domingo, 22 de febrero de 2009

Episodio LXXXIII

Vale, iba a salir a primera hora pero no ha podido ser, ha sido una semana de transición de cuatrimestre (no me gustan las transiciones, suelen salirme mal), he tenido que cambiarme de clase en una asingatura y tal (es que estoy en tres clases, por si alguno aún no lo sabe xD), no han abierto el aula de informática hasta el jueves creo... vamos, la semana en sí un caos... (tampoco he podido hacer los dos reportajes que tengo pendientes) pero la semana que viene ya sí que sí, tengo programada una pequeña obra de reforma en mi habitación que la inahibilatará durante unas 8 horas, y la he programado para el domingo aposta para tener el capítulo el sábado por la noche listo.

Título:

Tamaño: 10'25 (al menos siempre que hago esperar compensa :P)

Dedicado a: N/A

Episodio



LXXXIII



L

os caballeros volaron hacia el centro de la isla en dirección a las, que en pocos minutos pudieron ver a lo lejos. Pamela se balanceaba en el aire como si fuera una bandera. De pronto sintió que aterrizaban y que sus pies tocaban el suelo, pero cayó en redondo al suelo nada más pisarlo. Tanto sus ojos como su cabeza daban vueltas sin parar. Los caballeros se pusieron a su alrededor, tratando de examinarla.

“Se ha mareado...” dijo Gabriel.

“Parece que has ido demasiado rápido, Jonyo” dijo Fidel.

“Yo iba a la misma velocidad que los demás. No ha sido culpa mía”.

“Tardará un rato en pasársele el mareo – dijo Arturo tumbando a Peter a su lado – Dejémosla descansar. Tenemos nuestro objetivo en frente”.

Todos volvieron la cabeza. Unos metros más adelante comenzaba la pared de la barrera, cuya cúpula se extendía a kilómetros y kilómetros a los lejos, y en su interior se encontraron de nuevo con ruinas culturales de todo tipos, esculturas, cuadros, pedazos de iglesias, templos y mezquitas desperdigados por doquier y un silencio absoluto.

“No se ve ninguna de las torres exteriores desde aquí – observó el caballero de la rosa – Eso significa que estamos lo suficientemente lejos de cualquiera de los tres pueblos para que no nos descubran”.

“O no, puede que haya una tormenta en la zona de una de las torres e impida su visibilidad” dijo Fidel.

“Lo que sí que se ve siempre, sin importar donde estés – dijo Jonyo – Es esa torre de cristal que está en medio de todo. La veía desde Mariejoa, pero no imaginaba que se viera desde cualquier punto de la isla”.

“Una torre que se asemeja a un prisma, pero que sus caras son triángulos y acaba en pico. Curioso” añadió Gabriel.

“¿Atacamos ya o vamos a quedarnos mirando todo el día? – Dijo Fidel – Con un poco de suerte la destruiremos antes de que Peter despierte”.

“Aún no podremos atacar. Él se interpondrá” dijo Arturo.

“¿Él?” preguntaron todos.

Seagram apareció de pronto sentado sobre la pared de la barrera, como la última vez. Todos se giraron hacia su posición y se pusieron en guardia.

“Vaya, has vuelto, joven cazarrecompensas. Y muy bien acompañado”.

“¿Cómo es que puede mantenerse sobre la barrera como si nada?” se preguntó Fidel.

“Tranquilos. Bajad la posición – les dijo Arturo – No es él en realidad. Sólo es un holograma. La otra vez hizo lo mismo”.

“Si tan bien recuerdas nuestro último encuentro, también deberías recordar que no me hace falta estar presente para atacar”.

Dos pequeñas bombas con la mecha encendida se acercaron desde el interior de las ruinas, atravesaron la pared y se dirigieron contra el caballero del fuego.

“¡No juegues con nosotros!”

Arturo avanzó hasta las bombas, golpeó suave pero rápidamente a cada una y las envió contra el holograma, explotando poco antes de llegar a alcanzarle.

“Parece que no puedes controlar el tiempo que tarda la mecha en consumirse. Si nos movemos a suficiente velocidad, no podrás alcanzarnos”.

“Pero como ves ese tiempo es insuficiente para que las lances contra mí”.

Los caballeros se colocaron en posición y guardaron silencio, tratando de escuchar las bombas aproximarse.

“¡¿Es que nadie ha visto lo mismo que yo?! – dijo Fidel – ¡Las bombas han atravesado la barrera! ¡Eso es que se abre justo en el momento en que pasan!”

