domingo, 5 de abril de 2009

Episodio LXXXIX

Perdón por el retraso, pero hoy ha sido un día muy intenso... Dos series nuevas, tres openings nuevos, ventas por eBay... Si hubiera pasado una cosa más habría sido un día perfecto, pero no se puede tener todo, supongo...

Y ahora, a flipar con las habilidades de los nuevos personajes, que van a dar que hablar ^^

Título: Microgrieta

Tamaño: 8

Dedicado a: N/A

Agradecimientos : Reik

Episodio


LXXXIX






Sin ánimo de ofender... – le dijo el caballero del rayo a Hilda – No quiero dañarte, eres mi amiga. Me niego a combatir contigo”.

“¿No será más bien que crees que no sea rival para ti?”

“Bueno... – contestó pavoneándose un poco, ya que se le había presentado la oportunidad – Cierto es que soy el caballero del rayo, no soy un rival fácil de batir”.

“No te preocupes por eso. Ya lo he tenido en cuenta”.

Hilda sacó un pequeño bote tapado con un tapón de corcho. Lo dejó en el suelo, quitó el tapón y un extraño haz de luz salió de él y empezó a rodearla.

“Desde el momento en que llegaste sabía que llegaría este momento, así que hice algunas investigaciones, pensando la manera idónea para derrotarte, y éste es el resultado”.

“¿Qué es eso?”

“¿Nunca te han contado la historia de las personas que mueren sin terminar todo lo que tenían pendiente en vida? Se dice que el fantasma de esas personas vaga eternamente por el mundo hasta que termina lo que había empezado, y si no lo consigue, nunca va al otro mundo”.

“Yo no creo en las historias de fantasmas. Eso que da vueltas a tu alrededor, como mucho puede ser un alma encerrada. Y de serlo, yo te recomendaría que la guardaras de nuevo, sino puede venir cierta persona a quitártela”.

“Veamos si esto te hace cambiar de opinión... ¡¡¡Oversoul!!!”

Hilda agarró con la mano el haz de luz que volaba a su alrededor y se lo introdujo en el pecho. De pronto su cuerpo se rodeó por una extraña aura negra y su energía cambió.

“¿Pero que coño...? Parece otra persona... La energía que desprende es distinta...”

“Ya puedes creer en las historias de fantasmas, caballero del rayo... ¡estás viviendo una!” dijo con una siniestra voz doble.

Hilda se desplazó a gran velocidad hacia el caballero del rayo, cogió una rama de árbol que había en el suelo y la usó para atacar a Jonyo, que bloqueó la ofensiva con su espada.

“Con una simple rama... ¿rivaliza con mi espada? ¿Qué está pasando aquí?”

“No has mejorado nada, pequeño Jonyo” volvió a decir con la voz doble.

Hilda empujó con la rama sobre el caballero del rayo, obligándole a retroceder. Entonces aprovechó para darle un codazo en el estómago, y acto seguido le agarró de la cabeza y le echó hacia abajo, como poniéndole por debajo de él.

“¡¡¡¿De qué vas?!!! – Gritó furioso – ¡¡¡Yo no soy tu esclavo!!!”

Trató de atacar clavando la espada a su adversario, pero ella se adelantó y le golpeó en la mano con la rama, obligándole a soltar la espada.

“Con tu nivel, esto es para lo único que vales – volvió a decir esa extraña doble voz – Para agachar la cabeza cuando otros pasen”.

“No me subestimes sólo porque me hayas hecho soltar la espada”.

Jonyo lanzó una onda de energía hacia delante que obligó a Hilda a retirarse y permitió al caballero recuperar su espada.

“¿Qué ha pasado de repente? Es como si no fuera ella... Y esa extraña voz que suena por encima de la suya... Me resulta tremendamente familiar...”

“Parece que sigues sin darte cuenta de lo que está pasando... O te niegas a creerlo. No me dejas otra opción, ¡tendré que refrescarte la memoria!” dijo y se lanzó contra él.

