lunes, 21 de noviembre de 2011

Episodio CXXIX

Este capítulo tenía que haber salido hace dos semanas, pero salió el Sonic Generations que le tenía ganas desde hace meses y me absorbió xD Y la semana pasada me puse enfermo así que lo traigo hoy. Pensaba sacar el episodio 130 antes de que comenzaran los exámenes, pero dadas las fechas en la que estamos ya (en mi universidad de mierda los examenes son en diciembre) está complicado. En cualquier caso, habrá por lo menos dos episodios más antes de final de año, con o sin el 130 antes de los exámenes.

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Episodio 


CXXIX

A
rturo se quedó parado en el sitio, y aunque firme de cuerpo, derrumbado psicológicamente. No quiso forzar a Fidel a continuar la conversación. Se quedó esperando a que se alejara del todo, quieto, callado, observándole hasta que desapareció el sonido que producen al volar. Se quedó entonces en silencio y solo. Cayó de rodillas y luego dio un puñetazo al suelo, pero no dejó que la presión pudiera con él, no podía permitírselo.

“No… No… Aún no… ¡Aún no me he rendido! – Exclamó y fue levantándose poco a poco – He perdido esta batalla, pero ganaré la guerra. ¡Todavía tengo tiempo! ¡Lo conseguiré!”

Decidió dejar un día de margen para aliviar la tensión de la conversación, y dejó completamente en paz a su compañero durante el resto del día. Esperaba verle al menos por la noche, pero cuando se fue a dormir, el caballero de la tierra todavía no había vuelto. Continuó esperándole, a pesar de que pensaba hacerse el dormido cuando le viera llegar, pero no pudo fingir, porque cayó dormido de cansancio antes de que pudiera ocurrir.

A la mañana siguiente, cuando se despertó vio que Fidel no estaba. La cama estaba igual que la noche anterior, así que no era que se hubiese dormido antes de que llegara, no había pasado allí. Fidel llevaba ya un tiempo viviendo en la isla de Shawn, era comprensible que tendría su propio lugar donde dormir, pero el día anterior había dormido con él y con los demás en el barco, se había sentido de nuevo como en casa, todo había vuelto a la normalidad, o eso creía. Sin embargo, la cruda verdad estaba ante sus ojos y le demostraba que las cosas no sólo no habían vuelto a la normalidad, sino nada más lejos de la realidad.

Todo aquello por lo que había estado luchando hasta ahora se tambaleaba con un suave soplo de viento, y no iba a permitir que el odio y el resentimiento causado por Mesa se lo arrebatará. Se levantó para salir a la isla a buscar a Fidel para hablar de nuevo con él, pero antes de eso dio una vuelta por el barco buscando a los demás sin ningún interés concreto, únicamente para saber cómo les iba. Por suerte o por desgracia, no encontró a nadie. Miró la hora. Era muy temprano como para que no hubiera nadie, pero tampoco imposible que ya se hubieran ido todos.

Salió entonces a buscar a Fidel. Trató de localizar su energía, y al mismo tiempo, fue capaz de ver donde estaban los demás. En efecto, cada uno había comenzado ya su entrenamiento de ese día, a pesar de lo temprano que era, por lo que decidió no molestarles y dirigirse al punto en el que se encontraba Fidel.

Al llegar, vio que Fidel estaba destruyendo rocas con sus propios puños para entrenar. Estaba delante de un pedrusco enorme, saltó y cayó sobre ella con el puño extendido, partiéndola por la mitad. Arturo se acercó lentamente, pensando en cómo iniciar la conversación, cuando de pronto Fidel lanzó de una patada cada una de los dos trozos de la roca que había partido. Uno de ellos se perdió en la lejanía, mientras que el otro iba directo al caballero del fuego, que lo esquivó de milagro.

>>“A partir de ahora ya no somos amigos – recordaba Arturo – Si te atreves a cruzar esta línea, te atacaré”.

Fidel estaba de espaldas, y continuaba su entrenamiento con total normalidad como si aquello hubiera sido un mero accidente, pero Arturo sabía la verdad. Él no había ocultado su energía, Fidel sabía perfectamente que estaba allí, por muy concentrado que estuviera.