“No, Fidel, no se abre – le dijo Gabriel – Las barreras de energía no son como una cascada de agua que puedas atravesar”.

“Que sí, ya verás” dijo, y se acercó a la barrera esperando una oportunidad.

“Estúpido...” pensó Seagram.

En esta ocasión aparecieron 3 pequeñas bombas con la mecha encendida. Fidel esperó hasta el último instante y trató de atravesar la barrera en el mismo momento que lo hacían las bombas desde el otro lado. El resultado fue el caballero de la tierra despedido hacia el suelo por la onda de choque de la barrera.

“Ya te dije que no se abría – dijo Gabriel destruyendo las tres bombas con una sola rosa – Las barreras de energía están hechas para que no se pueda entrar pero sí se pueda salir. Son como los cristales de las salas de interrogatorio. Tú crees ver un espejo rodeándote, pero desde el otro lado te están observando sin que lo sepas”.

De pronto Fidel escuchó un pitido intermitente que se iba acortando hasta volverse un sonido continuo. Al no saber lo que era, acercó la oreja a la arena para escucharlo mejor.

“¡¡Idiota!! – le gritó Jonyo – ¡¡Salta!!”

La mina explotó delante de todos dejando una nube de fuego a su paso. Cuando se disipó, no quedaba nada de Fidel.

“Uno menos” dijo Seagram.

“No cantes victoria tan pronto”.

En el cielo estaba Gabriel, sujetando al caballero de la tierra por la pierna.

“Será mejor que estés más atento. La próxima vez no te salvaré”.

“Va... Vale” dijo estando boca abajo.

“Por otro lado... – reflexionó el caballero de la rosa – Ese tipo es peligroso. No se ha movido ni un centímetro, y ataca con una fiereza incalculable”.

“¡Seré clemente con vosotros! ¡Abandonad este lugar ahora mismo y os perdonaré la vida!”

“Lo siento, pero no podemos hacer eso – dijo el caballero del fuego – Hay una persona que no podrá dormir por las noches mientras no destruyamos esta barrera”.

El caballero del rayo quiso tomar la iniciativa y atacar, pero al desplazarse, notó que pisó algo metálico.

“Tienes que tener cuidado por donde pisas – le dijo Seagram, burlándose – Normalmente activo yo mismo las minas, pero si las pisas me lo ahorras. En cuanto trates de salir de ahí te quedarás sin una pierna”.

“¿En serio?”

Jonyo desapareció de su posición y la mina explotó al desparecer también la presión de su pie. El caballero apareció de nuevo en el aire un instante después.

“Ya te lo ha dicho Arturo, pero te lo repetiré yo. Esas minas son demasiado lentas para nosotros”.

“Además – dijo Arturo elevándose, al ser el último que había quedado en tierra – Si permanecemos en el aire, tus minas no podrán nada contra nosotros”.

“Sí, es cierto, ¿pero qué me decís de ella?”

Pamela se había levantado, seguía mareada, pero trataba de despejarse andando de un lado para otro para recuperar el equilibrio, y no se había dado cuenta de lo que ocurría. De pronto empezó a escucharse el pitido intermitente y todos se alarmaron.

“¡Pamela! – exclamó el caballero del rayo y voló rápidamente hacia ella – ¡Bastardo! ¡Atacas al débil!”

La mina estalló justo en el instante en que el caballero alcanzó a la pequeña, devorando a ambos una nube de fuego.

“¡Jajajaja! – reía el joven del pelo a lo afro – ¡Las cosas cambian!”

El fuego se disipó y se descubrió la figura del caballero del rayo con Pamela en brazos, estando ella ilesa, y él con una herida en la cabeza.

“¡Jonyo! ¡Estás herido!” exclamó Arturo.

“No es nada, uno de los pedazos de la bomba debió golpearme al estallar. Pero esto... ¡no te lo voy a perdonar!”

“Jonyo... Gracias” le dijo la pequeña.

“¡Espera, Jonyo! Yo sé una manera de detener todas las bombas que haya enterradas por los alrededores de una vez – Fidel bajó a tierra, se agachó y posó la palma de su mano en el suelo – Recordad que soy el caballero de la tierra. Dejadme esto a mí. Os compensaré mi error de antes”.

Los caballeros vieron su postura y parecían haber descubierto sus intenciones.

“Espera, Fidel, ¡no lo hagas!” le gritó Arturo.

Sabaku Rou...”