“¡No sé que estás tramando pero no funcionará! ¡No podrás superar la velocidad del rayo!”

El caballero alzó la espada al cielo y un rayo cayó del cielo cargándola completamente de electricidad. Después dio una estocada al aire y liberó el rayo contra Hilda.

“Demasiada pose... Cualquiera puede ver la trayectoria del ataque y evitarlo con facilidad”.

Así fue. Según continuaba avanzando, Hilda evitó el rayo que había liberado el caballero siguiendo otra dirección con suficiente antelación. Es más, cuando Hilda llegó a la altura del caballero, él aún no había terminado de descargar la espada totalmente y su situación le impedía defenderse.

“Otro fallo. Demasiada energía. Pierdes el tiempo inútilmente. Y tú, más que nadie, deberías saber lo valioso que es el tiempo”.

Con total tranquilidad, dada su posición de ventaja, propinó una patada en la cara al caballero con los zapatos de tacón, que lo tiró al suelo.

“Vaya... Eres buena... – dijo mientras se levantaba – Así que un ataque con demasiada energía que me impedía desenvolverme bien en el combate... ¡Pues a ver que te parece esto! ¡Ligthing Plasma!”

El caballero lanzó un puñetazo cargado de rayos a su alrededor directamente contra Hilda, quien, sin sorprenderse lo más mínimo, giró la rama como si fuera una hélice y disipó los rayos como el fuego de una vela al soplar, teniendo únicamente que detener el puño del caballero con la otra mano.

“No me lo puedo creer... Ha neutralizado el Ligthing Plasma con una facilidad asombrosa... Y es mi técnica más efectiva... Es como si me conociera de toda la vida...”

“No me extraña que seas tan débil si aún sigues utilizando esa técnica. Recuerdo que te la enseñé hace mucho tiempo... Si no consigues ataques más avanzados, seguirás perdiendo hasta que un día te maten”.

“¿Qué me la enseñaste? ¿Quieres decir que eres...? ¿Qué esa voz es de...?”

“Parece que por fin te has dado cuenta... Sí, soy yo. Tu viejo maestro... ¡Andrés!”

Gabriel, Fidel y Alá llegaron a la torre de madera. No era más que una estructura hueca que apenas se sostenía en pie, sin forma alguna. La madera chirriaba constantemente y la torre se tambaleaba ligeramente al estar sobre un terreno arenoso. Los caballeros se asomaron al interior y lo único que encontraron fue unos cuantos cojines sucios colocados por el suelo, estando todo lleno de polvo y serrín.

“Que sucio está todo...” dijo Fidel.

“¿Para qué son esos cojines?” preguntó Gabriel.

“Nosotros rezamos de rodillas, no tenemos capilla ni altar, no nos hace falta nada más que algo para que el suelo no hiera nuestras rodillas. Ahora, si es posible, me gustaría dejar de hablar y que terminaseis lo antes posible”.

“Será un placer...” contestó el caballero de la rosa desenvainando su espada.

“¡Déjame a mí, Gabriel! ¡Así te demostraré lo que valgo!”

Fidel extendió los brazos, abrió las palmas de sus manos y comenzó a cargar una onda de energía.

“¡Despídete de este mundo, torre maldita!”

El caballero de la tierra lanzó una potente onda directa contra la cima de la torre, que impactó causando una gran explosión.

“¡Ya está!”

El humo de la explosión se disipó y la torre estaba intacta, salvo por unas pizcas de hollín en la zona del impacto.

“¡No es posible! ¡Con un ataque así una estructura de madera hueca como ésta debería haber volado en mil pedazos!”

“De nuevo, confirmas que tengo razón. Me has arrebatado el turno de atacar sin pedir si quiera permiso, te has lanzado contra lo desconocido y como siempre, has perdido... No eres digno de ser un caballero...”

Aquellas palabras causaron verdadero dolor al caballero de la tierra, que se mordió la lengua, apretó el puño y volvió a mirar a la torre.