>>“Te atacaré. Te atacaré. Te atacare. Te atacaré…”

Aquellas palabras continuaban resonando con fuerza en la cabeza del caballero del fuego y le hacían dudar. Dudaba sobre sí debía hablar con él en ese momento o si por el contrario debía esperar todavía más hasta que se calmara la situación del todo.

Tras pensarlo unos segundos, tomó una decisión. Dio un paso al frente para acercarse hacia quien él todavía consideraba un amigo, pero antes de poner el pie sobre la tierra, un montón de piedras puntiagudas aparecieron desde el subsuelo. Rápidamente, Arturo rectificó y volvió a su posición inicial. Observó que las piedras no habían salido únicamente delante de él, sino que formaban una circunferencia alrededor de Fidel, que había clavado su espada en el suelo.

“¿Qué pretenderá?” pensaba Arturo.

Fidel extrajo la espada rápidamente y las piedras que hasta ahora sólo asomaban ligeramente su afilada punta, salieron disparadas hacia el caballero de la tierra desde todas direcciones. Fidel saltó para adaptarse al punto de destino de las piedras y, ya en el aire, empezó a destruir las piedras a puñetazos y patada según llegaban hasta él. Todas llegaban de punta, pero eso no impedía al caballero de la tierra hacerlas polvo de un solo golpe. Algunas conseguían alcanzarle, herirle, cortarle, perforarle, pero de eso se trataba, de ser herido y cortado ahora, y no en el combate contra Mesa.

Las piedras salían continuamente del suelo, creando una pseudobarrera que encerraba a Fidel y cortando el paso al caballero del fuego, que desistió y regresó al barco.

Durante tres días, Arturo estuvo intentando en vano comunicarse con Fidel, pero siempre que lo intentaba, ocurría algo, aparentemente casual que se lo impedía. Le caía un árbol encima, le asaltaba un dinosaurio, se caía a un foso tras pisar un camino lleno de hojas, llovían rocas gigantes a su alrededor, o emergía un muro de piedra del suelo. Cada vez que uno de esos extraños sucesos frustraba su intento, se rendía temporalmente y no lo intentaba de nuevo hasta horas más tarde. Cada uno de esos fracasos mellaba sus ánimos, sesgaba su ímpetu, terciaba su empeño… Cada vez faltaba menos para abandonara la idea y con eso perdiera de nuevo sus poderes, a sus amigos y su capacidad de actuar.

Arturo era consciente de todo esto. Sabía que no podía permitirse llegar hasta ese punto, por las buenas o por las malas. Si Fidel estaba poniendo barreras entre los dos, sin duda debía destruirlas.

Esta vez dejó el sigilo a un lado. Detectó la energía de Fidel y volando directamente hacia ella. Lo primero que salió ante él fue un muro de tierra que bloqueaba el paso. Sacó su espada, realizó un corte vertical y lo acompañó de una patada en el punto de corte, abriéndose de paso al crear una grieta. Después un dinosaurio que parecía asustado y confundido apareció de repente, y al ver al caballero abalanzó sus fauces contra él, que por unos instantes pudo ver el fondo de la garganta del animal mientras los afilados dientes le encerraban como las rejas de una prisión. Inmediatamente, salió volando de la boca antes de se cerrara, y tumbó al dinosaurio de un codazo en la frente. Continuó avanzando y al fin divisó a Fidel, y a su vez vio unas sombras circulares en el suelo. Miró hacia arriba y descubrió un montón de rocas gigantes precipitándose hacia él.

Al principio se limitó a esquivar las primeras para poder seguir avanzando, pero no le fue posible continuar así durante mucho tiempo y tuvo que parar para destruirlas una a una. Arturo dio un puñetazo a una de las rocas y su brazo quedó incrustado en ellas. Se dio cuenta de que eran demasiado grandes como para acabar con ellas con ataques normales. Para liberarse, tuvo que hacer estallar una bola de energía, que hizo añicos la roca desde el interior. Con el resto ya no fue tan condescendiente, atacó con todas sus fuerzas a las esferas rocosas, atravesándolas de un puñetazo, desviándolas de una patada o pulverizándolas con una potente onda.