La arena se comprimió, aprovechando todos los espacios vacíos entre los granos, creando una capa de arena endurecida que abolló todas las minas enterradas con la misma facilidad que una apisonadora pasando sobre ellas.

“¡Noooo!” gritaron todos.

Todas las bombas que había en el radio de acción de la técnica empezaron a explotar una detrás de otra. El caballero del fuego, ayudado por el caballero de la rosa, fue capaz de rescatar el cuerpo de Peter a tiempo, antes de que varias minas que había bajo él estallaran. En cuestión de segundos, todo el lugar se había convertido en un mar de llamas con explosiones y nubes de fuego por todos lados.

“¡Todas tus bombas han sido inutilizadas! – Gritó el caballero orgulloso – ¡¿Qué piensas hacer ahora?!”

“Je, has creado el caos en toda la zona, has puesto en peligro a tus compañeros, y todavía te sientes orgulloso de tus actos, eres uno de esos estúpidos con los que hay que tener cuidado. Sin embargo, tienes razón. Al destruir todas las minas del lugar, mis posibilidades de victoria son casi nulas. No obstante, las vuestras de destruir la barrera son inferiores a cero absoluto. Me marcho por el momento, pero nos volveremos a encontrar”.

El holograma se volvió borroso y posteriormente se desvaneció tan rápido como había aparecido. Las explosiones ya habían cesado y sólo quedaban finos hilos de humo por la zona. Los caballeros se mantuvieron en el aire, salvo Gabriel, que al ser el único que tenía las manos libres, bajó hasta donde se encontraba el caballero de la tierra y empezó a calentar la muñeca moviéndola en círculos.

“¿Qué pasa, Gabriel?”

“¡¡¡No vuelvas a hacer algo así sin avisar!!! – gritó a la vez que le daba un puñetazo en la cara que lo tiró al suelo – ¡¡¡Casi te cargas a Peter!!!”

“Va... Vale” dijo por segunda vez.

Jonyo y Arturo descendieron también. El caballero del rayo dejó a Pamela en tierra y el caballero del fuego tumbó a Peter a su lado.

“Cuida de él, por favor” dijo Jonyo.

“Y será mejor que no os mováis de aquí pase lo que pase – dijo Arturo – No sabemos el alcance que ha tenido el ataque de Fidel, es posible que alguna mina cercana haya soportado la presión o que simplemente no haya sido alcanzada con suficiente fuerza. Por si acaso, nosotros nos mantendremos en el aire todo el rato”.

“Ya no hay nadie que nos moleste – dijo Gabriel – Hagamos lo que hemos venido a hacer”.

Los cuatro se elevaron de nuevo y empezaron a concentrar energía. Fidel hizo que un poco de arena ascendiera y se acumulara en su brazo, formando un gran pincho alrededor de su espada. Jonyo elevó la espada al cielo. Un rayo cayó sobre ella y se cargó de electricidad. Arturo creó una bola de fuego en su mano y Gabriel preparó una rosa.

“¡¡¡¡Al ataque!!!!” exclamaron los cuatro a la vez.

Fidel trató de atravesar la barrera con el pincho de arena comprimida. Jonyo lanzó el rayo, Arturo lanzó la bola de fuego y Gabriel lanzó la rosa, atacando cada uno a un punto distinto. El pincho de arena se iba deshaciendo mientras Fidel avanzaba, hasta que su espada chocó con la pared y le rechazó. El rayo de Jonyo fue devuelto, obligando al caballero a esquivarlo, y la bola de fuego fue desviada contra la rosa, haciéndola cenizas antes de que pudiera llegar a hacer algo.

“Todo ha sido inútil...” dijo Pamela resignada.

“Si los elementos no sirven – dijo Arturo – ¡Prueba un poco de nuestra energía!”

Los cuatro cargaron ondas de energía y atacaron sin cesar a la barrera como si de una ametralladora se tratase, sin importar a donde daban. El resultado no fue muy distinto. Las ondas se quedaban detenidas un instante al chocar contra la pared y después explotaban en centenares de pedazos que se dispersaban por la zona.

“¡Vamos! – Les animaba Pamela – ¡Vosotros podéis!”

Finalmente, el presidente abrió los ojos lentamente y descubrió a los caballeros atacando sin cesar.

“¿Qué estáis haciendo?” dijo al despertarse.

“¿No lo ves? – Dijo Fidel – Estamos tratando de destruir esta barrera para que dejes de sufrir”.

“Hacer eso no es posible. Parad por favor”.

