntó preocupado.

“Por supuesto que pasa algo – dijo la chica – Pasa que hemos terminado”.

“Eso está más que claro” dijo el chico.

Reik no daba crédito a lo que estaba oyendo y exigió una explicación.

“Pero, ¿qué decís? Si ayer ibais a casaros…”

“¿Yo? ¿Casarme con ésa? Vamos, ni loco”.

“Pues anda que yo…”

“¡¿Queréis decirme de una vez qué ha pasado!?” gritó Reik al verlos discutir.

“Vaya, parece que a alguien se le han subido los humos – dijo la chica en un tono claramente despectivo – Si de verdad quieres saberlo te lo diré. Tu amigo, me ha regalado un anillo roto, es decir, me ha pedido a gritos que cortemos, después de estar camelándome con que me iba a decir algo muy importante. Tanto tiempo juntos para nada…”

“Te he dicho mil veces que el anillo estaba bien la última vez que lo mire, no sé que ha podido pasar, pero tú no me crees. Para ser sincero, no sé cómo se rompió el anillo, pero tienes razón en una cosa, no quiero seguir con esta relación. No merece la pena si no hay confianza en la otra persona”.

“¿Confianza? Dices que has comprado el anillo expresamente para mí, que lo has guardado hasta hoy porque era algo muy especial y que por eso me lo dabas el día de mi cumpleaños. Lo tenías todo planeado, ¿verdad? Una cosa es confianza y otra ser imbécil”.

“Reik, puedes apoyarme, tú viste el anillo, díselo”.

“Sí, es cierto que lo vi”.

“Vaya, utilizas al niño como coartada. Seguro que se lo enseñaste y lo rompiste después. Pudo ser así, ¿verdad, Reik?”

“Bueno, esto, yo… No sé”.

“Reik, ¿me estás traicionando?” dijo el chico.

Reik negó con la cabeza.

“Reik, ¿me estás llamando mentirosa?”

El joven ya no sabía a quien hacer caso. Estaba seguro de que había una explicación para lo ocurrido, y si la supiera, se la haría ver a sus dos amigos. Sin embargo no era capaz de encontrarla. Cuando le dejaron en paz, se pusieron a discutir entre ellos, subiendo el tono cada vez un escalón más que el otro, hasta que acabaron gritando a viva voz.

“Seguro que hay una explicación. Podemos buscarla los tres juntos…”

“¡¡¡¡CÁLLATE!!!!” le gritaron a la vez.

Aquel grito le partió el alma. Fue la última vez en aquella pareja que hicieron algo juntos. Entonces entendió que cualquiera de sus esfuerzos era en vano. No había nada que hacer.

Impotente, echó a correr, intentando escapar de la realidad, deseando despertar de un mal sueño. Sin embargo, no fue así. Por más que se alejaba, continuaba escuchando los gritos de hasta hace pocos dos enamorados que habían encontrado un prematuro final por tratar de unirse demasiado pronto. Cuando se dio cuenta, estaba a kilómetros de su casa, y las voces que había estado escuchando provenían de su cabeza, con una viveza que las había hecho parecer reales hasta ese momento. De pronto se vio en un parque. Un verde parque con césped por todas partes y unas extrañas murallas marrones que subían a un pequeño mirador y una fuente al lado.

“Este… este parque lo conozco, aquí se conocieron Alberto y Cristina. Demás, ella tiene que pasar por aquí para volver a casa. Seguro que fue aquí donde ocurrió todo. Puede que encuentre alguna pista”.

Empezó a buscar y a buscar algo que consiguiese reunir de nuevo a sus dos amigos para completar su propia felicidad. Registró bancos, suelo, paredes, muros, césped, la fuente… Estuvo horas y horas buscando. El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, Reik estaba sudando, fatigado y sucio, apenas le quedaban fuerzas. Cayó rendido sobre el césped del parque al mismo tiempo que se ponía el sol.

“Haaaa, haaaaaaa. Nada… De todas formas ¿qué esperaba encontrar?”

De pronto notó algo raro pinchándole en la espalda. Se giró y vio que una pequeña piedra preciosa estaba ahí, entre las hojas del césped. Lo cogió y lo examinó detenidamente.

“Esto… ¡es uno de los brillantes que componían el anillo que me enseñó Alberto! Puede que encuentre algo”.

Observándolo, se dio cuenta de que uno de los lados estaba como quemado. Tenía pensado optar por el Bachillerato tecnológico llegado el momento, por lo que tenía conocimientos físico-químicos de niveles superiores al de su curso actual, y sabía que aquella quemadura no era normal.