“¡¡Aún no he perdido!! ¡¡No perderé contra una simple torre!! ¡¡Mi elemento me rodea!! ¡¡Tengo el bono de campo!! ¡¡Derribaré esa torre y haré que te tragues tus palabras!! ¡¡¡¡Caos Arenoso!!!!”

Toda la arena del desierto que había cerca empezó a acumularse a los pies del caballero, formando un montículo que empezó a elevarle más y más, hasta igualar la altura de la torre. Entonces el cúmulo de arena empezó a tomar forma, definiendo una escultura de Fidel con todo detalle.

“¿Esta es tu gran baza? ¿Un tú gigante?”

“¡No es un simple yo gigante! – Exclamó desde la cabeza de su creación – ¡Está hecho con arena compactada a altos niveles de presión! ¡Es más duro que una viga de hormigón armado! ¡No importa cuan resistente sea esa torre! ¡No podrá soportar un ataque así!”

Alá esperaba pacientemente medio sonriendo, pero mordiéndose la lengua para que no se notara.

“¡Está bien! ¡Allá voy!”

La enorme figura de arena de Fidel cargó un puñetazo contra la torre, mientras el caballero depositaba todas sus esperanzas en aquel golpe.

“Vamos... – pensaba – Tienes que destruirla... Acaba con ella... ¡¡¡Hazla desaparecer!!!”

El puño de arena impactó contra la torre, destruyéndose al hacerlo y sin hacer daño alguno a la torre. Una lluvia de arena comenzó a caer delante de los presentes y sobretodo ante un derrotado pero aún no rendido Fidel. Con su creación manca y sabiendo que era completamente inútil, decidió seguir atacando con el brazo que le quedaba. El resultado fue el mismo, el brazo entero se deshizo vertiendo toda la arena de nuevo hacia el suelo como si de una cascada se tratase. Viendo que no tenía nada que perder por seguir intentándolo, trató de atacar con las dos piernas del monstruo a la vez.

“Ya has visto que no sirve de nada... Y aún así sigues atacando... No sabes cuando rendirte... Eso... Es lo que más me cabrea de ti” pensó el caballero de la rosa agachando la cabeza para asistir a la derrota de su compañero.

La figura de arena que había creado el caballero de la tierra ya no tenía brazos ni piernas y se derrumbaba por momentos con un completamente hundido Fidel en la cima, cayendo poco a poco hasta volver al nivel del suelo, donde se quedó, sentado en la arena, sin decir ni una palabra.

“Creo que tu turno ha terminado – dijo el caballero de la rosa sin preguntarle ni cómo estaba – ¡Alá! – Exclamó – Dime, ¿puedes decirnos algo sobre esta torre que pueda ayudarnos a destruirla?”

“Lo único que sé... Es que es la más débil de las tres”.

“¿La más débil?” pensó el caballero de la tierra mientras aquellas palabras rebotaban en su mente una y otra vez.

“Entiendo. Muchas gracias. Entonces probaré algo...”

Gabriel lanzó una rosa normal contra la torre y ésta fue rechazada nada más chocar.

“Como pensaba... Por lo que las rosas amarilla, turquesas y demás que tienen efectos tampoco me sirven... A ver si...”

Sacó una rosa negra y la lanzó contra la pared de la torre. Para sorpresa de todos, en esta ocasión, el tallo de la rosa se clavó, pero al llegar a la flor no avanzó más.

“Ha conseguido hacer un diminuto agujero en la torre...” comentó Alá asombrado.

“Mmmmm... – pensó Gabriel al ver el escaso efecto que había producido la rosa capaz de atravesarlo todo – Parece que tendré que usar eso”.

“¡Jajajajajaja! ¡Menuda gracia! – Reía JesuCristo con arrogancia – ¡Tú! ¡Que no eres ni un caballero! ¡¿Pretendes batirte con el Hijo de Dios?!”

“¿Qué problema hay?”

