sábado, 24 de noviembre de 2007

Episodio LXII

Es hora de atar cabos. Que lo disfrutés.

Título: Yomiagere (lo pongo en jap xq es spoiler, se puede mirar en la entrada de vocabulario que tengo en este mismo blog, pero no lo aconsejo hasta haber leído el capitulo)

Tamaño: 7'8 (el ep más corto de todo el volumen, pero no daba para más, y es posible que el último de para menos todavía)

Dedicado a: Todos los personajes que han muerto hasta hoy.


Episodio LXII

E

l Capitán Lardo caminó hacia Peter y la princesa, con la espada aún desenvainada y cubierta de sangre, sonriendo plácidamente. Los caballeros le veía avanzar, pero todos sus esfuerzos por levantarse eran en vano. Peter trataba de mantener la compostura delante de la princesa y del moribundo Shin, pero se podía apreciar que por dentro estaba invadido por el miedo.

“¿Qué hago ahora? – Pensaba desconcertado – No puedo utilizar mis poderes para curar a los demás porque si los vuelve a derrotar yo sería el siguiente. También es inútil cubrirme con una barrera, antes ha destruido una de las más fuertes sin ningún esfuerzo. Parece que esto es el final…”

Dayuri hizo una reverencia a la princesa que ésta rechazó mirando hacia otro lado y después se agacho hasta estar a la altura de Peter.

“¡Eh! – Susurró – ¿Por qué no vas a curarles con tus poderes antes de que se mueran? Sería una pena que si nos vemos otro día no nos pudiéramos divertir como hoy. Venga, hasta otra”.

Sin dejar de sonreír, se levantó, volvió a mostrar sus respetos a la princesa y se marchó de allí volando.

Por su parte, Peter, aún con el pulso acelerado y sudando, se dio un pellizco. No se lo podía creer.

“¿Piensas quedarte ahí sentado temblando hasta que salga el sol? – Preguntó la princesa – Todos te están esperando”.

Peter reaccionó y miró a su alrededor, contemplando a todos los heridos que le observaban impacientes por calmar su dolor.

“¡Oh! ¡Perdón!” exclamó levantándose.

Observó su reloj, al cerebro de Reik le quedaban segundos para dormirse para siempre. Tan rápido como sus pequeñas piernas le permitieron, corrió hacia Reik y comenzó a tratarle.

“Eh… – susurraba Gabriel desde el suelo – A él no le hace falta curarse. Atiéndenos a nosotros primero…”

“Ya lo hemos hablado, tiene preferencia. Al menos haremos que esté orgulloso de su final. Lo siento pero tendréis que venir hasta aquí por vuestras propias fuerzas. Tardaré bastante en curarle, el cerebro apenas tiene oxígeno y le cuesta mucho procesar el cierre de las heridas, espero que aguante”.

Los caballeros ponían todo su empeño en levantarse para ir hasta Peter; sin embargo, con la gravedad de sus heridas lo único que conseguían era arrastrarse por el suelo. La cicatrización de las heridas de Reik era lenta, pero fluida, se cerraban al mismo ritmo que se acercaban los caballeros.

“Esto marcha…” pensó Peter sonriendo al ver que sus esfuerzos daban frutos.

Mientras Peter realizaba sus quehaceres, Shin se apagaba poco a poco. Viendo su final, se apoyó en un árbol y trató de relajarse.

“Cuando cure a Reik me pondré contigo – dijo Peter – No te salvará, pero durarás más tiempo con nosotros”.

“Gracias”.

Las heridas de Reik no tardaron mucho más en cerrarse. Al apagar la luz verde de sus manos se dio cuenta de algo. No habían pasado más que unos minutos desde su muerte, sin embargo, su cuerpo ya estaba frío como el hielo. Apenado pero satisfecho, Peter retiró sus manos y fue a curar a los demás.

“Al menos hemos cumplido en nuestra última labor – pensó mientras se alejaba –

Adiós, Reik”.

Shin no le llevó mucho tiempo y enseguida se puso con los caballeros, según llegaban. Una vez estuvieron todos curados, observaron a Reik en silencio, ahora con la marca de labios sin ningún brillo.

“Esa marca de labios… – comentó la princesa – Ha sido la causante de toda esta masacre”.

“Es cierto, casi se me olvida. He de deciros como eliminarla. Necesito que alguien haga un agujero en el suelo, de un metro por lo menos”.

“Yo lo haré” dijo Bill.

Todos observaron atentamente.

“¡Tekkai!”

Bill dio un fuerte puñetazo al suelo, haciendo un agujero bastante profundo que debido a la oscuridad de la noche, no se podía ver el fondo.

“¿Y Ahora?” preguntó Arturo.

“Coged lo que hay al fondo del agujero”.

