domingo, 4 de enero de 2009

Episodio LXXVIII v 1.1

Hoy me he entretenido con mil cosas, entre otras, con la NUEVA SECCIÓN DE DESCARGAS que se inaugura mañana por la tarde, pasaros y descargad algo :) ^^

Título: N/A

Tamaño: 8'25

Dedicado a: Óscar (personaje Peter, que aunque ya no te pases por aquí, te recordamos)


Episodio


LXXVIII

P

amela corría despavorida por la arena. El hombre misterioso la tenía cada vez más cerca y se relamía al imaginar el frescor del agua en su garganta. La pequeña estaba constantemente mirando hacia atrás, y ella misma se daba cuenta de que su agresor estaba cada vez más cerca. Con las prisas tropezó con su propio pie, y cayó sobre la arena de bruces. La botella salió disparada dando vueltas y el líquido iba saliéndose poco a poco.

“¡No! ¡El agua!” dijo Pamela desde el suelo.

“!Mi agua!” exclamó el hombre misterioso.

El hombre saltó para alcanzar la botella y evitar su derramamiento. En el aire, extendió el brazo para alcanzarla, pero en el último momento, Arturo apareció y la cogió él mismo.

“¿Eh? Pero si es...” dijo el hombre misterioso.

Sin dejarle tiempo a hablar, el caballero del fuego le dio una patada en la barbilla que le lanzó por los aires, lanzando la manta que le cubría hacia el cielo y descubriendo así su identidad.

“¡Lighthing Plasma!”

El caballero del rayo atacó desde el cielo, como un rayo. Atravesó la manta, desintegrándola con su ataque y después cayó sobre la espalda del agresor calvándole su puño en medio de la columna a la vez que electrocutaba todo su cuerpo, terminando estampado contra la arena. Gabriel no tardó en llegar, pero ya no pudo hacer nada. Sin embargo, Peter apareció lentamente y con el mismo sigilo con el que se había ido.

“Estoy deseando encontrar a Fidel para saber de una vez porque te comportas de esa forma” le dijo Arturo pero él no contestó.

Los caballeros observaron, ahora más detenidamente, al agresor de Pamela.

“Pero si es...” dijo Arturo.

“No me lo puedo creer...” dijo Gabriel.

“¡¡¡Fidel!!!” gritaron todos al mismo tiempo.

Aunque estaba algo desaliñado y sucio, los caballeros identificaron el cuerpo medio desvanecido del caballero de la tierra.

“¡Fidel! ¡¿No te da vergüenza ir por ahí robando a niñas?!” le reprochó el caballero del rayo.

El caballero de la tierra se levantó con la boca abierta. Empezó a palpar a cada uno de los caballeros, incluso terminó pellizcando y magreando las mejillas de Peter mientras empezaba a reír.

“No... No es un espejismo... Sois vosotros... Sois vosotros de verdad”.

“Pues claro, ¿quién iba a ser si no?” le dijo Peter a la vez que le daba una bofetada para que reaccionara.

Fidel perdió el control, empezó a abrazar y a acariciar a todos los presentes sin ninguna vergüenza, hasta que Jonyo terminó parándole apartándole la cara cuando vio que iba a darle un beso en la mejilla.

“¿Se ha vuelto loco o qué?”

Pamela, al ver a Jonyo, fue a refugiarse detrás de él. Al verla, Fidel se dio cuenta de que estaba con ellos y se calmó.

“Anda, ¿y ésta quién es?”

“No me llamo ésta. Tengo nombre”.

“Ahora te lo decimos, pero primero, cuéntanos, ¿cómo llegaste aquí?” preguntó Arturo.

“Cuando la ola me lanzó por los aires caí en medio del desierto. Aún tenía fuerzas para seguir así que me puse a caminar por el desierto, pero pronto acabé desmayado. Al despertar tenía un plato con un poco de agua y la manta que visteis antes cubriéndome. Mire a mi alrededor y todas estas tiendas de campaña habían aparecido de la nada”.

“Debió ser cuando cambiaron de asentamiento a causa de la tormenta de arena” comentó Peter.

“Nadie me habló ni me preguntó si era de aquí ni se molestó en averiguarlo, y no creo que hubiera conseguido una situación mejor, era muy posible que si notaban que no era uno de ellos me echaran del lugar, no podía correr el riesgo. La otra posibilidad era que el desierto sea tan duro que sean considerados con todo el que pase por aquí. Si me arriesgaba y me salía mal el resultado era la muerte, así que me quede en ese rincón, esperando que llegarais algún día. Y eso es todo. Ahora responded vosotros, ¿quién es esa cría?”