Fidel, viendo que el resultado era evidente, se dio la vuelta y se dispuso a irse. Arturo lo vio de reojo mientras continuaba evitando rocas, y comprendió que no podía perder más tiempo. Destruyó la última roca que tenía entre manos y fue volando hacia su compañero a toda velocidad. Cuando estaba a punto de alcanzarlo, Fidel se dio la vuelta, y detuvo a Arturo con una patada en el pecho. Durante un instante, ambos se quedaron mirándose a los ojos. El caballero del fuego notó un cambio en la mirada de Fidel. Fue capaz de ver a través de su corazón, de ver el dolor del caballero de la tierra al dar ese golpe, un dolor mucho más fuerte que el que le estaba causando a él el golpe. Sin embargo, también volvió a confirmar que Fidel estaba dispuesto a todo para lograr su objetivo, sin importar lo que se llevara por delante, es decir, que no conseguiría nada por mucho que hablase con él.

El tiempo volvió a su cauce normal. La patada del caballero de la tierra catapultó a Arturo por el aire, hacia atrás hasta que el tronco de un árbol detuvo su avance. Un golpe seco en su espalda, y luego descendió por la propia gravedad, deslizándose a través del tronco hasta caer sentado en la tierra.

“Te lo advertí” fue lo único que dijo Fidel.

Esperaba una respuesta, cualquiera que fuese, pero no la obtuvo. El caballero del fuego seguía allí sentado, con la mirada perdida, en completo silencio. Tras unos segundos esperando, Fidel se cansó y caminó para continuar su camino, pero no llegó a dar un paso.

“¡Espera!” escuchó y se paró en seco.

Se dio la vuelta. Arturo estaba de pie. Ya no tenía la mirada perdida, pero sí había perdido la mirada que había tenido durante esos tres días.

“¿Qué quieres? Ya te he dicho que no voy a…”

“No, no es eso, tranquilo” le cortó para evitar una conversación desagradable.

“¿No? – el caballero de la tierra se sorprendió – Entonces…”

“No voy a continuar con esto – dijo claramente – A partir de ahora dejaré de molestarte”.

“Pero entonces, tus…”

“No te preocupes por eso – volvió a cortarle – Lo más importante para ti es ese combate, ¿no? Pues adelante, sigue entrenando”.

“Gracias” respondió Fidel tras un silencio incómodo.

Arturo se fue de allí caminando despacio, muy despacio. Por respeto, Fidel se quedó observando hasta que se perdió en la lejanía.

“Perdóname, Arturo. Perdóname porque hayas perdido por mi culpa los poderes que tanto trabajo te costó recuperar. Pero no te preocupes, porque esta vez, seré yo quien acabe con Mesa os salve a todos, ¡no dejaré que tu sacrificio sea en vano! Y perdóname también, por no decirte todo esto a la cara”.

Ya era de noche cuando Arturo llegó al barco. Peter estaba en su camarote. Llevaba allí encerrado los últimos días, buscando una manera teórica de hacer funcionar su nueva técnica. Tenía todo el escritorio lleno de papeles repletos de fórmulas, diagramas y bocetos, con tan solo una vela medio consumida para alumbrarse.

“Vale… Hasta ahora puedo generar tres tipos de barreras – resumía los avances de su investigación – Las barreras simples o de protección, de las que todo puede salir pero nada puede entrar, las barreras invertidas o de supresión, en las que todo puede entrar pero nada puede salir, y por último el Crystal Wall, capaz no sólo de impedir entrar, sino que además es capaz de devolver los ataques físicos de una energía inferior a la que compone la barrera. Si quiero poder generar el cuarto tipo de barrera, estoy convencido de que la clave se halla en el funcionamiento del Crystal Wall. Para poder detectar esos ataques, el Crystal Wall funciona como una pantalla capacitiva, es decir, está recubierta por un campo electromagnético, principalmente de electrones, que al entrar en contacto con un organismo vivo, cuyas órdenes neuronales también se producen por electricidad, altera el campo electromagnético. De esta forma, la barrera recibe la orden de rechazar esa intrusión. No obstante, a los objetos y otros elementos de naturaleza inanimada, al no tener electricidad en su interior, tan solo se les deniega el acceso a la barrera, sin devolverlos. Entonces, para lograr el cuarto tipo de barrera, tengo que…”