“Para hacer algo así se necesita por lo menos un soplete, y debería ser diminuto si se partió el anillo en vez de quemarlo entero. Alberto no tiene medios para hacer una cosa así. No sé quien ni cómo lo ha hecho, pero él es inocente. ¡Si vuelvo ahora puede que aún esté a tiempo de salvar la relación!”

Antes de que pudiera darse cuenta, alguien le golpeó en la nuca con el filo de la mano, cayendo al césped de bruces. Sus ojos se fueron cerrando levemente, dándole tiempo apenas de ver como una mano agarraba el brillante.

“Lo siento, chico, pero esto me lo quedo yo – escuchó – Quiero hacerme un colgante”.

Perdió el conocimiento. Cuando abrió los ojos era de noche, no veía lo que había de frente, pero sí veía un edificio vanguardista con gigantescas ventanas, luces de neón de colores fríos y mucha gente en el interior, a lo lejos. También escuchaba el sonido del agua y el ruido de patos deslizándose sobre ella lanzando graznidos.

“Estoy cerca de… el centro comercial nuevo, que tiene un lago al lado”.

Por último, notó que sus pies no tocaban el suelo. Estaba siendo sujetado por el cuello de la camiseta. Tan pronto como quien le sujetaba se dio cuenta de que se despertaba, fue arrojado al lago, mientras veía en el agua el reflejo del brillante en el cuello de su agresor.

“No… – pensaba mientras veía acercarse el agua – No tengo fuerzas para nadar… Estoy demasiado agotado de buscar pruebas… Y ahora se están desvaneciendo delante de mis ojos… Y no puedo hacer nada… Voy a morir… No quiero morir… No quiero morir… ¡No quiero morir! ¡¡¡¡No quiero morir!!!!”

El joven lanzó un fuerte gritó un momento antes de caer al lago y se desvaneció de la emoción del momento. Soñó con un mundo perfecto en el que todo lo ocurrido ese día había sido el verdadero sueño, y el sueño la realidad.

Unas palmadas en la mejilla le despertaron. Cuando abrió los ojos, vio un policía en silla de ruedas de notable musculatura delante de sus ojos. A su lado otro, pero gordo y más viejo, con el pelo muy canoso. Al ver que despertaba, el policía en silla de ruedas sacó un comunicador y presionó un botón.

“Capitán Kevin, tenemos al sospechoso”.

“Muy bien, agente Swanson. Traedlo ahora mismo” se escuchó por el altavoz.

“¿Dó… ¿Dónde estoy? – preguntó aún sin saber qué ocurría – ¿Qué ha pasado?”

No tardó en notar algo raro, veía el centro comercial y el parque que lo rodeaba, pero notaba que la superficie estaba fría, algo bastante extraño siendo primavera. También se fijó en que no escuchaba el sonido del lago ni de los patos, así que miró a su alrededor buscándolos. Mayor fue su sorpresa cuando se encontró con el tanto el lago como los patos habían sido congelados misteriosamente y tanto los policías como él mismo estaban caminando sobre aquella superficie de hielo.

“¿Qué ha pasado aquí?” preguntó ya algo más sereno.

“Eso estamos deseando averiguar, pequeño – dijo el policía en silla de ruedas – Ya nos contarás todo en comisaría. No sé por qué has hecho esto pero espero que tengas una buena explicación – le coloca unas esposas – Se te acusa de un doble asesinato con premeditación y alevosía. Procedo a leerte tus derechos. Tiene derecho a guardar silencio, cualquier cosa que diga podrá ser utilizada en su contra en un tribunal. Tiene derecho a un abogado, si no puede proporcionárselo usted mismo, se le proporcionará uno de oficio…”

No podía creerlo. Al parecer sus dos amigos habían aparecido muertos con signos de violencia, y le acusaban a él. No habían sido vistos en todo el día, y la última persona que se tiene constancia que les vio con vida había sido Reik cuando fueron a buscarle para ir a clase.

Se lo llevaron a comisaría, donde el propio Kevin, jefe de la Guardia Petoriana le interrogó, dada la gravedad del cado. Reik expuso con su mejor léxico todo lo sucedido, la discusión, su búsqueda, el misterio de su agresión y cómo fue arrojado al río. Sin embargo, sus argumentos no convencieron a nadie. Sus propios padres se desentendieron de él, alegando, con todo su dolor, que aunque fuera su hijo, debía hacerse justicia.

El tribunal de primera instancia le dejó en prisión preventiva con fianza, pero nadie se prestó a pagarla, por lo que estuvo encerrado hasta que salió el juicio. Llegado el día, fue conducido a la Audiencia Nacional de Petoria, donde un juez comenzó el proceso con unos cuantos golpes a la mesa con un martillo de madera.