“Antes de que te secuestraran estabas a punto de decirnos cómo podíamos destruirla – recordó Gabriel – Si nos lo dices ahora, pararemos”.

“No se puede destruir. No recuerdo que dije en aquél momento – mintió – Puede que me equivocara o que me entendierais mal”.

“Entonces parece que tendremos que seguir atacando hasta que ceda” dijo Jonyo cargando un nuevo rayo.

“¡No! ¡Dejadlo! ¡Moriréis antes de conseguir siquiera hacer un diminuto agujero! ¡Ya estamos todos aquí! ¡Ya sabemos donde está el barco! ¡¿Por qué no nos vamos de una vez?!”

“¡Peter!” le gritó Arturo para que se callara.

El caballero del fuego descendió hasta él y posó sus manos en sus hombros, obligándole a mirarle a los ojos.

“Escucha. Huir de tus problemas no aliviará tu dolor. Vamos a destruir esta barrera porque eres nuestro amigo y porque sabemos que te provoca un sufrimiento insoportable. Vamos a destruirla con o sin tu ayuda, sólo que sin ella, tardaremos un poco más. Tú decides”.

El presidente bajó la cabeza y no contestó. Arturo esperó unos segundos, y al ver que no respondía, le soltó y volvió al ataque.

Peter se quedó callado durante unos minutos, sin escuchar el ruido que hacían los ataques de sus compañeros, sin escuchar sus gritos al ser rechazados por la barrera, ni su aliento jadeando al volver a levantarse. De pronto Pamela le dio un bofetón cruzándole la cara.

“¿Es que no lo ves? Ellos están haciendo esto por ti, ¿y tú te quedas ahí sin ni siquiera animarles? Me das asco”.

Aunque el presidente no reaccionó del todo, al menos subió la cabeza y observó la situación.

“No...” pensaba mientras veía como el caballero del rayo era despedido hacia atrás por la barrera de nuevo, mientras veía como caía al suelo, y como se levantaba para atacar otra vez.

“Esta vez sí que sí, ¡rosa negra!” exclamó Gabriel.

La rosa negra fue directa hacia la barrera, impactando contra la pared de la misma, y siendo devuelta también contra su emisor, que la esquivó en el último momento, sin poder salvarse de un corte horizontal en la mejilla.

“Si Reik estuviera aquí podríamos intentar el ataque con el que derrotamos a la teniente...” dijo el caballero de la rosa.

“Podemos intentarlo aunque no esté – le animó Jonyo – No tendrá la misma fuerza, pero tampoco será en vano”.

“Está bien” aceptó y lanzó una rosa para trazar el recorrido.

Arturo lanzó una bola de fuego y Jonyo lanzó un rayo que la envolvió, creando un ataque combinado que fue directo a la barrera.

“La próxima vez haced este ataque a ras de tierra, o yo no podré colaborar” dijo Fidel.

El caballero de la tierra lanzó una onda para reforzar el ataque un instante antes de que éste impactara contra su objetivo. Los ojos de todos se iluminaron ante esta última esperanza. El ataque impactó provocando una fuerte explosión que desencadenó una nube de fuego y una de humo después, acompañado todo de un fuerte viento.

“¿Ha funcionado?” se preguntó el propio Peter.

La nube de humo se despejó, mostrando la barrera intacta, sin un solo signo de daño. Los caballeros se derrumbaron durante un instante, pero inmediatamente recuperaron el ánimo al recordar por lo que luchaban, sacaron sus espadas y se lanzaron de nuevo al ataque. Los cuatro trataron de destruir la barrera con la fuerza bruta, al ser el último recurso que les quedaba. Dieron un fuerte espadazo vertical a la pared y enseguida empezaron a notar que la onda de choque les empujaba hacia atrás. Sin embargo, ellos aguantaron y aumentaron la presión en la espada.

“No...” volvió a decir el presidente.

Fidel fue el primero en ceder y ser despedido por la onda de choque. Le siguió Gabriel, unos pocos segundos después. Jonyo aguantó medio minuto más y Arturo fue el último en caer. Todos fueron rechazados, pero todos se detuvieron en el aire, sin permitir que la onda de choque les tirara al suelo, y volvieron volando al ataque a toda velocidad.

“¡¡¡¡PARAD YAAA!!!!” gritó finalmente con todas sus fuerzas.

Los caballeros cesaron sus ataques por un momento, impactados por la fuerza del grito del presidente.

“Parad... – susurró esta vez – Así no conseguiréis destruirla”.