Un portazo interrumpió sus razonamientos, sobresaltándose tras haber perdido la concentración. Acto seguido, escuchó pasos en el pasillo, luego un segundo portazo y volvió el silencio absoluto. Ya que le había desconcentrado, al menos pretendía asomarse a ver quién era el visitante. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo cada uno, por tanto no le fue difícil adivinar quién podría ser.

Abrió suavemente la puerta del camarote de Arturo y le descubrió tumbado en la cama, con la luz apagada, tratando de dormir.

“¿Todo va bien?” fue lo único que preguntó.

“Sí. Hoy he venido más pronto porque quiero recuperarme cuanto antes para poder empezar a entrenar en serio. Pero todo va bien”.

“Vale, que descanses”.

Cerró la puerta y dejó en paz al caballero, haciéndole creer que había creído sus palabras. Lo cierto es que ni Arturo ni Fidel le habían contado a ninguno de los demás lo que había ocurrido, pero a falta de detalles, todos se daban cuenta perfectamente de lo que estaba pasando. Peter era de los que pensaban que no debía ofrecer su ayuda, sino esperar a que se la pidieran, así que respetó al caballero del fuego y volvió a su camarote a continuar estudiando.

“Vale… ¿Por dónde iba…? Mmmm… ¡Se me ha olvidado!”

A la mañana del cuarto día, Jonyo continuaba tumbado bajo el sol, tal y como había permanecido durante los días anteriores. Shawn estaba a su lado, apoyando al caballero del rayo en su duro entrenamiento.

Jonyo estaba tumbado boca arriba, con los ojos cerrados, pero no estaba en calma. De vez en cuando fruncía el ceño un poco, inspiraba aire de forma notable, o jugaba con los dedos para intentar que el tiempo pasara más deprisa. Sin embargo, a pesar de su afán en que todo fuera un poco más llevadero, su paciencia estaba llegando al límite.

“¡No aguanto más!” gritó y se levantó de un salto.

“¿Qué te pasa ahora?”

“¿Que qué me pasa? ¡Llevo tres días ahí tirado sin hacer nada! ¡Fidel, Reik, incluso Peter! ¡Todos están entrenando! ¡Y yo aquí perdiendo el tiempo!”

“Ya te he explicado los objetivos del entrenamiento, y están dando sus frutos. Además, no podemos hacer nada hasta que lleguen esas personas”.

“¡¿Y cuándo van  a llegar?!”

“Están en camino”.

“¡Eso mismo dijiste hace tres días! ¡Y tampoco veo los resultados de este supuesto entrenamiento por ningún lado! – Jonyo no se estaba dando cuenta, pero su enfado estaba haciendo que perdiera el control de su energía y liberaba una onda expansiva por propia intuición – ¡¿Cómo voy a vencer con esta tonte…?! – fue entonces cuando se dio cuenta del poder que estaba liberando sin saberlo y se calmó – con esta tontería…”

Shawn sonrió.

“¿Qué pasa? ¿De dónde fluye este poder?”

“Ahora que tu cuerpo está descansando, digamos que tu fuerza se está recalculando porque ya no hay un entrenamiento excesivo que bloquee su avance. En el momento en el que tu fuerza deje de aumentar, tu cuerpo se habrá calibrado y esta fase del entrenamiento habrá terminado”.

Jonyo se volvió a tumbar mientras escuchaba atentamente la explicación y asentía con la cabeza. Después cerró los ojos y continuó con su entrenamiento, no sin antes disculparse por su comportamiento.

Ahora completamente relajado, Jonyo trató de continuar con su entrenamiento, que ya no consideraba una estupidez, pero un ruido conocido anulo totalmente esa posibilidad.