“Se llama Pamela, es nuestra guía en esta isla” le contestó Jonyo.

“¿Guía de la isla? ¿De un desierto? ¿Una niña? Chiquilla – dijo señalándola – ¿No habrás engañado a mis compañeros aprovechando de que son buenas personas? Porque a mí no vas a poder engañarme”.

“No, Fidel-chan. Todo es verdad”.

“¿Fidel-chan? ¿Qué narices es eso de Fidel-chan?”

“Yo te lo explico – dijo Jonyo – A mí también me llamó la atención la primera vez que lo oí. En el extinto idioma japonés se utilizaban distintos sufijos después de los nombres para indicar el respeto y la confianza que se siente por esa persona”.

“¿Y el sufijo chan significa...? preguntó de nuevo el caballero de la tierra.

“Se utiliza para mujeres con las que tienes confianza, también para los niños pequeños, indistintamente de su sexo, y excepcionalmente, si lo usas para dirigirte a un hombre, tiene que haber una gran confianza de por medio. Rara vez se utiliza. Normalmente se reserva a casos extremos como amigos de toda la vida y cosas por el estilo”.

“Así que me consideras una persona de tu confianza y a la que quieres. Que maja” dijo Fidel acariciándole la cabeza como si fuera un perro.

“Eso no es todo. En cambio, si lo utilizas con un hombre con el que no tienes confianza, es una total falta de respeto y entenderá que le estás llamando afeminado o nenaza”.

Fidel comprendió al instante que ése era el caso y al instante dejó de acariciar la cabeza de la pequeña y empezó a apretar. Jonyo, al ver sus intenciones, quitó a Pamela de un empujón y Gabriel le sujetó por si acaso.

“¿Qué haces? – dijo Jonyo – Sólo es una niña...”

“Sí, sólo soy una niña” dijo y le sacó la lengua.

“Serás... – dijo intentando avanzar a pesar de que Gabriel le sujetaba – Como te coja...”

“Dejaros de niñerías, ahora que ya estamos todos juntos, Peter tiene una gran historia que contarnos” dijo Arturo.

“Como dije, os lo contaré, pero cuando lleguemos a Midgar, ya que por el camino tenemos que poner al día a Fidel”.

“Al final a mí también me están entrando ganas de saber eso que tanto ocultas” dijo Jonyo.

“Vale, pues vámonos – dijo Peter – Fidel, tu vas con el Gabriel en el chocobo”.

“¿En el cho-qué?”

“Da igual, síguenos. Ahora lo verás”.

Cuando los caballeros se fueron, Alá salió de su tienda de campaña y vio como se alejaban todos mientras se iba formando una tormenta de arena.

“Parece que habrá que tomar medidas más drásticas... Peter Griffin...”.

El Caballero Negro sobrevolaba la isla de Arcadia, buscando un lugar para aterrizar sin ser visto.

“Hay mucha actividad por toda la isla – dijo al ver todo tipo de barcos navegando por la zona – Desde que Miss Jewel desapareció de aquí, el comercio exterior ha resurgido de nuevo. Va a ser fácil no llamar la atención”.

Eligió una zona cercana al pueblo, pero algo alejada, para que nadie le viera caer del cielo, y fue caminando hasta el lugar. Como bien había deducido, nadie le preguntó quien era ni de donde venía, pues en cada rincón del antes fantasmagórico pueblo había ahora un puesto de algún mercader extranjero que venía a vender sus productos. Los tributos que Miss Jewel había recogido durante todo su tiránico mandato habían sido devueltos a los habitantes de la isla y el Caballero Negro pudo reconocer a través de las fichas que le había dado Mesa, a la Enfermera, corriendo de un puesto para otro comprando todo tipo de productos.

“Según este informe, esa mujer no sabe nada...”

Continuó caminando mirando los artículos ofrecidos como un comerciante más, aunque en realidad trataba de localizar a alguna de las demás personas de las que tenía ficha. Al ver su espada envuelta en una manta, un comerciante de rasgos hindúes le llamó la atención.

“Muchacho – le dijo – ¿Cuánto pides por esa espada?”

“Lo siento. No está a la venta”.

“Vamos, no seas así... Seguro que podemos llegar a un acuerdo”.

“Maldito viejo avaricioso... – pensó – Tengo que quitármelo de encima como sea, pero sin llamar la atención. Si le hiero y cunde el pánico, todo el mundo saldrá corriendo y nunca encontraré la esfera del hielo”.

“Venga... – insistió – Al menos déjame echarle un vistazo”.

“Está bien, pero tenga cuidado. A veces parece que tiene vida propia”.