Arturo metió la mano en el agujero y al sacarla, un poco de agua mojaba su mano.

“¿Agua? ¡Claro! – Exclamó Fidel al saber de donde provenía – Estamos cerca de la costa, es normal que haya a tan poca profundidad, por eso has pedido que hagamos el agujero de un metro como mínimo”.

“Echad un poco sobre la frente de vuestro amigo”.

“¡Venga ya! – Gritó Jonyo – ¡¿Me estás diciendo que llevamos todo este tiempo comiéndonos la cabeza para que se quite con agua?!”

“Jajaja – se rió Shin pero paró al momento por el dolor – Claro que no, echadla y lo veréis”.

Arturo se agacho y, metiendo esta vez las dos manos en el agujero, sacó un poco de agua entre ellas y la vertió sobre la frente de Reik. El agua se extendió por toda su frente sin borrar la marca, salvo pequeñas líneas que desaparecieron como si algo se hubiera paseado por allí eliminando parte del pintalabios.

“Si no es el agua…” dijo Peter.

“Sí. Es la sal. Los cristales de sal del agua del mar se deslizan rodando por donde esta la marca de labios, y así la quitan, del mismo modo que la corriente de un río erosiona las piedras. Si seguís echándole agua o conseguís emitir un chorro a presión se le quitará del todo”.

Los caballeros fueron cogiendo cada uno un puñado de agua de mar y fueron dejándola caer sobre la frente del caballero hasta que la marca de labios desapareció.

“Pues si a ti se te quitó de golpe, debiste darte un chapuzón muy movido – comentó Jonyo – Bromas aparte, ¿cómo has deducido todo eso?”

“Bill cayó al mar y cuando salió no tenía la marca. En un primer momento pensé que podría ser el agua, como habéis pensado vosotros, pero esa hipótesis era imposible que fuese cierta, dada su incesante manía por la limpieza e higiene que no se desvaneció con su sometimiento. Visto ese detalle, podría haber sido la arena, pero no estaba manchado, así que el único componente que quedaba era la propia sal”.

De pronto esputó sangre y empezó a jadear.

“Vámonos al pueblo, supongo que querrás estar con tus seres queridos”.

“Me parece que no, princesa. Sabes perfectamente que aún me queda una cosa por hacer aquí”.

“No me digas que vas a…”

Un quejido ahogado desvió la atención de todos hacia atrás. Unos metros más adelante, tirada en el suelo en medio de un charco de sangre, Miss Jewel se aferraba a sus últimos momentos.

“Vosotros… vosotros… Me lo habéis quitado todo” susurró arrastrándose.

“Increíble, sigue viva” dijo Fidel.

“Pero si la atravesamos por ambos lados…”

“Da igual, Jonyo – dijo Arturo – Está muerta, nada puede salvarla, no le deben quedar más que unos segundos de su existencia. Ha estado a punto de tenerlo, y ha caído a un paso de la cima”

“Ayuda… Amor…”

“El Capitán Lardo se marchó hace ya un rato” dijo Gabriel.

“Wancho…”

“Wancho murió por defenderte” dijo la princesa.

“Bill… Mis siervos… Alguien…” sollozó medio llorando.

“Bill ya no está bajo tu control – dijo Shin – Has utilizado la voluntad de los demás para enfrentarlos, has dejado morir a tus propios siervos y despreciado a quienes de verdad te querían ayudar. Ahora estás sola. La muerte es un castigo demasiado suave para ti”.

“A pesar de todas tus fechorías – dijo la princesa – no soy capaz dejarte agonizando hasta que mueras. Si lo hiciera me rebajaría a tu nivel. Acabaré con tu sufrimiento”.

Dibujó con su brazo un semicírculo en el aire y un arco de luz con una flecha también de luz apareció entre sus manos.

“Siente la luz de mi Galbeila, será tu último recuerdo”.

La princesa disparó la flecha de luz, que en pocos segundos acabó clavada en una Miss Jewel hundida y humillada que intentaba resistirse tensando todo su cuerpo. Después penetró hasta lo más hondo de su ser y Miss Jewel empezó a iluminarse hasta convertirse en una auténtica figura de luz. Acto seguido, se consumió hasta quedar reducido a un punto de luz que terminó desapareciendo en medio del aire.

“Ahora todo ha terminado. No os olvidéis de purificar a los demás – dijo Shin – Ahora sigamos donde lo habíamos dejado”.

Shin apoyó sus brazos sobre el cuerpo del difunto caballero. En aquel momento, su cuerpo empezó a emitir una tenue luz azul que iba aumentando gradualmente.

“¿Vas a usar nuestro secreto ahora? ¿Aún después de haber visto todas las desgracias que ha traído a nuestro pueblo?”