“¿Así no? – dijo Jonyo sonriendo – Eso quiere decir que de otra manera sí lo conseguiríamos, ¿verdad?”

“No... Me han pillado – pensó y después dijo – ¡No! ¡No hay ninguna manera!”

“Entonces déjanos seguir con lo que estamos haciendo”.

El caballero del rayo tiró una nueva onda contra la barrera, que fue devuelta contra él, colmando el vaso y tirándole finalmente al suelo, cayendo inconsciente cerca de donde estaba el presidente.

“Está bien... – cedió al ver vapor saliendo del cuerpo de Jonyo – Os lo contaré”.

De repente el caballero del rayo abrió los ojos, sonrió y se levantó como si nada.

“¡¿Pero qué...?!”

“Sabía que acabarías cediendo, así que me tiré al suelo a propósito”.

“¡¡¡¿Estabas fingiendo?!!! ¡¡Serás...!!”

“¿No creerías que algo así acabaría conmigo o con cualquiera de nosotros tan fácilmente?”

“Jajaja, ¡muy buena! – le felicitaron sus compañeros – ¡Todos estábamos pensando lo mismo!”

“Gracias, gracias” se pavoneó el caballero.

“Yo iba a tirarme ahora mismo – dijo Fidel – pero te me has adelantado...”

“Hasta yo me había dado cuenta de que era un engaño” dijo Pamela.

“Este es un mensaje de todos nosotros para ti – dijo Arturo – Si no has sido capaz de darte cuenta de que Jonyo estaba fingiendo, ¿cómo estás tan seguro de que la barrera es indestructible?”

“Vale... Vosotros ganáis, pero exijo dos condiciones” dijo mostrando los dedos índice y corazón.

“¿Dos condiciones? – Preguntó Gabriel - ¿Dos condiciones de qué?”

“¡Primera condición! – Exclamó levantando sólo el dedo índice – Esta barrera no es lo único que amenaza la libertad de esta isla, también ese maldito tesoro corrompe a los aldeanos, sobre todo a los del clan StormReaver. Si no lo encontramos nosotros primero, algún pueblo podría utilizar su poder indebidamente y desatar una masacre innecesaria. Por tanto, no diré ni una palabra hasta que no sepamos donde está”.

“¿Y la segunda?” preguntó Fidel.

“¡Segunda condición! ¡Quiero que esta niña no esté presente en nuestra conversación!” dijo señalándola fríamente.

“¡Halaaaa! ¡Eso no es justo! ¡¿Me estás discriminando por ser pequeña?!” exclamó ofendida.

“¡Sí! ¡Lo estoy haciendo! ¡¿Alguna objeción!? ¡Esto no es cosa de niños! ¡Además podrías usar la información a favor de tu pueblo, y tampoco quiero eso!”

La pequeña se quedó agachada, cabizbaja, removiendo la arena con el dedo para entretenerse.

“Eso no es justo... Yo no te he hecho nada para que pienses así...”

“Es mi última oferta”.

Los caballeros se miraron entre ellos y asintieron con la cabeza.

“Vale, Peter, aceptamos – dijo Arturo – Primero averiguaremos donde está el tesoro y luego nos dirás como romper la barrera”.

“¡Halaaaa! – volvió a quejarse la pequeña – ¿Os ponéis de su lado?”

“No ha pedido nada extraordinario – le dijo Jonyo – Sólo quiere prudencia y que no veas cómo nos dice cómo destruir la mayor obra de su vida. Es algo muy duro y entiendo que no sea capaz de hacerlo delante de alguien que apenas conoce. Intenta comprenderlo”.

“¡Entonces vamos a mi pueblo!” exigió ahora ella.

“¿Para qué?”

“No creo que vayáis a poneros a buscar el tesoro aquí, en medio de la nada. Digo yo que tendréis que descifrar la clave, y si no puedo estar presente, no me voy a quedar sola en medio del desierto, o en mitad de Midgar, donde nadie me quiere, correría peligro. Iremos a mi pueblo”.

“En parte tiene razón – dijo Gabriel – Ya hemos molestado bastante a Shinkan, y no creo que JesuCristo quiera volvernos a ver por ahí. Cambiar de aires es una buena opción, además, es posible que el viento puro de la montaña nos aclare las ideas”.

“¿Alguien tiene una idea mejor?” preguntó Fidel.

“Sí, yo – dijo Peter – Cuando estuve cautivo, Alá me dijo que ellos ya sabían donde estaba el tesoro, tal vez si le preguntáramos...”