“Jajaja – reía el mercader con todas sus fuerzas – Tranquilo muchacho, llevo trabajando con este tipo de objetos desde antes de que fueras una idea en la mente de tus padres”.

El hombre recogió la espada de las manos del Caballero Negro, descubrió la espada negra apartando la manta y al verla el miedo se reflejó en sus ojos, miró al Caballero Negro, que le devolvió la mirada y se desmayo.

“Ha sido un placer” dijo el Caballero Negro al recoger su espada.

Se marchó andando con la misma tranquilidad con la que había llegado y perdió se entre el resto de comerciantes. Un grupo de gente vio al mercader desmayado y corrió a socorrerle. Le dieron un par de suaves bofetadas y recobró la consciencia, aún algo asustado. Se levantó de repente buscando al Caballero Negro pero al no verle desistió y volvió a su lugar de trabajo mirando hacia todos lados como si se sintiera observado por alguien. Los que se habían acercado a ayudarle se asustaron al verle actuar así, y terminaron alejándose hasta que el hombre se quedó sólo en sus alucinaciones.

“Parece... que esto va a ser más difícil de lo que creía – pensó el Caballero Negro mientras observaba desde lejos – Será mejor que encuentre a los que combatieron junto a los caballeros. Vamos a ver – pasaba las hojas de las fichas buscando – Shin... No, ha muerto. Wancho.... también. La Princesa del Crepúsculo... No aparece dirección, además seguro que va escoltada... Bill... Éste parece que es la mejor opción... Iré a hacerle una visita...” sonrió.

Cuando los caballeros llegaron a Midgar ya era de noche. JesuCristo no andaba por allí, así que pudieron entrar en casa de Shinkan a hablar.

“¿Habéis encontrado a todos vuestros compañeros?” les preguntó el alegre viejo al verles llegar.

“Sí – contestó el caballero de la rosa – Pero hubo uno que casi se queda por el camino” dijo mirando a Fidel.

“¿No está Jesucristo?” preguntó Arturo.

“Estará en su casa durmiendo. Cada día de su vida es muy duro. Hace bien en descansar”.

“Mejor... Así no nos echará” dijo Gabriel

“Bueno, os dejo solos un rato. Sé que tenéis cosas de que hablar”.

“Eso ya nos parece abusar” dijo Peter.

“Tonterías. La religión cristiana dice que debemos ayudar a nuestros semejantes. Avisadme cuando acabéis”.

Todos se sentaron donde pudieron, en especial Pamela, que se puso delante del propio Peter.

“Cuenta, cuenta, que yo te escucho, Peter-san” sonrió.

“Esto...” Peter se sentía incómodo y le hizo una seña a Jonyo.

“Pamela... – le llamó la atención el caballero – Creo que sería mejor que esperaras fuera con Shinkan”.

“Pero yo quiero escuchar esa fantástica historia de la que habéis hablado antes”.

“Ni es una historia, ni es fantástica, ni Peter quiere que tú la escuches. Lo siento, pero tienes que respetar su decisión. Si por mí fuera, te quedarías, pero no soy yo el que va a hablar”.

“No es justo...” dijo mientras salía enfurruñada.

Pamela, lejos de hacer caso a los mayores, se colocó debajo de una ventana y espió la conversación.

“Todavía no entiendo como una niña está viajando con nosotros” comentó Fidel.

“Ya te lo hemos dicho antes. La necesitábamos para encontrarte. Deberías darle las gracias” continuó defendiéndola el caballero del rayo.

“Dejad eso para más tarde – les interrumpió Arturo y se dirigió a Peter con mucho interés – Quiero oír lo que sabes, Peter. Lo que sabes sobre este lugar, sobre esas torres, y sobretodo, sobre esa barrera”.

“Pues... Esa barrera... La verdad es que... Yo la diseñé...”

“¡¿Qué?!” exclamaron todos a la vez.

Pamela no pudo evitar sorprenderse al escuchar aquellas palabras.

“Claro... Peter Griffin... Como no me había dado cuenta antes. Tengo que avisar a Amaterasu-sama”.

La niña salió corriendo de allí hasta la entrada del pueblo, donde se dispuso a coger un chocobo para volver a su pueblo lo más rápido posible. Sin embargo, cuando fue a hacerlo escuchó como un estruendo se acercaba cada vez más. Corrió hacia el exterior para comprobar de que se trataba, y hasta que no salió del frondoso bosque y llegó al comienzo del desierto no vio lo que se acercaba.

“No puede ser...” dijo al verlo.

Los caballeros miraban a Peter, sin llegar a creer del todo lo que les acaba de decir.

“¡¿Qué tú qué?!” exclamó Jonyo.