“Para empezar, no puedes batirte conmigo sin una espada, es imposible. Mi forma de combatir la exige, y no portas ninguna”.

“Tú tampoco, así que no podemos luchar”.

“¿Tú crees? – dijo alzando la mano al cielo – ¡Desciende, Kusanagi!”

Hubo un silencio y al cabo de unos segundos se escuchó un silbido. La espada apareció en el interior de la torre tras atravesar una vidriera que representaba a la virgen, rompiéndola en pedazos, hasta llegar a los pies de JesuCristo, clavándose en la alfombra roja que había frente a él.

“¿Ves? Ya está” dijo extrayéndola de la alfombra.

Peter se dio cuenta de que no tenía espada y miró a su alrededor buscando algo que poder usar para sustituirla. Al ver que lo único que había por el suelo eran trozos de cristal, se giró hacia el caballero del fuego.

“Arturo, ¿me dejas tu espada?”

“¿En serio pretendes luchar contra él?”

“Y tan en serio. Y si usar tu espada para ello, sería un gran honor”.

Sin dudar ni un momento, sacó su espada de la vaina y la lanzó hasta Peter, clavándose en el suelo, a su lado. Peter la agarró con fuerza y la sustrajo con cariño, acariciando después la brillante hoja.

“Hoy vas a ayudarme a mí, bonita” dijo y se puso en guardia.

“¡Jajajaja! – Volvió a reír con arrogancia – ¿Por tener una espada ya crees que puedes vencerme? ¿Acaso sabes usarla?”

“Fui campeón de esgrima en mi juventud, ¡no me tomes por un inútil!”

“¡Veamos de qué te sirve ahora! ¡Ordeñaré hasta la última gota de sangre de tu cuerpo!” exclamó JesuCristo.

Peter sintió que aquellas palabras le dejaron inmovilizado durante apenas unas centésimas de segundo, sin saber por qué, ni que decir después.

“¿Ah, sí?” respondió Peter.

Su oponente sonrió. Antes de que se diera cuenta, estaba delante de él con la espada preparada para atacar. JesuCristo asestó un corte a Peter de abajo a arriba, cruzando todo su pecho y tirándole al suelo tras girar su cuerpo varias veces en el aire. Cayó sobre la alfombra y volvió a rodar varios metros hasta que se detuvo boca abajo, inmóvil.

“¡¡Peter!! ¡¿Estás bien?!” exclamó Arturo disponiéndose a ir a ayudarle.

“¡Déjale!” le gritó una voz.

A su lado estaba Shinkan, con el brazo derecho extendido delante de él, bloqueándole el paso.

“Haaaa, haaaaaaaa – jadeaba – Tú has depositado tu confianza en tu amigo. ¿Cómo crees que se sentirá si ahora le ayudas?”

“¿Has venido corriendo?”.

“Sólo desde la entrada de la torre hasta aquí, el resto en chocobo. Pero uno ya no tiene el cuerpo para estos trotes...”

“Dejando eso a un lado, no puedo quedarme de brazos cruzados mientras ese chico destroza a mi compañero, ¡tengo que ayudarle! ¡Su vida es más importante que su orgullo!”

De pronto Peter, aún en el suelo, alzó el brazo con la mano extendida, indicando al caballero que se detuviera.

“Peter...”

Con gran esfuerzo, consiguió levantarse, mostrando los efectos del ataque. La parte de su pecho que había recibido el corte estaba al descubierto, con la ropa cortada, pero la piel estaba intacta, sin herida alguna.

“¡Imposible! – Exclamó JesuCristo mirando la hoja de su espada manchada de sangre – ¡Yo di en el blanco! ¡Esta sangre lo demuestra! ¡Es un truco!”

“No sé... – dijo Peter devolviendo la arrogancia de antes – ¿No eras tú el de los milagros?”

JesuCristo no contestó.

“¡Arturo! – exclamó ofendido – ¡La próxima vez no me des por muerto tan pronto!”