“La Ciudad-Estado de Petoria contra Reik Evans. Que comience la sesión”.

El tiempo en prisión preventiva había hecho cambiar a Reik. Ya no era aquel chico soñador, alegre e inocente e antaño. Su mirada se había afilado, ya no sonreía, permanecía serio y había perdido toda esperanza de salir airoso de aquella situación. Sabía a lo que había venido.

“La acusación hablará en primer lugar” dijo el juez.

“Llamamos a declarar al agente Swanson” dijo el fiscal.

El policía en silla de ruedas compareció ante el juez.

“Señor Swanson – comenzó el fiscal – Usted llevó la investigación del caso, supervisado por el propio Kevin, ¿no es cierto?”

“Sí, es cierto”.

“¿Puede contarnos las pruebas que encontró contra el acusado?”.

“Sí, por supuesto. Hubo testigos que vieron discutir a las dos víctimas con el acusado la mañana del día que ocurrieron los hechos. Sabemos que el acusado fue la última persona que los vio con vida y por tanto la única con una oportunidad de cometer el crimen”.

“¿Encontraron el móvil del asesinato?”

“Sí, en los compañeros y amigos de las víctimas”.

“¿Qué decían esos compañeros?”

“Decían que era una pareja de enamorados digna de protagonizar una película de romance. Se amaban, nunca discutían… No había motivo para pensar que se hayan matado entre ellos. Sin embargo, si nos comunicaron que había claros indicios de que el acusado sentía atracción hacia una de las víctimas, y por eso estaba siempre junto a ellos”.

“¿Comprobaron la coartada del acusado?”

“Sí, en efecto, sus huellas estaban por todo el parque, como él dijo, pudo haber estado registrándolo todo, pero eso no nos sirve para confirmar la hora del asesinato. En referente al misterioso agresor que le arrojó al lago, también registramos los alrededores, pero ese parque es transitado por decenas de personas cada día, era imposible analizarlas todas, unas borraban otras. Aún así, ninguna de las huellas que encontramos coincidía con ningún criminal de nuestra base de datos. Por último, respecto al brillante del anillo que dijo encontrar, no lo encontramos por ninguna parte”.

“¿El estado del anillo se correspondía con el descrito por el acusado?”

“Sí. Según nuestros análisis, ninguna de las víctimas pudo haberlo roto de esa forma, a menos que trabajasen en la industria metalúrgica, lo que descarta aún más la versión de los hechos contada por el acusado”.

“No hay más preguntas, señoría”.

“¿La defensa quiere hacer alguna pregunta?”

“Sí – se levantó un abogado joven, con pinta de haber acabado la carrera el curso anterior – Se está intentando culpar a mi defendido únicamente con pruebas circunstanciales. No hay ninguna prueba que lo incrimine directamente. Dígame, agente Swanson, ¿cómo explica el lago congelado?”

“Según nuestros científicos, pudo ser una helada repentina, ya que el planeta aún no se ha recuperado del todo de la crisis del Cambio Climático que sufrió hace unas escasas décadas”.

“Entre las tres y las ocho hubo gente que vio a mi defendido en el parque, cómo bien dijo, buscando pruebas para reunir de nuevo a sus dos amigos, ¿no confirma eso su coartada?”

“No, la hora estimada del crimen fue entre las nueve y las once de la mañana, en el horario lectivo, donde los jóvenes estudian y los adultos trabajan, la ciudad está medio vacía a esas horas. Pudo haber cometido el crimen perfectamente”.

El abogado defensor vertió todos sus esfuerzos en defender al pobre Reik, pero de nada sirvió. La acusación destruía todos los débiles argumentos a favor del joven, terminando también el joven abogado por dar por perdido el caso.

“Bien – dijo el juez – ¿El jurado ha tomado una decisión?”

“¡Culpable!” contestaron a coro doce hombres sin piedad.

“Entendido – dijo el juez – Reik Evans, la Ciudad-Estado de Petoria le declara culpable de los dos asesinatos con premeditación y alevosía, y con el poder que otorga el código penal le condeno a…”

“¡Espere, por favor!”

Un hombre bajito y rubio irrumpió en la sala. Según avanzaba, la gente comentaba a hurtadillas sobre él. Al llegar hasta el juez, solicitó la palabra.

“¿Qué ha venido a hacer aquí, Sr. Griffin?”

“Le pido disculpas por la intromisión, señoría. Debo hacer constar que dada la gravedad de los hechos, el gobierno no ha podido evitar seguir e intervenir en este proceso judicial. Como todos sabemos, es uno de los crímenes más grandes de la historia de nuestra ciudad, por ello, pido a su señoría, como gobernante de Petoria, que me permita imponer al acusado el castigo que se merece”.