“Han perdido a dos personas por nuestra culpa, por no saber resolver nuestros propios problemas. Y encima nos han ayudado a terminar con nuestros males. No podría morir tranquilo sin hacer esto”.

“Desde que llegamos aquí no hemos dejado de oír de vuestro secreto, – comentó Peter – ¿No podéis decirnos ya de qué se trata?”

La princesa, Bill, y Shin se miraron y asintieron con la cabeza.

“Es… – comenzó la princesa – la capacidad para demostrar tus sentimientos por quien más quieres”.

“La mayor protección que puedes darle a una persona que aprecias – añadió Bill – Y también la mayor compensación que puedes darle a alguien a quien has herido o ha sido herido por tu culpa”.

“La transmisión de la vida” concluyó Shin.

Un ligero viento recorrió el lugar en aquel momento y todas las dudas, los cabos sin atar y las incógnitas que habían surgido hasta ahora se desvanecieron.

“Entiendo, por eso cuando el antiguo rey estaba a punto de morir y rejuvenecía desaparecía alguien del pueblo – dijo Gabriel – Seguramente les amenazaba con hacer daño a sus familiares y no les quedaba más remedio que sacrificarse para salvar a sus seres queridos. Que cruel…”

“Cuando murió por última vez, la princesa desautorizó que la persona que estaba siendo chantajeada tuviera que sacrificarse, terminando así con el problema” explicó Bill.

“Sin embargo, algunos comerciantes ambiciosos vendieron la información por grandes cantidades de dinero en las islas cercanas, sin pesar el daño que podían causar a su pueblo – dijo Shin – Miss Jewel consiguió esa información y vino hasta aquí”.

“Sometiendo a todo el pueblo para que la adorasen como a una diosa no tendría problemas para que se sacrificasen cuando ella muriera, así conseguiría la vida eterna que tanto anhelaba” dijo Jonyo.

“La técnica funciona entregando la esperanza de vida que le queda al sacrificado al difunto, por lo que cuanto más jóvenes fueran, mejor” explicó la princesa.

“¿Y por qué no lo habéis usado antes?” preguntó Fidel.

“Sólo funciona cuando el cuerpo del fallecido esta en perfecto estado, sin ningún tipo de alteración, herida o virus en su interior. De no ser así, al resucitar la persona muere al instante de dolor. Cuando veía a Miss Jewel sacrificar gente, se ocupaba personalmente de que los cuerpos quedasen irreconocibles, precisamente porque sabía esto”.

“Es la hora – dijo Shin al ver que la luz azul que recubría su cuerpo había llegado a su punto culminante – Saludad a vuestro amigo de mi parte, aunque no me conozca…”

La luz fue traspasándose hasta Reik a través de las manos de Shin, quien, aunque había decidido su destino, tenía de él. Intentando escapar de aquella situación, retiró la vista del caballero y miró hacia arriba. Para su sorpresa, encontró el cielo que tanto deseaba, aún algo oscuro porque era de noche, pero con toques de claridad porque se aproximaba la luz del sol, y aún con las estrellas iluminándolo.

“Al fin volvemos a vernos”.

La princesa le vio y sonrió.

“Contempla los cielos, Shin, de una nación al fin libre en parte gracias a ti – pensó – Contempla los cielos de Arcadia”.

Aquella visión tranquilizó a Shin, que devolvió la vista hacia su objetivo, y lleno de ánimo, dio un fuerte grito, con el que la luz que quedaba se terminó de traspasar hacia el caballero. Después hubo un fuerte resplandor y todos los presentes se vieron obligados a cubrir sus ojos con un brazo.

En medio de la nada, donde todo es blanco, y no hay formas ni colores, el caballero del hielo vagaba flotando sin rumbo.

“¿Dónde estoy? – Pensaba – ¿Cómo he llegado hasta aquí?”

De pronto dos figuras humanas aparecieron delante de sus ojos. Estaban distorsionadas, pero él parecía reconocerlas perfectamente.

“Vosotros dos… ¿Seguís enfadados conmigo? No fue culpa mía…”

Otras dos figuras, esta vez más mayores, aparecieron por el otro lado.

“Padre… Madre… ¿Vosotros tampoco habéis sabido perdonarme?”

Por último vio la figura de Gabriel, aunque algo más joven, que le señalaba.

“Fue por tu culpa…” sentenció la figura del caballero de la rosa.

Las demás figuras se unieron al mismo propósito repitieron esa frase a coro. De pronto empezó a dolerle la cabeza, apartó la vista de aquellos que aparecían ante él, llevando la cabeza hacia el suelo, cerrándose los ojos, y tapándose los oídos con todas sus fuerzas a la vez que les mandaba callar a gritos.

“¡Callad todos! ¡Yo no pude hacer nada! ¡No fue culpa mía!”