“Je... – sonrió para sí mismo el caballero del fuego – Tiene razón, no debí preocuparme tan pronto. Está usando la misma estrategia que usó contra Jose en los Juegos de Petoria, pero sería más fácil usar una barrera desde el principio que auto curar sus heridas una vez hechas. No lo entiendo, ¿por qué no lo hace? ¿Será que no quiere que sepan por eso que él creo la barrera que ahora trata de destruir?”

“¡Atacaré de nuevo para asegurarme! ¡Tienes los modales de un mendigo!”

“¡¡Tu padre!!”

Peter se quedó unos segundos paralizado por segunda vez y JesuCristo volvió a asestarle un corte en el mismo sitio, produciendo los mismos efectos. Peter acabó boca abajo sobre la alfombra.

“Esta vez no habrá truco que valga – dijo pasando el dedo por la hoja de espada recién machada sangre por el segundo ataque – ¡Ahora tienes que estar herido!”

“Pues va a ser que no” dijo Peter al levantarse, mostrando de nuevo su pecho limpio de cualquier herida.

“Se está riendo de mí...” pensaba JesuCristo.

“¡Peter! ¡Usa tu especialidad!”

“No puede” respondió el sacerdote por él.

“¿Cómo? ¿Sabes de lo que hablo?”

“No, pero da igual, aunque tenga una técnica especial poderosa capaz de derrotar al más fuerte rival, en este combate no le serviría de nada, todas las técnicas quedan inutilizadas”.

“¿Y eso? ¿Por qué?”

“Por el insulto”.

“¿Cómo?”

“Una espada es un arma mortal, cualquiera puede utilizarla para agredir a otra persona sin necesidad de ninguna experiencia previa, pero sólo los grandes luchadores son capaces de cortar a su oponente... ¡con un buen insulto!”

“¿Un... insulto?”

“Sí, fíjate bien, ahora van a volver a hacerlo”. Comentó y los dos atendieron cuidadosamente.

“Tengo que responderle algo ingenioso...” pensó Peter.

“¡Eres como un dolor en la parte baja de la espalda!”

“¡Y tú como un grano en el sobaco!”

“De nuevo, Peter se quedó paralizado durante unas centésimas de segundo, que JesuCristo aprovechó para asestarle un nuevo corte, esta vez horizontal y en la barriga. Peter soltó la espada del dolor y se cubrió la herida con los dos brazos y cayó de rodillas unos segundos. Cuando retiró los brazos, no había herida alguna.

“¡Lo ha vuelto a hacer!”

“¿Lo has visto, caballero? El que gana el duelo de insultos paraliza a su adversario con su frase ingeniosa durante apenas unas centésimas de segundo, que aprovecha para atacar. No importa lo fuerte que sea cada uno ni las técnicas que conozca, en ese diminuto espacio de tiempo, no hay nada que puedas hacer. Esa espada que tú le has confiado es lo único que le puede salvar”.

“La fluidez verbal y una buena capacidad de improvisación son cosas que no se aprenden combatiendo, poder desconcertar al enemigo con una buena respuesta es la verdadera prueba que tiene que superar Peter. No me gusta reconocerlo pero, con todo mi poder, yo no sería capaz de ganar este combate. Me sabe mal decirlo, pero él es el único que puede hacerlo... ¡Ánimo Peter!”

2 comentarios:

Dani Lopez dijo...

Gracias por dedicarme el episodio ^^. El capitulo está muy pero que muy bien, ese Peter que no decaiga pero que aprenda a insultar hombre!!! jejejeje. Sigue así rubén.

Un saludete

Jon dijo...

bueno lo primero de todo perdon por no haber leido el episodio en su momento pero vamos que ahora me he leido este y seguire con el siguiente,por cierto no he encontrado ningun fallo cosa que me parece rara pero puede ser posible que no haya ninguno y el episodio me ha encantado empieza por fin lo mejor de la saga
Un saludo a todos