“Sí. Dejadme que os lo cuente, por favor. Por aquél entonces yo era el joven Ministro de Defensa de Petoria, mi padre aún era el presidente, y necesitaba dinero para financiar mi campaña electoral. Acaba de ser reconocido como el mayor experto en barreras del planeta y la verdad, aunque fueron muchos años de estudio y esfuerzos, aún era demasiado joven como para soportar aquella responsabilidad. Me llovían ofertas de trabajo, pero las rechazaba todas, porque querían dedicar mi vida al servicio de mi ciudad, ahora que había acabado la guerra y la paz reinaba en todo el planeta. Sin embargo, mi necesidad de dinero era una realidad, y hubo una oferta que no pude rechazar. Recibí una carta de Naciones Unidas para desarrollar una barrera que asegurase, según ellos, la paz y la armonía en todo el globo. Querían evitar un conflicto así en el futuro de una vez y para siempre. Además, pusieron un maletín lleno de billetes encima de mi escritorio, y no soy de piedra... Me pagaban lo necesario para financiar mi campaña electoral y me sobraba para vivir muy bien durante unos cuantos años, por lo que no me pude negar. Les enseñé unos cuantos diseños convencionales, pero ninguno les convencía. Querían algo nuevo, innovador, eficaz, con autoabastecimiento energético, que fuera capaz de cubrir una ciudad entera por un tiempo indeterminado y sobretodo, indestructible, así que me obligaron a estrujarme el cerebro y diseñé, lo que yo bauticé como CTBA”.

“¿CTBA?” preguntó Jonyo.

“Cuatro Torres Beligerant Area. Fue el nombre del proyecto y de mi mayor obra maestra. Como una barrera convencional gasta una enorme cantidad de energía eléctrica, muchas veces activarla puede chupar todo el suministro de la ciudad y dejarla a oscuras. Era una de las cosas que querían evitar, así que se me ocurrió un sistema energético independiente que constase de cuatro torres alimentadas por energía geotérmica, tres en los límites, como si fueran los vértices de un triángulo, y una última, la más fuerte, en el interior, de manera que la barrera sólo caiga si se destruye la que está en el interior del lugar. Si os fijáis el nombre es idóneo, ya que son cuatro letras distintas de cuatro palabras distintas para representar a cuatro torres distintas. Presenté el proyecto y lo aceptaron. Salí en la televisión, los periódicos, la radio, en todos los medios, como el inventor de un sistema de defensa que salvaría millones de vida. Me pagaron y comencé mi campaña electoral como Presidente de Petoria. Con el éxito de mi nuevo invento como principal aval en la campaña, no tuve problemas para arrasar en las elecciones. Era feliz, había conseguido lo que quería, así que me puse a diseñar el sistema defensivo de Petoria a partir del CTBA, pero más simple. Durante años, no escuché que mi proyecto se hubiera implantado en ninguna ciudad, terminé pensando que su instalación había resultado más costosa de lo previsto y por eso lo habían descartado, por lo que no tardé en olvidarme de ello. Y así hasta el día que llegamos aquí. Cuando Shinkan nos encontró a Gabriel y a mí, y nos empezó a contar la historia, sus descripciones me resultaban de lo más familiar, hasta que caí en la cuenta de que se trataba de mi invento. No podía creerlo, así que cogí un chocobo y fui yo mismo hasta la torre de piedra para comprobarlo. Era verdad, me derrumbé y estuve llorando y maldiciéndome a mi mismo por haber creado esa atrocidad una y otra vez durante horas. Gabriel terminó por venir a buscarme y no tuve más remedio que contárselo todo”.

Todos miraron mal a Gabriel por no haber dicho nada hasta entonces.

“No se debe traicionar la confianza de un compañero” se defendió.

“¿Y por qué negaste tu identidad?” preguntó el caballero del fuego.

“Ya te lo dije. Cuando diseñé esa cosa salí en todos los medios. Le debo todo a ese trasto y no hay nadie en todo el planeta que no sepa que yo conozco hasta sus más íntimos secretos. Si alguien se entera, mi vida y la de los que me rodean correría peligro. Algunos me odiarán y querrán matarme y otros querrán que les diga alguna información sobre la barrera, como ese Alá, por ejemplo”.

“Si lo dices por nosotros, nuestras vidas no correrían peligro” dijo Fidel.

“Ya pero, ¿y todo este pueblo? ¿Y esa pobre niña? Si se enteran de que estoy aquí o de que esa niña me conoce, podrían tomarla con ellos y correría mucha sangre inocente... Y encima... Les han tentado con un tesoro que dicen les devolverá la fuerza sólo para que se sigan matando para encontrarlo. Seguro que ellos mismos fueron quienes lo escondieron en la isla... Si hubiera sabido... Si sólo hubiera sabido... para que querían utilizarlo...”