En medio de la desesperación, sintió que alguien le ponía la mano en el hombro. Se volvió, abrió los ojos y todo era distinto. Era Arturo, y a su alrededor estaban Fidel, Jonyo, Gabriel y Peter, además del tipo con el que se había enfrentado en el bosque y una chica que sujetaba el cuerpo de un tipo que parecía inconsciente.

“Qué… ¿Qué ha pasado?”

“Es… Está vivo – dijo Fidel medio llorando – De verdad está vivo”.

Los caballeros dieron un gritó de alegría y empezaron a hacerle muestras de afecto a su resucitado compañero. La princesa y Bill observaban complacidos.

“Parece que al final no todo ha salido mal”.

“Bueno, – dijo la princesa haciendo una caricia al ahora cadáver de Shin – Supongo que era su decisión, y tenemos que respetarla, pero no me gusta la idea de que haya muerto tanta gente”.

“Ahora que todo ha terminado, ¿le gustaría que saliésemos un día a tomar algo?”

“Lo pensaré…” contestó la princesa con una pícara sonrisa.

Los caballeros continuaban alrededor de Reik, aún sin dar crédito de lo que acababa de ocurrir.

“No es que me desagraden las muestras de afecto – dijo el renacido caballero – Pero si me explicarais que ha pasado a lo mejor entendía porque estáis tan contentos. Y otra cosa, siento que llevo una eternidad, ¿alguien puede encenderme un cigarro?”

“Jajajaja – reía Fidel – Este nunca cambia”.

“Vives pero ya has muerto – dijo Jonyo – Sabía que eras raro pero nunca pensé que lo fueras tanto”.

“Espero que esta experiencia te ayude a madurar” dijo Peter.

“Veo que ya no eres aquel pequeñazo que iba a mi mismo instituto” dijo Gabriel.

Aquellos comentarios confundían aún más al caballero.

“Venga, ahora en serio, dejadme respirar, ¡hombre! – Exclamó espantándolos como si de moscas se tratasen – Y contadme de una vez qué ha pasado. Mientras me fumaré un cigarro”.

“Está bien – dijo Arturo – Creo que necesitas una explicación. Escucha atentamente, lo que voy a decirte es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, por extraordinario que parezca, ¿entendido?”

“¡Empieza de una vez!” dijo mientras daba la primera calada al cigarro.

De uno en uno, todos fueron contando parte de los acontecimientos, según los habían vivido con mayor protagonismo e intensidad. Cuando acabaron ya era de día, y el caballero no pudo evitar quedar sorprendido.

“¿Me estás diciendo que he estado muerto, que ese tipo me ha entregado su existencia y que ahora ha muerto?”

“Ya te advertimos que no era algo creíble” dijo Peter.

“Si que recuerdo haber luchado contra ese chico – dijo señalando a Bill – y tenía una marca de labios en la frente que ahora no tiene, así que la parte de la que hacía control mental suena creíble, pero sigo sin creer que pudiera controlarme a mí, el gran caballero del hielo”.

“Pues lo hizo… – dijo Gabriel – Y Arturo se vio en la obligación de matarte porque creíamos que no había cura”.

“También decís que he combatido contra Mireia y que gané, lástima de no poder acordarme… Si no la hubieras protegido puede que con suerte estuviera muerta”.

“No me arrepiento de nada”.

“No hables así de la chica – irrumpió la princesa – No es mala persona, durante el tiempo que estuve cautiva, fue quien me estuvo trayendo información del exterior y me animó cuando estaba deprimida”.

“Bueno, mejor dejémoslo – dijo poniéndose en pie – Ahora si me disculpáis. Tengo que irme”.

“Ya tendremos tiempo de irnos – dijo Fidel – Ahora descansemos un poco”.

“No, me parece que no habéis entendido, hablaba sólo de mí”.

Aquella aclaración, irónicamente, sirvió para confundir a los caballeros.

“Por vuestras caras veo que pedís a gritos una explicación. Veréis… no puedo seguir con vosotros”.

“¿Y eso?” preguntó Arturo.

“Es difícil de explicar, así que para lo entendáis todo bien voy a contaros mi pasado, así todo quedará más claro. Por favor escuchad con atención”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ha estado myu bien el capitulo sobretodo porque se han aclarado muchas dudas como tu bien dices en el capitulo,pero se ve que a ti el morbo de seguir dando suspense te gusta y mucho porque sigues con ahora otra duda,bueno ansioso por leer el siguiente y el ultimo de la saga.
Los caballeros le veía avanzar(le veian)
dijo la princesa – no soy capaz dejarte agonizando hasta que mueras.(capaz de dejarte)
“Veo que ya no eres aquel pequeñazo que iba a mi mismo instituto(pequeñajo creo que querias poner)
Un saludo a todos

Anónimo dijo...

Empieza el pasado...