“Sr. Griffin, ninguno de los presentes dudamos de usted. Sin embargo, este es un proceso judicial y quien debe imponer el castigo soy yo, el juez”.

“Me temo que debo insistir señoría. Veo que no sabe, la gravedad de los hechos que se han cometido aquí”.

“No se trata de eso. Hablamos de los derechos del acusado. Las leyes dicen que debe ser condenado por un juez. Si quiere que le conceda esa petición, deberá contar con su consentimiento”.

“Señor abogado defensor, ¿puede preguntar al acusado por su posición?”

Reik le hizo una seña a su abogado.

“Mi defendido dice que le es indiferente quien le imponga el castigo, que no opondrá resistencia”.

“Sea así, por la presente, declaró a Reik Evans culpable de homicidio en primer grado. Desde este momento, pasará disposición de Peter Griffin, presidente de Petoria, quien le impondrá el castigo que crea oportuno. ¡Se levanta la sesión!” exclamó y dio un golpe final con el martillo a la mesa.

Dos policías escoltaron a Reik hasta una limusina a la que también se subió Peter Griffin.

“A mi castillo” le dijo al chófer.

Durante el viaje Reik no abrió la boca, por lo que Peter tuvo que iniciar la conversación.

“¿No dices nada?”

“¿Qué quieres que diga?”

“Al menos, las gracias por salvarte de la cárcel. Aunque seas menor, ya estás en edad de ir a una prisión de adultos”.

“¿Qué importa eso? El juez dijo que usted me impondrá la pena que me corresponda, y tratándose de un político, seguro que lo utiliza como herramienta electoral”.

“Jajajaja, no, te equivocas, yo quiero ayudarte, porque yo sé que tú no mataste a tus dos amigos”.

En ese momento la mirada de Reik se iluminó por un momento, pero se apagó pronto. La experiencia le había enseñado a no ilusionarse inútilmente.

“No lo creo”.

“Lo imaginaba. Ya estamos llegando a mi castillo. Sígueme, puede que logre convencerte”.

Después de varios minutos de grandes jardines tras atravesar las verjas de entrada, llegaron al castillo. Un portón al más puro estilo medieval servía como entrada principal. Al atravesarla, una alfombra roja indicaba el camino hacia unas escaleras que había al frente. Peter y Reik caminaron a través de la alfombra. Al subir a la primera planta giraron a la izquierda hasta el despacho de Peter. Al entrar, se sirvió una taza de te y le ofreció otra a Reik.

“No, gracias. Ahora dígame, ¿es una especie de mafioso o algo así?”.

“Antes de contestar a tus preguntas, quiero que veas a alguien. ¡Shawn, sal!”

Una puerta se abrió y detrás de ella apareció el hombre de cabellos largos y negros al igual que sus ropas, sonriendo.

“Tú eres quien me atacó aquél día… Ya lo entiendo, ¡has sido tú, ¿verdad?!”

“Te equivocas. No hemos sido ninguno de los dos – dijo Peter – Pero también sabemos que no has sido tú”.

“¿Cómo está tan seguro? Las pruebas me incriminan directamente”.

“Porque estuvimos vigilándote hasta pocos minutos antes del atardecer de ese día”.

“¿Cómo?”

“Sí, siento tener que decirlo así, pero te hemos estado siguiendo. El día del incidente, mi compañero Shawn estaba vigilándote como de costumbre. Vio la discusión entre tus dos amigos, y también cómo estuviste buscando durante horas en el parque. Desgraciadamente, como vimos que no te ibas de ahí, te dejamos en la intimidad dada tu entonces frágil situación emocional. Si hubiéramos estado un poco más, habríamos visto a quien te atacó. Te pido disculpas también por eso”.

“¡Tonterías! Si eso fuera cierto ¿Por qué no lo dijeron en el juicio?”

“Si hubiéramos comparecido a tu favor, hubiésemos tenido que explicar las razones por las que te seguíamos, y no podíamos hacerlo. De lo contrario, te habrías convertido en un conejillo de indias para los científicos”.

“¿Por qué me seguían?”

“¿Por qué crees que se congeló el lago?”

“No sé, supongo que por eso del Cambio Climático que hubo hace tiempo”.

“¿Eso crees? Pues te sorprenderá saber que el lago lo congelaste tú”.

“¿Yo? – Contestó sin ningún tipo de alusión – He oído cosas graciosas, pero esta se lleva la palma”.

“Je, esperaba esa respuesta. Shawn, adelante”.