“Ese ruido… – dijo Jonyo mientras se levantaba algo desconcertado – Conozco ese sonido... ¡Se está acercando!”

“¿Qué te ocurre ahora? – le preguntó Shawn, que aún no había detectado el todavía murmullo que se acercaba – ¡Ah, ya lo oigo! ¿Sabes lo que es?”

“Ya lo creo que sí. Son las aspas de un helicóptero que se está acercando a la isla. Sólo conocemos una persona que nos haya atacado desde un helicóptero. Fue hace ya mucho tiempo, en Petoria…”

“Yo no siento ninguna energía sobrenatural acercándose”.

“La otra vez tampoco la sentimos hasta que bajó del helicóptero. Es posible que esté hecho de algún material aislante, o que simplemente se esté conteniendo”.

“Pero… ¿Quién?”

Jonyo no contestó. Salió volando sin esperar más, dejando a Shawn con la intriga.

“¡Ya es la segunda vez que te largas! ¡¿Así como pretendes completar el entrenamiento?!”

Desde el aire, Jonyo localizó el helicóptero, pero se mantuvo a una distancia prudente para que no le detectaran. Estimó el área de aterrizaje según la dirección y la altura y se dirigió hacia allí. Por el camino, se encontró a Gabriel, que también había detectado el helicóptero.

“¿Tú también?” dijo Jonyo al verle.

“Como no para no verlo – contestó el caballero de la rosa – No es precisamente discreto que digamos”.

“Ya…”

“¿Has conseguido ver quien hay dentro?”.

“No. Los cristales laterales están tintados, y el piloto lleva casco y gafas. Desde aquí no puedo decir siquiera si es hombre o mujer”.

“¡¡Es la teniente!! – Gritó alguien por detrás – ¡No hay duda!”

Gabriel y Jonyo se giraron y descubrieron a Reik detrás de ellos.

“Coño, no sabía que tú te ibas a dignar a venir” dijo Jonyo.

“Es la teniente y lo sabéis. Ese helicóptero es del mismo modelo que la otra vez”.

“Bueno, sí que pienso que puede ser la teniente, pero no estoy absolutamente seguro” opinó Jonyo.

“El modus operandi es el mismo que la última vez. Nos ataca de frente, sin esconderse – añadió Gabriel – Y tal como dice Reik, el helicóptero parece ser el mismo”.

“Parece que al final no va a resultar una pérdida de tiempo haber venido a esta isla, ¡jejeje!” reía maliciosamente el caballero del hielo.

Llegaron al punto estimado de aterrizaje, y Arturo ya estaba allí, callado, y mirando al cielo fijamente.

“¡Qué rápido has llegado! Vas darle una cálida bienvenida, ¿no?” bromeó Jonyo haciendo referencia al elemento de su compañero.

“Ya está aquí” fue lo único que contestó Arturo.

El helicóptero apareció encima de ellos, y aterrizó justo delante de sus narices. Durante unos instantes, se quedó parado, sin que saliera nadie. Reik llevó la mano a su espada y se preparó para atacar. La puerta de la cabina se abrió, y una mujer, todavía con el casco y las gafas de piloto, pisó tierra frente a los expectantes caballeros.

“Cuanto tiempo sin vernos, caballeros” dijo a la vez que quitaba el casco y las gafas.

“Tú eres…” murmuró el caballero del rayo al descubrir su identidad.

1 comentarios:

Jon dijo...

Sin duda el final ha hecho de este capitulo, uno muy bueno jajaja, vuelve la intriga y eso me gusta, es algo que creo que se había perdido en cierta medida. He pensado ya en una persona que podría ser la piloto y que obviamente no diré. En el próximo capítulo te diré si he acertado o no.

Cada vez faltaba menos para abandonara la idea y con eso perdiera de nuevo sus poderes, a sus amigos y su capacidad de actuar.
(abandonar la idea)
“¡Qué rápido has llegado! Vas darle una cálida bienvenida, ¿no?” (vas a darle)

Un saludo a todos.