Peter se derrumbó al recordarlo, se llevó las manos a la cabeza para disimular las lágrimas, pero los gemidos, la aflicción y el sentimiento de culpa no pudo ocultarlos. Arturo se le acercó y le puso la mano en el hombro.

“No me importa lo que hayas hecho en el pasado. Ni lo que hayas hecho tú, ni lo que hizo Reik, ni lo que hayan hecho Jonyo o Gabriel. El pasado sirve para ayudarnos a aprender, no para destruirnos por habernos equivocados. Lo único que me importa, es lo que vas a hacer ahora”.

Peter se secó las lágrimas y miró a los caballeros a los ojos.

“Dinos, ¿qué quieres hacer ahora?”

“Yo... La única manera de enmendar mi error.. La única manera de quedarme tranquilo, es... es... ¡Destruir la barrera!”

“¿Sabes que si haces eso les causarás problemas a todos?” preguntó Jonyo pensando en el Clan ShadowMoon.

“No les pasará nada. Sólo les perseguirán si la destruyen ellos, pero nosotros no somos de aquí, ni de ninguna religión, ni de ningún clan. Si ese Seagram quiere pararme los pies, ¡que lo intente!”

“Me parece muy bien, pero deja de hablar en singular – dijo Fidel guiñando el ojo – Recuerda que nosotros estamos aquí para ayudarte”.

“Gracias... De verdad, gracias... Nunca pensé que un invento creado para ayudar a la gente se pudiera convertir en un arma psicológica tan potente”.

“La verdad es que el sistema es muy bueno. De esa forma, aunque destruyan las torres de los extremos, si no pueden acceder al interior no consiguen nada, ¿verdad? Esa es la idea” dijo Gabriel.

“Sí, así es. Pero todas las torres son prácticamente indestructibles, y al venir la energía del interior de la tierra, es imposible que les acabe el suministro o que alguien se lo corte. Si fuera solar o eólica sería distinto, pero elegí esa energía a propósito, para que ni siquiera queriendo, se pudiera parar la barrera”.

“¿Prácticamente? – dijo Arturo – Eso que, al fin y al cabo, hay alguna forma de destruir la torre central, ¿no?”

“Bueno...”

“Dinos si de verdad se puede destruir el CTBA y cómo”.

“Veréis... Existe una posibilidad... Es casi un milagro... Pero bueno, os lo contaré”.

De pronto Pamela irrumpió en la sala. Estaba jadeando y algo alterada.

“¡Pamela! – la regañó Jonyo – ¡Te hemos pedido que nos dejes hablar a solas!”

“Haaaaa, haaaa. Es que... Es que...”

“¿Algo no va bien?” preguntó Gabriel.

“¡Los árabes...! ¡Han lanzado un ataque! ¡Están aquí!”


3 comentarios:

Anónimo dijo...

No es por ser pedante ni nada de esto, pero la verdad es que esta saga no me gusta xD. El epi esta mu wen argumentao y esas cosas, pero la saga no es de mi agrado, a ver si termina pronto jajajaja =P

Dani Lopez

Anónimo dijo...

Jon:

Se marchó andando con la misma tranquilidad con la que había llegado y perdió entre el resto de comerciantes(se perdio entre)
No me importa no que hayas hecho en el pasado(no me importa lo que hayas )
bien me ha gusta bastante el capitulo, se me ha pasado volando de verdad y eso que ha sido todo historia y no ha habido practicamente combate y se nos van resolviendo los misterios poco a poco aunque todavia queden unos cuantos y weno parece que para el proximo ya va haber combate,venga sigue escribiendo asi
Un saludo a todos
El proximo un poco mas largo si puede ser.

Anónimo dijo...

Debido a mi poco afan a leer,a que tube un gran retraso hace ya tiempo y me kedan muchos episodios pendientes y me da pereza y a que tampoco tengo mucho tiempo,deje de leer la saga,pero eso no kitra que admire el gran trabajo que ha hecho Ruben con tantas horas de dedicación y de hecharle imaginación para darnos tantas tardes y momentos de entretenimiento con esta interesante y gran historia (casi interminable debo añadir) y a la que le sigo animando para que publique.Por ultimo un saludo a todos,a animaros a seguir leyendo y pasandolo bien con las historias de los caballeros,aunque como ya me han anunciado se acabaran pronto.Un saludo a todos y MUCHAS GRACIAS RUBEN.


Oscar Camacho Godoy.