El hombre de cabellos largos se lanzó a por el, le agarró de la cabeza y le lanzo por una ventana, precipitándolo sobre el jardín.

“Gracias Shawn. No me apetece que destroces el castillo”.

El césped amortiguó la caída del joven, aunque aún así se hizo bastante daño. Acto seguido, Shawn saltó por la ventana. En el aire cargó un puñetazo y fue directo hacia Reik. Había aprendido técnicas de lucha básicas en prisión, así que, viendo venir claramente el ataque de Shawn, no tuvo más que rodar hacia un lado para esquivarlo. El puño se incrustó en el suelo, creó un agujero que después se ramificó en un montón de grietas hacia todas direcciones, destruyendo por completo el jardín del castillo.

“Tampoco quería que me destrozases el jardín” dijo Peter mirando desde la ventana de su despacho.

Reik se vio entre plataformas de tierra, pero no le fue difícil moverse entre ellas. Avanzó saltando de una en una hasta llegar a su oponente, a quien dio una patada en la espalda, sin conseguir absolutamente nada.

“¿Eso ha sido un mosquito?” dijo Shawn en claro tono sarcástico.

En aquel momento Reik comprendió la desventaja, pero ya era tarde. Shawn le golpeó en el estómago varias veces seguidas, siendo el último golpe más fuerte que los anteriores, y mandándole hasta el muro del castillo. Sin perder un segundo, Shawn acometió contra Reik cargando un nuevo puño en el viaje.

“¡No!”

Reik cerró los ojos y echó las manos hacia delante en un acto reflejo.

“¿Ves? Yo tenía razón” dijo Peter desde la ventana.

Reik abrió los ojos de nuevo. Su contrincante estaba parado delante suyo con el puño congelado.

“Eso… ¿lo he hecho yo?”

“Exactamente. Tienes el poder del hielo, por eso te seguíamos. Aunque aún no sabes usarlo, si aceptas quedarte con nosotros podemos ayudarte a sacarle el máximo partido. Tenemos otros cuatro chicos como tú ya entrenando en otro lugar, y estamos en proceso de conseguir otros dos. Únicamente te pedimos una cosa a cambio”.

“¿A cambio?”

“Exacto. Sabemos de cierta organización que pretende causar el mal en todo el planeta. Aún son sólo indicios, pero parecen que van tomando solidez a lo largo del tiempo. Si alguna vez llega a presentarse una verdadera amenaza, queremos que nos ayudes a defender nuestra tierra. ¿Qué me dices? No tendrás que ir a la cárcel, aprovecharás tus poderes, y sobre todo, podrás investigar sobre la muerte de tus amigos”.

Reik se quedó unos segundos pensando.

“Investigar… Vengarme… Hacer Justicia… Hielo… Parece que no suena del todo mal. Está bien, aceptaré tu posición. Me convertiré en el guerrero más poderoso que existe, a quien nadie pueda derrotar nunca. Entonces buscaré a quien ha destruido mi felicidad, ¡y acabaré con su vida! Pero yo también pediré una cosa a cambio, no quiero juntarme con ninguno de esos chicos que dices que tienes a menos que surja el peligro del que hablas. Esta es mi batalla. Y he de hacerlo solo”.

“Como desees. Desde ahora eres… ¡el caballero del hielo! ¡Que esta espada sea tu arma y te ayude en tu cometido!” exclamó y le lanzó una espada.

La espada cayó al suelo. Reik caminó hasta ella, la cogió y la alzó hacia el cielo. El sol se reflejó en ella bañando su rostro con el calor de un futuro lleno de esperanza.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

q mu wen el epi, q espero q haya + de sts stilo y q pa la prox pongas el tiempo q transcurre

Anónimo dijo...

Muy bueno el capitulo todo un drama, coincido con dani en que tiene que haber mas de estos episodios y conocer asi mejor las vidas de los personajes y el porque de algunos comportamientos, etc .
superar las barreras es lo que no hace más fuertes”.
(nos hace)
Avanzó por el ancho paseo en el que se encontraba en instituto (el instituto)
Demás, ella tiene que pasar por aquí para volver a casa(ademas)
jefe de la Guardia Petoriana le interrogó, dada la gravedad del cado.(gravedad del caso)
Ya no era aquel chico soñador, alegre e inocente e antaño.(de antaño)
pasará disposición de Peter Griffin,(a disposicion)
Un saludo a todos

Anónimo dijo...

Juer... aora me lo resucitas.... mejor asi xDD ya me estoy poniendo al dia (5 capitulooooos, solo) Ansio ver mi personaje, aver como me sorprendes ;) Buen capitulo sin duda esos "flashbacks" mooooolan xD