“Claro – saltó Jonyo – Destruimos su aldea y él nos lo agradece dándonos información privilegiada. Prueba, seguro que accede a ayudarnos”.

“Más importante que eso – dijo Arturo – No sabemos si lo que te dijo era cierto o era sólo para asustarte. Aún en el caso de que fuera verdad, tal y como dice Jonyo, sería perder el tiempo. En el mejor de los casos nos echarían a patadas, y en el peor, tratarían de secuestrarte otra vez... Hagamos lo que dice Pamela”.

“Sabia decisión, caballeros – dijo la pequeña – Y esta vez... ¡volad más despacio!”

Bill, la princesa y el Caballero Negro se miraban mutuamente mientras éste último avanzaba hacia ellos sonriente. Bill dio un paso al frente y se puso delante de la princesa, con intenciones de protegerla.

“Es curioso – dijo Bill – No recuerdo haberte preguntado cómo podía llamarte. ¡Te he preguntado quien eres! ¡Tú no eres un caballero!”

“Mi verdadero nombre no es algo que deba importarle a alguien como tú. Ahora, después de lo que me ha costado encontrarte, quiero que hablemos”.

“Ahora que lo pienso, estamos muy lejos del pueblo, no creo que nos haya encontrado de casualidad” dijo la princesa.

“Parece que sólo me busca a mí – comentó el joven – ¿A quién has torturado para decirte donde estaba?”

“Esa doctora era muy amable” dijo el Caballero Negro.

“¡¿Qué le has hecho a nuestra Doctora?!” exclamó la princesa.

“Nada. Ya os he dicho que fue muy amable. Ella misma me indicó cómo llegar hasta aquí. No tuve que hacerle nada. Y lo mismo pasará con vosotros. Si cooperáis no os pasará nada”.

“¿Qué es lo que quieres?” le preguntó Bill.

“Quiero... ¡el cuerpo inerte del caballero del hielo!”

Bill y la princesa se miraron, como si no entendieran lo que estaba pasando, y después miraron de nuevo al Caballero Negro.

“Me temo que eso no va a ser posible – intentó explicarle Bill – dado que...”

“No me importan tus excusas – le detuvo el Caballero Negro mientras desenvainaba su espada, sin dejarle explicarse – Si no me lo quieres decir por las buenas, tal vez cambies de opinión cuando estés a punto de morir”.

Bill y la princesa volvieron a mirarse, tratando de aguantar la risa tan bien como podían. Finalmente, se calmaron al ver que la confrontación era inevitable, se encogieron de hombros y miraron los dos a su adversario.

“Está bien... ¡Ven!” dijo Bill y el Caballero Negro se lanzó contra él.



Sabaku Rou = Prisión del desierto

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jon:

Jonyo desapareció de su posición y la mina explotó al desparecer (al desaparecer)
Ruben llevas una buena racha, hay que reconocer que ha habido algunos capitulos que no han estado muy bien pero estos dos ultimos tengo que decirte que vuelves a estar en la cumbre,me ha gustado mucho si señor, sigue asi que esta saga empieza a tener muy buen color,por cierto solo un fallo he encontrado eso es todo un record jeje
Un saludo a todos

Anónimo dijo...

Comparto la opinión de Jon, llevas unos episodios de PM. Pero tengo una pega jejeje, si Peter no puede mantener el nivel de los acontecimientos no sé que narices hace ahí la verdad (“¡¡¡No vuelvas a hacer algo así sin avisar!!! – gritó a la vez que le daba un puñetazo en la cara que lo tiró al suelo – ¡¡¡Casi te cargas a Peter!!!”)

Si Peter muere es porque no está a la altura de las circunstancias y si en vez de ayudar va a ser una carga lo mejor es que no esté. Aunque el caballero de la tierra es como un niño ya que no piensa antes de actuar. Lo que tendría que hacer es asegurarse que su ataque no afecta a ningún aliado... esto con Reik no pasaba... (que por cierto a ver si aparece ya, ¿eh?) Pero bueno que si Peter no puede esquivar un ataque aliado... dificilmente podrá esquivar un ataque enemigo.

Reik destruiría todo lo material con sus ataques y no se andaría con tantas delicadezas... Pero bueno espero que Reik vuelva pronto la verdad para que engañarnos, esto empieza a parecerse a un cuento infantil con tanta educación de palabra y tanto acto heróico, cuando en la vida real el que no se arriesga no gana ^^